La pieza de Andrómaca tiene semejanza con la tragedia de Las Traquinias, de Sófocles. En ésta llega a casa un grupo de cautivos hechos en la guerra por Hércules. Su esposa Deyanira entra en desbocados celos contra una joven que va entre los esclavos. Eso desata toda la tragedia.
Andrómaca, esposa de Héctor, es llevada prisionera por Neoptolomeo, hijo de Ulises, cuando tiene lugar la destrucción de Troya. Al llegar a vivir al palacio, y tener obligadas relaciones sexuales, queda embarazada y tiene un hijo, llamado Moloso.
Esto sucedió en Ftia,Tesalia, frente al templo de la diosa Tetis. Un guerrero es capáz de los más increibles actos temerarios que le llenarán el pecho de condecoraciones. Pero es incapáz de sobrevivir al conflicto, provocado por él, al decidir vivir con dos mujeres.
Hermione, la esposa de Neoptolomeo, es presa de celos patológicos. Amenaza de muerte a Andrómaca. Neoptolomeo está ausente. Andrómaca se enfrenta y le dice que ella fue llevada a la fuerza a soportar esa vida y, al no hacerlo por su voluntad, de nada tiene la culpa.
Hermione es hija Elena y Menelao, los personajes de La Ilíada. Hermione dice algo que informa respecto de la monogamia. Los que se inclina por la poligamia creen erróneamente que es el cristianismo el que instauró tal costumbre como cimiento del matrimonio. Cuando Hermione insulta a Andrómaca le dice: “”No es cosa recta que un solo hombre tenga dominio marital con dos mujeres...Una mujer y un lecho tenga el varón y con nadie comparta la ventura de su esposa en el tálamo”.
Cuando una mujer cae en la tentación de las relaciones polígamas, Hermione nos da su punto de vista cómo piensa una mujer cuando en su relación marital aparece otra mujer: “Nació celosa la raza femínea y no pone coto contra las concubinas la que se siente esposa”.
Más adelante el coro exclamará algo que está más allá de estas relaciones y es la vida conflictiva que llevarán los hijos de dos esposas: “ ¡Jamás, jamás apruebo gemelo amor para los mortales, que no haya en el hogar hijos que vengan de dos madres! ¡Germen de odio en los hogares es que engendra desventuras! “.
Andrómaca ahora es esclava pero en Troya fue una reina y como tal y sin miramientos le contesta a Hermione. Le dice que no son los contratos ante la ley los que retienen en la cama al esposo, sino el amor. Y menos si la esposa se ha convertido en un ser neurótico: “No por mis maleficios te aborrece tu marido. Es que eres incapaz de convivir con nadie. Ese es el filtro, mujer, no la belleza. Son las virtudes las que cautivan al consorte del lecho. Y tú no”. El proceso de este decaimiento en las relaciones maritales empieza muy al principio del matrimonio, cuando todavía se es joven pero que no cuida su acervo cultural. Andrómaca le dice: “Joven eres, pero feas cosas dices”.
Hermione teme que a la postre sea relegada y el hijo de Andrómaca llegue a ser el sucesor de Neoptolomeo, el rey. Tiene esperanza que no sea así dado el carácter de esclava de la madre Andrómaca y él hijo ilegitimo o bastardo, como se le dice en la obra. Andrómaca le contesta: “¿Qué importa que este niño sea bastardo? Un sol mediocre hace a la tierra dar frutos ricos, y cuántos bastardos son más excelentes que los hijos legítimos”. Parece que Hermione no puede tener hijos. Andrómaca le dirá más tarde a Menelao, padre de Hermione: “Tan falso es que por mí está sin hijos”.
Al disponerse Menelao a dar muerte no solo a Andrómaca sino también a su hijo, expresa un pensamiento lógico, propio de todo guerrero, exento de cualquier sentimiento humanitario: “ Por doble ley a muerte están destinados. A ti, te condena mi fallo, a este niño, el de mi hija Hermione. ¡Como que fuera locura dejar que sobrevivan enemigos, hijos de enemigos, si se puede librar de temores esta casa con matarlos!”
En el último momento Peleo logra detener la doble ejecución. Peleo, ya viejo, es hermano de Aquiles y abuelo del niño, hijo de Andrómaca (o bisabuelo,ver la aclaració más adelante, a este respecto)
Cuando la situación se ha complicado Hermione piensa en qué o quién la llevó a ese cuadro de desesperación. Con el ánimo calmado tal vez pudo haber encontrado la solución. Después de todo ella es la reina y Andrómaca sólo es uno más de los trofeos de guerra de su esposo. Fueron las mujeres chismosas la que la llevaron a actuar no como una esposa y reina sino a ponerse al nivel de una concubina esclava: “¡Visitas de mujeres malvadas me perdieron! Me decían estas palabras que hacían crecer mi airado orgullo:”¿Cómo consientes que esa infeliz esclava, cautiva en la guerra, participe del tálamo que a ti te pertenece?” ¿Qué necesidad había que yo vigilara a mi esposo, si nada me hacía falta? ¡Grande el caudal, señora y reina de mi casa…bien podía yo tener mis hijos bien nacidos y ella los suyos, semiesclavos, al servicio de los míos”.
Pero es tarde y la madeja está ya muy enredada. Aparece Orestes,hijo de Agamenon, antiguo pretendiente de Hermione. Al darse cuenta del conflicto por la que ésta pasa, la induce a que abandone el palacio, se la lleva a vivir con el padre de ella y se las ingenia para dar muerte a Neoptolomeo.
Peleo, el anciano protector de Andrómaca y de su niño, cae en el abatimiento por haber perdido a su nieto Neoptolomeo.
Sin embargo esta tragedia al final tiene su deu ex machina. Tetis, diosa con la que Peleo había procreado a Aquiles, desciende del cielo y lo consuela. Le dice que estará con ella convertido también en dios. En la obra hay una nebulosa. En la presentación Peleo es hermano de Aquiles y más adelante Peleo, al decir de la diosa Tetis, es padre de Aquiles. Habla Tetis dirigiendose a Peleo: " perdí a mi hijo Aquiles, el que de tí tuve".
En cuanto a Andrómaca, la diosa Tetis la envía a vivir a un lugar llamado Molosia. Le dice que lleve a su hijo,Moloso, y le promete que de ese niño “han de salir reyes. Una larga cadena de soberanos, uno tras otro, tendrán ventura en Molosia”.
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Justificación de la página
La idea es escribir.
El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.
Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.
En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.
Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.
Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.
Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?
Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.
Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).
Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.
Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…
Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.
El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.
Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.
En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.
Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.
Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.
Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?
Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.
Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).
Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.
Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…
Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.
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