Hipolito Taine |
Hipólito Taine (Filosofía del arte) dice que para eso se necesita un punto de partida. Esto es conocer y vivir los orígenes propios: “Aunque el genio de un pueblo quede abatido por un influjo extranjero, pronto se yergue otra vez, porque la influencia es temporal y el espíritu de un pueblo es eterno. Está ligado a la carne y a la sangre, al aire y a la tierra…Véase sino cómo los géneros permanecen puros en medio de la creciente alteración de todo lo demás”.
Cada pueblo tiene sus valores perenes. En la música y en la literatura. No es un devenir terminado, fosilizado. Es algo que se reafirma cada día al resistir cuando las nubes pasan. En las inmensas laderas del Aconcagua hay agujas rocosas que se elevan sobre los detritos. Son testigos que resistieron a la destrucción circundante.
Un mundo sobrio no conviene a los dueños del dinero que necesitan generar ganancia. Por eso surgió la ciencia de la mercadotecnia. Estudia mitos, sabores, historia, colores y costumbres. Casi nada escapa a su influencia. De pronto vemos colgando de nuestro cuerpo artefactos que no necesitamos y en la mochila lecturas que fueron escritas desde un equipo de vendedores. Para el verano siguiente todo eso, que hizo tanto ruido, y que logró convencernos, estará en el cesto de la basura: “Cuando la oímos, ya pasada de moda, nos asombramos que aquellas tonterías hayan podido gustarnos alguna vez. El tiempo criba incesantemente los escritos abundantísimos que salen a la luz cada día y condena a la desaparición aquella obras que expresaban los caracteres más superficiales y menos duraderos”
Más allá un joven comenta que cada tercer día sale una nueva música pero, en México, al menos, sólo el tango queda. La mercadotecnia eleva el volumen o redobla los anuncios pagados y se oye mucho ruido. Pero el tango sigue vivo en el barrio, como ofreciendo un refugio contra lo banal.
En literatura, para Taine, Shakespeare rebasa los ordinarios límites del tiempo y del espacio. Es “el más grandioso creador de almas, el más profundo observador de los hombres, el más perspicaz de cuantos han comprendido el mecanismo de las pasiones humanas, la sorda fermentación y las violentas explosiones de un cerebro imaginativo, los súbitos desequilibrios internos, la tiranía de la carne y de la sangre, las fatalidades del carácter y las causas misteriosas de nuestra locura y de nuestra razón”.
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