Ur, la ciudad de los caldeos
C.L. Woolley
Fondo de
Cultura Económica, México, año 1975
Primera
edición en ingles 1929
Ur en Mesopotamia y Ullman en Mesoamérica desaparecieron hace
milenios y, no obstante, sus culturas, independientes una de otra, están presentes en nuestras tareas diarias de la vida en pleno siglo veintiuno. Venimos
directamente de allá. No es que seamos
ajenos, sólo que las hemos olvidado en el tiempo, en la ignorancia y en la ingratitud.
5 mil años, y un poco más, tiene de haberse
fundado Ur, la ciudad formal más antigua que se conoce en aquella parte del
Oriente Medio. Doscientos kilómetros al sur de Babilonia.
Ur está
ubicado en el lado suroriental de la cuenca de los ríos Éufrates y el Tigris.
Arriba de la desembocadura del Golfo Pérsico. Región que se conoció en la
antigüedad como Mesopotamia, en el norte cercano de los desiertos de Arabia.
A sus
habitantes originales se les conoce como caldeos y súmeros o sumerios. Ur fue
asiento de una de las grandes culturas con tres mil años antes del cristianismo. El que descubrió Ur
fue Mr. E. Taylor, cónsul ingles en
Basora. Eso tuvo lugar en 1854. En el llamado Montículo de Alquitrán:
“Desenterró inscripciones que revelaron
por primera vez en la historia que
aquella ruina sin nombre era Ur,
llamada “de los caldeos”.
Egipto, que
se tiene como la cuna de la civilización madre de aquella parte del planeta, y
que mucho ha aportado a la cultura occidental o de Europa, estaba todavía en la
barbarie de pequeños e insignificantes reinos cuando Ur desarrollaba ya poderosas, civilizadas y
lujosas dinastías:
“Hasta hace
poco se creía que la civilización egipcia era la más antigua del mundo y que
era la fuente principal de la que se inspiraron
las civilizaciones posteriores de otros países occidentales. Pero en el
año 3,500 Egipto era todavía una nación bárbara…” dice Woolley.
Fue el
chispazo de genio que dio lugar al potencial de la cultura, sociedad, la
ciencia y la guerra, como de manera independiente sucedería en Mesoamérica en
Ullman, la región olmeca, México, estado de Tabasco y sur del
actual estado de Veracruz.
Pero, como
Ullman, después de irradiar su genio civilizador hacia otros pueblos, que
después serían grandes civilizaciones apoyadas en sus descubrimientos prácticos
y vitales, Ur declinó hasta prácticamente desaparecer, entre el tiempo y las
invasiones de pueblos bárbaros.
La ciudad de
los súmeros desapareció. A tal punto que la historia conocería a Egipto como la
gran civilizadora en tanto los caldeos se habían perdido ya en la memoria de
los hombres. A Ullman se la tragó la humedad de la selva y Ur fue barrido por
las arenas candentes del desierto. Sólo quedó un inmenso páramo lleno de
silencio:
“Parece increíble que el hombre haya podido habitar alguna vez en semejante soledad, y sin embargo las lomas
desgastadas por el tiempo que vemos a
nuestros pies cubren los templos y las
casas de una gran ciudad.”
Con el
tiempo, como siempre sucede, primero llegaron los saqueadores de tumbas y después
los exploradores de academia. Pero las investigaciones de más alcance en ese
entonces, como Woolley escribe, se efectuaron entre 1922 y 1929.Los trabajo los
llevaron a cabo la expedición patrocinada por los museos
Británico y de la Universidad de Pennsylvania: “La dirección de la Expedición
me fue confiada a mí, y en el curso de siete inviernos sucesivos se han llevado a cabo los trabajaos cuyos
resultados intentamos exponer en este
libro.”
Cabe destacar la ironía que Ur surgiría de
nuevo a la superficie de la tierra, y a la memoria de los hombres, por gente de
países que en el tiempo de Ur ni siquiera existían.
Ellos, los
ingleses y los norteamericanos, fueron los que empezaron a precisar la
antigüedad de las diferentes dinastías que ahí reinaron. Si bien, el trabajo, como
aclara el autor de esta obra, es el relato del descubrimiento de las tumbas de
Ur, más no propiamente de la historia de los súmeros.
Dibujo tomado de El País 13 enero 2018 |
Es el relato
de esperanzas, fracasos y grandes hallazgos en trabajos desarrollados ya sobre el terreno.
Escribe, a detalle, lo que es familiar a los paleontólogos cuando encuentran
los restos de los dinosaurios. ¿Cómo extraer el hallazgo pegado a la tierra,
conservarlo, trasportarlo y posteriormente reconstruirlo?
El autor
menciona el Génesis y el Diluvio, que tanto calaron en el ánimo de la gente de
ese tiempo remoto y hasta la fecha se les tiene como algo fuera de duda.
Ambos episodios tiene su procedencia en
esta región, si bien más parecen metáforas que quieren describir otra cosa:
“son muchas las autoridades que ponen en duda
el que tanto una como la otra estén basadas en hechos históricos…Este diluvio
no fue universal, sino simplemente un desastre
local restringido al valle
inferior del Tigris y el Éufrates, que
afectó a una superficie de unos 650 kilómetros de largo y 150 kilómetros de
ancho: más para los habitantes del valle
esto era todo el universo.”
Se refiere
al “carnero trabado en un zarzal”, que se menciona en la Biblia, sólo que las
estatuas de este carnero de Ur “se habían hecho mil quinientos años antes del
nacimiento de Abraham.”
La
antigüedad mencionada, de 5 mil años para Ur
es susceptible de moverse por algo que dice el mismo Woolley: “Nuestras
tumbas, como ya se ha dicho, corresponden a una época entre los años 3,500 y 3,200 a.C. y de
acuerdo con las características de aquella civilización, y las pruebas
aportadas por los descubrimientos hechos
en los residuos debajo de las
tumbas, la antigüedad de esa civilización era ya de muchos siglos.”
El esplendor
de esa civilización lo tenemos en un solo acontecimiento que tuvo lugar al
descubrir el casco de un personaje llamado Mes-kalam-dug. La descripción que
Woolley hace de la pieza es muy minucioso y concluye: “como ejemplo de
orfebrería este casco es de lo más bello
que hemos encontrado en el cementerio, más aun que los puñales de oro o
las cabezas de toro, y aunque no existiera ninguna otra cosa por la cual
pudiera juzgarse el arte de los antiguos
súmeros, sólo por el mérito de esta obra les concederíamos un lugar importante entre los pueblos civilizados.”
Woolley dice
al finalizar el capítulo II de su libro: “ la civilización más antigua que, como ahora
sabemos, se desarrollaba y florecía en
el valle del Éufrates desde hacía mucho tiempo, y podemos atribuir a los súmeros
gran parte de los orígenes no sólo del arte y del pensamiento de Egipto, sino
también de los babilonios, los asirios, los hebreos y los fenicios, y así vemos
que hasta los griegos están en deuda con
este antiguo pueblo tan largo tiempo
olvidado, iniciador del progreso del hombre occidental.”
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