Introducción a la filosofía
Jean Wahl
Fondo de
Cultura Económica, México, año 1988
Primera
edición en ingles 1948
“Jean Wahl nació en Marsella, en 1888. Falleció en
París en 1974. Filósofo francés. Tras ejercer como profesor en EE UU, regresó a
Francia (1945) para enseñar en la Sorbona y fundó el Colegio Filosófico de
París. Es recordado, sobre todo, por su estudio sobre La
desdicha de la conciencia en la filosofía de Hegel (1929). Otras obras a
destacar son, entre otros títulos, Filosofías pluralistas de
Inglaterra y América (1920), Hacia lo concreto (1932) e Introducción a la filosofía (1948).”
Se discute
la validez didáctica del mal frente al bien ¿O qué pasa con nuestros
sentimientos destructores y con los de plenitud? El capítulo se titula: Las ideas negativas.
Como la
composta que se pudre y de la cual, después de fertilizar el suelo, saldrá una
buena cosecha. O la borrachera de la noche anterior que nos provocó un amanecer
dantesco, como para no repetirlo jamás. Los que iban a buscar a Jesús eran
semillas en descomposición que estaban a punto
de dar bellos frutos. En teología el mal es manifestación de egoísmo, en
filosofía sería una rara especie de
coadyuvante para alcanzar el bien. Pero nadie está seguro de esto.
Este asunto
personal tiene implicaciones sociales. Alguien se preocupa por educar a su hijo
pero la barbarie de la calle es una
amenaza para que desarrolle sus
potencialidades humanas y académicas en tranquilidad, o viceversa. Como la
metáfora de las cucarachas. Tenemos saneado nuestro hogar pero de la casa
vecina se nos pasan las cucarachas, o viceversa.
Gustavo
Flaubert dice que de joven formaba parte de un grupo de revolucionarios parisinos, enemigos de las
costumbres que consideraban pequeñas burguesas. Teóricamente eran parricidas,
procuraban vivir lo más lejos posibles del hogar paterno, las parejas sexuales eran comunitarias, se burlaban hasta
el escarnio del que se matrimoniaba según las reglas de la sociedad, su
programa de vida oscilaba entre el nihilismo y la iconoclasia y, como Jani
Joplin, luego diría, ni pensar ser la
abuelita de nadie.
Hasta que “tuvieron que comprar pañales para
el bebé”. Una manera de decir (entonces no había desechables y se lavaban los ensuciados). “Éramos, dice,
pequeños burgueses burlándonos de los pequeños burgueses.” Ya de grandes
buscaban un empleo estable (todavía no
había el outsourcing), se casaban,
educaban a los niños, iban de vacaciones y buscaban la jubilación por parte del
Estado…
Y, sin embargo,
todo ese proceso no caía en vano. Aristóteles ponía la metáfora del mármol del
que va a lograrse una estatua. Todo está en potencia para llegar a la obra ya
acabada: “El mármol que usará el escultor para hacer una estatua no es la
estatua en Acto, sino la estatua en Potencia. Es potencialmente la estatua.” En
el caso de Flaubert es la descripción de una ruta que lo llevó a madurar como
el novelista que después conocería el mundo.
Sócrates y
Platón ya habían considerado la posibilidad del error, para llegar al autentico
conocimiento, como contraste de aquel. A semejanza del fotógrafo que ensaya desenfocar en busca del enfoque óptimo. Si bien estos filósofos no le confieren nada de positivo
al mal. Son congruentes con la metáfora de la caverna,de Platón, donde se trata de un gradual alejamiento de la ignorancia.
Otros filósofos, como Spinoza y Leibniz, son de otro parecer al declarar que no hay mal, sólo ignorancia. Es un mundo hecho por Dios, lleno de armonía en el cual no tiene lugar un fuera de tono: “todo está ordenado (dijo Spinoza) siendo sólo nuestra ignorancia la que crea la apariencia de desorden.” Sócrates también pensaba que era por ignorancia pero no metía a la divinidad.
Entonces encontraron con que había que distinguir el orden vital del orden mecánico. Lo
inteligible de lo sensorial. Por ignorancia caemos en los hábitos de comer que
nos llevan al sobrepeso, cuando no a la gordura y a la obesidad.
De contar
con los suficientes conocimientos de anatomía y su funcionamiento veríamos los
destrozos que provoca en el organismo ingerir bebidas espirituosas más allá de la temperancia. Lo mismo en el acto de
fumar. O de beber refrescos (sodas) de manera habitual, camino de la diabetes.
Sal de mesa en las comidas en cantidades como buscando la mortal hipertensión.
O, dicho de otra manera, suicidándose inconscientemente con la práctica de
comer salado.
A ese
desconocimiento s e refiere Sócrates cuando dice: “El mal es ignorancia y nadie
hace el mal voluntariamente.” Es así con las cosas mecánicas, lo mismo en las
de la conducta. Actuar con falta de probidad igualmente causa lesiones al transgresor.
El mismo Sócrates sostendrá que en una injuria el que pierde es el agresor. Oscar Wilde lo explica más objetivamente
con su Retrato de Dorian Grey.
"El mal es el mal, no hay escapatoria-dijo la novelista norteamericana, Louise Erdrich, en una entrevista publicada en el diario español El País, 08.06.13-.Sin embargo, lo que me fascina es el encanto,la dulzura,incluso la extraña bondad que posee y cultiva tanta gente que hace el mal."
Y, sin
embargo, a semejanza de un sindicato verdaderamente democrático, donde se
necesita que haya oposición para contrastar las fuerzas, poner a prueba
programas sociales y planes de acción, solo se trata de ganar, no de aniquilar:
“ El bien no es completa abolición sobre el mal, que ,aunque dominado, sigue
siempre presente.”
Son como los elementos de un eterno devenir en el que el movimiento, siempre positivo, busca no parar. No para, dice Leibniz, ni siquiera cuando estamos dormidos.
Dicho esto en el siglo diecisiete, tres
siglos más tarde la psicología encontrará en ello una veta muy amplia para
desarrollar.
Se hace patente la triada potencia, devenir y acto. De esta manera la negación, el No
–Ser, llega a ser algo: “Tales son las teorías según las cuales el No-Ser, es
algo, pero algo distinto del puro No-Ser.
No es pues
la inclinación patológica donde se adora al mal ni tampoco la hoja en blanco
del mencionado No-Ser. Se trata de un componente que en la historia humana se
conoce como devenir. Como una banda
sin fin que decanta el mármol para lograr la estatua.
Este tema es
uno de esos asuntos que nos llevan a un callejón sin salida, o aporía, como se
le conoce en filosofía cuando parece que no hay solución. Pero meditar en ello
probablemente nos lleve a la reflexión y a un mejor conocimiento del mundo y de
nosotros mismos.
Ante este
final, sin final, Wahl escribe: “No hay ninguna solución precisa que pudiera
darse aquí de una vez por todas, sino sólo la afirmación de que hay en nosotros
el sentimiento de una actividad destructora lo mismo que un sentimiento de
plenitud, y que ninguno de estos sentimientos puede definirse, explicarse,
agotarse o destruirse. Cada uno de ellos
corresponde a algo que existe, o más bien, es algo que existe. Ser y no ser-tal
es la solución.”
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