PÍNDARO,
POETA DE LA ARMONIA
El
ejercicio físico como plan de vida, es
la idea de este poeta, nacido en Tebas en el año 520 antes de nuestras era. Busca la armonía antropocéntrica con los valores de trascendencia.
Hace
mucho tiempo que se perdió de vista la frase “quiero morir de pie”. Era una
metáfora para decir que no se apoltronará el individuo, en ocasiones mucho
antes de la senilidad por edad.
Se
pregunta intrigado, en la Oda Primera:
“¿Cómo
será posible que indolente,
Sin
gloria y sin honor, vejez oscura
En
paz inútil a aguardar se siente?”
Es
algo que lleva la intención de recordar
que cada etapa de la vida tiene lo suyo. Pero que lo suyo de la
ancianidad no es la etapa de la decadencia débil y culposa sino transitar, como
dice Epicteto, por la playa cerca del muelle porque en cualquier momento el
capitán puede dar la orden de partir.
Epicuro
hizo la apología de los ganadores de los juegos panhelénicos.
Lo
entendieron sus contemporáneos en
aquello que la belleza física comprende la armonía de las partes del cuerpo y
que los atletas son el centro de la vida y del universo.
Píndaro
canta la egolatría de los atletas y les recuerda…
Pero
Píndaro no se queda en este antropocentrismo hollywoodense.
Lo
que es más difícil de tragar es la ponderación que debe observar el hombre en
todas sus actitudes: moderación, gratitud, fuerza, perdón, hospitalidad…
La
Paideia griega exaltaba la belleza física, es cierto, pero sólo como la mitad de un todo. La otra
mitad reside en la mente y en el alma.
El
alma pone una frontera al narcisismo,
frecuente en algunos atletas, y el
cuerpo recuerda al alma que estamos en la tierra. Esa clase de armonía cantaba Píndaro.
Imaginación
y realidad van de la mano. Como el alpinista que mira la montaña que nadie ha
explorado. O la montaña conocida pero en la que se puede trazar una nueva vía
de escalada. ¿Por dónde y qué se necesita? Imaginación y técnica.
Imaginación
y realidad
A.
A. A. en los lahares del flanco oeste del Pico de Orizaba, México
Foto
de A.A.G.
Un
autor, Bowra, escribe que “los griegos estaban convencidos de que el asunto de
la literatura es el hombre y que ella debe sacar sus temas de la humana
naturaleza”
C.M. Bowra, Historia de la literatura.
Píndaro
le canta al poder, está cerca de los palacios y él mismo lo dice: “Bueno seré,
y amigo del magnate”.
Montes de
Oca anota: “El orgullo de su nacimiento y la nobleza de su profesión lo ensoberbecían
y hacían que procurara el contacto de reyes, tiranos y poderosos…Conocedor de
su vocación dominador de su técnica, supo halagar la vanidad de los mecenas que
le brindaron su apoyo y su riqueza.”
Ignacio
Montes de Oca y Obregón, Píndaro, Odas
Pero
el mérito de sus obras, que han trascendido los siglos, reside en el vigor
intelectual que tiene sus poemas. En eso, coinciden algunos biógrafos, reside
su “seriedad y equilibrio.”
El
musculo de los atletas, las victorias de estos en las olimpiadas, ya sea a pie
o en la competencia sobre los carros, es el tema de Píndaro.
Al
leerlo se encuentra que es más que una reseña deportiva estructurada como
poema. El fondo de su pensamiento es el respeto a los dioses, su gran sentido
moral y la apología del ideal de la virtud.
Su
contexto intelectual y el religioso de su época, donde eran frecuentes los héroes
(hijos de Zeus y de mujer humana) no le hacen perder el respeto por los dioses.
Ya para entonces se sabía que querer igualarse
a los dioses desemboca en el ateísmo. Paso previo para caminar por toda clase
de relativismo.
Las
fiestas “paganas” del palacio para colocar la corona de laurel al vencedor de
esa olimpiada, no le hacer perder de vista que en esta vida no acaba todo.
Escribe: “Dichosos los que han visto aquellas cosas antes de marchar al reino
subterráneo.”
No
es el tenebroso reino subterráneo cristiano cantado por Dante e ilustrado por
Doré.
A
semejanza del Mictlán, o cielo subterráneo de los mexicas, el de los griegos de
esa época, es eso, un lugar obligado a transitar por él, en tinieblas, pero que
no deja de ser un cielo. El noveno cielo náhuatl.
Píndaro
escribe:
“Al
lado de los dioses
Que
venera el averno,
Los
que guardaron fieles
Sus
santos juramentos
Sin
lágrimas disfrutan
Reposo
sempiterno.”
Gran
inventor de cosas tecnológicas desde la antigüedad, y vencedor de olimpiadas, o
conquistador de montañas, el hombre no puede conquistarse él mismo.
Píndaro
no pierde la oportunidad de recordar eso
a los ensoberbecidos atletas. Hace, reitera, un llamado para volver a la
armonía:
“¡Musa!
Tus alas plega:
Avanzar
más allá no puede el hombre,
Y la
barrera en vano
Pretende
saltar, cuerdo o insano”
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