Cartas a Anais Nín
Editorial Bruguera, España1979
Henry Miller escribió, durante quince años, cartas que enviaba a su amiga Anais Nín, en un tiempo que va de 1931 a 1946. Material epistolar, sin pretensiones de ser publicado, y que por la misma libertad con la que fue escrito resulta de contenido invaluable, por didáctico, para conoce al autor de Trópico de Capricornio.
Miller nació el 26 de diciembre de 1891 en Brooklyn, Nueva York. Allí estudió y trabajó como obrero hasta que decidió viajar a Paris, en 1930, para dedicarse por entero a escribir:”Dios, qué enloquecedor es la idea de que haya de pasar siquiera un día sin escribir. Jamás, jamás lo recuperaría”. Regresó a Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial y murió en California en 1980.
En las cartas relata sus sueños, dificultades de todo tipo, tanto económicas como con la gente que tuvo que tratar, empezando por su país Estados Unidos. Luego Europa, particularmente Francia. Problemas para ser publicado. Finalmente el éxito como escritor.
Es un escritor que dice abiertamente que debe mucho a su formación filosófica tanto a Emerson como a Nietzsche. Esto habla de alguien que ha cruzado el puente sobre los regionalismos culturales:”Quería ensalzar a Waldo Emerson cuanto me fuera posible, sólo para probar ante el mundo que una vez hubo un gran americano. Pero más que por eso porque en alguna época de mi vida su influencia sobre mí fue grande porque está unido con toda una parte mía a la que considero mi parte mejor…”
Y de Nietzsche recuerda: “El hombre que fui a los veintitrés años, el que sintió a Nietzsche con tanta fuerza, fui influido de modo indeleble por el pensamiento del filósofo alemán. Esto es lo que, tal vez sin saberlo yo, me ha sostenido durante todos estos años, Y creo que ha sido el mustio escepticismo de Nietzsche el que me ha preservado de la trampa de manejar abstracciones, aunque algunas veces pareciera que zozobraba en ellas”.
Las referencias señaladas cobran más importancia en este primer tercio del siglo veintiuno en que algunos escritores más parecen que están publicando un Manifiesto, de algún partido político, que una novela. Miller nos hace recuperar la confianza en este género como vehículo de expresión universal.
Es un tiempo en el que el gobierno de algunos Estados de varias maneras se convierte en Mecenas de escritores, y el público conoce novelas anquilosadas, que viene a ser como continuación de la historia oficial de ese país, quitada del escritorio de los historiadores oficialistas y puestas en manos de los novelistas oficialistas. De ahí que la libertad con la que Miller escribía en algún tiempo haya casi escandalizado a algunos lectores.
Anais también es escritora y Miller le recomienda que: “Cultive la locura. No se aparte de ella. En la locura está la sabiduría para el artista. Deje que todo entre en su cabeza y que hierva allí. Usted es dueña de la forma, del dominio sobre su medio.” Opinaba que la mujer ya está hecha y el hombre es el que busca hacerse: “La mujer es, el hombre deviene.”
Miller es uno de esos escritores que para escribir, aparte de vivir, necesita leer. Esto, que parece una cosa obvia, no lo es. Este autor había encontrado, sino la única manera de conocer el mundo, sí la mejor, y era leyendo. La gente del mundo en general no lee libros de cultura. En México pocos leen muchísimo,muchos leen poco y el noventa por ciento ve televisión... Leyendo de lo que nos gusta y sobre todo de lo que nos disgusta. ¿Cómo podría ser posible el ejercicio de la dialéctica si sólo escucho mi monólogo? Advierte: “Leo para apreciar y no para criticar.”
Por ejemplo, de esa apertura de espíritu que poseía Miller, dice que en París explicaba en francés a Spengler. Es como si en Washington un francés explicara en inglés a los estadounidenses a Nietzsche.
Por lo demás Miller tuvo experiencias con mujeres y sin embargo confiesa que se le dificultaba conocerlas: “me refiero, por ejemplo, a que me producen un desconcierto paralizador saber que cuando una mujer dice una cosa, quiere significar otra, referirse a muchas cosas, decir sí y no al mismo tiempo.”
De la polémica que levantaron sus novelas en su tiempo calificadas por algunos de lascivas dice: “Déjales que se burlen, si quieren, por el carácter emocional, por la falta de forma, etcétera, de mis novelas.”
En su viaje por Grecia, ya para llegar a Delfos, alcanza la conclusión que, sin el equilibrio de los contrarios, esto duraría menos de un minuto: “Tengo ante los ojos la más civilizada y también la más salvaje y dinámica tierra que se puede imaginar. Es la quintaesencia de las contradicciones. Esto es dionisiaco. Y de aquí ha surgido lo apolíneo: de lo contrario, todo se hubiera precipitado hacia el caos y la imbecilidad.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario