Marco Aurelio (121-180), emperador romano |
Marco Aurelio, Pensamientos
Prólogo, traducción y notas de de Antonio Gómez Robledo
Coordinación de Humanidades
Universidad Nacional Autónoma de México
1992
Marco Aurelio no quiere dar lecciones de moralidad ni ser el pedagogo de nadie. Sus reflexiones son para él mismo. Se pregunta: “En qué empleo en este momento mi alma. De quién es el alma que tengo ahora. ¿Será la de un niño, la de un mancebo, la de una mujerzuela, la de un tirano, o por ventura la de un jumento o de una fiera?”
No obstante, leer a Marco Aurelio llena dos necesidades del humano: conocer (conocer una manera de pensar) y una guía para la vida. Antonio Gómez Robledo apunta, citando a Cicerón: “La filosofía no es, o no tan sólo, una visión intelectual del mundo, sino ante todo una guía de la vida y la conducta humana”.
Antes de referirse a la razón, a los dioses, a la actitud de la gente y en general a cosas de la vida de que hablan los filósofos, Marco Aurelio nos recuerda que esta vida se va. Tiene por lo tanto que cuidar vivir, bien, el día de hoy. Cada día restamos un día a nuestra permanencia en este planeta. El emperador-filósofo no conoció los síntomas de la extrema vejez pues murió a los 59 años de edad (121-180). Aun así logró una observación aguda de la vida. Porque es el caso que, llegado el momento, no nos vamos tan frescos como cuando llegamos. Mucho antes del último año vamos experimentando un deterioro y está lo que ahora conocemos como Alzheimer: “En cuanto comenzamos a chochear…y examinar si no habrá llegado la hora de abandonar este mundo... Hay que darse prisa, por lo tanto, y no solo porque a cada instante nos aproximamos a la muerte, sino porque perdemos antes de morir la capacidad de comprender las cosas y de seguirlas con atención.
Dice que los grandes sueños en los que se entretiene los hombres (y las mujeres) acaban en humo. Hace mención a los piojos de dos patas. Marco Aurelio no quiere pasar como el más grande de los escépticos, pero con el ánimo que no perdamos el tiempo en jueguitos, inventados por la fama presente, o por la gloria a posteriori, y en cambio aprovechemos este día, nos ofrece la siguiente reflexión: “Hipócrates, habiendo curado a muchos enfermos, enfermó él mismo y murió. A muchos predijeron la muerte los caldeos, y en ellos a su vez hizo presa el destino. Alejandro, Pompeyo y Cayo Cesar, habiendo arrasado tantas ciudades y destrozado en el campo de batalla a tanta miríadas de infantes y caballeros, al fin ellos mismos salieron de esta vida. Heráclito, después de haber disertado interminablemente sobre la conflagración del mundo, murió hidrópico y untado de estiércol. Demócrito murió comido de piojos, y a Sócrates, fueron otros piojos los que lo mataron.”
La obra filosófica del emperador Marco Aurelio la conocemos gracias a los monjes medievales que formaron dos códices de sus pensamientos, el Vaticanus y el Palatinus.
En su momento, Marco Aurelio fue implacable con la secta de los cristianos. Bajo su mandato la locura romana no se conformaba con matar a los seguidores de Cristo sino que entregaba sus cuerpos como alimento de las fieras. Irónicamente a los frailes se debe, de alguna manera, la conservación de la obra literaria del emperador. Más tarde, cuando el cristianismo dejó de ser perseguido y pasó a ocupar un lugar cerca del trono romano de Bizancio, mucho del mundo pagano fue arrasado y en su lugar se puso lo cristiano.
Entonces se dio el fenómeno que se repetiría en el siglo dieciséis en México y el continente indoamericano. Primero fue arrasado por los españoles y sus indios aliados y, acto seguido, los frailes inmediatos a la conquista, se dieron a la ingente tarea de rescatar cuanto les fue posible del mundo destruido, al estilo de fray Bernardino de Sahagún y fray Diego Durán. Merced a esa irónica doble labor de la Iglesia católica, de destructora y rescatadora, al menos en lo que corresponde a las concordancias morales, conocemos los pensamientos de Marco Aurelio. Fue una concordancia fundamental entre el estoicismo greco-romano y el cristianismo.
De ser un convencido defensor del universo religioso de la antigüedad, Marco Aurelio va dirigiéndose hacia el pensamiento racionalista: “En el siglo de las luces, sin embargo, así como en el que le sigue, la prospectiva o enfoque cambia por completo, porque al paso que la Iglesia lo va dejando de lado, el pensamiento racionalista se apodera con creciente entusiasmo de Marco Aurelio, en quien ven sus adeptos la revelación de la razón pura, de frente al silencio eterno de Dios y de los dioses.” Sin embargo Marco Aurelio nunca derribó el puente que unía a los dioses con el pensamiento lógico: “En la ciudad para los dos hay lugar”.
Marco Aurelio está consciente que los hombres sabios no necesitan de ninguna orientación moralizadora. Pero es la cuestión que en el mundo nacen tantos humanos, cada media hora, que ni escuelas laicas ni templos religiosos son suficientes para proporcionar la mínima información de qué se trata la vida civilizada. De ahí que en las calles de la ciudad, en las oficinas, en los talleres, en la universidades, los sindicatos y en los partidos políticos, sea frecuente encontrar seres que todavía viven en perpetua guerra neandertálica: “La moral media no se dirige a los hombres perfectos ni sabios en grado eminente, sino aquellos en quienes lo mejor que podemos hacer es suscitar en su espíritu cierta imagen o simulacro de la virtud.”
Insiste en que es necesario vivir la vida, pues de esa manera dicen los poetas a lo que los filósofos llaman devenir. Moverse en lo individual de tal modo que impacte positivamente a la sociedad. Porque podemos estar juntos pero peleándonos. Laicidad y religiosidad son insuficientes para proporcionar orientación educadora a los, en la actualidad, seis mil millones de humanos. Pero si laicidad y la religiosidad se la pasan peleándose mutuamente, significa que sus mejores esfuerzos no se dirigen hacia el erial: “Hemos nacido, en efecto, para colaborar entre nosotros, como lo hacen los pies, las manos, los parpados y las hileras de dientes, los superiores y los inferiores. Actuar como adversarios entre nosotros, es, pues, contra la naturaleza, como lo son la ira y la aversión.”
Pero vivir la vida no quiere decir, según marco Aurelio, desbocarse y morir como caballo hiperactivado.La actividad de los atletas, de los corredores, son la perfecta metáfora de la vida. Unos corren por la salud, para vigorizar sus músculos, pulmones, oxigenar el cerebro y fortalecer el corazón. Otros corren tan desaforados que se lesionan y acaban antes que aquellos. Todos acabaremos la carrera de la vida. Pero hay modos inteligentes de recorrer el sendero.
La vida más vulgar, la más humilde, puede(¡no puede, es!) ser un cofre lleno de diamante para los que están sentenciados a muerte. Ya sea por las leyes de los hombres o por alguna enfermedad terminal. No soy consciente que aun el indigente que veo dormir en la calle, con una mugrosa cobija llena de piojos, ese también tiene el mismo inmensurable valor. ¡Tiene vida por delante! Se tiene conciencia de esto cuando se está en una situación de frontera. O por determinadas elecciones libres como escalar montañas, cruzar desiertos, los limpia ventanas en los altos edificios, los toreros o los militares en combate.
El aficionado pistolero de la película Los Imperdonables (The Unforgiven,1992,Clint Eastwood) lloraba al recordar al hombre que acababa de quitarle la vida. William Munny, el pistolero veterano, le dice que cuando un hombre muere no sólo se le quita la vida hasta el presente, sino también la vida que pudo haber vivido.
De los compañeros de escalada, que murieron en la montaña, siempre nos preguntamos ¿cómo serían ahora, cómo vivirían, tendrían familia,hijo, nietos...?
Marco Aurelio llama a la reflexión: “Ponte a pensar, por ejemplo, en los tiempos de Vespasiano, y verás que sucedía lo mismos que hoy: gentes que se casan, crían hijos, enferman y mueren, hacen la guerra, celebran fiestas, trafican, cultivan la tierra, lisonjean, son arrogante, suspicaces, arman celadas y desean la muerte de otros, murmuran del actual estado de cosas, aman, atesoran, ambicionan el consulado y el imperio. De la vida de esas gentes no queda nada en parte alguna.”
Donde puedo conseguir la edicion bilingue de Antonio Gomez Robledo que aqui se presenta?
ResponderEliminarPablo (Pablo-Juan.Fajdiga@mklj.si)
Donde puedo conseguir la edicion bilingue de Antonio Gomez Robledo que aqui se resena?
ResponderEliminarPablo (Pablo-Juan.Fajdiga@mklj.si)