Referencia
Arthur Schopenhauer, Parerga y paralipómena 1
Se abstiene de hacer la utopía
del mundo (ya hay cien utopías elaboradas desde la antigüedad y otras tantas abundan
en la modernidad).
Con sus palabras dice que estas utopías prometen el oro y el moro.
Ofrece un retrato de la vida cómo él la ve:
Valiosa, luminosa, ética, moral, culta, dinámica, investigadora, dialéctica.
Pero, en muy escasa medida. La realidad es que se trata mayormente de un mundo
vulgar, trapacero, lleno de aburrimiento que lo hace cometer toda clase de
ridiculeces y traiciones con él mismo individuo, con los otros y con sus otros.
Por eso dice que lo mejor sería que este mundo
no existiera. Y el individuo se considere afortunado de no haber nacido, pero,
si ya nació, más le vale que pase por esta vida lo más pronto posible.
La verdadera felicidad dice,
es saber evitar el dolor y dominar el
arte de no leer.
La verdadera felicidad es
saber evitar el dolor
Del diario El País 26 de
septiembre 2015
Lo que muy escasamente se
logra.
“El mundo en que cada uno vive
depende ante todo de cómo lo conciba, y por eso se ajusta a la diversidad de
las mentes. En función de ella resultará
pobre, trivial y superficial, o rico interesante y significativo”.
El mundo en que cada uno vive
depende ante todo de cómo lo conciba
Del libro La psiquiatría en la
vida diaria
De Fritz Redlich, 1968
En su carrera por la prosperidad económica el individuo deja de ser “hacia adentro” y atropella, “hacia afuera”, a cuanto se le ponga enfrente, se atropella a él mismo y pasa la vida leyendo basura que le quita el tiempo para leer a los grandes del pensamiento acreditados por los siglos.
No leer basura, dice, es un arte.
Ese retrato del mundo sin afeites no gusta a los utopistas.
Menos a los profesores de filosofía que, como todo el
que trabaja para sustentar sus necesidades económicas y las de su familia,
cobran en la nomina que paga el Estado, con lo que, dice, la verdad y la
libertad pueden sufrir menoscabo.
No de todos, sería un error decirlo, pero si considera que el sofisma y la apología son monedas que circulan con facilidad.
En este mundo de la cultura hay diamantes, pero no cree que se le pueda quitar la etiqueta de ser un mundo
calcopiritico.
Toda ciencia tiene su léxico o
modo de explicarse, la geología, la medicina, la química, la arquitectura…así
la filosofía. Para el hombre de la calle, y aun entre intelectuales, leer de
filosofía es una cosa poco accesible.
A Schopenhauer cualquier hijo
de vecino puede leer: “Schopenhauer, por el contrario, tiene un estilo claro y directo,
tendiente a llamar las cosas por su nombre, aun cuando ello lo lleve en más de
una ocasión a la grosería”, escribe Pilar López de Santa María en su
Introducción a Parerga y Paralipómena,
Editorial Trotta, 2009.
Una misma calle es cien
calles. El policía que va en su patrulla la ve de cierta manera, diferente
percepción tiene de ella el que desde la cinco de la mañana la barre por parte
de la alcaldía, el sociólogo que observa la actividad que se desarrolla en
ella, el que vende comida y considera su potencial clientela, yo que la camino en plan de ejercicio en la última media hora de la noche, el bacteriólogo que
conoce la “virulencia de los virus” que ahí flotan en el aire, el indigente que
recoge en la primera hora del día los cartones que le sirvieron de cama, la mujer que permaneció entre la noche y el viento bajo la luz del farol, etc.
Schopenhauer da su punto de vista. Lo que no impide que reconozca que los otros tienen su modo de ver la vida. Kant no escatima imperativos categóricos en su filosofía. Schopenhauer se cuida, en lo posible, de ello.
Si el retrato que hace del mundo no se comprende, dice que no tiene prisa pues es paciente y, ya vendrá una generación que lo pueda leer sin hacer gestos.
Schopenhauer:
“Los mismos acontecimientos o
circunstancias externas afectan a cada uno de forma totalmente distinta y,
estando en un mismo entorno, cada cual vive, sin embargo, en un mundo
diferente”.
Con ser “el último de los
clásicos y el primero de los modernos” filósofos, según el título de un
artículo de José Luis Gallero publicado en el diario El País, el 7 de
septiembre del 2016, Pág.10, a Schopenhauer se le menciona lo menos posible en
las historias de filosofía. Entre los filósofos se le tiene como un tipo amargoso.
En cambio, hombres ilustres de
la ciencia como Einstein y Freud, no le escatiman sus méritos de pensador
original. El primero escribió en 1934: “La frase de Schopenhauer “Un hombre
puede hacer lo que quiere, pero no elegir lo que quiere, ha sido desde mi juventud
una fuente de inspiración y un manantial de tolerancia”. Del segundo:
“No es extraño que Freud le concediese el título de precursor del
psicoanálisis”(ambos citados por Gallero). Schopenhauer
insiste: sino se sabe vivir lejos del dolor y no se domina el arte de no leer:
” Sería mejor que este mundo
no existiera”.
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