Referencia.
Diógenes Laercio, Vida de los
sofistas
Decía cosas tales como que de
jóvenes corremos y de viejos nos detenemos cuando debería ser al revés. Esto no
gustaba a muchos y le decían can.
Ya con los años, cuando las
arterias tienen poca luz, debido a la cantidad de grasas que hemos ingerido con
los alimentos a lo largo de la vida, cuando las tensiones o estrés han dejado
(y lo siguen haciendo) sus huellas en nuestro cuerpo y rostro, nos da por comer
“palomitas” tirado en el sofá.
Así debieron ver los
atenienses a Diógenes
Dibujo tomado del libro La psiquiatría
en la vida diaria, de Fritz Redlich, 1968
Varios tipos le dijeron a Diógenes, ya viejo, que no se acelerara, que le bajara al ritmo de su actividad, les respondió que pensarán en positivo, no decadentes.
¿Cómo? ¿pues si
yo corriera un largo espacio, y estuviera ya cercano a la meta, no debía
entonces aligerar el paso en vez de aflojarlo?”
Vivía costumbres austeras y en ocasiones exageraba al punto que la gente
le decía que estaba loco, tal como caminar descalzo en la nieve. Más locura son
las costumbres de empezar a morir (por lo del sedentarismo) años antes del fin
natural.
Pero no se toma conciencia de lo
cercano que estamos de esa locura. Para hacerles
ver esto a los atenienses, iba por la calle con el dedo medio ( katapygon) extendido. Esto, desde
entonces, se ha tenido como una cosa obscena. Al verlo así le decían: Estás loco.
Entonces lo cerraba y extendía el otro dedo de junto (el índice).Ahora la gente
lo tomaba como un gesto o señal inocua, que no causaba escandalo
Así de cerca está la locura de la normalidad:
Muchos distan
sólo un dedo de enloquecer, pues quien lleva el dedo de en medio extendido,
parece loco, pero no así el índice.
Una locura mayor, pero que no se piensa, es que poco caso hacemos de llevar a la práctica lo que dicen tanto el
filósofo (para los laicos) como el sacerdote (para los religiosos), personajes cuyas enseñanzas buscan, en lo general,
el bien del individuo y de la sociedad.
Tan absurda conducta, decía, como ir al médico y no surtir la receta.
Increíble pero real, no hacemos caso: tomamos bebidas dulces en lugar de agua
natural y, no caminamos o hacemos algún tipo de ejercicio físico terapéutico.
Mucha cosa como estas decía Diógenes por lo que los atenienses sólo movían la cabeza al oírlo y murmuraban: ¡Esta loco!
De Diógenes viene, no del cristianismo (siglo mas tarde éste adoptó la lección) el que las mujeres en el templo se cubran la cabeza.Un día Diógenes vio a una mujer enseñando sus desnudas en tanto hacia oración. Diógenes le preguntó si no le daba vergüenza que Dios, que lo llena todo, la viera por detrás.
“Diógenes Laercio (en griego, Διογένης Λαέρτιος) fue un importante historiador griego de filosofía clásica, durante el reinado de Alejandro Severo. Se le considera un gran doxógrafo, esto es, un autor que, sin una filosofía original, recoge por escrito la biografía, vicisitudes, anécdotas, opiniones (doxai) y teorías de otros, a los que considera ilustres.” Fue contemporáneo de Platón y de Alejandro, como veremos, aunque algunos señalan que vivió en el siglo III d.C
Le decían perro, apodo puesto por Platón, para dar a entender que
Diógenes, con su manera de hablar, mordía a la gente.
Diógenes con el dedo katapygon en alto
Hay otros episodios que reafirman el apodo. En un convite alguien le
arrojó unos huesos a su plato. Acto seguido Diógenes se levantó y procedió a
orinarlo, como hacen los perros cuando llegan a un poste o árbol de la ciudad.
Para dar a entender que las cosas valiosas de la vida las tenemos a la
mano pero no nos damos cuenta de ello, se dice que en una ocasión tomaba el sol. Alejandro le comentó que pidiera lo que consideraba
más valioso y él se lo daría. Le dijo:
No me tapes el
sol
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