¿Sirve para algo la virtud en la vida de la ciudad moderna y sus calles darwinianas?
Igual que el caminante del desierto de arena, con cincuenta grados y una fuerte deshidratación, preguntara: ¿para qué sirve el agua?
Aporía, reminiscencia, virtud
y saber, son los temas que se ventilan
en esta pieza de Platón.
Sin embargo, será hasta el Fedón, un trabajo
posterior al Menón, y en La Republica, donde alcanzarán mayor profundidad.
Cuando se diga que lo malo es por desconocimiento del bien. Entonces entrarán
en juego la espisteme = saber y el areté= virtud.
El Menon es, al estilo de un
curso propedéutico, que prepara para un ulterior trabajo. Para cuando Platón
haya avanzado más en la esencia de las cosas aquí tratadas.
No hay por qué alarmarse. Esto
es propio de los pensadores. Siempre encontramos en ellos la expresión de “mis
escritos de juventud”; Kant, Kierkegaard, Spinoza, Schopenhauer, Nietzsche….
O las subsecuentes ediciones, de un mismo
autor, advierten que ya se les hizo una agregado o que el tema tal tiene otra
manera de plantearse, etc. El Platón del principio tiene diferencias sustanciales con el Platón de la última
etapa. Lo mismo puede decirse de Kant.
La idea de Platón se hace presente: hay cambios, incesantemente, derivados (u observados)de una misma persona, pero la persona es la misma desde donde se observan esos cambios. Se trae a colación el conocido ejemplo del agua que va por los ríos, "rápidos" y lagos, adoptando la forma del terreno, pero el agua es la misma.
Eurípides escribió una Elena
al estilo de Homero, mujer seductora, adultera, irresponsable y culpable de la
muerte de tantos Troyanos como de los mismos sitiadores griegos y repudiada por
su esposo Menelao. Después escribió otra Elena, de la misma Elena, toda
inocencia y dulzura que en tanto Troya es destrozada por la guerra, ella vive
feliz en Egipto y que para nada tiene que ver con “aquella”.
Se coincide que el diálogo con Menón tiene lugar en Atenas en el
año 402 antes de Cristo y fue escrito por Platón 16 años más tarde, en el 386.Participaron
cuatro personas: Sócrates, Menón, Anito y un esclavo.
La personalidad de Menon es
controvertida. Unos lo presentan casi
como un tenebroso Fouché y Platón, en
cambio, como un hombre sensato capaz de
sentarse a sostener diálogos que se salen de lo común.
La aporía es una situación de
tocar fondo. Llegar hasta la aparente incapacidad por resolver algo vital.
Ante la autosuficiencia de
Menón, que va por las ciudades enseñando lo que es la virtud, Sócrates lo
“acorrala” con sus preguntas hasta hacerle ver que en realidad tiene una idea insuficiente
de lo que es la virtud.
El aspecto pedagógico de la
reminiscencia parece descansar en el Menón en “enseñar a acordarse”, tarea que
le corresponde al maestro:
“Por lo tanto si la verdad de
las cosas está siempre en nuestra alma, ésta sería acaso inmortal así que es
preciso que con valor trates de buscar y de acordarte de lo que ahora no sabes,
esto es, de lo que no te acuerdas.”
Equivale a que un instructor
de escalada, dejando a un lado lo
empírico, le enseñara al alumno lo esencial.
Como los antropoides cuando subían a los árboles y terrenos montañosos, ya sólo los alpinistas lo hacen. Los modernos suben por las escaleras eléctricas del "metro". Estos llegarán al hospital treinta años antes que aquellos.
Dibujo tomado del libro Técnica Alpina de Manuel Sánchez y Armando Altamira, editado por la Universidad Nacional Autónoma de México, 1978
¿Pero cómo se llegó a este
callejón, sin aparente salida, que se llama aporía? Buscando qué es eso de la
virtud.
La cuestión que se ve en el
Menón es, ¿la virtud se enseña, se aprende? Si se aprende y enseña, es que es
una ciencia. Si no, es algo especial, fuera de método, que se da en unos
cuantos individuos, al azar, de manera aleatoria o virtuosa.
¿Por qué el 98 por ciento de los políticos del mundo no son
grandes y sabios, para su pueblo, como fueron en su tiempo Cicerón, Pericles, Nezahualcóyotl, Julio Cesar, Marco Aurelio, Augusto,
Constantino, Tiberio Graco?
¿Pero cuál virtud? Hay
virtudes particulares y la virtud general.
En el dialogo con Sócrates,
Menón aduce una serie de virtudes: “a cada persona le corresponde una virtud
particular según lo que haga y según su edad: Justicia, valentía, prudencia,
sabiduría, generosidad…”
A Sócrates le interesa la virtud general, esa por la
cual es la misma en todos los humanos. Pone como ejemplo la salud, que debe ser
la misma en todos. Y tiene entre otros ingredientes, la justicia y la
templanza. ¿Para que ser virtuosos,
buenos?
“Si somos buenos, somos
también útiles, porque todas las cosas buenas son útiles.”
Esto, que parece hasta expresión cándida de
Sócrates, consideres lo que vale en tiempos del siglo veintiuno que las
ciudades del mundo se han convertido en campos
de guerra y los ciudadanos, pacíficos, muriendo sin saber siquiera de
dónde le llegan las balas asesinas.
Quiere decir que todos los
humanos son buenos, porque en todos ellos está presente lo mismo.
La manifestación de que hay
hombres malos es con relación a que
eran, buenos. Un hombre malo no se puede hacer malo, ¡ya era malo! Sólo
de bueno deriva a malo.
De entrada todos los hombres
son buenos. Por las circunstancias se hicieron malos. Pero siempre hay una
lucecita en el fondo del pozo que nunca se apaga. Algunos le llaman conciencia.
Sócrates dice que no es que
haya nacido malo, sino que ignora lo que
es malo creyéndolo bueno:
“Quienes ignoran lo malo, no lo desean, sino que desean
aquello que toman por bueno, siendo en realidad malo”.
Dibujo tomado del libro
La
psiquiatría en la vida diaria
de Fritz Redlich, 1968
Saber y virtud coinciden por lo tanto quien conoce lo recto actuará con rectitud y el que hace el mal es por ignorancia.
Hay mucha tela de donde cortar
en el Menón. Por eso vale leerlo con cuidado y releerlo:
“Cada dialogo platónico ofrece un
entrelazamiento de diversos problemas”, anota Osmanczik en su obra Menón.
Todo va en el terreno de lo
lógico. Donde se levantan las olas, ya desde los tiempos de Platón, y más en el
siglo veintiuno de fuerte laicado y
abundante banalización, celular y videojuegos ( y partidos de futbol que se
parecen mucho a la guerra florida de los aztecas), es en el aspecto ontológico,
espiritual, de la palabra virtud.
“En el Fedón, dialogo un poco posterior al Menón,
las Ideas o Formas tiene una existencia ontológica autónoma, independiente del
mundo sensible. Ellas son el verdadero
ser, el ser- en –si.”
Menón, Ute Schmidt Osmanczik
(editado por la UNAM, 1975)
¿Lógica y ontológica? ¿Cosa y
esencia? Los católicos lo entenderán. Una ostia es pura harina. Una ostia
consagrada tiene propiedades trascendentales, pertenece al reino de lo espiritual.
En otras palabras, Menón
insiste en la enseñabilidad de la virtud y Sócrates en la esencia de la virtud.
Aquel en lo particular y éste en lo general, como hizo con el ejemplo de la salud.
Parece que desde los tiempos
de Platón hablamos con frecuencia un poco a bote pronto de
cuestiones que muchas veces desconocemos.
Como quien relata los últimos
diez minutos de una película de la que no conoce el principio y desarrollo. O
de la historia con veinte antecedentes pero del que acaso sólo conozca uno.
Se debate si la virtud es
moral, como ahora se ve desde el cristianismo, o es conocimiento y, por lo tanto,
enseñable.
Las dos cosas se acercan. Episteme
es saber y areté virtud. La virtud en el conocimiento del bien moral.
Sócrates ofrece una Idea para
poder salir de la aporía, y es
reconsiderar el asunto desde el principio.
Hasta entonces Menón decía de
la virtud esta o de la virtud aquella o la virtud de más allá.
Sócrates, empieza desde el principio y
pregunta: ¿qué es la virtud?
“Para Sócrates la verdad se
identifica con el bien moral, esto significa que quien conozca la verdad no
podrá menos que practicar el bien. Saber
y virtud coinciden por lo tanto quien conoce lo recto actuará con rectitud
y el que hace el mal es por ignorancia.”
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