Consumada el 13 de agosto de
1521,en la pirámide de Tlatelolco
"Los europeos y sus
descendientes culturales en América tienen una nefasta historia de destrucción
de culturas aborígenes en nombre del cristianismo y de la Ilustración."-
James Rachels, Introducción a
la filosofía moral
Ficha bibliográfica:
Historia de la Conquista de
México
Autor: William H. Prescott
Editorial Porrúa, 31 de marzo
de 2000
“Serie Sepan cuantos…” Núm.
150
770 Págs.
Traducida al castellano por
Don José María González de la Vega
Anotada por Don Lucas Alamán
Con notas críticas y
esclarecimientos de Don José Fernando Ramírez
Prólogo, notas y apéndices:
Juan A. Ortega y Medina
Europa y la expansión del
mundo (1415-1715)
Autor: J. H .Parry
Fondo de Cultura Económica
México- Buenos aires
25 abril 1952, 236 Págs.
Versión española de María Teresa Fernández
El Sueño Mexicano o el
pensamiento interrumpido
Autor: J.M.Le Clézio
Fondo de Cultura Económica
Octubre 2008
278 Págs.
La expulsión de los españoles
de México (1821-1828)
Autor: Harold D. Sims
Fondo de Cultura
Económica,Secretaria de Educación Publica,Lecturas Mexicanas Número 78, 1974
La Decadencia de occidente
(Vol. II)
Autor: Oswald Splenger
Planeta-Agostine 1993
W.H. Prescott escribiendo la
epopeya de los aztecas
El trabajo de Prescott nos da una idea que el mundo indígena en realidad implosionó en el siglo dieciséis. El pueblo azteca era de una mentalidad tan dominadora (ahora diríamos de “primer mundo”) que los otros pueblos vivían atemorizados ante su presencia. “Los aztecas eran una raza fiera y brutal”, dice el historiador Prescott.
Todos acabaron jurando obediencia al rey de España antes que al tlatoani azteca. Desde el principio se dieron cuenta que su cultura, su arquitectura y su cronovisión, terminarían. Y lo aceptaron.
Parry, otro historiador, dice refiriéndose a los españoles: “Tenían la ayuda de un gran número de indios aliados que, ignorando lo que les ocurriera a las ranas que pidieron rey, atacaban alegremente a sus antiguos señores o rivales”.
En cambio Le
Clézio en El sueño mexicano (FCE, 2008) dice que los aztecas hicieron la guerra
increíble: “Para impedir la destrucción de sus creencias y de sus valores
tradicionales”. Y su natural libertad.
¿Por qué España no se quedó para siempre en México, conseguida la conquista, como sí lo hicieron los ingleses en Estados Unidos o los árabes en España durante ocho siglos? Parry nos explica las condiciones adversas que prevalecían en el exterior, con piratas y corsarios, y que España no pudo resolver. Y Prescott nos relata a detalle el proceso defectuoso de la conquista de México, realizada por los españoles, y que la corona de España tampoco pudo resolver.
Los colonizadores en América,
tanto españoles como ingleses, poco caso hacían de las leyes que al respecto
expedían los centros de poder en Europa.
Para escribir su portentosa
historia Prescott leyó cuanto relato encontró de la conquista del siglo
dieciséis y de los siglos posteriores. Y aún tuvo la fortuna de poder encontrar
acceso a los archivos históricos, hasta entonces inaccesibles, del gobierno español.
Incurrió en algunas imprecisiones, por carecer de otras publicaciones que no
estaban a su alcance en el tiempo que él escribió, pero que en la edición
de 1970, de la colección “Sepan
Cuantos…”, de Porrúa, son aclaradas con notas de Lucas Alamán y de José
Fernando Ramírez.
No hay que olvidar que el siglo dieciséis fue
el tiempo en el que, gracias a sus exploraciones y dominios de los mares, los
países de la Europa central, España, Portugal, Inglaterra, Francia y Holanda, se repartieron el mundo tanto
hacia el Occidente, como al Oriente. Firmaban tratados y se intercambiaban
extensas regiones geográficas con todo y habitantes.
El espíritu del siglo diecisiete en Europa era unirse Inglaterra con Holanda para desbaratar el poderío español en América. Ese tratado nunca llegó a firmarse pero el borrador de dicho documento, citado por Parry, da idea del ambiente político en esa época: “se quitarían sus posesiones a españoles y portugueses, y todo el mundo colonial sería dividido, quedándose Holanda con Brasil y el Oriente, e Inglaterra con el resto de América.
Era pues, urgente, que España hiciera un cambio radical en las relaciones de colonialistas y colonizados en México. Pero no se hizo, no se supo cómo, no se pudo o no se quiso. Se dejó pasar el momento y la cuenta regresiva para España en América empezó a funcionar
España pudo haber hecho un continente americano inexpugnable para ella, por los siglos de los siglos, con haber elevado las condiciones económicas, sociales y culturales de los indoamericanos. Con una explotación racional de los recursos naturales para los nativoamericanos no sólo para la metrópoli, con haber cambiado la fórmula solidaridad en lugar de explotación.
Era para pensar que con América España perdía Europa. Un precio demasiado elevado. La masa que estaba fermentando desde entonces no era para hacer un pastel sino una revolución.
Ni siquiera se necesitaba una mente privilegiada para conocer, con mucha anticipación, el desenlace. Un siglo más tarde, después de la conquista, aparecerían en el norte del continente las “Nuevas”. Nueva Inglaterra, Nueva Francia, Nueva Holanda, y la ya existente América portuguesa, también enemiga de España.
La primera mitad del siglo diecisiete conoció una verdadera guerra de guerrillas navales que saqueaban impunemente a los galeones españoles cargados con oro, plata y especies que se dirigirá a España.
Estos barcos piratas eran, irónicamente, el equivalente a los barquichuelos construidos por Cortés para sitiar a México- Tenochtitlán. Ahora piratas y corsarios, legales e ilegales, sitiaban en alta mar a la Nueva España. Parry: “El Atlántico del Norte estaba infestado de piratas, no sólo los proscritos filibusteros del Caribe, ni sólo los corsarios holandeses y franceses de tiempo de guerra, sino también las poderosas flotas sostenidas por los sultanes del norte de África al objeto de pillar las naves europeas”. Y esto que prevalecía en el Atlántico Norte funcionaría también en el Golfo de México, el Mar Caribe y Océano Atlántico abierto.
Los españoles eran románticos soñadores de escudos heráldicos. Los puritanos, en cambio, eran financieros. El resultado fue que dos siglos más tarde estos estaban bien posesionados en el Nuevo Mundo mientras que España se debilitaba en América día con día de manera irreversible.
Belona de dos mundos fiel
te aprecia,
y armada teme la nación
extraña."
Los españoles se informaron del tributo que los pueblos entregaban a los aztecas y enseguida les exigirían lo mismo, además de un tráfico de esclavos al estilo del Viejo Mundo.
Pero no sólo eso. En parte Parry comete una equivocación al asegurar, lo mismo que decía Cortés, que los indios tenían los mismos derechos de los españoles: “Los indios eran súbditos de la corona de Castilla y tenían derecho a la protección”. Esto era cierto en la letra pero no en la práctica.
Sucedía lo contrario con los esclavos negros comprados por España a los traficantes holandeses, ingleses, franceses y portugueses. Al menos en México los esclavos negros tenían un estatus más alto que los indios. Los negros eran una inversión monetaria que el español hacía. Nadie, sino él, podía disponer de su vida y a menudo los negros llegaron a ser administradores del hacendado.
Esta situación de intocabilidad
daría pie a muchos abusos cometidos por los esclavos negros en contra de las
comunidades indígenas.
La ciencia social y la teoría psicoanalítica todavía no nos dicen de qué manera los países de ese tiempo, de la expansión europea, llegaron a un arreglo con su conciencia. Los pueblos religiosos tienen como censor al cielo y los pueblos laicos tienen encima la figura punitiva del superego. Tuvo que ser un arreglo de emergencia para poder vivir después de comerciar con unos cuatrocientos millones de esclavos indígenas y negros durante siglos.
Fue el mayor genocidio que ha conocido la
humanidad.
Los indios vencedores de los aztecas ahora descubrían de qué lado había estado la derrota. Los aztecas pelearon hasta el final como pueblo guerrero que siempre fue. Pero los aliados de Cortés habían sido vencidos por la astucia del español.
De inmediato empezaron en México tanto la inconformidad silenciosa como los disturbios callejeros. De ahí que el dominio español en México no pudo pasar de tres siglos. Pudo haberse quedado más tiempo, o para siempre, incluso.
Pero el
principio en Ceutla, como veremos, había sido el primer paso en falso. Tan
grave para la corona española como para
la Iglesia católica. Cuando llegaron los españoles, en el siglo dieciséis, no
se les tomaba como conquistadores sino como libertadores. De ahí su fácil e increíble
avance.
En algunos pueblos, allende
las altas montañas nevadas, al este del Valle de México, sería con el
tiempo una especie de orgullo al
declararse la "cuna del mestizaje".
Diferente en el norte del país
donde los chichimecas retardaron por
cien años el avance de los españoles que seguían avanzando a la búsqueda de los yacimientos de oro y plata: Zacatecas,
Guanajuato, Parral, etc... Aquí el "derecho de pernada", como se conocería
la imposición que toda mujer casadera, antes de la boda tenía que acostarse con
el hacendado, fue impuesto pero no
aceptado. Andando el tiempo los norteños se cobrarían esto contra los españoles
dueños de haciendas con una crueldad que mejor no mencionarla aquí.
No es rara en la historia
mundial que se de la dualidad del
"enemigo-amigo"o el "invasor-salvador". Dos ejemplos.
Piensese en la facilidad con
la que entró el ejercito de Napoléon a España.En el principio como aliados
penetraban y se movían con facilidad por las ciudades.Estaba lejos aun el 2 de
Mayo.Así como Murat jugaba con Fernando VII así Cortés con los tlaxcaltecas y
cempoaltecas.
El otro caso es lo que se
conoce como la "Expedición Punitiva". Los norteamericanos penetrando
el territorio mexicano, con todas las facilidades dadas por gobierno de Venustiano Carranza, para que
persiguieran y apresaran a Pancho Villa. Como todo eso derivó hacia el
pensamiento de anexión total del teritorio mexicano, por parte de Washington,
después hubo que recurrir a la confrontación militar, como hicieron los
españoles con los franceses de Napolén.
El caso mencionado de España
todavía no era una nación pero ya
existía el espiritu de unidad en el pueblo y el invasor no duró una década para
ser expulsado. En Mesoamerica no había tal unidad y el invasor duraría los
mencionados tres siglos.
Para asegurarse de esta
situación de incondicionales, los europeos de
siglo dieciséis en todas partes, tanto los holandeses entre Filipinas y
Nueva Guinea como en las lejanas islas Molucas, los españoles en México y en
Perú, buscaban de inmediato a los inconformes. Al que se sentía el heredero
desplazado le daban su apoyo en contra
del que ejercía el poder.
Cuando volteaban la cara ambos parientes antagonistas ya tenían encima a un amo, ajustándoles los grilletes en los tobillos.
Parry dice, refiriéndose a los bantamanos de
Java: “Aunque fuertes, belicosos y
civilizados, demostraron no poder luchar con la compañía holandesa con su
organización estable, su falta de pleitos sucesorios y su inexorable espíritu
de lucro. Constantemente inquietados por intrigas de harem y guerras de
sucesión, todos los príncipes indonesios pedían muy pronto a los holandeses que
intervinieran en sus querellas; cada servicio así prestado por los holandeses,
era recompensado con concesiones comerciales que fortalecían el dominio de la
compañía sobre el mar circunvecino”. Todos estos países europeos de ese tiempo
jugaban las mismas cartas de intriga. Todo esto se repetiría en Cempoala y
Tlaxcala.
La pregunta regresa: ¿Por qué
nada más tres siglos?
Las travesías españolas por el Atlántico y los viajes de exploración, a partir de la isla Cuba, en el siglo dieciséis se trataban, efectivamente, de una conquista para apropiarse de todo lo que encontraran. Empero, esta conquista estaba pensada por el gobierno español con otro ritmo. Un poco al estilo de Fray Bartolomé de Las Casas. Con el tiempo suficiente para ir mostrando las ventajas tecnológicas, culturales y religiosas del Viejo Mundo que en el Nuevo eran desconocidas. La imprenta, la rueda, la pólvora...
Sobre todo la labor
religiosa necesitaba de ese ejercicio dialéctico en el que intervienen dos
posiciones y van confrontando sus argumentos a través de la palabra. Como
sucedió en los primeros años del cristianismo con el mundo griego. O con los
mismos aztecas, cuando los religiosos de la conquista trataban de convertirlos,
aquellos respondían que sus dioses siempre habían estado a su lado y no había
argumento para cambiar.
Pero el 26 de marzo de 1519, que era Domingo de Ramos, día que tuvo lugar el primer encuentro armado en Ceutla, en que los tabasqueños presentaron un valeroso combate no obstante la superioridad de las armas de guerra de los españoles, se decidió qué tipo de conquista iba a tener lugar. Deslumbrados por el oro, los conquistadores cargaron frenéticamente con toda su artillería ( Pequeños cañones oxidados y escopetas) pero que frente a las flechas significaron una arma inmensurablemente efectiva para la guerra).
En breve tiempo el triunfo estuvo de su lado.
Después de una carnicería, miles de indígenas fueron obligados, espada en mano,
a aceptar la nueva religión. Durante tres siglos esa fue la tónica: violencia y
religión impuesta. Y hoguera para el que persistiera en su ancestral religión
indígena.
El resultado va a ser una
religión mal comprendida y peor practicada. Religión con una muy ligera capa de
catolicismo en el grueso de la población. Situación que trascenderá en México
por los siglos de los siglos, en materia de religión cristiana, tanto de Roma
como de Lutero. Y todos las versiones que hay y pueda haber entre estos dos
extremos: mormones, testigos de Jehová, sabatinos, etc.
El mal cósmico, heredado, no
existe originalmente en el continente americano. El mal para el nativoamericano
es cuando el individuo, conforme a la
naturaleza y la razón, deja de hacer
todo, como anota Platón, en la perspectiva del bien vivir. El mal,
entonces, es casuístico e individual,
personal.
En arqueología se conoce, en
la elaboración cerámica, la técnica llamada de pastillaje. A la figura principal en arcilla, se le van agregando
elementos simbólicos o de adorno según la moda de la época. El concepto de pecado
heredado en este continente fue una labor de pastillaje a la figura original.
La persecución a muerte que
los grupos extremistas religiosos hacen contra la Iglesia de Cristo, en el
siglo veintiuno, en el Medio Oriente, así como también los regímenes políticos totalitarios actuales
en América, nos dan una idea cercana de la persecución también implacable que
soldados y religiosos emprendieron en el
siglo dieciséis en contra la religión de Tezcatlipoca.
Todavía estaba muy lejos el 13
de febrero, del 2016, en que el Papa Francisco diría, en San Cristóbal de las
Casas, Chiapas: " México necesita de sus culturas indígenas."
La absoluta ignorancia que los nuevos conversos tenían del cristianismo redundaba en que, en estas precipitadas conversiones, adoraban por igual a la cruz que a un caballo. Prescott relata la conversión de los indios de la isla del Petén. Tuvo lugar cuando la expedición de Cortés a Honduras, en la cual los españoles ahorcarían a Cuauhtémoc. Llegado el ejército a esta isla sus habitantes pronto se convirtieron, sin oponer resistencia, al cristianismo, con la consecuente destrucción de los ídolos.
Cuando la expedición siguió hacía Honduras dejó en la isla un caballo que se
encontraba herido. No distinguiendo para nada de qué se trataba la nueva
religión, los nativos creyeron que el caballo era una divinidad recomendada por los españoles. Y le
rendían culto como a una divinidad. Esto duró al menos hasta 1618, año en que
volvieron a visitar la isla dos frailes franciscanos. 88 años vivieron en la
creencia que el caballo era el símbolo del cristianismo, no la cruz.
En pleno siglo veintiuno
tampoco habría que ir tan lejos para constatar que persiste la veneración al
caballo que trajeron los españoles. En la plaza de las Tres Culturas, Tlaltelolco,
en pleno corazón de la Ciudad de México, se venera en el templo de lugar, a un
Santiago apóstol montado en su blanco caballo, espada en alto, destacando sobre
una confusa multitud de indios asustados. Traducido: los conquistados adoran a
su conquistador.
El protestantismo en México,
para el siglo veintiuno, ha proliferado. No por la supuesta conspiración,
procedente de Estados Unidos, con base en lo que un presidente de esa nación dijo en el siglo
diecinueve, que los Estados Unidos no podrían avanzar más hacia el sur del
continente en tanto el catolicismo fuera mayoritario en México.
La causa de fondo, como
veremos más adelante, por lo que el protestantismo ha aumentado en México, es
precisamente por esa falta de dialéctica religiosa de que careció cuando la
conquista.
El mito es el más profundo de
los símbolos. Es una realidad que la clase social que desconoce sus mitos, y ya
sea por imposición, o por ignorancia, cultiva mitos ajenos, los resultados, de
creencia y de practica, son mediocres.El mito encierra la cosa en sí, a lo que
existe por sí. En su gran obra Paideia, Werner Jaeger apunta que "toda clase social posee su propio
tesoro de mitos."
La sospecha de Fray Bernardino de Sahagún, que
lo motivó a escribir su gran obra, en el siglo dieciséis, sigue vigente en el
siglo veintiuno en México: Le rezan a la cruz de Jesucristo pero en realidad
están adorando a la cruz de Quetzalcóatl. Y Carl Jung en el siglo veinte lo
confirmaría: El mito vive perenne en el inconsciente colectivo del pueblo.
Así como los holandeses en Batavia prohibieron
todo culto público que no fuese el de la iglesia protestante holandesa, con
inquisición holandesa y todo, contra toda señal de catolicismo, así los
españoles prohibieron durante tres siglos otro culto que no fuera el
catolicismo romano, con inquisición española contra todo peligro de “contaminación
protestante”.
La legislación española y la Iglesia católica
salvaguardaban mucho a los indios en el terreno religioso, pero de todas
maneras los conquistadores los quemaban
vivos bajo la acusación de idolatría. San Miguel Arcángel, el general de los
ejércitos celestes, fue ocupando los lugares de los dioses mexicas. En el cerro
Cuatlapanga, Tlaxcala, o Coatlinchan, donde se esculpía desde la civilización
teotihuacana el gran monolito dedicado a una deidad del agua (ahora en
Chapultepec), en la cumbre de la montaña San Miguel, Desierto de los Leones, en
la cumbre de la pirámide de Cholula…
¿Cómo olvidar un mundo
fenoménico, generatriz y mágico cerca de los dioses, entre los vientos, las
tormentas, las montañas nevadas y los días soleados, donde los hombres
eran semi dioses, en realidad, toda vez
que se afanaban en conserva la obra que los dioses habían hecho. Después tener
que vivir bajo la culpa del cristianismo de una pareja que comete una falta
quién sabe dónde.
Los dioses mexicas no se
peleaban entre sí, se complementaban. Ahora en el catolicismo hay dos fuerzas
metafísicas en conflicto, el Mal y el Bien.
Los crueles aztecas mataban en nombre de un
dios de la guerra. Los cristianos
mataban (5 mil asesinados en un solo día en Cholula de población civil
indefensa , niños,mujeres y ancianos), robaban,
explotaban y esclavizaban, en nombre de un dios del amor. ¿Cómo entender
todo esto? No lo entendían, sólo fingían.
Se dio el fenómeno de un cristianismo romano y un cristianismo romano en México.Dicho de otro modo se refiere de cómo el mundo indígena absorvió el cristianismo hasta fundirlo en un sincretismo con la religión de Tezcatlipoca.A tal punto que se puede hablar de un cristianismo mexicano.
Pero
no se piense en un sisma con Roma,al estilo del cristianismo ingles de Enrique
VIII. El pueblo mexicano, en un noventa por ciento, sería católico. Porque un
Nuevo Testamento, sin el etnicismo que subyace en el inconsciente colectivo del
mexicano, sólo sería un texto utilitario, laico, como cualquier protestantismo,
sin historia continental, sin magia ni espiritualidad, de como lo entiende la crono
visión mesoamericana. Sería solo lectores de un texto bíblico, sin magia alguna.
Cuando el oro indio, enviado
por Cortés, empezó a llenar las arcas del gobierno español, todos en la corte
comprendieron que la conquista había agarrado otro ritmo. Esta discordancia en
la manera de llevar a cabo la conquista, sería confirmada más adelante, cuando
españoles y tlaxcaltecas pelearon contra
los de Tepeaca. Perdida la batalla por estos, fueron repartidos entre
los aliados como esclavos ante escribano.
Tlaxcaltecas y españoles marcando con hierro candente el rosto de un mexica.
Fue en Tepeaca donde por
primera vez, en lo que sería Nueva España, se oficializó (ante notario) la
esclavitud y marcó con hierro candente el rostro de los prisioneros. Esta actitud no fue
autorizada por la corona de España. Prescott dice en el libro V, capítulo VI:
“La sentencia, sin embargo, no fue confirmada por la corona, que como la
Legislación colonial demuestra claramente, estaba siempre en pugna con la
avaricia y la codicia de los conquistadores”.
Parry se refiere a esta
situación: “La conversión por la espada fue repudiada en el siglo dieciséis
tanto por los teólogos como por los gobernantes rectos… En las colonias de las
potencias católicas del siglo dieciséis, al periodo de la guerra de cruzada y
de pillaje siguió un periodo de serio y profundo fervor misionero. En la
América española sobre todo, la Iglesia se esforzó no sólo en convertir sino en
enseñar a los indios, y en reclutar y preparar un clero indígena culto”.
Pero lo que marcó a los indios
de México fue la violencia de los conquistadores, no el mensaje de paz de los
misioneros. Misioneros que veía cómo la espada abría el camino de la cruz.
Manuel García Morente, a quien
consideramos, y queremos, como un gran pensador español del siglo veinte, se
entusiasma demasiado al definir la hispanidad en el Nuevo Mundo con estas
palabras: "La expansión española en Ultramar no fue propiamente una colonización,
ni siquiera un esfuerzo de tipo imperialista. Fue ya en su origen mismo un
parto, el parto de una madre llena de fecundidad vital." Estudios y ensayos
Madre singular que destruye,
esclaviza y se lleva su oro durante trescientos años, en México recuerda, a muchos mexicanos, a Medea, la de
Eurípides.
Miguel León- Portilla al ser investido recientemente( enero de 2010) con el grado de Doctor Honoris Causa por la Universidad Complutense de Madrid dijo que "no ha habido otra potencia colonizadora en las americas que,como España, haya tenido tantos varones de gran pensamiento y acciones. Ni portugal, Inglaterra, Francia u Holanda".
Destacó a Anton de Montesinos, quien en sus sermones denunció y condenó las
tropelías en contra de los indios; Bartolomé de las Casas, que escribió y luchó
en defensa sobre todo de los indígenas de México y Guatemala; Domingo de Santo
Tomás y Alonso de la Vercruz, así como Vasco de quiroga, y Bernardino de
Sahagún, precursor de la antropología en el nuevo mundo"(Gaceta UNAM del 2
de febrero de 20010, Pág. 6). Si lo dice un académico mexicano que ha hecho 23 doctorados, en ese
disciplina científica, y con una
creación literaria prolífica, entre ellos la formidable Filosofía Nahuatl, hay
que creerle.
El día que en San Juan de Ulúa
cayó el último bastión de España en México, en noviembre de 1825, todo el país,
o casi todo, en efecto, era católico. El sueño de Hernán Cortés y de Roma.
Pero es un catolicismo, como anotamos, de superficie. En una escala inmensa ignora el pueblo lo que pudiéramos llamar la “Declaración de Principios” de la Iglesia, que son los Sacramentos. Pocos saben cómo sostener estos principios frente a los obsesivos lectores bíblicos del cristianismo liberal procedente de Estados Unidos.
Un rencor que vive en el inconsciente colectivo del pueblo
mexicano lo lleva masivamente al templo
católico, por costumbre impuesta, pero
no por convicción.
Ese inconsciente colectivo
también le dice al mexicano que las
losas de andesita y de tezontle rojo y
negro de los templos cristianos son las
mismas con las que estuvieron
construidas las pirámides - templos de sus dioses, que los templos cristianos están asentados en
las mismas bases de sus pirámides, que
los templos cristianos, al menos los del siglo dieciséis, están orientados
este-oeste que es la orientación geográfica-mitológica de la religión de
Tlaloc-Tezcatlipoca, que las vendedoras
de artesanías y víveres que ofrecen sus mercancías a la entrada del templo cristiano era como lo
hacían antes en las proximidades de la
base de las pirámides.No es raro ver que
los mexicanos que tienen formación histórica, de manera consciente, toquen esas losas.
Sectores reducidos profundizan
responsablemente, en México, en los principios y practica del
"cristianismo de Cristo". La mayoría
es de una practica mecánica superficial.
Es el resultado inconsciente
de haber obligado, cinturón en mano, como
veremos más adelante que hacía Cortés, asistir a la celebración
dominical del Sacramento. Y es famosa la costumbre de Pedro de Alvarado de
hacer morir a los indios rebeldes, después de la conquista, en las fauces de
los perros.
Hernán Cortés fue, para las
creencias religiosas de los pueblos de Anáhuac, lo que el emperador Diocleciano
para el cristianismo en el principio del siglo cuarto de nuestra era. Para los
que no tengan información histórica de esta época, trascribimos lo siguiente:
Fragmento tomado de la Enciclopedia Católica-Internet.
Diocleciano es recordado como
el más cruel perseguidor del
cristianismo. Por un acto idéntico de destrucción y terror, en contra de
la religión de Tezcatlipoca, Cortés es tenido como el más grande personaje,
casi para ser elevado a los altares por la Iglesia ( de la misma estatura
histórica que Constantino), por haber
impuesto el cristianismo en México.
El Doctor Angélico, el gran
dominico Santo Tomás de Aquino, el considerado por algunos filósofos católicos
(Manuel García Morente) en el mismo nivel filosófico de Platón, Aristóteles y
San Agustín, ya había puesto en claro los conceptos de unívocos, equívocos y
análogos. Pero no le hicieron caso. O no lo habían leído. Tomás es del siglo
trece.
Tomás no sólo encontró
analogía, sino hasta identidad, en el paganismo de Aristóteles con el del
cristianismo (según la circunstancia y manera de simbolizar de cada pensador).
Por esta tan adelantada manera de pensar, de Santo Tomás, la inquisición anduvo
tras él por algún tiempo.
Imposible para los frailes
considerar identidad, de la divinidad representada por los ídolos con la cruz
(sólo símbolos dentro de la fenomenología para invocar a la divinidad).
El Quemadero, a un lado de la
alameda central, en la capital, fue originalmente para los que siguieron
creyendo en Tezcatlipoca, y luego le siguieron los judíos.
Porque” siempre deja alguna
amargura la piedad cuando emplea el rigor", le dice Beatriz a Dante.
Wallestein, el personaje de
Schiller, se refiere al sentimiento que anida en los habitantes de una nación
que fueron obligados por la fuerza a aceptar una religión ajena a su modo de ser: "¿Puede acaso olvidar
el hijo que acosaron a su padre con
perros para que fuera a la iglesia?"
"El amor no puede ser
mandado", dice Max Scheler en su Ética. Y agrega: "Fundamentar el
amor en el respeto de una ley "que ordena el amor"- respeto además de la pura "ley",con
independencia de la persona que establece la ley- es el colmo del absurdo a que
ha llegado el racionalismo de la Ética...El que afirma respetar una ley
solamente porque es tal ley y porque tiene la forma imperativa,hallase
situado,en realidad,más lejos de lo que se imagina del objeto de su
respeto."
(capítulo segundo:El valor y
el deber ser, página. 318 de la edición Caparrós Editores, Madrid, España,
2001).
Kierkegaard, en Mi punto de vista, intenta hacer
distinción entre cristiandad y
cristianismo (se refiere a los de su Iglesia luterana, en su tiempo, pero vale
igual para el caso de los supuestos conversos indios de Anáhuac). De la primera
anota. "¿Qué significa el que todos esos miles y miles se llama a sí
mismos cristianos como cosa
corriente?¡Esos hombre innumerables, cuya mayor parte, según es posible juzgar,
viven en categorías completamente ajenas al Cristianismo."
No importaba que no
comprendieran, lo que urgía era que obedecieran. De esa manera se aprendió
hacer la señal de la cruz de la nueva religión en tanto el ethos indio quedaba
incólume. Muchas veces lo advirtieron los ilustres frailes como Sahagún y Diego
Durán, cuando alertaban al clero: "¡Están fingiendo!"
Fray Bernardino de Sahagún: "Cerca
de los otros sacramentos, como fue el de la confesión, y comunión, ha habido
tanta dificultad en ponerlos en el camino derecho de ellos, que aun ahora hay
muy pocos que vayan vía recta a recibir estos sacramentos, lo cual nos da gran
fatiga, y mucho conocimiento de lo poco que han aprovechado en el
cristianismo."
Ahí mismo, en el párrafo
siguiente, relata cómo los españoles y religiosos organizaba grupos de sus
indios aliados para sorprender a los que
de noche seguían con sus ritos ancestrales a Tezcatlipoca, Tláloc y a su gran
diosa Chicomecoatl. Los llevaban como prisioneros, los castigaban durante días
hasta que declaraban apartarse de lo de antes y ser cristianos. En otra época
los judíos en España vivieron una situación análoga.
"prendíanlos a todos y
atabanlos y llevabanlos al monasterio, donde los castigaban y hacían
penitencia, y los enseñaban la doctrina cristiana y los hacían ir a maitines a
media noche y, se azotaban, y esto por algunas semanas..."
En Tabasco se echaron los
dados para que, a la postre, tanto España como la Iglesia no contaran con
bases imperecederas en México y en el
continente. Cempoala y Tlaxcala ahora prefieren no hablar de España y en su lugar
festejan ruidosamente el 15 de septiembre de cada año.
Y el gran aporte cultural que
España ha hecho al mundo, en México no es particularmente buscado por el
pueblo, salvo en los círculos de estudios superiores. Se frecuenta, sobre todo,
la literatura alemana, francesa, inglesa, rusa, noruega, estadounidense y
suramericana. A los mexicanos, por ejemplo, les cuesta mucho esfuerzo leer el
Quijote de la Mancha y en cambio están familiarizados con La Ilíada de Homero o
La Divina Comedia de Dante.
Prescott pregunta si la
dominación española en México en realidad fue una conquista o sólo una invasión
que duró tres siglos. Ya en los días de
la conquista Bernal Díaz del Castillo se refiere a esta conducta equivocada de
Cortés de implantar la nueva religión:
“Más de una vez puso en peligro su vida y su fortuna y aún el éxito de sus
empresas, por la manera impolítica y prematura con que quería lograr la
conversión de los indios”.
Cayo, otro historiador citado por Prescott, y
refiriéndose a Cortés, dice que: “Después de la conquista mandó que todos los
domingos y fiestas de guardar se asistiese a la explicación de las Escrituras
so pena de ser azotados”.
Cortés hacía esto no porque
fuera llevado por la idea de evangelizar para la salvación de las almas, como
lo entiende el cristianismo. Tenía claridad que una vez que el espíritu de la
nueva religión penetrara las almas, la disposición guerrera del azteca, se
debilitara y no sería ya motivo de preocupación para España ni para la Iglesia.
Historia
de la Conquista de México fue editada en Londres en 1843 y en México en 1844 dos
veces este mismo año. Su autor es un cuidadoso historiador de formación
académica, de vuelos culturales a semejanza de su contemporáneo Washington
Irving, autor de Relatos de la Alambra.
La prueba de fuego que
Prescott pasa, sobradamente, como
historiador, es su reconocimiento que hace de los frailes de la conquista.
Prescott en lo personal es un celoso calvinista. Pero en ningún momento
escatima méritos al celo evangelizador de aquellos frailes franciscanos y
dominicos que llegaron a México desde el primer tercio del siglo dieciséis. Y,
por el contrario, en materia de historia se apoya en ellos abundantemente.
La obra de Prescott contiene
información que no es fácil encontrar en historias de otros autores sobre el
mismo asunto. Por ejemplo, la esposa de Cuahutemoc, después de la conquista, se
casó tres veces con españoles. La descendencia de Moctezuma fue cuidadosamente
protegida por Hernán Cortés quien a su vez la recomendó al gobierno español y
éste nunca la desamparó. Las dos viudas
de Moctezuma también se casaron con españoles. Una no tuvo descendencia.
Visto con detenimiento, que es una de las virtudes del trabajo de Prescott, vemos que Moctezuma en realidad ayudó a la conquista española mucho más que los tlaxcaltecas, cempoaltecas, otomis y que la misma Malinche.
Aparte de varios defectos tácticos y psicológicos, solamente apuntaremos
uno: Moctezuma permitió que tres mil tlaxcaltecas y casi mil españoles,
vivieran durante medio año dentro de México - Tenochtitlán antes de declararse
formalmente la guerra. Esto quiere decir que durante seis meses el pueblo
azteca estuvo alimentando a toda esta población extraña y enemiga y agotando
sus capacidades de resistencia alimenticia para el sitio que después tendría
lugar. Por eso la Corona española siempre benefició a la descendencia de
Moctezuma, como jamás hizo ni siquiera con los tlaxcaltecas, sus
incondicionales.
Prescott confiesa que escribir
la conquista del Coatepantli (ahora “Zócalo”) fue la obra cumbre de su vida, como
historiador. Reconoce en Hernán Cortés
su delirio por el oro, sus ambiciones, su genio para decir mentiras (a
su mismo emperador le escribe buscando la redacción de hacerle creer que en las
batallas contra los aztecas ha perdido dos dedos de una mano. Uno de sus
capitanes anota que “tiene los mismos que trajo de Castilla”).
También Prescott se detiene en
relatar sus innecesarias matanzas
masivas. Pero en ningún momento le resta a Cortés su lugar como un héroe que entra por mérito
propio y verdadero en los terrenos de la leyenda. Para Prescott,
Cortés es el prototipo del caballero medieval aventurero y conquistador
de la talla de Roldán, el Cid o Julio Cesar.
Esas mentiras han puesto a
Cortés como historiador no confiable del todo.Las fuentes indiscutibles del
siglo dieciséis, para la historia de
México, son Fray Bernardino de Sahagún,Fray
Diego Durán,Bernal Díaz del Castillo y, hasta después, Hernán Cortés.
Se dice, por el mundo, que
Shakespeare y Cervantes fueron la misma
persona, y que Séneca fue convertido al cristianismo por San Pablo. Después de
esto ya se puede decir cualquier cosa sin el menor recato. En el mundo
ecléctico disolvente de la cultura, y las
fake news, cualquiera puede decir
que Cardenio es el autor de Don Quijote de la Mancha y de Hamlet...Siempre
habrá alguien que se la crea.
En literatura es fundamental
la composición lírica, pero decir que Cortés escribió la Verdadera Historia, ¿y
no Bernal, equivale a decir que Avellaneda escribió el auténtico Quijote...
Goethe dice que cuando
escribía poesía escribía como Goethe, cuando escribía novela escribía como
Goethe, cuando escribía ensayó escribía como Goethe...
Son cuestiones fundamentales
que van más allá del supuesto cambio en
el estilo de escribir. En sus Cartas
Cortés dice mentiras a su rey. Bernal, en cambio, siempre se ha tenido, por
historiadores y antropólogos, como una fuente digna de crédito. Duverger no
repara en valores vitales y "valores de civilización" o en juicios
analíticos y juicios sintéticos.
Prescott es un estudioso de
academia, culto y particularmente analítico. Y sin duda el más grande panegirista de Cortés. Pero en
ninguna parte de la obra que aquí comentamos menciona la mínima sospecha o
argumento documentado que eso de la
doble autoría hubiera sido posible.
Todavía Cortés mentiría a su emperador más tarde al proporcionarle los elementos para su escudo de armas. Contiene éste tres flechas. Cada una, dice, corresponde a un rey azteca que,defendiendo a México- Tenochtitlán, fue derrotado por el español.
Hay aquí dos inexactitudes. El único que perdió la guerra, como veremos, fue Cuauhtémoc. Moctezuma, aunque se mostró diplomático, con los invasores, es creencia que fue muerto por los mismos aztecas como castigo de portarse como político, irresponsable y medroso, en un momento que debía hacer la guerra.
Y la mayor inexactitud
es en lo que se refiere a Cuitláhuac. Ël fue precisamente el que infringió
la derrota a Cortés en lo que fue la noche que los españoles y tlaxcaltecas
intentaron huir subrepticiamente de México-Tenochtitlán y que los tlaxcaltecas
llaman: "La noche triste".
Cuitláhuac moriría en breve, contaminado por la viruela que trajeron los
europeos, y contra lo que los habitantes de
Mesoamérica no tenían defensas naturales , pero nunca fue derrotado.
Ruta de huida seguida por los españoles y tlaxcaltecas, es la línea que en la actualidad marca las estaciones del "metro". línea 2 de la Ciudad de México.
La estación "Centro" sureste en el plano, es el sitio exacto del coatepantli del centro ceremonial y pirámide de Huitzilopochtli ( en la actualidad se le conoce popularmente como Templo Mayor y al área del coatepantli "Zocalo") .y la estación "Tacuba" en el noroeste, era el lugar que intentaban alcanzar.
Una distancia de unos siete kilómetros en una calzada de veinte metros de ancho todo en medio del agua. Fue hasta el lugar donde se ubica la estación "Popotla", en el que se consideraron a salvo.
Se encontraba allí, todavía en el siglo veinte, un árbol en el que la tradición dice que Cortés lloro la derrota. Los tlaxcaltecas llaman a este sitio "El árbol de la noche triste".
Plano tomado de Google.
El decidido panegírico de Prescott hacia Cortés, empero, no le hace cerrar los ojos. Prescott es claro en el sentido que las armas modernas de los españoles, pólvora, cañones, mosquetes,caballos y gérmenes patógenos, salvaron en numerosas ocasiones a los conquistadores y sus aliados indígenas del desastre definitivo a manos de los aztecas. Cortés y Bernal Díaz mencionan esta
circunstancia pero con el menor énfasis posible. Prescott, en cambio, lo
destaca. Cuando esto sucede los españoles de la conquista hacen recaer la
victoria no tanto en las armas de fuego sino en un deu ex machina. Esta intervención divina se llama Santiago Apóstol. Cabalgaba entre las nubes montado en su caballo
blanco y trastocaba la derrota en victoria.
Siguen el tratamiento bíblico
que cuando el pueblo elegido pierde una batalla
Dios estaba enojado y se ausentaba negándoles así su apoyo. Si la
batalla se ganaba Dios se había reconciliado
con el pueblo. No se admiten los méritos guerreros de los enemigos y en su
lugar ponen a una divinidad caprichosa. De la misma manera Santiago Apóstol se
hacía presente o desaparecía…
Cortés escribe cartas a su
emperador Carlos V, como hacía Cesar en su tiempo. Y en
la batalla con los aztecas, españoles y
caballos van muriendo y, con toda sagacidad, Cortés ordena que los entierren de
noche para que los indios sus aliados no descubran que no son dioses y también
mueren. Navegan ríos caudalosos y, como Cesar, construyen puentes como nunca se
les hubiera ocurrido a los indios.
Pero lo que le impulsó a escribir esta historia, dice Prescott, sobre las historias de la conquista del Perú y el resto del continente indoamericano, fue la increíble defensa que el pueblo azteca hizo de México- Tenochtitlán.
Su decidida
apología de Hernán Cortés no lo ciega. Relata con detalle lo que sucedió la
noche del 1 de julio de 1520 en la calzada México- Tacuba. Los historiadores
hablan de esta fecha como de pasada, sobre todo los españoles.
Aquí empezó la resistencia indígena en el siglo dieciséis.
El Coatepantli de México-Tenochtitlán. Una sección del mismo visto desde el NW. La piramide del lado izquierdo es el templo dedicado a Tlaloc-Huitzilopochtli. Conocido ahora como Templo Mayor. El Coatepantli estaba cercado con la barda en forma de serpiente que se ve en el primer plano. Todo en medio de una laguna de unos cincuenta por sesenta kilómetros. Para llegar a esta ciudad era por calzadas construidas en medio del agua, de unos veinte metros de ancho.
Prescott se detiene. Murieron seguramente centenares de aztecas en esa sola noche, pero también 660 españoles y 5 mil tlaxcaltecas a manos de los aztecas. Todo esto en un espacio de no más de cuatro kilómetros por veinte metros. Las cifras son un promedio porque difieren mucho. Cortés dice que 150 españoles y 2 mil tlaxcaltecas. Juan Cano, uno de los caballeros que componían el ejército español y que estuvo en esa huida, dice que murieron mil 170 españoles y ocho mil tlaxcaltecas.
Sobre todo Prescott relata con
detenimiento lo que sucedería en esa otra fecha, ya dentro del sitio final y
que es (poco) conocida como”Puente Cuitada” y de mucho más mérito militar que
la misma “Noche Triste” como dicen los
mexicanos de mentalidad ya colonizada.
Los españoles y ciento
cincuenta mil indígenas aliados atacaron simultáneamente en tres frentes en
dirección a Tlatelolco con todo el peso de su artillería y su coraje pues el
sitio ya se les empezaba a revertir. Los aztecas contraatacaron con tal peso en
los tres frentes que el mismo Cortés fue derribado y llevado hacia el
sacrificio, del que escapó gracias a la intervención de sus capitanes y sus
aliados. Puesto de nuevo sobre su caballo, muy mal herido en la cabeza, tuvo
que escapar hacia posiciones seguras y con él los tres frentes de sitiadores
también retrocedieron para salvar la vida.
Fue tanto el desastre, y tan hábil estratagema
desplegada por Cuahutemoc, que cientos de aliados empezaron a abandonar a los españoles. Cortés tuvo que
llevar a cabo otras acciones de guerra en tierras lejanas al Valle de México
para reestablecer su prestigio militar y hacer que sus aliados regresaran a su
lado.
En la obra de Prescott Cuauhtémoc (de apenas unos veintitantos años de edad) no es el rey improvisado de los aztecas que va a durar hasta que todo se derrumbe, tal como lo describen los historiadores, como si estuviera viendo el desastre desde la seguridad de su palacio.
Todo lo contrario, dirige
día con día la guerra e introduce mecanismos psicológicos de terror entre los
aliados indígenas de los españoles. A
cuanto español agarran vivo lo sacrifican en lo alto del “Templo Mayor”,
haciendo ostentación de crueldad, le sacan el corazón y el cuerpo se lo comen
(aunque confiesan que no les gusta la carne de españoles pues “es demasiado
amarga”).
Al español que salvó a Cortés en Puente Cuitada lo mantuvieron con vida durante dieciocho días, en lo alto del Templo Mayor, bajo las peores torturas con la idea que sus gritos de terror fueran escuchados por los sitiadores.
Cumplió la idea su cometido pues Bernal Díaz
anota en su historia que era un martirio espantoso estar oyendo a su
compatriota. Y cuanto intento de rescatarlo hicieron, desde su campamento de
sitiadores, a la sazón en lo que ahora es San Antonio Abad, calzada de Tlalpan,
fue repelido por los sitiados.
Después Cuauhtemoc hace
arrojar por las noches en el campo español las cabezas de los sacrificados y,
dicen los mismos soldados españoles que
escribieron esta guerra, esto nos ponía a temblar pensando que podríamos acabar
de la misma manera: sacrificados en lo alto de la pirámide la cabeza y los restos del cuerpo en una cazuela de pozole.
Cientos de españoles, en
efecto, terminaron de esa forma. Luego Cuahutemoc enviaba otras cabezas de
españoles a las provincias lejanas para
demostrar a los pueblos, que habían abandonado su alianza con los aztecas, que
los españoles y sus caballos no eran ningunos dioses como ellos decían.
Ese grupo reducido de
españoles a los que se refieren los
historiadores españoles o los
historiadores ya colonizados, en realidad
no era tan reducido. Morían cientos de españoles y siempre seguían en pie otros
cientos más de españoles.
La explicación es que de una
manera o de otra seguían llegando españoles de Cuba o de Santo Domingo y se
sumaban a los que ya estaban en campaña. La idea del oro azteca ya se había
extendido por las islas y aun en España
y todos se apresuraban a llegar a México-Tenochtitlán para el botín.
De ahí que el corolario va a
ser el tormento de Cauhtemoc y otros defensores de la capital azteca para
obligarlos a revelar el supuesto sitio donde estaban escondidas tales
riquezas. Riquezas que, por cierto, los tlaxcaltecas sólo las mirarían de
lejos. Los españoles ni siquiera los dejaron acercarse a ellas.
Después tendría lugar la
sobrehumana defensa de los coatepantlis (el del Zócalo y el de Tlatelolco) contra el sito impuesto por miles de
aliados de Cortés a lo largo de setenta y tres días. Otros historiadores dan
noventa y tres días. La diferencia estriba en que los cronistas no se ponen de
acuerdo en el día en que empezó el sitio.
Los españoles persiguiendo el
oro, los aztecas defendiendo la magia y
los indígenas aliados de los españoles huyendo del terror que tenían a los
aztecas. Cortés dice que en el penúltimo día de combate perecieron cuarenta mil
personas y al día siguiente, el 13 de agosto de 1521, una cifra semejante.
Como corolario Oswald Spengler
se refiere al fin de México- Tenochtitlán como parte del grupo de las grandes culturas antiguas: “china, egipcia,
babilónica, mejicana”.(La Decadencia de Occidente Vol.II,Cap.I-B ,Pág. 58).
Pero, anota, con la grave
deficiencia de no haber desarrollado la tecnología (al estilo de occidente) y
que sería su ruina:
“Entretanto, en Méjico había
nacido una cultura nueva, tan remota, tan alejada de todas las demás, que no
pudo haber noticia de ella en estas ni de estas en ella. Tanto más admirable
resulta, pues, la semejanza de su evolución con la evolución de la cultura
antigua. Se llenarán de espanto los filólogos cuando ante estos teocalis
piensen en sus templos dóricos. Y, sin embargo precisamente un rasgo antiguo,
la falta de voluntad de potencia en la técnica, es el que determinó aquí la
índole del armamento y, por consiguiente, hizo posible la catástrofe,
“Porque esta cultura es el único ejemplo de una muerte violenta.
No falleció por decaimiento, no fue ni estorbada ni reprimida en su desarrollo.
Murió asesinada en la plenitud de su evolución, destruida como una flor que un
transeúnte decapita con una vara. Todos aquellos Estados, entre los cuales
había una gran potencia y varias ligas políticas, cuya grandeza y recursos
superaban con mucho a los de los Estados grecorromanos de la época de Aníbal,
aquellos pueblos, con su política elevada, su hacienda en buen orden y su
legislación altamente progresiva, con ideas administrativas y hábitos
económicos que los ministros de Carlos V no hubieran comprendido jamás, con
ricas literaturas en varios idiomas, con una sociedad pereespiritualizada y
distinguida en las grandes ciudades, tal que el Occidente de entonces no
hubiera podido igualar, todo eso sucumbió, y no como resultado de una guerra
desesperada, sino por obra de un puñado de bandidos que en pocos años
aniquilaron todo, de tal suerte, que los restos de la población muy pronto
habían perdió el recuerdo del pasado”.
Prescott finaliza su gran obra con una reflexión análoga a la de Spengler, al considerar que sin esa defensa que los aztecas hicieron de sus coatepantlis, no habría escrito esta historia. Ni siquiera hablaríamos de una historia. Sólo un simple relato de una banda de forajidos españoles con armas modernas sojuzgando a asustados campesinos semisalvajes: "Turba desenfrenada de aventureros"...No habría valido el esfuerzo. Pero el pueblo azteca, antes de sucumbir, dimensionó todo hasta elevarlo al nivel de las grandes epopeyas de la historia y de la leyenda universal.
Anónimo27 de
septiembre de 2010, 21:04
Perfecto me encanto. Solo hay
un comentario que no me gusto, cuando se dice que Moctezuma era un afeminado.
Hay que tener mas cuidado con ese tipo de comentarios, pues Moctezuma hizo todo
lo que creyo mejor para salvar su cultura y a su pueblo, segun lo dictava su
tradicion. El fue el Señor de Señores Huey Tlatoani. Y hay que referirse a el
con el debido respeto.
Tita Cabrera.
depilacion1@hotmail.com
Anónimo2 de
septiembre de 2011, 13:22
Es un texto no muy distante a
las pròximidades de lo que fuè.
Anónimo19 de
diciembre de 2011, 18:44
Moctezuma no hizo todo lo
necesario y lo de afeminado lo dijeron su hermano Cuitlahuac y su sobrino
Cuauhtémoc, junto con todo su pueblo, dejémonos de ídolos de barro, Moctezuma
era un fanático cobarde, que le entregó a Cortés el imperio en bandeja de oro,
los verdaderos héroes fueron Cuitláhuac y Cuauhtémoc, enterarnos no nos haría
mal.
Anónimo7 de mayo
de 2013, 10:41
Es una historia a la vez que
interesante llena de cultura que pone en alto a Mexico y sus verdaderos heroes.
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