Detener las tormentas que amenazan
hacer daño a las gentes y a las siembras, o desviarlas hacia lugares donde no
perjudiquen, es una práctica milenaria en México.
Dentro de la fenomenología esta magia
debe tener su lógica, pero es una lógica que ahora ya no comprendemos, de tanto
leer a Kant, desde el pensamiento de la cultura occidental.
Está, eso sí, la comprensión exacta
del tiempo que hizo posible la
construcción de lo que se llama
“Calendario Azteca”, más exacto en el siglo dieciséis que el calendario
gregoriano de los europeos.
Pero es el caso que la gente que
realiza estas prácticas son campesinos que no tiene idea ya de las
complejidades de los fenómenos atmosféricos como ahora de la geografía moderna.
Y del conocimiento ancestral tampoco, pues los hombres de conocimiento fueron exterminados por los
españoles y sus aliados indígenas. Y es de suponer que desconocen los trabajos
del gran Fray Bernardino de Sahagún.
Y, sin embargo, la práctica, mucho
del ritual y la magia, persisten en la gente del campo mexicano. Es desarrollada por los descendientes de los
teciuhtlazque, conocidos ahora como “graniceros”. Tenemos la impresión que
ni siquiera saben que son continuadores de una rica y antiquísima tradición. Lo
cierto es que esta práctica, auténticamente precristiana, sigue llevándose a cabo
en muchas partes del campo mexicano.
Es como una especie de intuición que
conoce sin pensar ni cálculos previos y, sin embargo, con sorprendente exactitud.
Algo semejante a lo que Schopenhauer
dice de la virtud y la santidad: “Proceden no de la reflexión sino de las profundidades
internas de la voluntad”.
Un día (a la sazón vivíamos en
Torreón Coahuila) mi madre colocó en mis manos, de niño de cinco años (lo niños
tenían un lugar especial en el ritual a Tláloc, dios del agua), un fragmento de obsidiana negra dirigiendo los movimientos de mis manos en dirección de la tormenta y a
través de las cortinas de agua que caían de manera tan impresiónate, al tiempo
que ella decía repetidamente “¡Vete, aléjate!” “¡Vete, aléjate!” “¡Vete, aléjate!”
Seguramente la tormenta ya había
agotado de manera natural su potencial, pero el caso es que se detuvo y no
causó daños a la población. Para la creencia ancestral el conjuro había dado resultado una vez más.
Me sonó completamente familiar
cuando, 32 años más tarde, en el verano de 1972, escuché las palabras “Esperen
un poco y verán como llueve”. Estábamos en la cumbre de la montaña Teocuicani
(ahora señalada en los mapas como Cempoaltepetl), en los 3,100 m. s. n. m., al norte
inmediato de la población Tetela del Volcán, vertiente sur del volcán Popocatépetl.
Teciuhtlazques pidiendo agua en la montaña Teocuicani Periódico Los Universitarios |
Fue el día en el que Jorge Rivera y
yo encontramos la montaña que se le había perdido a
la arqueología(ver detalles en este mismo blog con el título “ Teocuicani, la montaña arqueológica”).
La importancia extraordinaria de esta montaña era, y es, que en su cumbre, en la que ahora nos encontrábamos, había un adoratorio que albergaba la escultura de Tezcatlipoca, el dios más grande de todos los dioses.
Se supone que cuando los españoles y sus indios aliados, avanzaban contra México-Tenochtitlán, los teciuhtlazque, guardianes del adoratorio, escondieron la escultura para evitar sus destrucción.
La importancia extraordinaria de esta montaña era, y es, que en su cumbre, en la que ahora nos encontrábamos, había un adoratorio que albergaba la escultura de Tezcatlipoca, el dios más grande de todos los dioses.
Se supone que cuando los españoles y sus indios aliados, avanzaban contra México-Tenochtitlán, los teciuhtlazque, guardianes del adoratorio, escondieron la escultura para evitar sus destrucción.
Después el lugar sufrió la suerte de
todo lo del México antiguo, incluidos los aliados indígenas, los soldados lo
destruyeron y los frailes lo maldijeron como un lugar en el que se adoraba al
demonio. Nadie lo creyó pero todos fingieron creerlo. A los teciuhtlazque se les estigmatizó con el
nombre de hechiceros.
¿Los humanos son capaces de manipular, con sólo desearlo, los elementos naturales?Al menos un pensador, del campo
occidental, Schopenhauer, se atreve a considerar un modo heterodoxo de ver las
cosas, intuitivo, no siempre reflexivo, cuando dice: “No me sirve de nada ser
capaz de decir en abstracto el ángulo exacto…en que debo aplicar la rasuradora,
sino lo conozco intuitivamente.”
Esta situación absurda, increíble, para los teciuhtlazque, no es nada diferente dentro del pensamiento europeo cuando pedimos un milagro dentro del cristianismo, por ejemplo, ante una enfermedad terminal: pedimos que se altere todo el proceso natural por una intervención del cielo...
Por fe, llegamos a creer que el milagro se hizo presente. Se abrieron las aguas en el Mar Rojo, Moisés sacó agua de una roca con solo tocarla con una vara, Jesús caminó sobre las aguas del Mar de Galilea, la multiplicación de los panes, se detuvo el sol en Jericó, Santiago Apóstol cabalgando en su blanco caballo derrotando a los moros...
Esta situación absurda, increíble, para los teciuhtlazque, no es nada diferente dentro del pensamiento europeo cuando pedimos un milagro dentro del cristianismo, por ejemplo, ante una enfermedad terminal: pedimos que se altere todo el proceso natural por una intervención del cielo...
Por fe, llegamos a creer que el milagro se hizo presente. Se abrieron las aguas en el Mar Rojo, Moisés sacó agua de una roca con solo tocarla con una vara, Jesús caminó sobre las aguas del Mar de Galilea, la multiplicación de los panes, se detuvo el sol en Jericó, Santiago Apóstol cabalgando en su blanco caballo derrotando a los moros...
El pensamiento occidental hace sus
reglas y actúa conforme a estas premisas. La magia indígena mexicana
precristiana también hace sus reglas y sus premisas. Pero desde el siglo
dieciséis ya no las conocemos, sólo las creemos, como el católico mexicano cree
en el Nuevo Testamento, sin haberlo leído…
En la obra citada de Schopenhauer Lichtenberg,
escritor del siglo XVIII, apunta: “otras mentes tal vez piensen las cosas según
otras categorías, para nosotros inconcebibles.”
En la actualidad lo que queda de este
importante adoratorio, conservando su trazo original, son una plataforma artificial, unos muros de unos
treinta centímetros de alto, piso del estuco con dos puertas o lugares de
acceso, uno hacia el sur y el otro da al occidente.
Muchas cruces grandes en los bordes del lugar. Cada año, en el mes de mayo (mes de Tezcatlipoca) suben una cruz nueva.
Era el 3 de mayo de 1972.Los meses precedentes
habían sido de mucha sequía y altas temperaturas. El suelo en derredor del
adoratorio era de una tierra seca y muy “fina”, de partículas pequeñas. De esas
que al pisar se levanta el polvo.
Valle (Cuenca)de México El monte Teocuicani se localiza en la vertiente sur del Popocatépetl, en el estado de Morelos. |
“Esperen y verán caer la lluvia”
seguía diciendo la voz del campesino anciano, que era el que dirigía la
ceremonia de una veinte personas entre adultos, hombres, mujeres y niños que
había subido a la cumbre unos caminando y otros en caballos.
Plenamente familiarizado con aquella práctica,
por lo que había vivido de niño en la tormenta de Torreón Coahuila, y por lo
que en la vida había leído de Sahagún y Duran, ambos cronistas inmediatos a los
días de la conquista de México-Tenochtitlán.
Además conocía lugares, cuevas
someras, en las cañadas el suroeste de
la montaña Iztaccihuatl, en la cota de los 3,500 metros,en las que se llevan a cabo ceremonias de corte
precristiano a las divinidades del agua.
Tan las conocía que en ellas dormíamos, en el transcurso de nuestras escaladas, en el flanco occidental a la Iztaccihuatl. Particularmente en la cañada de Milpulco y la de Alcalican, en el suroeste de la montaña, el adoratorio de Nahualac, en la cañada central con nombre de Hueyatlaco y la cañada de más al norte, que empieza en el macizo montañoso del Teyotl, conocida como del Negro, y en la cual se encuentra el adoratorio precristiano de El Solitario.
Tan las conocía que en ellas dormíamos, en el transcurso de nuestras escaladas, en el flanco occidental a la Iztaccihuatl. Particularmente en la cañada de Milpulco y la de Alcalican, en el suroeste de la montaña, el adoratorio de Nahualac, en la cañada central con nombre de Hueyatlaco y la cañada de más al norte, que empieza en el macizo montañoso del Teyotl, conocida como del Negro, y en la cual se encuentra el adoratorio precristiano de El Solitario.
Sistema de cañadas del flanco occidental, de la montaña Iztaccihuatl, a la que se hace referencia. El Adoratorio El Solitario está marcado con el número 1 |
No obstante veíamos, con escepticismo,
el cielo azul sobre la montaña Teocuicani, el Popocatépetl y hasta donde
alcanzaba la vista en todas direcciones, y sólo alguna nubecilla blanca y lenta.
que nos decía que tampoco el viento traería nubes de lluvia.
que nos decía que tampoco el viento traería nubes de lluvia.
Media hora después empezaron a caer
gotas de agua, tan grandes, que se hundían en la tierra fina y seca.
El viejo y contemporáneo teciuhtlazque nos dijo: “Les dije que llovería hoy mismo”. Agregó: “Ahora lo que sigue es enviar el agua, es decir, la lluvia, para los terrenos que la necesitan, porque hay envidiosos que la quieren acaparar para ellos aunque no la necesiten.” ¿Cómo hacen eso?”. “Girando los brazos de esta cruz hacia los rumbos que sea necesario, para allá se va la lluvia.”
El viejo y contemporáneo teciuhtlazque nos dijo: “Les dije que llovería hoy mismo”. Agregó: “Ahora lo que sigue es enviar el agua, es decir, la lluvia, para los terrenos que la necesitan, porque hay envidiosos que la quieren acaparar para ellos aunque no la necesiten.” ¿Cómo hacen eso?”. “Girando los brazos de esta cruz hacia los rumbos que sea necesario, para allá se va la lluvia.”
La gente, toda ella de campo, es
decir, campesina, seguía quemando copal y cantando en dirección al Popocatépetl.
Lo hacían en español y para nada mencionaba a Tláloc, dios de las tempestades
del que de seguro ya nada sabían, pero su canto invocaba al “Señor del Agua y
los Granizos”.
Le pedían agua. Así, el papel de los teciuhtlazque
es de intermediarios. Puede no concedérseles siempre pero a través de los
siglos siguen pidiendo, lo que quiere decir que sí se les concede...
En cierta ocasión Goethe le sugirió a
Hölderlin que se apartara de la filosofía pues el razonar lógico no ayudaba a
la inspiración poética.
También la magia del México indio es
otra dimensión que escapa al razonamiento lógico de la filosofía occidental.
Lo que dice Fray Sahagún de los teciuhtlazque
:
“Esta gente cuando veía encima de las sierra nubes muy blancas, decían que
eran señal de granizo, los cual les venían a destruir las sementaras, y así tenían
muy grande miedo…Y para que no viniera el dicho daño en los maizales, andaban
unos hechiceros que se llamaban teciuhtlazque,
que es casi estorbadores de granizos, los cuales decían que sabían cierta arte
o encantamiento para quitar los granizos y para enviarlos a las parte desiertas
y no sembradas ni cultivadas, o a los lugares donde no hay sementaras ningunas.”
SAHAGÚN |
Fray Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva
España, séptimo libro, capitulo VII.
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