Referencias:
Fray
Bernardino de Sahagún, Historia general
de las Cosas de Nueva España.
Mauricio
Magdaleno, Suma Indiana, Introducción
y selección (Universidad Nacional Autónoma de México, 1992).
William
H. Prescott, Historia de la conquista de
México, 1843.
Norman Mailer,Pontificaciones.
Conocerse
como mexicano sólo hay un modo de lograrlo, leyendo la obra de Fray Bernardino de Sahagún, un libro muy visto pero poco leído.
Esta
nota la envió Kiva, nuestra compañera de escaladas, que es reportera de un
diario de la capital. Ha descendido de nuestro campamento en la Sierra de Pachuca,
Hidalgo, México, esta mañana de Navidad del 2020, para entregar su aportación a
la página cultural en la que publica cada domingo:
“Instalados
cómodamente en su mundo calcopiritico, muy pocos mexicanos se han visto en el
espejo que Sahagún dejó para nosotros.
Cuesta
trabajo creer que haya existido, y exista, a detalle, retrato de un pueblo como el que escribió
este fraile franciscano.
Hubo en su siglo, el dieciséis, otros preclaros cronistas contemporáneos de Sahagún tales como Fray Diego de Durán. En otros ámbitos Werner W. Jaeger nos relata a detalle, en el siglo veinte, en su monumental Paideia, el pensamiento y el diario vivir del pueblo griego de la antigüedad. Pero Sahagún no deja de asombrarnos. Parece un trabajo que sobre pasa los límites humanos.
Resplandece más Sahagún dado que en el siglo de la conquista, y los que le siguieron, menudearon historiadores que nunca conocieron México y llenaron sus libros con barbaridades.
El título mismo de la obra del gran Bernal Díaz del Castillo, es un denuncia contra tantas sandeces que al respecto se escribieron: Historia verdadera de la conquista de la Nueva España.
Por lo que recordamos lo que Mailer dice al respecto de algunos historiadores: "Cuando uno conoce los vacíos y arreglos con los cuales los historiadores escriben su historia,trabajan sobre diez mil hechos y seleccionan trescientos que les parecen bastantes para ilustrar las cosas, por mucho que a eso se le llame historia todos sabemos que es ficción."
Sahagún escribió lo que le decían los tlamacazquis o sacerdotes aztecas que
sobre vivieron a la matanza de la guerra de la conquista.
Al
estilo de la técnica periodística Sahagún interrogaba a los sacerdotes:
¿quiénes, cuándo, dónde, por qué?
Un
equipo de sacerdotes escribía lo que Sahagún autorizaba después de una celosa
comprobación sometida al parecer de los tlamacazquis
de otra región desconocida a la que había preguntado. Como ahora hacen los
académicos que someten a la consideración su trabajo de investigación a
académicos de otros países.
El
nuevo orden político español, contemporáneo a este fraile, de hecho conoció
poco o nada la obra, pues esta se desarrollaba en el silencio de los conventos
a lo largo de más de medio siglo.
Cuando
estuvo terminada se silenció tanto por autoridades civiles como por las
religiosas. Las primeras temiendo un resurgimiento del pueblo fundado en sus principios
culturales. La Iglesia por su parte cometió el pecado de omisión al estorbar la
publicación de esta obra.
Estamos
en un contrasentido que este monumental trabajo se desarrollara en el seno
mismo de la Iglesia y con conocimiento y autorización de la misma, y luego se
ocultara.
Sabios
sacerdotes católicos, con poder, no sólo vieron con buenos ojos el desarrollo
de esta obra sino que la alentaron desde el principio. Y luego otros sacerdotes,
de la misma Iglesia, también con
poder, casi lograron llevar al potro de
la Inquisición a Sahagún por haberla escrito.
Es
para conocer el fingimiento que los naturales hacen rezando a Cristo, dijo Sahagún,
pero en realidad lo continúan haciendo a sus dioses que quedaron sepultados
entre los escombros y cimientos de la Iglesia de Cristo, fue el argumento que
en principio convenció a todos.
Sahagún
así lo creyó también pero, en algún momento, la religión de
Nanahuatzin-Tezcatlipoca se le fue metiendo hasta los huesos en el sentido de
seguir investigando ¿por qué, para qué, cómo y cuándo?
Los
innumerables rollos originales de esta obra anduvieron por algún tiempo en las bibliotecas de los conventos
hasta que desparecieron. Otros rollos le
fueron exigidos por sus superiores y terminaron en la hoguera.
Con previsión, Sahagún hizo escribir una
copia, al tiempo que se iba pasando a papel el original. Esta copia fue llevada
España por un jerarca de la Iglesia y con el tiempo, ¡muy largo tiempo!, llegó
por fin a la imprenta.
Muchos
indígenas hicieron, en el siglo dieciséis, por destruir su gran cultura
indígena. Ayunos de luces filosóficas y religiosas, desconocían lo que estaban destruyendo.
Sahagún,
sin siquiera una gota de sangre indígena, es exactamente el caso contrario:
Mauricio
Magdaleno: “Sin llevar en las venas una gota de la sustancia indígena, hizo por
el viejo mundo indígena algo definitivo: lo salvó de perecer en la borrasca de
las pasiones destructoras y lo proyectó hacia el futuro exaltado de una rara categoría emotiva y moral.”
Magdaleno
agrega refiriéndose a la obra de Prescott en la que el historiador
norteamericano (Salem, Massachusetts, 4 de mayo de 1796 - Boston, 29 de enero
de 1859), no escatima expresiones de
reconocimiento para Hernán Cortes y para la cultura náhuatl y en especial para Cuauhtemotzin:
“Integras, transcribe Prescott esas páginas en su Historia de la Conquista de México, como una manera de
honrar las excelencias éticas del viejo pueblo pagano de Anáhuac.”
Procedente
de una gran cultura, la occidental, y poseedor del suficiente acervo de la misma, Sahagún entendió que se encontraba con otra gran cultura pero que ésta estaba siendo
destruida y podía desaparecer para siempre.
Fraile franciscano, llegó a México en 1529,cuando contaba con veintinueve años A ocho años de la toma de México-Tenochtitlán alcanzo a conocer, de primera mano, el universo azteca,heredero de la gran cultura indígena del Altiplano Mexicano. Rescatarla del olvido fue el afán de toda su vida. Murió en 1590, a los ochenta y nueve años,
Otros sacerdotes, de la misma Iglesia, también con poder, casi lograron llevar al potro de la Inquisición a Sahagún por lo que de la cultura nahuatl escribió.
Es
cuando siente el llamado. En el nivel de los superlativos de mexicanos que
lucharon por la organización de la nación mexicana, es harto difícil encontrar un parangón para Sahagún, incluidos
Hidalgo e Iturbide.
Como
no sea Cuauhtemotzin, el último tlatoani azteca que organizó la defensa de
México-Tenochtitlán (y con ello la defensa de todo el pasado y presente de la
cultura náhuatl y, según Prescott), hasta el nivel de la leyenda.
Los
insurgentes luchaban, dentro de la política y la guerra, para un futuro de los
mexicanos.
Cuauhtemotzin
y Sahagún porque no se perdiera el valioso pretérito que le daba sentido a
ese futuro.
De
los varios preclaros cronistas franciscanos del siglo dieciséis, sólo Sahagún
le dice cabalmente al mexicano cómo es el mexicano.
No
leerlo equivale a seguir viviendo en el mundo calcopiritico, de la cultura
industrial, y no verse nunca en el espejo”.
“Te
has ganado por lo menos el premio Príncipe de Asturias”, le contestamos a Kiva en otro
correo, “por este magnífico trabajo para tu página cultural”.
“¿El Premio? ¡Otro poco y me corren del periódico!- nos contestó-Me dijeron: “¡Esto no vende!”
P:D:
"Si quería seguir como colaboradora de la página cultural, me dieron una tarea: que investigara cuántos zapatos de tacón alto tiene en su closet la siguiente primera dama de los Estados Unidos. “Esto antes que Joe Biden tome posesión, sino la investigación pierde impacto, no favorece el rating del periódico!”
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