Nuestra esencia
es ir de camino: Karl Jasper
Da la impresión que está
hablando a los alpinistas.
Hubo un tiempo en que la gente
se congregaba en sociedad para ayudarse mutuamente y lograr la seguridad,
escribió Karl Jasper en su obra La
filosofía.
Esto se puede encontrar
todavía en comunidades rurales. En la ciudad no. No en lo general y sólo en
islas aisladas como partidos políticos históricos, sindicatos serios y algunas
asociaciones. En las ciudades son círculos limitados de hombres los que se asisten
realmente unos a otros:
En la llanura sin límites de los 52° C, lejos del tumulto y el relativismo
Armando Altamira Areyán y Luis Burgos Peraita
Desierto de Samalayuca, Chihuahua, México.
No hay Estado,
ni iglesia ni sociedad que proteja absolutamente. Semejante protección fue la
bella ilusión de tiempos tranquilos.
Semejante decadencia es donde se nutren los salvadores de la sociedad o,
en los países de la democracia, los partidos políticos de ocasión.
Entretanto el individuo parece perdido en un mundo incierto que ya
existía cuando nació:
Ese olvido de si
mismo resulta fomentado por el mundo técnico. Este mundo reglamentado por el
reloj, dividido en trabajos absorbentes o que corren vacíos y que cada vez
llenan menos al hombre en cuanto hombre, llega al extremo de que el hombre se siente
parte de una máquina, que es llevada o
traída alternativamente de aquí para allá, y que cuando queda en libertad nada sabe qué hacer de si misma. Y cuando empieza
justamente a volver en sí, el coloso de este mundo le hundirá de nuevo
en la omnidevoradora maquinaria del trabajo vacío y de un vacuo goce de tiempo libre.
Ir de camino, nuestra esencia.
Del libro Técnica alpina, de Manuel Sánchez y Armando Altamira G. Editado
por la UNAM, 1978
Hora de ir a las montañas de la soledad o al desierto sin límite a la vista.
Nada nuevo. Durante miles de años el humano, hombres y mujeres, han buscado
alejarse del tumulto y de lo relativo para reorganizar los pensamientos y
volver al valle con nuevos bríos.
Dialogar conmigo mismo, con mimismo. De ahí la expresión: mi yo. Yo y mi yo. Es como
la presencia de un sujeto frente a otro sujeto. De otra manera sólo sería un
monólogo. Y de monologuistas está lleno el manicomio. Un manicomio que ya no
tiene muros que lo delimiten.
En las montañas de la soledad terapéutica
3,000 m, Sierra de Pachuca, Hidalgo, México
Nadie puede vivir lejos de la comunidad, de la que el individuo es
parte. Hasta Zaratustra tuvo que bajar a la aldea después de diez años de vivir
solo en su cueva de la montaña.
El pueblo es positivo, no decadente. Cada mañana se levanta en busca de
trabajo, de escuela, de comida, de cultura, de sana y terapéutica diversión.
La desilusión que le causaron los que se fueron sin haber cumplido lo que
le prometieron: orden social, prosperidad económica y progreso cultural, ya ha sido desplazada y de nuevo
vuelve a ponerse en movimiento.
Esperanzado el pueblo acude otra vez a las urnas no por inocente. Va con
actitud positiva de que ahora si se haga realidad el mejor de los mundos, tan
prometido por lo civil, y tan largamente soñado por los filósofos.
Con mi otro yo
en los 4,200 m y -10°C del flanco oeste del
Pico de Orizaba( 5,600 m)
Veracruz, México.
En contra de esta total desconfianza que
merece el mundo habla otro hecho. En el mundo hay lo digno de fe. lo que
despierta la confianza, hay el fondo en que todo se apoya: el hogar y la
patria, los padres y los antepasados, los hermanos y los amigos, la esposa. Hay
el fondo histórico de la tradición en la lengua materna, en la fe, en la obra
de los pensadores, de los poetas y los artistas.
Es cuando Jasper dice:
Nuestra esencia
es ir de camino
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