Editorial Porrúa, S.A. Serie Sepan Cuantos, Núm. 645, año 1994
Primera edición en inglés 1910
George Santayana |
“Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana y Borrás, más conocido como George Santayana (Madrid, 16 de diciembre de 1863 – Roma, 26 de septiembre de 1952), fue un filósofo, ensayista, poeta y novelista hispano-estadounidense. A pesar de ser ciudadano español, Santayana creció y se formó en Estados Unidos. A los 48 años dejó de enseñar en la universidad de Harvard y nunca más volvió a los Estados Unidos. Escribió sus obras en inglés, y es considerado un hombre de letras estadounidense. Su último deseo fue ser enterrado en el panteón español en Roma. Probablemente su cita más conocida sea «Aquellos que no recuerdan el pasado, están condenados a repetirlo», de La razón en el sentido común, el primero de los cinco volúmenes de su obra La vida de la razón o fases del progreso humano.”
La Divina
Comedia tiene personajes y situaciones que han sido convertidas por la fe, la
cultura, la rebeldía y el lirismo poético de Dante, en figuras eternas.
Empero, hay una excelente coartada para no leer La Divina
Comedia. Su texto, de poeta de principio
del siglo catorce (se cree que la escribió el año 1,300), y sus 2257
notas aclaratorias, no son un bocadillo fácil de engullir. Menos para países
como México donde, según cifras oficiales, se leen 1.9 libros de cultura
promedio al año por cabeza.
Santayana, que
vivió en el tiempo que no existía la televisión (1863-1952, y la primera edición de esta obra tuvo lugar en 1910),
hizo una inobjetable profecía: “El
lector moderno, acostumbrado a las ficciones carentes de significación y de sentido,
deseoso de ser entretenido por imágenes sin pensamientos, puede alegrarse de ellas.
Pero si es hombre sensato, no se alegrará mucho.”
El esquema moral de La Divina Comedia, Dante lo encontró
en Aristóteles quien, en la Ética
perfila lo bueno y su contraparte: “Aristóteles había clasificado correctamente las cualidades
morales. Proporcionó (sin saberlo), el plan fundamental, por así decirlo, del
infierno y del cielo. Tal fue la idea de Dante. Con la Ética de Aristóteles
siempre abierta ante él, con alguna insinuación extraída del catecismo…”
Dante, lo
dice varias veces Santayana, es un cristiano católico. Sólo que el remolino político de sus días lo envuelve
y se pregunta dónde quedaron los
señalados del cielo que velarían por lo espiritual y el rey anda de excursión entre los bosques en
lugar de atender los asuntos del estado. Es en Venecia, y en Europa entera, el tiempo semejante a un tornado caótico
entre anarco y nihilista. El Papa no está en Roma y el rey aquí y allá. Dante, sin embargo, está lejos de ser
un iconoclasta.
Un ejemplo
de obediencia hacia la voluntad divina la ofrece Dante en la entrevista que
tiene con Piccarda, mujer que a la sazón se encuentra en la esfera inferior del
cielo. Dante le pregunta sino anhela estar más arriba, más cerca del mismo Dios:”Ella
le responde que participar de la voluntad de Dios, que ha fundado en su casa
muchas diferentes mansiones, significa ser verdaderamente uno mismo con Él.
Desear estar más cerca de Dios arrastraría al alma más lejos de lo debido pues se opondría al orden
establecido.”
La heroína
principal del poema es la mujer llamada Beatriz. Parece que en la vida Beatriz
no le hizo caso a las pretensiones amorosas de Dante. Por ese tiempo el poeta descubrió su pasión por la
filosofía y finalmente por la teología. Estas dos pasiones las sublimó el
lirismo del poeta relacionado de alguna manera con la mujer histórica llamada
Bice Portinari: “Digo y afirmo que la mujer de la cual me enamoré después del
primer amor fue la bellísima,
honestísima hija del Emperador del universo a la cual dio Pitágoras el nombre
de filosofía.”
Dante contó
con tres guías en su viaje a los diferentes lugares que se mencionan en esta obra. Virgilio, Beatriz y San
Bernardo. Virgilio personifica a la filosofía en tanto que Beatriz a la teología.
Fue Beatriz la que pidió a Virgilio que guiara a Dante a través del infierno.
Ante
semejante lirismo del poeta, casi imposible de imaginar por un espíritu
empírico, Santayana hace un intento porque comprendamos a Dante: “El valor de
una idea para un poeta o un filosofo no radica en lo que contiene positivamente, sino en la actitud que lo
hace adoptar frente a la experiencia
real.”
Santayana se
refiere al egoísmo de Dante que no se sirve de ningún alter ego para el relato sino que habla en primera persona. No sólo
eso sino que es un personaje central del relato. El único actor vivo entre las
almas de los muertos, incluido su guía Virgilio y las entelequias Beatriz y San
Bernardo.
A la postre
ese egoísmo es de todo ilustrativo. Como Bernal Díaz del Castillo que nos
relata, en primera persona, la conquista de México del siglo dieciséis. Lo hace
como si fuera montado en su caballo provisto de una cámara de filmar del siglo
veintiuno:
“Dante habla demasiado acerca de sí mismo-dice
Santayana-. En cierto sentido, este egotismo es un mérito o, cuando menos, un
motivo de interés para nosotros, los modernos, pues el egotismo es la
actitud característica de la filosofía
moderna y del sentimiento romántico. Al ser egotista, Dante se adelantó a su época.
Su filosofía hubiera perdido una dimensión profunda y su poesía un elemento
patético sino se hubiera colocado a sí mismo en el centro del escenario y si no
hubiera descrito todas las cosas como experiencias propias o como revelaciones que se le hicieran con
vistas a su salvación personal.”
Dante es, a
semejanza de cómo será Erasmo de
Rotterdam, tres siglos más tarde, uno de esos católicos que aman y defienden a
la Iglesia con los más ácidos argumentos en contra, no de ella, sino de sus
sacerdotes, obispos y el mismo Papa. A tal punto que Lutero considera a este ultimo uno de los suyos sólo para descubrir que lo
mejor es pedirle que se defina. Y el Papa hace lo propio, pedirle que se
defina. Algo semejante debió de vivir Dante.
Más el poeta
no pierde de vista que, la tradición
griega pagana, se encontró con la espiritualidad de la secta de Jesús, y el
resultado fue la teología cristiana.
La Divina
Comedia nos dice que este mundo está hecho por Dios y hay orden pero, no podemos mirar más allá de
nuestras narices. ¿Cómo podrían los
primeros cristianos, envueltos en las llamas del Foro Romano, imaginar que su
infinita desgracia de ese momento conquistaría
el imperio más grande de su tiempo?
Dante y
Santayana son poeta y filosofo, respectivamente, y lo dicen de otra manera: “En
un mundo hecho por Dios para mostrar su gloria, las cosas y los acontecimientos,
aunque reales, deben también ser simbólicos, pues hay tras ellos una intención
determinada.”
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