SANTAYANA Y LA VIEJA LEYENDA DE FAUSTO




TRES POETAS FILÓSOFOS
George Santayana
Editorial Porrúa, México,Serie Sepan Cuantos... Núm.645, año 1994
Primera edición 1910


Fausto es una vieja leyenda que viene desde lo profundo de la Edad Media europea. Ha cautivado a los hombres de letras, y a los espíritus más empíricos, lanzándolos a la acción en una banda sin fin. Con el tiempo a esta actividad, sin fin, se le conocería como Romanticismo. Fue una tradición, no una invención, pues ya el mismo Aristóteles  deja el principio  bien delineado: “Es el fin la misma acción…El uso y la acción son el fin” (Gran Ética).
 
George Santayana
Metido en su laboratorio (como ahora estamos en el internet) investigando cosas, Fausto se olvidó de vivir. Se da cuenta pero el tiempo ya pasó y piensa que se marchará de este mundo sin haberlo conocido. Está implícito el anhelo de aventura en este pensamiento. No termina con la reflexión y ya Mefistófeles se le presenta con un contrato. A cambio de su alma Fausto conocerá lugares, situaciones y mujeres. Sin pensarlo, el anciano Fausto acepta.

De pronto las inquietudes se abren paso a través de sus anquilosadas  costumbres y ambos, hombre y diablo, se dedican a darse la gran vida. Mefistófeles además se ofrece para ser guía del doctor Fausto a través de perversiones. Se infiere, pues qué otra cosa puede enseñar el diablo: “Las aventuras que emprendía eran suficientemente suicidas.”
 
Goethe
Es el espíritu romántico que a la sazón, en tiempos de Goethe, recorre Europa central. Fijarse una meta y vivir para alcanzarla pero, la dicha está en la acción, no tanto en alcanzar la meta. No sólo Aristóteles postulaba la acción como fin.  Ralph Waldo Emerson, uno de los grandes pioneros del pensamiento norteamericano, estudioso de Carlyle y de Goethe, tenía en alta estima la literatura pero, decía,  que los libros “no sirven más que de inspiración, porque la única cosa de valor en el mundo es el alma activa”.
 
El Doctor Fausto,emérito cientifico,no sabía nada de la vida.
Es el estilo, ponemos como ejemplo, la práctica del alpinismo. El inglés   Edward Whymper volvía año tras año porfiando llegar a la cumbre del Matterhorn. Y los alemanes insistían, a  través de los años, y las tragedias, trazando una vía a través de la pared norte del Ogro. Después de concretar se fueron a otras montañas. Si ya se alcanzó la cumbre ¿por qué insistir en conquistar otras cumbres? La filosofía es: “no busco la cumbre para morir, la busco para vivir”. Alguien, no sabemos quién, tuvo este pensamiento.

O el atleta que tomó parte en el mega maratón de la ciudad de México ya está pensando, y preparándose, para el mega maratón del año próximo en la ciudad de Nueva York… Es la ideología de no quedarse parado en la estación viendo al tren partir sin él o ella.

El Romanticismo está presente en nuestra vida diaria. Se le encuentra  ahí donde hay dinamismo elevandose  sobre el pesimismo de las ideologías decadentes.Cuando la bella rubia, de la moderna película, Picnic,del director Ivan Passer,abandona su casa y la seguridad de su hogar,para ir a buscar al apuesto trotamundos, la madre de ella le dice, para desanimarla,que no lo encontrará pues ya  ha abandonado el pueblo en el tren  carguero. Ella le contesta: "Tal vez no lo encuentre,pero valdrá la pena intentarlo." 

Más tarde Alfred North Whitehead dirá que el mundo se compone de cosas pero sobre todo de aconteceres,es decir,de aquello que ocurre. Si nada ocurriera donde interviene la  inducción sólo sería una relación ciega de partículas atómicas.Partículas sólo enlazadas por la relación espacio -tiempo donde no es posible la inducción."La inducción es en base de lo que ocurre en un ente, sobre lo que ha de ocurrir en otro ente." Se dice que un gorila no es capáz de agregar leña  al fuego del rayo que cayó.

Mefistófeles  fue el primero en aceptar que en Fausto hay algo más que partículas atómicas ocupando un espacio-tiempo.Ese algo era lo que el diablo no podía controlar  y más valía dejar las cosas como estaban. No fuera a  suceder que Fausto metiera  ruido en el  mismo infierno, como ya había sucedido con Dante y Virgilio y aquellos otros entrometidos de  Orfeo  y Eneas.
El Doctor Fausto firma...

  El que conoce la dinámica vida de Goethe, encontrará que autor y Fausto se parecen enormemente. Santayana escribe: “hay aquí los más conmovedores acentos de la naturaleza y el más variado surtido de erudición curiosa y grotescas fantasías… Ser diverso, ser indefinido e inacabado es algo esencial a la vida romántica.”

El Fausto de Goethe (otros  escribieron también su Fausto)  es un filósofo de la naturaleza: “Anhela las soledades grandiosas. Siente que la luz de la luna, las cuevas, las montañas, las nubes serían su mejor medicina y su mejor consejero. Las almas de Rousseau, de Byron, y de Shelley, están encarnadas en este Fausto, resumen de todas las rebeliones románticas.”



Walpurgis Nacht (1829), ilustración del pintor alemán Johann Heinrich Ramberg (1763-1840), inspirada en las escenas de la Noche de Walpurgis que se encuentran en el Fausto (1806) de Goethe (1749-1832). Al fondo se ve la cima del chato monte Brocken.

Fausto no invoca al Espíritu Santo sino al “Espíritu de la Tierra”. Está enmarcado en el espíritu que se hizo protestante no por antipapista sino porque subyace en él el espíritu germano pagano. De ser religioso, el doctor Fausto hubiera acompañado a Lutero. Pero es científico y habla en laico y en el fondo velado está Sigfrido.  Pero ya sin la hoja que le cayó en la espalda del árbol. Ya no presenta punto vulnerable. No le importa más que el aquelarre de Walpurgis y sus encantadoras brujas.

Ante la mención que Mefistófeles tiene muchas almas de que disponer en los muertos, contesta que le interesan los vivos: “Los hombres muertos, observa Mefistófeles, no le interesan. No es un diablo de  un infierno subterráneo ocupado, por resentimiento o por ambición, en aumentar la población de sombras torturadas en aquella región fabulosa…Su misión particular es la de acelerar la continua destrucción implicada en la continua renovación de la vida.”

Aquí se infiere que tienen nombre  los individuos  empeñados en impedir en el mundo  la continuidad de  la vida y son Mefistófeles.

Al final el Viejo Mefistófeles y sus diablos quedarán burlados y no podrán llevarse a Fausto. No es que al término del tiempo estipulado en el contrato Fausto se arrepienta y de esta maneara de  esquinazo al diablo. Mefistófeles es  lo suficientemente diablo como para ser sorprendido por esos recursos a los que   los humanos legítimamente pueden recurrir.

 Mefistófeles pierde la partida porque Fausto no se apoltrona y en cambio sigue en la dinámica de ser, no dé: fue: “En otros términos, tener un ideal al que espirar y, como Fausto,  estar siempre insatisfecho, es por sí mismo la salvación del hombre.”

Fausto  no sabe todavía el  que Mefistófeles ya  se bate en retirada “Pero a su debido tiempo llegará a ponerse en claro este problema y comprenderá  que sólo merece libertad y vida el que las reconquista incesantemente.”


 
Conmemoración de la Noche de Walpurgis en Alemania


SANTAYANA



“Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana y Borrás, más conocido como George Santayana (Madrid, 16 de diciembre de 1863Roma, 26 de septiembre de 1952), fue un filósofo, ensayista, poeta y novelista hispano-estadounidense. A pesar de ser ciudadano español, Santayana creció y se formó en Estados Unidos. A los 48 años dejó de enseñar en la universidad de Harvard y nunca más volvió a los Estados Unidos. Escribió sus obras en inglés, y es considerado un hombre de letras estadounidense. Su último deseo fue ser enterrado en el panteón español en Roma. Probablemente su cita más conocida sea «Aquellos que no recuerdan el pasado, están condenados a repetirlo», de La razón en el sentido común, el primero de los cinco volúmenes de su obra La vida de la razón o fases del progreso humano.”





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

Seguidores