Las cosas son para siempre, creemos.
Por eso a la casa que construyo le
pongo, a los castillos, varillas de tres pulgadas y no las de tres octavos, que
dice el Reglamento. Es decir, como si los castillos fueran columnas para edificio. Y no
porque esté en una zona sísmica, sino en la idea que dure para siempre.
He construido una cabaña, rústica, a
prueba de tormentas, en los bosques altos, al pie de la montaña nevada, cerca de la morrena del glaciar. Esto
porque quiero pasar ahí la vida. No digo mi vida, sino la vida.
He construido una cabaña, rústica, a prueba de tormentas, en los bosques altos, al pie de la montaña nevada, cerca de la morrena del glaciar...
Peña El Conejo, región de los Frailes de Actopan, Hgo. México.
Foto de Armando Altamira G.
Mi guardarropa tiene tal cantidad
de prendas de vestir como para quinientos años, o más.
Lo mismo en el terreno de los
afectos. Familia, amistades, hasta compañeros de trabajo, creo durarán para
siempre.
He aprovechado una magnifica
promoción y comprado, por noventa y nueve años, un palco en el Estadio Azteca, ¡en
la mera capital del país! Como cliente seguro, estoy confiado en que renovarán
la oferta por otros noventa y nueve años.
Ensimismado en esas cosas, para
siempre, y adquirir cosas y afectos, he comido de manera desordenada, en
ocasiones hasta chetos, por no tener tiempo para una comida formal. Esto de comida
formal no quiere decir siempre comida inteligente.
Igual en un buen restaurante que en los tacos de la esquina.
¡Es la misma comida, la diferencia es el precio!
Las misma proteínas, los mismos carbohidratos, las mismas grasas, las mismas sobrecantidades de sal, las mismas cucarachas, las mismas heces de rata, la misma mugre de las manos del que llena los platillos, allá en la cocina.
El taquero me conoce. Llego y no tarda en alargarme un plato al tiempo que dice: “¡Sale orden de tacos de cueritos grasosos buenos para los bronquios!
Las misma proteínas, los mismos carbohidratos, las mismas grasas, las mismas sobrecantidades de sal, las mismas cucarachas, las mismas heces de rata, la misma mugre de las manos del que llena los platillos, allá en la cocina.
El taquero me conoce. Llego y no tarda en alargarme un plato al tiempo que dice: “¡Sale orden de tacos de cueritos grasosos buenos para los bronquios!
Los diez o doce vecinos que han muerto
en los últimos cinco años no me dicen nada. No me gustan las reflexiones de
tanatología. Más bien me parece como que estoy viendo una película donde
algunos mueren. ¡Pero que sólo sucede en la pantalla, no en la calle donde
vivo!
Ni qué pensar en hacer lo que ayer me
dijo el médico al ver que la báscula no
me favorecía, según mi estatura: “Camine por la salud, no corra por el “buen fin”.
Camine al menos cinco veces a la semana”.
Al salir del consultorio agregó: "No se haga trampas usted mismo. Yo no voy a ver si camina por su salud, Dios tampoco, pues está muy ocupado, pero usted sí lo va a saber."
Al salir del consultorio agregó: "No se haga trampas usted mismo. Yo no voy a ver si camina por su salud, Dios tampoco, pues está muy ocupado, pero usted sí lo va a saber."
De cultivar la mente, eso que algunos
llaman cultura, ni pensarlo, ¡no alcanza el día!
Una o dos veces, al mes, hojeo algo en tanto
estoy sentado en la taza del baño, así aprovecho el tiempo.
En una de esas, fue cuando encontré,
en un libro de Epicteto, lo siguiente. Debo confesar que en mi megalomanía
pensé que lo escribió para mí. Dice:
“Tu hijo y tu amigo han partido; se
han marchado, y lloras su ausencia. ¿Ignorabas acaso, que el hombre es un
simple viajero? Sufre, pues, la pena a tu ignorancia ¿Cómo podías creer que
habías de poseer indefinidamente los seres que te son gratos y gozar siempre de
los lugares y de las relaciones que te son queridas? ¿Quién te había prometido
semejante cosa?"
Dos o tres meses después, tomo del
tablero del restaurante otro libro, este de Karl Jasper. Sentado en la taza del
WC encontré algo, como la continuación de la máxima de Epicteto. Esta vez sí me
hizo pensar a corto plazo. Leí en Jasper: “¡Olvidamos que tenemos que morir,
olvidamos estar entregados al acaso!”
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