La transversal del Abanico







Informe del trabajo  expedicionario sobre el monte Aconcagua que la Federación Mexicana Excursionismo rinde al C. Luis Echeverría Álvarez, presidente constitucional  de los Estados Unidos Mexicanos.
México, D. F.
1974
30 páginas
Pág. 16



Abrimos esta ruta en el principio de la década de los 70, Salvador Alonso Medina y yo.
Se sale del refugio El Queretano, situado en el flanco norte del Popocatépetl en los 4700 m sobre el nivel del mar. Se cruzan los dos corredores nevados de la base en dirección derecha (oeste) hacia el Helero o Canaleta.

1-adoratorio Nexpayantla
2-Cumbre de la Torre Negra
3-Cumbre del Abanico
4-Pico Mayor del Popocatepetl





Es necesario escalar unos 30 m, verticales, de roca del propio Helero. Más arriba se efectúa una travesía hacia la derecha de pocos metros, en dirección de un reborde o saliente que permite alcanzar y desembocar en la gran repisa oeste.

Una vez situados en esta repisa la travesía no presenta ningún problema y con facilidad se puede avanzar hasta la salida de la pared.

El regreso es remontando por Teopixcalco o bien cruzando más abajo hacia el adoratorio prehispánico de la Torre Negra, en el lado sur de esta cumbre.
La llave de la escalada se encuentra en los 30 m verticales y el cruce mencionado hacia la derecha. Con frecuencia esta pequeña travesía, de  pocos metros horizontales, se presenta recubierta de hielo y es necesario tallar escalones.

Explicación del dibujo:
A-B final del corredor superior de la base.
B-C-W tramo del Helero
W-D Travesía
E- Reborde rocoso que marca el acceso a la Repisa Occidental(F)
G-G Paredes superiores de material muy erosionado (llevar caso)

El cruce de la gran repisa del oeste, como se dijo, es muy sencillo y hasta agradable, no obstante que se hace en el borde mismo de ese gran resalte de la pared. Aquí el temor es que  se está a merced  de los muy posibles  desprendimientos de roca de las partes superiores.


La segunda vez que se escaló esta Transversal fue en ocasión de las prácticas de preselección al Filo Noroeste del monte Aconcagua, en diciembre de 1973.
 La realizaron Salvador Alonso Medina, Julio Becerril y Rafael Gavira.
Sin lugar a dudas es la ascensión más bella de nuestras montañas nevadas.
Una cordada de dos, o máximo de tres, escaladores en buena forma puede salir el mismo día y regresar por la tarde a Tlamacazcalco.
Se trata de una excelente oportunidad de abandonar la interesante pero monótona ascensión al cráter del Popocatépetl y empezaron un nuevo estilo de alpinismo en este volcán.

Foto vertical: El escalador (círculo) se aproxima al Helero.

Una última consideración (exclusivamente para novatos, los expertos no la necesitan) es la relativa a la aclimatación a las alturas. Este aspecto es algo  que golpea  y,  con tal fuerza, que el montañista debe dar marcha atrás (después de vomitar o desmayarse) y en ocasiones morir ahí mismo o en breve tiempo a consecuencias de lo mismo. En México ese asunto se le conoce como “mal de montaña”.Es el precio que pagamos por subir en pocas horas lo que debería llevarnos días.
Lo más propio es consultar a la ciencia médica del deporte respecto de este tema. Aquí damos una noticia sucinta del asunto. La intención es despertar el interés para que el individuo se documente más sobre este tema del mal de montaña.
Adolf Mokrejs, en su Guía practica del excursionismo II, (ediciones Roca, México, 1986, Pág. 112) dice que “El “mal de montaña o altura no es una enfermedad sino un indicio de que la aclimatación no ha tenido lugar”. Da enseguida unos datos. Se pueden dividir las diversas zonas de aclimatación. Abarcando cada una de ellas 1,500 metros de altura. Y exigiendo una semana de adaptación. Para la zona entre los 3,000 y los 4,500 se requiere una semana. Para la situada entre los 4,500 y los 6,000, dos semanas.
Es decir que para ir, de la Ciudad de México (2,200m.s, n. m.), a la cumbre del  Pico de Orizaba, necesitaríamos  ir subiendo, acercándonos,  gradualmente, de población en población, dos semanas. Como lo hacemos es en dos días. Uno de acercamiento y el otro para subir a su cumbre. Imagínese la tremenda deficiencia en nuestro modo de subir altas montañas. ¿Qué de raro tienen todos esos dramas originados por el mal de montañas que vemos con frecuencia?

 Abanico visto desde ciudad universitaria, Cd. de México

Para subir al Popocatépetl, partiendo de la Ciudad de México, necesitaríamos una marcha de aproximación- aclimatación de  al menos una semana.  Lejos de eso,no es raro que salgamos en la mañana en automóvil de la ciudad, dos horas después estamos en Tlamacazcalco y tres horas más tarde en la cumbre del volcán. Cinco horas lo que necesitó una semana…







Flanco noroeste del Popocatépetl.
Es el área en la que se puede practicar escalada de altura y de altitud.Su roca erosionada por la denudación requiere experiencia en en los 5 mil y saber trabajar en nieve y hielo, con las características de estas latitudes.

La Trasversal es sin lugar a dudas la escalada, sino la más dificultosa, si la más bella de la alta montaña mexicana.

Una cordada con experiencia regresará ese mismo día al albergue de Tlamacazcalco.

Como sitio para practica de vivac su gran repisa oeste es excelente.











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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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