Dante, en La Divina Comedia

El subsuelo, la cueva, convertido en submundo, en un espacio para la metafísica, viene desde la antigüedad griega con Platón. Le siguió Virgilio que hace actuar en otra cueva a Eneas, el personaje escapado del incendio de Troya. Siglos más tarde, Dante con su Divina Comedia.

Las cuevas fueron el espacio que habitaron los primeros hombres. Donde se carecían de grutas subterráneas se buscaba el abrigo de los desplomes rocosos en el exterior. Nada más común que estuviera en contacto, en armonía, con las grutas y que ahí fuera el escenario  natural de sus creaciones intelectuales.

 En la llanura inmensa, al estilo de los navajos y demás etnias indias del desierto norteamericano, se construía  (se sigue construyendo) la Kiva, un desnivel artificial en el subsuelo para tener ahí sus espacios de oración.

En el resto del Nuevo Mundo hay una situación semejante. Los personajes míticos del Popol Vuh tienen una intensa actividad en el subsuelo maya. Y en el Altiplano mexicano se desarrolla una práctica religiosa relacionada con el Mictlán, también en las cuevas. Huitzilopochtli, el dios tutelar de los mexicanos, se hizo presente al pueblo azteca, en los orígenes de su historia, en una cueva de Chicomostoc,  anunciando sus destino manifiesto.

Después, en un supremo esfuerzo por apartar al hombre del rito del subsuelo, el cristianismo convirtió a las cuevas en puertas de entrada del averno y espacio habitado por toda clase de criaturas diabólicas. Esta es la dirección que Dante dará a su bello y largo poema La Divina Comedia “producto” de la plena Edad Media.

 Si bien, como sabemos, el final será el arribo al Paraíso con su cielo (la teología) despejado lleno de estrellas. En el pensamiento náhuatl hay un largo peregrinar del difunto,  por el submundo, para arribar finalmente al Tlalocan, montaña y bosque nevados, en la cordillera montañosa, al este del valle de México,  en una  eterna primavera donde ya nada perece.

La divina comedia ha quedado circunscrita a los salones de estudio. La expresión “dantesco” es muy familiar. Sin embargo, a diferencia de la enorme influencia que este gran poema tuvo en las literaturas europeas, en nuestro medio cultural no se deja sentir la misma opinión. En el país (México) se leen pocos libros por persona al año por lo que, es de suponer, se prefieren trabajos menos complicados.

También se debe a que la obra tiene un enorme contenido metafísico. Al menos ese es el ambiente en que se desarrollan los acontecimientos de este trabajo. Es una visión épica que Dante tiene del más allá. Así, el contenido de La Divina Comedia se vuelve menos comprensible en la medida que la sociedad se aleja de los temas teológicos. 

En la Edad Media lo religioso casi  llenaba todo el panorama y el tema era de lo más accesible. Pero en nuestros tiempos, en los cuales todo tiende a ser laico y secular, Dante es realmente una cuestión extraordinaria. El mismo Dante se refiere a este asunto ya muy avanzada la obra cuando, en el canto II del Paraíso, advierte: 

“no os internéis en el piélago, porque quizá perdiéndome yo, quedaréis también perdidos”. Y la nota explicativa correspondiente, que es la número mil cuatrocientos setenta y dos, dice que el apóstrofe lo dirige Dante a los lectores de su poema que le siguen sin más preparación que de las ciencias humanas.

También dificulta su lectura porque es una de las obras que contiene una cantidad enorme de notas explicativas, lo cual rompe la ilación del relato en el lector con una frecuencia casi absurda. Por lo demás esta cantidad de notas marca el carácter de la obra. Es un poema que ha trascendido a través de los años desde el día en que fue publica por vez primeras en el siglo catorce


Dante
No obstante lo anterior, a La divina Comedia le sucedió lo que al Apocalipsis de San Juan en el Nuevo Testamento. Ambos trabajos fueron escritos para su tiempo con una intención política y utilitaria de entonces. Transcurridos los siglos las personas a las que Dante se refiere pasaron y las circunstancias políticas también cambiaron.

 Por lo demás si no fuera por las abundantes notas explicativas tanto del Apocalipsis como de La Divina Comedia, de seguro que muy poca cosa entenderíamos de esas dos obras literarias Esos trabajos nos parecerían como dos grandes galimatías A las que, por cierto, cada quien les daría la interpretación que más le pareciera pero que desde luego no correspondería a la idea original de los autores y de sus tiempo.

Se trata de un viaje imaginario de los poetas Virgilio y Dante a través del Infierno, el Purgatorio y el Paraíso. Se supone que Dante, guiado por Virgilio al principio, y por Beatriz más tarde, hizo su viaje al Infierno en el año mil trescientos. Después pasaría al Purgatorio y finalmente al Paraíso.

 En este lugar es en el que Dante conoce a la bella Beatriz: “Aquel sol que fue el primero que abrazó de amor mi corazón”. Y queda cautiva de ella. No hay que olvidar que Beatriz es una metáfora de la teología. Una nota explicativa del canto II dice: Beatriz, que fue en el mundo mi primer amor. No olvidemos que es símbolo de la teología”.

En este primer viaje los poetas conocen y se encuentran con diferentes personas: por ejemplo, Platón y Aristóteles están en el limbo, lugar que pertenece al Purgatorio; Virgilio, el guía de Dante, ya es muerto, va en espíritu; el único mortal en todo el recorrido es Dante.

 Desde luego es una obra llena de enseñanzas en contra del egoísmo, como los siguientes ejemplos: “En el cielo no se dice mío, sino nuestro”, o esta otra: “El rumor del mundo no es más que un soplo que tan pronto viene de un lado como de otro, y cambia de nombres por lo mismo que cambia de sitios”.


El submundo de la Divina Comedia
Pero hay más de fondo en esto de Dante y La Divina comedia. Debido a acontecimientos políticos de su tiempo, hubo en la ciudad del poeta conflictos armados. Dante se encontraba identificado con el bando contrario a la Iglesia. Perdida la partida, el poeta tuvo que huir por un tiempo al extranjero.

 A eso se debe que entre los personajes que colocaría en su extenso poema como habitantes del Infierno, se encuentran varios papas. De esta manera cuestiona la vida del cristianismo. O algunos aspectos del mismo. Es uno de los primeros grandes episodios documentados en que aparece  en la literatura el laicismo como arma punitiva contra la iglesia. Es decir, el jacobinismo.

Seria, no obstante, un error tomar a Dante como un jacobino. Fue de la tercera orden de San Francisco y conocedor amplio de la cultura de la Helade (Se le considera aristotélico),del Antiguo y Nuevo Testamento. Marco los errores de la Iglesia, con un siglo y medio antes que Lutero,  en  el proceder  de algunos papas. En otras palabras, Dante fue, al igual que Lutero, como una gran catarsis de la propia Iglesia.  
Se recordará que el laicismo es el gran vehículo del que se servirá el Renacimiento más adelante como expresión del Humanismo. Empezará como un laicismo meramente no religioso, pero no antirreligioso que después sería la tónica de las expresiones políticas Por eso es que en La Divina Comedia, dicha, o escrita en plena Edad Media, Dante va a ser el modelo temprano de Lutero que tardará casi dos siglos en llegar.

Por lo demás Dante nos parece como el eslabón perdido entre el Eneas de Virgilio y el Dante (como viajero del submundo) de Dante. Nacido en el último siglo antes de Cristo, Virgilio escribirá dentro del paganismo su Eneida.

 En esta gran obra Eneas, el personaje principal de la caída de Troya, se introduce en una enorme cueva que, poco a poco va configurando al submundo habitado por muertos que Eneas conoció en vida. De tal manera hay una línea directa, literaria e histórica, entre Platón,  Virgilio, Dante y Lutero.

Si la "sociedad general" se hace muy religiosa La Divina Comedia parecerá apenas un pálido reflejo del alma cristiana para el lector medio (suponiendo que algunos países tengan la fortuna de llegar a contar con un "lector medio").

Las grande sobras de la literatura no pasan por el microscopio de los pueblos. La cultura de los pueblos es la que es medida por estas obras. A semejanza de la cumbre de la montaña que se quiere alcanzar. Mide la fuerza o la debilidad de quienes la anhelan.

Si la sociedad se laiciza hasta cierto grado,el libro de Dante simplemente se cubrirá de polvo en un olvidado  anaquel o acabará en la hoguera. Sólo se apartarán  algunos ejemplares para su estudio en los institutos de cultura.

Fidelino Figueiredo lo dice así en su obra La lucha por la expresión: " Mudando el público con el andar de los siglos,muda la caja de resonancia; y las mismas cuerdas van vibrando siempre con efectos nuevos.El texto del autor  o la divina quimera por él erguida permanece intacta,pero las resonancias que es texto despierta en el medio lector son las que van variando."













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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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