Escalada libre




Todo fracaso en alpinismo es un gran logro.

Si estamos abiertos a aprender la lección.







Gravedad,voluntad y destreza corporal es la trinidad siempre presente en la escalada libre.

 En la mixta y en la artificial además se cuenta la "técnica con herramientas"

Hace ya medio millón de años que abandonamos este ejercicio de bajar y subir a los árboles cuando ibamos a recolectar. Las calles de la ciudad son horizontales y hay que empezar a recordar como se sube y se baja.


Tomado del libro Técnica Alpina, publicado por Actividades Deportivas y Recreativas de la UNAM, 1978. Textos de Armando Altamira G. y dibujos de Manuel Sánchez.

La escalada libre es la que se ejecuta únicamente con las manos y con los pies, sin utilizar ningún otro implemento más que la cuerda sencilla. Sólo los anillos de cuerda para  asegurarse de algún reborde natural forman parte del bagaje. En todo caso  la escalada en la montaña se asegura de abajo hacia arriba, lo que da libertad de acción y exploración al primero de la cuerda.


 Sólo en los salones de escalada se asegura de arriba hacia abajo. Esto último propicia una dependencia exacerbada hacia el seguro de la cuerda. Y con el tiempo inhibe las potencialidades del escalador.

Algo respecto del nerviosismo que se siente al comienzo de una escalada. La ansiedad o tensión, esa que nos hace sudar las manos cuando comenzamos la ascensión, sea escalada vertical o de talud, es absolutamente natural (y al que no le suden las manos mejor que se regrese)Tiene la función de adaptarnos a la situación que estamos desarrollando:

 "Desde el punto de vista neurobiológico la ansiedad no es una enfermedad sino una respuesta natural del organismo que nos adapta y dispone para enfrentarnos a lo que puede dañarnos física o mentalmente. Su objetivo es avisarnos que hay peligro y debemos prepararnos para atacar o salir huyendo." escribió Miguel Pérez de la Mora, del Instituto de Fisiología Celular, de la Universidad Nacional Autónoma de México, en la revista Academia del 1 de agosto de 2016.

Agrega que cuando aparece la ansiedad y no haya riesgo, o si su intensidad no guarda relación con el estímulo que la origina, se torna patológica, es decir, enfermiza.

El desplazamiento natural de la escalada libre en la montaña consiste en conservar siempre tres puntos de contacto con la roca, en tanto el cuarto (que puede ser una de las manos o uno de los pies) se desplaza para buscar el siguiente apoyo de avance. La exploración visual tiene que preceder cualquier movimiento (para este aspecto en particular ver, en este mismo blog, la nota "A.Abagnnano y la intuición en la escalada")

Por lo regular la escalada libre pura es practicada sólo por un número reducido de individuos.

El escalamiento es la continuación lógica y natural del acto de caminar.
Por eso en el principio tendrá que practicarse, a lo largo de varias temporadas, en terreno sencillo, sin accesorio alguno.



Lo que sí es indispensable desde el comienzo, es que el individuo se acostumbre a subir con botas para montaña y mochila. Esto en la perspectiva de capacitarse  para ulteriormente escalar en alta montaña. De todas maneras en alta montaña de nieve y hielo  no podrá subir con tenis con los que  acostumbra escalar en las losas calientes de  la  baja montaña.


José Méndez (recuadro) sube sin  cuerda y con botas en la pared de Los Perros, Salazar, estado de México (foto de 1955).
Realizó, con Heriberto Salazar, la conquista de la pared oeste de la  Torre Negra, en la cañada Nexpayantla, Popocatépetl.
Llevó a cabo la segunda solitaria a la pared norte Benito Ramírez, en el Circo del Crestón, Macizo de las Monjas, arriba de Chico, Hidalgo. 
 
Las botas estarán provistas de suelas especiales para escalar, pues se adhieren muy bien a la superficie, lo que da seguridad y confianza.
La mochila será sin  armazón, de las llamadas de “ataque”, y contendrá siempre, aun en las fases posteriores y últimas del aprendizaje, un peso moderado.


Se intuye que, mientras escalamos, la eternidad se encuentra un centímetro bajo nuestras botas.
Y, no obstante, por  salud física y mental  la escalada libre debería practicarla el individuo en todas las etapas de su vida. No como deporte sino como una forma de vida. En México se practica deporte de los 15 años de edad a los 35. Después se entra en un sedentarismo  patológico. Para tratar este asunto con responsabilidad ponemos la imagen de la escalera.

Para niños la escalera estaría a los 20 grados de inclinación. Para adolescentes 45 grados. Entre la juventud y la adultez se levantaría la escalera de manera gradual hasta los 90 grados. Después de los cincuenta años de edad la escalera iría bajando otra vez hasta los 20 grados. Es sólo una estimación para dar idea del factor dificultad de la montaña-edad humana.

Como se dijo,lo de la escalera  es sólo una metáfora.Escalar en un gimnasio,en vez de escalar en la montaña,es como hacer el amor con una muñeca inflable, en lugar de con una mujer real.

Por lo demás el escalador será tan sabio como para aceptar que con el tiempo no se juega. Mas o menos como sucede en el amor. Si se sitúa en su rango de edad no estará cometiendo ningún anacronismo. Imagine a alguien de ochenta años de edad queriendo emborracharse con cerveza como lo hacía cuando tenía veinte…

En el deporte de competencia de lo que se trata es conocer sus propios límites. El contrario es solo un pretexto que ayuda a conocernos. Se compite con sí mismo. Así es en escalada. Una vez conocidas sus capacidades, el escalador responsable para con él mismo, con su familia y con su sociedad, tendría que mantenerse en la práctica del 90 por ciento, o menos, de su potencial.



 
Siempre hay que cargar en la mochila un poco de miedo. El miedo es un logro para la supervivencia que debió llevarle a la Naturaleza millones de años perfeccionar. El miedo es como un radar o un  sonar, que nos informa de las posibles eventualidades a las que podemos enfrentarnos.
De ahí que sea una imprudencia recurrir al doping porque adormece la función del miedo.

Armando Altamira G.(con botas) en la primera solitaria a  la pared norte "Benito Ramiréz", Circo del Crestón, Grupo de las Monjas, de Chico Hidalgo, México(foto de Jorge Meneses, escalador de Pachuca, en el invierno de 1956).
Para esta fecha el primer tramo, de cuarenta metros, estaba completamente libre de clavos.

Desempeñarse en el 100 por cien de su capacidad, o más, solamente s e entiende en tres casos: 1) lo hace lícitamente por salvar alguna situación, eventual, en extremo peligrosa ,2) está llevando la práctica de la escalada a niveles patológicos y necesita con urgencia atención médica o,3) está utilizando alguna clase de dopaje que ya no le permite ver con claridad la situación y  su corazón trabaja ya  en límites prohibidos. Estos tres casos están muy documentados en la práctica del alpinismo mundial.

¿Dos milero, tres milero?
Cada generación de montañistas tiene la tentación de  autonombrarse "alpinismo moderno". En tanto las leyes de la fisica no cambien, y la fuerza de gravedad siga ejerciendo su atracción,  el alpinismo de todas las épocas será el mismo que cuando Whymper conquistó el monte Cervino, en el siglo diecinueve, o Chalchihuitzin el Popocatepetl, en el siglo trece( ver nota respectiva del Popocatepetl en este mismo blog).  Lo que sí se moderniza de continuo, afortunadamente, es el equipo. Tanto de abrigo como la "ferretería" y aun de la  alimentación.

Por lo que respecta a una referencia real, exenta de pretensiones egocentricas generacionales, para tratar de situar nuestra actuación en la montaña, sería lo que nosotros hemos llamado la " situación milenaria". ¿Escalas en los 2 mil?, ¿En los tres mil?, etc. Aquí son requerimientos concretos, practicos. Una serie de factores señalados por la altitud. o altura sobre el nivel del mar, nos imponenen las condiciones en las que debemos  movernos, tales como temperatura, altitud ( haciendo referencia a la producción de globulos rojos en nuestra sangre), subir con otro tipo de ropa diferente a la que usamos en los 2 mil metros de altitud, etc. La psicologia  del individuo tampoco es la misma si escalamos una roca dentro de la ciudad ( o en el gimnasio)que si estamos lejos de la gente, entre rocas y hielos... Con base en lo anterior  la propuesta milenaria es: ¿eres dos milero?. ¿tres milero?, ¿cuatro milero?, etc



Volvemos a lo que hemos perdido en agilidad con nuestra vida de la ciudad industrial, calles  horizontales, sedentarismo con lo del descubrimiento de la agricultura,sobre peso...Es cosa de readaptarnos a como eramos. Y cómo eramos viene de muy lejos. Hablando de la vida en el terciario, H.H.Read, apunta, en su obra Geología,(Fondo de Cultura Económica,México,1975): " Los primates más antiguos,orden al que pertenece el hombre,venían,probablemente,de los insectívoros cretáceos, algo como un trepador moderno,y a través de formas análogas a las de los lemúridos se desarrolló el gran tronco de donde procede el hombre.La vida en los árbole requiere buena vista y un cálculo exacto de las distancias,equilibrio físico y buenas facultades prehensoras en las extremidades.Con la agilidad del cuerpo,se desarrolló la actividad cerebral para coordinar las distintas funciones y en el plioceno apareció algo semejante a un hombre."

 Como sea, recordamos aquí las palabras de Baltasar Gracián, ese sabio español de comienzos del siglo diecisiete que se refiere a las varias etapas de la vida del individuo:" Depende también de la edad;niñea y caduca con ella;su extremado vigor está en el medio;hasta los sesenta años es el crecer;desde ahí adelante ya flaquea,y conócese bien en las obras de los más grandes hombres;hasta los cuarenta años no está del todo hecho, y aunque a veces más picante,pero no tan sazonado,que es gran perfección la madurez;de modo que su florecer  son veinte años,y si pareciere poco,sean treinta."(Agudeza y arte de ingenio)



Pero, escales donde quieras o puedas, recuerda que hay más riesgo en cruzar una calle de la ciudad  que en escalar una pared de roca, nieve y hielo o que caminar en el bosque (hacer click en video)







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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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