Julian Marías |
Sus cuestionamientos son de calidad. Julián Marías es una filósofo de verdad. Pertenece a ese gran aporte cultural que España ha dado al mundo a través de los siglos.Trae el paquete de los filósofos de todos los tiempos. Pero su visión fresca hace que se aparte del terreno árido especulativo, y aborde cuestiones de los tiempos recientes y con enfoques para el estándar.
Cree dar con la solución que, en realidad, otros ya habían pensado. Es el mismo anhelo de los filósofos que quieren que el individuo sea tan suficientemente filósofo que nadie pueda decirle nada y que él, en cambio, pueda decirle a la sociedad. Como si la humanidad naciera magistral y no existiera el aprendizaje a base de prueba y error. ¡Porque aun la reminiscencia necesita de un período de recordación!
A estas alturas de los tiempos Julián Marías no puede rechazar, ni quiere, la presencia y la acción de los partidos. Sin embargo, considera que la mayoría de los votantes deberían no pertenecer a ningún partido político. Aunque sí ir a votar.
Es decir, actuarían como una super conciencia política que le daría el triunfo a alguno de ellos, pero sin pertenecer al mismo. De esta manera el individuo seguiría libre de todo programa, o control estatutario, y de toda obligación (tal vez algo de esto sucedió en México el 4 de julio del 2000). Los afiliados harían la obra negra respecto de la organización y la propaganda, poner urnas y vigilarlas, contarlos votos y, en último caso, poner el pecho para defender el voto.
Los no afiliados nada más votarían: “Los afiliados deben ser los que organizan el mecanismo electoral en todas sus fases, los que velen por los derechos del partido, los que asumen las funciones políticas, optan a los cargos electivos, ejercen el Poder en caso de triunfo electoral, trazan las líneas de la oposición cuando no alcanzado la victoria. Un partido nacional bien organizado reclama muchos esfuerzos, y no puede funcionar más que con un considerable número de miembros repartidos por el país”.
En ocasiones parece que estamos leyendo a George Orwell con su metáfora de la granja. Hay un determinismo de la historia, el eterno retorno, al que el autor se opone en la escala macro, pero en lo inmediato hay dificultades para descifrar la libertad del individuo en el panorama de un sistema parlamentario.
La democracia no quiere decir libertad, se hace lo que dice la mayoría.Es la dictadura de la mayoría.Una mayoría decidida por una microminoría desde la Cámara Legislativa.Se la acepta y tolera porque ahí tienen voz las minorías representadas.
El individuo debería ser libre por sobre todas las reglas y a la vez dictar las reglas por medio de su voto individual, universal y secreto. ¿Esto es la esclavitud o sólo la mitad de la democracia? ¿La libertad o el panorama de la casi dictadura? Esta superconciencia política no quiere aprender, no quiere escuchar. Quiere dictar, quiere enseñar. Y a la vez ve a la sociedad actual como una granja en el que las gallinas pueden ir y venir por todos lados pepenando y copulando. Empero, la granja tiene un dueño, o dueños (la Cámara de Legisladores que legislan lo que otros legisladores, cercanos o lejanos, les permiten que legislen), que dice cómo tienen que ser las cosas.
Y el autor, por más que le busca lleno de la mejor intención y armado con las mejores luces de la esperanza y la academia, parece desencantado cuando escribe al final, respecto de este tema y refiriéndose a los dueños de la granja: Son esos mismos señores los que, libremente, por un acto de decisión, imponen el determinismo”.
En suma, el trabajo citado de Julián Marías, en este capítulo concreto, nos vuelve a enfrentar con un enigma. El que a las izquierdas de la Segunda República Española no les fue dado resolver, cuando se encontraban bajo los fuegos cruzados entre la Montseny, la Pasionaria, Franco, Stalin y Mussolini.
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"Filósofo católico español discípulo de José Ortega y Gasset.
Nació en Valladolid el 17 de junio de 1914. En 1919 se traslada con su familia a Madrid y estudia en el Colegio Hispano. Obtiene el título de Bachiller, en Ciencias y en Letras, en 1931 en el Instituto Cardenal Cisneros.
Con gran esmero cursó entre los años 1931 a 1936 (periodo de la República) la licenciatura en Filosofía en la Universidad de Madrid, fue discípulo de Ortega y Gasset, Xavier Zubiri, José Gaos, Manuel García Morente, etc. También empezó la carrera de Química, pero la dejó al comprobar que su verdadera vocación era la Filosofía. En los cinco años de carrera se va a cimentar su formación y lo que luego será su vida profesional y personal. Compañera suya de estudios fue Dolores Franco, que desde 1941 sería su mujer.
Lector insaciable, va formando una biblioteca que le permitiría, con apenas 26 años escribir una "Historia de la Filosofía" citando textos originales que tomaba de entre sus libros. Aprende griego por indicación de Zubiri, y leyendo la primera edición de "Sein und Zeit" de Heidegger en 1934 perfecciona el alemán que había aprendido en las clases de bachiller con Manuel Manzanares. Sus primera publicación de cierta entidad es su participación en el libro "Juventud en el mundo antiguo", editado en 1934 (recogía textos de Marías, Carlos Alonso del Real y Manuel Granell) narrando el crucero universitario que en 1933 realizaron estos estudiantes por el mar Mediterráneo, y en el que también participaron Salvador Espriu, Enrique Lafuente Ferrari, Luis Díez del Corral, Antonio Rodríguez Huéscar, etc.). Asimismo, en 1934 publica una traducción de Auguste Comte, por encargo de Ortega y Gasset" Wikipedia.
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