CHESTERTON, HOMBRE DE FE Y DE LETRAS

 

                                                           

 

 


 

Lo escribió en el siglo diecinueve, mucho antes de la era de los videojuegos, el reality show, los programas de la telerrealidad y     las fake news o noticias falsas

Es bueno que los niños se den perfecta cuenta de que existe un mundo objetivo fura de ellos, tan sólido, por lo menos, como el farol que hay en la calle.

 

El genio de la especie (conocido en Grecia antigua como Eros, que después se presentó como un niño con alitas), sentado en el Mytikas, la cumbre más alta de la cadena montañosa del Olimpo (2.918,8 metros), ahora no puede creer la llamada moderna guerra de los sexos. En la antigüedad ( y sigue) el hombre (propiamente , el macho) pisoteó a la mujer:

La filosofía y la Iglesia primitiva trataron de la mujer como si fuera  una institución y, en muchos casos, decidieron abolirla.

 Ahora la mujer se la está cobrando con la misma moneda:

La producción moderna femenina de literatura trata del hombre como si fuera una institución y decide abolirlo. Lo único que cabe hacer es sugerir tímidamente que ni el hombre ni la mujer son instituciones, sino cosas completamente naturales y que existen.

 


Dibujo tomado del libro La psiquiatría en la vida diaria, de Fritz Redlich, 1968

 


Muchas novelas pueden ser señalada como fake news (por su intención), o de contenido falso, aun dentro de la libertad que da el lirismo en literatura:

Los escritores parecen tener la extraña noción de que su misión consiste en engañar al lector, y que mientras consigan engañarle, no importa que al final le defrauden.

 

Una disyuntiva pone Chesterton sobre el tapete, disyuntiva que ni Edipo, gran descifrados de enigmas, pudo resolver:

Si me emborracho, olvidaré la dignidad; pero si me mantengo sobrio, puedo desear la bebida.

 

 “Gilbert Keith Chesterton, más conocido como G. K. Chesterton, fue un escritor, filósofo y periodista británico católico de inicios del siglo XX. Cultivó, entre otros géneros, el ensayo, la narración, la biografía, la lírica, el periodismo y el libro de viajes. Se han referido a él como el «príncipe de las paradojas.​

Nacimiento: 29 de mayo de 1874, Kensington, Londres, Reino Unido.Fallecimiento: 14 de junio de 1936, Beaconsfield, Reino Unido”. Wikipedia

ORTEGA, IDEAS PARA LA NOVELA

 

 

 

 


 

Referencias:

El náufrago ilusionado-Rafael García Alonso

El tema de nuestro tiempo-José Ortega y Gasset

Parerga y Palipómena- Arturo Schopenhauer

 

Ver más allá del fenómeno

 

Ortega:

En la función intelectual no logro acomodarme a mí, serme útil, si no me acomodo a lo que no soy yo, a las cosas en torno mío, al mundo transorgánico, a lo que trasciende de mí.


Es  un error pretender que el arte se subordine al realismo  y quede a la altura de la pesada realidad

García:

El realismo encarna el error más común y al tiempo más grave que afecte a la comprensión del arte. A saber, considerar que la obra artística es heterónoma respecto a la realidad habitual a la que debe copiar. Dicho ontológicamente: el arte es, de suyo, una actividad ideal e irreal capaz de elevarse por encima de lo material y real, es, por lo tanto, un error pretender que se subordine y quede a la altura de la pesada realidad.

 

Más efectivo, que el diclofenaco, contra el mortal aburrimiento, es escribir o leer poemas, o novelas.

Schopenhauer:

En las masas, al igual que en las aristocracias, pocos leen, pero todos parlotean.

Podemos esperar lo mejor de los barcos de vapor y los ferrocarriles, que favorecen el intercambio de pensamiento tanto como el de mercancías, con lo que ponen en el mayor peligro la beatería popular que con tan pícaro cuidado es cultivada en Inglaterra y domina incluso las clases superiores porque, en efecto, allí pocos leen pero todos parlotean.

 


Un mundo en el que todos lean (libros, no celulares) y pocos parloteen.

Viñeta tomada de El País,29 de junio de 2019

 

Sin justicia la realidad de la vida humana es un sofisma de letrina.

 Ortega:

Lo justo debe ser cumplido, aunque no le convenga a la vida. Justicia, verdad, rectitud moral, belleza, son cosas que valen por sí mismas, y no sólo en la medida que son útiles a la vida.



Hay novelas que son, ni más ni menos, Declaración de Principios de algún partido político, sindicato o secta.  Ignoran el pretérito y arrancan hacia su creación espontanea. Exentas por completo de ideas estéticas, tratamiento dialectico, y sólo intereses sectarios empíricos. Es su derecho. El fraude está en la palabra “novela”.

 García:

Es el caso del escritor sin talento, que se autoconvence de no necesitar virtudes específicamente estéticas, esto es, ideas, imágenes, gracia, amenidad, etc., sino simplemente luchar por algo con su obra. Como el socialismo o la libertad.

 


                        Viñeta tomada de El País, 11 de octubre del 2014


Meterse al ruedo y luego ver los toros desde la barrera. Sigue digerir y escribir. Esto último requiere apartarse. Convivir con la gente, estar entre la gente, le da calor a la vida y se aprende de ella pero, permanecer  en la boruca resultará un escrito de pura boruca. Embrutecerá a la masa en vez de aportar sugerencias de calidad para la vida.  Así es el mundo de la novela. De trescientas novelas, dice Voltaire, sólo pasarán 30.

 Schopenhauer:

 La eminencia del espíritu conduce a la insociabilidad. De hecho, si la calidad de la compañía pudiera sustituirse por la cantidad, valdría la pena incluso vivir en el gran mundo: pero, por desgracia cien mentecatos en grupo no dan un hombre inteligente.

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José Ortega y Gasset fue un filósofo y ensayista español, exponente principal de la teoría del perspectivismo y de la razón vital e histórica, situado en el movimiento del novecentismo.”

Rafael García Alonso (Madrid, 1956) es profesor en el Departamento de Sociología del Arte y de la Literatura en la Universidad Complutense de Madrid. Su tesis doctoral versó sobre “Robert Musil y el hombre escindido” (Mención en el XII Premio Anthropos de Ensayo).”

Arthur Schopenhauer, fue un filósofo alemán, considerado uno de los más brillantes del siglo XIX y de más importancia en la filosofía occidental, siendo el máximo representante del pesimismo filosófico​​ y de los primeros en manifestarse abiertamente como ateo.”​       

VOLTAIRE, CANDIDO Y LA NATURALEZA HUMANA

 


El mejor de los mundos posibles se llama a esta vida porque  está hecho de los más grandes contrastes: amor y gente moralmente miserable.

 Francisco de Asís y Mefistófeles.

 Es la mezcla que compone la vida. No hay pueblo en la tierra que vaya de otra manera. Según el nivel de cultura de ese pueblo su existencia será terapéutica o catártica. Humana o infrahumana, tranquila o calcopiritica.

 No el nivel académico sino el nivel cultural El primero busca el mejoramiento económico y el segundo el progreso cultural.

Sólo un escaso número de individuos pueden conciliar ambos valores y pasar por el ojo de la aguja. Los demás  son pura santidad, que ya tiene poco de humano. O pura corrupción, que de igual manera se aleja de lo humano.

De amor y egoísmo está hecha nuestra vida y lo practicamos diez veces al día. Soñando siempre con el mejor de los mundos posibles en tanto nuestro egoísmo acaba con el hielo de los glaciares de descarga en el mar, los glaciares de valle y los glaciares de las montañas.

 Voltaire no se siente llamado, al menos en su obra titulada Cándido, a dar los tonos cálidos de la existencia humana. Desde la Ilustración, en la que militaba, no hace concesiones al Romanticismo, la ideología de contraste.





Voltaire






Su obra se centra en la trapacería a la que tan inclinados son las mujeres y los hombres:

“Todo el tiempo se consume en impertinentes contiendas de jansenistas con molinistas, de parlamentarios con eclesiásticos, de literatos con literatos, de Palaciegos con Palaciegos, de financieros con el pueblo, de mujeres con maridos y de parientes con parientes; es una guerra interminable”

“François Marie Arouet, más conocido como Voltaire (1694-1778), filósofo, poeta, ensayista, dramaturgo e historiador francés, es una de las figuras principales de la Ilustración. Luchó, empleando su pluma, contra la ignorancia, la intolerancia y el fanatismo.”

Unas palabras de Schopenhauer sería la introducción perfecta para el libro mencionado de Voltaire:

“Como resultado de una larga experiencia se ha dejado de esperar mucho de los hombres; porque, tomados en su conjunto, no pertenecen a la clase de gente que sale ganando cuando se la conoce de cerca: antes bien, uno sabe que, exceptuando unos pocos casos felices, no encontrará más que ejemplares muy defectuosos de la naturaleza humana que es mejor no tocar”. (Parerga y Palípomena)

Pero guardémonos de pensar que Voltaire es un vinagrillo criticón, patológico, de esos que se encuentran a menudo en la calle con sus opiniones de pasillo y en algunos medios de información masiva.

Voltaire, a semejanza De la Bruyere, es un hombre muy culto y critico agudo. Es uno de esos escritores que no se pueden evitar, como tampoco se pueden evitar leer, conocer, sentir, Las Florecillas de San Francisco.

 Si se tiene valor para leer a ambos, lo que escasamente sucede. Nos atrincheramos en nuestra secta cultural y de ahí nadie nos mueve.

El mundo abunda de basura y los valores casi no se ven, pero están aquí.

No hay por qué asustarse. Jesús, en el llamado Sermón de la Montaña hace el inventario de cien toneladas de basura humana, a través de más de treinta imperativos categóricos: ¡No mataras, no fornicarás, no hurtarás…! Voltaire como Jesús, como Eurípides, no inventaron el mal, sólo lo describieron.



La novela Cándido es una serie de aventuras desafortunadas que viven sus personajes, empezando por su personaje Cándido, que, según se colige por su nombre, va por el mundo maldito y perverso con una candidez buscando a su amada Cunegunda de la que dice: “la perla de las doncellas, la obra maestra de la naturaleza”.

 Pero desde la Ilustración Voltaire, como muchos de ellos en sus novelas, no puede aterrizar en un final feliz y hace lo posible por quitarle los tonos cálidos a ese romance.



Algunas de las expresiones de la novela.

 

Dios no les dio (a los hombres) ni cañones de veinticuatro ni bayonetas, y ellos para destruirse, han fraguado bayonetas y cañones.

 

Candido,aterrado,sobrecogido,desesperado,ensangrentado, se decía: “Si éste es el mejor de los mundos posibles, ¿cómo serán los otros?  

 

No sé de nada más divino que esos padres, que aquí hacen la guerra a los reyes de España y Portugal y los confiesan en Europa

 

Estamos rodeados de peñascos inabordables y de precipicios, siempre hemos vivido exentos de la rapacidad de los europeos, que aman con furor inconcebible los pedruscos y el lodo (de oro) de nuestra tierra y que, para apoderarse de ellos hubieran acabado con todos nosotros sin dejar uno vivo

 

Los fetiches holandeses que me han convertido, dicen que los blancos y los negros somos hijos de Adán. Yo no soy genealogista: pero si los predicadores  dicen la verdad, todos somos primos hermanos; y no es posible portarse de un modo más horroroso con sus propios parientes.

 

Una mujer vieja, que, en el transcurso de los viajes por alta mar, fue violada por negros y piratas, vendida como esclava y pasado por las peores experiencias y vejaciones que una mujer puede pasar, se pregunta, reflexiona, sin embargo, que puede haber algo más terrible y peligroso que todo eso: el aburrimiento:

 

Quisiera yo saber qué es peor. ¿ser violada cien veces al día por piratas negros, verse cortar una nalga, pasar por vaquetas entre los búlgaros, ser cortada y ahorcada en un auto de fe, ser disecada, remar en galeras y finalmente padecer cuantas desventuras hemos pasado, o estar aquí sin hacer nada?

 

Exceptuando siempre a El Dorado. Aún no he visto un pueblo que no desee la ruina del pueblo vecino, ni una familia que no quiera exterminar otra familia.

 

A fuerza de sangrías, recetas y médicos, se agravó la enfermedad de Cándido. Un cura de barrio le ofreció, con mucha dulzura, una entrada para el otro mundo pagadera al portador.

 

Estoy tan hastiado de la inmensidad de libros  malos que nos inundan, que me he dedicado a jugar al faraón…de tres mil pasan y no hay treinta buenos

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LA BALADA DE LOS IRLANDESES EN MEXICO

 

 


De aquel lado son traidores.

De este, héroes y se les recuerda, en ceremonia,  cada año el 17 de marzo en México y el 12 de septiembre en Clifden, en el condado de Galway, Irlanda


CUADERNOS DE EDUCACIÓN SINDICAL # 55

 

LA BALADA DE LOS IRLANDESES

Armando Altamira Gallardo

SECRETARIO GENERAL: Agustín Rodríguez Fuentes

SECRETARIA DE PRENSA y PROPAGANDA: Guadalupe Gamboa Ortiz

EDITADO POR LA SECRETARIA DE PRENSA Y PROPAGANDA DELSTUNAM

Agosto de 1998

 

        


                   
Escenas de la guerra Estados Unidos-México

                                 Las viñetas fueron tomadas de Internet.

        

LA TORTUGA

 

Los gringos jóvenes se hacen viejos aquí

en sombreros de paja con cintas de seda

como se usan en los yates a miles

de millas de cualquier parte, comiendo mariscos

bajo el viento suave de la terraza

del restaurante de La Tortuga

tomando pepsi al son de los mariachis

con sus gringuitas al lado

en toda su risa güera

 

Los mexicanos jóvenes se hacen viejos

en la azotea al otro lado del callejón

con los pechos desnudos al rayo del sol

subiendo por la rampa

carretillas con cargas de concreto

vaciándolo en la rejilla de acero

y extendiéndolo después

con la 2 x 4 grises. Se dice

que cada uno de ellos nos debe billones

de dólares americanos recién impresos.

 

John Oliver Simon

 

(Más de Dos Siglos de Poesía Norteamericana. tomo II)

 

La explotación del trabajador manual, científico e intelectual, es la meta.

 

La labor de división entre protestantes, católicos y racionalistas de todos los matices, ha dado magníficos resultados hasta la presente para alcanzar aquel objetivo. Entre menos se unan, mejor.

Esta acción de división contra el pueblo comenzó hace varios siglos y, quién lo creyera, se dio en los niveles de la religión y la filosofía europeas.

En la actualidad a la acción de individualizar, o dividir, se le conoce con varios nombres. Entre otros: neoliberalismo y modernidad. Parecen cuestiones aburridas de los intelectuales pero que afectan directamente al bolsillo del proletario.

El "me importo sólo yo y qué, impide la fraternidad" escribió Marcos ( el de Chiapas) en su larga epístola "Máscaras y Silencios" de mediados de julio de 1998. Otro siglo pero el mismo contexto.

Esto a la larga dividió la lucha de los partidos políticos y vemos que ha repercutido en la cancelación de contratos colectivos, desembocando a su vez en la contratación individual por horas y destruyendo la seguridad en el trabajo, y también sus prestaciones sociales, que el pueblo posiblemente no volverá a encontrar ni aun en la etapa de las pensiones y jubilaciones. Desgraciada labor que ahora los sindicatos tienen  que ir reconstruyendo con grandes esfuerzos.

¿Por qué traer a colación el asunto tan incómodo de los cristianismos ortodoxo y liberal? Porque precisamente eso fue lo que estuvo en el tapete de las acciones en la historia que aquí relatamos. Pero se manejo como un fin cuando apenas era una mampara que tenía el objetivo de velar el verdadero motivo que es la explotación de los pueblos.

La salvaje lucha entre católicos y protestantes irlandeses, ¡a lo largo de cientos de años!, es el ejemplo más objetivo de la labor de división: mientras ellos se combaten en nombre del cielo, hasta el exterminio, los mandos ingleses explotan a los obreros ingleses e irlandeses.

El presente trabajo habla concretamente de un episodio histórico entre México y Estados Unidos. Pero dice, ¡quién lo sospechara!, sobre todo de una guerra que se echo a andar precisamente para alcanzar, con el tiempo, la explotación del trabajador estadounidense y del mexicano, según el modelo inglés -irlandés.

Los irlandeses a los que aquí nos referimos eran parte del ejercito de invasión de los Estados Unidos en el siglo pasado. En algún momento de la campaña por razones religiosas y sociales análogas a las de los mexicanos, y sociales históricas entre Irlanda e Inglaterra, se pasaron al bando del ejercito mexicano.

 Con la experiencia nacional centenaria que ellos tenían en Irlanda sabían que México no solamente iba a ser cercenado en su territorio sino con el tiempo, igual que ellos,  iban a quedar sus habitantes convertidos en mano de obra barata y por lo mismo en presión muy ad hoc para el movimiento obrero estadounidense, como los irlandeses lo eran, de manera involuntaria, para los trabajadores ingleses (ver de Robert Coles: Irlanda: Dos Realidades. Revista Contextos. México.  Año 2. Número 10. 12-18 de marzo de1981).

Hicieron la campaña con valentía  a lo largo de todos los combates hasta el momento de la última batalla en Churubusco en que al mando de Anaya, se perdió la guerra y, junto con los mexicanos, fueron hechos prisioneros.

Semanas más tarde, después de haber sido torturados  y vejados. Los irlandeses empezaron a ser ahorcados a manos de los soldados estadounidenses en diferentes poblaciones del sur oeste del valle de México.

 En recuerdo suyo, la plaza del ex convento de Churubusco lleva su nombre: "Plaza de los irlandeses", así como una calle que converge al mismo lugar.

A unos metros a la derecha de la puerta de la entrada principal al ex convento cerca también a uno de los cañones utilizados en esta guerra, se encuentra una placa metálica que dice: "Plaza Batallón de San Patricio" y más abajo: "En memoria de los mártires irlandeses de la guerra de intervención de 1847". Esta placa fue puesta el 13 de septiembre de 1981 por el entonces presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, José López Portillo. Y una calle que converge directamente a esta plaza lleva el nombre de: "Capitán John O' Reilly, comandante del Batallón de San Patricio". Según la tradición, este capitán fue el primero que decidió pasarse al bando de los mexicanos y después lo fueron siguiendo otros irlandeses.

Para entonces, en la independencia, los católicos de pronto se habían encontrado en desventaja por su asociación forzada de trescientos años con el poder virreinal español.

Pero por su experiencia milenaria, en otras partes del mundo, sabían los católicos que el cristianismo heterodoxo individualista, pecuniario y depredador (no demasiado diferente del pensamiento nietzscheano en el fondo) manejaba con destreza a la distancia cartas de la filosofía racionalista sin que apenas se sospechara su autoría y desde entonces, para escapar al golpe de la doctrina Monroe, brazo secular armado del teológico destino manifiesto de Polk, buscaron apoyo en Europa.

 

Por su parte los agnósticos mexicanos estaban absortos tratando de descifrar lo del liberalismo, que les hablaba de la libertad de espíritu.

 En tanto los agrimensores angloamericanos trazaban con todo espíritu previsor, exactamente en 1811, cuando todavía ni sIquiera Hidalgo era apresado en Acatita de Baján, el Camino Nacional ( también conocido como Camino Cumberland y Old Pike), que partiendo de Cumberland, en Pensilvania, en el este, llegaba hasta Vandalia, en Illinois, cerca del Misisipi (ver revista National Geographic, en español, vol. 2. número 1. marzo de 1998) con lo que se facilitaban en gran manera el acercamiento de sus tropas al norte mexicano, que para ellos sería desde entonces el oeste. Este Camino Nacional fue terminado en 1838, dos años después que se declarara independiente a Texas y diez antes de la anexión de los territorios mexicanos del norte.

 

Y en tanto los centralistas y los federalistas mexicanos se destruían entre sí, los soldados profesionales de West Point forjaban a ritmo acelerado el acero de sus espadas y el de sus cañones. Estaban decididos a conquistar a México y al continente y a mover su capital de Washington a Panamá y se prepararon con todo cuidado para lograrlo. Ya Texas había caído desde 1836 y era el momento de movilizar a su ejército para arrebatar los paralelos norteños mexicanos del 42 al 32. Entonces Polk,  el presidente de Estados Unidos, le dio el toque supremo a tal empresa: dijo que lo hacía por mandato de Díos. Eso empujaría a sus soldados a realizar esfuerzos más allá de lo humanamente posible.

“La conquista del oeste”, que dicen las películas, no fue tal. Las comunidades de estadounidenses se desplazaron desde el este hacia el oeste con permiso del gobierno mexicano. Por una cuota tenían derecho a construir sus casas y haciendas. En esto jugó mucho la miopía y la corrupción de las autoridades mexicanas. Una vez establecidas las comunidades anglosajonas simplemente se desligaron de México. Como lo hizo Texas, la primera en independizarse.

 

Gentes de la cultura de la categoría de Ralf Waldo Emerson y un número importante de legisladores se opusieron y criticaron semejante proyecto de guerra manifestando que el pueblo hermano mexicano no merecía eso, pero Polk siguió adelante.

Emerson, Thoreau y 60 legisladores estadounidenses condenaron el proyecto de anexión de Polk. Por lo que es injusto satanizar al pueblo norteamericano en su conjunto.  

En correspondencia, los mexicanos podrían familiarizarse, al menos, con las luces intelectuales, de dimensiones universales, de Emerson y Thoreau.

Ya para estas fechas tempranas en la historia del México independiente, Estados Unidos disponía de una arma más temible aun que la de su ejército. La información de la tierra en la que habían puesto su atención. Ya conocía para entonces la debilidad de la naciente sociedad mexicana a la que, por cierto, su primer embajador, Poinsett, había contribuido mucho. Pero sobretodo ya sabía de los trabajos como los de Humboldt y los de los gambusinos que PoIk había enviado con toda antelación, y que eran en realidad geólogos, no gambusinos: en California, Texas y otros estados había casi infinitos yacimientos de oro y petróleo, amen de otros recursos no renovables y de los renovables (ver Humboldt, Ensayo Político sobre el Reino de la Nueva España y el otro que es Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente, así como una biografía sobre "Alejandro von Humboldt" escrita por Hanno Beck, publicada por el Fondo de Cultura Económica, México, 1971).

 

Esto fue lo que hizo cambiar de bandera a los irlandeses pues entendían que el encuentro entre protestantismo angloamericano y el catolicismo romano de México eran como en su país, una cortina de humo religioso para ocultar las verdaderas causas de la invasión. Durante setecientos años Irlanda había sufrido para entonces la dominación de Inglaterra y a esa explotación despiadada del obrero y el campesino irlandés se le había hecho aparecer ( y en los medios de información de cada día podemos constatar que aun hoy se le sigue haciendo aparecer) como una guerra de antagonismos religiosos entre protestantes ingleses e irlandeses del norte contra irlandeses católicos del sur.

 

De esta manera habían obtenido por cientos de años mano de obra barata en Irlanda. Además eran utilizados para presionar al propio obrero inglés. Cuando éste pedía incrementos salariales y prestaciones sociales llevaban a obreros irlandeses que debido al subdesarrollo impuesto debían conformarse con percepciones muy por debajo de las exigidas por los obreros ingleses.

 Con el tiempo los obreros de ambos países hubieran llegado a ponerse de acuerdo de alguna manera.

Pero el argumento de protestantismo contra catolicismo romano y viceversa era algo sobre el que nadie iba a ponerse de acuerdo y la prueba está en que para este 1998, en que escribimos el presente trabajo, aun no se ponen de acuerdo a pesar de los grandes esfuerzos ecuménicos que ambas iglesias han hecho desde hace mucho.

A través de esos medios de comunicación al mundo se le hace creer que es una cuestión de credos religiosos cuando en el fondo se trata de explotación de obreros, y cuando ya están poniéndose de acuerdo después de muchos esfuerzos, basta con que otro protestante u otro católico aparezca muerto para que de nuevo se vicie el ambiente y todo vuelve a retroceder.

 Fueron clarividentes: nuestros "braceros" y "mojados" mexicanos serian la equivalente mano de obra barata frente al movimiento obrero norteamericano.

 Moore dice que apenas medio siglo más tarde, "Para el año 1900 ya se había definido al trabajador mexicano, en los medios rurales y urbanos de Texas, como un ser inferior, miembro de una raza distinta, sin derecho a igualdad social, educativa ni política" (ver Los mexicanos de los Estados Unidos y el Movimiento Chicano, de Joan Moore, editado por el Fondo de Cultura Económica. México, 1972).

 

¿Polk hablando en nombre de la divinidad? Fue un visionario. Las guerras famosas que conoce la humanidad son a las que se les ha dado el carácter de religiosas, o bien que se han hecho en nombre de la divinidad. En todas partes los oráculos han hablado al pueblo de parte del cielo.

James Knox Polk sabía bien que si hablaba en nombre de Dios su pueblo enmarcaría sus palabras en una conocida tradición religiosa más que laica.

 Esto de que el enemigo se ocupe de profundizar en las ideas filosóficas racionalistas en tanto el que habla en nombre de Dios se ocupa en preparar sus barcos de guerra, es una estratagema que casi nunca queda al descubierto por los pueblos y en muchas ocasiones ni siquiera por los dirigentes políticos de esas naciones ni por su inteligencia.

 Se lanza al aire el reto cultural entretanto el pistolero más rápido del oeste desenfunda su arma. Se pierde el tiempo, se distrae a medio mundo y las consecuencias son fatales.

No sucedió así en la segunda guerra mundial. Adolfo Hitler también habló como todo un visionario en nombre de la Providencia y de la Cultura pero habló a pueblos experimentados que ya habían utilizado ese argumento a través de la historia.

 El resultado fue que en ese momento los racionalistas de la revolución bolchevique, y todos sus aliados, se pusieron a fabricar cañones en la medida, o más, que el nazismo los fabricaba.

 En el México al que nos estamos refiriendo se estudiaba a Rousseau, la libertad, igualdad y esas cosas de la revolución francesa, mientras Polk juntaba todo el azufre que pudo encontrar para fabricar su pólvora.

Sí, en todas partes se habla en nombre de la divinidad. Si al menos el pueblo del mundo supiera cuántas veces lo han esclavizado en nombre del cielo de seguro se asustaría.

La película rápida de esta cuestión serían las nueve destrucciones de Troya, o al menos la de Héctor cantada por Hornero, Moisés y su destino manifiesto judío, Saladino lanzándose contra los europeos en Jerusalén, llevando por delante el destino manifiesto musulmán, las Cruzadas penetrando la península arábiga con su destino manifiesto cristiano, Carlomagno defendiendo a la iglesia de occidente y al reino de occidente, por la fe el desarrapado grupo chichimeca llamado "mexica" con su destino manifiesto de Huitzilopochtli, Hernán Cortés mostrando la espada y la cruz en México y su destino manifiesto español con Santiago apóstol por delante, Polk presidente de los Estados Unidos y su destino manifiesto anglo para civilizar a los pueblos del continente,

También ha habido grandes penetraciones de pueblos en nombre del pensamiento racionalista como el griego de la antigüedad con su guía Alejandro esparciendo este pensamiento por las regiones del Cercano Oriente, Carlomagno defendiendo la iglesia pero ahora alfabetizando al pueblo franco, las guerras napoleónicas procedentes de la revolución francesa,  la revolución soviética en este siglo, la revolución mexicana, si es que a ésta en realidad le podemos conferir algún tipo de filosofía propia que no se hubiera ya considerado por el pensamiento federalista mexicano desde el siglo anterior.

En México en el siglo pasado no había una ideología superior de guerra frente al extranjero que desde hacía mucho tiempo ya se veía agresivo, Había de todo, pero poquito y en desorden.

No obstante nuestra actual posición y composición democrática y de hermandad con todos los pueblos, la verdad es que  México tiene una antigua actitud filosófica del hombre fuerte en el poder y por lo tanto ha conocido épocas en que también ha sido expansionista.

 

Teotihuacán, Tollan. México- Tenochtitlan, Mayapan y en realidad todas las civilizaciones mesoamericanas fueron expansionistas durante miles de años.

  México sabe entonces, por experiencia propia, que en la guerra el triunfo y la derrota corresponden no a intenciones de buena voluntad de logia, o de iglesia o de partido político frente al enemigo sino a ecuaciones castrenses muy precisas.

Sabe que frente a los cañones del ejército invasor cualquier situación que no hable el mismo lenguaje con la misma o con mayor intensidad es preludio de esclavitud, y que por lo tanto el invasor ante una actitud titubeante se mete hasta la cocina de la casa.

Así lo hizo el estadunidense en el siglo pasado y llegó hasta el mismo Zócalo de la capital de la república y bajó la bandera del águila solar e izó la bandera de las barras y las estrellas y también hizo firmar a los mexicanos cuantos tratados se le antojó.

Y si ya los mexicanos estaban tan occidentalizados al menos hubieran escuchado a Bakunin, el cual a la sazón ya tendría unos 30 años de edad cuando dice sin miramiento alguno: "Por su propia naturaleza el estado moderno es un estado militarista: y todo estado militarista debe necesariamente convertirse en un estado conquistador e invasor: para sobrevivir., debe conquistar o ser conquistado"

 O si ya estaban en plena hermandad con las naciones del orbe, pues al menos levantar un ejército defensivo a toda prueba (ver El Pensamiento de Miguel Bakunin. de B. Cano Ruiz. publicado por Editores Mexicanos Unidos. S. A. México. 1979), porque el concepto de hermandad en la cultura occidental es de guerra, no de amor.

Si se cree que esto es un recurso literario forzado de parte nuestra, entonces hay que recordar cómo nuestros nuevos hermanos españoles, portugueses, ingleses y holandeses asesinaron y vendieron por millones a habitantes originales americanos entre los siglos dieciséis y el diecinueve.

Profundizando debemos decir que  la fortaleza de un Estado no está en la cantidad y adelanto de armas que tenga en sus cuarteles, ni siquiera en su economía así sea de punta, sino en la cantidad de  PIB que dedique a la cultura de su pueblo.

 En esa etapa del siglo diecinueve, y apenas buscando liberarse del poder español, el 90 por ciento de los mexicanos era analfabeta, ni escribir ni leer.

Los centros de educación superior en México, construidos desde el siglo dieciséis, fueron para los hijos de los conquistadores y para los hijos de los indígenas aliados.

 Washington veía ya entonces todo esto con mucha claridad pues sabía que en la guerra no gana el que canta victoria sino el que logra recuperarse con más celeridad en la posguerra (véanse los casos de Alemania y Japón como parte de las potencias perdedoras del Eje en la segunda guerra mundial).

 La imposición de los tratados corresponde a esta idea de impedir al enemigo esa recuperación. A esto corresponde también, en parte, la existencia eterna de nuestra deuda externa que viene ya desde los tiempos de Miguel Hidalgo, como ayuda en dinero y armas para los insurgentes, y después por el mismo concepto para todas las revoluciones que ha habido en este país desde entonces.

Léase Endeudamiento de México, de Carlos Bosch García, tres tomos, editado por la Universidad Nacional Autónoma de México, 1984, y lo que el inglés Meter Calvert dice en su libro, La Revolución Mexicana 1910-1914,ediciones El Caballito, S.A. México,1985, respecto de un misterioso y no menos bondadoso Edificio Hibbs, en la oficina de Hopkíns, en Washington).

 

Para los mexicanos, en cambio, apenas eran tiempos en que se buscaba afanosamente inventar una nación (ver El Liberalismo Mexicano, de Jesús Reyes Heroles, tres tomos, editado por Fondo de Cultura Económica, México, 1974), lo cual empezaría a tomar forma con la constitución de 1824.  

¡Demasiado tarde! El anglo tenía otros planes. Y faltó poco, como veremos más adelante, para que los mexicanos se quedaran con la pura Constitución pero sin territorio dónde aplicarla.

En los diarios de la época los estadounidenses que ocuparon México hablaban de la gran corrupción de los gobiernos del país merced a la cual los mexicanos estaban en peligro de ver a su país en una completa disolución. Era propaganda de guerra pero a la que no se le puede tachar de fantasiosa.

 

De nuevo es necesario reconocerle a Polk que tuvo una idea clara del momento histórico por el que pasaba México después de su reciente guerra con España por su independencia y que, dados los recursos naturales que posee, al decir de Humboldt, Alamán y otros, contaba desde entonces para proyectarse como una primera potencia no sólo en el continente sino en el mundo.

 Jesús Reyes Heroles (op cit Pág XVIII. T. II) dice: “La guerra con Estados Unidos ocurre en el peor momento de nuestra historia: cuando la lucha política interna tiene gran intensidad, cuando la sociedad colonial está agonizante y la nueva aun no se levanta: cuando ya no éramos lo que habíamos sido ni éramos aún lo que íbamos a ser, México fue el botín de todo el que quiso meter mano en él, Francia, Gran Bretaña y España estuvieron cediendo o vendiendo por dinero o por miedo territorio mexicano a Washington desde 1803, 1818 y 1819, respectivamente”.

 

Corruptos y temerosos, como el Moctezuma del siglo dieciséis,  con algunas excepciones, jamás pudieron los políticos mexicanos de ese siglo descifrar que el programa de acción de los estadounidenses se encuentra completo en el héroe legendario Robin Hood de las baladas populares inglesas, que quiere desterrar al rey y  a la iglesia pero sólo para poner en su lugar otro rey y otra iglesia.

Esta práctica en América era desconocida sobre todo  en el estatismo de los tres siglos de la colonia impuesto por   España, pero en Europa era una técnica política ya muy vieja.

 Un ejemplo, la revolución francesa de 1789 eliminó a la monarquía pero solamente para poner en su lugar a la burguesía. Desde luego, dice Bakunin (op. cit.): "El pueblo ya no es llamado siervo. Ahora han sido proclamados hombres libres, legalmente con los derechos de ciudadanos que han nacido libres; pero de hecho, siguen siendo siervos en la pobreza". Bakunin, que vivió en estos tiempos, pudo constatar que en 1848, cuando la comuna de Paris, el pueblo francés seguía tan pobre como dentro de la monarquía de Luis XVI. Los cuadros dirigentes ya habían cambiado, pero el hambre del pueblo popular era la misma.

Con dificultad y sin éxito se podría sostener el criterio que los mexicanos contaron en algún momento del siglo pasado con ejercito moderno, oficial, real o federal, a la altura de los tiempos para defender sus fronteras.

Cuantas veces quisieron los estadounidenses meterse a México en plan de guerra lo hicieron (ver Las Invasiones Norteamericanas en México, de Gastón García Cantú, editado por la Secretaría de Educación Pública, número 57 de la serie Lecturas Mexicanas, 1986),y el mismo ejercito francés en el siglo pasado, aun con el disgusto de los norteamericanos, llegó hasta el Bajío y allá permaneció durante mucho tiempo.

Su ejército sirvió para emprenderla, y eso a duras penas, contra sus propios campesinos de Jalisco, Michoacán y Colima (ver a Jean Meyer, La Cristiada, tres tomos)

Y contra los indios mayos, tarahumaras, huicholes, otomis, mayas, etc (ver La Frontera Nómada, de Héctor Aguilar Camín, editado por Siglo XX 1, México, 1977).

En la misma guerra de independencia jamás pudo ganarle al ejercito realista, con Calleja al frente, una batalla decisiva y su acción debía quedar circunscrita a la actividad de guerrillas. Ha habido, eso sí, militares profesionales brillantes como Mondragón y Ángeles o más allá Leandro Valle por parte de los federalistas y Miguel Miramón del bando centralista, ambos egresados del Colegio Militar, para citar algunos ejemplos.

Pero lo que campea son caudillos muy valientes con grados impresionantes hasta de "generalísimo" que ellos mismos se han dado, ningún instituto tradicional, y otros grados que ellos han repartido que corresponden a acciones valiosísimas o valientísimas, pero por demás empíricas.

Francisco Villa, carnicero de oficio, Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, profesores de enseñanza media, Miguel hidalgo, sacerdote.

A esto hay que agregar que el cuerpo de la tropa a actuado por lo general sin ideología duradera más allá de dos o tres años, mal pertrechado, peor pagado que sólo espera el botín y que con frecuencia ha sido agarrado de leva por lo que sólo atisba la primera oportunidad para desertar, cuando no, organizarse por su cuenta y actuar de forajidos no contra el soldado extranjero bien armado, con alimentos suficientes y con buena y puntual paga, sino en contra de sus mismos pacíficos y pobres connacionales.

 José María Luis Mora, liberal, dice de los ejércitos seguidores de Miguel Hidalgo  no eran otra cosa que un "paisanaje". Nadie le creyó. Lucas Alamán dice lo mismo en su monumental historia de la guerra de independencia pero por ser conservador, tampoco nadie le creyó.

Huberto Batis, en su artículo de marzo de 1998, publicado en el diario capitalino Uno más Uno, escribe que tanto la policía como el ejercito del siglo diecinueve se formaron enganchando salteadores: "El Ejercito Mexicano mismo, en el periodo de Porfirio Díaz, se había ido formando con el contingente de criminales que periódicamente entregaban los estados de la República".

Este juicio duro en contra nuestro instituto armado de entonces, sin embargo, es respaldado por la novelística histórica del general Luis L. Urquizo cuando escribe de la revolución mexicana (ver Tropa Vieja, del general Francisco L. Urquizo, editado por La Prensa, México, 1974).

El enemigo extranjero poderoso se acerca demasiado y ya no hay a la vista ni políticos ni generales ni financieros ni policías ni forajidos asesinos y rateros.

 Cuando ya todo eso ha desaparecido, entonces queda el pueblo civil y pacífico, sin preparación para la guerra, y sin armas, que sale a ofrecer su desprotegido e inexperto pecho a las bayonetas invasoras. Y los asesinatos se dan con una bestialidad sin nombre contra hombres, mujeres y niños.

Tan conmovedora es la escena de inocente y suicida valentía por parte de los mexicanos, que en esta misma guerra hay episodios en que el odiado enemigo gringo antes de atravesarles el pecho mejor les ofrece víveres, o se hacía el desentendido como si las semillas se les fueran saliendo de los costales rotos mientras sus carros transportan víveres a través de la ciudad.

Francisco Zarco decía de este pueblo en 1853: " ...es el que conserva muchas veces el orden, el que en la capital abandonada por el ejercito y el gobierno, inerme y sin jefes, luchaba con las huestes invasoras".

Enfrentar esta clase de ejercito a los soldados de West Point era arriesgar todo sin la menor esperanza de nada.

 No porque ellos fueran invencibles sino porque lo que malamente se puede llamar ejército mexicano de esa época se encontraba en una completa falta de cohesión y modernización.

El general Mier y Terán así lo entiende y se suicida antes de asistir a tan grotesco espectáculo. No se suicida ante la fuerza del enemigo sino ante el sainete grotesco que protagonizan los Montescos y los Capuletos del que él mismo es parte en la capital de la república cuando deberían estar organizando un ejercito a la altura de las necesidades.

No existe ejército que obedezca al brillante Colegio militar, o lo que podría llamarse su antecedente. Ni siquiera un mal ejército. Nada que se le parezca.

Lo que hay aquí es una fantasía de los historiadores. O si lo dicen de buena fe es que no entienden lo que es un ejército de guerra y lo están confundiendo con un  ejército casero.

 El mismo invasor así lo va a reconocer cuando ya se ha apoderado del país en el que permanece nueve meses, de septiembre de 1847 al 30 de mayo de 1848.

Le convenía  decir que acababa de derrotar a un gran ejercito para aumentar el brillo de su triunfo, pero lejos de eso dice: " Es verdad que no se ven aquí ejércitos ni aparato militar" (publicado en el Daily American Star, periódico oficial del ejercito norteamericano de ocupación en la ciudad de México y en exhibición en una de las salas del Museo de las Intervenciones del ex convento de Churubusco).

La propia exhortación de José Joaquín de Herreras (este pensamiento se encuentra en el mismo museo) ilustra en este sentido de la improvisación: "Todo mexicano está obligado a hacer la guerra al enemigo con todas las armas que estuvieran a su disposición. como fusiles, carabinas, pistolas y espadas, pudiendo servirse de piedras que arrojarán desde las azoteas, franqueándoseles las casas con ese objeto”.

 Como contraste, véase en el museo un daguerrotipo que muestra los enormes y modernos buques de guerra del ejército invasor bombardeando el puerto de Veracruz en esa misma ocasión. Si alguien hasta entonces dudara de su empuje expansionista ahí estaba la muestra de sus bocas vomitando fuego contra unas casuchas desamparadas, que entonces era el Puerto de Veracruz .

Se hacían realidad las palabras de Alfred Thayer Mahan que había dicho cuando soñaba con una “nación del mar": 'No teniendo por lo tanto establecimientos extranjeros, sean colonial o militar, los barcos de los Estados Unidos en tiempo de guerra serán como pájaros de tierra, incapaces de volar lejos de sus playas. Proveer sitios de descanso para ellos, será una de las primeras tareas de la nación del mar” (ver Los Intelectuales del Imperialismo Norteamericano en la Década de 1890, de Daniel Rodríguez. editado por la Coordinación de Humanidades, del Centro de Estudios Latinoamericanos, Facultad de Filosofía y Letras. De la UNAM. Cuadernos de Cultura Latinoamericana. Número 91).

En la descripción que Guillermo Prieto hace de la batalla del Castillo de Chapultepec (esa batalla que el cine mexicano nos ha presentado como una epopeya), describe qué cuadros conformaban el ejército  mexicano de esos días: "El tío Salcedo estaba a un lado tan fuertote con su pelo crespo, sus ojos negros y sus labios gruesos. ..Del otro lado don Simón Alemán,  el sastrecillo que parece que se va a quebrar de la cintura, y Díaz, que más parece escribano de Palacio que zapatero, con su nariz afilada, su calvita muy' limpia y sus políticas y su hablar como quien canta" y más adelante: " En los Arcos y en medio de una confusión espantosísima, aparece ordenado, valiente,  no valiente,  heroico el batallón Hidalgo, compuesto como se sabe de empleados de las oficinas y de la flor y nata de las familias de México, lo mismo que el batallón Victoria (ver de María del Carmen Ruiz Castañeda: La Guerra del 47 Vista por Guillermo Prieto, editado por el Sindicato de Trabajadores del : INFONA VIT, colección: Luchas del Pueblo, número 1, México, D. F. junio de 1976).

 

Este es el ejercito mexicano oficial, a veces federal y  a veces centralista, pero sin que su tropa tuviera la menor idea de qué se tratará siempre,  que se va a enfrentar al ejercito profesional de los estadounidenses formado con toda responsabilidad y  antelación en West Point.

El “ejército mexicano” que caminará hasta Texas (unos dos mil kilómetros) es de  peor pues se compone de gente desnutrida del campo y si algo resiste es precisamente porque es del campo, descalza y sin uniformes. Sin servicios médicos y la mitad de ella morirá de hambre y de infecciones en el estómago antes de poder disparar el primer balazo.

 Jean Meyer (op.cit), hablando de la disposición de los campesinos para la guerra, dice lo siguiente:"Cabalgar y disparar forman parte de la vida de los campesinos, en ciertas regiones; es algo que quizá prepara para la guerra y suministra buenos reclutas, pero no enseña la organización de una campaña ni la dirección de una batalla".

En 1792 el ejército realista  (este sí tenía alguna formación europea) al servicio de España en México fue organizado ante las muestras de descontento generalizado.

 Durante mucho tiempo, quizá cientos de años, simplemente no existió ejercito dentro del periodo de la colonia, más allá de algunos cuerpos de policía rural que iban surgiendo por todas partes.

El “ejército insurgente” de Hidalgo es el que se le va a enfrentar al inicio del siglo diecinueve dándose el choque en el que esas hordas sin disciplina comandadas por frailes y sacerdotes, muy valientes pero carentes de conocimientos de la ciencia militar, van a obtener increíbles victorias donde parecía imposible ganar y también increíbles derrotas donde parecía increíble perder contra el sanguinario Calleja.

Por supuesto, el ejército insurgente va a sucumbir y hasta desaparecer. Si bien su mérito fue el destruir la idea de invencible del ejército realista al que se le puede seguir haciendo daño por medio de las guerrillas.

También destruye la idea de intocabilidad de la clase explotadora española. Esta crisis de confianza fue el principal logro de los insurgentes mexicanos. Fue precisamente este nerviosismo que se apoderó de las clases dominantes españolas el que produjo ese ejercito simbiótico conocido más tarde como ejercito Trigarante" pero que no va a seguir siendo otra cosa en realidad que esa mezcla de masas improvisadas mitad asesinos sin Dios y sin patria y mitad gente sencilla y bella pero paupérrima agarrada de leva.

Del cuerpo insurgente, fue el Ejército del Sur, el del padre María Morelos y Pavón, el único que casi llegó a merecer este nombre (ver José Maria Morelos, de Baltasar Dromundo, editado por Tezontle, México, 1970.

Pero el exitoso ejército trigarante, el que empezó a quebrar el  poderío español en México, pronto va a perderse a su vez entre las numerosas asonadas y cambios alternativos de poder que se van a producir, entre centralistas y federalistas.

 Una  salvaje contienda que se dio entre ellos después de conseguida la independencia, en una carrera por la obtención del poder: ( setenta presidentes en sesenta años y hasta hubo una vez en que por palacio nacional desfilaran siete presidentes en un año y más acá, Portes Gil, duraría 29 minutos de presidente)

¿Qué comentario se puede hacer ante esto que no parezca ocioso?.¿O que no haya sido dicho ya? Un corrido del siglo pasado relata este ambiente:"...estábamos en la lucha de sucesión, la danza de las monedas así apuró a los dioses de la guerra y la corrupción”.

En semejante caos todo era improvisación, desde cuadros políticos hasta cuadros militares. Casi todos eran "generales". Unos generales inclinándose por apoyar a este bando y otros generales al bando contrario y otros generales más ¡ya  que tenían en las manos la fuerza de las armas!, saltándole al poder que consiguen para ellos sólo para ser barridos tres semanas más tarde por otro general, o por otro político.

Ante este desastre de ambiciones desatadas  Patricia Cox exclama: "¿acaso estaban locos?” (ver El Batallón de San Patricio, editado por La Prensa, México, 1963).

Cuando Rómulo Gallegos pronuncia su discurso en el Palacio de las Bellas Artes de la ciudad de México, con motivo de la clausura del Congreso por la Libertad de la Cultura, el gran escritor John Dos Pasos le dice que ellos, los estadounidenses. "no tenemos la culpa de sus males, los dictadores son creados por ustedes los latinoamericanos", Gallegos contesta: "cierto!, pero ustedes son los que los amamantan" (ver Rómulo Gallegos, La Libertad y la Cultura, Cuadernos de Cultura Latinoamericana, número 26, editado por la UNAM, México, 1978).

Eran los tiempos en que las jerarquías (los historiadores dicen siempre que el pueblo) mexicanas creían que las soluciones de los problemas del país estaban en el exterior. Los españoles y los criollos trajeron la masonería del rito escocés y andando el tiempo con ellos llegaron los escuadrones franceses de Napoleón III. Poinsett, el estadounidense extraordinariamente hábil para convencer con su oratoria y con su oro a los mexicanos de influencia, trajo la masonería del rito yorkino para los federalistas y tras de Poinsett llegó el ejercito estadounidense para llevarse el 51 por ciento del territorio mexicano.

 En tanto  Europa y Estados Unidos chocan en México para ver quién implanta su soberanía en el continente, el pleito entre centralistas y federalistas mexicanos se vuelve vulgar: "La polémica de los grupos masones escoceses y los yorkinos cae muy bajo, tanto en el tipo y naturaleza de los ataques, como en su estilo. La diatriba y el insulto dominan; escasamente aparece el ingenio" (Jesús Reyes Heroles, op. cit. Vol. II ) Y los masones de ambos ritos ensucian tanto la atmósfera política que el Congreso Veracruzano envía al Soberano Congreso General el 7 de enero de 1828 una iniciativa de ley para que cese en la república toda clase de reunión secreta masónica sea cual fuere su rito, denominación y origen".

La actual literatura de Michel Ende, por ejemplo en "Momo", es retrato fiel de lo que pasaba entonces con nuestros pensadores: la secta de los hombres de gris quiere eliminar a la secta de los soñadores seguidores de la niña Momo, pero ésta se las ingenia de tal manera que logra eliminar a los hombres de gris.

Así los centralistas y los federalistas tenían en el siglo pasado cada bando por su cuenta un hermoso edificio intelectual pero cuyo punto número uno comprendía, igual que en el pensamiento de Momo o de Miguel Bakunin. la eliminación total del de diferente modo de pensar, toda vez que eran mundos que jamás conocieron la síntesis de los opuestos para poder aspirar el nivel dialéctico. Nivel que mal que bien la sociedad estadounidense ya había alcanzado para entonces bajo las palabras de Raf Waldo Emerson:

“¿Por qué los opuestos tienen que destruirse siempre?"

La solución dialéctica, es decir, el haber alcanzado esta meta intelectual, fue lo que les abrió las puertas a los estadounidenses para la superación política, económica y militar.

 Y, a la vez, conocedores de la importancia de este aspecto, fue lo que les hizo enviar a México a Poinsett que cumplió con creces su misión neoliberal,                  como ahora se dice, que no es otra cosa que parcializadora con miras a la desintegración en la sociedad de mando y decisión del México de ese siglo.

No bastaba que ellos alcanzaran  la cima de la montaña, ahora era urgente estorbar todo lo posible que los otros la alcanzaran.

Siempre se ha creído en México que el ejército que sirve para enfrentar de manera casera la asonada,  o a la delincuencia  organizada, sirve lo mismo para enfrentar al extranjero.

O que los guerrilleros triunfantes frente al gobierno nacional también pueden pelear contra los de fuera. Francisco Villa decía: "sí vienen los gringos a invadir México nos los chingamos'"

 Esto hace que las fronteras sigan tan endebles como en los días del general Mier y Terán. No es que el ejército de los estadounidenses fuera el mejor ejercito  del mundo de ese tiempo y hasta pudo tratarse de un ejército mediocre. Pero bastaba que fuera un ejército formal, cohesionado y científico para que se situara muy por encima del paisanaje heroico pero improvisado y por lo mismo altamente vulnerable de los mexicanos.

Es cierto que Benito Juárez establecerá más tarde el H. Colegio Militar, pero en las revoluciones, como en el caso de la independencia, o en las múltiples revueltas a finales del siglo diecinueve, el pueblo se subleva, sus caudillos son apoyados desde el exterior (“por los duros caminos clandestinos debemos encontrar otros padrinos" dice Eugenia León en una de sus canciones), se prepara de manera autónoma y se arma lo mejor que puede, con los eternos traficantes de armas a través de la frontera norte, y aniquila al ejército federal.

 A los otros dos grupos de la sociedad, asimismo, les faltó empuje. Los comerciantes (para no llamarles empresarios ni capitalistas) trataban de llenar los lugares vacíos que iban dejando los españoles y no vieron al gran potencial financiero del norte angloamericano que venía por ellos.

 En su conferencia del mes de junio de 1998. Fernando Carmona, investigador emérito del instituto de investigaciones Económicas de la UNAM. dijo que .. El capitalismo mexicano nunca fue y no tiene cualidades de independencia económica, sino al contrario: se ha caracterizado por su dependencia, la cual no sólo la reproduce, sino también la ramifica" (ver Gaceta UNAM. 4 de junio de 1998).

 Bajo este programa de expansionismo de los angloamericanos, los gobiernos mexicanos de entonces con frecuencia tuvieron que ceder terreno bajo la presión que Estados Unidos les solicitaba con el argumento de una especie de democracia religiosa. Raúl Olmedo escribe que "Las iglesias que tienen sus matrices en Estados Unidos podrán tener activos patrimoniales que les permitan avanzar en su competencia con la iglesia católica. Para aumentar su competitividad y su influencia, las diversas iglesias solicitan al gobierno mexicano tener acceso- e incluso la propiedad- a los medios de comunicación masivos"(ver El Vaticano y la Transformación del Mundo". de la revista ANALICIS VEINTIUNO, marzo de 1998. México, año 2, número 0).

Los intelectuales mexicanos también reaccionaron demasiado lentos y a última hora. Estaban a la sazón enfrascados en una labor meramente académica estudiando el latín, a los griegos clásicos y a los pensadores de la revolución francesa. Pero no encontraron tiempo de producir filósofos de avanzada y sólo iban apareciendo en la literatura los pensadores de repetición de ecos europeos, Entretanto Whitman. el gran poeta, encabezó a los intelectuales de Estados

Unidos que sí creyeron en el destino manifiesto de Polk (ver Walt Whitman, de Mauricio González de la Garza. editado por Málaga. S. A. México, 1971

Desde luego no desconocían el gran papel que ellos, los intelectuales estadounidenses, tendrían en estos programas expansionistas. "Expansionismo" era una palabra en boga que se decía con fruición entonces. Durante mucho tiempo se habló del norte de México como el Lejano Oeste y después de 1848 se empezó a hablar del Lejano Oriente y más adelante pensaron en Asia y finalmente en las estrellas”.

Era una nación que nacía vigorosa en tanto los mexicanos nos regodeábamos en nuestro odio al tlaxcalteca y al español. En aquel país angloamericano procuraban tener el mismo peso los temas de política, industria, finanzas, religión, cultura, ejército y ciencias y tecnología aplicadas. Es decir que tenía todo para nacer moderno.

 En México la política era la que dominaba el horizonte, día tras día y si podía hacerlo en sacrificio de las otras disciplinas, tanto mejor.

 La producción de un país agrícola a quién le importaba. Los de la escolástica querían que todos fueran teólogos y los positivistas que nadie más creyera de manera diferente a la de ellos.

¿Mientras tanto de dónde iba a salir dinero para el gasto público? ¿Cobrando impuestos por puertas y ventanas a un pueblo demasiado empobrecido que se apresuraba a cerrarlas y a brincarse en lo sucesivo por el corral?

Bueno, ahí estaba Washington para pedirle prestado. Con excesiva frecuencia, en los diferentes gobiernos, fueron días en que no había dinero ni para solventar los gastos indispensables inherentes a los del aparato político y el diplomático de palacio nacional, o Castillo de Chapultepec. ¿La necesidad material y cultural y científica del pueblo?, a quién le importaba.

En esta euforia de expansionismo fue cuando políticos e intelectuales estadounidenses tuvieron una conciencia más exacta de que en México había, después de todo, en el nivel intelectual, algo que se podía rodear y hasta brincar pero no desarraigar. Entonces hicieron planes, en consecuencia, a mediano y largo plazo.

Toda gran potencia que empieza necesita una iglesia suya que le conquiste conciencias y vaya desplazando a las iglesias que ahí y en otras partes existen. La historia abunda en ejemplos. Si se cotejan las fechas en que las diversas iglesias empezaron en Estados Unidos se verá que coinciden en la época.

Algunas decididamente se apoyaron en el antiguo testamento pero igual dijeron que eran cristianas. Se empezó a hablar de extender el cristianismo por el mundo como si el cristianismo no tuviera a la sazón más de dieciocho siglos y estuviera ya esparcido por todo el mundo.

Las iglesias cristianas heterodoxas históricas traídas de Europa por los padres, en el Mayflower, tampoco fueron ajenas al nuevo impulso que tomaba la nación y actuaron precedidos por sus iglesias cristianas heterodoxas.

Bakunin, que rechazaba por igual al Papa que a Marx, y que a los científicos (no a la ciencia), tampoco Lutero era santo de su devoción, dice:" Sabido es que la propaganda protestante, la de Inglaterra y de América sobre todo, va estrechamente Unida a la propaganda de los intereses materiales, comerciales, de ambas naciones; y sabido es también que esta última propaganda no tiene por objeto el enriquecimiento y la prosperidad material de los países en que penetra en compañía de la palabra de Dios, sino la explotación de dichos países en pro del enriquecimiento de ciertas clases, que, en su propia comarca no viven de otra cosa que de la explotación y el pillaje" ( Miguel Bakunin, op.cit.).

En esto también fueron visionarios. En tanto en México se hacían esfuerzos por laicizar todo, los estadounidenses, persiguiendo sin descanso su sueño del gran imperio, prestaron mucha atención en fortalecer los argumentos espirituales, aunque, como dice Bakunin, fueran para su utilidad práctica en apuntalar a sus iglesias, en insistir una y otra vez que ellos eran los favoritos del cielo, en privilegiar el pensamiento epistemológico pero también defendiendo a sotavento a ultranza, un pensamiento sino estrictamente escolástico si al menos algo muy cercano al panteísmo.

Josiah Strong, uno de los ideólogos del expansionismo encargado de llevar Adelante lo que se llamó la "frontera misionera", decía en la década de 1890:"EI mundo tienen que ser cristianizado y civilizado. Hay cerca de 1, 000, 000, 000 de la población mundial que no gozan de una civilización cristiana. Doscientos millones de éstos hay que sacarlos del salvajismo" ( ver a Daniel Rodríguez, op. cit.).Esta última palabra se parecía a las escritas por Domingo Faustino Sarmiento, el pensador argentino, cuando se refería a los pueblos de origen indígena del continente: "En América iba a verse lo que produciría una mezcla de españoles puros, de elementos europeos, con una fuerte porción de raza negra, diluido el todo en una enorme masa de indígenas, hombres prehistóricos de corta inteligencia" (ver Leopoldo Zea, "Negritud e indigenismo" de la serie Latinoamérica número 89 editado por la UNAM, México. 1979 , Y en el número 27 de esa misma serie:"Conflicto y Armonía de las Razas en América, del propio Domingo Faustino Sarmiento dice que la colonización española "absorbió en su sangre una raza prehistórica servil".

 

De todas maneras hay que ir a hacer frente al insolente y bien preparado ejercito de los estadounidenses y alguien tiene que hacerlo pero nadie se mueve para hacerlo. Todos hablan exponiendo su utopía de cómo debería ser el México perfecto. Se habla entonces, de racionalismo y de metafísica, o de federalismo y centralismo, cuando deberían estar hablando de guerra.

En la Cámara de Diputados se debate fuerte y aparecen a cada intervención frases de Rousseau por parte de una bancada y los nombres de Brissot y Condorcet por la otra. Cada grupo pone sobre el tapete su idea de cómo será el mejor de los mundos.

Nadie da dos pasos hacia el frente del norte. Para que esta situación pueda entenderse mejor citaremos un ejemplo más cercano a nosotros y es el de la guerra de España de 1936 donde habiendo ganado un país las izquierdas, mediante el voto popular, perdían días y más días entre ellas tratando en los auditorios de que prevaleciera su particular punto de vista grupal, en tanto Franco había Iniciado ya su marcha incontenible. Así eran los Montescos y Capuletos mexicanos de entonces frente a Estados Unidos.

 

La iconografía sincrética de ese siglo no puede ser más ilustrativa del feroz pleito que entonces se estaba dando. Los centralistas quitaron el águila solar y sobre el nopal pusieron a la Virgen de la Santísima Concepción. Los federalistas dejaron intacto al conjunto simbólico del descubrimiento que serviría para fundar México -Tenochtitlan, pero en cambio sobre la cabeza del águila pusieron el gorro frigio de la revolución francesa que todavía se puede ver en las bancas metálicas de los parques de recreo de todo el país.

 

Es el momento en el que hace su aparición el Imperdonable.  Santa Anna, la figura más venerada y más maldecida de nuestra historia (once veces mandatario de la nación unas como presidente y otras como dictador y casi siempre solicitado por tirios y troyanos para que les hiciera el favor de conducir al país (ver Santa Anna de Rafael F. Muñoz, editado por el Fondo de Cultura Económica, México, 1984 ). se pone a la cabeza de varios miles de hombres y marcha a enfrentarse a los invasores y también a enfrentarse con su extraña inmortalidad.

Los rijosos de la cámara de Diputados saben que se trata de una guerra perdida y nadie quiere ser padre del fracaso. El Imperdonable se decide y marcha hacia el norte. Cien llevan uniforme y armas. El resto es el paisanaje descalzo, analfabeta, hambriento y armados sólo  con machetes y cuchillos.

La vieja perogrullada es que la fortaleza de un Estado no está en la cantidad y adelanto de armas que tenga  en sus cuarteles, ni siquiera en su economía  que puede ser de punta, sino en la cantidad de su PIB que dedique a la cultura de su pueblo. Todo eso, armas modernas, economía y PIB no existe en el México que estamos relatando.

(En el momento que leemos esto (19 de agosto del 2022) para   para meterlo al blog, los medios por televisión dicen que  una marcha de maestros de educación primaria, media y media superior, marchan del Monumento a la Revolución, en la capital del país, hacia el primer cuadro de la ciudad para exigir mejoras en sus salarios y prestaciones)

Sería hasta el 25 de julio de 1921, que el presidente Álvaro Obregón decretó la creación de la Secretaría de Educación Pública (SEP).

En esta guerra los Estados Unidos atacan primero por el norte y más tarde, ya el ejercito a las ordenes de Wilfield Scott. desde el oeste, es decir entrando por el puerto de Veracruz (ver Los Orígenes de la Guerra con México. de Glenn W. Príce, editado por Fondo de Cultura Económica, México, 1974).

 

No hay carreteras ni vías de ferrocarril ni barcos de guerra. Sólo los viejos caminos reales por los que los españoles sacaban el oro o bien a través de los milenarios senderos indígenas. Literalmente hay que caminar. Seiscientos kilómetros al paralelo de la capital de Zacatecas y casi otros dos tantos más a través de la llanura desértica y de las dunas de arena con temperaturas arriba de los 40 grados.

 

Este  ejercito no cuenta en la realidad con vías  de aprovisionamiento ni con servicios sanitarios ni con tropas de repuesto ni con tropas de reserva ni con guerrillas que le protejan  los flancos y acosen al enemigo en una maniobra de desgaste ni cuenta tampoco con tesorería.

No es una guerra a profundidad la que han emprendido sino un "raid" de una multitud de paisanaje valiente y bien intencionado y casi sin armamento que no sea otro y  escaso que conservan  de la guerra de independencia. Descalzo, mal vestido y pésimamente alimentado. Dos mil kilómetros de marcha a pie en la llanura desértica sin agua, donde las temperaturas normales, vale insistir, del día son de 48 grados centígrados y algunos grados bajo cero por las noches.

Junto a esto el famoso cruce de Napoleón por los Alpes europeos viene siendo como un paseo de comadres en día de mercado. Cuando el “ejército mexicano” llega al lugar donde debe presentar su primera batalla, la mitad de ese ejercito ya ha muerto por enfermedades intestinales, por hambre, por deshidratación y otros han desertado.

Los estadounidenses los esperan en sus mismos lugares, frescos, descansados, bien avituallados, cerca de sus vías de aprovisionamiento y se puede decir,  con toda una nación unida por la propaganda de guerra bien llevada por el presidente Polk. Lista e impaciente y ambiciosa, espera para apoyar a su ejercito hasta las últimas consecuencias contra los bárbaros mexicanos, indios de piel cobriza, asesinos de mujeres, ancianos y caníbales comedores de niños. Para los estadounidenses Polk debe ser uno de los tres hombres más grandes de su historia. Su propaganda de guerra ha unido para entonces a toda una nación y al mismo tiempo su diplomacia, su intriga y su oro ha dividido en su mismo seno a México. Sus ejércitos de tierra y de mar y sus guerrillas están listas desde hace ya varios años no sólo para esperar al ejército mexicano sino para derrotarlo y penetrar hasta el mismo Zócalo de la ciudad de México.

La batalla de Buenavista es el tercer enfrentamiento con las fuerzas invasoras del general Zachary Taylor. Los mexicanos comandados por Santa Anna se batieron valerosamente obteniendo tres triunfos en el que no dejan sobreviviente alguno de los soldados estadounidenses. Hasta los oficiales y el general responsable en cada sitio es pasado por las armas. Para salvarse algunos se hincan y juran que también ellos son católicos. De todos modos mueren.

 


“La Batalla de El Álamo fue un conflicto armado después de un asedio que duró 13 días, desde el 23 de febrero de 1836 hasta el 6 de marzo del mismo año, en donde se dio el enfrentamiento final, llamado justamente “Batalla del Álamo”, en donde sale victorioso el ejército mexicano”.

 

Pero esos triunfos no son la victoria final. En realidad eso fue todo. El parque se ha agotado. las provisiones ya no existen, las tropas de repuesto no llegan. La historia dirá que los conservadores y los liberales se peleaban y que por esto el ejército de Santa Anna no recibió refuerzos.

En parte es cierto pero era un grupo reducido el que se peleaba y que en el fondo carecía de base de sustentación consciente en el pueblo. Todos van a hablar en nombre de él pero la verdad serán puros discursos. Los historiadores oficialistas han magnificado este pleito ideológico entre centralistas y federalistas y resulta una de las sublimaciones más grandes de nuestra historia.

Historiadores serios extranjeros han seguido inocentemente esta versión y luego otros historiadores mexicanos han seguido a los historiadores extranjeros y así el error se va repitiendo y con el tiempo agarra visos de verdad.

 En el fondo es una cortina de humo que quiere ocultar el gran asesinato masivo que los gobiernos mexicanos del siglo pasado cometieron en contra de poblaciones indígenas, principalmente de los mayos, tarahumaras, huícholes y demás. La cortina intelectual también ocultará la indolencia respecto que cuantas veces quisieron los estadounidenses entrar a México en plan de guerra lo hicieron (ver Gastón García Cantú, op. cit.).El mencionado pleito entre centralismo y federalismo servía  para todo. Como en la actualidad el argumento del narcotráfico.

Los historiadores propios y externos, desde los empíricos hasta los de Harvard nos han hecho creer que la mitad de la población mexicana de entonces era centralista y la otra mitad federalista. Es un error de enfoque inocente o deliberado.

 Cuando en el Estadio Azteca juega el Guadalajara contra el América 50 mil aficionados son americanistas  los otros 50 mil son "chívas". Sí, pero nada más juegan 22, no juegan los 100 mil. Y aun aquí, en este ejemplo nos encontramos que esos 100 mil saben lo que está sucediendo allá abajo en la cancha, entienden, critican, toman partido.

 El 90 por ciento de los étnicos (se considera que para el siglo veintiuno existen unas cincuentas etnias en el país) ni siquiera entendían el idioma español menos acceso tenían a las ideas de centralismo y federalismo que se ventilaban sólo en círculos demasiado reducidos.

Las palabras de uno de los libros de Desmond Morris parece que hayan sido escritas para nuestro propósito: “Entre estos dos extremos, todavía hay millones de personas que desarrollan las sencillas vidas de los primitivos agricultores, labrando la tierra en forma muy semejante a la de nuestros antepasados. En unas cuantas zonas sobreviven primitivos cazadores".

 Así es México al finalizar el siglo veinte, por lo que era un absurdo, como dicen los historiadores, que el vulgo (pues el vulgo era la carne de cañón que moría en las revoluciones) al mediar el siglo diecinueve supiera de las ideas de la revolución francesa o de los principios del absolutismo europeo o como dice Jesús Reyes Heroles (op.cit.. Vol l. Pág. 30), que "Las ideas de la Constitución de Apatzingan vinieron de la revolución francesa y muy secundariamente de la Constitución de Cádiz de 1812 etc.

¡El más puro intelectualismo el de los centralistas y conservadores frente a los cañones del enemigo!

Fue un grupo demasiado pequeño en el poder que asesinaba a poblaciones enteras y borraba pueblos completos trasladándolos desde el norte hasta Yucatán para quedarse con sus tierras.

Las etnias jamás conocieron enemigo más despiadado que los mexicanos mestizos en el poder y casi llegaron a exterminarlos (ver para este efecto los trabajos citados de Héctor Aguilar Camin y de Jean Meyer). Los mexicanos aztecas conquistaban pero dejaban Intacta su estructura política, religiosa y cívica.

¡Pero los mexicanos mestizos hacían todos los esfuerzos para borrarlos para siempre de ese lugar jNo eran por cierto las mulas daltónicas de Faulkner!  Si hay escepticismo al respecto estúdiese la historia de los mayos, huicholes, tarahumaras y 52 etnias más a partir de la independencia.

En las mesas redondas sobre "Nuestro Racismo" que tuvieron lugar en los meses de marzo y abril de 1998 en El Hijo del Cuervo, Coyoacan, de la capital de la república. Juan villoro ofreció el dato que al principio de este siglo (veinte) la población indígena era del 70 por ciento, y es de presumir, creemos nosotros que en el tiempo al que nos estamos refiriendo, seria del 90 por ciento.

Cuando se le acaban las balas a Santa  Anna es la hora, el día preciso, en que los Estados Unidos van a empezar a crecer en la medida que México se hunde. Su cuidadosa visión de años apenas empieza a echarse a andar para dominar al resto del continente más allá de México y después extender su influencia militar, económica y cultural por todo el mundo. El conde de Aranda, español con elevado cargo en el gobierno de España, ya había advertido con respecto a Estados Unidos con toda antelación en el memorial de 1783 :"! Vendrá un día que será gigante, un coloso temible en esas comarcas", pero ni españoles ni mexicanos le hicieron caso.

Atacan los estadounidenses por tres rumbos de manera simultánea que comprenden varios puntos de la frontera norte, por el Pacífico en sus enormes y modernos barcos de guerra y por el puerto de Veracruz en el Golfo. Nada puede pararlos.

 Los pueblos del continente guardan un precavido silencio con excepción de Honduras que protesta por la invasión a México. Los países hegemónicos de Europa protestan pero no por la suerte de los mexicanos sino porque ven que una nueva potencia acaba de saltar a la palestra y es ahora un potencial enemigo que puede ir arrebatándoles colonias como efectivamente,  pronto lo hará con España en todo el continente americano al tiempo que advierte mediante la doctrina Monroe, que nadie meta las manos en estos países y todos aquellos que de alguna manera permanecen hasta ese momento irán siendo sacados gradualmente (ver La Guerra Secreta en México. de Friedrich Katz. dos tomos. editado por ERA. 1983).

 

Ante la endeblez de los “ejércitos mexicanos” la población civil heroica del puerto de Veracruz (ver La Ciudad de Veracruz, de Leonardo Pasquel, editado por Citlaltepetl México. 1960), la de la ciudad de México, de Monterrey y la de Matamoros, les hacen frente con escobas, arrojándoles piedras desde las azoteas. Hombres, mujeres y niños, tenderos, sastres, albañiles, campesinos defienden su patria y tratan de revertir lo que los políticos, los economistas y los militares no pudieron hacer (ver La Guerra del 47 y la Opinión Pública, de Jesús Velasco Márquez, editado por SepSetentas. México. 1975).

Los irlandeses combatieron hasta el fin. Estuvieron peleando con afán y "testarudez irlandesa" y como solamente los hijos de la bella Irlanda sureña saben hacerlo aun a través de los siglos cuando de causas justas se trata.

 Lucharon entre los bosques de Padierna,  en el lado norte de los contrafuertes de la montaña Ajusco, arriba de Tlalpan.

Los mexicanos de Influencia y mando siguieron peleando entre ellos y después ya no supieron qué hacer y se perdió la guerra.

 El pueblo 'bajo". empero continúo peleando como pudo. O tal vez sería correcto decir que se siguió suicidando conservando la esperanza que podía modificar el resultado de esta guerra. Desde las azoteas con ladrillos o en las bocacalles intercambiando palos contra bayonetas. En las calles del actual Correo Mayor, atrás de Palacio Nacional las turbas del pueblo civil lograban aislar a soldados estadounidenses y prácticamente los desmembraban. Pero luego el ejercito de ocupación hacia fusilamientos de escarmiento.

Los mexicanos se replegaron al ex convento de Churubusco, con sus valientes generales Pedro María Anaya y Manuel Rincón a la cabeza, donde se hizo una defensa con actos de mucho valor. Aquí Juan B. Argüelles fue comandante de artillería. Había sólo siete piezas de artillería (algunas se conservan en el lugar), pocas municiones que tuvieron que repartirse entre 800 defensores para enfrentar a 8 mil invasores. Estaban participando en la resistencia los batallones Independencia, Bravos y Tlapa, las compañías de San Patricio y fracciones de tropas en retirada que se habían ido agrupando en aquel lugar pertenecientes a los batallones de Chilpancingo y Galeana.

Fue la tercera vez en la historia de este país, después del sitio de México- Tenochtitlan en 1521,y el de los 83 días del sitio de Cuautla en 1812, que un grupo reducido de mexicanos vendía cara su libertad frente a un mundo todopoderoso  que los sitiaba para esclavizarlos.

Pelearon aun después que se les terminaron las municiones, a bayoneta calada, con la verdadera furia que da la impotencia, pero el enemigo era abrumador y el 20 de agosto de 1847 Anaya rindió la plaza para evitar que se siguiera con aquella carnicería inútil.

Se perdió la guerra, se perdió el país. Pero más grave que perder los territorios fue la pérdida de la fe de que  alguna vez las cosas pudieran hacerse como tendrían qué hacerse en el bien material del pueblo y en la conservación de su cultura, incluidos los aspectos espirituales.

 A este escepticismo (así le llama Kant al relativismo) en la actualidad se le ha llamado posmodernidad. Esto es el origen de la expresión que todos hemos oído que ojala México pasara a ser otra estrella de Estados Unidos, cuya magnitud no debe ser achacada tanto a los que la pronuncian como a quienes la provocaron.

Si no Llevaron a cabo los estadounidenses la anexión total en esa ocasión fue debido a condiciones políticas internas entre ellos que no es el lugar aquí para analizar.

Pero sí hubo la advertencia que si se negaban a firmar los mexicanos un tratado de paz jamás se les permitiría a los cuerpos Legislativos reunirse en parte alguna,  por lo que de hecho la advertencia de disolución total estaba  en la puerta. Entonces firmaron el documento Guadalupe-Hidalgo.

“La firma estuvo a cargo de Nicolás Trist, comisionado de Paz de los Estados Unidos, y Bernardo Couto, Miguel Aristáin y Luis Cuevas, quienes no tuvieron opción para negociar: tomada la capital…”

Patricia Cox nos da una postrer visión de los "colorados", como se les decía a los irlandeses, debido al color rojo de su cabello, cuando los norteamericanos hacen prisioneros a los que ahí se encontraban. A los irlandeses los condenan a muerte:" Tiraron lo caballos de los carros y los cuerpos de treinta y dos hombres se balancearon sin apoyo bajo sus pies en horribles contorsiones".


      

EI pueblo presenciaba la última escena de aquel drama, su propio drama.


También nos describe a ese pueblo por el que ellos habían dado su vida, Era como siempre en esta lucha, gente casera y menuda: '.EI pueblo presenciaba la última escena de aquel drama, su propio drama. En carne extranjera. No podía hacer nada, impotente y desarmado. Algunas mujeres que acompañaban a fray Román y a los carmelitas de San Ángel rezaban con lagrimas en los ojos, mientras los pies descalzos de los frailes se afirmaban sobre la tierra desnuda".

En el Diccionario Enciclopédico de México, de Humberto Musacchio. 2 tomos. Editado por Andrés León, México. 1990. encontré el siguiente postrer dato y es que de los 260 irlandeses que se habían unido a las fuerzas mexicanas para cuando se da la batalla de Churubusco, ya sólo quedaban con vida 72: "Quedaron 72 que fueron condenados a muerte por los invasores con excepción de su capitán (John 0' ReilIy) Y otros soldados que, se dice lograron escapar  y en los combates fueron muriendo en tanto el Frente de batalla retrocedía hacia el sur.

 En el Museo de las Intervenciones hay una placa, de unos dos metros de alto por uno y medio, que contiene 71 nombres de estos irlandeses con el capitán John O Relly al principio y el de Lewis Preifer al final y dice:"En memoria de los soldados irlandeses del heroico Batallón de San Patricio, mártires que dieron su vida por la causa de México, durante la injusta invasión norteamericana de 1848".

 

De los prisioneros irlandeses fueron torturados y ejecutados 16 en San Ángel 16 en Mixcoac y los demás en Tacubaya. Cerca de la plaza de San Jacinto en San Ángel, se encuentra una lápida que señala el sitio donde fue ejecutado un grupo de ellos".

 


“Pese a la derrota, en el Convento de Santa María aún se honra el valor que tuvieron los soldados irlandeses para defender a México. Por eso, cada 17 de marzo, mexicanos e irlandeses nos unimos y celebramos a San Patricio y la expulsión de algunos duendes, brindando con cerveza verde y tréboles.

Angélica Navarro

Si vives en la Ciudad de México o vas de visita, puedes echarle un vistazo al busto de O’Riley, monumento dedicado a John y al Batallón de San Patricio, ubicado en la Plaza San Jacinto, colonia San Ángel.”

 

Como reconocimiento a la labor de John y del Batallón de San Patricio, el gobierno mexicano donó una escultura al gobierno irlandés. Dicha estatua fue colocada en el pueblo que vio nacer a John: Clifden, situado en el condado de Galway, Irlanda.

En Clifden se recuerda al Batallón de San Patricio los días 12 de septiembre.

 

En el arte

Se han escrito por lo menos dos novelas acerca del tema: Los del San Patricio del autor italiano Pino Cacucci y Batallón de San Patricio de la mexicana Patricia Cox.

Se han producido por lo menos dos películas respecto al Batallón de San Patricio, una es One man´s hero (1999), traducida al español como “Héroes sin patria”, en la que actúa Daniela Romo, Joaquín de Almeida y Tom Berenger. La segunda es El cementerio de las águilas (1939), en la cual actúa Jorge Negrete y Manolo Fábregas.

 


 

Esta nota  del blog es   apenas es una balada que canta el valor de los irlandeses en tierras mexicanas. pero, estamos seguros, algún día alguien escribirá otra historia épica o mucho mejor, una novela, de estos "colorados" que se sume al bello trabajo de Patricia Cox y ambos sean leídos de hijos a nietos, en las generaciones que están por venir, en México y en Irlanda. Estas jóvenes y valientes vidas y el dolor de las madres de estos irlandeses que jamás regresaron al país de San Patricio, se lo merecen.

 

 

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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