J. MILTON, EL PARAISO PERDIDO

 

 Los católicos no leen a los protestantes y los protestantes no leen a los católicos, en literatura universal. No generalizamos pero sí sucede en la mayoría de lectores.

Milton, Kierkegaard, Kant, protestantes.

San Agustín, Shakespeare, Chesterton, católicos.

Todo un mundo literario de calidad se nos ofrece si brincamos el prejuicio.

Montaigne, el gran Montaigne, ya en su  siglo dieciséis  exclamaba: “Persigo la comunicación de algún espíritu famoso, no con el fin de que me adoctrine, sino para conocerlo”.

Y sabido es que  conociendo a los otros es como mejor me conozco yo.

 

 “John Milton (Londres, 9 de diciembre de 1608 - ibídem, 8 de noviembre de 1674) fue un poeta y ensayista inglés, conocido especialmente por su poema épico El paraíso perdido (Paradise Lost). Políticamente fue una figura importante entre los que apoyaron la Mancomunidad de Inglaterra…Milton dedicó su prosa a la defensa de las libertades civiles y religiosas y es para muchos el más grande poeta inglés después de Shakespeare… Como protestante, creía que el lector individual debía interpretar la Biblia.”

 Paráfrasis nuestra de esta obra fue publicada en el cuaderno número 86, por el Sindicato de Trabajadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (STUNAM), en octubre de 2006, con el título Letras inglesas y noruegas.

 

Haber perdido el Paraíso celeste es una confirmación  de la vocación democrática de Dios. Esto sucedió en un tiempo “que ni cielo ni Tierra existían aun”. También confirma el anhelo de libertad de la mujer. Esto cuando ya estaba el Paraíso terrenal.

 

Los ángeles creyeron poder rebelarse y lo hicieron. Pero, como en toda democracia, se hizo el recuento y, ¡los rebeldes quedaron en minoría numérica! Lo importante es que había condiciones para decidir. “Fueron los unos para sostenerse y los otros para caer”. A la postre no fue el número lo que decidió el resultado de la guerra en el cielo sino los valores que sostenían ambos frentes. Entonces llegaron el Pecado, la Muerte y el Caos.

 


John Milton


De esa manera empezó la historia con  sus valores paradigmáticos del Bien y el Mal (con estas categorías no hay que olvidar que estamos hablando de cuestiones que sucedieron en el cielo, pues tal es la naturaleza de la obra comentada). Paradigmáticos  porque, siguiendo su ejemplo, muchos escogen ser malos y otros buenos. En el proceso una gama amplia de tonalidades de gris del blanco al negro. Y los sacerdotes de ambos lados haciendo proselitismo sin cesar para su causa.

 

La historia de la libertad se repite con el hombre. Mejor dicho con la mujer, porque el hombre, Adán, prefiere obedecer  no comiendo la fruta del árbol prohibido. Pero es la mujer la que no se conforma con que haya algo prohibido que ella no pueda alcanzar...

 

“Te advertí- le dice Dios a Adán-, te aconsejé, te predije el riesgo a que te exponías, y que un enemigo oculto estaba acechando para tender sus trampas. Llevar más allá mi celo hubiera sido violentarte, y emplear la violencia contra el que es libre, es proceder indigno”.

 

A partir  de la rebelión algo se salió de armonía. Para restablecerla se hace necesario que el mismo dueño de la casa se humille y convenza a los disidentes que deben volver. No es tan rara esta situación. Un padre que ve que el hijo rebelde se va de la casa y después debe abrir las puertas para facilitar que regrese. Un gobierno, o el mismo país con otro gobierno, que decreta la amnistía para que sus connacionales, otrora rebeldes, regresen del exilio.

 

Pero el rescate, al menos del humano, no del ángel, no es tan fácil. Dios pide voluntarios entre sus fieles ángeles para efectuar la salvación del hombre. Nadie da un paso adelante. Finalmente el Hijo de Dios “en quien reside la plenitud de su amor divino” se ofrece de voluntario.

 

Pero no todos regresan. Desde el primer momento el humano se muestra arrepentido y quiere rehacerse. En cambio Satanás y sus seguidores dejan bien establecido cuál es la fuerza que los mueve siendo la soberbia y el odio: “Ten por seguro que nuestro fin no consistirá nunca en hacer el bien. El mal será nuestra única delicia”.

 


Por cierto que hay un dato que se refiere a México, en aquel conocido episodio de la pasión de Cristo, en el que Satanás lleva a Jesús a lo alto de una montaña para desde ahí tentarlo mostrándole los reinos del mundo: “ Y allá en su imaginación (de Satanás) quizá descubrió la opulenta México, imperio de Moctezuma”. Desde luego que esto no está es la Biblia pero sí es una parte del lirismo miltoniano.

El Paraíso Perdido de Milton es uno de los más bellos libros que alguien haya escrito respecto de la Gracia y la Libertad del humano. Si bien, al final del libro el cristianismo liberal de Milton lo hace entrar en tesis y contratesis frente  al cristianismo ortodoxo, ya  que no puede  resistir la tentación  polémica teológica tan fuerte de su tiempo. 

Sus biógrafos coinciden en que escribió preferentemente en prosa y con propósitos polémicos. Algo parecido a lo que motivó a Dante para escribir su Divina Comedia varios siglos antes.

 


Como sea, se trata de una formidable recreación bíblica que ha conquistado un lugar en la cultura occidental. Para los pueblos americanos llenos de sol, al menos 360 días al año,  esa obra parece un panorama cultural pesado y sombrío. 

Sin embargo aborda temas como lo establecido, la libertad, el caos, el egoísmo, el anhelo de reconstrucción

Sombrío pero perfectamente leíble, y legible,  aun para lectores flojos. Su prosa es una delicia. Su lectura es imprescindible porque es lo mismo, en línea generales, lo que contiene esta obra, de fuerte sabor teológico, lo que vamos a encontrar en esa disciplina académica laica conocida como “filosofía.

Todos, filósofos y teólogos, aquí y en el Tibet, tiene un pie en la razón y otro en la sinrazon. En otras palabras,lo lógico sino se hace referencia a lo ilógico.¿Cómo hablar de fenomenología sino hay algo que trasciende al tiempo y al espacio?

 

  John Milton.  Al periodo final de su existencia, el de la ceguera, la pobreza y el aislamiento, pertenecen sus dos grandes poemas que son El Paraíso Perdido y El Paraíso Recobrado.

ESCALANDO DENTRO DE LA PANDEMIA

 


 

Lacerados, casi hipnotizados, por el virus (y sus variantes) que recorre paralelos y meridianos, encerrados en nuestras habitaciones, nos deterioramos día a día psicofísicamente.

La inmovilidad corporal  y lo obligado a ver durante   horas  programas inanes, de políticos y artistas, que hacen hasta lo inimaginable porque el público no se olvide de ellos, y todo sazonado con las  insidiosas fake news o noticias falsas.

 Estamos en un mundo que se deteriora paralizado por el miedo.

En todos los países hay sistemas montañosos o  mares o desiertos o selvas, tan soltarías, que cuesta trabajo pensar ¿por qué estamos encerrados, aterrorizados?

 Ya muchos millones de habitantes estamos vacunados, dos y hasta tres veces, además contra el virus estacional, ya la mayoría usamos cubre bocas, ya nos lavamos las manos cien veces al día. 

¿Cien veces al día nos lavamos las manos? ¿El síndrome de Pilatos?¡Ahora hay que acudir al psiquiatra!¿Lavamos el virus o lavamos la conciencia?

¡Tomemos todas las precauciones y dejemos que la naturaleza haga su juego!

Recuerda  que  Nietzsche es muy insistente en eso de que mata más el miedo a la enfermedad que la enfermedad misma. Mucha enfermedad real y mucha más imaginaria.

Lo anterior me decía un compañero de alpinismo. Con ese criterio una mañana agarramos nuestras mochilas y cuerdas y nos fuimos a escalar a la Sierra de Pachuca, Hidalgo (3,000m .s.n.m.), en el norte del Valle de México.

Subimos hacia el Valle de las Ventanas, por el viejo camino abandonado de las minas, conocido como el Camino  de Humboldt,  por el barrio de El Arbolito,  saliendo del Reloj, por la calle Peñañuri.  Un muy buen ejercicio ascendente.

Antaño por aquí subían todas las cordadas de escaladores pero se abandonó al abrir la  carretera de los valles cimeros.Una evidencia de cómo la maravilla del mundo industrial moderno perjudica rotundamente nuestra salud tanto del cuerpo como de la mente. Los elevadores en los edificios, en lugar de subir caminando por las escaleras, la escalera eléctrica del metro, ir a la panadería de la esquina en automóvil,etc.

 


Valle de México (2,200m).En el norte la Sierra de Pachuca.


Lo que sigue es la ficha técnica de una escalada en  el grupo de Las Monjas, en el noroeste próximo del pueblo minero El Chico. La publicamos por primera vez en el libro Alpinismo Mexicano, de Armando Altamira, editado por ECLALSA, 1974 y por segunda ocasión en el cuaderno número 81  de la Secretaria de Prensa del Sindicato de Trabajadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (STUNAM), en noviembre de 2005, bajo el provocador título Método para suicidarse en siete lecciones. Sólo fue eso, un título provocador, pues vamos a las montañas a vivir, no a morir.  

 


Vía de aproximación (Pachuca, aldea de Cerezo-Ventanas) al grupo de las Monjas y su sector oeste llamado Circo del Crestón. 

1-La Pezuña,2-Pared Benito Ramírez, 3-Innominada,4- El Crestón,5-La Rosendo de la Peña,6-El Espejo.


Pared norte. Vía Hernando Manzanos. Mide 140 metros de alto. Se sube en cuerda sencilla. La ascensión comienza a la altura del collado del Crestón A. Se ganan 5 metros en línea ascendente hacia la izquierda, en dirección a la arista NW de la Rosendo. En el vértice se coloca una clavija en la que puede asegurase al escalador para hacer un giro hacia la pared del norte.

 


Dibujo tomado del libro Técnica Alpina de Manuel Sánchez y Armando Altamira, editado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM),  1976


1 Es un descanso en el que los escaladores pueden hacer la primera reunión. 1-2 Un tramo de 20 metros, libre, que conduce al pie de una grieta. 2- 3 La primera travesía de la ruta. Para alcanzar la altura de la travesía es necesario ascender con un pie en cada pared de la grieta y, de preferencia, de cara al valle.

 


Pared Rosendo de la Peña, vista desde el oeste.El circulo rojo marca (6) la altura en la que se hace la travesía hacia la derecha.Es la ruta de conquista abierta por el gran escalador  Hernando Manzanos.

El tramo transversal se prolonga 4 metros en sentido horizontal a la izquierda. Puede hacerse en cuerda sencilla o, si se prefiere, en doble para mayor comodidad. 3-4 En este tramo, de 30 metros, se sube libre. El terreno es abundante en poyos. En 4 hay un accidente rocoso parecido a una chimenea, de unos 2 metros de alto. Habitualmente se pasa por la derecha. Aunque también puede desviarse el escalador hacia la izquierda, como está marcado en el esquema.4-5 De la pequeña chimenea hay que recorrer 25 metros para llegar a la repisa 5. Este es un lugar espacioso en el que caben sentados cómodamente unos cinco individuos. Con ánimo de encontrar un ambiente terapéutico propio del escalador, en los años setenta se hizo frecuente ir a “acampar” tres o cuatro días en este lugar a cordadas de montañistas de la ciudad de México. Desde entonces al sitio se le conoce como “La Suite de Zaratustra”.5-7

 


Ficha técnica de la norte Rosendo de la Peña.

 Desde la repisa puede asegurarse al primero que se interna en la segunda travesía de la pared 6 La travesía que ahora parte a la derecha es de unos 8 metros en terreno que se presenta cortado de tajo a la vista del escalador. No obstante, no faltan los apoyos, pequeños y consistentes. Después de la travesía hay que avanzar 8 metros hasta meterse en la chimenea 7. Aquí se coloca un dado o nuez o clavija desde donde se asegura al segundo de la cuerda. De la chimenea se sale ascendiendo derecho hacia arriba hasta llegar a un lugar seguro, como collado. Este pequeño collado debe recorrerse en dirección al sur. De ahí a la cumbre hay unos 20 metros de terreno sencillo. Las dificultades de la ruta terminan exactamente al quedar superada la chimenea 7.

 

Hernando Manzanos fue ese gran escalador del Club Exploraciones de México. A él se debe en gran parte la solución a los problemas alpinos que planteaba el flanco norte de la Cabeza de la Iztaccíhuatl (5,000m). Consideradas  como imposibles de escalar, una vez escaladas se les quedó el nombre de Inescalables.

 Murió en los años sesenta a consecuencia de una afección de las vías respiratorias, contraída en una de sus ascensiones en dicho lugar. Fue al baño y el aire helado te cubrió los pulmones entre la ropa y el cuerpo. Algunas semanas más tarde esperaba en la calle, sentado en su automóvil, a que su esposa saliera del mercado a donde fueron  de compras. Murió solo, en silencio, entre la multitud de la gran ciudad. Esta pared, a la que él puso el nombre de “Rosendo de la Peña”, en recuerdo de otro escalador del club Exploraciones de México, la conquistó al mediados los años cincuenta del siglo veinte.

 

Directa Eulalio Rivera. La idea de una directísima a la pared norte Rosendo de la Peña se logró el 3 de junio de 1957, al abordar un pequeño desnivel ascendente arriba de la Suite de Zaratustra. Hay que salir a la izquierda de la repisa 5. Es un tramo de unos 5 metros exento de clavos, con asideros pequeños y firmes. Al abandonar la repisa el escalador se enfrenta con un ligero desplome o desnivel de terreno  para quedar situado más arriba, en un lugar vertical. Este tramo se sube derecho para voltear finalmente a la izquierda (4) y llegar a una repisa C en la que hay (había  ese día) algunos arbustos muy firmes a los que se fija la cuerda de ataque del segundo. C-D El tramo, de unos 50 metros, conduce directamente a la cumbre. Hay apoyos de buen tamaño y la línea se suaviza un poco. 10 Lado este del Crestón. Época para escalarla: invierno y primavera.

El día que logramos esta directa era todavía la época de la escala libre y fue así, en libre, que se logró. Después llegó otro estilo de escalar y no sabemos si ese paso  sigue libre o ya tiene barrenos.

 

En el desarrollo de la ascensión Eulalio Rivera perdió la vida y yo seguí solo hasta la cumbre, en medio de la tormenta, misma que había sido la causa de que mi compañero se precipitara en caída mortal, al tratar de salvar el paso clave, arriba de la repisa.



Portada del cuaderno número 81 de fichas técnicas editado por el STUNAM. La portada es de Manuel Sánchez.

M.L.PORTILLA, LA FILOSOFIA NAHUATL Y PLATÓN

 

 

Lo que pasa y lo que permanece.

En esto giran los mitos, las filosofías y las teologías, antiquísimas, y las modernísimas de todos los continentes. En otras palabras, lo material y la esencia, lo fenomenológico y la idea. Hay un ejército de filósofos del Devenir y otro ejercito de filósofos  de la Permanencia.

 Un poema náhuatl dice en una de sus líneas:

“Aunque sea oro se rompe”.

Otro poema se refiere al canto, que no perece,  en boca del dador de la vida:

“Allá oigo su palabra, ciertamente de él

Al dador de la vida responde el pájaro cascabel:

Anda cantando, ofrece flores…

¿Allá se satisface tal vez el dador de la vida?

¿Es esto lo único verdadero sobre la tierra?”

Los tlamatinime o filósofos sabios nahuas, mexicas, lo expresaban como la flor y el canto. Lo perecedero y lo que no pasa.

Esto sucede en la tierra y en el cielo. En Tlaltípac (sobre la tierra) y en Omeyocan (el lugar que está más allá de los cielos).

Pero, ¿todo eso es cierto? ¿O sólo soñamos?

Así es como  aparece, en el México milenario,  el tercer personaje infaltable en la filosofía, el escéptico, el que duda no para negar,  negar de manera patológica, sino para abrirse camino hacia la realidad ya sea material o ideal. O ambas. En filosofía se duda para buscar la certeza.



Miguel León Portilla

 

El poeta náhuatl se cuestiona sí el Omeyocan existe:

¿Acaso es verdad, acaso no es verdad como dicen?”

Comprende la teoría creacionista porque Ometeotl (dos dios- ome=dos, teotl=dios), el dios de la dualidad (Ometecuhtli y la diosa Omecihuatl, los que rigen el Omeyocan)

“es quien envía a los hombres al mundo. Es el inventor de hombres”.

Pero no se ignora la posibilidad de la evolución:

“Un día muy de mañana lanzó el sol una flecha desde el cielo. Fue a dar en la casa de los espejos y del hueco que abrió en la roca nacieron un hombre y una mujer. Ambos eran incompletos, sólo del tórax hacia arriba, e iban y venían por los campos saltando cual los gorriones. Pero unidos en un beso estrecho engendraron a un hijo que fue raíz de los hombres”.

Las normas mecanicistas, y las morales, que Platón y Glaucon consideran que son necesarias para formar una Republica sana, son hipotéticas, en abstracto.

Dos mil años más tarde Tlacaelele, las hizo realidad al consolidar a la sociedad mexica, en la ciudad en medio del gran lago, en el sur del Valle de México, al pie de las altas montañas nevadas de más de cinco mil metros de altitud, cuando occidente aun no llegaba a América.

Leemos La República de Platón y La filosofía náhuatl de Miguel León Portilla y no deja de sorprendernos sino en su totalidad, sí en numerosos aspectos, cuánta  proximidad hay ente las dos maneras de pensar.



Platón


Una de ellas la educación de la niñez. Deficiente y  La República estará haciendo aguas por todos lados, como buque  chatarra, camino al basurero de la historia. Platón se dirige a Glaucón:

“un niño ni sabe diferenciar  lo ficticio de lo que no lo es, y lo que se introduce  en el espíritu a esa edad deja huellas imborrables. Por eso es muy importante que los primeros relatos que oiga, sean con el propósito de conducirle a la virtud…Aquí sólo hay una forma de gobierno, pues no importa que el poder  recaiga en un solo o en muchos, eso no altera las leyes  básicas del Estado, si la educación se lleva acabo al pie de la letra”.



Una educación deficiente en la niñez y el tren descarrila.

Tomado del libro La psiquiatría en la vida diaria

De Fritz Redlich 1968

 

Las enseñanzas las  llevaban los aztecas en sus dos escuelas, el Calmecac y en el Telpochcalli impartidas por los tlamatinime o sabios filósofos. Ayudaban a que los jóvenes  aprendieran a conocer sus rostros, como a hora se le dice la personalidad, al carácter.  Mitos, leyendas e historia, modo de gobernar, con una tradición, por medio de sus códices y cantos,  de miles de años.



Los tlamatinime ayudaban a que los jóvenes  aprendieran a conocer sus rostros


Portilla:

“ La elaboración de la filosofía náhuatl no puede atribuirse,   al igual que en el caso de los orígenes de la filosofía  hindú contenida en los Upanishadas, a pensadores aislados, sino más bien a las antiguas escuelas de sabios. Y es que no hay que juzgar  puerilmente  con el criterio individualista de la cultura occidental moderna  las agrupaciones más socializadas de los sabios de otros tiempos y latitudes”.

Durante cientos de años, a partir del siglo dieciséis, el mundo occidental conoció la versión de los  soldados españoles y frailes católicos. Los mexicanos (gentilicio derivado de mexicas, aztecas, que después englobaría a las más de cincuenta etnias de lo que en la actualidad es el país México) son: salvajes, bárbaros e idolatras.

No todos se creyeron la falacia de un dios que reparte sabiduría a unos y a otros la niega. En el capítulo doce de su obra Los caracteres, el filósofo   francés La Bruyére (1645-1696) anota:

“El prejuicio del país, juntamente con el orgullo de la nación, hácenos olvidar que la razón es de todos los climas y que se discurre lógicamente allí donde hay hombres. No nos placería ser tratados así por aquellos a quienes llamamos bárbaros. Si en nosotros existe alguna barbarie, ésta consiste en asustarse de ver que otros pueblos razonan como nosotros.”

Leer a Platón y a Portilla, en las obras mencionadas es, sin lugar a dudas, ir al encuentro intelectual, tanto filosófico como metafísico, del genio de la especie de todos los tiempos y de todas  las latitudes.

 

 "León-Portilla, Miguel (1926-2019) Nació en la Ciudad de México el 22 de febrero de 1926. Falleció el 1° de octubre de 2019. Ensayista, filósofo, historiador y traductor. Licenciado y Maestro en Artes por la Loyola University, de Los Ángeles; Doctor en Filosofía por la UNAM. Fue editor de la revista Estudios de cultura náhuatl."

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

RECORDANDO A TENNESSEE WILLIAMS

 

 A cien años de su nacimiento, recordamos a  Tennessee Williams, hombre de letras estadounidense (1911-1983). Un apreciación nuestra de Una gata sobre el tejado caliente, de este novelista, fue publicada  por la Secretaría de Prensa del Sindicato de Trabajadores  de la Universidad Nacional Autónoma de México (STUNAM) en junio de 2003 con el título Catorce escritores y un filósofo.

 

“Thomas Lanier Williams III, más conocido por el nombre artístico Tennessee Williams, fue un destacado dramaturgo estadounidense. El nombre «Tennessee» se lo dieron sus compañeros de escuela a causa de su acento sureño y al origen de su familia. En 1948 ganó el Premio Pulitzer de teatro por Un tranvía llamado Deseo”.

 

Alcohólico y, quizá homosexual, el personaje Brick Pollit es probablemente el alter ego de Tennessee Williams, autor de la obra. Esta novela, más bien un libreto para la escena de teatro, mereció dos premios: el Pulitzer y el de la Crítica. Trata un asunto familiar que hace medio siglo (se publicó en 1955) causó mucho alboroto en la sociedad norteamericana pero que, salvo el innegable mérito del escritor, ahora pasaría como uno de tantos vulgares guiones de la televisión comercial mexicana.

 

Una familia entra en una inusitada actividad de intriga, envidias y patadas en las espinillas porque el padre, dueño de una considerable fortuna y nada menos que de una plantación cuya extensión mide 28 acres del mejor terreno en el delta del Misisipi, está a punto de morir de cáncer, ¡Y no ha hecho el testamento!

 

Son dos hermanos Gooper y Brick y sus respectivas esposas, Mae y Margaret. Es gente que no se anda por las ramas sacándose la lengua. El jaque mate por delante: Gooper y Mae tienen cinco hijos y otro que está por nacer. Además Gooper es abogado. Brick, en cambio, es alcohólico. Otrora un gran deportista pero que ahora es por completo indiferente a todo, incluida su esposa Margaret con la que ni siquiera se acuesta. Margaret, además, no tiene hijos. El alcoholismo de Brick hace que duerman separados y una cierta incapacidad en la biología de ella no le permiten concebir. En un momento ella le dice a Brick: “No estoy viviendo contigo. Ocupamos la misma jaula”. No hay duda de quiénes son los que van a aparecer en el testamento. El padre se inclina por Brick pero no ve claro, Alcohólico, tal vez homosexual, y sin hijos…

 

Es cuando se revela el carácter y la voluntad de Margaret. La vida la ha colocado en la posición más difícil. Exactamente como se encontraría una gata a la que hubieran arrojado sobre un techo de láminas metálica que estuviera muy caliente: “Me siento todo el rato como una gata sobre el tejado de zinc caliente”, dice.

 

Tennessee Williams


Y cuando el otro matrimonio echa las campanas al vuelo, poniendo por delante su fertilidad, y por otro lado la esterilidad de Margaret, ésta anuncia que está embarazada. No le creen pero ella sigue sosteniendo su verdad. Finalmente hace que el otro matrimonio entre en duda y vea que ha sido derrotado. La herencia se irá para con Brick, el hijo favorito y que ahora, finalmente, va a tener descendencia.

 

No es cierto que Margaret vaya a tener un hijo pero se propone concebirlo para esa noche. Ha ido a ver al ginecólogo y le dice que es su día fértil. Le esconde las botellas de licor a Brick al tiempo que le dice: te las devolveré hasta que haya pasado esta noche. Cuando esté embarazada los dos nos emborracharemos celebrando mi embarazo. Y como Margaret es bella, está buena y tiene un temperamento de esos que, proponiéndoselo no deja escapar ningún espermatozoides el otro acepta. Un alcohólico es capaz hasta de acostarse con su mujer con tal de recuperar su botella de licor. Por lo demás, una de sus frases de Margaret es que “El fuego no se apaga si no nos enfrentamos a él”.

 

En realidad la herencia para Margaret está en segundos planos. Lo que la hace tomar esa decisión es el gran amor que siente por su marido, aunque sea un alcohólico y tal vez homosexual. Pero hay algo más de fondo. Quizá su esterilidad se deba a cierto sentimiento de inferioridad de Margaret frente a Brick. Pero cuando se da cuenta que, el otrora fuerte atleta ahora es un ser no tan fuerte, le dice: “Solía pensar que eras más fuerte que yo y no quería que me dominaras. Pero ahora, desde que das a la bebida… soy más fuerte que tu y puedo amarte auténticamente”. Para ella todo está en función de amarlo, no de dominarlo. Y en toda la obra no se encuentra una sola mención que ese amor sea una inclinación masoquista por parte de Margaret.

 


Si sale a relucir lo que algunos sociólogos han escrito de los norteamericanos en el sentido que en esa sociedad la mujer es la que dice y los hombres los que hacen. La obra termina con estas palabras de Margaret hacia su querido marido: “Ah, vosotros los débiles, vosotros débiles y hermosos… Los que abandonáis… Los que queréis es alguien… que se encargue de vosotros… dulcemente, dulcemente, ¡con amor! y … yo te quiero de verdad, Brick, ¡te quiero!”


No hay final feliz en esta obra. Se trata de un mundo familiar que se pudre día con día. Sólo Margaret, con su gran voluntad, su enorme amor por el marido y su anhelo de tener un hijo puede revertir todo. Pero en tanto no lo logre, esta gran mujer se encontrará como una gata sobre el tejado de zinc caliente…

EN ARGENTINA CON M.LEÓN PORTILLA

 


El argentino  comentaba cosas de La Filosofía Náhuatl de Miguel León Portilla. No entendíamos nada.

Nos encontrábamos a la sazón en su casa de Córdoba, ciudad de la República Argentina. ¿Quién es ese León Portilla?, preguntamos.

El argentino abrió mucho los ojos, pasó dos tragos de  su vino tinto de San Juan y se tragó un churrasco que se la había atorado. Al regreso de su sorpresa, exclamó:

¿Pueden imaginar a un guatemalteco que le diga a los griegos la teoría de Platón o   un chino les cuenta a los alemanes la filosofía  de Kant? Fue la manera en que nos reveló a nosotros, mexicanos, nuestra ignorancia de la filosofía mexica.

Flashback, como en el cine:

Dos semanas antes estamos en la ciudad de Jujuy, en el norte del país. Pensamos escalar el monte Chañí (6,100m) de importancia arqueológica (hasta su cumbre se han encontrado restos de ofrendas de tiempos precristianos), según relata Rosen en su libro Un mundo desparecido.

 Describe que esta montaña tiene una pared de mil metros. Y eso nos ha traído hasta aquí. Tenemos  a Mario Campos Borges y Salvador  Alonso Medina, los escaladores idóneos  para esa empresa. Recursos en billetes suficientes y material de escalada de primera y de moderna fabricación, en diseño y aleación metálica.

Pero Tláloc tiene otros planes. Hace tres días que el mal tiempo se ha generalizado hasta la Tierra del Fuego. Nuestro equipo de escalada que debía llegarnos desde Mendoza por avión no llega pues los vuelos se han suspendido y las carreteras están hecha un caos.

Otro Flashback.

Semanas atrás realizamos   la ascensión del glaciar NE del monte Aconcagua, con una cordada de dos, y uno de los que llegaron a la cumbre fue Francisco Martínez E. de la ciudad de Monterrey, Nuevo León, México.

Nuestros boletos de regreso a México  están para   dos semanas, saliendo de Buenos Aires, y no tenemos ya tiempo de sitiar por tiempo indefinido al monte Chañí.

Resignados,  bajamos esa mañana  al restaurante del hotel. Era temprano,  la hora en que la gente saca a las perras y a los perros a pasear por las calles. Los veíamos a través de los grandes ventanales.

 Una sala muy amplia. Almorzábamos y una muchacha hermosa pasó frente a nuestra mesa. Al aproximarse su paso era más lento y giraba discretamente en sentido contrario su cabeza. Como se hace para escuchar mejor.

Eran los tiempos de una dictadura en el país y pensamos que se trataba de algún agente de la policía. Ya al principio del viaje tres de la expedición, sin deberla ni temerla,  estuvimos  presos veinte horas  en una cárcel de Buenos Aires. Celda de tres metros con tan sólo dos metros  aprovechables para dormir en el suelo con una laguna de un metro de excremento como playa.

 En Buenos Aires nos parábamos todos los del grupo a charlar en cualquier lugar de la calle, como se hace en México, y ni quien se fije. Veinte o treinta pueden estar en la calle el tiempo que se les antoje y no pasa nada. ¡Ignorábamos que en tiempo de las dictaduras eso no es posible! Nuestra dictadura del monólogo,  la de Porfirio Díaz, tenía  sesenta años atrás. Ignorábamos como son  las cosas en situaciones como esa.

Otra vez pasó la muchacha hermosa. Las argentinas bellas,  así como  las argentinas hermosas, no son ninguna excepción, pero  ésta, por algo, más que por su hermosura, nos llamaba la atención.

A la tercera vez que pasó, como siempre aminorando su paso, uno de los quince de la expedición no se aguantó y le lanzó un piropo  (eran los tiempos que los hombres podían mirar a las mujeres sin ser sancionados).

Cada vez la muchacha se sentaba en su mesa hasta el fondo de la sala. Por fin fue directamente hasta nosotros y nos espetó: ¡Ustedes son mexicanos! Cuando esperábamos que sacara las “esposas punitivas” para llevarnos a la cárcel, por estar los quince almorzando en una misma mesa, nos dijo: soy media mexicana. Supimos entonces por qué tenía algo que nos llamaba.

¿Cómo lo supiste, también podemos ser peruanos? Por su modo de hablar el español y su color de piel. ¿Qué tiene nuestro español, hablamos el mejor español del planeta y qué tiene nuestra  piel? Son rojos, dijo.

Los mexicanos en México no lo notamos pero cuando se vuelve a México, procedente de un “país blanco”, sí nos damos cuenta que, efectivamente,  somos pieles rojas.

La muchacha nos explicó que su madre era mexicana y tenía más de cuarenta  años viviendo en Argentina. Añoraba cosas de México y se la pasaba escuchando, en discos, cantantes como Miguel Aceves Mejía, Jorge Negrete o viendo películas de Cantinflas…Somos gente sencilla, dijo.

 Sería feliz  si puede platicar con ustedes. Escuchar de nuevo el español mexicano... Nos invitó a su casa. Ella trabajaba en una línea de aviones y estaría en Córdoba antes que nosotros. Allá fuimos. Nos agarraba de paso para Buenos Aires.

Churrasco y vino  de San Juan. El padre, obrero, empero,  nos contaba cosas de intelectuales mexicanos como Samuel Ramos, Octavio Paz, Amado Nervo, Altamirano, Alfonso Caso…



La metáfora del maguey


Una cosa notamos, esta familia, la gente que tratamos en Punta de Vacas ( ya en la cordillera), en Mendoza, en Uspallata, y en el mismo Buenos Aires, tan sencilla y amable, no se parecen en sus modales, a algunos argentinos que conocemos en México.

He leído dos veces La Filosofía  Náhuatl del Doctor Miguel León Portilla, dijo el padre de la muchacha. Hay  algunas cosa que no entiendo del pensamiento náhuatl, y ya que están aquí me gustaría comentarlas con ustedes. 

Fue cuando le dijimos que  del libro de León Portilla no conocíamos ni el título. ¿Bueno pero si conocen de la cultura náhuatl? Pues algo, dijimos, en realidad, muy poco.

Fue el momento que un argentino, obrero, en Argentina, nos platicó cosas de La filosofía  Náhuatl. Empezó preguntando ¿Saben que es un destino manifiesto? ¡Cuando un pueblo se declara llamado por la Divinidad para  que alguien reúna a las etnias en un grupo-nación,o que gobierne a los pueblos de ese continente o del mundo! Algo parecido a lo que en Alemania llevó a cabo Bismark o lo que dijo el periodista John Ó Sullivan para  Estados Unidos.

Bueno, siguió el argentino, eso mismo hizo Tlacaelele, personaje de la jerarquía azteca en el siglo quince. Fue por un ejemplar de La Filosofía Náhuatl y nos leyó palabras de Tlacaelele, del tomo 1 de la obra monumental de Fray Bernardino de Sahagún, Historia General de las Cosas de la Nueva España, en el que habla del por qué Huitzilopochtli, el dios tutelar de  los aztecas, vino a este mundo:

 “Nuestro dios fue venido: para recoger y atraer  así a su servicio todas las naciones con la fuerza de su pecho y de su cabeza.” Habla de conquistar a  las naciones pero no destruirlas, con el objeto de estar comiendo de ellas.

El argentino nos habló de aspectos culturales, no ya guerreros del pensamiento náhuatl, desde tiempos remotos, de miles de años, como son la escultura, la arquitectura, la astronomía, las matemáticas y el concepto que tenían de la historia, que plasmaban en el modo  ideográfico en sus códices.

Sobre todo la educación de los niños que empezaba, de manera rigurosa, en el hogar y se perfeccionaba en las dos instituciones llamadas calmécac y telpochcalli. Nos habló de tantas cosas que ignorábamos de la cultura de nuestros antepasados.

Como seguramente el argentino conocía a  Pedro Infante, Luis Aguilar, Jorge Negrete y otros grandes del cine mexicano, en el que el mexicano aparece como mujeriego, borracho, jugador y pendenciero.Los corridos o canciones rancheras de Juan CharrasqueadoGabino Barrera.  O tal vez porque al principio de la reunión hablamos que en el planeta hay seiscientos millones de padres  que abandonaron a la mujer tan pronto como supo que estaba embarazada.

 El caso es que al final buscó algo en el libro de  León Portilla. Es la metáfora del maguey.

¡Aquí esta!, dijo. Es una cita  también de Sahagún, en el tomo 1 de su Historia, el padre le inculca su hijo principios morales:

 “No te arrojes a la mujer

como el perro se arroja a lo que le dan de comer;

no te hagas a la manera de perro

en comer y tragar lo que le dan,

dándote a las mujeres antes de tiempo

 

Aunque tengas apetito de mujer

resístete, resiste a tu corazón

hasta que ya seas hombre perfecto y maduro;

mira que el maguey, si lo abren de pequeño

para quitarle miel,

ni tiene substancia, ni da miel, sino piérdese

 

Antes de que lo abran

para sacarle la miel,

le dejan crecer y venir a su perfección

y entonces se saca la miel

en sazón oportuna.

 

De esta manera debes hacer tú,

que antes que te llegues a mujer

crezcas y te embarnezcas

y entonces estarás  hábil para el casamiento

 y engendrarás hijos de buena estatura, recios, ligeros y hermosos…”

Al final de la velada el argentino comentó  que la palabra mexica tlamatinime se le aplicaba a los sabios filósofos nahuas. Y que el mundo náhuatl, en particular el azteca, llevaron a la práctica lo que en Platón fue una teoría que, hasta la fecha, quedó en utopía para el mundo occidental, y también para el mundo occidentalizado, y es que los que dirigen un pueblo fueran filósofos. En el tomo II, nos lo enseñó, de la Historia de Sahagún, se dice:

“También los señores tenían cuidado de la pacificación del pueblo y de sentenciar los litigios y pleitos que había  en la gente popular, y para esto elegían jueces, personas de buenas costumbres que fueran criadas en los monasterios de calmecac, prudentes y sabios…” 

Vale repetir, “sabios” en ese contexto náhuatl, equivale a filósofos. Así lo explica León Portilla.

Contábamos con la oportunidad financiera  de montar, de ahí a dos años,  otra expedición para escalar montañas en sector central de los Andes argentinos. De tal suerte que prometimos  a esta familia, que tan  amablemente nos había recibido en su hogar, volver a saludarlos. A nuestra paisana llevaríamos otros discos de Pedro Infante, Jorge Negrete y Miguel Aceves Mejía. Al padre también prometimos leer La Filosofía Náhuatl de León Portilla, para comentar más ampliamente con él.

 Pero la idea de regresar  a meternos en el ambiente viciado de la dictadura nos hizo voltea hacia otros macizos montañosos del planeta y nunca volvimos a verla.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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