SAN AGUSTIN, EN EL LABERINTO FRENTE AL MAL

 

 

 Agustín es un hombre de inmensurable fe que sigue al Dios del cristianismo, pero primero fue filósofo.  Ya siendo obispo cristiano, siguió siendo platónico.

 

Todo este proceso de civilización, cultural y espiritual, Agustín lo relata en su libro Confesiones.

 


San Agustín


Ve de cara, le habla de frente, a su amado Hacedor , le hace preguntas y hace reflexiones para sí. No es como los demás cristianos que creen sólo por fe.

 

Él encuentra que su fe es fuerte porque pregunta, cuestiona. Una de sus frases es: “No hay fe más fuerte que la fe que duda”. Agustín considera que una fe ciega  es una posición cómoda, apoltronada y, por lo mismo, endeble cuando, por lo humano, o por Dios mismo, se le somete a prueba.

 

Un terreno muy peligroso pues un paso más y está el escepticismo que primero busca y luego desemboca en el materialismo y, finalmente, en el relativismo donde todo pierde su rostro.

 

 Sugiere que para subirse al ring con los pesos pesados hay que contar con vitaminas culturales. O será como un conejillo queriendo emboscar al león. Vitaminas que sólo se encuentran en la filosofía, si el ring está en el terreno de la fenomenología y su razón pura.

 

 

Agustín ya ha pasado por todo eso en sus largos años de andar buscando la Verdad entre filosofías de su tiempo que es el siglo cuarto d.C., especialmente la platónica. Cuando se convirtió al cristianismo se encontró que lo sustantivo que enseñaban los apóstoles ya lo tenía por conocido, y publicado, Platón cinco siglos antes, “menos la gracia”.

 

“Puseme a leer y descubrí que todo lo que había de verdadero allá en los platónicos se decía acá, más con la recomendación de tu  gracia;”

 

Agustín conoce el revés del molde y no se encapsula en una fe miedosa de conocer.

Conoce de la gran cultura pérsica, de los dos grandes ríos y de Ur. En un tiempo remoto en que los egipcios todavía andaban de nómadas y vivían en carpas. De entonces parten las nociones del bien y del mal. Pero sin el enredo de los siglos que después vendrán. Hay personajes divinos buenos y malos.

En la tradición zoroástrica el cielo es para los buenos y el infierno para los malos, son cosas que luego encontramos en casi todas las religiones. ¿Quién hizo al malo?

Agustín trata de rasgar el velo y llegar al fondo del asunto. Por eso hace esta temeraria pregunta: ¿Quién hizo al diablo? ¿Por qué se le escribe con minúsculas siendo una fuerza tan poderosa? El diablo, con ser bueno, se hizo solo, pero ¿quién sembró en él la semilla del mal?

 

Una y otra vez se pregunta: “Si el diablo es el autor del mal, ¿de dónde viene el diablo mismo.”

 

Planteamientos como este fueron los que hicieron de Agustín uno de los grandes pensadores de la Iglesia Católica o tal vez el más agudo. Marca la senda filosófica que seguirán otros grandes teólogos: San Benito, San Domingo de Guzmán, San Alberto Magno, Santo Tomás de Aquino…

 

Una y otra vez volverá a la pregunta:

 

“¿Quién me ha hecho? ¿No ha sido mi Dios que es no solamente bueno sino el bien mismo? ¿De dónde me viene, pues, el querer el mal y no querer el bien?”

 

 ¡Él me hizo libre! ¿Libre?

 

En el México de   la revolución de 1910 se aplicaba la “ley fuga”. Se le dejaba libre al prisionero y en tanto se alejaba, era baleado y cazado como animal. Así, el culpable era el cazado no el cazador. ¿Es así el libre albedrío?

 

Agustín da un paso más, teniendo de frente al mal:

 

“Y si él mismo, por su voluntad mal encaminada, en ángel bueno se convirtió en demonio. ¿de dónde le vino a él la voluntad mala, por lo que se hizo demonio si había sido hecho ángel todo entero por un creador buenísimo?”

 

Al parecer el laberinto cristiano no tiene salida. Dios hizo una criatura pura. Pero el hombre a su vez, pregunta: ¿quién sembró en mí el mal?

 

Siglos antes la filosofía griega se enfrentó con este dilema del mal en el humano.

 

Son otros valores los de la Hélade. Aquiles y Eneas ¡Son héroes por ser mitad humanos y mitad dioses y por ser destructores y saqueadores de ciudades!

 

En el Olimpo los dioses dan la cara: Zeus protege a Héctor y Hera su esposa, se inclina por proteger á Aquiles. “Zeus es famoso por sus conquistas de muchas mujeres mortales —entre las que destacan Sémele, Alcmena, Ío, Europa y Leda” ( y otras que no sabemos).

 

El Dios del cristianismo es todo amor y ¡andrógino!

 

¿De veras son otros valores? Nadie puede negar que, en los últimos veinte siglos de historia los cristianos  han hecho lo mismo que antaño Aquiles y Eneas. Destruido y saqueado ciudades y civilizaciones. Ejemplo: México-Tenochtitlán.

 

El paganismo, no el cristianismo, parece haber encontrado la salida de ese laberintico origen del mal.

 

 Marco Aurelio, el emperador romano sabio, no busca culpables entre las nubes, como ramonean católicos y protestantes.  El mal, por ignorancia, siempre se incubó en lo secular, es la tesis de los pensadores filósofos griegos desde la antigüedad, pero se buscó, por los cristianos, en lo sagrado.

 

 El origen del mal, dice Marco Aurelio  en sus Soliloquios, está (tesis socrática) en la ignorancia:

 

 “Deberás estar de ánimo bueno para con quien pecó por ignorancia”, dice el emperador.

 

Con lo que el origen del mal no se busca en el cielo sino 1) en el  PIB que el estado dedica a la instrucción del pueblo y 2) la dosis de moralidad que esta instrucción tenga.

 

 “!No queremos saber nada de moralina!” dicen los que no pagan sus impuestos  y escatiman el PIB.

 

 Emerson recordará a Marco Aurelio siglos más tarde cuando dice (En sus Ensayos) que la civilización se mide por:

 

“ la clase de personas que produce el país…No puede haber una alta civilización sin una moralidad profunda…El fin de toda lucha política es el de establecer la moralidad como base de toda legislación¸ no es el fundar instituciones libres, no es la republica ni la democracia el fin que se persigue; éstos no son más que los medios. La moralidad es el objeto del gobierno.”

Un gobierno corrupto se lleva, para pocos, lo que le corresponde al pueblo.

Triola, autor de un bello libro español de técnica alpina, valioso por lo técnico como por los pensamientos de calidad cultural, editado más de un siglo ya, va en la misma dirección:

 

 “Convencido  de que es tan perniciosa  la cultura física sin ir acompañada de una perfecta ética, como la cultura  intelectual sin una sólida base de educación social, he de procurar en el trascurso del escrito infiltrar ideas de alta moralidad, para desarrollar al tiempo que el cuerpo, la fibra del sentimiento, avivar el espíritu.”

 

La familia tiene su carga de responsabilidad por no haber cuidado la formación moral y, finalmente, el individuo mismo por no hacer lo necesario y romper esa ignorancia cultural.

 

(Nos apresuramos a decir que nada tienen que ver con todo esto los inocentes que están en la cárcel por habérseles fabricado culpabilidad).

 

Schopenhauer relata el caso de una abuela y una madre que van a implorarle al juez, con lágrimas e hincadas, que salve a su hijo del cadalso. “Si esa preocupación hubieran aplicado, dijo el juez, en la educación cuando su hijo era niño, no estarían ahora en esta situación”.

 




 Dibujo tomado del libro de

La psiquiatría en la vida diaria

de Fritz Redlich, 1968

 

 Este mismo criterio aplica Emerson para los gobiernos de un pueblo que carecen de cierta profundidad para evitarse males en los tiempos que están por venir. Habla en plena guerra civil de (E:U)  que con un criterio de calidad no se tendría el caos por eso de la esclavitud:

 

“Si los Estados libres hubieran cumplido con su deber, se hubiera bloqueado la esclavitud con una barrera infranqueable y evitado para siempre nuestras recientes calamidades.”

 

Según las palabras de Emerson no es necesario engolfarse en el estudio de sendos trabajos de sociología de cualquier punto del planeta: la civilización se mide por: “ la clase de personas que produce el país”.

 

La divinidad, en la Creación, o la célula primordial, en la Evolución, como se prefiera, ya hicieron los suyo. Lo que sigue corresponde a la sociedad y a sus respectivos gobiernos.

W. STEKEL, LA MUJER FRIGIDA Y EL HOMBRE IMPOTENTE

 


 

Resumen:

La unidad amor-sexo es a lo que Stekel  se refiere en su libro.

Visto por separado es el amor que toca a las puertas del corazón, en busca de los valores esenciales, pero con disposición de entregar parte de su yo.

El sexo es la dualidad vaginismo-falismo que la diosa Afrodita Polimia está dispuesta a facilitarnos, en cualquier  vuelta de la esquina (o cita ciega), con el único requisito de estar el solicitante dispuesto a incursionar o seguir  en el solipsismo.

Afrodita Urania es equilibrio en las relaciones hombre-mujer que señala Stekel.


El amor es  la negación del yo, casi por completo, frente a la otra persona para que entre ambos hagan posible en advenimiento de un nuevo ser: “El amor, es verdad, es el deseo de sumisión completa, el deseo de ser absorbido por el otro, de sumergirse en él para formar un nuevo individuo después de haber  abandonado la propia identidad. El que ama deberá abandonar siempre una parte de su yo, de sus hábitos, de sus necesidades y de sus tendencias naturales”.

 



Stekel


"Nacido en Bujon, Bucovina, escribió un libro titulado Auto-erotism: A Psychiatric Study of Onanism and Neurosis (Autoerotismo: un estudio psiquiátrico sobre onanismo y neurosis), publicado por primera vez en inglés en 1950. También es meritorio por acuñar el término parafilia en sustitución de "perversión".[3] Stekel contrastó lo que él llamó "fetichismo normal" de intereses extremos, "Solo llegan a ser patológicos cuando han empujado todo el amor objetal a un segundo plano y ellos mismos se apropian de la función de un objeto de amor, por ejemplo, cuando un amante se satisface por la posesión de un zapato de mujer y considera a la mujer como secundaria o aún inquietante y superflua"


Esta intención muchas veces es barrida por las grandes olas que la vida suele levantar. Casi se necesita un milagro para que eso no suceda. En la mesa del juzgado civil los expedientes de solicitud de divorcio son en número casi igual  que los que solicitan casarse. Desde mucho antes había ya un divorcio emocional.

A semejanza de un partido de futbol con los dos contendientes (la idea de contendientes) de la misma categoría con patadas, codazos y la complicidad del árbitro (el juez del juzgado de  lo civil),uno acaba imponiéndose al otro.

"Negociar" es el lenguaje sindical y político. Los "yo" y los "ego" son del terreno de Jung. Pero la dialéctica se emplea desde los Presocráticos. Dialogar, ceder algo o mucho ambas partes.

Los expedientes en conflicto no atendieron el lenguaje de los tiempos. En la práctica sindical se encontró el recurso de “negociación” y su lema, no escrito, es: “Más vale un mal arreglo que una declaración de guerra”.

 Negociar es ceder exigencias de ambas partes. En cuestiones de amor y sexo lo que se cede es su yo. En contrapartida de su ego que lo  quiere todo para sí a costa de la negación de la otra persona.

 Lo más peligroso para la humanidad no es la amenaza nuclear sino el analfabetismo emocional de las parejas. Despojado el ser amado de su divinidad, de su romanticismo, significa el comienzo de su depreciación y el final del amor.

La amenaza nuclear es un juego de niños, frente a la destrucción real, de cuando los narcisismos entran en combate.

Los amantes ahora son contendientes para imponerse frente al otro. Esta lucha puede convertirse en una o varias patologías como impotencia en el hombre o frigidez en la mujer. Dispaurenia llama Stekel a ese recurso  de la mujer de decir no utilizado como arma en la lucha de los sexos.

De este combate de los sexos el individuo sale lastimado. Con frecuencia impedido para intentar de nuevo. Es cuando se encuentra susceptible de ser alcanzado por algún tipo de neurosis: “Vemos claramente que la Dispaurenia es una enfermedad social y que es un arma femenina en la lucha de los sexos. El problema de la Dispaurenia tiene contactos con el de la homosexualidad y el de todas las demás neurosis.”

Los pueblos  civilizados, y puede pensarse en la ciencia, la cultura y la religión, están más impedidos. “Las segundas oportunidades” van dejando un sendero de escombros a sus espaldas.

 Los pueblos naturales son más prolíficos. Se piensa en el amor sexual, no en la retirada. Aquí el genio de la especie se apresuró a dejar su concrescencia antes que la pareja entre en conflicto. ¡Porque hasta en el Olimpo Zeus tenía sus contratiempos  con Hera , su esposa!

Afrodita Urania es la metáfora de una ascensión alpina compuesta por una cordada hombre-mujer que, a partir del valle, se dirigen a la cumbre de la montaña resolviendo entre ambos los obstáculos.



El espíritu del alpinismo es resolver obstáculos para llegar a la cumbre

Del libro Técnica Alpina de Manuel Sánchez y Armando Altamira. Editado por la Universidad Nacional Autónoma de México, 1978 





La vida, semejante a una carrera de obstáculos, es ir sorteándolos. Y ese es también el espíritu del alpinismo: la “cordada” ( del argot alpino de los individuos que se atan a una misma cuerda para así ayudarse) es resolver problemas de toda escalada: el bosque, el glaciar, la rampa nevada, el glaciar colgante, el diedro, el extraplomo, la tormenta, etc.

 Ante el conflicto se recurre a uno de  los dos grandes recursos de saneamiento. El espiritual para el creyente, y el mental para el laico, el confesionario y el sillín del psiquiatra, con “fe ciega” en la cura. El escepticismo metafísico y el escepticismo ante la ciencia es aferrarse a su solipsismo.

Dicho lo anterior, Stekel nos advierte que tanto el templo, como el consultorio, son, no siempre pero muy seguido, terreno minado.

En ambos casos hay el riesgo de presencias con escaso nivel de probidad. Stekel observa que la psiquiatría es un campo minado tanto para el psiquiatra como para los que acuden a él en busca de alivio.

El libro La mujer frígida, una psicopatología de la vida amorosa de la mujer, apareció publicado en la primera mitad del siglo pasado (1926).

Era el tiempo en que unos psicólogos creían que la cura del enfermo se alcanzaba dando rienda suelta a sus instintos.

Otros psicólogos en cambio observaban que el libertino de todas maneras  seguía neurótico. “Ha reprimido la religión y la moral, pero si ustedes descifran el lenguaje  de sus sueños y de sus síntomas neuróticos, hallarán que sufre precisamente por la supresión del componente anagógico.”

Stekel se refiere al fenómeno o al recurso de la “trasferencia”. Buen método porque el enfermo trasfiere su enfermedad hacia el psiquiatra. Pero por eso mismo el enfermo no podía separarse ya de su psiquiatra. Los tratamientos eran prolongados. Y hubo psiquiatras que se aprovecharon de la situación para hacer de sus pacientes lo que se les veían en gana: “Estos últimos, desconociendo la psicosis oculta, hicieron del hombre normal un hombre casi loco”.

El sacerdote, que desde la antigüedad remota ha buscado el bienestar de sus semejantes hurgando en la conciencia de estos, cuenta con el recurso de remitir a Dios. El confesante trasfiere sus cosas al confesor y éste las trasfiere a Dios. El psiquiatra empero, es un laico que debe habérselas sólo con su ciencia ¡y con su humanidad!:

 “La mayoría de los psicoanalistas, debo confesarlo francamente, son ellos mismos neuróticos; se someten al psicoanálisis para ser curados y tratan a su vez de curar a los demás sin tener derecho a obrar como guías de la salud ajena. Uno de los más grandes  peligros del psicoanálisis es que es aplicado por hombres  poco equilibrados, que sufren tal vez ellos mismos, imponiéndose como amos de almas extrañas. El número de las personas practicantes del psicoanálisis que se han suicidado es espantoso. El psicoanálisis no es un método con el cual se pueda jugar”.

El pueblo mexica, desde épocas remotas anteriores a la conquista española, tenía el recurso de la confesión ante el sacerdote (véase a Fray Bernardino de Sahagún) que remitía a Tlazolteotl las faltas confesadas. Cuando el mundo occidental conoció la existencia y los atributos de esta diosa quedó horrorizado. Tlazolteotl es "la comedora de inmundicias". ¿Una diosa que come caca?

Era difícil imaginar una dividida que comiera excrementos. Debió pasar el tiempo y profundizar en el estudio de esta diosa para entender que no es otra cosa sino lo mismo por lo que Jesucristo murió, por tragar las inmundicias de la humanidad.

Al final del camino el psiquiatra, lo mismo que el sacerdote, va a desempeñarse según sea él mismo. Hay médicos extraordinarios en la perspectiva de ayudar contra los males que aquejan  a la humanidad, en contraste con otros colegas que son el negativo del molde.

Lo mismo en la religión hay auténticos santos junto a demonios vestidos de frailes.

En esta materia tan delicada Stekel cita lo que su maestro Motnagel tenía la costumbre de decir: “Sólo un hombre bueno puede ser un buen médico”.

El hombre es como es, decía Schopenhauer siguiendo a Aristóteles, y sus  obras  se van a ver reflejadas en la edificación o  destrucción de los individuos que tratan. El equipo con que los dotó  la academia lo van a emplear de una u otra manera, según él es.

"No puedes escapar de lo que realmente eres" le dijo el coronel a John-Rambo III

Emerson, en sus Ensayos, anota que: "Un hombre bueno está siempre en unión con sus obras y constituye la figura central de la esfera posible."

Máx Scheler dice que " la proposición de normas ideales como normas obligatorias es un acto que en sí mismo será bueno o malo, según la bondad esencial o maldad esencial de la persona que realiza ese acto...el valor positivo o negativo del contenido prototipico se determina según la esencia valiosa positiva o negativa de la persona que actúa de prototipo." (Ética, capítulo segundo)

Leibniz es de la misma opinión: " Todo depende de la aplicación o del mal uso de las cualidades que se posea." (Nuevo tratado  sobre el entendimiento humano)

¿Qué hacer ante este mar tan turbulento? Confiar en el cielo o en la ciencia y que  los resultados nos vaya informando…

 Stekel no corre a la pareja del paraíso y ahora se las arreglan como puedan. No les revela sus enfermedades  y la abandona a su suerte. Despojado de su romanticismo el hombre o la mujer se encuentra sin brújula, y en medio de invisibles  gérmenes patógenos, producto de su analfabetismo emocional.

Lo que hace en este libro Stekel  es advertir, ya lo vimos, como en un enigma, que el terreno está sobradamente minado pero que al final hay una respuesta. La mujer (o el hombre) que busca mucho lo hace porque no ha encontrado “su amor”.

El riesgo de la prolongada búsqueda del Príncipe  Azul o de su Blanca Nieves puede ser la frigidez  en la mujer o de la impotencia en el hombre. En cambio, “Donde el corazón y el cuerpo han encontrado su complemento, la lucha ha terminado”.

En especial los hombres somos los que padecemos el complejo de Blanca Nieves. Preguntaba San Agustín ¿ y si la mujer preguntara por la pureza del hombre?

Los matrimonios para siempre son los hombres que se casan con las virtudes y los defectos de su pareja, y viceversa.

 La halitosis no sólo está en la boca de los hombres. La descalcificación de los huesos (sobre todo de las rodillas) no es exclusivo de las mujeres...Los cambios hormonales, por la edad, hace que cada año, tanto hombres como mujeres, nos parezcamos menos al galán encantador rompe corazones de los veinte años. Esa realidad también hay incluirla en el paquete de los matrimonios para siempre.

Los matrimonios de repuesto, los  que siguen buscando a su Blanca Nieves, los de las segundas oportunidades, son los que se casan nada más con las virtudes de la pareja...

En la actualidad esta situación se ha facilitado por las leyes de algunos países al dar entrada al "matrimonio exprés". En él la decisión del divorcio es unilateral, no acordado por ambos componentes del matrimonio.

De esta manera los hombres libertinos tenemos la puerta abierta para seguir buscando a nuestra Banca Nieves,   sin importar dejar atrás a madres solteras e hijos desprotegidos.

Stekel, al que luego seguirán zoólogos, pedagogos y sociólogos, termina  así su célebre obra:

“El primer deber de los padres es la educación de los hijos para la felicidad y la independencia. Los hijos no son ni el juguete de los padres, ni la realización de su necesidad de vivir, ni sucursales de su ambición insatisfecha. Los hijos significan la obligación de formar seres dichosos…Al decir libres quiero decir seres interiormente libres, que no han de ser neuróticos.”

 

Nota:

Al final Stekel también se suicidó, se casó en dos ocasiones y tuvo dos hijos.

 

 Su autobiografía fue también publicada en 1950. Stekel falleció en Londres por suicidio. Estuvo casado en dos ocasiones y dejó dos hijos.[4] Su mujer Hilda Binder Stekel murió en 1969.[5]Analizó, entre otros, a los psicoanalistas Otto Gross y A. S. Neill.Es citado en El guardián entre el centeno de J. D. Salinger diciendo, "La marca del hombre inmaduro es que quiere morir noblemente por una causa, mientras que la marca del hombre maduro es que quiere vivir humildemente por una" (p.188). Esta cita es también utilizada en el anime Ghost in the Shell.

También se ha especulado que Stekel era el analista tras el cual Italo Svevo modeló al narrador en su famosa La conciencia de Zen.

    Stekel W. (1911). Die Sprache des Traumes: Eine Darstellung der Symbolik und Deutung des Traumes in ihren Bezeihungen

    — (1911). Sexual Root of Kleptomania. J. Am. Inst. Crim. L. & Criminology

    — (1917). Nietzsche und Wagner, eine sexualpsychologische Studie zur Psychogenese des Freundschaftsgefühles und des Freundschaftsverrates

    — (1922). Compulsion and Doubt (Zwang und Zweifel). Liveright

    — (1922). The Homosexual Neuroses

    — (1926). Frigidity in women Vol. II. Grove Press

    —, Boltz O.H. (1927). Impotence in the Male: The Psychic Disorders of Sexual Function in the Male. Boni and Liveright

    —, Van Teslaar J.S. (1929). Peculiarites of Behavior: Wandering Mania, Dipsomania, Cleptomania, Pyromania and Allied Impulsive Disorders. H. Liveright

    — (1929). Sadism and Masochism: The Psychology of Hatred and Cruelty. Liveright

    — (1943). The Interpretation of Dreams: New Developments and Technique. Liveright

    —, Gutheil E. (1950). The Autobiography of Wilhelm Stekel. Liveright

    —, Boltz O.H. (1950). Technique of Analytical Psychotherapy. Liveright

    — (1961). Auto-erotism: a psychiatric study of masturbation and neurosis. Grove Press

    —, Boltz O.H. (1999 reprint). Conditions of Nervous Anxiety and Their Treatment

    — (2003 reprint). Bisexual Love. Fredonia" (Wikipedia)

Flaubert y sus mujeres

 


Gustave Flaubert (Ruan, 12 de diciembre de 1821-Croisset, 8 de mayo de 1880) fue un escritor francés.1​2​ Considerado uno de los mejores novelistas occidentales, es conocido principalmente por su novela Madame Bovary, además de por su escrupulosa devoción a su arte y su estilo, cuyo mejor ejemplo fue su interminable búsqueda de le mot juste (‘la palabra exacta’)”

 

Las mujeres hicieron a Flaubert el novelista. Y también lo deshicieron sentimentalmente. De esta retacería de amores Flaubert hizo dos grandes novelas; Salambó y Madame Bovary. Al igual que Goethe, y como no pocos jóvenes con inclinaciones escatológicas, con facilidad empezaba amores sólo para asistir luego de un corto tiempo  a la muerte del mismo.


Flaubert

Salambó es la obra maestra de Gustavo Flaubert. Habla del amor en los escenarios formidables de la política y la guerra. Pero Madame Bovary ha impactado al mundo porque su leitmotiv es absolutamente antropocéntrico. Madame Bovary no es la rebelde de  la sociedad. Es sólo la víctima de sus propios aburrimientos.

Madame Bovary ha impresionado porque relata de alguna manera su vida llena de aburrimiento. Busca llenar su vacío con los momentos intensos junto a León. Después de eso caerá en el gran vacío del que ya no hay regreso. En realidad Madame Bovary es un Frankstein que Flaubert ha armado de las mujeres que conoció, amó dejó o lo dejaron. Un poco de esta, otro poco de aquella. El mismo Flaubert le agrega otro parche, de él mismo, al declarar: “Madame Bovary soy yo mismo”. Y su biógrafo Jackes Suffel  (Gustave Flaubert, Fondo de Cultura Económica, México, 1972) agrega: “Contiene mucho de verdad. Madame Bovary se aburre, se muere de tristeza, sueña en grandes espacios, soles desconocidos, amores novelescos dignos de Scherezada. La mediocridad burguesa le produce horror. Todos esos sentimientos los encontraba en su alma Flaubert”.

Madame Bovary es  de ese tipo de  mujeres, dice el propio Flaubert, que “nunca han sabido resistir a nadie”. Aquí el modelo en la vida real es Louise Pradier. Una mujer bella, viuda con mucho dinero que le dejó sus esposo “al que engañó hasta la saciedad…Ella se conoce bien y decía: Nunca he sabido resistir a nadie”.

Las aventuras de Madame Bovary en veinte pueblos no la dejan satisfecha, con experiencias que aun en la ancianidad recordaría con deleite. No. Ha vivido así porque en realidad es una neurótica que buscaba llenar vacíos con otros vacíos. En ella no hay sociedad, espiritualidad ni intelectualidad: “Cansada del adulterio y de sus duplicidades, se suicida, en fin de cuentas por neurastenia”.

En cada mujer Flaubert creía descubrir la vida y al final sólo tenía la quiebra sentimental. Los amores inconsistentes han enseñado mucho al novelista. Era frecuente que la falta de dinero en ellas hiciera un tema que calaba las situaciones. En realidad Madame Bovary escapará de esta vida por no encontrar con que llenar su existencia. Intentó hacerlo por medio del erotismo pero fue en vano. Acabó más aburrida.

Entonces es cuando Flaubert agrega el elemento de la falta de dinero en Madame Bovary para reforzar la idea de la huida final: “Sólo después de largas reflexiones, se decidió el novelista a complicar la situación de su heroína, con dificultades de dinero, que acaban de precipitar la decisión fatal.

La gravedad de las cuestiones de dinero, Flaubert había podido medirla, frecuentemente, entre quienes le rodeaban. En casa  de los Schlésinger, por ejemplo, o en la de Louise Colet, siempre necesitada. Pero, en esto, había de ser la señora Pradier quien, más que nadie, le documentara”.

Salambó

La experiencia para escribir Salambó también esta hecha de decepciones pero ahora  en el campo de las ideologías. Sus experiencias parisinas nos recordarán más tarde los cambiantes intereses que mueven a los ejércitos mercenarios de la Cartago de Salambó.

En una etapa temprana de su vida Flaubert, en compañía de  algunos de sus amigos, se sintió llamado a ignorar las costumbres de la sociedad tales como el matrimonio, estudiar una carrera, las ortodoxias de la religión y la moral, ser para una sola mujer. Todo eso era terriblemente burgués. Jacques Suffel, el autor mencionado de la biografía de Flaubert, escribe que eran “burgueses que despreciaban a burgueses, románticos que se burlaban de los románticos”. Casi todos sus libertarios amigos de esa época la vida les va diciendo cómo es la jugada y uno a uno va entrando a la vida de la sociedad con el inevitable sarcasmo de los que siguen. Uno de ellos se llama Henry: “Henry se casa y se convierte en despreciable burgués”.

W.Stekel, psiquiatra, al referirse a ciertos rebeldes que luchan contra la autoridad y toda ley,dice: " Después de un período de rebelión contra la moral  consagrada, estos individuos se vuelven burgueses limitados que retornan a la moral  de sus padres y que incluso la exageran." (La mujer frígida,Ediciones Imán, Buenos Aires, 1956).

Se encontraba en Paris  y los gobiernos se sucedían con increíble rapidez. Eran, dice Flaubert, refriéndose a la revoluciones parisinas de 1848: “gobiernos al tuntún”. Por su privilegiada observación de escritor y por su reiterado trato sentimental con lo femenino, Flaubert conoció a la mujer desde la romántica, la erótica, hasta la que “Peroraba apasionadamente” en los mítines revolucionarios, cuando por todas partes en Francia “se plantaban árboles de la libertad pero casi no se trabajaba y se hablaba en exceso”.

 

Flaubert puede observar de cerca que un tal Senard organiza mítines de oposición en contra del gobierno. Triunfa su revolución y su partido. Ya como procurador general cuando otros opositores levantan barricadas en contra de su gobierno, Senard recurrió al ejército. Entre los amotinados hubo cuarenta muertos: “Mientras tanto, en París, el pueblo se había arrojado a la guerra civil con una furia increíble, y había ahogado  en sangre aquella República, a la que había  deseado fundar sobre la libertad y la igualdad”.

En esta etapa de su vida Flaubert fue madurando experiencias para su novela Salambó.

Salambó es la deslumbrante novela, llena de exquisitos perfumes orientales, que llenan los campos de cadáveres dejados por los ejércitos mercenarios que defienden Cartago, la rival de Roma. Requirió de Flaubert un trabajo de investigación histórica y arqueológica muy minuciosa.

Salambó es una mujer tan erótica  como Madame Bovary. Pero es la gran sacerdotisa que no puede mezclarse con los humanos ni estos pueden acercarse a ella. Hasta que conoce a Matho. Un guerrero mercenario al servicio de Cartago. Pero, ahora las cosas ya se han complicado pues Matho se ha enamorado de Salambó y ésta de él. La república ya no paga a los mercenarios y estos se han vuelto contra Cartago.

 

 Los amantes se encuentran así en bandos contrarios. Al final de tanto movimiento de los ejércitos Matho decide volver a ver a Salambó. Pero el pueblo de Cartago ahora odia tanto a Matho que el regreso significa morir a manos de la turba. Salambó también lo sabe. Entiende que Matho morirá si regresa  pero también sabe que ella no podrá vivir sin Matho…

Flaubert escribió mucho. Cartas, novelas inéditas… Pero Salambó y Madame Bovary fueron sus grandes mujeres… Nació Gustave Flaubert  en Ruan, Alta Normandía, el 12 de diciembre de 1821, murió en  Croisset, Baja Normandía el  8 de mayo de 1880. Fue un escritor francés. Está considerado uno de los mejores novelistas occidentales y es conocido principalmente por su primera novela publicada Madame Bovary y, no tanto por su mejor obra Salambó. También es célebre  por su escrupulosa devoción a su arte y su estilo, cuyo mejor ejemplo fue su interminable búsqueda de "la palabra exacta". A este respecto Flaubert se quejaba: “Se hacen libros sin inquietarse por las frases”.

Estamos aquí con un panorama fascinante histórico-mítico-literario.

Eneas escapa de la destrucción de Troya y se dirige hacia la Península italiana con la idea de hacerse fuerte y regresar por la   revancha  contra los griegos. Lo jura ante  sus dioses troyanos. Pero no puede dirigirse a ningún puerto de Sicilia ni de la "bota" debido a que desde tiempo los griegos han establecido colonias en esa parte sur de la Península.

Va a dar a Cartago, enemiga de Roma, por la costa  africana con la idea de lograr alguna alianza con los cartaginenses. Permanece algún tiempo en Cartago. Surge un idilio entre Eneas y la reina de Cartago, Dido. Pero Eneas debe cumplir su promesa  hecha a los dioses troyanos y parte hacia la Península. De decepción la reina Dido se suicida. Hasta aquí el dato histórico. Algo de esto se puede encontrar en la interesante,   obra de R.H. Barrow, Los romanos, Fondo de Cultura Económica, México,2014.

 El que conoce la no menos fascinante novela de Flaubert, Salambó, encontrará mucha semejanza con el dato histórico. Amílcar Barca, los mercenarios al servicio de Cartago y después, cuando ya no hay paga, esto se vuelven contra Cartago, etc. El mismo Flaubert dijo que para escribir su novela fue a Cartago, ahora Túnez, y se documentó leyendo trabajos de arqueología y de historia.

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

Seguidores