ANIVERSARIO DE LA “ESCALADA TORMENTA”


 

Eran del club alpino Tormenta, de la ciudad de México, los que realizaron la primera escalada a la pared norte-oeste del conjunto conocido en el alpinismo  como “León Alado”.
 
                                                     Grupo León Alado
Se marca la ruta trazada por Salim kalkach
 
 
Pared norte, en el extremo oeste, de este   grupo de tres  paredes.

Sobre el valle del mismo nombre, en la Sierra de Pachuca, Estado de Hidalgo, un kilómetro al oeste del valle de Las Ventanas.

                                                                                                            Salim Kalkach
 
El valle del León Alado en la región se le conoce como “Diego Mateo”.

Salim Kalkach, Rafael Ascencio y Salvador Izquierdo, hicieron la cordada que llevó a cabo esta escalada. De unos cincuenta  metro de desnivel, a partir del corredor  horizontal de la base, arriba del valle.

 
Salim era el primero de la cuerda. Pudo colocar solamente una clavija.

Torre Negra
En el flanco este del Chiquihuite, en el Valle de México,  en la Coconetla, arriba del cuarto dínamo, en Contreras, y en las escaladas de alta montaña, ya se estaba practicando la escalada mixta y la artificial. Pero todavía eran los tiempos en que predominaba la escalada libre. Salim era de los libres y 50 metros  verticales le eran familiares.

  El trazo original de esta ascensión fue directo. Superada la pared, el resto para la cumbre es más abordable.

Lado norte de Las Monjas
En el centro El Espejo
 
Empero, como varias escaladas de la región de Las Monjas, en Pachuca, su ficha técnica no aparece ni su relato de la ascensión. Tal es el caso de El Nopal, roca por el rumbo de Contadero, al noroeste del pueblo de Estanzuela.

El Corazón, roca cercana en el este, de la pared de Las Goteras, igual no tiene registro alguno. O El Dromedario, en Los Ermitaños, por el rumbo de Tulancingo, etc.

En el mes de septiembre de 1963 Salim y los otros fue cuando realizaron esta ascensión. Hace 56 años. Hasta entonces fue también la primera en ese grupo del León Alado. En años posteriores, muy acá, se abrieron otras rutas en la pared norte, de más al este.

Salim Kalkach fue un escalador que repasó mucho de lo que se había escalado hasta entonces, por otros. En la Sierra de Pachuca y en el valle de México, por ejemplo, la pared este del cerro del Chiquihuite o en la Región de Los Frailes, de Actopan.
 
                                                    Otra vista de la pared
con la ruta trazada
 
Pero fue sobre todo un escalador que hizo nuevas  aportaciones al alpinismo. Participó en la conquista de la Torre Negra, vertiente norte del Popocatépetl. Arriba de la Cañada de Nexpayantla. Con Manuel Gonzáles trazó la primera a El Espejo, en el macizo de Las Monjas, arriba del pueblo de Chico Hidalgo.
Salim, segundo de la izquierda
Al fondo El Colmillo
Foto de Armando Altamira G.

Al menos que quede esta nota. Le llamo “Escalada Tormenta” porque, como se menciona arriba, así era el nombre del club alpino, de México, al que Salim pertenecía.

Algunos de aquellos escaladores de los año 50-60, del siglo pasado, ya murieron. A otros se los tragó la ciudad. No he vuelto a saber más de ellos.

CONOCER CON EL PENSAMIENTO, DICE PLATÓN


 

 Conocer con el pensamiento antes que con los ojos, es lo que dice Sócrates a Simmias, en el Fedón.

Vemos con los ojos  la partitura de la Novena  pero, es su belleza ininteligible, su ensueño apolíneo, el que nos transporta.

Sócrates trata de tomar distancia de la ciencia imperante en su época de la reminiscencia, el alma colectiva pedagoga, como portadora de conocimiento que llevará a los recién nacidos. No tan lejano a como Jung diría en el siglo veinte del inconsciente colectivo.

¿Por qué a algunos nos gusta ir a la montaña, atravesar, caminando, los desiertos, ir y venir por la llanura inmensa del norte de México, si nacimos en la ciudad?

Hace apenas cinco siglos que no había ciudades en México, ni como sombra de lo que ahora conocemos. Sólo aldeas, algunas muy extendidas, “perdidas” entre las dos grandes sierras Oriental y Occidental, de tres mil kilómetros de extensión, hasta las Rocallosas del norte, y en medio grandes valles, ríos, lagos y la llanura de dos mil kilómetros en el norte.

Sin animales de montar, lo nuestro fue caminar por miles de años. Se quedó grabado en el inconsciente colectivo más allá del Alzheimer.

Esto es un tanto diferente para los mexicanos, de ascendencia procedente de  países de otro continente, a partir del siglo dieciséis.

Por las preguntas que Sócrates hace a Simmias resulta obvio que había que pensarle, ya en esa remota antigüedad. De allá para acá, varios pensadores de primer orden han vuelto a la misma conclusión: conocer mejor con el pensamiento.

Miguel Ángel tuvo aquel bloque de mármol y, cuando todavía no daba el primer golpe de cincel, ya estaba viendo su escultura. Avanzando un poco más nos preguntaríamos cómo fue que visualizó, cómo vio  la escultura.

Más, según avanzan las seducciones de la tecnicidad, en nuestro siglo veintiuno, la respuesta parece menos creíble,  como la planteaba Sócrates.

 No la tecnología, en sí, sino el uso que suele  darse de ella. Con un conductor, de trasporte público, con la radio a todo volumen y varios pasajeros y pasajeras  tratando de hablar, al mismo tiempo, más alto con sus celulares, parece que ahí  no hay modo de pensar en cuestiones de alguna profundidad mientras se viaja.

Dibujo tomado de
El País
10 de agosto 2019
 
La razón pura no se la cree, como no la creyó  entonces Sócrates cuando le decía a Simmias que la mejor manera de conocer la esencia de las cosas, no tanto a las cosas, es por medio del pensamiento, antes que con los ojos.

¿Quién ha visto a  la fuerza, a la salud, a lo bello, a la justicia, al amor? Sólo hemos encontrado sus manifestaciones. ¡Se manifiestan, luego existen!

Sócrates está seguro de ello y lo reafirma:

“...lo hará con mayor exactitud el que examine  cada cosa con sólo el pensamiento, sin tratar de auxiliar su meditación con la vista, ni sostener su razonamiento con ningún otro sentido corporal; o el que sirviéndose del pensamiento, sin más, intente descubrir  la esencia pura  y verdadera de las cosas sin el intermedio de los ojos, ni de los oídos; desprendido ,por decirlo así, del cuerpo por entero, que no hace más que turbar el alma, e impedir que encuentre la verdad.”

 

CHIMALPAHIN Y LA TIRA DE LA PEREGINACIÓN


 

Chimalphain es el historiador de la  parte sureste del Valle de México, y su desenvolvimiento  a partir del siglo once.

Una región, y un relato, que debería interesar,  también a los alpinistas, por ser el área geográfica  en la que  se localizan las montañas más  altas del país, después del Pico de Orizaba, en Veracruz, con sus 5,700 metros de altitud.

Un área  de inmensa importancia para la arqueología de  alta montaña. Cuatro Tepeilhuitl, o fiestas de las montañas, tenían lugar a lo largo del año, para festejar a las deidades del agua. Momoztli (minúsculas promontorios, escalonados) y adoratorios formales se han localizado en la vertiente oeste de las cuatro  montañas más altas  del sector: Popocatépetl (5,426m), Iztaccihuatl( 5,230m  ), Tláloc (  4,150m ) y Telapón (4,000m   ).

Amecameca al pie del dibujo, arriba la Iztaccihuatl y el Popocatépetl
.El sol "saliendo" por el alto puerto de Ithualco.
de la obra de Chimalpahin
Chimalphain es el que da la noticia en su obra de una de las primeras ascensiones al Popocatépetl en  3-caña (año 1,287).No dice que es la primera. Con ello se  queda en suspenso la pregunta cuándo, hacia atrás,  fue la conquista del volcán.

Chimalphain nació en 1579, posiblemente en Amecameca (se dice que es “un hijo de la región”), de familia gobernante  en principios  de la colonia, recibió un educación  muy por encima de la del “pueblo”.

Es un hombre de pensamiento universal.

 Por una parte tiene ya el    pensamiento plenamente colonizado, por la nueva cultura occidental, y su religión. Habla de Jesucristo como “el verdadero hijo de Dios”.   Tezcatlipoca y Huitzilopochtli son para él  los diablos que se llevaban  las almas de los hombres al infierno.

Habla de los “6,477 años que Dios Nuestro Señor había creado el mundo”, de la Torre de Babel, de la inmunda Babilonia para castigar a los hombres que habían querido asomarse al cielo, de una sola lengua que después, en castigo, se volvieron muchas para que  los hombres en adelante no se entendiera, del diluvio universal, etc.

Y, no obstante, “como la manzana no cae lejos del árbol”, se pasó toda su vida investigando de las historias de los numerosos grupos étnicos que llegaron por oleadas al Valle de México,  la región oeste bajo los volcanes, centrando su relato en los pueblos  centros de poder guerrero, político y cultural, que duraban dominando a los otros pueblos hasta  trescientos años.

Popocatépetl 5,426.
Visto desde el norte.20 kilómetros al oeste (derecha) y dos mil metros más abajo,están ubicados los pueblos de
Amecameca y Chalco.
En primer plano, la carretera y el lomerío, son parte del mencionado puerto de Ithualco.
Por aquí pasaban, desde remotos siglos, los pueblos, los comerciantes y los ejércitos, hacia el Valle de México
y de éste hacia las lejanas tierras de los olmecas y los mayas.

Foto de Agustín Maya
 Alguien que conozca los pueblos de Chalco, y el de Amecameca, ¿puede imaginar imponiendo tal hegemonía, durante cientos de años, como ahora la de Estados Unidos de Norteamérica?  ¡Increíble pero ciertamente histórico!

Habla de  las coaliciones, que formaban los distintos señoríos, para someter al nuevo grupo que arribara a la gran laguna, entonces llamada Anáhuac.

Chimalpahin refiere la historia de su región con las implicaciones que irán presentándose en el surgimiento de otros centro de poder en el Valle de México, como Culhuacán, en Iztapalapa,  (con una historia dominante, dice, de nada menos que 600 años).

¡Una colonia “perdida”, ahora, en el inmenso paisaje urbano de la ciudad de México, siglo veintiuno,  con una historia dominante de 600 años!

Luego, con el desplazamiento de los aztecas de su isla Aztlán, y su peregrinaje de casi tres siglos, hasta la fundación de México-Tenochtitlán. Guiados por su religión revelada cuando un día oyeron a su dios tutelar, Huitzilopochtli, que debían salir de su isla Aztlán, y desplazarse hacia donde el sol sale. “Y se dispusieron a marchar a Cohualtepetc, junto a Tollán”.

Este Cohualtepetc al que se refiere queda unos cincuenta kilómetros al noroeste de Tula.  No es el Coatepec al norte de la Villa de Guadalupe.

Lo que su dios Huitzilopochtli les está diciendo es que se vayan hacia el Altiplano en donde  está la gran cultura milenaria de Teotihuacán y Tula. Allá, en la ciudad sagrada,  donde los barbaros chichimecas conviven con los  dioses.

 Más adelante, pero aun en el principio de la marcha (lo que se conoce como la  tira de la peregrinación) Huitzilopochtli les dice, por medio de sus sacerdotes, que a partir de ese día  dejarán de llamarse aztecas y se les conocerá en adelante como “Mexitin”.

De todos modos lo de aztecas nunca se borró. Hasta la presente lo equipos deportivos que van a competir al extranjero son “aztecas”. La figura mexicana en turno del boxeo internacional es “azteca”, etc.

Chimalpahin es universal porque se preocupa por instruirse de la nueva cultura y su religión, a la vez que  de la cultura autóctona y su religión. Toma bando, como ya colonizado,  pero no se queda en la abstracción llegada de afuera, no se parcializa.

En rigor Chimalpahin desarrolló, durante largos  años de su vida, la tarea de recopilar documentos y pinturas códices que otros conocían o poseían de manera parcial. Preguntó, como Sahagún, a cuanto anciano que poseía algún conocimiento de las cosas antiguas de su tierra.

Hay cierta dificultad en identificar los lugares que menciona. Ahora los conocemos como los llamaron   los españoles, a los que se les dificultaba pronunciar   en el modo  náhuatl.

Es abrumador el movimiento de los distintos grupos étnicos que llegaron al Valle de Anáhuac (nombre original de la cuenca o Valle de México) que relata Chimalphain buscando tierra dónde asentarse. Los grupos ya establecidos les hacen la guerra para repelerlos. En ocasiones lo consiguen y otras no.

Menos énfasis pone en relatar los grupos que desde antiguo llegaron al Valle de México, procedentes del sur-sureste, y que debieron pasar por Amecameca y Chalco, después de transponer el alto  puerto de Ithualco (3,800m), entre el Popocatépetl y la Iztaccihuatl.

“Sin duda que parte grande tuvo en la compleja  importancia política de Chalco Amaquemecan en la época precolombina su situación de encrucijada geográfica, por hallarse la provincia en la garganta formada por el Popocatépetl y la Cordillera del Ajusco, entrada y puerto natural al Valle de México desde las tierras baja del sur”.

Entre estos grupos  el de los olmecas. Los olmecas son, tanto para la cultura náhuatl como para la zona maya, semejante  a la   Helade para la cultura occidental. Bajo la Calzada de los Muertos, en la Ciudad Sagrada, Teotihuacán, hay construcciones de origen olmeca, con una antigüedad milenaria.

Este es el contexto en el que irrumpirán los vagabundos pobres chichimecas aztecas mexitin. Cuando ya todo en el valle de México está ocupado y los grupos poseedores son muy fuertes.

Con los aztecas vale aquella frase común a todas las historias, remotas y recientes, de  “contaremos lo que nos hicieron y callaremos lo que les hicimos.”

Conocemos los sacrificios  que los aztecas hacían a los pueblos que lograban sojuzgar, y que fueron muchos, y en una extensión  geográfica que aun ahora, con la facilidad del trasporte moderno, nos parece enorme. Podemos imaginar mil kilómetros a través de sistemas montañosos, grandes ríos y enormes valles.

Pero pocos conocen la historia de lo que los grupos ya establecidos, les hicieron cuando apenas eran un grupo miserable, casi muertos de hambre y vestidos con andrajos o apenas cubiertos con yerbas. Cuando comían gusanos, escarabajos, lagartijas, yerbas.

En una ocasión el poderoso “reino” de Culhuacán (cerca de Iztapalapa) se los llevo  prisioneros, los desnudaron  a todos los hombres,  mujeres y niños, con la  orden que así   vivieran.

“El Huehe Huitzillihuitl fue aprehendido y llevado a Culhuacán  junto con una joven. El brujo de los culhuaques  los sacrificó poco tiempo después. Así fue como quedaron destruidos mediante emboscadas aquellos mexicas que buscaban tierras…”

 A sus tecuhtli o guías los sacrificaron sacándoles el corazón. Ese modo de sacrificio no lo inventaron los aztecas. Cuando fueron fuertes ellos sólo lo continuaron, eso sí, en una escala enorme, pues muchos había sido sus implacables enemigos.

Con el tiempo, sin embargo, estos dos grupos, el de Culhuacán y el de Tenochtitlán, por más enemigos encarnizados que fueron, acabaron  fundiéndose mediante matrimonios de un lado con el otro. De tal manera que los grandes personajes que la historia conoce de los aztecas, descendieron en parte de los de Culhuacán.

Con ocasión de nombrar los aztecas su primer Tecuhtli o señor, o "rey" o "emperador", como dicen los cronistas e historiadores,  dice Chimalpahin: "El elegido fue  el Acamapachtli, Príncipe de Culhuacán. Y es necesario que aquí os refiera  el cómo y el cuándo, de este linaje: este segundo de nombre Acamapachtli que fue traído con grandes regocijos, pertenecía al linaje real de Culhuacán, y de él provinieron  los gobernantes de los mexicas."

En otra ocasión diez señoríos se pusieron de acuerdo y rodearon a los aztecas, que para entonces vivían en el cerro y bosque de Chapultepec. Los derrotaron, los dispersaron y a otros se llevaron para sacarles el corazón.

Es muy aceptada la idea, entre historiadores que se ocupan  de la cultura náhuatl precristiana, la práctica del canibalismo ritual. Se dice que después de sacarles el corazón y ofrecerlo a los dioses, echaban a rodar el cuerpo escalinatas debajo de la pirámide, los familiares del captor lo recibían, se lo llevaba a su casa y con actitud reverencial lo preparaban y se lo comían. Estaban comendo carne ya sagrada por haber pasado por el sacrificio ritual.

Cuando los frailes de la conquista les hablaban a los indios de la eucaristía, el asunto no se les hacía del todo ajeno…

Más después de cada derrota, a manos de sus numerosos enemigos, siempre los cuatro “cargadores del dios” aztecas volvían a poner de pie y la historia continuaba.

“Para entonces ya tenía que estar en el barrio de Tecuanipan Yáopol, Tzompahuacan Teuhctli, cargador sagrado…” Y más adelante: “Este año verdaderamente arribaron a  Tizateeptl Cuitlahuac los antiguos chichimecas meztlapictin teotenancas, acaudillados por Totoltécatl…Teomama de la deidad de ellos dicha el diablo Nauhyoteuhctli, envoltorio sagrado que andaban cargando.”

Estos “cargadores divinos” es una práctica que ha perdurado hasta nuestros días. En las festividades de algún santo, particularmente en las largas peregrinaciones hacia la Basílica de  la Virgen de Guadalupe, (ahora ya no se tiene memoria del origen de tan antigua tradición pero se continua con la práctica), siempre hay cargadores divinos. Se les ve llevando a la imagen divina atada a sus espaldas, colgando de los hombros, a través de la ciudad, de valles, montañas y desiertos.

Es tal el movimiento de grupos étnicos distintos, lo que relata Chimalphain, que con frecuencia el lector se pierde en ese constante cruzarse, rehacerse, fundirse, desbaratarse, de las etnias. Es lo que más adelante aprovechará el primer europeo que llegue a America, en todos sus paralelos, pues en todos  existía  la misma irreconciliable  división. Parecido a lo que en la actualidad es con los liberales y los conservadores, o los de izquierda y derecha.

Otro testimonio que Chimalpahin deja abundantemente documentado es esa necesidad, tanto material como anímica, de los mexicanos de desplazarse, irse, echarse a caminar, en grupos (consignada, documentada,  esa necesidad, con la ya mencionada Tira de la peregrinación), hacia horizontes ignotos.
Tira de la peregrinación (Códice Boturini)
Huitzilopochtli en una cueva de la montaña les dice que salgan de su isla Aztlán.

En una parte de su relato, Chimalphain deja asentado que todos eran chichimecas y todos ellos
salieron de Aztlán. Fuero ocho grupos: Xochimilcas, chalcas, texcocanos, etc.
Fue un éxodo que duro cientos de años, que  salieron por oleadas. Conforme iban llegando  se asentaban en las
orillas del gran lago.
Los mexitin fueron los últimos en salir. De ahí que, cuando llegar
al Valle de México, ya todo estaba ocupado. Y aunque los ocho grupos tenían un mismo tronco,
genético y cultural, después por defender sus tierras se vieron confrontados de todos contra todos.
 
 

Su destino es el Sol detrás del sol. Entre tanto los aztecas, aquí, en la tierra,  van  para allá o para acá, sin importar el tiempo que eso les lleve. Sembraban, guerreaban, eran derrotados, ganaban, volvían a sembrar, y cada vez avanzaban otro trecho aproximándose a la Ciudad  Sagrada.

Recordar que duraron los aztecas dos siglos y medio, desplazándose hacia el oriente, a  partir de su salida de la isla  Aztlán, en el año 1,064.

Llegaron tarde al Altiplano. Ya  no había tierra disponible, todo tenía dueño. Sólo quedaba el agua.    

Entre carrizales, lodo y aguas de la gran laguna, fueron rellenando islotes aislados. Entretanto comían insectos y gusanos y cubrían sus cuerpos con hojas y con andrajos. 

Finalmente levantaron ahí su bella  ciudad, otra isla, la que, dice W, Prescott, entraría a la leyenda de los inmortales,  dentro del gran lago de Texcoco.

Leer a Chimalpahin es conocer la  parte sur del Valle de México en su historia, tan dinámica, como ni en sueños imaginamos.

Don Francisco de San Antón Muñon Chimalpahin Cuauhtlehuanitzin, Relaciones originales  de Chalco Amaquemecan, Fondo de Cultura Económica, México- Buenos Aires, 1965.

 

 

 

 

EDIPO, SOFOCLES Y LA LIBERTAD


 

La libertad del humano es la que no existe en este mito que se conoce desde una antigüedad muy remotísima.

Edipo no es un complejo, es un mito, una aporía ininteligible del campo filosófico.

Cuando Sófocles la escribió ya corría el relato entre los tebanos. Los de Tebas a su vez la tomaron de una leyenda más antigua contenida en La Odisea. Aquí Yocasta, la madre-esposa de Edipo, se llama Epicasta.

¿Qué está en el fondo de este mito? ¿Deseos incestuosos tácitos o explícitos, que parecen ser parte de la pasta humana? Cierta escuela de la psicología ah hecho, con la figura del incesto y el parricidio,  su leit motiv.

En realidad el mito de Edipo es multitemático, si así se puede hablar. Es la libertad del hombre la que se cuestiona. También si el origen del mal está fuera del alcance de Zeus, dio supremo. En un momento el anti coro exclama:

 “¡Oh Zeus, supremo gobernante del cosmos, si tal eres en hecho como lo eres de nombre, no dejes que a tus ojos el mal se oculte, ni a tu poder inmortal se sustraiga!”

La fugacidad del humano, esa fugacidad a la que Nezahualcóyotl se refiere con mucha frecuencia. Dice el coro de Edipo: “Ay raza de mortales, nada en ustedes veo sino una nada que vive en un instante!”

Y el anti coro habla a los que hace cinco minutos eran los dueños del mundo, refiriéndose a Edipo, que era el rey y ahora, nada “Él, que voló tan alto, él, que dominó  fortunas y riquezas, él que feliz se creyó…”

Es la libertad, ese valor ininteligible,  la que se reclama a los dioses que parecen haber trazado la senda de cada individuo.

Peer Gynt, personaje de Ibsen,  estaba destinado a vivir junto a su amada Solveig. Se va “libre” medio siglo, de vagabundo y aventurero por los continentes, y al final regresa a vivir con Solveig.

Nos encontramos aquí con otro tema que ha traído de cabeza no sólo a los filósofos  tanto presocráticos como pos socráticos. Y también a los teólogos del cristianismo: ¿Por qué los dioses permiten el mal? ¿Por qué deben quedar expuestas sus  creaturas, sus hijos, al mal o a la tragedia?

Hace algún tiempo murieron ocho alpinistas al precipitarse en caída mortal en el trascurso de la ascensión a la Rampa de Oñate, en el flanco occidental de la montaña Iztaccihuatl, México.

Algunos de ellos amigos nuestros y compañeros por largos años en la práctica de la escalada. Entre ellos Juan José Oñate y su hijo de diecisiete años de edad.

No es lo mismo tratar estos temas desde el escritorio del intelectual que tocar la puerta del hogar para llevar la noticia de la tragedia.

Los alpinistas de todos los países lo saben. No alcanzar la cumbre, e incluso morir en el intento, al fin y al cabo es  nuestro “juego alpino”, tácitamente aceptado. Pero nada es más aterrador como tocar esa puerta…

 ¿Qué podemos decir de esto a la luz del tema que estamos tratando? ¿Qué podemos decirles a sus familiares? ¿Qué los dioses así lo quisieron?

Los dioses hacen con los hombres como los adultos con los niños que recién incursionan en el  mundo, parece advertirnos  Edipo. Los dejan hacer, pero no más de lo que ellos lo permiten. Ya por imposición arbitraria de los padres o ya por advertir de algún peligro.

Para que el vigilado no se sienta incómodo le dicen que es libre. Esto lo dice mucho en nuestros días el liberalismo moderno. Y hasta hacen leyes a doc. Ya se fueron del hogar, ya no lo vigilarán los padres, en adelante será el Estado el que lo sancione, pero se insiste en decirle que es independiente.

El mito de Edipo parece decir que libertad es la mentira ofrecida a la humanidad con la bella fórmula llamada libre albedrío. “Los dioses no hace  autómatas, hacen hombres libres”

El asunto no es cosa menor. Por veinticinco siglos los filósofos han tironeado en todas direcciones haciendo valer la libertad y otros negándola, como en el caso de Edipo.

Todo eso en un planeta en donde hasta los vientos tienen trazada su ruta siguiendo ciertos paralelos ya establecidos.

Ni los vientos son libres
Tomado del libro
Técnica Alpina
Actividades Deportivas, UNAM, 1978
de Manuel Sánchez y Armando Altamira
 
Libre albedrío parece más bien un sarcasmo. Liebniz  escribió su voluminosa, y formidable, obra filosófica buscando la respuesta ¿por qué el mal o la tragedia existen si la divinidad  (en este caso ya el cristianismo)es puro amor. El leit motiv de su teoría es una armonía  preestablecida en el universo.

Pero, ya dueño de su “libre albedrio”, el hombre se ríe y responde con otro lugar común: “Yo soy el arquitecto de mi propio destino”.

Dibujo tomado del libro
La psiquiatría en la vida diaria
de Fritz Redlich, 1968
 
Ese es el bello epígrafe con el que empieza la formidable novela de Jan Valtín: La noche quedó atrás.

Mencionado el sujeto (la libertad) el verbo y el complemento (el cómo decirlo) fue una actividad desarrollada, como se dijo, por varios poetas de la antigüedad griega. Pero es Sófocles el que le dio la manera que ha trascendido los siglos y llegado hasta nosotros.

En sí el asunto parecería una “simple” nota roja, en nuestros tiempos del relativismo, en los que cada día nos desayunamos con la noticia que, en lo que corre de la mañana, ya van veinte o treinta asesinatos en los diferente puntos de una misma ciudad.

“Su valor depende no del asunto mismo-escribe Ángel Ma. Garibay K.- sino de la manera como pudo él desarrollarlo…Un tema conocido, trivial, que corría en el vulgo, fue elevado a la categoría de la más bella creación de arte dramático por el genio del poeta.”

Como Goethe hizo con otra bella antiquísima  leyenda de aquel continente: Fausto.

Pero este asunto “trivial” tiene su precio, es otra de las varias lecciones de este mito, y es la descomposición social, dice el coro: “Con innumerables muertos  la ciudad se aniquila”

En lo más profundo de su tragedia, Edipo  envía un pensamiento de saneamiento social que se adelanta, por siglos, a los imperativos categóricos  del cristianismo y a la sociología moderna misma:

“El más bello de los trabajos es ser útil a otros en lo que uno tiene  y en lo que uno puede.” Esto lo opuesto al liberalismo moderno de nuestro siglo.

 Sobre todo al liberalismo moderno donde priva el paradigma de “Cada quien para su santo”.

Si seguimos con atención el modo en que Sófocles lo escribió, encontraremos  no el morbo incestuoso sino cómo los dioses se la van ingeniando para darle “rienda suelta” a Edipo para conducirlo.

¿Conducirlo a dónde? ¿A la desgracia con todos los males que le caen encima? Llevarlo a  la felicidad. Pero Sófocles  dice esto, de la felicidad,  a través de su triada que se compone de otras dos obras y son Edipo en Colono y Antígona.

Edipo, el tema, es como una serie cinematográfica, de 60 episodios, de los cuales vemos solo 20.

La respuesta que da Sófocles, a través de la accidentada vida de Edipo, es que los humanos vemos todo esto con un lente de 50 mm (“normal”, para decirlo en términos de un fotógrafo) y los dioses lo ven con un gran angular de 360 grados.

San Agustín lo dice (en Confesiones) de otra manera, con su extenso meditar respecto del tiempo: los humanos vemos los tres conocidos tiempos pretérito, presente y futuro. Los dioses, en cambio, están en un eterno presente, porque  ellos  están fuera de lo fenomenológico, fuera del tiempo.

El asunto:

El oráculo le dice a Layo, rey de Tebas, que no debe tener hijos porque, si así sucediera, un hijo suyo le dará muerte y se casará con su esposa. Layo, para conjurar el dicho del oráculo,  al nacer su hijo le ordena a un criado suyo que lo lleve a la montaña  Citeron y le de muerte. El criado se apiada y lo regala a Pólibo, el rey de Corinto, el cual, con su esposa Mérope, no podía tener hijos.

Creció Edipo y escuchó rumores que no era hijo legítimo de Pólibo y fue a consultar al oráculo de Delfos. Éste le dijo cosas terribles, que mataría su padre y  se casaría con su madre.

Edipo, quiere evitar tan cruel destino (creyendo todavía que se trata de Polibo y de Mérope) y huye de su casa.

Ya lejos, en tierra de Tebas, se topa  en un cruce de tres caminos con una caravana que lleva al rey de Tebas y sus sirvientes le impide el paso. Pelean y Edipo da muerte a todos, incluido a Layo, el rey de Tebas, al que conducían en un carruaje.              

Edipo sigue su camino y se topa con la Esfinge que tiene asolada a la ciudad. La Esfinge planteaba enigmas a la gente y les daba muerte. Edipo, en cambio, resuelve los enigmas y le da muerte a ella.

Al saber que  Layo ha muerto, en agradecimiento por lo de la Esfinge, el pueblo proclama rey a Edipo y al hacerlo  se casa con la reina, Yocasta, viuda de Layo. Con ella procrea a dos hijas: Antígona e Ismene. Se menciona que también procrearon  hijos varones pero aquí no se dicen sus nombres.

El  descubrimiento que el vaticinio del oráculo se cumplió al pie de la letra, lo desarrolla  Sófocles de una manera lenta, formidable, que  va acercando al lector (originalmente al espectador pues no hay que olvidar que se trató de una obra de teatro), con un suspenso sostenido.

Al descubrirse todo, Yocasta se ahorca y Edipo, sacándose los ojos de desesperación, abandona voluntariamente Corintio.

Se va a  mendigar por el mundo. No puede ver y lo acompaña, en ese duro peregrinar de pordiosero, su hija Antígona.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

J.WAHL ¿POR QUÉ NO TODOS PODEMOS LEER LA DIVINA COMEDIA?


 

Porque la Divina Comedia es  mucho más que una cosa.

El modo de ser y el contexto lo harán posible, o no.

Primero el ser y luego hacer. Dos hombres ven a una muchacha.  A uno le gusta y al otro no.

Dos muchachas entran a una zapatería y en su adquisición se ve que no tienen el mismo gusto.

Dos que caminan  por deporte uno decide ir a la montaña y el otro prefiere cruzar el desierto.

De vivir en  un país donde hay libertad se hará según es el sujeto. Leer a Dante, por ejemplo.
Grabado de Doré
 
Se entiende que no se está hablando aquí de transgredir las normas del lugar ni de dar rienda suelta a impulsos patológicos. En tiempos que corren eso hay que dejarlo bien establecido.

El tema es el sujeto y la cosa. De cómo el sujeto cobra conciencia de sí mismo cuando está en presencia de la cosa.

La cosa: A la vez la cosa en su naturaleza material, sirve para que el sujeto se conozca a sí mismo: “La existencia del objeto en un estado, y la existencia del objeto que se resiste.”

Jean Wahl. Introducción a la filosofía.

Es lo que se llama una situación antitética. Por raro que esto parezca es lo que  vivimos a cada momento dentro de nuestro día.

Es la inercia de estará acostado y el esfuerzo que se necesita para levantarse. Incluso al revés. Estamos acelerados por la actividad del día que cuesta  parar y echarse a dormir. Abrir un libro para leerlo requiere de un esfuerzo. Pero cerrarlo, cuando es una  lectura cautivadora,  también cuesta trabajo.

 Lo antitético está siempre presente. Subir a la escalera, ahora bajar. Anochece, amanece. El famoso postre dulce después de la comida con sal…

En la literatura lirica ha tenido una gran difusión ideas románticas como “La montaña nos permitió”, ”La montaña se vengó”.

Es una bonita manera de referirse a la resistencia que se encuentra para realizar la ascensión. Y que ha dado lugar para imaginar grados de dificultad que opone la montaña para ser escalada. ¡Todo en un terreno de lo subjetivo!

En otras palabras, la lectura de La divina comedia para algunos será accesible, otros encontrarán dificultad pero la leerán y otros jamás podrán.

¿Qué tuvo que ver en esto la obra en sí? Fueron la disposición natural, a la vez que la preparación del lector, su contexto familiar, los que hicieron posible su lectura, o no.

 ¿Contexto familiar?

 Decir contexto  social es echarle la responsabilidad a la escuela, a la gente y también al Estado. Alguien (que no recordamos su nombre pero muchos lo han repetido) dijo alguna vez una cosa disparatada pero que parece no estar tan loca: a la escuela no se va aprender nada, que no se haya  aprendido en casa, al menos en nivel  propedéutico, ya informado  o empírico, previo a la metodología del aula.

Ahora que si en el hogar no ha tenido orientación debida, por parte de los padres, entonces no hay por que quejarse de lo que "mundo" pueda colgarle. 

 “Así podría definirse-escribe Wahl-la existencia por la resistencia. La existencia del objeto que resiste”.

Descartes  diría: "Encuentro resistencia para subir esta montaña, luego existo". "Encuentro resistencia para leer La Divina Comedia, luego existo."

Pero el hecho que importa destacar no es el verbo sino el sujeto. Yo fui el que eligió ir a aquella montaña, comprar estos zapatos y no aquellos. ¿Por qué elegí estos? Porque así soy yo, yo no soy aquel.

Cuando se tiene conciencia del asunto  parece una cuestión por demás obvia. Empero, más de un pensador tuvo que bregar  fuerte para  llega a esa conclusión "obvia", anota Wahl:

 “Jasper ha llamado la atención sobre el hecho, ya percibido por Kierkegaard y Nietzsche, de que la existencia es elección. Pero esta elección está determinada por el dato que soy yo.”

Y aquí llegamos al drama del hombre moderno, engarzado en la cadena de producción en serie, que debe hacer lo que el Estado, o la empresa privada, necesitan, no lo que él quiere.

Sin embargo, en el fondo es un gran drama de humo porque el hombre se ha circunscrito a lo necesariamente útil para pasar el día.

Se ha olvidado de la esencia de las cosas. De la lectura de libros, de la sala del museo, de la música, de la ociosidad terapéutica (lejos del reloj y del celular), del teatro, y sobre todo, se ha apartado tajantemente de ir  a caminar a los bosques y los desiertos.

Cuesta trabajo imaginar a Vivien Leigh y Clark Gable, en Lo que el viento se llevó,  comunicándose por teléfono celular al principio de cada escena, como es ahora con las series y las películas donde el celular pasó a ser el actor principal. 
 
En estos tiempos en los que más de un distinguido  ciudadano del mundo está agazapado en el  rincón más apartado del planeta para esconderse de la ficha roja de la Interpol, que lo busca, bueno es recordar las palabras de aquel pensador estadounidense que se autodenominó a sí mismo como el “filósofo más vejestorio”: Jorge Santayana.

 Caminando desapaciblemente por las calles de Roma, en los últimos años de su vida, solo, sin guardaespaldas ni abogados que le estén gestionado amparos para evitar ser encarcelado:

“Me agrada deambular entre las cosas hermosas que adornan el mundo, pero me aparto de la riqueza privada, o de cualquier tipo de posesiones personales, porque me quitarían mi libertad.”

Deambular por las calles, después de las horas de la fábrica, en fin de semana o vacaciones, sentarse en cualquier banca del parque, a leer La divina comedia. Ahora es accesible a pocos en esta era de la distracción.

El hombre moderno se ha olvidado de lo que los antiguos llamaban el espíritu de las cosas, y se ha quedado nada más con las cosas.

Esa es la respuesta:  La Divina comedia no es una cosa.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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