LA EXPULSION DE LOS ESPAÑOLES DE MEXICO

 


Algo para conocer, y meditar, este 2021, a 500 años de la caída de (Tlaltelolco) México-Tenochtitlán.

 

Referencias

La expulsión de los españoles de México (1821-1828).

Harold D.Sims, Fondo de Cultura Económica, Secretaria de Educación Pública, 1985, Lecturas Mexicanas número 79.

 

El Teniente Coronel Bernardo Tello recibe, de parte del gobierno mexicano, su pasaporte de expulsado y en ese momento cae muerto.

Le seguirán en el proceso de expulsión unos mil 700 españoles. Se quedarán en el país, por lo pronto, otros 4 mil.

El episodio de Tello nos da una idea del estrés, como ahora se dice al extremo sentimiento de angustia, que vivían los expulsados.

Quince años vivieron estos españoles de México  en  un ambiente que se les había vuelto muy violento. De lo que  se conoce como el abrazo de Acatempan, cuando cesó la guerra entre españoles e insurgentes, en 1821, y el reconocimiento de España en 1836.

Fue el tiempo en el que España aceptara por fin reconoce la independencia de México. Violencia que en momentos cobraba más intensidad por las noticias que llegaban de que España intentaría la reconquista. O bien por los movimientos pro españoles  internos que buscaban con las armas volver a retomar la hegemonía.

Este éxodo comenzó a principios de 1828 por disposición de   la ley  del 20 de diciembre de 1827:

 “Es mucho el número de coches salidos (de le ciudad de México) hoy con gachupines, no se tiende la vista por ninguna calle que no se vea uno o dos carretas cargadas.”

¿Qué había sucedido en una ciudad, y en un inmenso territorio, en la que por trescientos años ellos fueron los amos, en la que habían destrozado toda una cultura milenaria náhuatl, haciendo añicos los edificios del hermoso coatepantli azteca y en su lugar erigido sus edificios de arquitectura europea  e impuesto con violencia,  sus modos de conducta a su antojo y su religión.

 


El que se resistía aceptar el cristianismo era devorado vivo por los perros de los españoles. Tan frecuente  esta práctica que  se le conoce como “ el aperreamiento”.

 Imagen: Código. Tomado de Internet


Era algo más que “un inmenso territorio”. Eran amos de dos millones de kilómetros cuadrados de terreno, en lo que va de Yucatán, en el sur, hasta los actuales estados de Arizona, Nuevo México, Utah, Colorado y Texas. Para no mencionar el caso de Florida.

Lo que comprende las áreas geográficas actuales de  España, Italia, Francia, Alemania y Polonia juntas. Un solo hacendado  se consideraba dueño de tal cantidad de terrenos,  poseía tales  riquezas, y gente  esclava, que dos reyes juntos  de Europa.

¿Qué había sucedido? Era tarde para considerarlo y más para remediarlo. Ahora había que agarrar el camino del éxodo.

La historia en el planeta para entonces ya era otra. España había perdido la fuerte presencia que tenía en países de Europa y los Estados Unidos hacían lo suyo para acabar con los últimos bastiones del poderío español en América.

 

El conde de Aranda, español con elevado cargo en el gobierno de España, ya había advertido con respecto a Estados Unidos con toda antelación en el memorial de 1783 :"! Vendrá un día que será gigante, un coloso temible en esas comarcas", pero ni españoles ni mexicanos le hicieron caso.

España, no obstante, se cerraba al reconocimiento de esta nueva realidad. Se considera que  de haber enviado el reconocimiento de la independencia de México (como lo haría quince años más tarde), el asunto de los españoles, no obstante el resentimiento que con su   actitud provocaron durante tres siglos, las aguas no se levantarían más allá de un oleaje.

En el camino  del destierro hacia el puerto de Veracruz  sufrieron  de sobresaltos no ya por los contrarios políticos sino por los ladrones comunes que los despojaban de sus pocas pertenecías que habían logrado llevar:

 “Las desgracias de los españoles que partían eran muchas. No era raro que alguno de ellos fuera robado o hasta asesinado en el camino de Veracruz…Algunos españoles que lograron abordar su barco, no llegaron a su destino. Por ejemplo, los 82 pasajeros y tripulantes que se encontraban a bordo de la corbeta francesa Paquet N° 3,que zarpó de Veracruz el 3 de abril, fueron sanguinariamente asesinados por el pirata  Pájaro Verde mientras navegaban rumbo a Burdeos.”

Los caminos hacia el este, a lo largo de 500  kilómetros, hasta el puerto de Veracruz, debían cruzar,  la elevada cadena montañosa nevada por el poblado de Río Frío (2,980 metros, 9,777pies o por Ituhalco 3,687 metros, 12, 096 pies) entre los  volcanes   Iztaccihuatl y Popocatépetl, cumbres nevadas de más de cinco mil. 

 


Popocatépetl, 5,426m.  En el camino al puerto de Veracruz. Por aquí llegaron y por aquí se fueron.

Foto de Notimex, tomada de  Internet

Pillaje, violencia racial y política, se desataron a lo grande contra los expulsados. Ya desde los días de Hidalgo en Jalisco jóvenes españoles eran llevados a una barranca y acuchillados como animales en el silencio de la noche.

Se confirmó una vez más la antigua lección de historia que  los excesos de la primera generación de conquistadores la paga, y con muchas creces, la última generación de sus connacionales cuando esa conquista llega a su fin.

El mar de los Sargazos, del Océano Atlántico, se le conocerá como la Ruta del Éxodo Español. Un siglo más tarde (111 años) cientos de españoles cruzarán de nuevo estos paralelos oceánicos en otro éxodo tan penoso como este, pero ahora en dirección contraria, del este hacia México, expulsados de España por sus mismos connacionales.


La cara dura del exilio. Rumbo hacia México, expulsados por sus connacionales de 1938


Sin embargo de todas las barbaridades que se cometieron contra los expulsados, es una ligereza de algunos historiadores comparar  este suceso del siglo diecinueve, en México, con la revolución francesa.

Aquí el “corte de cabezas” lo sufrieron no los de hasta arriba sino  los españoles pobres que no tenían recursos para moverse hacia otros estados donde el sentimiento antiespañol era menos fuerte.

Un “corte de cabezas” entre comillas porque las familias de los desplazados no fueron abandonados por completo por los mexicanos. Sims relata el caso de gobierno de Oaxaca:

“El gobierno de Oaxaca, y su legislatura dominada por los escoces (logia pro española) sentían compasión por las esposas e hijos  de los españoles forzados a salir por las leyes  locales y federales de expulsión. El 31 de enero  de 1828 la legislatura ordenó al gobernador que  elaborara una lista  de las familias que vivían  en la pobreza  como resultado de las expulsiones, y que pagara una pensión diaria de dos reales(a las esposa sin hijos o con uno solo) cuatro reales (a las que tuvieran  tres o más descendientes).

¡Imaginemos a los jacobinos de la revolución francesa pensionando a las familias, en Francia,   de los aristócratas en el exilio! ¡O a los dirigentes del Frente Popular español, de 1937, ayudando con despensas y pensiones a las familias de los  fascistas caídos en combate!

Los españoles ricos (sucede con los ricos en todos los tiempos y en todos los paralelos) con toda anticipación agarraron sus fortunas y volaron para Europa o para Nueva Orleans (todavía no  de Estados Unidos).Dejaron tras de sí un caos que se le vino encima a sus connacionales pobres.  Sims pone como ejemplo de lo anterior:

“el conspirador Aviraneta y el comerciante Rivas pagaron cada uno cien pesos por pasaje de primera clase  de Veracruz a Nueva Orleans en el barco ingles Hibernia, a  principios de 1828.”

“Muchos barcos estadounidenses, británicos y franceses se dirigían a Veracruz para llenar sus cabinas con españoles que partían al exilio en Nueva Orleans, La Habana o Europa. Los barcos extranjeros preferían llevar pasajeros que carga: podían tener mayores utilidades llevando españoles a los Estados Unidos o a La Habana que trasportando mercancía a Europa.”

Nueva Orleans, por quedar tan lejos de la ciudad de México, se había convertido en el punto de reunión de los conspiradores que preparaban con las armas en la mano la reconquista:

“Los funcionarios españoles emprendieron entonces una campaña efectiva cuyo centro fue Nueva Orleans para reclutar y trasportar a La Habana (todavía de España) a los emigrados españoles, como preparación para un futuro  intento de reconquista de México.”

Y más adelante:

“Los españoles refugiados  en Nueva Orleans se convirtieron en una  nueva fuente de conjuras y por ello, en un nuevo problema para el gobierno de México. En 1828 existan proyectos  entre los exiliados  en el extranjero para realizar expediciones filibusteras contra la costa texana (todavía de México), y se hicieron intentos de establecer una cabeza  de puente española sobre la costa  del Golfo de México y de apoderase de la fortaleza  de San Juan de Ulúa una vez más.”

Este intento de reconquista, en efecto,  se llevaría a cabo. Pero, el contexto ya era otro. En comparación con el encuentro de los conquistadores del siglo dieciséis, con armas modernas para ese tiempo, cañones, pólvora, arcabuces, caballos, virus, miles de indígenas incondicionales, peleando contra lanza y macanas de los valientes aztecas.

 Ya para la guerra  de reconquista los mexicanos tenían las mismas armas que los españoles, el soldado español montado sobre un caballo había dejado de ser un dios,  poseían resistencias virales contra lo traído por los españoles, ya no contaban con tribus  incondicionales. Ya el romance con los españoles se había acabado cuando los  aliados indígenas, destructores de su misma cultura ancestral y de su religión, fueron convertidos en esclavos de las tiendas de raya de los hacendados.

 El intento fracasó muy desafortunadamente a manos de Antonio López de Santa Anna. Tan vergonzosamente que el general español, que dirigía el ataque, se fue a vivir a Estados Unidos y jamás regresó a España.

No obstante este descalabro,  españoles del estatus medio encontraron muchos de ellos el medio de defenderse no sólo de permanecer en México sino buscando la manera de recuperar la hegemonía militar, política y económica.

En tanto el congreso de la capital  se ponía de acuerdo con los términos de expulsión en una ley general, cada estado elaboraba su propia ley, unas muy virulentas contra los españoles y otras protectoras.

Los que pudieron se desplazaron hacia otras provincias del país. Recurriendo a políticos contrarios a la idea de expulsión. Y teniendo a algunos periódicos de  la logia escocesa que protestaban contra los yorkinos, que era la logia que buscaba a toda costa sacarlos de México:

“El gobierno estaba seguro que los españoles  apoyaban a los revolucionarios con su dinero y consecuentemente, en la ciudad de México se hicieron entonces esfuerzos extraordinarios para expulsar a los peninsulares.”

Durante tres lustros, a partir de 1821,  España no hizo nada efectivo por buscar paliar el golpe de los españoles en México sino, como anotamos, todo lo contrario. Que reinara el caos  para encontrar tierra fértil de apoyo a la reconquista. Entretanto, quedaron   estos españoles, como se dice, siendo la carne del sándwich: entre el gobierno español y los yorkinos.

“los expulsados españoles que llegaban a Filadelfia tenían grave urgencia de obtener ayuda de alguna fuente. El cónsul general de Francia informó en marzo que numerosos exiliados españoles, después de haber sido abandonados por su propio cónsul se dirigían al consulado francés en busca de ayuda”.

Los yorkinos sin duda que cometieron excesos por ese deseo (aquí si semejándose a la revolución francesa: quitarles el mando político, el militar y quedarse con los mejores contratos y puestos burocráticos  manejados por el gobierno) de desquite que bullía en el inconsciente colectivo del pueblo en revancha por todas las carnicerías y persecuciones de que fueron objeto los grupos étnicos a partir de la conquista en el siglo dieciséis.

Sin embargo los españoles del  estatus medio que ocupaban los mejores puestos en la política y en el ejército ( y que no había tomado parte en algunas de las conspiraciones contra el gobierno), fueron removidos pero en tanto España no reconociera la independencia de México sus sueldos se les seguirían pagando. Si era expulsado pero dejaban familia en el país con mexicanas, podían cobrar en el extranjero medio sueldo.

Además los españoles casados con mexicanas en general no fueron objeto de persecución ni de expulsión.

¿No está por demás insistir: ¿podemos imaginar a los jacobinos de la revolución francesa enviando sus sueldos a los aristócratas en el exilio? ¿O a los bolcheviques procurando paliar la pobreza de los familiares de los zares ya depuestos?

El movimiento de independencia consignado en Los Tratados de Córdova, de tono católico, pronto se volvió secular y en momentos jacobino. Y los sacerdotes españoles peninsulares fueron reemplazados, a señalamiento del obispo, por sacerdotes americanos:

“Entre las ordenes que eran menos “españolas” se encontraban los agustinos, que eran mexicanos en un 92.5 por ciento, y los mercedarios, en cuyas filas sólo había un español.”

En realidad fue el momento, con el argumento de expulsar a los sacerdotes peninsulares, en que el proceso de secularización empezaría en la vida de México. Medida sana como recurso dialéctico con lo religioso. Pero que en ocasiones perdería la tolerancia.

El movimiento levantaba una polvareda que envolvía a los activistas escoceses y yorkinos, a los representantes de  los gobiernos extranjeros en México y al alto clero.

Sims hace notar “la hostilidad que existía entre los diplomáticos europeos y el plenipotenciario (Poinsett) de los Estados Unidos.”

Empero, todo esto fue menos que inútil. Con el tiempo, los que lograron escapar al éxodo y se quedaron a vivir en México, no aprendieron la lección. Mejor dicho, hicieron una mala lectura de esa lección.

Así es como termina el libro de Sims. Se reagruparon de la mejor manera para no volver a ser sorprendidos y en cambio defender la tradición.

¿Pero cuál tradición? ¡La de su estatus! La que había empezado con los conquistadores del siglo dieciséis: la tradición de la destrucción y la esclavitud por medio de las tiendas de raya de las haciendas.

“Los que quedaban pronto, muy pronto aceptaron el desafío y buscaron el modo de defenderse. Los que en el decenio de 1830-40 surgieron como defensores de los fueros tradicionales y de las propiedades  de la Iglesia, eran gente decidida a impedir en el futuro cualquier ataque sobre los derechos y privilegios heredados de la tradición.”

No la tradición del pueblo mexicano con su cultura milenaria y sus necesidades de comida, vestido, educación y cultura.

Un estatus social, solipsista, es solo la abstracción del todo. Es jugar su  peligroso juego al margen de los demás estatus o, como ahora se dice, clases. Muy pronto se vería en México cuan peligroso es ese juego.

Ahora recién tenían los mexicanos dos grandes culturas, la suya de los soles teotihuacanos y la de la Paideia griega. ¿Pero de qué servía si ni siquiera sabían leer por carecer de escuelas públicas para el pueblo.

Sería hasta el  25 de julio de 1921, que el presidente Álvaro Obregón decretó la creación de la Secretaría de Educación Pública (SEP), “medida que fue aprobada por unanimidad en la Cámara de Diputados. Posteriormente, el 3 de octubre del mismo año, fue publicada en el Diario Oficial de la Federación (DOF).”

 Exactamente a 400 años de la conquista y a 100 años de la independencia. ¡Cinco siglos en que, por extraños  y por propios, a la educación del pueblo no se le dio ninguna atención o se le combatió con la indiferencia! ¡Un pecado de omisión muy grave de los políticos de entonces y de  la Iglesia!

Eurípides, Cicerón, Epicteto, Shakespeare, Platón, Aristóteles, San Agustín, Santo Domingo de Guzmán, San Alberto Magno, Santo Tomás de Aquino, San Francisco de Asís,  y otros, eran absolutamente desconocidos para esta gente. ¿Cómo se puede alimentar al espíritu así? ¿Cómo se nutre el espíritu alejado por la fuerza de sus representaciones propias de la Divinidad Nanahuatzin-Tezcatlipoca y Chicomecoatl? ¡La espada y la cruz lo habían mutilado todo en el siglo dieciséis!

Ahora tenían una bella religión pero por haber sido impuesta a la fuerza por los conquistadores,  siempre fue mal comprendida y peor practicada.

En breve, solo noventa años  más adelante, la Iglesia pagaría el precio de no haber enseñado, en esos tres siglos de la colonia, filosofía y teología al pueblo ( a ese pueblo, 90 por ciento de la población, compuesto, como dice Fray Bernardino de Sahagún, de “maceguales y gente baja”). Las masas de esclavos de las tiendas de raya de las haciendas, sólo   conocían, mal conocían, el catecismo de Ripalda. Eso es lo que la Iglesia, y los centros de  investigación académica, llaman la evangelización de América.

 En otras palabras el pueblo del 90 por ciento  carecía de vitaminas culturales para saber convivir con el sano  laicismo y prevenir el jacobinismo.

Para filosofar se necesita la duda a través de la cual se busca la certeza. Para creer en la Divinidad se requiere una fe que es dotada desde el cielo mismo, no porque se tiene enfrente una presencia punitiva. Pero nada de esto, Filosofía y Teología, caben donde  no hay libertad para pensar.

En rigor, laicismo no es una meta en si. Más bien se trata de un camino para llegar a un fin. Este fin es el Humanismo. Humanismo es donde el individuo puede vivir con toda libertad de pensamiento en el universo de las ideas y las artes tales como la filosofía, el teatro, la literatura... ¡Aquí solo se conocía el catecismo de Ripalda!

Ya desde entonces el cierre de las iglesias, en el país, y la prohibición de la religión, tocaban a sus puertas.

Ya en pleno siglo veinte, cuando las naciones habían agarrado el pulso de  los nuevos tiempos, los  mexicanos seguían de esclavos de la tienda de raya de las haciendas.

En realidad, insistimos,  a la postre todo quedó colgando de un hilo. La  expulsión de los españoles fue muy a la mexicana. Los odiaban, pero en algunas provincias, no tanto.

La gran cultura occidental que trajeron los españoles y los grandes centros de enseñanza que fundaron recién la conquista (Tlatelolco, San Ildefonso en la ciudad de México, Colegio San Nicolás Obispo de Valladolid, Michoacán…) fueron pensando en los hijos de los conquistadores y en las familias de los grandes caciques indígenas al servicio burocrático de los españoles (en nahuatl se dice "achichincles". Pagando así los servicios que habían prestado en la guerra de conquista y destrucción de  México-Tenochtitlán.

La traumática situación vivida ochenta años atrás no fue suficiente como para enmendar la actitud hacia el pueblo de los maceguales. Al contrario,  se dio un acercamiento entre los altos mandos mexicanos y el alto clero  con los hacendados que había logrado evadir la expulsión.

Cincuenta etnias   en México siguen viviendo, para 2021, sus costumbres y sus ritos ancestrales a lo largo de todo el país. Lo que se conquistó en el siglo dieciséis  fueron los grandes centros de poder, cultura y población y el más importante de todos  México-Tenochtitlán. En otras palabras, el México pre cristiano no fue borrado. Sigue vivo. Pero también en el abandono por extraños y propios. 

 


Extremo norte de la zona arqueológica de Teotihuacán, con la pirámide de la Luna.

Foto tomada de Internet.


Si bien la antropología social profesional e institucionalizada nació en México en  1917  con  Manuel Gamio, sería hasta el 3 de febrero de 1939, por mandato  del presidente Lázaro Cárdenas, que se fundaría el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Una   dependencia del gobierno federal de los Estados Unidos Mexicanos.

Dicho de otra manera, la gran cultura de los Soles Teotihuacanos (con su gran aporte del Popol Vuh), y la gran cultura europea, con sus importantes aportes coránicos, estaban totalmente vedada para el común del pueblo mexicano, ya cuando en el mundo habían tenido lugar enormes avances tecnológicos y culturales.

A ochenta años de gobiernos ya mexicanos, y de aquel sangriento 1828, el noventa por ciento de los mexicanos eran analfabetas, andaban descalzos y vivían en chozas. Los hijos heredaban la deuda que el español hacendado había anotado en las tristemente tiendas de raya que cada hacienda tenia.

Lo grave de esta indolencia hacia el pueblo, vendría en los tiempos que estaban por llegar. Unas masas así, carentes de todo, se precipitan a la primera oportunidad, a la prosperidad, al tener, que lleva la consumismo. Seguirán ignorando el progreso, que apunta hacia la evolución universal. Evolución en la que el Romanticismo y la Ilustración caben, para bien, dialécticamente en el alma del individuo.

Por si fuera poca la miseria material y cultural del pueblo, el niño mexicano al nacer ya debía dinero que nunca alcanzaría a pagar. Lo heredaría a sus hijos y estos a sus hijos.

Uno del pueblo se encontraba en la calle a un español, o a un catrín (mexicano cerca del poder), debía bajarse de la banqueta y no levantar la vista bajo riesgo de ser golpeado en la cara por insolente. O enviado al presidio  de San Juan de Ulúa, islote en el mar,  de donde jamás regresaba.

El 20 de noviembre de 1910, con la toma de Ciudad Juárez, por Francisco Villa y Pascual Orozco, a las órdenes de Francisco I Madero, empezó el movimiento revolucionario que se ha considerado como la primera gran revolución popular del siglo veinte.


No eran militares,sólo campesinos, pero iban por los malos políticos del viejo orden y sus compadres los hacendados


Francisco Villa, Pascual Orozco y Maclovio Herrera no eran militares. Eran gente del campo de la infinita llanura norteña que conocía las montañas, sabían montar  caballos y disparar en plena carrera,  y tenían muy desarrollada la intuición del guerrillero.



Estas mujeres mexicanas no esperaron un siglo para luchar, en igualdad de género, en los campos de batalla con las armas en la mano 


Foto arriba derecha. Adelita, la mujer que inspiró el corrido guerrero más famoso de la revolución mexicana.

Foto izquierda. Niña revolucionaria.




En Paredón en tanto los once generales de división  del viejo orden, que comandaban la impresionante columna de trenes del ferrocarril con soldados del gobierno, trazaban un plan de batalla, la División del Norte de  Villa, compuesta de campesinos, ya había penetrado sus defensas y   preparaba el ataque final.

Madero, Villa, Orozco Y Herrera iban contra los mexicanos en el poder  y sus compadres los hacendados.

La revolución mexicana casi barrió  con todo esa perniciosa connivencia. Casi…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

UNA NOCHE DE VIVAC EN LAS MONTAÑAS DE HIDALGO, MÉXICO

 



Referencia:

H.George Ward México en 1827, Fondo de Cultura Economica, México.


Sigue la pandemia y nuestra permanencia en la aldea de Capula, estado de Hidalgo, México, se prolonga. Entre montañas cerca de los tres mil. Es en realidad una especie de granero  en el que la familia que nos alquila el lugar ocupa para guardar su pastura. Desde aquí organizamos nuestras salidas para las travesías por la sierra o emprender algunas escaladas. Es la primera  semana de primavera pero siguen noches muy frías.

 No nos preocupa pues dormimos sobre la pastura seca que nos proporciona un calor agradable. Sólo los alacranes nos inquietan y por las noches subimos el cierre de nuestros sacos de dormir.

-Los alacranes no viene hacia nosotros-, comenta Yuma, nosotros somos los que vamos hacia ellos para aniquilarlos por su potencial peligro.

-¿Es una metáfora?-pregunta Kiva, la muchacha escaladora-.Somos agresivos con muchas cosas que en la vida nos parecen sospechosas de peligro, pero, ¿cuántas veces caemos en la cuenta    que hemos cometido una injusticia?

Una noche encendemos una fogata en nuestro granero y, ya metidos en nuestro sleeping, tomamos un vaso de vino y comemos pan negro con rebanadas de queso.

Les comento que hace tiempo subí  al Valle de Las Ventanas (en las montañas donde ahora nos encontramos,diez kilómetros al este) al finalizar el verano. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes entonces del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba un “Ciclo de Conferencias de Escalada”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas ascensiones. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: ¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?” o ¿Por qué los tramos en escalada libre son ahora más cortos y en su lugar se llenan las paredes de clavos y barrenos?  ¿Por qué los que empiezan a escalar no suben con mochila y botas, como preparación de ascensiones más adelante   en cotas de nieve y hielo? etc.

 Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varios lustros atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo.

 


La Blanca, en el grupo de Las Monjas, Sierra de Pachuca, estado de Hidalgo, México.

Raúl Revilla (de la ciudad de Pachuca), en la foto. Realizó su primera escalada por la  pared norte (sombreada).

Foto de Armando Altamira


Pude  conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás). Tomás Velázquez es el autor de un libro (Guía del escalador mexicano)  que fue muy comentado y sirvió mucho a los escaladores de aquel tiempo y sigue vigente.

Luego de otro trago de vino y otra rebanada de queso, Yuma refirió algo de historia del siglo diecinueve ocurrida precisamente en esta región minera en la que ahora nos encontramos:

 

 - “Viajeros”, “Expediciones científicas”, “Gambusinos”...Todos querían  conocer entonces  las potencialidades de México apenas, Hidalgo ha dado el grito de independencia frente a Francia, y que en seguida se dirigirá contra España. Se tenía horror por el curso que había llevado la revolución francesa y de plano ya no se toleraba en México a los “gachupines”.

Humboldt de Alemania y Poinsett de Estados Unidos son los primeros en llegar. El primero mide la altura de las montañas, estudia las minas y se mueve en el ambiente de los hombres de la ciencia.

 El otro, Poinsett, es un "simple" viajero que vino a formar las logias del rito yorkino, enemigas de los españoles peninsulares en México, que a su vez se habían organizado formando, para su defensa contra los insurgentes, las logias del rito escocés (después Poinsett regresará a México como Plenipotenciario y primer Embajador de su país).

 

 Ambos, Humboldt y Poinsett, son los personajes que envían a  sus respectivos gobiernos informes puntuales de lo que hay en el subsuelo y en la superficie del país, de su gente, de sus costumbres.  Después de tres siglos de un control absoluto de la libertad de expresión, por parte de España, los mexicanos les dan la bienvenida sin pensarlo dos segundos.

 Procedentes  de países anglos, los nuevos visitantes incluían siempre, como requisito para decidirse a invertir en México, el tema de la libertad de cultos. Les interesaba introducir el cristianismo liberal en un ambiente cristiano romano. Casi todos los insurgentes eran católicos, y abundaban los caudillos – sacerdotes, pero necesitaban dinero para reconstruir minas y presas...

En este panorama social mexicano también llega Henry George Ward, Encargado de Negocios de su Majestad de Inglaterra, a las costas de Veracruz. Los caudillos mexicanos del momento lo esperan con los brazos abiertos. Necesitan reconocimiento político y también esperan que invierta su capital. Los caudillos tienen tan sólo una década en la lucha y se revelan, a pesar de eso, como  experimentados negociadores. Empero, los otros, los extranjeros, tienen mil años de experiencia...

 Esos viajeros eran tan preparados académicamente que, sin excepción, dejaron trabajos de “observación” que a la postre resultarían verdaderas joyas de la “literatura de viajes” enfocados a los más diversos aspectos que eran de su interés tales como la minería, política, historia,  arqueología (cuando en México ni se soñaba que existiera esta ciencia de la antropología), sociología, economía, potencialidades geográficas como selvas, ríos...Hasta un siglo más tarde Gamio empezará con sus trabajos pioneros en cuanto a la antropología.

 Ward observa que, con una patente falta de visión, los insurgentes habían destruido las presas de las que se alimentaban la extensas tierras de las haciendas de los españoles. Cuando cesó la contienda los insurgentes se encontraban dueños de una tierra yerma y sin dinero para reparar  esas  presas. Lo mismo sucedió con las ricas minas. El gran Tiro General de la mina la Valenciana ya había costado a los españoles un millón de dólares en 1801. Y se siguió invirtiendo en ella durante años. En 1810 las tropas de Hidalgo la inutilizaron y en 1818 fue destruida por los seguidores de Mina. Después se necesitó concesionar este importante lugar a la Anglo Mexicana Association para que volviera a producir.

Al cerrar una mina se caía la economía de la región. Los labradores, artesanos, pequeños ganaderos o pastores dependían en mucho del poder adquisitivo de los obreros mineros. La   historia oficial nos ha impedido realizar un trabajo más a fondo y estudiar a algunos de estos caudillos. 

Con el argumento de quebrar la economía de los españoles acababan con lo que sería el patrimonio de los mexicanos. Individuos que de pronto aparecían en nuestras costas al frente de un grupo de rebeldes armados y pertrechados,  con dinero de sus propios bolsillos,  y al grito de ¡Viva la Independencia de México y mueran los gachupines!, quemaban sus ricas tierras de café, destruían sus fabulosas minas y volaban las grandes presas!... 

Otra de las observaciones que hace Ward es que fue desde los lejanos tiempos de la colonia, y durante prácticamente los tres siglos que ésta duró,  que nuestra ecología sufrió un grave daño. Lo que les interesaba sobre todo a los españoles, desde los días de la conquista, era la extracción de la plata. Para tal actividad se necesitaban enormes cantidades de madera que satisfacían cortando árboles de todos esos bosques de la amplia franja norte de Pachuca,  como es Tulancingo, Chico  hasta Zimapan, en los que se encuentran ubicados los macizos montañosos de importancia alpina de los Frailes, las Monjas, las Ventanas, Peñas Cargadas.... Y más allá los bosques de Guanajuato, San Luis Potosí, Zacatecas...

 


El Obelisco, en la región de Los Frailes, Actopan, estado de Hidalgo, México.

Manuel Ramírez (guía alpino de la ciudad de Pachuca), en la cumbre, llevó a cabo su conquista.

Foto de Armando Altamira


Ward insiste que  la guerra de independencia trajo la casi destrucción de la exitosa industria de la minería en México.  Pero dada la tecnología y el capital, que era necesario para volver a echarlos  a andar, estos no se encontraron a la mano y los mexicanos, ya independientes, tampoco pudieron beneficiarse de las minas, ahora suyas. Muy relativamente suyas: “En 1826 estaban establecidas allí (en la región de Temascaltepec) cinco compañías, dos inglesas, dos americanas y una alemana; no había una sola mina explotada por alguna compañía mexicana a pesar de que el señor Septión, del tribunal de Minería, es propietario de una, San Francisco de Paula, para la cual todavía está buscando quién le proporcione avío”

-¿Eso, donde lo dice?-pregunta Kiva.

-El libro de Ward se llama  “México en 1827”, Fondo de Cultura Económica).

-Sigue- le digo.

 -La prosa de Ward, elegante, sencilla y culta, descubre una educación de las mejores universidades europeas de su tiempo. Aun en pleno siglo veintiuno es agradable leerlo. Sobre todo si recordamos que a la sazón, en el diecinueve, algunos de  los  mejores  escritores mexicanos  se esforzaban por llenar sus escritos de citas en latín y un español de España muy rebuscado.  Ward mezcla, con cuidadosa dosificación, el dato exacto y la sabrosa  anécdota.

Podemos imaginar una pequeña expedición inglesa que atraviesa el bárbaro y muy pobre territorio mexicano, carente de caminos para carruajes. Sólo senderos para animales de carga, llevando consigo tiendas de campaña, camas de latón y sirvientes. Además  un surtido vestuario para cambiarse de ropa a la hora de tomar el te, lo que hacen en pleno campo abierto o entre la agreste montaña. Evita describir el absurdo de cómo hacían sus necesidades fisiológicas en un país donde no se conocían los elegantes “retretes” de Inglaterra.

 Sobre todo es muy cuidadoso en sus expresiones que escribe de las gentes, los lugares y costumbres de México. Al final,  como a Lawrence de Arabia le pasó con las arenas del Cercano Oriente, parece que Ward fue conquistado por México. Llegó a tomar, con agrado, pulque y pidió al conde de Regla que le llevara a bautizar a una de sus hijas... 

LUCRECIO, EL ORIGEN

 


 Algo para meditar en estos tiempos de encierro involuntario, entre cuatro paredes durante ya casi un año, por eso del coronavirus. Mejor asomarse a la filosofía antes que la hipocondría nos cubra con su negro manto.

¿Me creerá si le digo que Lucrecio es  creacionista y también evolucionista…? En otras palabras es un espíritu universal, que no se queda en la abstracción.

Dos teorías que parecen antagónicas: atomismo y monadismo. Algunos de sus campeones:

Atomismo: Epicuro, Leucipo, Lucrecio, Demócrito.

Monadismo: Plotino, Leibniz.

 

Referencias:

Tito Lucrecio Caro, De la naturaleza de las cosas

 Espasa-Calpe S: A: Madrid Colección Austral,1969

G. K. Chesterton, El hombre eterno

Editorial Porrúa, Serie Sepan Cuantos…México, Núm.490, 2007

Jean Wahl, El camino del filósofo, Fondo de Cultura Económica, México, 1988

 

Escalo montañas porque tengo pies y manos y sobre todo ánimo necesario para ello.

¿Le parece una perogrullada?

Lucrecio tiene a este respecto una teoría (creacionista) interesante que, andando los siglos, debió inspirar a los evolucionistas y hacerlos pensar en la tesis contraria.

También los creacionistas, como Chesterton, debieron haber leído a Lucrecio. Entre otras  cosas porque Lucrecio es uno de esos autores de la antigüedad al que, conscientemente, no se le puede saltar, ignorar o dejar de lado.

Como no se  puede ignora a Emerson, a Dante, a Goethe a Cervantes a Tolstoi.

 


                                    Escalo montañas porque tengo pies y manos…

Primer tercio de la pared sur de Los Panales, Sierra de Pachuca, Hidalgo, México.

                            Foto de Raúl Pérez, guía alpino de Pachuca.

Lucrecio (99 a.C.-55), con Epicuro y Meneceo es  de los atomistas, que explicaban todo mediante los átomos. Hasta el alma y el espíritu están formados con átomos...”estos son más ligeros”.

Lucrecio:

 “No han sido formados nuestros miembros para servicio nuestro: los usamos porque hechos los hemos encontrado: la vista no nació antes que nuestros ojos.”

Todos buscan el eslabón perdido. Chesterton dice que sigue perdido, por más ADN que se busque en los fragmentos de huesos de la Reina Africana…

La idea del desarrollo humano se basa en una serie de fragmentos de huesos que sugieren  una evolución pero: “no existen ni los más leves  indicios de que la inteligencia humana se haya formado por evolución natural. En el sentido científico más estricto, no sabemos nada de cómo se desarrolló. Existe una cadena rota de piedras y osamentas que sugiere  vagamente cierto desarrollo del cuerpo humano.”

Y agrega que el enfoque es más intelectual que biológico: 

“Para sugerirnos esa criatura intermedia, se han reunido unos cuantos huesos bastante sospechosos, porque esto conviene a cierta filosofía, pero nadie puede creer  que esto es suficiente para formular un aserto filosófico, que apoye lo que dice esa filosofía.”

 

Para escalar, no tuve que esperar a que se desarrollaran mis manos y mis pies…

José Méndez escala en libre  en la pared de Los Perros, estado de México. Sin cuerda, con botas y sin polvo en las manos.

Sin embargo Lucrecio, nacido un siglo antes del cristianismo, sin negar su idea del origen humano ya formado, aventura la tesis  que será considerada, siglo más tarde, casi al pie de la letra, por los evolucionistas:

 “fue preciso que perecieran muchas especies, y que no pudiesen reproducirse y propagaran su vida; porque los animales existentes que ves ahora, sólo se conservan o por la astucia, o fuerza, o ligereza de que ellos al nacer fueron dotado.”

Chesterton conoce esta hipótesis y dice que, en tiempos de la cueva, la fuerza de la macana hubiera extinguido todo conato de sociedad. La Humanidad siguió adelante,  agrega,  porque desarrolló el sentimiento de solidaridad, no el de la macana.

 No hay que pensarle mucho a este respecto, los ejemplos están frente a nuestros ojos:

Pueblos hay (había), en muchas  coordenadas del planeta, que en la actualidad  han desaparecido debido a la gran carga de violencia instalada en ellos. Violencia centrifuga, centípeta o una mezcla de ambas.

Otros pueblos están surgiendo precisamente porque los anima un sentimiento de solidaridad. Se apresuran a poner sus ideas en un pliego petitorio que después será el corpus de sus leyes  de Estado.

Laicidad y religión son lo propio del ser humano. 

En cambio filosofía vs teología arroja un resultado solo comparado a los encuentros futbolísticos de Boca Juniors vs River Plate (y afuera de La Bombonera   la presencia de 20 mil policías para evitar el conflicto entre fanáticos).

Lucrecio tiene numerosos pasajes en los que se pronuncia por la unidad, en el ser del individuo, y no por la abstracción:

 “El alma y el aire son las velas que mueven nuestro cuerpo como nave.”

Ya anotamos que para Lucrecio todo está compuesto de átomos, unos pesados y otros ligeros. Más no deja de anotar, en una carta que le dirige a su amigo Heródoto: “Hay algunas cosas incorpóreas existentes en el cuerpo”. Expresión que gusta a los que viven con los  valores de trascendencia.

Podría pensarse que Lucrecio se ha perdido en el laberinto de la evolución y en el de la creación.

Lejos de eso. Tenemos en este filósofo el rasgo fiel de los pensadores griegos de la antigüedad. Es el que caracteriza a la cultura occidental que busca la unidad a través de hipótesis contradictorias.

Chesterton:

“No se comprende una cosa hasta que no se comprende su contradicción”.

Siglos más tarde Wahl, estudiando a Hegel, escribirá: “lo no esencial es  esencial a la esencia.”

Estas son sólo dos hipótesis que se han venido ventilando desde miles de años (la célula primordial con átomos de Lucrecio,el materialismo que anuncia ya la cultura industrial, y los noúmenos de Leibniz que nada tienen de átomos) pero, durante casi un año de encierro, por lo del covid-19,  usted seguramente ya tiene otros puntos de vista de este asunto.¡Digalo!

En teología todo está dicho y no se le puede agregar ni quitar una sola letra a los textos sagrados originales, sino se quiere recibir el feo adjetivo de  tramposo.

Pero en filosofía no se ha dicho la última palabra  y tal parece que, por fortuna, nunca se dirá.

En tanto el semáforo del coronavirus  no dé la luz verde, usted agarre  la pluma(o su compu), su cincel o su pincel, y escriba una idea o, mejor aún, su filosofía personal.

 



No hay que asustarse. Si no escribes tu filosofía otros escribirán  de ti diciendo que así piensas…En modos de pensar no se puede extender una carta poder…

Dibujo tomado de El país.

 

No hay por qué asustarse, filosofía no es otra cosa que la vida vivida. Los institutos académicos estudian la filosofía, los modos de pensar de los filósofos,pero vivir la vida es, como decimos, cosa estrictamente personal.

Las biografías, aun las muy pulidas desde el punto de vista académico, son por lo general  puntos de vista del historiador.

El Napoleón que escriben los ingleses no es el que escriben los francés y los rusos tiene a su vez su propio criterio de Napoleón.

Aquí no hay carta poder para que otros escriban o piensen por mí, eso es imposible. Igual de imposible que extender  una carta poder para que otro vaya al retrete por mí…

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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