SAHAGÚN, LOS TACIUHTLAZQUE MÁS ALLÁ DE LO LÓGICO

 


Hacer que llueva, o detener la tormenta, lo hacen los mexicanos desde miles de años atrás.

Si alguien nos asegura que va pasar esto, o aquello, y no pasa, no volvemos a creer para la segunda vuelta.

En los países de la democracia a eso se debe la alternancia de un partido político por otro en el poder: el partido  anterior no cumplió lo prometido en campaña y ¡fuera!

El Romeo le prometió a su Julieta el cielo y las estrellas y no cumplió: ¡adiós!

La religión tal  aseguró que Jesús vendría a la tierra para el mes de junio pasado y Jesús no llegó: ¡adiós religión!

Cada año, durante el estío, los mexicanos de las comunidades agrícolas elevan sus oraciones musitados y cantados y su humo de copal al cielo para “pedir” agua, y ¿llueve!

Ya en plena temporada de lluvias estas pueden prolongarse y con el exceso de agua  provocar la pérdida de los sembradíos, particularmente el maíz, alimento ancestral de los mexicanos. Se vuelve a elevar alguna  señal, como veremos, para que la tormenta se detenga, ¡y se detiene!  Se sigue creyendo en ello porque sucede.

Semejante a lo que  tuvo lugar en Jericó que, ha pedido humano,  se detuvo al sol.

Igual que, como hemos oído, con fe se mueve de lugar a la montaña.

 


                Popocatépetl (5,426m), el Tezcatlipoca de los teciuhtlazque.

 En los pueblos en derredor de esta montaña existía toda una serie de adoratorios a Tezcatlipoca así como ayauhcalli (casa de niebla) que eran sitios de oración construidos en  alta montaña. En la ladera norte del Popocatépetl, en los 5 mil m. existe el toponímico de teopixcalco (en la casa de los sacerdotes del dios teopixqui que es otro nombre de  Tezcatlipoca). Hay ahí un refugio para alpinistas.En los 3,900 está el paraje muy conocido por los alpinistas por encontrarse en el lugar un amplio albergue y se llama el sitio con la abreviatura de "Tlamacas", pero su nombre completo es Tlamacazcalco ("en la casa de los sacerdotes de  tlamatzincatl", otro nombre de Tezcatlipoca").

Hay en el mercado un libro que debía  ser de ineludible conocimiento, por su tratamiento epistémico,amplitud e ilustración, titulado Tezcatlipoca, de Guilhem Olivier Durand, del Fondo de Cultura Económica,México, 2014. 


                              Foto tomada de Internet

Es eminentemente un conocimiento empírico que, sin embargo, trasciende a través de los siglos. El pensamiento náhuatl le llama dioses, esencias, que nada tiene que ver con la fenomenología.

En tiempos de la razón pura, los académicos prefieren llamarlos “héroes culturales”.  Natural que así sea. La bella cultura greco romana está plagada de héroes. Es decir de individuos de padre humano y diosa, como el caso de  Aquiles o viceversa: Zeus era muy enamoradizo con las hermosas mujeres griegas, las frigias, las tracias… Eso no sucedía en México, de ahí que los dioses aquí  son dioses, no “héroes culturales.”

Desde el razonamiento lógico (occidental) se han escrito N cantidad de ensayos de los tlaciuhtlazque. Nosotros no vamos a meternos en ese tema que más parece una de tantas aporías de la filosofía   queriendo meter en su costal contenido de un costal muy distinto a lo europeo.

La academia estudiosa del tema, en la especialidad de la antropología, ha realizado numerosos e  interesantes trabajos al respecto. Ya consultando los códices, las fuentes originales como los informantes de Fray Bernardino de Sahagún, de Fray Diego de Durán (ambos testigos españoles presenciales contemporáneos de la guerra de conquista), o ya entrevistando personalmente a los que en siglos  posteriores detienen las tormentas o las provocan.

De Sahagún se cita esta parte en la que el franciscano deja asentado en su  Historia General de las cosas de  Nueva España que: “Las nubes espesas, cuando se veían encima de las sierras altas, decían que ya venían los Tlaloques(dioses auxiliares de Tlaloc) que era señal de granizos, los cuales venían a destruir las sementeras ... Y para que no viniese el dicho daño en los maizales, andaban unos hechiceros que llamaba teciuhtlazque, que es casi estorbadores de granizos; los cuales decían que sabían cierto arte o encantamiento para quitar los granizos, o que no empeciesen los maizales, y para enviarlos a las partes desiertas, y no sembradas, ni cultivadas, o a los lugares donde no hay sementeras ningunas”  (Lib. VII, Cap. VII)

Originalmente, en tiempos remotos, estas personas formaban una institución como sacerdotes de Tláloc, dios del agua y se les conocía como teciuhtlazque.

A partir del siglo dieciséis la nueva religión, traída por los españoles, los etiquetó como sacerdotes del demonio.

 


A- Monte Teocuicani, visto desde Tetela del Volcán.

B- Los teciuhtlazque en la cumbre del monte Teocuicani. Sus rezos para pedir agua se dirigen en dirección del Popocatépetl.

C- Entrada al famoso ayahucalli (casa de niebla) del que Durán relata que se encontraba en él una magnifica escultura de Tezcatlipoca (estaría en el lugar en el que se ve el altar cristiano). A partir del siglo dieciséis  la advocación se hizo por la Santa Cruz, el 3 de mayo, día de Tezcatlipoca. Cada año suben una cruz que son las que se ven en la foto.

Fotos de Armando Altamira

 Para salvarse de la persecución con pena de muerte en la hoguera, o en lo que se conoce como  “aperreamiento” o devorados vivos por los perros, empezaron a fingir rezándole a la cruz de Jesús, como antes lo habían hecho ante  la cruz de Quetzalcóatl.

Con el tiempo se olvidó la palabra teciuhtlazque y se les empezó a nombrar de diferentes maneras, según la región. Los modos más conocidos son “graniceros” o “Rayistas”.

En el cristianismo es el obispo el que ordena al nuevo sacerdote. En la religión náhuatl es el mismo cielo el que ordena al teciuhtlazque. Envía un rayo. Si no  muere, este individuo pasa a formar parte de los teciuhtlazque o graniceros.



Los rayistas:En el sendero que va de Tetela del Volcán a la cumbre del Teocuicani se ven numerosas cruces que corresponden a  los muertos  alcanzados por el rayo.En esta comunidad del Teocuicani hay un grupo conocido como "Rayistas".Son los que sobrevivieron a la descarga del rayo.En esta montaña es donde de manera destacada se vive la figura de rayistas.Teo -cuicani: dios cantor o cantor divino.El relámpago seguido por el retumbra del trueno.La iconografia de Tlaloc presenta en su mano la figura del rayo.Los rayistas son los señalados por Tláloc para ejercer su ministerio entre los hombres.

El cuadro en el que está parado  Tlaloc prefigura el gran adoratorio construido en la cumbre del monte Tláloc 4,150m. Destruido en el siglo dieciséis, por sacerdotes católicos e indios aliados, e iniciada su reconstrucción en el siglo veintiuno. Labor titánica si se toma en cuenta que ya a esa altitud se deja sentir lo que se llama  "mal de montaña".

Dibujo tomado de Internet



En 1995 subí a la cumbre del monte Tláloc, en compañía de Héctor García y otros montañistas de la ciudad de México, con la idea de hacer mediciones del adoratorio que para entonce estaba en el completo abandono. Su destrucción era casi total.Las medidas son aproximadas dado lo deteriorado  de sus muros cuyo material invadía el fondo de las calzadas. La gran calzada del oeste no aparece en este dibujo y es de unos doscientos metros de extensión, aproximadamente.  Para mediados del año 2021 se pueden ver en Internet videos tomados por otras personas en los que se aprecian  las obras de reconstrucción.



Camino de las montañas bajas, medias y altas, para escalar, sobre todo en las cordilleras este y oeste que hacen el  Valle de México, hemos conocidos de primera mano estas ceremonias y lugares donde se practican los ritos de “pedir agua”.

Durante los varios intentos que hicimos, una veintena de escaladores, para  abrir una ruta en la pared oeste de El Centinela, en la cañada de Milpulco, suroeste de la montaña Iztaccihuatl, en los años sesenta del siglo pasado, descendíamos un poco la cañada y pasar la noche en una cueva en la que había señales de rituales tales como adornos de “papel de china”, copal, flores, etc.

(Participaron en estos intentos Juan Medina, el gran escalador de la ciudad de México, que nueve años más tarde se precipitaría  en caída mortal  en la Rampa de Oñate,  flanco occidental de la Iztaccihuatl, hacia los 4,800 metros . Y Santos Castro, el famoso escalador de Real del Monte,del  estado de Hidalgo.Años después moriría escalando la norte de El Abanico, lado norte del Popocatépetl, hacia los 5 mil metros).

No lejos de ahí, hacia el sur, otro sitio de rituales de los actuales teciuhtlazque, en la cañada de Alcalican.

 Ambos sitios están en los 3,800 metros de altitud, aproximadamente. Para llegar a ellos, a partir del pueblo de San Rafael, hay que remontar, a pie unos diez kilómetros con un desnivel de más de un kilómetro  o veinte kilómetros con cerca de 2 mil, a partir de Amecameca.

En los restos del adoratorio tolteca de El Solitario (4,200m), en el noroeste de la Cabeza de la Iztaccihuatl, más ofrendas recientes.

En el ya muy somero Adoratorio Nexpayantla (4,200m), lado norte inmediato de la cumbre de la Torre Negra, arriba del paraje Tlamacazcalco, ladera norte del Popocatépetl, más ofrendas hacia el mes de mayo.

 La montaña Popocatépetl no sólo es el sitio residencia, por así decirlo, de Tezcatlipoca, el más grande de los dioses mexicas, sino que se le identifica como el mismo Tezcatlipoca.

Nuestro descubrimiento del famoso adoratorio del monte Teocuicani (3,150 m.), referido por Fray Diego Durán, dedicado a Tezcatlipoca, arriba del pueblo de Tetela del Volcán, estado de Morelos,  en su ceremonia de los teciuhtlazque el 3 de mayo, día de Tezcatlipoca, ahora bajo la advocación  de  la Santa Cruz.



  Después de buscarla durante diez años, la encontramos cerca del pueblo  de Tetela del Volcán, estado de Morelos.  Años más tarde volvimos a subirla. De ambas ocasiones hicimos  reseñas que fueron publicadas en la revista Jueves de Excélsior número 2612 (10, VIII, 1972) paginas 14 y15 y Los Universitarios (periódico quincenal publicado por la Dirección General de Difusión Cutural de la UNAM) número 149-150, 1979 páginas 30 y 31.

Ya el francés José Deseado Charnay llevó a cabo,  en el siglo diecinueve, descubrimientos de varios adoratorios de alta montaña en las vertientes oeste de la Iztaccihuatl y del Popocatépetl.

José Luis Lorenzo conoció estos adoratorios, siguiendo las huellas de Charnay, e hizo una muy interesante publicación editada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia y lleva por título Zonas arqueológicas de los volcanes Popocatépetl e Iztaccihuatl (1957).

Los investigadores de academia circunscriben sus investigaciones a estos lugares. Nosotros tenemos otro punto de vista del asunto. El pueblo mexicano, en general, y en particular de las comunidades rurales, son todos ellos teciuhtlazque.

En el norte del país, Torreón Coahuila, Chihuahua…donde casi no lleve, y cuando llueve suele ser torrencial, no es raro que la gente saque un cuchillo, o el crucifico, para “cortar” la tempestad, y haga señales al cielo tormentoso y pronuncie palabras como: “¡vete, retírate!” Conocemos estas situaciones de primera mano, no contadas ni leídas.

 


 Comunidad de San Nicolás Xathe. En la cumbre del centro de la sierra, al fondo, hipotéticamente se encontraba un ayahucalli o adoratorio.

Foto de Omar Altamira A.

En la comunidad rural mexicana de San Nicolás Xahte, estado de Hidalgo, quince kilómetros en el noroeste de Atotonilco el Grande, es una práctica generalizada, es decir,  sin que medie alguien señalado para encabezar los ritos para invocar al cielo que llueva, o bien para que pare de llover.

En el estío, cuando es tiempo de empezar a trabajar las tierras de cultivo, y las lluvias no aparecen,  sacan al santito del lugar y en procesión por las calles (así se hacía en el México de tiempos precristianos, llevando a la representación de los dioses en piedra o barro). Al santo lo meten en un pozo artesiano y, al otro día, o dos, empieza a llover.

Este año (2021) las lluvias han caído de tal manera que la gente considera que ha sido un buen año para la siembra. Pero ya a mediados de este mes de julio, se considera que podían malograse las siembras si sigue cayendo agua del cielo.

Es cuando la gente, cada quien por su lado, en distintos momentos o días, empieza a hacer señales al cielo para que pare de llover o siga de manera moderada.

 


El cielo sobre San Nicolas Xathe, en el momento que se le envían señales para que cese de llover.

Foto de Omar Altamira A.

La manera en que lo hacen  es “quemar” cohetes, de esos que se lanzan al cielo en las festividades. Cualquiera puede comprobar esta práctica de la mencionada comunidad.

-¿Cree usted que dejará de llover?

-Seguro.

-¿Y si no?

-¿Cómos se le ocurre eso? ¡Por que no tendría que dejar de llover si se lo estamos pidiendo al santo!

Estos actuales teciuhtlazque no saben nada de aquellos teciuhtlazque sacerdotes de Tlaloc. Pero igual lo hacen porque todo está grabado en el inconsciente colectivo.

Son gente que va con el siglo, tan familiarizada con la actual tecnología como en cualquier ciudad de México o del planeta. Empujando la yunta de bueyes, para abrir la tierra o sobre el tractor, con celular en la mano se comunican con el hijo que está en Nueva York, Estados Unidos. 

Elevan drones sobre su terreno  y envían su foto panorámica para  informar a su familiar, que por ahora trabaja en Canadá,  de lo avanzado que va la  construcción de su casa del rancho  para  la que ha envido dinero...

La Iglesia católica, ni lo grupos de la Reforma protestante del siglo dieciséis en Europa, ahora muy activos en el país, ni la cultura industrial del tener antes que el ser, ha acabado con esta tradición de los teciuhtlazque.

Los investigadores de academia hablan de un debilitamiento de esta práctica a medida que la ciudad industrial se extiende. Nuestra percepción es que es al revés, que permanece, crece y se afirma. Insistimos: lo hemos observado personalmente.

En México, aun las grandes ciudades con habitantes de todo el planeta, se mexicanizan. Esto es, no han logrado que el indio mexica sea el villano de la historia. Se le ve a la distancia y sus condiciones de vida son paupérrimas, a  la par que  el contexto es de  herederos culturales  de los aztecas y el espíritu corre por las calles de la ciudad: El boxeador azteca, el equipo de futbol azteca, tamales aztecas, etc.

Sucede, en parte, porque mucha gente de las comunidades rurales va a trabajar o a estudiar a las ciudades y, de alguna manera comunica eso que lleva grabado en el alma. Es gente que sabe leer el mensaje de los vientos impulsados por Ehecatl -Quetzalcóatl- Tláloc, de los que ahora, irónicamente no tiene noticia alguna.

El mexicano nacido en la ciudad es ajeno a esto de los “graniceros”, lo mismo para el mexicano de padres extranjeros, con otros mitos culturales en su origen.

Pero nunca falta cerca el mexicano que sabe  leer en  las nubes y los vientos y  diga. “Este año habrá buenas cosechas en mi pueblo”.

 

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SÓFOCLES, AYAX INVENCIBLE GUERRERO DERROTADO

 


Referencias:

 Sófocles, Las siete tragedias, Editorial Porrúa, México, 2017

Homero, La Ilíada, Biblioteca Edaf, España, 2009

 

Nadie lo venció, fue una diosa olímpica que lo volvió loco.

Es la manera que Sófocles  tiene de advertir que los supremos, poderosos e intocables, pueden, no obstante, morder el polvo.

Los medios nos informan  todos los días que siempre   hay dos o tres casos en el mundo  que confirman lo que Sófocles escribió veinticinco siglos atrás.

Áyax de Telamón, de los griegos que sitiaron Troya, era el  guerrero más fuerte, valiente y osado, después de Aquiles, se dice.

En realidad Ayax era el más fuerte pues actuaba desde su humanidad, en tanto Aquiles era auxiliado en la batalla por su madre, la diosa Tetis, “la de los argentados pies”,  y por su abuela,  la diosa  Hera, “la del áureo trono”, esposa de Zeus…

 

 


            Diosa Tetis, madre de Aquiles y del mortal rey Peleo.

                                Tomada de Internet

Al final, en el Canto Vigésimo Segundo, cuando tiene lugar el combate mortal entre Héctor, el del casco tremolante, y Aquiles, no es Aquiles el que vence a Héctor. Aquiles lanza contra Héctor su lanza que jamás fallaba pero esta vez Héctor logra esquivarla, con lo que queda indefenso frente a Héctor, y es Atenea que vuelve a poner la lanza en manos de Aquiles…

Homero relata que, Agamenón le restrega a Aquiles, “el de los pies ligeros”, en un enfrentamiento por la posesión de  Briseida, la esclava que éste se llevó cautiva como botín de guerra: “Si tu valor es grande, haces mal en vanagloriarte, ya que algún dios te lo ha dado.”

Áyax es la obra más  completa que se ha conservado de Sófocles, de las ciento veintitrés piezas dramaticas, que se cree que escribió este poeta pero que, salvo siete, no han llegado por haberse perdido.

Se considera que Sófocles es el más grande de los poetas trágicos de la antigüedad griega, por sobre Eurípides y Esquilo.

La obra fue escrita en el año  442 a C. Su importancia, imperecedera, siempre actual, desde ese remoto tiempo  por su desarrollo y por los pensamientos de calidad que expresan sus diversos personajes que la componen, incluido el coro, al que se le considera otra persona.

Ayax es terrible en el combate (con su “escudo como torre. De oro es, pero tiene de recubierta siete pieles de bueyes gordos, muy variado y distinto en sus labores, y como refuerzo le puso arriba una octava capa de bronce”)  por vencer al que se le ponga enfrente será, sin embargo, llevado a probar la derrota.

Una diosa, Atenea,  “la de los brillantes ojos”, lo vuelve loco. Y será Atenea, como se apuntó arriba, la que en realidad sea la que al final venza a Héctor.

En la obra de Sófocles ahora se  disputan las armas  del famoso Aquiles que ha muerto en manos de Paris. El mejor guerrero será el que  herede sus armas… Sin lugar a dudas, Ayax se considera ya dueño de las valiosas armas.

Y, sin embargo los jueces, presionados por los hermanos Agamenón y Menelao, jefes de los ejércitos sitiadores de Troya, deciden dárselas a Ulises (del que Homero dice: “el astuto Ulises hábil en tramar engaños, decir finezas y dar prudentes consejos), otro  guerrero valiente.

Es cuando Ayax entra en rebeldía y llega a jurar   contra los hombres y lo dioses, llevado por lo que él cree una injusticia.

Decide pelear  contra sus mismos  aliados griegos. Ayax va a descubrir pronto que “Un día basta para elevar a la humana grandeza y un día basta para abatirla”.

Ayer alguien, dueño de haciendas y vidas,  decidía sobre la suerte de millones de individuos del país sin nombre y ahora… la tarjeta roja de la Interpol lo busca hasta por debajo de las piedras:

 “Todo hombre ha de entenderlo; no importa su enorme estatura, no importa su valentía, también él puede sucumbir al más ligero desliz.”

Ayax hace una verdadera carnicería pero, ya loco, son las bestias a las que da muerte, creyendo que es a los  guerreros:

“¿Qué le pasó? Yo saberlo no puedo. Regresa a poco, y empuja ante sus ojos, en confusión desconcertante, toros, mastines del rebaño defensores y carneros lanudos. Y a unos degüella, a otros descuartiza y a otros atados los vapula en horrorosa ilusión de que son hombres.”

 El final  de Ayax, al tener éste un momento de lucidez, se da cuenta de la jugarreta que le ha hecho la diosa Atenea y  es cuando  él mismo se da muerte, “asesinato de sí mismo” dice Sófocles.

 Los jueces prohíben a su mujer que le dé sepultura pero Ulises interviene ante los jueces y logran enterrar al  que  en vida fue su enemigo:

“También fue mi enemigo en el ejército, desde aquel momento en que yo obtuve las armas de Aquiles. Y eso no me ciega para decir que ante mí yace el varón  más valiente y esforzado de cuantos  a Troya vinimos, con excepción de Aquiles…Cuanto más mi enemigo fue antaño, tanto es hoy mi amigo. Quiero con él  dar sepultura al difunto y darle todos los honores que le corresponden  a un muerto valiente por parte de los que quedan vivos, pero son mortales.”

Otra paradoja. Sus amigos no quieren saber nada de Ayax  por no malquistarse con los jueces y su enemigo, Ulises, considerado por Homero, “semejante a Zeus en la prudencia” lo protege ya de muerto.

  Tecmesa, mujer de Ayax, tambien se enfrenta a Menelao y le recuerda que Ayax vino a la guerra para apoyarlo en su dolorida aventura de marido traicionado y abandonado por Helena.

 “¿Por qué a la guerra vino? ¡Fue por tu mujer! Porque el juramento de colaboración lo obligaba… ¡Ay miseria! Apenas muere el hombre, se desvanece la gratitud que le debían ¡Cuando mucho, resulta un traidor. Ayax, lo ves: este hombre. Hoy ya no te recuerda. Hoy te baldona, y tú, cuantas, cuantas veces la vida expusiste  por él. Todo quedó olvidado. Todo se lo llevó el viento.”

En adelante la obra ofrece   pensamientos de altura. El primero, que por cierto se ha prestado a la polémica por no avenirse nada con los principios eclécticos  de la democracia, es que las órdenes de los superiores se obedecen. De otra manera todo entra en desorden y la patria se hunde en el caos:

“Ten bien sabido que donde se tolera la petulante soberbia y se deja que cada uno haga su antojo, por próspera que sea, aunque le soplen vientos propicios, lentamente se habrá  de hundir la nave de esa ciudad.”

Sigue un pensamiento que recuerda a Epicteto al señalarnos que no hay que aferrase a los seres, cosas o cargos, pues nada, ni  nuestra vida, ni la mujer ni los hijos ni la casa donde habito, ni siquiera los zapatos que llevo, me pertenecen. Una vez muerto, el sepulturero se apresurará a quitármelos.

Homero es prolífico en relatar esta práctica de botín, o rapiña, entre  los ejércitos troyanos y griegos. El que lograba matar a su enemigo se apresuraba, aun en plena batalla, a desvalijar al muerto de su armadura y cuanto llevaba consigo.

 De tal suerte que todo rey (participaron en esa guerra muchos reyes aliados de un lado y de otro) que un momento antes lucia esplendorosas armas, vestidos y joyas, un minuto después no era más que uno de tantos cadáveres desnudos…

Si me pertenecieran esas riquezas nunca las dejaría ir, pero algo, o alguien, se los lleva en contra de mi voluntad. Así como nací si ser consultado, moriré, igualmente sin ser consultado, así con “mis” seres, cosas o zapatos.

Sófocles:

“Somos  todos los vivientes no otra cosa que fantástica ilusión y sombra pasajera que se esfuma.” Per Gynt, el personaje de Ibsen, se pregunta: “¿A dónde se ha ido la nieve del invierno?”

Sófocles nos dice que la vida sigue e invita a vivir del pasado pero no vivir en el pasado. Duro golpe para los que niegan el pretérito y viven inventando la vida a partir de cero: “¿A qué sufrir  lo que ya es pasado?”

No se le escapa a Sófocles que aun el hombre más fuerte como es Ayax, puede no sucumbir ante el enemigo pero poco puede frente a una “débil”  mujer, si ésta conserva la capacidad de  sonreír.

Las mujeres en La Ilíada, desde  esclavas llevadas  como botín de guerra, en los casos de Briseida y Tecmesa, por las que Aquiles y Agamenón están a punto de liarse en mortal duelo, las reinas mortales y las  inmortales habitantes del Olimpo, son en realidad las que mueven a los hombres y a los ejércitos, empezando por Helena, que supo sonreír a Paris.



Helena, la espartana, que con  dulce sonrisa a París causó la ruina de los troyanos pero también la muerte de cientos de griegos

Tomada de Internet

 






Ayax no escapa a ese “débil poder femenino” y se refiere a Tecmesa, la mujer que se llevó cautiva en otra guerra, y con la que tiene un hijo: “¡Mírame a mí; el duro, el implacable, cual acero que se ablanda, he sido dominado por el sentimiento de esta mujer!”

El semicoro de la obra advierte que no hay que vivir siempre creyéndose víctima del destino: “¡La pena a la pena engendra pena!”

Oportuno este pensamiento en tiempos del coronavirus, y la imaginación, que nos hacer ver  la hipocondría  hasta en el vuelo de la mosca. “¡Ya vendrá otro virus peor”, nos dicen los que saben cuándo apenas empezamos a levantar cabeza frente a un semáforo que parpadea entre el verde, el naranja y el rojo!


Tecmesa, al recordar la tragedia, cuando Ayax ya se ha quitado la vida, dice algo  que no gustará a los apasionados de   la revolución genómica.                                                                                                          

 Afrodita, protectora de Paris, fue la que unió a éste con Helena. Es diosa del Amor pero no diosa guerrera. 
Tomada de Internet
                                          
                                                                                                             
                                       
Esta mujer se refiere al azar, a los “saltos” que suelen hacerse presente en la vida de los humanos: “No hubiéramos llegado a esta situación, si los dioses no hubieran intervenido.”

Satisfechos  con nuestras escaleras del ADN pero, ¿quién mueve esos “saltos”, esos azares y ese caos?

El antropocentrismo del hombre (desde que en el Edén   se le dio  la posesión del universo) no acepta eso y se apresura a seguir avanzando, mediante la ciencia, para lograr  el robotismo humano de laboratorio.

¡Ya no habrá apasionadas reinas Dido o enamoradas sacerdotisas Salambó, ni terribles Medea ni aburridas Bovary ni rebeldes Nora ni   escondidos erotismos de Karenina.  Sólo hermosas compañeras programadas  desde su genoma individual.  

La postrera exclamación de Ulises es una reflexión respecto a  la conducta  que suele darse en la amistad, en el amor, en la política, en las finanzas, en la fábrica y en la oficina. Todo es armonía en tanto no se presente la crisis:

“¡Cuántos hay que hoy son amigos y mañana enemigos!”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

SCHOPENHAUER Y EL TEDIO

 


 

Referencia:

Arturo Schopenhauer, La sabiduría de la vida, Editorial Porrúa, México, 2009

Giuseppe Mazzotti, Introducción a la montaña, Editorial Juventud, Barcelona, 1952

 

El tedio es como una montaña difícil de conquistar. Una vez alcanzado, parece una inmensa y apacible playa solitaria que se extiende por el litoral inmenso bañado por el azul oleaje de las olas. Necesario es aprender a convivir con el tedio, decía Emerson.

Caso contrario es  padre de conductas que suelen ser antisociales. Los medios de información  las  está diciendo todos los días. En el mejor de los casos nos hace presa del síndrome de Burnout, el que todavía a las doce de la noche nos mantiene en febril actividad.

 

El tedio, esa enfermedad de la gente civilizada. La que hace  mucho tiempo  dejó de ver la aurora y las puestas del sol, de ver las estrellas porque en los primeros planos tiene los semáforos, la que olvidó leer en los vientos si traerá las nubes o las alejará, la que sube el volumen de su  radio para no oír el silencio, la que busca con frenesí el tener y se olvidó del ser.

 


Hace  mucho tiempo que, en la ciudad,   dejamos de ver la aurora y las puestas del sol

Del libro Técnica Alpina de  Manuel Sánchez y Armando Altamira.

Editado por la Universidad Nacional Autónoma de México, 1978


“Creo que hay que estar  solos para percibir el lenguaje de la naturaleza. Ésta habla  en voz baja y, si hay demasiados rumores, perderemos muchas de sus palabras”

De Abbé Henry, citado por Mazzoti

El tedio tiene su antídoto, cree Schopenhauer, en la región de la intelectualidad. A la postre, con la edad, tampoco se sale del todo bien librado y el Alzheimer agudo o somero, se hace presente.

 


Dibujo tomado del libro

La psiquiatría en la vida diaria

De Fritz Redlich, 1968


Empero, la cultura será siempre el último reducto que nos mantiene en contacto con el pretérito. ¿A dónde se dirigían los gemelos  del Popol Vuh: Hunahpu y Xbalamqué en tanto jugaban a la pelota? ¿Cuál es el nombre de la esclava por la que Aquiles y Agamenon se distanciaron?, ¿Cuál es el nombre de la mujer que esperó cincuenta años la vuelta de Per Gynt? etc.

Schopenhauer:

“El hastío no es un mal despreciable; qué desesperación concluye por pintar en el rostro?...Si la miseria es el aguijón  perpetuo para el pueblo, el hastío lo es para las personas acomodadas”.

Si se quisiera hacer una consideración de lo acertado, o no, del pensamiento filosófico de Schopenhauer en este tema, éste lo vivió con las circunstancias  en las que acaeció su muerte.

Sentado en la  sala de su casa, el 23 de septiembre de 1860, esperaba que le sirvieran sus alimentos. Cuando la persona llegó con la vianda, lo encontró ya sin vida.

En la nota 16, de su libro titulado La sabiduría de la vida, había escrito, a propósito de la diferencia entre morir o dejar de existir:

“…he notado que los que han pasado de noventa años acaban por la eutanasia, es decir, que mueren sin enfermedad, sin apoplejía, sin convulsión, sin estertor; hasta sin palidecer, las más de las veces sentados, principalmente después de la comida; sería más exacto decir que no mueren, sino que cesan de vivir.”

Al final de la obra citada hizo esta observación respecto del aburrimiento:

“Verdad es que en una edad avanzada las fuerzas intelectuales declinan también; pero donde ha habido muchas, siempre quedarán bastantes para combatir el tedio.”

Cita un pensamiento de Séneca:

“El ocio sin estudios es muerte y sepultura de hombre vivo.”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

MARK TWAIN, EN BUSCA DE LA HISTORIA PERDIDA

 


 

Referencias:

Mark Twain, Las aventuras de Huckleberry Finn

Giuseppe Mazzotti, Introducción a la montaña, Editorial Juventud, Barcelona, 1952

 

Este es un cuento para los niños de antes, que ya deben de quedar pocos.

Casi un trabajo de arqueología pues los niños de ahora ya no leen cuentos ni caminan por el campo en busca de tesoros escondidos, ni hacen volar escarabajos con un hilo amarrado a sus patas, ni le tiran piedras con la resortera a los espantapájaros que los campesinos ponen en sus terrenos para que las aves no se coman sus semillas, ni corretean sapos saltarines.

Ahora los niños ya tienen su derecho de ley, que los protege contra el trato de los adultos, y se pasan horas frente  a la pantalla peleando con karatecas virtuales. Encargan a China muñequitos de plástico, que tardan en llegar tres meses, y cuestan lo que un viaje en avión hasta el faro del fin del mundo.

 


                                    Dibujo tomado del libro

                             La psiquiatría en la vida diaria

                                  De Fritz Redlich, 1968

 

Busqué la historia de los Estados Unidos escrita por el señor Twain y no pude encontrarla. Unos libreros me dijeron  que no se había vuelto a imprimir y otros que esta historia  por Twain jamás existió.

Pero llévese esta otra historia escrita por Twain, me decían. Así fue como llegué a juntar, en el librero de mi casa,  hasta doce ediciones diferentes de Las aventuras de  Huckleberry Finn.

Un niño mal hablado que le gustaba vivir en libertad. En el quicio de una puerta, en el fondo de una canoa o deslizarse sobre un balsa  en las aguas del Misisipi.

Era atípico en su sociedad pues tenía amistad con un negro llamado Jim. Más aún. Hubo ocasión que un par de malandrines espiaban a Jim para devolverlo a la señora Watson, de la que se escapaba, y cobrar la recompensa.  Huck, en compañía de su amigo Tom Sawyer hacían lo posible para libertarlo.

El negro estaba atado con una cadena a los pies de su cama. Cosa de levantar la cama y ya sale. Tom se opuso. Necesitamos buscar las dificultades “dijo. “Tiene que ser con un serrucho”. La otra es cortar la pierna de Jim, aunque sería todavía más complicado.

Es un patrón que sigue el pensamiento occidental. Un filósofo expone su teoría en términos entendibles, para todos, y de inmediato saltan otros. Buscan la manera más   difícil posible,   de  esa misma teoría, entre sus iguales, y el pueblo  queda sin entender ni papa.

Con lo que se llega la conclusión que los filósofos escriben para los filósofos y no para compartir con el pueblo el mundo de las ideas.

Alguien sube una montaña y en seguida dos o tres buscan los posibles itinerarios de más dificultad para llega a la misma cima… “Cuando se disipa el mito dela inaccesibilidad de una montaña por un determinado camino-dice Mazzotti-, surge el de la infranquiabilidad de otra ruta, pared o cresta de la misma montaña.”

Dos, tres, y Sade inventó cien maneras de hacer el amor…

Para la generación basta una dulce sonrisa entre una pareja, pero un tal doctor apellidado, Stein, se pone a coser brazos y piernas de retacería humana, o el  neosteinismo trasegar entre las moléculas del ADN…

 Tom desistió. ¿Por qué?, preguntó Huck. “Jim es negro y no comprendería los motivos ni las costumbres europeas”. Los seres humanos pueden ser terriblemente crueles unos con otros” le dijo Huck a Tom.

Los niños de ahora no tienen historia. No hacen historia. Se la pasan aprendiendo la manera de destruir al otro, frente a la pantalla,  durante horas, que ni siquiera van a comer cuando la mamá llama a sentarse a la mesa.

O se platican entre conocidos virtuales, que nunca se conocen personalmente, por videoconferencia uno en su cuarto, solo, en el   estado de Chihuahua, México, y el otro en su cuarto, solo,  en Uspallata, República Argentina. Nunca les pega el sol.

 


                        Los niños de antes jugaban bajo el sol y el viento

                                            Foto tomada de Internet

 

Es el siglo de las tecnologías increíbles, comodidades suntuosas, revolución genómica y comidas rápidas.

Twain nos previene no contra el progresar cultural  sino contra el prosperar mediático.

Chicos como Huck y Tom, departiendo con otros chicos de la calle, resortera en la bolsa del pantalón y jugando a las canicas o al béisbol llanero, bajo el sol o sorprendidos por la lluvia. Nos parecen cada vez más  imágenes de tiempos preindustriales o por mejor decir rurales o casi primitivos.

Un mundo que se mueve hacia el progreso material de la civilización, en la medida que abandona los valores espirituales. Igual si la realidad metafísica se alejara de la realidad empírica. En cualquiera de estos casos la dialéctica sale apaleada.

No es teoría de gabinete. México tiene casi un siglo de ser destino de estos movimientos sociales. Primero llegaron los conservadores españoles huyendo de los populares, después estos huyendo de los conservadores.  Siguieron en cascada los países del sur continental: Nicaragua, Argentina, Chile, Venezuela…

Hoy mismo, este día, miles de personas sufren ya está consecuencia que es otra manera de explicar el fenómeno de la emigración. Abandonamos nuestros lugares para buscar refugio en otros países. Ahora Estados Unidos es hacia donde se dirigen las caravanas ilegales que antes se nombraban como refugiados políticos.

Así es como los lejanos vericuetos de la filosofía se traducen en crueles realidades inmediatas en la calle. Un fotógrafo, un carpintero, un albañil no poseen las vitaminas culturales para subir hacia el filósofo académico, pero un filósofo sí puede bajar hacia la calle, pero no lo hace.

Se argumenta que es labor del Estado,  con sus programas de educación pública. Pero es el caso que el gobierno en turno apenas le alcanza el sexenio para tratar de sostener y, en lo posible, de incrementar la canasta básica…

Apenas escuchamos, entre el ruido ensordecedor de las máquinas de carreras a media noche,  a un hombre que nos grita: ¡Volver atrás, volver atrás! Es Norman Mailer. Ya antes Thoreau, otro gran estadounidense, nos decía: ¡Caminen por el  campo, caminen, caminen!  Igual no le hicimos caso.

Eran cuando todavía no aparecían los pastilleros de  bolsillo ni los grandes sanatorios contra la diabetes, la hipertensión, los virus globalizados, la ansiedad y la depresión.

Pero creo que esto no gusta a la gente de la prosperidad. Como dijo Huck: “Si hubiera sabido lo difícil que era escribir un libro, no me habría puesto a ello, y no pienso volver a hacerlo”.

Tiene razón. Escribir un libro de aventuras de los niños de antes era fácil, cuando estos iban por el campo buscando sapos y chapulines o saltamontes o metiéndose descalzos en los charcos de agua en temporada de lluvias

Creo que la historia de los niños se acabó con Huck, si es que  Twain alguna vez existió.

P:D: Si alguien sabe si  Twain en verdad existió por favor comunicarlo al Instituto de Arqueología del Estado, que es donde aún pueden interesarse en escribir de los niños de antes. Sino… habrá que esperar que el asunto pase a manos de los paleontólogos.

Yo sigo buscando la historia que dicen que Twain escribió de los Estados Unidos. Y que en esa historia relata  una cultura de grandes pensadores estadounidenses, filósofos,  novelista, de la ciencia, la industria, el teatro y de la música.

 


                    Mark Twain

 

Aunque  los libreros, de nuevo y de viejo, insisten y coinciden al decirme que esa historia jamás existió. Más aun, que  Mark Twain tampoco existió. Aunque algunos, como un tal Samuel no sé qué, dicen que es de su autoría, pero ¿quién sabe?

Otros dicen que Twain sí existió, que fue marinero, periodista, conferencista, pero que en 1910, en ocasión de la aparición del cometa Halley, logró montarse en él y se perdió de vista a lo lejos en los cielos…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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