TRIOLA, UN BELLO VIEJO LIBRO ESPAÑOL DE ALPINISMO

 


                  


 

 

Es la búsqueda de la libertad a través del rudo ejercicio de subir montañas. El individuo adquirirá así resistencia  muscular pero sólo como paso de transición para el fortalecimiento de los valores morales. Ese es el leitmotiv o tema conductor de esta obra.

Técnica, azar, libertad, miedo, voluntad, triunfos, descalabros. Son los radios de la Rueda de Ixión que el montañista gusta de dar vueltas y más vueltas. Alcanzada la cumbre, buscará otra cumbre y luego otra...

 

“Convencido  de que es tan perniciosa  la cultura física sin ir acompañada de una perfecta ética, como la cultura  intelectual sin una sólida base de educación social, he de procurar en el trascurso del escrito infiltrar ideas de alta moralidad, para desarrollar al tiempo que el cuerpo, la fibra del sentimiento, avivar el espíritu.”

 

Se tiene por dado  que en el verano de 1918 fue editado por primera vez. Una segunda edición tuvo lugar en 1930. Lo escribió José Ma. Có de Triola para la biblioteca “Los Sports”, a petición de su director Sr. D. José Elías Juncosa.

 

Bien editado, en tipografía, composición, fotografías, dibujos ( de Francisco Socies) y “pasta dura”. Seguramente por modestia de Triola no tiene, como se acostumbra, el nombre de quien lo escribió en la portada ni en la “primera de forros”. Se conoce su autoría por una carta, a manera de introducción del texto, que Triola envía a Juncosa. Asimismo, aunque es un libro valioso en su contenido de conjunto, lleva el también modesto título de Excursionismo.

La idea, que también se encontrará en Mallafre, es que el practicar el excursionismo   requiere entenderlo, y practicarlo, como un todo, caminata, bosques, escalada, vivacs, baja  y alta montaña.

Mutilante la idea moderna de sólo  senderismo, cañonismo.  

 Tampoco tiene fecha de edición. Ésta se deduce en la página 80, con una fotografía del chalet-refugio de la Renclusa, al pie del pico del mismo nombre, en la vertiente la Madaleta,  Pirineos: “Su inauguración (del refugio) debe celebrarse en el presente verano de 1916”, dice la explicación de la lámina. Este edificio fue levantado por el "Centre Excursionista de Catalunya".

Se deduce de esto que debió haber una edición antes que la que conocemos, la de 1918.

 

 


Refugio  de la Reclusa


Algunos lustro más tarde aparecería el libro valioso de Ernesto Mallafré, otro escalador español, también de técnica alpina. Más puesto al día en lo que se refiere a sistemas de aseguramiento (sobre el hombro), colocación de clavijas y maneras de avanzar por roca, nieve y hielo, extraplomos, vivacs...

 

Con pocas diferencias de cuestiónes técnicas, en realidad el trabajo de Triola es más un libro de filosofía alpina que de maneras de ir por la montaña. Hay más porqués, que cómos.

Triola tenía muy claro que el alpinismo es más, mucho mas, que una técnica para escalar.

 


Triola

1884-1965


Recuerda más al cordobés-romano Séneca y a los  pensadores norteamericanos Emerson y Thoreau, en lo que atañe a  la presencia del humanismo frente a la vida.Triola escribe:

 


Modos de asegurar en una cordada.

El primero y el último  cuidan el avance del intermedio. Después los dos asegurarán al primero.

 

“Hoy, pocos son los que encontraríamos, que para mejor cumplir con sus quehaceres, para el desarrollo de sus negocios y sus industrias; para obtener mayor caudal de conocimientos; para captar notas y datos; para descansar de la vida aplastante de la Ciudad, no salgan a recorrer montañas y valles; que no vivan en contacto con la Naturaleza, por más o menos tiempo.”

 

Y agrega: “Los intelectuales, el artista, el pintor, el novelista, el escenógrafo, el poeta, el escultor, el músico, encontrarán fuentes inagotables para sus creaciones, fuera de la ciudad.”

 

 


El antiquísimo nudo de los guías, sigue vigente.



El azar en la montaña es cosa más frecuente de lo que se podría uno imaginar. Con 50 0 60 años de escalar y salir ileso  es una prueba que el azar existe. El movimiento se confirma desde la quietud. La libertad es acotada por la posibilidad del azar. El azar es un impedimento para que se dé la plena libertad.

La libertad en el alpinista es un leimotiv que él se dice, pero una vez alcanzada la cumbre volverá su vista otra montaña y después a otra. Es el ardid de oro que el escalador se pone delante de su nariz, como el perro de carreras al que le ponen en la nariz un dibujo de liebre…De cien mitos de nuestra  civilización industrial este de  buscar la  libertad es un mito que vale la pena cultivar.

 

Vamos en la montaña resolviendo problemas psicológicos propios y geológicos escabulléndonos a la posibilidad que se manifieste el azar. Otros fenómenos naturales, como el rayo o el alud por la ladera que, inevitablemente, hemos de pasar. Podemos ser previsores, y para eso es la técnica y el equipo  moderno, conocimientos de meteorología y geología, pero…

 

Nuestras necesidades inventadas, más que las primarias, entran en juego cuando consideramos el tema de la libertad. También está, como en la tragedia griega, el azar que se revela como fatalismo. El accidente mortal no está fuera de lo que potencialmente puede suceder al subir una montaña, pero no tanto como en el futbol o al cruzar una calle de la ciudad.

 


Modos de orientación. Útil aun en

los tiempos de la brújula y el "GPS"

En la montaña siempre hay puntos de referencia. Pero en el  desierto más de uno se ha salvado recurriendo, para orientarse, a las luces y a las sombras.


Como sea, el azar, esa cosa al parecer imprevista, parece meter en cintura a la idea de la libertad. Pero también, dicen algunos  pensadores, sin el azar no habría libertad, sólo reglas rígidas por la causalidad. Jean Whal, filósofo marsellés, escribe, siguiendo a Henry James,   que la libertad no sería posible en  un universo en que no hubiese un elemento o reino del azar.

 

Esto y más se piensan en tanto se asciende por la arista de hielo,  la pared rocosa, o se camina cuesta arriba por la ladera verde. Media hora después de haber emprendido la marcha y con la digestión en pleno desarrollo del almuerzo recién levantado el campamento.

 

Es la famosa triple digestión   que todo montañista vive,todo al mismo tiempo, y que es la del estómago, la mental y la espiritual o, si se quiere, la filosófica. Traducido: 1), un eructo, 2) el pensar cómo superar el diedro de más arriba y, 3) la pregunta ¿qué hago aquí cuando podría estar tirado a la orilla de la alberca admirando a hermosas  bañistas. ¿Por qué estoy aquí? Y la respuesta del montañista: ¡No podría, no querría, estar en otra parte!

 

Triola hace énfasis en lo positivo que resulta, para el individuo, habitante de las  ciudades pequeñas y de las megalópolis, ir a la montaña, al escribir:

 

 “No hay nada como la contemplación de la Naturaleza que tanto desarrolle nuestra fibra sentimental. La Montaña ejerce una maravillosa acción sobre nuestros núcleos nerviosos y sin darnos cuenta, poco a  poco, nos vamos modificando, evolucionamos hacia la perfección.”

 


Lord Jim, la novela de Joseph Conrad

 


 

¿Ciencia médica y Estado encontraron el modo de salvar del sufrimiento tanto a enfermos como a criminales? Es el fondo de esta novela.

Introducción:

Muerte asistida por la ciencia es lo que se conoce buscan algunos enfermos terminales y acabar así con el sufrimiento. También señalada como Eutanasia voluntaria o suicidio asistido.

 Otros optan por el auto suicidio. Éste tiene muchos modos. Uno de ellos es el que va a practicar Jim y es el hacerse matar.

Criminales de todos los tiempos y lugares, si bien de una manera inconsciente, ¿también buscan hacerse matar enfrentándose con los grupos rivales o con la policía?

 Sócrates tiene la idea que la maldad es una enfermedad “son malos a pesar suyo”, le dice a Callicles en la obra Gorgias.

Una tesis delicada nuestra es si el Estado, donde se practica la pena de muerte, lleva a cabo  no un castigo sino ayudar al criminal serial acabar con su mal puesto que él no puede detenerse por sí mismo. De alguna manera, como en el caso de la muerte asistida por la ciencia, él estaría buscando su muerte a manos del Estado.




Conrad

Jim (Lord Jim) comete una falta y el jurado lo absuelve, pero… él sabe que no podrá seguir viviendo, está consciente que se encuentra enfermo de alma.



“Lord Jim es una novela escrita por Joseph Conrad y publicada originalmente en la Blackwood's Magazine entre octubre de 1899 y noviembre de 1900.”

El que lea con cuidado esta novela de Conrad sabe que tanta integridad moral, como la de Jim, ciertamente no abunda en nuestro mundo de la cultura industrial, del tener, no del progresar.

 

Una sinopsis nuestra de esta obra fue publicada en octubre de 2006 por el Sindicato de Trabajadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (STUNAM) con el título Letras inglesas y noruegas

 

 

Esta obra trata de una virtud que, lleva al extremo, queda convertida en una auténtica ruina moral. Para el personaje no hay ciencia ni religión. No hay psicólogo ni sacerdote. En lugar de buscar el remedio para su mal, practica la huida.

Lord Jim es el espíritu encarnado del puritanismo inglés. Inflexible consigo mismo ante una falta, viajará por esos puertos perdidos del archipiélago  malayo confundiéndose  con los parias del mundo. Joseph Conrad, el autor, lo investirá con las mejores galas del romanticismo aventurero y la crítica caminará tras esta versión estereotipada. 

Pero éste personaje no será diferente al inspector Javert de Victor Hugo. Tampoco será distinto a Hegel en su concepción de la naturaleza llena de Dios. ¿Y cuando descubrió que en el mundo también hay asesinos, tramposos, cínicos, ladrones  y perversos?

 Esta es la gran lección de humanidad que sufre Jim en aquel  barco  llamado Patna. En medio de la tormenta este viejo barco repleto de peregrinos, que van a la Meca, parece que de manera inminente se hundirá. Llega el terror. Antes que eso suceda los oficiales, y entre ellos Jim, abandonan el barco y en una lancha salvan la vida. De los peregrinos no quedará ni rastro y su huida no se descubriría.

Son rescatados por otro barco y, cuando llegan al puerto, se dan cuenta que el Patna no se hundió y sus peregrinos alcanzaron sanos y salvos el puerto.

 Esta acción deshonesta es la que marcará el destino de Jim. El no es como sus tramposos  compañeros de huida. La sociedad lo absuelve, después de un juicio,   pero él no se absuelve.

 



La vida de Jim es una especie de hegelianismo. Vivir en la pureza de los ideales. Pero, cuando la naturaleza humana falla, cuando llega el miedo, cuando habla el instinto, no hay reconstrucción posible. El mundo no lo hirió, él fue el que se lesionó. 

Entonces hay que alimentar el gusanito morboso de la conciencia hasta conseguir la destrucción propia. Es una especie de soberbia estoica, pero que resultará de un peso tan apabullante que acabará aplastándolo.

 Este puritano prefiere sucumbir a ser humilde y recurrir al cristianismo donde hay perdón y reconciliación.  Es decir, reconocerse en el mundo destruido pero otra vez  lleno de posibilidades de regeneración. 

Tampoco busca la salvación en la ciencia médica. Cree que su enfermedad, de tipo moral, no tiene cura. La tiene, pero no la busca. Más bien le rehuye.

 Es como un gusano que roe en todo tiempo su pensamiento. Es necesario pensar en la enfermedad. Una y otra vez rehúsa acudir al médico para que lo sane. ¡Podría suceder que lo curara!

 Mejor seguir pensando en la enfermedad. Huye de la sociedad. Busca los lugares más solitarios o inusitadamente cambiantes. Donde sea un desconocido. Necesita estar él solo con su enfermedad. Ninguna sociedad, ninguna amistad, ningún médico, ninguna mujer, es más importante que  su enfermedad.

 Su ejemplar moral de hombre honrado, precisamente el enorme  recurso sobre lo que fue construida esta civilización greco cristiana, acabó pudriéndose entre sus propias manos.

 Y entonces el inspector Javert tuvo que arrojarse otra vez de cabeza  a aquel tenebroso remolino del Sena.

La cultura industrial del mundo moderno en el que, por alcanzar la prosperidad material, se ha vuelto tan ligero que recuerda las sombras de la cueva de La República de Platón. 

El mismo mundo que el gran filósofo marsellés Jean Wahl, lo cataloga como “un mundo de film, donde sólo se ven las superficie de las cosas” (Cap. de El camino del filósofo). En un mundo así, el probo carácter moral de Jim no encuentra lugar.

 Tras el romántico Jim está todo el tinglado del mundo comercial que aprovecha a estos idealistas. Para Jim todo este enredo es cuestión de honor. Pero para su patrón Stein sólo se trata de una transacción financiera.

 Dueño de factorías en muchas partes del archipiélago malayo en las que distribuye su mercancía. La de Patusán ya no funciona. Un par de empleados llamados uno rajá Allang y el otro jerife Alí, se han  adueñado de ella  erigiéndose como dueños y señores. Hay que quitarlos de en medio. Pero Stein no encuentra la manera de destruirlos y poner de nuevo en su lugar a empelados fieles.

 Es cuando encuentra a Jim. Se da cuenta que éste romántico irá hasta el fin del mundo huyendo de sí mismo y emprenderá todos los pleitos que sean necesarios con tal de entretener a su maltratada conciencia. Lo contrata, le da suficiente pólvora y armas y lo envía a hacer la revolución.

 Al final Jim vence al enemigo de Stein y recupera la factoría comercial de Patusán. Ha puesto en orden las cosas de otro, pero sus asuntos de moralidad siguen tan enfermos como siempre. Tiene a la mano el amor de una hermosa nativa que lo idolatra. Y él la ama, cierto, pero sigue amando  más a su enfermedad.

 En Patusán sus habitantes lo ven como un dios que los ha salvado del maldito jerife Alí. Luego viene una serie de acontecimientos, posteriores a la revolución, que lo ponen en la disyuntiva de abandonar el lugar o morir a manos de uno de sus aliados. No abandona. De esa manera Jim acabó  con su enfermedad.

 El momento crucial  es cuando Jim tiene que decidir entre exterminar a Brown y su banda de asesinos que quieren esclavizara a la gente de Patusán o dejarles vía libre hacia el mar para que se alejen de ahí. Decide esto último. 

¿Por qué hizo tal cosa? La gente de Patusán no entiende. Es musulmana y sólo sabe  del exterminio para quien ha atentado contra ellos.

 Pero Jim procede de la cultura greco cristiana. Tal vez una voz del cristianismo ha hablado en él. Tal vez, no lo sabemos, él no lo dice ni el autor tampoco. Sólo suponemos. Pero por dejarles la vía libre hacia la vida, y quizá otra oportunidad para la regeneración, él recibe el balazo mortal.

 Este tipo de sacrificio supremo, de ofrendar sus vidas por salvar la de otros, no es raro en escritores ingleses. Piénsese en Cartone, personaje heroico de Dickens, en Historia de dos Ciudades, que ofrenda su vida para que otro se salve de la guillotina, entre las llamas de la Revolución Francesa.

 


 Los que gustan de buscar metáforas en todas partes dicen que “Lord Jim” es la historia de nuestra civilización. Capitalistas moviendo a los desheredados, para quitar de en medio a otros capitalistas,  que estorban sus intereses financieros y comerciales. 

Otros llevan la trama al plano de la religión: la eterna lucha del mal contra el bien. O al de la filosofía: la ética y su antítesis. 

Para todas esta elucubraciones sirve la vida desgraciada de Jim. Gran novela de Joseph Conrad que es relatada por Marlowe, el alter ego del autor.    

Flaubert y sus mujeres

 


Gustave Flaubert (Ruan, 12 de diciembre de 1821-Croisset, 8 de mayo de 1880) fue un escritor francés.1​2​ Considerado uno de los mejores novelistas occidentales, es conocido principalmente por su novela Madame Bovary, además de por su escrupulosa devoción a su arte y su estilo, cuyo mejor ejemplo fue su interminable búsqueda de le mot juste (‘la palabra exacta’)”

 

Las mujeres hicieron a Flaubert el novelista. Y también lo deshicieron sentimentalmente. De esta retacería de amores Flaubert hizo dos grandes novelas; Salambó y Madame Bovary. Al igual que Goethe, y como no pocos jóvenes con inclinaciones escatológicas, con facilidad empezaba amores sólo para asistir luego de un corto tiempo  a la muerte del mismo.

Salambó es la obra maestra de Gustavo Flaubert. Habla del amor en los escenarios formidables de la política y la guerra. Pero Madame Bovary ha impactado al mundo porque su leitmotiv es absolutamente antropocéntrico. 

Madame Bovary no es la rebelde de  la sociedad. Es sólo la víctima de sus propios aburrimientos.

Madame Bovary ha impresionado porque relata de alguna manera su vida llena de aburrimiento. Busca llenar su vacío con los momentos intensos junto a León. Después de eso caerá en el gran vacío del que ya no hay regreso. 

En realidad Madame Bovary es un Frankstein que Flaubert ha armado de las mujeres que conoció, amó dejó o lo dejaron. Un poco de esta, otro poco de aquella. El mismo Flaubert le agrega otro parche, de él mismo, al declarar: “Madame Bovary soy yo mismo”. Y su biógrafo Jackes Suffel  (Gustave Flaubert, Fondo de Cultura Económica, México, 1972) agrega: “Contiene mucho de verdad. Madame Bovary se aburre, se muere de tristeza, sueña en grandes espacios, soles desconocidos, amores novelescos dignos de Scherezada. La mediocridad burguesa le produce horror. Todos esos sentimientos los encontraba en su alma Flaubert”.

Madame Bovary es  de ese tipo de  mujeres, dice el propio Flaubert, que “nunca han sabido resistir a nadie”. Aquí el modelo en la vida real es Louise Pradier. Una mujer bella, viuda con mucho dinero que le dejó sus esposo “al que engañó hasta la saciedad…Ella se conoce bien y decía: Nunca he sabido resistir a nadie”.

Las aventuras de Madame Bovary en veinte pueblos no la dejan satisfecha, con experiencias que aun en la ancianidad recordaría con deleite. No. Ha vivido así porque en realidad es una neurótica que buscaba llenar vacíos con otros vacíos. En ella no hay sociedad, espiritualidad ni intelectualidad: “Cansada del adulterio y de sus duplicidades, se suicida, en fin de cuentas por neurastenia”.


Flauber
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En cada mujer Flaubert creía descubrir la vida y al final sólo tenía la quiebra sentimental. Los amores inconsistentes han enseñado mucho al novelista. 

Era frecuente que la falta de dinero en ellas hiciera un tema que calaba las situaciones. En realidad Madame Bovary escapará de esta vida por no encontrar con que llenar su existencia. Intentó hacerlo por medio del erotismo pero fue en vano. Acabó más aburrida.

Entonces es cuando Flaubert agrega el elemento de la falta de dinero en Madame Bovary para reforzar la idea de la huida final: “Sólo después de largas reflexiones, se decidió el novelista a complicar la situación de su heroína, con dificultades de dinero, que acaban de precipitar la decisión fatal.

La gravedad de las cuestiones de dinero, Flaubert había podido medirla, frecuentemente, entre quienes le rodeaban. En casa  de los Schlésinger, por ejemplo, o en la de Louise Colet, siempre necesitada. Pero, en esto, había de ser la señora Pradier quien, más que nadie, le documentara”.

Salambó

La experiencia para escribir Salambó también esta hecha de decepciones pero ahora  en el campo de las ideologías. Sus experiencias parisinas nos recordarán más tarde los cambiantes intereses que mueven a los ejércitos mercenarios de la Cartago de Salambó.

En una etapa temprana de su vida Flaubert, en compañía de  algunos de sus amigos, se sintió llamado a ignorar las costumbres de la sociedad tales como el matrimonio, estudiar una carrera, las ortodoxias de la religión y la moral, ser para una sola mujer. Todo eso era terriblemente burgués. 

Jacques Suffel, el autor mencionado de la biografía de Flaubert, escribe que eran “burgueses que despreciaban a burgueses, románticos que se burlaban de los románticos”. 

Casi todos sus libertarios amigos de esa época la vida les va diciendo cómo es la jugada y uno a uno va entrando a la vida de la sociedad con el inevitable sarcasmo de los que siguen. Uno de ellos se llama Henry: “Henry se casa y se convierte en despreciable burgués”.

W.Stekel, psiquiatra, al referirse a ciertos rebeldes que luchan contra la autoridad y toda ley,dice: " Después de un período de rebelión contra la moral  consagrada, estos individuos se vuelven burgueses limitados que retornan a la moral  de sus padres y que incluso la exageran." (La mujer frígida,Ediciones Imán, Buenos Aires, 1956).

Se encontraba en Paris  y los gobiernos se sucedían con increíble rapidez. Eran, dice Flaubert, refriéndose a la revoluciones parisinas de 1848: “gobiernos al tuntún”. 

Por su privilegiada observación de escritor y por su reiterado trato sentimental con lo femenino, Flaubert conoció a la mujer desde la romántica, la erótica, hasta la que “Peroraba apasionadamente” en los mítines revolucionarios, cuando por todas partes en Francia “se plantaban árboles de la libertad pero casi no se trabajaba y se hablaba en exceso”.

 Flaubert puede observar de cerca que un tal Senard organiza mítines de oposición en contra del gobierno. Triunfa su revolución y su partido. Ya como procurador general cuando otros opositores levantan barricadas en contra de su gobierno, Senard recurrió al ejército. Entre los amotinados hubo cuarenta muertos: “Mientras tanto, en París, el pueblo se había arrojado a la guerra civil con una furia increíble, y había ahogado  en sangre aquella República, a la que había  deseado fundar sobre la libertad y la igualdad”.

En esta etapa de su vida Flaubert fue madurando experiencias para su novela Salambó.

Salambó es la deslumbrante novela, llena de exquisitos perfumes orientales, que llenan los campos de cadáveres dejados por los ejércitos mercenarios que defienden Cartago, la rival de Roma. 

Requirió de Flaubert un trabajo de investigación histórica y arqueológica muy minuciosa.

Salambó es una mujer tan erótica  como Madame Bovary. Pero es la gran sacerdotisa que no puede mezclarse con los humanos ni estos pueden acercarse a ella. Hasta que conoce a Matho. Un guerrero mercenario al servicio de Cartago. 

Pero, ahora las cosas ya se han complicado pues Matho se ha enamorado de Salambó y ésta de él. La república ya no paga a los mercenarios y estos se han vuelto contra Cartago.

 Los amantes se encuentran así en bandos contrarios. Al final de tanto movimiento de los ejércitos Matho decide volver a ver a Salambó. Pero el pueblo de Cartago ahora odia tanto a Matho que el regreso significa morir a manos de la turba. Salambó también lo sabe. Entiende que Matho morirá si regresa  pero también sabe que ella no podrá vivir sin Matho…

Flaubert escribió mucho. Cartas, novelas inéditas… Pero Salambó y Madame Bovary fueron sus grandes mujeres… Nació Gustave Flaubert  en Ruan, Alta Normandía, el 12 de diciembre de 1821, murió en  Croisset, Baja Normandía el  8 de mayo de 1880.

 Fue un escritor francés. Está considerado uno de los mejores novelistas occidentales y es conocido principalmente por su primera novela publicada Madame Bovary y, no tanto por su mejor obra Salambó. También es célebre  por su escrupulosa devoción a su arte y su estilo, cuyo mejor ejemplo fue su interminable búsqueda de "la palabra exacta". A este respecto Flaubert se quejaba: “Se hacen libros sin inquietarse por las frases”.

Estamos aquí con un panorama fascinante histórico-mítico-literario.

Eneas escapa de la destrucción de Troya y se dirige hacia la Península italiana con la idea de hacerse fuerte y regresar por la   revancha  contra los griegos. Lo jura ante  sus dioses troyanos. Pero no puede dirigirse a ningún puerto de Sicilia ni de la "bota" debido a que desde tiempo los griegos han establecido colonias en esa parte sur de la Península.

Va a dar a Cartago, enemiga de Roma, por la costa  africana con la idea de lograr alguna alianza con los cartaginenses. Permanece algún tiempo en Cartago. Surge un idilio entre Eneas y la reina de Cartago, Dido. 

Pero Eneas debe cumplir su promesa  hecha a los dioses troyanos y parte hacia la Península. De decepción la reina Dido se suicida. Hasta aquí el dato histórico. Algo de esto se puede encontrar en la interesante,   obra de R.H. Barrow, Los romanos, Fondo de Cultura Económica, México,2014.

 El que conoce la no menos fascinante novela de Flaubert, Salambó, encontrará mucha semejanza con el dato histórico. Amílcar Barca, los mercenarios al servicio de Cartago y después, cuando ya no hay paga, esto se vuelven contra Cartago, etc. El mismo Flaubert dijo que para escribir su novela fue a Cartago, ahora Túnez, y se documentó leyendo trabajos de arqueología y de historia.

W.PRESCOTT, PARA ENTENDER LA CONQUISTA DE MÉXICO-TENOCHTITLÁN - S.XVI

 





Consumada el 13 de agosto de 1521,en la pirámide  de Tlatelolco

 

"Los europeos y sus descendientes culturales en América tienen una nefasta historia de destrucción de culturas aborígenes en nombre del cristianismo y de la Ilustración."-

James Rachels, Introducción a la filosofía moral

 

Ficha bibliográfica:

Historia de la Conquista de México

Autor: William H. Prescott

Editorial Porrúa, 31 de marzo de 2000

“Serie Sepan cuantos…” Núm. 150

770 Págs.

Traducida al castellano por Don José María González de la Vega

Anotada por Don Lucas Alamán

Con notas críticas y esclarecimientos de Don José Fernando Ramírez

Prólogo, notas y apéndices: Juan A. Ortega y Medina

 

Europa y la expansión del mundo (1415-1715)

Autor: J. H .Parry

Fondo de Cultura Económica México- Buenos aires

25 abril 1952, 236 Págs. Versión española de María Teresa Fernández

 

 

El Sueño Mexicano o el pensamiento interrumpido

Autor: J.M.Le Clézio

Fondo de Cultura Económica

Octubre 2008

278 Págs.

 

La expulsión de los españoles de México (1821-1828)

Autor: Harold D. Sims

Fondo de Cultura Económica,Secretaria de Educación Publica,Lecturas Mexicanas Número 78, 1974

 

La Decadencia de occidente (Vol. II)

Autor: Oswald Splenger

Planeta-Agostine 1993

 

 


W.H. Prescott escribiendo la epopeya de los aztecas

 

 

El trabajo de Prescott nos da una idea  que el mundo indígena en realidad implosionó en el siglo dieciséis. El pueblo azteca era de una mentalidad tan dominadora (ahora diríamos de “primer mundo”) que los otros pueblos vivían atemorizados ante su presencia.  “Los aztecas eran una raza fiera y brutal”, dice el historiador Prescott. 

Todos acabaron jurando obediencia al rey de España antes que  al tlatoani azteca. Desde el principio se dieron cuenta que su cultura, su arquitectura y su cronovisión, terminarían. Y lo aceptaron. 

Parry, otro historiador, dice  refiriéndose a los españoles: “Tenían la ayuda de un gran número de indios aliados que, ignorando lo que les ocurriera a las ranas que pidieron rey, atacaban alegremente a sus antiguos señores o rivales”. 

En cambio Le Clézio en El sueño mexicano (FCE, 2008) dice que los aztecas hicieron la guerra increíble: “Para impedir la destrucción de sus creencias y de sus valores tradicionales”. Y su natural libertad.

¿Por qué España no se quedó para siempre en México, conseguida la conquista, como sí lo hicieron los ingleses en Estados Unidos o los árabes en España durante ocho siglos? Parry nos explica las condiciones adversas que prevalecían en el exterior, con piratas y corsarios, y que España no pudo resolver. Y Prescott nos relata a detalle el proceso defectuoso de la conquista  de México,  realizada por los españoles, y que la corona de España tampoco pudo resolver. 

Los colonizadores en América, tanto españoles como ingleses, poco caso hacían de las leyes que al respecto expedían los centros de poder en Europa.

Para escribir su portentosa historia Prescott leyó cuanto relato encontró de la conquista del siglo dieciséis y de los siglos posteriores. Y aún tuvo la fortuna de poder encontrar acceso a los archivos históricos, hasta entonces inaccesibles, del gobierno español. Incurrió en algunas imprecisiones, por carecer de otras publicaciones que no estaban a su alcance en el tiempo que él escribió, pero que en la edición de  1970, de la colección “Sepan Cuantos…”, de Porrúa, son aclaradas con notas de Lucas Alamán y de José Fernando Ramírez.

 No hay que olvidar que el siglo dieciséis fue el tiempo en el que, gracias a sus exploraciones y dominios de los mares, los países de la Europa central, España, Portugal, Inglaterra, Francia  y Holanda, se repartieron el mundo tanto hacia el Occidente, como al Oriente. Firmaban tratados y se intercambiaban extensas regiones geográficas con todo y habitantes.

  Apenas un siglo más tarde, de la toma de México-Tenochtitlán, en 1600, varios países de Europa central ya estaban efectuando una presión muy fuerte sobre España tanto comercial como militar e ideológicamente, con sus barcos y goletas de guerra y sus cristianismos liberales. 

El espíritu del siglo diecisiete en Europa era unirse Inglaterra con Holanda para desbaratar el poderío español en América. Ese tratado nunca llegó a firmarse pero el borrador de dicho documento, citado por Parry,  da idea del ambiente político en esa época: “se quitarían sus posesiones a españoles y portugueses, y todo el mundo colonial sería dividido, quedándose  Holanda con Brasil y el Oriente, e Inglaterra con el resto de América. 

Era pues, urgente, que España  hiciera un cambio radical en las relaciones de colonialistas y colonizados en México. Pero no se hizo, no se supo cómo, no se pudo o no se quiso. Se dejó pasar el momento y la cuenta regresiva para España en América empezó a funcionar

 Un continente que se le va de las manos es para pensar en la historia que se repite en los grandes y chicos imperios, desde Etruria, Grecia, Roma...

España pudo haber hecho un continente americano inexpugnable para ella, por los siglos de los siglos, con haber elevado las condiciones económicas, sociales y culturales de los indoamericanos. Con una explotación racional de los recursos naturales para los nativoamericanos no sólo para la metrópoli, con haber cambiado la fórmula solidaridad en lugar de explotación. 

Era para pensar que con América España perdía Europa. Un precio demasiado elevado. La masa que estaba fermentando desde entonces no era para hacer un  pastel sino una revolución.

 Tres siglos más tarde, en 1827,los mexicanos estarían haciendo la revolución, política y armada, para quitar a los españoles de los puestos de mando (ver a Harold D. Sims) y lograr su expulsión de México.

Ni siquiera se necesitaba una mente privilegiada para conocer, con mucha anticipación, el desenlace. Un siglo más tarde, después de la conquista, aparecerían en el norte del continente las “Nuevas”. Nueva Inglaterra, Nueva Francia, Nueva Holanda, y la ya existente América portuguesa, también enemiga de España.

 La primera mitad del siglo diecisiete conoció una verdadera guerra de guerrillas navales que saqueaban impunemente  a los  galeones españoles cargados con oro, plata y especies que se dirigirá a España.

 Impunemente porque España no disponía ni con mucho de un potencial de guerra marítimo para hacer frente a holandeses, ingleses, franceses,  portugueses y aun a africanos.

 Estos barcos piratas  eran, irónicamente, el equivalente a los barquichuelos  construidos por Cortés para sitiar a México- Tenochtitlán. Ahora piratas y corsarios, legales e ilegales, sitiaban en alta mar a la Nueva España. Parry: “El Atlántico del Norte estaba infestado de piratas, no sólo los proscritos filibusteros del Caribe, ni sólo los corsarios holandeses y franceses de tiempo de guerra, sino también las poderosas flotas sostenidas por los sultanes del norte de África al objeto de pillar las naves europeas”. Y esto que prevalecía en el Atlántico Norte funcionaría también en el Golfo de México,  el Mar Caribe y Océano Atlántico abierto.

 A la postre, este  pensamiento de apoyar mucho la economía en sus colonias de América, ocasionaría el decaimiento de España misma. Fue un peligroso pensamiento que los ingleses evitarían con todo espíritu previsor en sus colonias en el norte de América. Parry cita  un trabajo escrito por Evelyn: “…el número excesivo de nuestras colonias americanas, de donde tan pocos regresan… que con el tiempo nos dejará sin gente, como ahora está España, y nos pondrá en peligro de ruina como las Indias han puesto a España”.

 La política tan apresurada, llevada por los conquistadores españoles, de apoderarse del oro y mano de obra de esclavos en México, contrasta con las políticas que seguirían  Inglaterra y Francia en el norte del continente apenas un siglo más tarde. Éstas empezarían casi siempre como factorías comerciales,  no como fuerza conquistadora. Ingleses y franceses comerciaban con los indios, pieles y maderas. 

Los españoles eran románticos soñadores de escudos heráldicos. Los puritanos, en cambio, eran financieros. El resultado fue que dos siglos más tarde estos estaban bien  posesionados  en el Nuevo Mundo mientras que España se debilitaba en América día con día de manera irreversible.

 Como en el modelo fractal, así fue la historia continental en América de España con relación de algunas fortunas de los grandes hacendados en la región de la hacienda de Hueyapan, noreste de Pachuca, ahora estado de Hidalgo, que ilustran el proceso de los españoles de poder político y fortuna de la colonia en México.

 Por ejemplo, la del terrateniente Tello, citado por Edith Boortein Couturier, en su obra La hacienda de Hueyapan 1550-1936:" ...La historia de la familia Tello en el siglo XVIII ilustra que la primera generación acumulaba la propiedad, la siguiente generación era capaz de conservarla, pero era probable que la tercera la perdiera.

 Relata otro caso similar al referirse a las familias Escorcia y Regla, de la misma región: "La historia de ambas familias repitió el ritmo de desarrollo familiar que establecieron  los Escorcia, donde el fundador de la familia invirtió el dinero y adquirió el poder. La segunda generación de la familia conservó las propiedades y la tercera generación comenzó a perderlas.

 De la familia Regla dice: "Al igual que los Escorcia y los Tello, la segunda generación de los Regla había sido capas de conservar íntegro el patrimonio, mientras que la tercera generación la había comenzado a perder."

 Por lo pronto España era, como  escribió Baltasar Gracián:

 "Oh, España,

 Belona de dos mundos fiel

te aprecia,

y armada teme la nación extraña."

 Y lo que Prescott nos relata, hacia el interior, es un principio de conquista sobre bases falsas que pronto se descubriría. Cortés les aseguraba a los indios que, a partir del día en que  aceptaran pelear a su lado, contra los aztecas, pasarían a ser súbditos del emperador español con igualdad de derechos que los españoles. Pero ya  el 14 de agosto de 1521, el día siguiente de consumada la conquista, con la toma de Tlatelolco, esos mismos indios, vencedores de los aztecas, fueron repartidos como esclavos.

Los españoles se informaron del tributo que los pueblos entregaban a los aztecas y enseguida les exigirían lo mismo, además de un tráfico de esclavos al estilo del Viejo Mundo.

 Pero no sólo eso. En parte Parry comete una equivocación al asegurar, lo mismo que decía Cortés, que los indios tenían los mismos derechos de los españoles: “Los indios eran súbditos de la corona de Castilla y tenían derecho a la protección”. Esto era cierto en la letra pero no en la práctica. 

Sucedía lo contrario con los esclavos negros comprados por España  a los traficantes holandeses, ingleses, franceses y portugueses. Al menos en México los esclavos negros tenían un estatus más alto que los indios. Los negros eran una inversión monetaria que el español hacía. Nadie, sino él, podía disponer de su vida y a menudo los negros llegaron a ser administradores del hacendado. 

Esta situación de intocabilidad daría pie a muchos abusos cometidos por los esclavos negros en contra de las comunidades indígenas.

La ciencia social y la teoría psicoanalítica todavía no nos dicen de qué manera los países de ese tiempo, de la expansión europea, llegaron a un arreglo con su conciencia. Los pueblos religiosos tienen como censor al cielo y los pueblos laicos tienen encima la figura punitiva del superego. Tuvo que ser un arreglo de emergencia para poder vivir después de comerciar con unos cuatrocientos millones de esclavos indígenas y negros durante siglos. 

Fue el mayor genocidio que ha conocido la humanidad.

Los indios vencedores de los aztecas ahora descubrían de qué lado había estado la derrota. Los aztecas pelearon hasta el final como pueblo guerrero que siempre fue. Pero los aliados de Cortés habían sido vencidos por la astucia del español. 

De inmediato empezaron en México tanto la inconformidad silenciosa como los disturbios callejeros. De ahí que el dominio español en México no pudo pasar de tres siglos. Pudo haberse quedado más tiempo, o para siempre, incluso.

 Pero el principio en Ceutla, como veremos, había sido el primer paso en falso. Tan grave para la corona española como  para la Iglesia católica. Cuando llegaron los españoles, en el siglo dieciséis, no se les tomaba como conquistadores sino como libertadores. De ahí su fácil e increíble avance.

 Los tlaxcaltecas y cempoaltecas alimentaban a su ejército,  llenaban sus alforjas de oro y plata y de sus cuellos colgaban sartas de diamantes auténticos, les regalaban a sus hijas y los alojaban en los mejores aposentos. A una sola orden de los españoles, miles de indios se arrojaban y morían bajo las lanzas de los aztecas.

En algunos pueblos, allende las altas montañas nevadas, al este del Valle de México, sería con el tiempo  una especie de orgullo al declararse la "cuna del mestizaje".

Diferente en el norte del país donde los  chichimecas retardaron por cien años el avance de los españoles que seguían avanzando a la  búsqueda de los yacimientos de oro y plata: Zacatecas, Guanajuato, Parral, etc... Aquí el "derecho de pernada", como se conocería la imposición que toda mujer casadera, antes de la boda tenía que acostarse con el hacendado, fue  impuesto pero no aceptado. Andando el tiempo los norteños se cobrarían esto contra los españoles dueños de haciendas con una crueldad que mejor no mencionarla aquí.

No es rara en la historia mundial que se de la   dualidad del "enemigo-amigo"o el "invasor-salvador". Dos ejemplos.

Piensese en la facilidad con la que entró el ejercito de Napoléon a España.En el principio como aliados penetraban y se movían con facilidad por las ciudades.Estaba lejos aun el 2 de Mayo.Así como Murat jugaba con Fernando VII así Cortés con los tlaxcaltecas y cempoaltecas.

El otro caso es lo que se conoce como la "Expedición Punitiva". Los norteamericanos penetrando el territorio mexicano, con todas las facilidades dadas por  gobierno de Venustiano Carranza, para que persiguieran y apresaran a Pancho Villa. Como todo eso derivó hacia el pensamiento de anexión total del teritorio mexicano, por parte de Washington, después hubo que recurrir a la confrontación militar, como hicieron los españoles con los franceses de Napolén.

El caso mencionado de España todavía no era una nación  pero ya existía el espiritu de unidad en el pueblo y el invasor no duró una década para ser expulsado. En Mesoamerica no había tal unidad y el invasor duraría los mencionados tres siglos.

Para asegurarse de esta situación de incondicionales, los europeos de  siglo dieciséis en todas partes, tanto los holandeses entre Filipinas y Nueva Guinea como en las lejanas islas Molucas, los españoles en México y en Perú, buscaban de inmediato a los inconformes. Al que se sentía el heredero desplazado  le daban su apoyo en contra del que ejercía el poder.

 En Texcoco lo encontraron en la pugna interna de la familia Ixtlilxochitl. En Tlaxcala en la familia de Xicotencatl. De esa manera  tenían ya de entrada a una enorme parte del pueblo para que luchara decidida y  gratuitamente a su lado. Estos habitantes resentidos eran voluntarios gratuitos, no  guerreros profesionales con exigencia de paga.

Cuando volteaban la cara  ambos parientes antagonistas ya tenían  encima a un amo, ajustándoles los grilletes en los tobillos.

 Parry dice, refiriéndose a los bantamanos de Java: “Aunque fuertes, belicosos  y civilizados, demostraron no poder luchar con la compañía holandesa con su organización estable, su falta de pleitos sucesorios y su inexorable espíritu de lucro. Constantemente inquietados por intrigas de harem y guerras de sucesión, todos los príncipes indonesios pedían muy pronto a los holandeses que intervinieran en sus querellas; cada servicio así prestado por los holandeses, era recompensado con concesiones comerciales que fortalecían el dominio de la compañía sobre el mar circunvecino”. Todos estos países europeos de ese tiempo jugaban las mismas cartas de intriga. Todo esto se repetiría en Cempoala y Tlaxcala.

La pregunta regresa: ¿Por qué nada más tres siglos?

Las travesías españolas por el Atlántico y los viajes de exploración, a partir de la isla  Cuba, en el  siglo dieciséis se trataban, efectivamente, de una conquista para apropiarse de todo lo que encontraran. Empero, esta conquista estaba pensada por el gobierno español con otro ritmo. Un poco al estilo de Fray Bartolomé de Las Casas. Con el tiempo suficiente para ir mostrando las ventajas tecnológicas, culturales y religiosas del Viejo Mundo que en el Nuevo eran desconocidas. La imprenta, la rueda, la pólvora...

 Sobre todo la labor religiosa necesitaba de ese ejercicio dialéctico en el que intervienen dos posiciones y van confrontando sus argumentos a través de la palabra. Como sucedió en los primeros años del cristianismo con el mundo griego. O con los mismos aztecas, cuando los religiosos de la conquista trataban de convertirlos, aquellos respondían que sus dioses siempre habían estado a su lado y no había argumento para cambiar.

Pero el 26 de marzo de 1519, que era Domingo de Ramos, día que tuvo lugar el primer encuentro armado en Ceutla, en que los tabasqueños presentaron un valeroso combate no obstante la superioridad de las armas de guerra de los españoles, se decidió qué tipo de conquista iba a tener lugar. Deslumbrados por el oro, los conquistadores cargaron frenéticamente con toda su artillería ( Pequeños cañones oxidados y escopetas) pero que frente a las  flechas significaron una arma inmensurablemente  efectiva para la guerra). 

En breve tiempo el triunfo estuvo de su lado. Después de una carnicería, miles de indígenas fueron obligados, espada en mano, a aceptar la nueva religión. Durante tres siglos esa fue la tónica: violencia y religión impuesta. Y hoguera para el que persistiera en su ancestral religión indígena.

El resultado va a ser una religión mal comprendida y peor practicada. Religión con una muy ligera capa de catolicismo en el grueso de la población. Situación que trascenderá en México por los siglos de los siglos, en materia de religión cristiana, tanto de Roma como de Lutero. Y todos las versiones que hay y pueda haber entre estos dos extremos: mormones, testigos de Jehová, sabatinos, etc.

El mal cósmico, heredado, no existe originalmente en el continente americano. El mal para el nativoamericano es cuando el individuo, conforme a  la naturaleza y la razón, deja de hacer  todo, como anota Platón, en la perspectiva del bien vivir. El mal, entonces, es casuístico  e individual, personal.

En arqueología se conoce, en la elaboración cerámica, la técnica llamada de pastillaje. A la figura principal en arcilla, se le van agregando elementos simbólicos o de adorno según la moda de la época. El concepto de pecado heredado en este continente fue una labor de pastillaje a la figura original.

La persecución a muerte que los grupos extremistas religiosos hacen contra la Iglesia de Cristo, en el siglo veintiuno, en el Medio Oriente, así como también  los regímenes políticos totalitarios actuales en América, nos dan una idea cercana de la persecución también implacable que soldados y  religiosos emprendieron en el siglo dieciséis en contra la religión de Tezcatlipoca.

Todavía estaba muy lejos el 13 de febrero, del 2016, en que el Papa Francisco diría, en San Cristóbal de las Casas, Chiapas: " México necesita de sus culturas indígenas."

La absoluta ignorancia que los nuevos conversos tenían del cristianismo redundaba en que, en estas precipitadas conversiones, adoraban por igual a la cruz que a un caballo. Prescott relata la conversión de los indios de la isla del Petén. Tuvo lugar cuando la expedición de Cortés a Honduras, en la cual los españoles ahorcarían a Cuauhtémoc. Llegado el ejército  a esta isla  sus habitantes pronto se convirtieron, sin oponer resistencia, al cristianismo, con la consecuente destrucción de los ídolos.

 Cuando la expedición siguió hacía  Honduras dejó en la isla un caballo que se encontraba herido. No distinguiendo para nada de qué se trataba la nueva religión, los nativos creyeron que el caballo era una  divinidad recomendada por los españoles. Y le rendían culto como a una divinidad. Esto duró al menos hasta 1618, año en que volvieron a visitar la isla dos frailes franciscanos. 88 años vivieron en la creencia que el caballo era el símbolo del cristianismo, no la cruz.

En pleno siglo veintiuno tampoco habría que ir tan lejos para constatar que persiste la veneración al caballo que trajeron los españoles. En la plaza de las Tres Culturas, Tlaltelolco, en pleno corazón de la Ciudad de México, se venera en el templo de lugar, a un Santiago apóstol montado en su blanco caballo, espada en alto, destacando sobre una confusa multitud de indios asustados. Traducido: los conquistados adoran a su conquistador.

El protestantismo en México, para el siglo veintiuno, ha proliferado. No por la supuesta conspiración, procedente de Estados Unidos, con base en lo que  un presidente de esa nación dijo en el siglo diecinueve, que los Estados Unidos no podrían avanzar más hacia el sur del continente en tanto el catolicismo fuera mayoritario en México.

La causa de fondo, como veremos más adelante, por lo que el protestantismo ha aumentado en México, es precisamente por esa falta de dialéctica religiosa de que careció cuando la conquista.

El mito es el más profundo de los símbolos. Es una realidad que la clase social que desconoce sus mitos, y ya sea por imposición, o por ignorancia, cultiva mitos ajenos, los resultados, de creencia y de practica, son mediocres.El mito encierra la cosa en sí, a lo que existe por sí. En su gran obra Paideia, Werner Jaeger apunta  que "toda clase social posee su propio tesoro de mitos."

La  sospecha de Fray Bernardino de Sahagún, que lo motivó a escribir su gran obra, en el siglo dieciséis, sigue vigente en el siglo veintiuno en México: Le rezan a la cruz de Jesucristo pero en realidad están adorando a la cruz de Quetzalcóatl. Y Carl Jung en el siglo veinte lo confirmaría: El mito vive perenne en el inconsciente colectivo del pueblo.

Así  como los holandeses en Batavia prohibieron todo culto público que no fuese el de la iglesia protestante holandesa, con inquisición holandesa y todo, contra toda señal de catolicismo, así los españoles prohibieron durante tres siglos otro culto que no fuera el catolicismo romano, con inquisición española contra todo peligro de “contaminación protestante”.

 La legislación española y la Iglesia católica salvaguardaban mucho a los indios en el terreno religioso, pero de todas maneras  los conquistadores los quemaban vivos bajo la acusación de idolatría. San Miguel Arcángel, el general de los ejércitos celestes, fue ocupando los lugares de los dioses mexicas. En el cerro Cuatlapanga, Tlaxcala, o Coatlinchan, donde se esculpía desde la civilización teotihuacana el gran monolito dedicado a una deidad del agua (ahora en Chapultepec), en la cumbre de la montaña San Miguel, Desierto de los Leones, en la cumbre de la pirámide de Cholula…

¿Cómo olvidar un mundo fenoménico, generatriz y mágico cerca de los dioses, entre los vientos, las tormentas, las montañas nevadas y los días soleados, donde los hombres eran  semi dioses, en realidad, toda vez que se afanaban en conserva la obra que los dioses habían hecho. Después tener que vivir bajo la culpa del cristianismo de una pareja que comete una falta quién sabe dónde.

Los dioses mexicas no se peleaban entre sí, se complementaban. Ahora en el catolicismo hay dos fuerzas metafísicas en conflicto, el Mal y el Bien.

 Los crueles aztecas mataban en nombre de un dios de la guerra. Los  cristianos mataban (5 mil asesinados en un solo día en Cholula de población civil indefensa , niños,mujeres y ancianos), robaban,  explotaban y esclavizaban, en nombre de un dios del amor. ¿Cómo entender todo esto? No lo entendían, sólo fingían.

Se dio el fenómeno de un cristianismo romano y un cristianismo  romano en México.Dicho de otro modo se refiere de cómo el mundo indígena absorvió el cristianismo hasta fundirlo en un sincretismo con la religión de Tezcatlipoca.A tal punto que se puede hablar de un cristianismo mexicano.

Pero no se piense en un sisma con Roma,al estilo del cristianismo ingles de Enrique VIII. El pueblo mexicano, en un noventa por ciento, sería católico. Porque un Nuevo Testamento, sin el etnicismo que subyace en el inconsciente colectivo del mexicano, sólo sería un texto utilitario, laico, como cualquier protestantismo, sin historia continental, sin magia ni espiritualidad, de como lo entiende la crono visión mesoamericana. Sería solo lectores de un texto bíblico, sin magia alguna.

Cuando el oro indio, enviado por Cortés, empezó a llenar las arcas del gobierno español, todos en la corte comprendieron que la conquista había agarrado otro ritmo. Esta discordancia en la manera de llevar a cabo la conquista, sería confirmada más adelante, cuando españoles y tlaxcaltecas pelearon contra  los de Tepeaca. Perdida la batalla por estos, fueron repartidos entre los aliados como esclavos ante escribano.



Tlaxcaltecas y españoles marcando con hierro candente el rosto de un mexica.


Fue en Tepeaca donde por primera vez, en lo que sería Nueva España, se oficializó (ante notario) la esclavitud y marcó con hierro candente el rostro de  los prisioneros. Esta actitud no fue autorizada por la corona de España. Prescott dice en el libro V, capítulo VI: “La sentencia, sin embargo, no fue confirmada por la corona, que como la Legislación colonial demuestra claramente, estaba siempre en pugna con la avaricia y la codicia de los conquistadores”.

Parry se refiere a esta situación: “La conversión por la espada fue repudiada en el siglo dieciséis tanto por los teólogos como por los gobernantes rectos… En las colonias de las potencias católicas del siglo dieciséis, al periodo de la guerra de cruzada y de pillaje siguió un periodo de serio y profundo fervor misionero. En la América española sobre todo, la Iglesia se esforzó no sólo en convertir sino en enseñar a los indios, y en reclutar y preparar un clero indígena culto”.

Pero lo que marcó a los indios de México fue la violencia de los conquistadores, no el mensaje de paz de los misioneros. Misioneros que veía cómo la espada abría el camino de la cruz.

Manuel García Morente, a quien consideramos, y queremos, como un gran pensador español del siglo veinte, se entusiasma demasiado al definir la hispanidad en el Nuevo Mundo con estas palabras: "La expansión española en Ultramar no fue propiamente una colonización, ni siquiera un esfuerzo de tipo imperialista. Fue ya en su origen mismo un parto, el parto de una madre llena de fecundidad vital." Estudios y ensayos

Madre singular que destruye, esclaviza y se lleva su oro durante trescientos años, en México  recuerda, a muchos mexicanos, a Medea, la de Eurípides.

 Miguel León- Portilla al ser investido recientemente( enero de 2010) con el grado de Doctor Honoris Causa por la Universidad Complutense de Madrid dijo que "no ha habido otra potencia colonizadora en las americas que,como España, haya tenido tantos varones de gran pensamiento y acciones. Ni portugal, Inglaterra, Francia u Holanda". 

Destacó a Anton de Montesinos, quien en sus sermones denunció y condenó las tropelías en contra de los indios; Bartolomé de las Casas, que escribió y luchó en defensa sobre todo de los indígenas de México y Guatemala; Domingo de Santo Tomás y Alonso de la Vercruz, así como Vasco de quiroga, y Bernardino de Sahagún, precursor de la antropología en el nuevo mundo"(Gaceta UNAM del 2 de febrero de 20010, Pág. 6). Si lo dice un académico mexicano  que ha hecho 23 doctorados, en ese disciplina  científica, y con una creación literaria prolífica, entre ellos la formidable Filosofía Nahuatl, hay que creerle.

El día que en San Juan de Ulúa cayó el último bastión de España en México, en noviembre de 1825, todo el país, o casi todo, en efecto, era católico. El sueño de Hernán Cortés y de Roma.

 Pero es  un catolicismo, como anotamos, de superficie. En una escala inmensa ignora el pueblo lo que pudiéramos llamar la “Declaración de Principios” de la Iglesia, que son los Sacramentos. Pocos saben cómo sostener estos principios frente a los obsesivos lectores bíblicos del cristianismo liberal procedente de Estados Unidos.

 Un rencor que vive en el inconsciente colectivo del pueblo mexicano lo lleva masivamente  al templo católico, por costumbre impuesta,  pero no por convicción.

Ese inconsciente colectivo también  le dice al mexicano que las losas de andesita y de  tezontle rojo y negro de los templos cristianos  son las mismas  con las que estuvieron construidas las pirámides - templos de sus dioses,  que los templos cristianos están asentados en las mismas bases de sus pirámides,  que los templos cristianos, al menos los del siglo dieciséis, están orientados este-oeste que es la orientación geográfica-mitológica de la religión de Tlaloc-Tezcatlipoca,   que las vendedoras de artesanías y víveres que ofrecen sus mercancías  a la entrada del templo cristiano era como lo hacían antes   en las proximidades de la base de las pirámides.No es raro ver que   los mexicanos que tienen formación histórica,  de manera consciente, toquen esas losas.

Sectores reducidos profundizan responsablemente, en México, en los principios y practica del "cristianismo de Cristo". La mayoría  es de una practica mecánica superficial.

Es el resultado inconsciente de haber obligado, cinturón en mano, como  veremos más adelante que hacía Cortés, asistir a la celebración dominical del Sacramento. Y es famosa la costumbre de Pedro de Alvarado de hacer morir a los indios rebeldes, después de la conquista, en las fauces de los perros.

Hernán Cortés fue, para las creencias religiosas de los pueblos de Anáhuac, lo que el emperador Diocleciano para el cristianismo en el principio del siglo cuarto de nuestra era. Para los que no tengan información histórica de esta época, trascribimos lo siguiente:

 "La catedral de Nicomedia fue arrasada (24 de febrero de 303). Se promulgó un edicto “para derribar todos los templos hasta sus cimientos y destruir con fuego las Sagradas Escrituras, y recomendando que quienes se encontraban en puestos de honor fueran degradados si perseveraban en su adhesión al cristianismo” (Eusebio, Op. Cit. VIII, II). Tres decretos ulteriores (303-304) señalaron las etapas de incremento en la crueldad de la persecución: el primero ordenaba que los obispos, presbíteros y diáconos fueran puestos en prisión; el segundo, que los mismos fueran torturados y forzados por cualquier medio a sacrificar a los ídolos; el tercero incluía tanto a los laicos como al clero). Eusebio y las Actas de los Mártires dan testimonio de la enorme crueldad con que estos edictos eran puestos en vigor y del gran número de los que sufrieron por la fe. En ellos podemos leer, incluso, acerca de la masacre de toda una población que decidió declararse cristiana"

Fragmento  tomado de la Enciclopedia Católica-Internet.

Diocleciano es recordado como el más cruel perseguidor del  cristianismo. Por un acto idéntico de destrucción y terror, en contra de la religión de Tezcatlipoca, Cortés es tenido como el más grande personaje, casi para ser elevado a los altares por la Iglesia ( de la misma estatura histórica que Constantino), por haber  impuesto el cristianismo en México.

 Fuera del tiempo y del espacio, la divinidad se manifiesta por igual en todos los pueblos del planeta, sin importar continentes y épocas. Esos pueblos van a vivir  la divinidad según su circunstancia, para emplear una frase de Ortega y Gasset.

El Doctor Angélico, el gran dominico Santo Tomás de Aquino, el considerado por algunos filósofos católicos (Manuel García Morente) en el mismo nivel filosófico de Platón, Aristóteles y San Agustín, ya había puesto en claro los conceptos de unívocos, equívocos y análogos. Pero no le hicieron caso. O no lo habían leído. Tomás es del siglo trece.

Tomás no sólo encontró analogía, sino hasta identidad, en el paganismo de Aristóteles con el del cristianismo (según la circunstancia y manera de simbolizar de cada pensador). Por esta tan adelantada manera de pensar, de Santo Tomás, la inquisición anduvo tras él por algún tiempo.

Imposible para los frailes considerar identidad, de la divinidad representada por los ídolos con la cruz (sólo símbolos dentro de la fenomenología para invocar a la divinidad).

 Tampoco pudieron aplicar, siquiera, la palabra analogía. Y se aferraron en el término equivocidad.  Para los frailes no había ninguna identidad ni analogía, sólo equivocidad. Y el indio que permanecía en su religión original, si era descubierto, acaba en la hoguera.

El Quemadero, a un lado de la alameda central, en la capital, fue originalmente para los que siguieron creyendo en Tezcatlipoca, y luego le siguieron los judíos.

  "Nadie es capaz de amar a alguien porque se lo manden" percibió Kant con toda claridad porque se convierte en un imperativo que niega toda adultez y toda libertad al ser humano. Inmoral porque, sabido es,  sin libertad de decisión todo queda en entredicho.

Porque” siempre deja alguna amargura la piedad cuando emplea el rigor", le dice Beatriz a Dante.

Wallestein, el personaje de Schiller, se refiere al sentimiento que anida en los habitantes de una nación que fueron obligados por la fuerza a aceptar una religión ajena  a su modo de ser: "¿Puede acaso olvidar el hijo que acosaron a su padre  con perros para que fuera a la iglesia?"

"El amor no puede ser mandado", dice Max Scheler en su Ética. Y agrega: "Fundamentar el amor en el respeto de una ley "que ordena el amor"-  respeto además de la pura "ley",con independencia de la persona que establece la ley- es el colmo del absurdo a que ha llegado el racionalismo de la Ética...El que afirma respetar una ley solamente porque es tal ley y porque tiene la forma imperativa,hallase situado,en realidad,más lejos de lo que se imagina del objeto de su respeto."

(capítulo segundo:El valor y el deber ser, página. 318 de la edición Caparrós Editores, Madrid, España, 2001).

 Primero la obediencia y después la comprensión. Siguió la fantasía deshonesta: Cientos de miles (o millones) de indios conversos en los primeros años cuando, en realidad, pocos frailes habían aprendido el náhuatl y los indios en su totalidad no sabían una palabra de español.

Kierkegaard, en Mi punto de vista, intenta hacer distinción entre  cristiandad y cristianismo (se refiere a los de su Iglesia luterana, en su tiempo, pero vale igual para el caso de los supuestos conversos indios de Anáhuac). De la primera anota. "¿Qué significa el que todos esos miles y miles se llama a sí mismos  cristianos como cosa corriente?¡Esos hombre innumerables, cuya mayor parte, según es posible juzgar, viven en categorías completamente ajenas al Cristianismo."

No importaba que no comprendieran, lo que urgía era que obedecieran. De esa manera se aprendió hacer la señal de la cruz de la nueva religión en tanto el ethos indio quedaba incólume. Muchas veces lo advirtieron los ilustres frailes como Sahagún y Diego Durán, cuando alertaban al clero: "¡Están fingiendo!"

Fray Bernardino de Sahagún: "Cerca de los otros sacramentos, como fue el de la confesión, y comunión, ha habido tanta dificultad en ponerlos en el camino derecho de ellos, que aun ahora hay muy pocos que vayan vía recta a recibir estos sacramentos, lo cual nos da gran fatiga, y mucho conocimiento de lo poco que han aprovechado en el cristianismo."

Ahí mismo, en el párrafo siguiente, relata cómo los españoles y religiosos organizaba grupos de sus indios  aliados para sorprender a los que de noche seguían con sus ritos ancestrales a Tezcatlipoca, Tláloc y a su gran diosa Chicomecoatl. Los llevaban como prisioneros, los castigaban durante días hasta que declaraban apartarse de lo de antes y ser cristianos. En otra época los judíos en España vivieron una situación análoga.

"prendíanlos a todos y atabanlos y llevabanlos al monasterio, donde los castigaban y hacían penitencia, y los enseñaban la doctrina cristiana y los hacían ir a maitines a media noche y, se azotaban, y esto por algunas semanas..."

En Tabasco se echaron los dados para que, a la postre, tanto España como la Iglesia no contaran con bases  imperecederas en México y en el continente. Cempoala y Tlaxcala ahora prefieren no hablar de España y en su lugar festejan ruidosamente el 15 de septiembre de cada año.

Y el gran aporte cultural que España ha hecho al mundo, en México no es particularmente buscado por el pueblo, salvo en los círculos de estudios superiores. Se frecuenta, sobre todo, la literatura alemana, francesa, inglesa, rusa, noruega, estadounidense y suramericana. A los mexicanos, por ejemplo, les cuesta mucho esfuerzo leer el Quijote de la Mancha y en cambio están familiarizados con La Ilíada de Homero o La Divina Comedia de Dante.

Prescott pregunta si la dominación española en México en realidad fue una conquista o sólo una invasión que duró tres siglos.  Ya en los días de la conquista Bernal Díaz del Castillo se refiere a esta conducta equivocada de Cortés  de implantar la nueva religión: “Más de una vez puso en peligro su vida y su fortuna y aún el éxito de sus empresas, por la manera impolítica y prematura con que quería lograr la conversión de los indios”.

 Cayo, otro historiador citado por Prescott, y refiriéndose a Cortés, dice que: “Después de la conquista mandó que todos los domingos y fiestas de guardar se asistiese a la explicación de las Escrituras so pena de ser azotados”.

Cortés hacía esto no porque fuera llevado por la idea de evangelizar para la salvación de las almas, como lo entiende el cristianismo. Tenía claridad que una vez que el espíritu de la nueva religión penetrara las almas, la disposición guerrera del azteca, se debilitara y no sería ya motivo de preocupación para España ni para la Iglesia.

Historia de la Conquista de México fue editada  en Londres en 1843 y en México en 1844 dos veces este mismo año. Su autor es un cuidadoso historiador de formación académica, de vuelos culturales a semejanza de su contemporáneo Washington Irving, autor de Relatos de la Alambra.

La prueba de fuego que Prescott  pasa, sobradamente, como historiador, es su reconocimiento que hace de los frailes de la conquista. Prescott en lo personal es un celoso calvinista. Pero en ningún momento escatima méritos al celo evangelizador de aquellos frailes franciscanos y dominicos que llegaron a México desde el primer tercio del siglo dieciséis. Y, por el contrario, en materia de historia se apoya en ellos abundantemente.

La obra de Prescott contiene información que no es fácil encontrar en historias de otros autores sobre el mismo asunto. Por ejemplo, la esposa de Cuahutemoc, después de la conquista, se casó tres veces con españoles. La descendencia de Moctezuma fue cuidadosamente protegida por Hernán Cortés quien a su vez la recomendó al gobierno español y éste nunca la desamparó.  Las dos viudas de Moctezuma también se casaron con españoles. Una no tuvo descendencia.

Visto con detenimiento, que es una de las virtudes del trabajo de Prescott, vemos que Moctezuma  en realidad ayudó a la conquista española mucho más que los  tlaxcaltecas, cempoaltecas, otomis y que la misma Malinche.  

Aparte de varios defectos tácticos y psicológicos, solamente apuntaremos uno: Moctezuma permitió que tres mil tlaxcaltecas y casi mil españoles, vivieran durante medio año dentro de México - Tenochtitlán antes de declararse formalmente la guerra. Esto quiere decir que durante seis meses el pueblo azteca estuvo alimentando a toda esta población extraña y enemiga y agotando sus capacidades de resistencia alimenticia para el sitio que después tendría lugar. Por eso la Corona española siempre benefició a la descendencia de Moctezuma, como jamás hizo ni siquiera con los tlaxcaltecas, sus incondicionales.

Prescott confiesa  que escribir  la conquista del Coatepantli (ahora “Zócalo”)  fue la obra cumbre de su vida, como historiador. Reconoce en Hernán Cortés  su delirio por el oro, sus ambiciones, su genio para decir mentiras (a su mismo emperador le escribe buscando la redacción de hacerle creer que en las batallas contra los aztecas ha perdido dos dedos de una mano. Uno de sus capitanes anota que “tiene los mismos que trajo de Castilla”).

También Prescott se detiene en relatar  sus innecesarias matanzas masivas. Pero en ningún momento le resta a Cortés su  lugar como un héroe que entra por mérito propio y verdadero en los terrenos de la leyenda. Para  Prescott,  Cortés es el prototipo del caballero medieval aventurero y conquistador de la talla de Roldán, el Cid o Julio Cesar.

Esas mentiras han puesto a Cortés como historiador no confiable del todo.Las fuentes indiscutibles del siglo dieciséis, para la historia  de México,  son Fray Bernardino de Sahagún,Fray Diego Durán,Bernal Díaz del Castillo y, hasta después, Hernán Cortés.

 En este primer tercio del siglo veintiuno el francés Christian Duverger ( diario El País, de España, 15/06/13,suplemento cultural Babelia, Pág.12) ha querido pasar a Cortés al tercer lugar diciendo que Cortés es el autor de Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España, con el seudónimo de Bernal Díaz del Castillo. Es decir que Bernal Díaz no existió y que Cortés es el autor de Cartas de relación y de la Historia verdadera. Buen aporte para la literatura de café.

Se dice, por el mundo, que Shakespeare y Cervantes fueron la  misma persona, y que Séneca fue convertido al cristianismo por San Pablo. Después de esto ya se puede decir cualquier cosa sin el menor recato. En el mundo ecléctico disolvente de la cultura, y las  fake news, cualquiera puede  decir que Cardenio es el autor de Don Quijote de la Mancha y de Hamlet...Siempre habrá alguien que se la crea.

En literatura es fundamental la composición lírica, pero decir que Cortés escribió la Verdadera Historia, ¿y no Bernal, equivale a decir que Avellaneda escribió el auténtico Quijote...

Goethe dice que cuando escribía poesía escribía como Goethe, cuando escribía novela escribía como Goethe, cuando escribía ensayó escribía como Goethe...

Son cuestiones fundamentales que van más allá del  supuesto cambio en el estilo de  escribir. En sus Cartas Cortés dice mentiras a su rey. Bernal, en cambio, siempre se ha tenido, por historiadores y antropólogos, como una fuente digna de crédito. Duverger no repara en valores vitales y "valores de civilización" o en juicios analíticos y juicios sintéticos.

Prescott es un estudioso de academia, culto y particularmente analítico. Y sin duda  el más grande panegirista de Cortés. Pero en ninguna parte de la obra que aquí comentamos menciona la mínima sospecha o argumento documentado que  eso de la doble autoría  hubiera sido posible.

Todavía Cortés mentiría a su emperador más tarde  al proporcionarle los elementos para su escudo de armas. Contiene éste tres flechas. Cada una, dice, corresponde a un rey azteca que,defendiendo a México- Tenochtitlán, fue derrotado por el español.

 Hay aquí dos inexactitudes. El único que perdió la guerra, como veremos, fue Cuauhtémoc. Moctezuma, aunque se mostró diplomático, con los invasores, es creencia que fue muerto por los mismos aztecas como castigo de portarse como político, irresponsable y medroso, en un momento que debía hacer la guerra. 

Y la mayor inexactitud  es en lo que se refiere a Cuitláhuac. Ël fue precisamente el que infringió la derrota a Cortés en lo que fue la noche que los españoles y tlaxcaltecas intentaron huir subrepticiamente de México-Tenochtitlán y que los tlaxcaltecas llaman: "La noche triste".  Cuitláhuac moriría en breve, contaminado por la viruela que trajeron los europeos, y contra lo que los habitantes de   Mesoamérica no tenían defensas naturales , pero nunca fue derrotado.

Ruta de huida seguida por los españoles y tlaxcaltecas, es la línea que en la actualidad marca las estaciones del "metro". línea 2 de la Ciudad de México.  

 La estación "Centro" sureste en el plano, es el sitio exacto  del coatepantli del centro ceremonial  y pirámide de Huitzilopochtli ( en la actualidad se le conoce popularmente como Templo Mayor y al área del coatepantli "Zocalo") .y la estación "Tacuba" en el noroeste, era el lugar  que intentaban alcanzar.

 Una distancia de unos siete kilómetros en una calzada de veinte metros de ancho  todo en medio del agua. Fue hasta el lugar donde se ubica la estación "Popotla", en el que se consideraron a salvo.

 Se encontraba allí, todavía en el siglo veinte, un árbol en el  que la tradición dice que Cortés lloro la derrota. Los tlaxcaltecas llaman a este sitio "El árbol de la noche triste".

Plano tomado de Google.

El  decidido panegírico de Prescott hacia Cortés, empero,  no le hace cerrar los ojos. Prescott es claro en el sentido que las armas modernas de los españoles, pólvora, cañones, mosquetes,caballos y gérmenes patógenos, salvaron en numerosas ocasiones a los conquistadores y sus aliados indígenas del desastre definitivo a manos de los aztecas.

 Cortés y Bernal Díaz mencionan esta circunstancia pero con el menor énfasis posible. Prescott, en cambio, lo destaca. Cuando esto sucede los españoles de la conquista hacen recaer la victoria no tanto en las armas de fuego sino en un deu ex machina. Esta intervención divina se llama  Santiago Apóstol.  Cabalgaba entre las nubes montado en su caballo blanco y trastocaba la derrota en victoria.

Siguen el tratamiento bíblico que cuando el pueblo elegido pierde una batalla  Dios estaba enojado y se ausentaba negándoles así su apoyo. Si la batalla se ganaba  Dios se había reconciliado con el pueblo. No se admiten los méritos guerreros de los enemigos y en su lugar ponen a una divinidad caprichosa. De la misma manera Santiago Apóstol se hacía presente o desaparecía…

 Relata Prescott los increíbles trabajos de los españoles dirigiendo a sus aliados indios trasportando, desde Tlaxcala, barcos pequeños a través de las altas montañas. Cemopoaltecas y tlaxcaltecas  van cuidando, diez mil indios  y diez mil indios, los flancos de la caravana que lleva tan preciosa carga para sitiar a México-Tenochtitlán por agua y no vayan a ser sorprendidos por los aztecas antes de llegar al Valle de México. Cruzan ríos al estilo de los ejércitos romanos de Cesar, suben montañas nevadas para demostrar que, en efecto, los españoles son los dioses anunciados por las tradiciones mexicas.

Cortés escribe cartas a su emperador Carlos V, como hacía Cesar en su tiempo.  Y  en la batalla con los  aztecas, españoles y caballos van muriendo y, con toda sagacidad, Cortés ordena que los entierren de noche para que los indios sus aliados no descubran que no son dioses y también mueren. Navegan ríos caudalosos y, como Cesar, construyen puentes como nunca se les hubiera ocurrido a los indios.

Pero  lo que le impulsó a escribir esta historia, dice Prescott, sobre las historias de la conquista del Perú y el resto  del continente indoamericano, fue la increíble defensa que el pueblo azteca hizo de México- Tenochtitlán. 

Su decidida apología de Hernán Cortés no lo ciega. Relata con detalle lo que sucedió la noche del 1 de julio de 1520 en la calzada México- Tacuba. Los historiadores hablan de esta fecha como de pasada, sobre todo los españoles.



Aquí empezó la resistencia indígena en el siglo dieciséis.

El Coatepantli de México-Tenochtitlán. Una sección del mismo visto desde el NW. La piramide del lado izquierdo es el templo dedicado a Tlaloc-Huitzilopochtli.  Conocido ahora  como Templo Mayor. El Coatepantli estaba cercado   con la barda en forma de serpiente que se ve en el primer plano. Todo en medio de una laguna de unos cincuenta por sesenta kilómetros. Para llegar a esta ciudad era por calzadas construidas en medio del agua, de unos veinte metros de ancho.

Prescott se detiene. Murieron seguramente centenares de aztecas en esa sola noche, pero también 660 españoles y 5 mil tlaxcaltecas a manos de los aztecas. Todo esto en un espacio de no más de cuatro kilómetros por veinte metros. Las cifras son un promedio porque  difieren mucho. Cortés dice que 150 españoles y 2 mil tlaxcaltecas. Juan Cano, uno de los caballeros que componían el ejército español y que estuvo en esa huida, dice que murieron mil 170 españoles y ocho mil tlaxcaltecas.

Sobre todo Prescott relata con detenimiento lo que sucedería en esa otra fecha, ya dentro del sitio final y que es (poco) conocida como”Puente Cuitada” y de mucho más mérito militar que la misma “Noche  Triste” como dicen los mexicanos de mentalidad ya colonizada.

Los españoles y ciento cincuenta mil indígenas aliados atacaron simultáneamente en tres frentes en dirección a Tlatelolco con todo el peso de su artillería y su coraje pues el sitio ya se les empezaba a revertir. Los aztecas contraatacaron con tal peso en los tres frentes que el mismo Cortés fue derribado y llevado hacia el sacrificio, del que escapó gracias a la intervención de sus capitanes y sus aliados. Puesto de nuevo sobre su caballo, muy mal herido en la cabeza, tuvo que escapar hacia posiciones seguras y con él los tres frentes de sitiadores también retrocedieron para salvar la vida.

 Fue tanto el desastre, y tan hábil estratagema desplegada por Cuahutemoc, que cientos de aliados empezaron a  abandonar a los españoles. Cortés tuvo que llevar a cabo otras acciones de guerra en tierras lejanas al Valle de México para reestablecer su prestigio militar y hacer que sus aliados regresaran a su lado.

En la obra de Prescott Cuauhtémoc (de apenas unos veintitantos años de edad) no es el rey improvisado de los aztecas que va a durar hasta que todo  se derrumbe, tal como lo describen los historiadores, como si estuviera viendo el desastre desde la seguridad de su palacio. 

Todo lo contrario, dirige día con día la guerra e introduce mecanismos psicológicos de terror entre los aliados indígenas de los españoles.  A cuanto español agarran vivo lo sacrifican en lo alto del “Templo Mayor”, haciendo ostentación de crueldad, le sacan el corazón y el cuerpo se lo comen (aunque confiesan que no les gusta la carne de españoles pues “es demasiado amarga”).

 Al español que salvó a Cortés en Puente Cuitada lo mantuvieron con vida durante dieciocho días, en lo alto del Templo Mayor, bajo las peores torturas con la idea que sus gritos de terror fueran escuchados por los sitiadores. 

Cumplió la idea su cometido pues Bernal Díaz anota en su historia que era un martirio espantoso estar oyendo a su compatriota. Y cuanto intento de rescatarlo hicieron, desde su campamento de sitiadores, a la sazón en lo que ahora es San Antonio Abad, calzada de Tlalpan, fue repelido por los sitiados.

Después Cuauhtemoc hace arrojar por las noches en el campo español las cabezas de los sacrificados y, dicen los mismos  soldados españoles que escribieron esta guerra, esto nos ponía a temblar pensando que podríamos acabar de la misma manera: sacrificados en lo alto de la pirámide la cabeza  y los restos del cuerpo  en una cazuela de pozole.

Cientos de españoles, en efecto, terminaron de esa forma. Luego Cuahutemoc enviaba otras cabezas de españoles  a las provincias lejanas para demostrar a los pueblos, que habían abandonado su alianza con los aztecas, que los españoles y sus caballos no eran ningunos dioses como ellos decían.

Ese grupo reducido de españoles  a los que se refieren los historiadores españoles  o los historiadores  ya colonizados, en realidad no era tan reducido. Morían cientos de españoles y siempre seguían en pie otros cientos más de españoles.

La explicación es que de una manera o de otra seguían llegando españoles de Cuba o de Santo Domingo y se sumaban a los que ya estaban en campaña. La idea del oro azteca ya se había extendido por las islas y aun en España  y todos se apresuraban a llegar a México-Tenochtitlán  para el botín.

De ahí que el corolario va a ser el tormento de Cauhtemoc y otros defensores de la capital azteca para obligarlos a revelar el  supuesto  sitio donde estaban escondidas tales riquezas. Riquezas que, por cierto, los tlaxcaltecas sólo las mirarían de lejos. Los españoles ni siquiera los dejaron acercarse a ellas.

Después tendría lugar la sobrehumana defensa de los coatepantlis (el del Zócalo y el de Tlatelolco)    contra el sito impuesto por miles de aliados de Cortés a lo largo de setenta y tres días. Otros historiadores dan noventa y tres días. La diferencia estriba en que los cronistas no se ponen de acuerdo en el día en que empezó el sitio.

Los españoles persiguiendo el oro,  los aztecas defendiendo la magia y los indígenas aliados de los españoles huyendo del terror que tenían a los aztecas. Cortés dice que en el penúltimo día de combate perecieron cuarenta mil personas y al día siguiente, el 13 de agosto de 1521, una cifra semejante.

  El final de México-Tenochtitlán puede imaginarlo el lector moderno como la leyenda  dice que quedó arrasada la Troya de Homero, Cartago por los romanos, el Jerusalén del año 30, el Berlín de mayo de 1945 e Hiroshima de este  mismo año. Como dice Prescott, no quedó piedra sobre piedra. Los aztecas sobrevivientes fueron expulsados de su hermosa isla, “tan bella como ninguno de nosotros había conocido algo semejante en otras partes del mundo”, escribe Bernal Díaz del Castillo.

Como corolario Oswald Spengler se refiere al fin de México- Tenochtitlán como parte del grupo de las  grandes culturas antiguas: “china, egipcia, babilónica, mejicana”.(La Decadencia de Occidente Vol.II,Cap.I-B ,Pág. 58).

Pero, anota, con la grave deficiencia de no haber desarrollado la tecnología (al estilo de occidente) y que sería su ruina:

“Entretanto, en Méjico había nacido una cultura nueva, tan remota, tan alejada de todas las demás, que no pudo haber noticia de ella en estas ni de estas en ella. Tanto más admirable resulta, pues, la semejanza de su evolución con la evolución de la cultura antigua. Se llenarán de espanto los filólogos cuando ante estos teocalis piensen en sus templos dóricos. Y, sin embargo precisamente un rasgo antiguo, la falta de voluntad de potencia en la técnica, es el que determinó aquí la índole del armamento y, por consiguiente, hizo posible la catástrofe,

“Porque esta cultura  es el único ejemplo de una muerte violenta. No falleció por decaimiento, no fue ni estorbada ni reprimida en su desarrollo. Murió asesinada en la plenitud de su evolución, destruida como una flor que un transeúnte decapita con una vara. Todos aquellos Estados, entre los cuales había una gran potencia y varias ligas políticas, cuya grandeza y recursos superaban con mucho a los de los Estados grecorromanos de la época de Aníbal, aquellos pueblos, con su política elevada, su hacienda en buen orden y su legislación altamente progresiva, con ideas administrativas y hábitos económicos que los ministros de Carlos V no hubieran comprendido jamás, con ricas literaturas en varios idiomas, con una sociedad pereespiritualizada y distinguida en las grandes ciudades, tal que el Occidente de entonces no hubiera podido igualar, todo eso sucumbió, y no como resultado de una guerra desesperada, sino por obra de un puñado de bandidos que en pocos años aniquilaron todo, de tal suerte, que los restos de la población muy pronto habían perdió el recuerdo del pasado”.

Prescott finaliza su gran obra con una reflexión análoga a la de Spengler, al considerar que sin esa defensa que los aztecas hicieron de sus coatepantlis, no habría escrito esta historia. Ni siquiera hablaríamos de una historia. Sólo un simple relato de una banda de forajidos españoles con armas modernas sojuzgando a  asustados campesinos semisalvajes: "Turba desenfrenada de aventureros"...No habría valido el esfuerzo. Pero el pueblo azteca, antes de sucumbir, dimensionó todo hasta elevarlo al nivel de las grandes epopeyas de la historia y de la leyenda universal. 

  

 4 comentarios:

 

Anónimo27 de septiembre de 2010, 21:04

Perfecto me encanto. Solo hay un comentario que no me gusto, cuando se dice que Moctezuma era un afeminado. Hay que tener mas cuidado con ese tipo de comentarios, pues Moctezuma hizo todo lo que creyo mejor para salvar su cultura y a su pueblo, segun lo dictava su tradicion. El fue el Señor de Señores Huey Tlatoani. Y hay que referirse a el con el debido respeto.

Tita Cabrera. depilacion1@hotmail.com

 

Anónimo2 de septiembre de 2011, 13:22

Es un texto no muy distante a las pròximidades de lo que fuè.

 

Anónimo19 de diciembre de 2011, 18:44

Moctezuma no hizo todo lo necesario y lo de afeminado lo dijeron su hermano Cuitlahuac y su sobrino Cuauhtémoc, junto con todo su pueblo, dejémonos de ídolos de barro, Moctezuma era un fanático cobarde, que le entregó a Cortés el imperio en bandeja de oro, los verdaderos héroes fueron Cuitláhuac y Cuauhtémoc, enterarnos no nos haría mal.

 

Anónimo7 de mayo de 2013, 10:41

Es una historia a la vez que interesante llena de cultura que pone en alto a Mexico y sus verdaderos heroes.

 

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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