MARCO AURELIO: ATARAXIA VS BOURNOT

 

 

 

 


 

Marco Aurelio no quiere dar lecciones de moralidad ni ser el pedagogo de nadie. Sus reflexiones son para  él mismo. Se pregunta: “En qué empleo en este momento mi alma. De quién es el alma que tengo ahora. ¿Será la de un niño, la de un mancebo, la de una mujerzuela, la de un tirano, o por ventura la de un jumento o de una fiera?”

 

No obstante, leer a Marco Aurelio llena dos necesidades del humano: conocer (conocer una manera de pensar) y una guía para la vida. Antonio Gómez Robledo apunta, citando a Cicerón: “La filosofía no es, o no tan sólo, una visión intelectual del mundo, sino ante todo una guía  de la vida y la conducta humana”.

 

Antes de referirse a la razón, a los dioses,  a la actitud de la gente y en general a cosas de la vida de que hablan los filósofos,  Marco Aurelio nos recuerda que esta vida se va. Tiene por lo tanto  que cuidar vivir, bien, el día de hoy. Cada día restamos un día a nuestra permanencia en este planeta. 

El emperador-filósofo no conoció los síntomas de la extrema vejez pues murió a los  59 años de edad (121-180). Aun así logró una observación aguda  de la vida. Porque  es el caso que, llegado el momento, no nos vamos tan frescos como cuando llegamos. Mucho antes  del último año vamos experimentando un deterioro y está lo que ahora conocemos como Alzheimer  o en la paulatina e irreversible falta de colageno en las rodillas,etc. “En cuanto comenzamos a chochear…y examinar si no habrá llegado la hora de abandonar este mundo... Hay que darse prisa, por lo tanto, y no solo porque a cada instante nos aproximamos a la muerte, sino porque perdemos antes de morir la capacidad de comprender las cosas y de seguirlas con atención.

 

        


                         Marco Aurelio

“Marco Aurelio fue un emperador romano, un filósofo estoico y uno de los últimos "Cinco Buenos Emperadores" de Roma. Nació en el año 121 d.C. y gobernó entre 161 y 180 d.C., destacándose por su sabiduría y virtud, así como por sus extensas campañas militares en la frontera norte del imperio. Su obra más famosa, "Meditaciones", es un testimonio de su filosofía estoica y sus reflexiones sobre la vida, la ética y el deber.”Wikipedia

Marco Aurelio, Pensamientos

Prólogo, traducción y notas de  de Antonio Gómez Robledo

Coordinación de Humanidades

Universidad Nacional Autónoma de México

1992

 

Dice que los grandes sueños  en los que se entretiene los hombres (y las mujeres) acaban en humo. Hace mención a los piojos de dos patas ( Los que decidieron la muerte de   Sócrates). Marco Aurelio no quiere pasar como el más grande de los estocicos, pero con el ánimo que no perdamos el tiempo en jueguitos, inventados por la fama presente, o por la gloria a posteriori, y en cambio aprovechemos  este día, nos ofrece la siguiente reflexión:

“Hipócrates, habiendo curado a muchos enfermos, enfermó él mismo y murió. A muchos predijeron la muerte los caldeos, y en ellos a su vez hizo presa  el destino. Alejandro, Pompeyo y Cayo Cesar,  habiendo arrasado tantas ciudades y destrozado en el campo  de batalla a tanta miríadas de infantes y caballeros, al fin ellos mismos salieron  de esta vida. Heráclito, después de haber disertado interminablemente sobre la conflagración del mundo, murió hidrópico y untado de estiércol. Demócrito murió comido de piojos, y a Sócrates, fueron otros piojos los que lo mataron.”

 

La obra filosófica del emperador Marco Aurelio  la conocemos gracias a los monjes medievales que formaron dos códices de sus pensamientos, el Vaticanus y el Palatinus.

 

En su momento, Marco Aurelio fue implacable con la secta de los cristianos. Supo con toda claridad que bajo la faz de amor al prójimo escondían la intención colonizadora, muy peligrosa para el imperio. Pronto se verían confirmadas sus intuiciones.

Bajo su mandato  la locura romana  no se conformaba con matar a los seguidores de Cristo sino que entregaba sus cuerpos como alimento de las fieras. Irónicamente a los frailes se debe,  de alguna manera, la conservación de la obra literaria del emperador.

 Más tarde, cuando el cristianismo dejó de ser perseguido y pasó a ocupar un lugar  cerca del trono romano de Bizancio, mucho del mundo pagano  fue arrasado y en su lugar se puso  lo cristiano.

 

 Entonces se dio  el fenómeno que se repetiría  en el siglo dieciséis en México  y el  continente indoamericano. Primero fue arrasado por los españoles y sus indios aliados y, acto seguido, los frailes inmediatos a la conquista, se dieron a la  ingente tarea  de rescatar  cuanto les fue posible del mundo destruido, al estilo de fray Bernardino de Sahagún y fray Diego Durán.

Merced a esa irónica doble labor de la Iglesia católica, de destructora y rescatadora, al menos en lo que corresponde  a las concordancias morales, conocemos  los pensamientos de Marco Aurelio.

De ser un convencido defensor del universo religioso de la antigüedad, Marco Aurelio va dirigiéndose hacia el pensamiento racionalista: “En el siglo de las luces, sin embargo, así como en el que le sigue, la prospectiva o enfoque  cambia por completo, porque al paso que la Iglesia lo va dejando de lado, el pensamiento racionalista  se apodera con creciente entusiasmo de Marco Aurelio, en quien ven sus adeptos la revelación de la razón pura, de frente al silencio eterno de Dios y de los dioses.”

Sin embargo Marco Aurelio nunca derribó el puente que unía a los dioses con el pensamiento lógico: “En la ciudad para los dos hay lugar”.

 

Marco Aurelio está consciente que los hombres sabios no necesitan de ninguna orientación moralizadora. Pero es la cuestión que  en el mundo nacen tantos humanos,  cada media hora,  que ni escuelas laicas ni templos religiosos son suficientes para proporcionar  la mínima información de qué se trata la vida civilizada.

De ahí que en las calles  de la ciudad,  en las oficinas, en los talleres, en la universidades, los sindicatos y en los partidos políticos, sea frecuente encontrar seres que todavía  viven  en perpetua  guerra darwiniana:

“La moral media no se dirige a los hombres  perfectos ni sabios en grado eminente, sino aquellos en quienes lo mejor  que podemos hacer  es suscitar en su espíritu cierta imagen o simulacro de la virtud.”

 

Insiste en que es necesario vivir la vida. Moverse en lo individual de tal modo que impacte positivamente a la sociedad. Dejar de lado, de una vez por todas, la guerra como negocio donde pocos ganan y millones mueren.

Podemos estar juntos pero no peleándonos. Chesterton cree, al contrario de Darwin, que la sociedad se desprendió de la caverna por la solidaridad, no por miedo al matón del barrio.

 Laicidad y religiosidad son insuficientes para proporcionar orientación educadora a los, en la actualidad, siete mil millones de humanos. Y si laicidad y la religiosidad se la pasan peleándose mutuamente, significa que sus mejores esfuerzos no se dirigen hacia  el erial:

Marco Aurelio insiste: “Hemos nacido, en efecto, para colaborar entre nosotros, como lo hacen los pies, las manos, los parpados y las hileras de dientes, los superiores y los inferiores. Actuar como adversarios entre nosotros, es, pues, contra la naturaleza, como lo son la ira y la aversión.”

 

 Pero vivir la vida no quiere decir, según marco Aurelio, desbocarse y morir como caballo hiperactivado. Estresado hasta los callos por el síndrome de Bournot o, como se decía en la literatura del siglo pasado. el surmenage.

Marco Aurelio llama a  la reflexión: “Ponte a pensar, por ejemplo, en los tiempos de Vespasiano, y verás que sucedía lo mismos que hoy: gentes que se casan, crían hijos, enferman y mueren, hacen la guerra, celebran fiestas, trafican, cultivan la tierra, lisonjean,  son arrogante,  suspicaces, arman celadas y desean la muerte  de otros, murmuran del actual estado de cosas, aman, atesoran, ambicionan el consulado y el imperio.  De la vida de esas gentes no queda nada en parte alguna.”

 

PETRONIO Y LA DULCE VIDA EN EL SATIRICÓN

 


 

La cena de Trimalción se ha señalado  como una parodia de lo que   sería la cena final de Petronio. Como si el poeta hiciera de antemano un guion de su muerte pero satirizándolo. 

En su  relato Trimalción es  personaje muy rico,  invita a que cuando él haya muerto, sus amigos se reúnan en otra cena, a semejanza de ésta, y lo recuerden como si  en esta fecha póstuma  él también estuviera presente, que se dijeran  poemas bellos y se bebieran aromáticos vinos y se cenara hasta el amanecer. No se sabe si es un esfuerzo por no morir  en la memoria de sus convidados o una  especie de anhelo de resurrección…

El Satiricón se compone de cinco relatos, uno de ellos, al que aquí nos referimos, es La Cena de Trimalción. Fue escrito en el siglo I de nuestra era, por Petronio. Este fue  tenido como el más elegante poeta de la corte imperial de su tiempo.  Se recordará que Petronio perteneció al círculo íntimo de Nerón. Al final cayó en desgracia frente al emperador y se suicidó cortándose las venas. En el más puro estilo estoico, Petronio se vendó las heridas y de vez en cuando se las quitaba para desangrarse otro poco. Entre tanto llegaba la muerte, platicaba con sus amigos y bebía vino.

 


Flavius Petronius Maximus

“El historiador romano Tácito (Anales, XVI, 18) se refería a él como arbiter elegantiae («árbitro de la elegancia»). Su sentido de la elegancia y el lujo convirtieron a Petronio en organizador de muchos de los espectáculos que tenían lugar en la corte de Nerón. Petronio fue también procónsul de Bitinia, y más tarde cónsul. Su influencia sobre Nerón despertó los celos del prefecto del pretorio Cayo Ofonio Tigelino, otro de los favoritos del emperador, que lanzó contra él falsas acusaciones. Participó en la conjura encabezada por Pisón y Nerón, avisado, le ordenó permanecer en Cumas; el escritor decidió quitarse la vida dejándose desangrar hasta morir. Se dice que antes envió al emperador un escrito en el que enumeraba todos los vicios del tirano”. Wikipedia.

 

 

Por lo demás Trimalción  tiene un gusto corriente por las cosas. Como nuevo rico, y romano advenedizo, quiere hacer ostentación del buen vivir. Pero en este buen vivir hay ausencia de esos valores que hicieron grande a Roma:

 “ A un periodo de relativa prosperidad y orden había seguido la decadencia política  del imperio y el acceso al poder  de los emperadores pretorianos, que realmente se inicia con Nerón, hace que la constitucionalidad se debilite  y toda la dirección de la política imperial esté al arbitrio del ocupante  más reciente del Palatinado”.

Acuden a las cena personajes como Agamenón y Menelao, de los tiempos de  la antigua Grecia, pero la cena prefigura  las costumbres de una Roma ya en decadencia. Ya no hay dictadores que impongan los grandes valores. Tampoco existe ya   la sana democracia de la que en algún tiempo el senado marcó la pauta. Julio Cesar y Bruto ya son historia.

Ahora el poder se gana comprando a los pretorianos. Los nuevos libertos, muy ricos, son los que llevan la voz cantante en las costumbres. Son los tiempos que anuncian  que el imperio va ser barrido hasta los cimientos por fuerzas exteriores:

“una nueva clase de libertos que habían progresado económicamente durante la época posterior  a Augusto y que mostraban la vulgaridad, el mal gusto y la ostentación típica de los nuevos  ricos de cualquier país o época…Petronio satiriza  el mal gusto, los modales vulgares y la falta de elegancia  en un ambiente en el que el dinero fluye con la misma facilidad del Falerno en las copas de los comensales”.

 

Ascilto, uno de los asistentes a la cena, al contemplar tan lujoso pero corriente espectáculo,  comenta escéptico: “ ¿De qué sirven las leyes donde sólo reina el dinero o donde la pobreza no puede superar nada? Aun los Cínicos despreciadores raramente se oponen a vender sus escrúpulos  para llenar el bolsillo. En la ley no hay justicia, lo que cuenta es la mordida”.

 

El relato empieza con el comentario de Encolpio, que parece ser el alter ego de Petronio al llevar él la relación de los hechos en esa cena:

 “Por fin llegó el tercer día y con él la esperanza  de una cena gratis”.  Un esclavo de Agamenón les dice cuando van llegando los invitados que Trimalción tiene un reloj en el comedor  y un trompetero (gallo) uniformado para recordarles cuánto  va perdiendo la vida”. Y, al entrar a la sala, otro esclavo  les grita: “ ¡Con el pie derecho!” Las ánforas de vino tenían marcado con yeso: “¡Cien años de añejo!”.

 

El banquete, sin embargo, parece llevarlos a hacer cierta conciencia de su realidad. En la cena, al calor del vino,  no faltan los escépticos:

 “la olla de los amigos hierve mal, y cuando las cosas se descomponen, estos desaparecen”.

 Otro, todavía menos  optimista, dice: “Sólo somos pellejos hinchados que estamos andando. Somos más insignificantes que las moscas y, sin embargo, las moscas tiene otras cualidades; nosotros somos burbujas vacías”.

 Otro se refiere a la realidad nacional, o imperial, y comenta: “Esto se está derrumbando como el rabo de un ternero”. Y en seguida señala algunos de los síntomas de la corrupción que están destruyendo a la sociedad.

 Se refiera a un comisario de abastos que encarece todo: “Está sentado en su casa riéndose y recibe en un solo día  más dinero que toda la fortuna de cualquier otro. Por casualidad me he enterado de que acaba de ganar mil en oro. Pero si tuviéramos huevos, no debería sentirse tan satisfecho de si mismo; hoy la gente son leones en su casa y zorras en la calle” .Señala las ausencias vitales:

 “ahora nadie cree en el cielo, nadie ayuna  y a nadie le importa Júpiter un carajo”.

Por un momento Trimalción se ausenta de la sala y cuando vuelve a aparecer dice a la elegante concurrencia:

“Amigos, perdonadme, pues hace ya días que no cago. Los doctores están desorientados. Me ha caído bien la corteza de granado  y resina de vinagre. Sin embargo, espero recobrar la regularidad. De todas maneras algo me resuena  en el estómago  como si fuera un toro”.

Más adelante Trimalción comenta a sus comensales que quiere comprar Sicilia  para ampliar un poco más sus propiedades Y cuando alguien le dice que estalló un incendio en su casa de Pompeya, extrañado comenta: “¿Qué?,¿ cuándo he comprado yo  una propiedad en Pompeya?

”Sigue la borrachera y Trimalción dice:

“Bien, puesto que sabemos que tenemos que morir, ¿Por qué no vivimos un poco más?...

 Pero al finalizar la cena, de todos modos Trimalción aporta una idea de calidad al pensar en la eternidad:

“dejaré bien claro en mi testamento que no me voy a acabar una vez muerto. Dejaré encargado a uno de mis libertos  para que cuide mi tumba  y que no permita que la gente camine encima de ella y que se vaya a  cagar allí”.

 

 

KHAYYAM, CON UNA COPA DE VINO EN LA MANO...

   

La filosofía se ocupa de la vida del ser humano y la religión de su alma. Pero tanto aquella como ésta lo presumen enfermo.

Convencido de su antropocentrismo, amo y señor del universo, pero está enfermo. No está enfermo, pero él se siente enfermo. Humanidad urgida del auxilio de las ciencias de psicología y psiquiatría.

 Desde la niñez vive en tensión por la figura de un final del mundo apocalíptico lleno de brujas y demonios que lo precipitan en el abismo ardiente atizado siempre por Dite. Se pregunta ¿Por qué tuvo que nacer y ahora se pregunta por qué tiene que morir?

Ahora casi todos hablan de la virtud. En el Fedón, Sócrates, horas antes de morir, platica en grande con sus amigos filósofos sobre al virtud. Si la virtud se enseña es que   es de este mundo. Si no se enseña habrá que buscar su origen entre las nubes. Si se enseña es una cuestión elitista ya que pocos pueden pagar el maestro. Si viene del cielo es una selección injusta porque no llega a todos.


 En un caso o en otro ¿son culpables, los culpables, de no haber tenido la oportunidad que los otros sí tuvieron? Nick Carraway, el amigo del Gran Gatsby, recuerda  las palabras que su padre le  dijo: Cuando te sientas tentado a criticar a alguien recuerda que no todos tuvieron la oportunidad que tú tuviste en la vida.

 Los que estudian estas cuestiones tienen por cierto que  el infierno es  estar impedido del amor de Dios. ¿Por qué no alcanzó él también ese amor de Dios? ¡Necesita un abogado que hable por él en el cielo!

La intención que antecede a la idea de la salvación es que el hombre está perdido, enfermo del cuerpo y del  alma.

Por la tarde el merolico en la plaza, teléfono portátil a todo volumen, enumera al menos diez enfermedades que padecemos, empezando por el mal sabor de boca al despertarnos por la mañana, el cáncer de colon, callos en los pies… No que están en potencia, sino que ya padecemos.

Felizmente él tiene el remedio con unas píldoras, en combinación con un ungüento que hay que dejar serenar por las noches. Píldoras que tan solo cuestan 15 pesos ( “menos de la mitad de un euro”, dice).

Dueño  de una elocuencia, digna de estar  ocupando un lugar en la Cámara de Legisladores, convence a la mitad de la concurrencia que se apresura a comprar las píldoras salvadoras. 

Aristóteles, a semejanza del merolico de la plaza, desacredita a idealistas y matemáticos para poder vender su sistema que sí salva de una  existencia doliente (Metafísica).

Religiones y filosofías quieren curar al hombre tanto en su cuerpo como en su alma.  Religiones altamente espirituales en el pasado ahora ya casi racionalismo puro y filosofías audazmente espirituales.

Hombres estresados que han dejado de reír porque  creencias angustiosas llenan su pensamiento aun estando dormidos. Se despiertan sudando en el silencio de la noche buscando con desesperación el fármaco relajante.

Con una copa de vino en la mano al amanecer, observando cómo el viento se lleva las arenas del desierto, Khayyam compone una  de sus rubaiyat, en la que considera la incongruencia del llamado pecado  que tanto mueve la conciencia:



Pretender que el humilde devuelva en oro el plomo

que a él le han arrojado, exigirle que pague

Una deuda que nunca con nadie ha contraído

Es comercio de usura al que nadie está obligado

VIRGILIO,UN VIEJO LIBRO QUE YA NADIE LEE

 


Atípico y obsoleto el que en tiempos de los videodeportes, la tele y el teléfono de mano, y las  fake news de letra y pantalla, se pone a leer a Virgilio. La Eneida es un viejo libro que no más de cinco leen en todo el continente.

La Eneida es una de esas obras de la literatura que todos saben de su existencia pero que pocos conocen. Las escuelas les dejan hacer un resumen para mañana, se consulta la cuarta de forros y en el resto de sus vidas la gente no quiere saber nada de estas obras.

 René Acuña, autor de una culta introducción a la edición que hace de esta obra la Universidad Nacional Autónoma de México (1981) anota: “la Eneida ha celado su identidad del ojo de los curiosos”.

La Eneida no es un antiquísimo relato de los orígenes del pueblo romano perdido entre el polvo eterno  de los anaqueles de las bibliotecas publica y particular. 

Es la historia recurrente, al infinito, de los pueblos del mundo, llámense como se llamen, tengan el color que tengan y vivan en el continente que vivan. Es la vieja película de los trasterrados, vagando en busca de asilo y, una vez establecidos, expulsor de pueblos.

 

Por ejemplo, guardan mucha semejanza el pueblo troyano y el pueblo azteca. Un remoto esplendor, la hecatombe, el peregrinar hacia tierras desconocidas (en México se le conoce como “la Tira de la Peregrinación”), el éxodo a través de desiertos,   persiguiendo la utopía a través de llanuras y montañas, comiendo alimañas, haciendo guerreras contra los dueños de esas tierras, sometidos como  esclavos, otra vez el esplendor, otra vez depredadores  y otra vez la caída.

No es otra la historia de la humanidad. Eso es lo que nos dice La Eneida. Troya incendiada, el éxodo, el gran imperio romano y…



Virgilio

Su autor, Publio Virgilio Marón, nació el año 70 a C, no lejos de Mantua, en un lugar llamado Andes. 



Eneas, el héroe de este relato, es hijo del humano Anquises y de la diosa Venus. Virgilio dice que Eneas es hermano de Héctor, el que murió en la defensa de Troya.

Los troyanos luego de la destrucción de su ciudad, según cuenta Homero, emprenden la marcha hacia occidente guiados por Eneas, Anquises y Turno. Por fin un día exclaman: “En la lejanía columbramos la masa oscura de los montes y planicies de Italia”. Hacen la guerra y llegarán a un acuerdo con los etruscos y demás etnias de esas tierras.

 

Junto con los etruscos, asentados desde hace siglos en la península itálica, serán  los fundadores de lo que  conocemos como el imperio romano. Llegan a un lugar donde observan: “ En él figuraba, tendida en la cueva de Marte, llena de verde  sombra, la loba parida, y en derredor de sus tetas, jugando y suspendidos, los mellizos mamando sin temor, y ella, vuelta a ellos la achatada cabeza, lamía ahora al uno, ahora al otro, preformando sus cuerpos con la lengua”.

Algunos reyes romanos fueron de origen etrusco. Y la manera de vivir de los etruscos es semejante a lo que sabemos de los romanos, en la guerra, en la familia, en el arte y en la vida sexual y báquica. A tal punto que los troyanos de Eneas van a absorber a Etruria y a la vez los etruscos marcarán en mucho el estilo de lo que sería el imperio romano.

Pero no es sólo  la fundición de los dos pueblos. Es inmenso el aporte que La Eneida hace a la cultura. San Agustín, casi cuatro siglos más tarde,  considera una fortuna leer a Virgilio.

 Cartago y Roma tienen el poder de inspirar a la Ciudad Terrena y la Ciudad de Dios. Por esto y otros aspectos, Virgilio, “poeta procedente del paganismo”, será respetado y frecuentado durante toda la edad media por la Iglesia. Hasta se le elevó a los altares por la Iglesia y se dice que hacia milagros.

 ¡Un pagano hijo cultural de la Hélade haciendo milagros en el cristianismo!

 

Por otra parte, La Eneida va a impactar de tal manera a Dante, muchos siglos después, debido a que Virgilio prefigura lo que conocemos como La Divina Comedia, en la que, se recordará,  Virgilio es el guía de Dante en su incursión a la gruta por donde ambos se introducen al Infierno…

En el libro VI el poeta relata que,  al llegar a tierras itálicas, en la costa de Cumas, los enéadas exploran el territorio  y Eneas se encamina a la gruta de la Sibila. Ahí empieza toda una fantástica narración que es el encuentro con individuos que ya no están en este planeta…Caronte el barquero, el alma del insepulto Palinuro, los condenados a muerte injusta, etc.

Su asunto y la prosa de Virgilio son de tal calidad literaria, histórica y filosófica, que no leer La Eneida, disfrutando su lectura, es tan grave como desconocer el Popol Vugh, El Tesoro de los Nibelungos, el Nuevo Testamento, el Quijote o Una excursión a los indios ranqueles...

La Eneida   fue escrita por encargo del emperador Augusto, con el fin de glorificar, atribuyendo un origen mítico, al Imperio que con él se iniciaba. Con este fin, Virgilio elabora una reescritura, más que una continuación, de los poemas homéricos, tomando como punto de partida la guerra de Troya y su destrucción, y colocando la fundación de Roma como un acontecimiento ocurrido a la manera de los legendarios mitos griegos. Estamos aquí con un panorama fascinante histórico-mítico-literario.

Eneas escapa de la destrucción de Troya y se dirige hacia la Península italiana con la idea de hacerse fuerte y regresar por la   revancha  contra los griegos. Lo jura ante  sus dioses troyanos. Pero no puede dirigirse a ningún puerto de Sicilia ni de la "bota" debido a que desde tiempo los griegos han establecido colonias en esa parte sur de la Península.

Va a dar a Cartago, enemiga de Roma, por la costa  africana con la idea de lograr alguna alianza con los cartaginenses. Permanece algún tiempo en Cartago. Surge un idilio entre Eneas y la reina de Cartago, Dido. Pero Eneas debe cumplir su promesa  hecha a los dioses troyanos y parte hacia la Península. De decepción la reina Dido se suicida. Hasta aquí el dato histórico. Algo de esto se puede encontrar en la interesante,   obra de R.H. Barrow, Los romanos, Fondo de Cultura Económica, México,2014.

Pero, como decimos, ¿a quién le importa leer a Virgilio? La cultura industrial de nuestros tiempos es de los videodeportes y las chismosas fake news. En México, como ejemplo, pocos leen muchísimo, muchos leen poco y el setenta por ciento abreva su cultura en los fake news de letra y pantalla…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

SÉNECA, EL RESCATE DE LA FILOSOFIA

 


Luego de leer a los filósofos modernos es necesario volver a los clásicos de la antigüedad griega para reencontrar la coherencia.

Un pleito de compadres de alto nivel en la cancha de futbol con la portería del Romanticismo y la otra portería de la Ilustración.

A semejanza del “efecto cucaracha”,  o “chapulines” saltamontes, como decimos en México, en   la política de partidos, los  filósofos de aquí se van con los de allá y los de allá ahora están con los de acá.

Los postulados que  se defendieron con tanto ahínco en un mismo pensador quedaron como “escritos de Juventud”. Los seguidores de sus escuelas, dejados de lado, se erigieron en los “neos” de esa teoría filosófica. Neoplatónicos, neokantianos…

La filosofía pasa a ser como un fondo en  el que se dirimen, en el modo intelectual, lo que en la tribuna hacen los políticos que velan por los intereses de su grupo, pero siempre con la bandera de la  “humanidad”  por delante.

La filosofía es como el arrecife en el mar: todos comen   de ella : psiquiatras, poetas, ensayistas, novelistas…  Aunque bien pocos revelan “sus fuentes”.

Los arquetipos que arrancan de los tiempos prehistóricos que van a dar lo que conocemos como presocráticos y luego la triada Sócrates, Platón y Aristóteles.

No es necesario retroceder hasta los grandes pensadores de la remota Hélade griega. En el camino encontramos a los prácticos pensadores romanos, tan prácticos como escasos.

Uno de ellos es Séneca, con la razón por delante, el ideario de Séneca es que el hombre se forme por sí mismo. No esperar, como en el cristianismo, el auxilio ( en realidad el veredicto) del cielo para ser o no ser.  

No es el materialismo de Demócrito con los átomos de última frontera. Lo inmaterial en Séneca, como la belleza, el amor, no reside en el cerebro según la cantidad de oxígeno, neuronas, aminoácidos esenciales...

Sí en un cielo con deidades antropomorfas que, se reservan la últimas palabra que acá abajo se conoce como destino, azar, hado,  la muerte de todos lo que nace…

Séneca habla al hombre de banqueta de todos los días, Le relata lo que él ha observado de la ira,  de lo superfluo, de la amistad, de la vejez.

No se detiene a elucubrar si la nada es o no es, si el en sí está dentro de la fenomenología o fuera del tiempo, si el anhelo de libertad es motivado por la angustia de un pecado que él no cometió, no niega la tradición al negar la realidad del pretérito.

Hombre de inmensa fortuna material, soldado, parte del círculo íntimo del poder romano, por haber sido instructor del niño Calígula, figura muy conocedora de los pasillos de la corte y de los tribunales, Séneca llegó a penetrar mucho en el modo de pensar y vivir de los hombre de todos los niveles de la sociedad de su tiempo, desde los esclavos hasta el emperador y los miembros del Senado, del que también era parte.

Séneca no hace retratos humanos como Juan de la Bruyere. El esfuerzo intelectual de Séneca va encaminado siempre buscando la senda en el que el humano pueda encontrar la paz en su vida. No habla de superhombre ni de hombres mediocres, como lo hacen Nietzsche y José Ingenieros.

 Busca la famosa ataraxia, tan difícil de encontrar ya en el imperio romano de su tiempo, como en el mundo de mayo del 2025. Veinticinco siglos de gran filosofía y veinte siglos de cristianismo y tan gran sabiduría todo queda a nivel de una   simple narrativa ante las guerras, aranceles, política, balazos, siempre presentes.

Séneca va en sentido contrario del espíritu que llena las calles darwinizadas de la ciudad: “Los hombres han nacido para la sociedad, la cual no subsistiría sin apoyo mutuo y benevolente de que la componen”. Coincide con Chesterton y con  Bergson para quienes la sociedad, no la violencia, propició el avance de la humanidad.

El filósofo Séneca no habla para ser oído y leído sólo por filósofos en conferencias, seminarios y congresos. A modo de monólogo, en epístola a su amigo Lucilio, expone diversos temas de la manera más sencilla.

El olvido de algunas cosas,  situaciones o nombres, tanto la filosofía como la psicología lo dirían  en sendos párrafos.  Séneca sólo dice: “ Me sucede como los libros viejos, que se les pegan las hojas”.

 


“Lucio Anneo Séneca[a]​ (Corduba, 4 a. C.-Roma, 65 d. C.), llamado Séneca el Joven para distinguirlo de su padre, fue un filósofo, político, orador y escritor romano conocido por sus obras de carácter moral. Hijo del orador Marco Anneo Séneca, fue cuestor, pretor, senador y cónsul sufecto durante los gobiernos de Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón, además de tutor y consejero de este último emperador.[2]​[3]​ Su papel de tutor durante la infancia de Nerón es representado en la famosa obra de teatro Britannicus de Racine.”  Wikipedia

 

Francisco Montes de Oca, uno de sus modernos biógrafos, dice en pocas palabras el espíritu que anima la filosofía de Séneca: “ Se puede reducir a lo siguiente: “Amar a Dios, amar a los hombres, conservar la propia libertad y respetar, extender y fortalecer la de los demás”.

Lector frecuente de Epicteto, estoico, Séneca, lo dijimos, pugna porque el hombre se haga a si mismo, a diferencia de lo religioso que espera ver si el cielo, selectivo, lo favoreció dándole fe de creer, o no.

El pensamiento de Séneca es prácticamente el mismo que el del cristianismo. Sólo que Séneca nació 4 años antes de Jesús. Su ideario ya estaba maduro, publicado y ampliamente conocido, en los círculos hasta arriba, al tiempo que los cristianos recién llegados a Roma, aun se escondían en la catacumbas, colonizando la mente de los romanos desde abajo.

En todo caso Séneca es de esos pensadores que, por su modo de pensar y exponer las ideas, tiene la virtud de hacer de la lectura de la filosofía tal vez  la más bella y edificante de las ocupaciones con las que el humano puede acompañar su vida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ORTEGA Y GASSET, RENACIMIENTO Y RETORNO

 


 

 

 

Al bajar al pasado no hacemos sino descender a los sótanos de nuestra propia actualidad. O. y G.

 

Renacimiento y Retorno es el título de un capítulo de  la obra En torno a Galileo.

 

Uno de tantos subtítulos que podría llevar este capítulo (antaño los libros tenían título y subtítulo), se nos ocurre, sería: “Cómo ser católico de a deveras, leyendo a un no católico: Ortega”

 

Ortega y Gasset es irreligioso, no anticlerical (él lo dice) en su obra mencionada. Aporta duros y valiosos señalamientos al cristianismo moderno. Y da la bienvenida a toda crítica   de buen nivel.

En realidad la crítica interna y externa es  una de las maneras en que el cristianismo ha ido enriqueciendo o corrigiendo su diario vivir. Esto es una realidad histórica. San Francisco, por ejemplo. Lutero.

 

Hay diferencia entre el catolicismo de la Edad Media al catolicismo de la actualidad. Aquel llenaba mucho de su día en lo espiritual y religioso. Lo que era demasía para el vivir pragmático. El católico de la actualidad  vive la cultura del bienestar económico, en la economía y la política, lo que tampoco es equilibrio.

 

Menos son los casos de la existencia en la eudemia que es el vivir bien a través de una serie de actos, guiados por la razón, como punto intermedio,aristotélico, entre el exceso y el defecto.

 

La sobre información del mundo moderno apuesta al abstracto especializado, dejando de lado la totalidad. O bien al eclecticismo disolvente  que lleva al nihilismo cultural. En ese sentido, dice Ortega, el mundo medieval fue como las raíces del árbol que impide que la ladera se erosione:

 

“el universo medieval se compone de absolutos. Cada cosa es lo que es y nada más, pero tampoco nada menos, porque es indestructible. Hoy nada es lo que es, sino que está siempre en tránsito a ser de otro modo. Cada cosa puede ser otra cualquiera, todo es un poco todo, estamos en la época de los gatos pardos…todo se ha vuelto tópico inerte y complicadísimo: el derecho, la administración, la ciencia, la teología. En vez de ser un claro y sobrio repertorio de soluciones vitales, la cultura se ha hecho abrumadora, se ha hecho mamotreto.”

 

Ortega

 en su obra se acerca mucho al ateo, es decir, en esa porción de ateo que hasta los creyentes tienen. O los ateos creen. Ateo es una dialéctica interior, sana, en la que predomina la razón. Este dialogo (monólogo interior) se hace preguntas y respuestas, lo mejor informadas posibles, según la información, o cultura, de que se disponga.

 

Es al ateo no creyente al que aquí se refiere, como laico, no al ateo jacobino.

 

 Lo demás es puro ruido. Tópicos y más tópicos.

 

Ateo que no hace caso a los principios racionales, que sostienen todo conocimiento, es igual que uno que sabe de memoria la Biblia sin tampoco hacerle caso.

 Ambos son excelentes líderes asalariados para la “industria cultural”.

 

Ortega no da rodeos con el que se declara, o actúa, anticlerical: le falta información: “Por supuesto, como ustedes saben, yo, que no soy católico, no tengo un solo pelo de anticlerical, y creo que ser anticlerical es una de las mayores pruebas de modestia que hoy un hombre puede dar. Porque hoy anticlerical es sólo el que no puede ser otra cosa, es una manifestación de intima incultura, es decir, de inactualidad como otra cualquiera:”

 

Al “católico de espalda”, como Ortega dice, no le va mejor pues le falta conocer cómo viven su pensamiento los de la banqueta de enfrente. ¿Por qué aquellos no creen?

Para creer en lo que se cree es necesario saber cómo piensan los otros.

“…el catolicismo en nuestro experimento imaginario tendría, por ejemplo, que sostener todas las ciencias actuales, todas y anótese, las ciencias, no los discursos anticlericales, a los cuales es misérrimamente fácil contestar.”

 Así se piensa en Occidente. Donde se piensa. Salvo que sea un “emigrado cultural”, domiciliado en Occidente. Hay apertura de creencias. Pero cantará otra canción, no la de Homero-Séneca-Montaigne-Cervantes-Schopenhauer-William James.

“emigrado cultural” es otra manera de decir “hijo putativo”. Los mexicanos somos “hijos putativos” de una cultura y una religión ( la occidental) que no es la nuestra de origen.

 ORTEGA

 “José Ortega y Gasset (Madrid, 9 de mayo de 1883 – ibídem, 18 de octubre de 1955) fue un filósofo y ensayista español, exponente principal de la teoría del perspectivismo y de la razón vital (raciovitalismo) e histórica, situado en el movimiento del Novecentismo.”WIKIPEDIA

VEINTICINCO SIGLOS DE FILOSOFIA OCCIDENTAL

 


Platón jala a los humanos de los cabellos   hacia las nubes.



“Según Platón, las formas son entidades inmutables y eternas que existen en un plano ontológico aparte del mundo empírico observable. Cada forma representa la esencia o la idea perfecta de un objeto o una cosa, y todas las cosas en el mundo físico son meras imitaciones imperfectas de estas formas perfectas. Wikipedia


La Ilustración los jala hacia la tierra.




François-Marie Arouet, más conocido como Voltaire, fue un escritor, historiador, filósofo y abogado francés, que perteneció a la francmasonería y figura como uno de los principales representantes de la Ilustración, un período que enfatizó el poder de la razón humana y de la ciencia en detrimento de la religión. Wikipedia

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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