EMPÉDOCLES CONTRA ARISTÓTELES


 

“Existen ciertas exigencias…las exigencias del ideal; ciertos principios a los cuales un hombre no puede sustraerse sin que redunde en perjuicio de su alma” Hjalmar-Ibsen

 

Aristóteles gusta decir que el hombre comparte ciertas funciones con el caballo (o el perro o el gato), pero nos gusta creer que el caballo no piensa en Dios.

Este “simple detalle” es el que nos ha ocupado en los siglos pasados en todos los paralelos del planeta, creer en Dios.

Aunque Aristóteles toma distancia de por medio de su maestro Platón, en algunos temas, sigue hablando para los pensadores de su tiempo, no para el común.

No hay que asustarse de palabras que emplea en sus trabajos tales como dynamis, psyche, eidos, ergón, noux. No quedan volando sino que se explican en el contexto.

Todo lo que aquí se diga, siguiendo a Aristóteles,  va en la perspectiva de la educación de la humanidad, porque ese era la intención del filósofo.

La disyuntiva decimonónica de Creación o Evolución es, en realidad, un viejo expediente lleno de polvo que existe desde Empédocles y  Aristóteles, sin olvidar a sus antiquísimos  pioneros intelectuales conocidos como Presocráticos o Preplatónicos.

La transmigración de las almas, un alma habitando sucesivamente, en diferentes cuerpos, y la teoría de la reminiscencia, como vehículo pedagógico, para el hombre, es lo que trata Aristóteles cuando se ocupa de la educación de los hombres.

En esos siglos, y hasta muy recientemente, se hablaba explícitamente de hombres. Las mujeres quedaban incluidas en el relato sólo de manera tácita.

Eso  de la transmigración de las almas no es posible, dice Aristóteles. No lo es porque el alma necesita un cuerpo que la sustente, pero afín a ella.

“En realidad no sólo el alma en sí misma es una unidad, sino que lo es también la criatura viviente en su conjunto, cuerpo y alma unidos. Por lo tanto, las teorías de la trasmigración del alma a diferentes cuerpos es absurda.”

No era una idea loca esto de la trasmigración sino una manera de buscar cómo el conocimiento ya está latente en una nueva criatura que  nace. Le llevó mucho tiempo a los filósofos de la Hélade ocuparse de este tema.

Los cuerpo finitos (fenecen) perecen pero el alma, una misma alma, no, y es así como ésta va transmitiendo el conocimiento a través de las generaciones, en cuerpos distintos.

A Aristóteles esta idea le parece absurda, anotamos nosotros, como el símil de un mismo traje, perenne, que vistiera, a través del tiempo, a  cuerpos de diferentes estaturas, igual a uno alto que a otro  bajito, a un flaco que a otro sobrado de kilos.

¡No!, dice Aristóteles, un alma para un cuerpo: “Así, la psicología debe basarse en la biología…Es como si el cuerpo fuese  el instrumento mediante el cual se expresara una vida o alma particular.”

Bergson anota en su obra La risa: “El cuerpo será entonces para esa alma, lo que el traje para el cuerpo mismo, es decir, una materia inmóvil colocada sobre una energía viviente”

Empédocles tiene una idea evolucionista y según ésta todo mejorará para bien, con el tiempo, en tanto tenga la disposición de adaptarse al medio. Es una evolución de abajo para arriba.

Empédocles
Eso no va con la teoría de Aristóteles del alma, el cual por su inmortalidad y sapiencia, enseña al cuerpo finito. Una pedagogía que llega de arriba.

En otras palabras, el humano no tiene que aprender, todo lo tiene en potencia y sólo queda desarrollarlo. Todo conocimiento ya está dado a los humanos  por el cielo desde antes del comienzo de  los tiempos.

Según su circunstancia, dice Ortega.

Los indios descubrieron (¿recordaron?) el cero y la posición numeral allá en la India y los olmecas cuatro siglo antes en Ulman.

Ver Pensamiento matemático y astronómico en el México precolombino, editado por el Instituto Politécnico Nacional, México, 1982, de Guillermo Garcés Contreras.

Empédocles dice que es el hombre el que se va abriendo camino, en la adquisición del conocimiento, a prueba, de error y experimentación, consignación de resultados y su  difusión.

Nos encontramos así que, desde la antigüedad, no son cuestiones ociosas y aburridas del instituto de investigación filosófica, como suele creerse. Mejor pensar que desde antiguo los pensadores se han abocado al tema de la educación.

En este siglo veintiuno se levantan las olas cuando un nuevo libro gratuito oficial de estudio, para las escuelas públicas, es repartido en los salones.

Tanto laicismo como los requerimientos morales universalmente válidos,  pugnan por tener mayor peso que el otro. No escuchan al otro como modo heurístico de aumentar el conocimiento. A estos púgiles sobre el ring los conocemos como Creación o como Evolución. Les gusta la abstracción, no la integración.

Sucede donde la sociedad no ha madurado lo suficiente como para hacer suyas todas, todas, esas manifestaciones culturales que, ya vimos, son parte de nuestra herencia cultural que viene de muy lejos, con aquellos pensadores de la Hélade que la  sintetizaban con una sola palabra: Paideia, educación.

Empédocles pensaba de una manera y Aristóteles de otra, pero no antagónica. ¡Feliz país de aquellos tiempos! Y el dialogo seguía en el Ágora enriqueciendo la Paideia.

En la actualidad en el mundo es diferente.

 La Paideia acaba perdiéndose en la boruca de los fuegos cruzados de contenidos insubstanciales. Y los filósofos se apresuran a  tomar notas en sus cuadernos de cómo las ciudades se convirtieron en campos de guerra.

George Santayana, ilustre pensador norteamericano, que alzó su voz contra el liberalismo moderno toda su vida de filósofo,  mejor dejó todo por la paz y se fue a vivir sus últimos años en un convento de Italia.

Relata que en su tiempo tuvo lugar el fallecimiento de una artista famoso y los medios se ocuparon de él hasta dos meses día y noche. También murió un distinguido hombre de letras, de toda su vida, y sólo una vez se le mencionó en las noticias de media noche. Fue  cuando Santayana compró su boleto a Roma, sólo de ida, sin retorno.

Aristóteles, es el gran pionero de la ciencia en varios campos (se consideraba  así mismo, antes que nada, como biólogo), ya con sistema,  por su disposición al pensamiento lógico, y su idea de someter todo al experimento.

Aristóteles

Sin embargo, este filósofo dice que primero está lo perfecto, el alma, de la cual puede derivarse el conocimiento. Guthrie lo anota  así: “Los dos (Platón y Aristóteles) insisten igualmente en que lo perfecto precede a lo imperfecto, tanto cronológicamente como en la escala de valores”.

Así, la vida no empezó a partir de la célula primordial. La vida estaba antes que la materia. “La actualidad de la vida es anterior aun en el tiempo a la materia (que es potencialidad) así como le es superior en importancia o valor.”

Aristóteles concluye que el alma y el cuerpo hacen una unidad. Un alma para un cuerpo. De esta manera Aristóteles  encuentra que se ha metido en una situación de complicada solución, si es que la tiene. Y es la siguiente: si el alma y el cuerpo hacen una unidad, ¿qué le sucede al alma cuando el cuerpo muere? ¿Dónde quedó la inmortalidad del alma?

Siglo más tarde el cristianismo creyó encontrar la solución: en el juicio final cuerpo y alma volverán a estar juntos.

No obstante la dimensión enorme del asunto, Aristóteles no espera que la posteridad encuentre la solución, y lanza la hipótesis del noux, un alma de diferente especie, que es imperecedera: es espíritu  e intelecto.

“Dios es el noux”, dice Jaeger (Paideia)

“En la Antigua Grecia, el Nous, intelecto o Noos, correspondía al Espíritu, la parte más elevada y divina del Alma.” Wikipedia

Guthrie, siguiendo a Aristóteles: “el noux, manifestación la más alta de la razonadora, era de un orden diferente a los otros principios vitales, y que realmente podía ser por sí mismo una sustancia independiente.”

El famoso justo medio de Aristóteles es virtud, no la mediocridad que señalan Nietzsche y José Ingenieros. Ese justo medio está lejos de lo perverso, por  ser diabólico, no humano y, lejos también de la santidad, porque tampoco es ya humana.

El justo medio requiere conocimiento de lo material y de lo esencial. Y es en este punto donde conscientemente se hace ecuménico para investigar del tema de la Creación y de la Evolución.

Pero estar en el medio requiere formar costumbre. Es una realidad de todos los días a la que se refiere Aristóteles.

¿Cuestiones académicas y aburridas? Piénsese qué cerca está  de nosotros este tema  del término medio con el siguiente ejemplo: es obvio y sabido que la mayoría de la humanidad sufre enfermedades graves, crónicas, por el sobre peso corporal.

La solución es “sencilla”: mantenerse, en lo particular, en la debida proporción de carbohidratos ingeridos. Ni escasos ni pasados.

Me miro en el espejo, me subo a la báscula.  Y ya de entrada veo que es más fácil ascender al Matterhorn que poder privarme del exceso de las harinas durante las comidas. Las estadísticas de la Secretaria de Salud, del mundo, OMG, así lo dicen.

“La costumbre nos hace perfectos…Somos potencialmente buenos, tenemos en nosotros la dynamis de la virtud y podemos convertirla en eidos adquiriendo hábitos virtuosos.” Eidos o realidades eternas en el mundo de lo inteligible.

Para Aristóteles el humano está en el punto medio entre la bestialidad y la divinidad. Es noux frente a las categorías inferiores. Pero el hombre comparado con categorías superiores resalta sus limitaciones y su apego a las cosas materiales.

Y en esta posición, entre lo divino y lo terreno, el hombre común se encuentra otra vez al parecer, en una aporía,  en un callejón sin salida aparente.

Para Aristóteles el hombre necesita abrirse camino en la vida guiado por la razón. Pero la razón no puede  alcanzar al noúmeno, que es el alma: “Constituía para el alma especie de concepción religiosa, y por lo tanto, difícil de encerrar en los límites de una filosofía  que  aspiraba a ser puramente racional.”

El ergón (trabajo) es, en otras palabras, dar lo mejor de cada uno en lo particular. Esto, que parece misterioso, o léxico chocante de  filósofo, es de una validez insospechada en nuestro siglo.

 Cuando Aristóteles dice que la meta de la mente  es la vida, quiere decir hacer de la meditación  ininterrumpida un  hábito.

   ¿Meditación  ininterrumpida? Imaginemos  lo que eso significa en nuestro siglo veintiuno, de cambalaches, a lo Santos Discépolo, de medios con noticias todas ruidosas, celulares en la mano, y los cien recursos del liberalismo moderno en el laberinto de inanidades.

Guthrie en su obra sobre Aristóteles dice: “El desamparo   del hombre ante poderes  exorbitantes produjo filosofías de tipo diferente. Trajo un individualismo intenso y un concepto  de la  filosofía  no como ideal intelectual sino como refugio contra la impotencia y la desesperanza.”

Por eso insiste que todo conocimiento ya está dado a los humanos  por el cielo desde antes del comienzo de  los tiempos.

Pero no hay que esperar, tirado en la hamaca, que caigan los cocos, es necesario subir por ellos...

William K. Guthrie Los filósofos  griegos. Fondo de Cultura Económica, México, 2014

 

 

 

PLATÓN CONTRA MENÓN


 

Aporía, reminiscencia y virtud, son los tres temas que se ventilan en esta pieza de Platón.

 Sin embargo, será hasta el Fedón, un trabajo posterior al Menón, y en La Republica, donde alcanzarán mayor profundidad.

El Menon es, al estilo de un curso propedéutico, que prepara para un ulterior trabajo. Para cuando Platón haya avanzado más en la esencia de las cosas aquí tratadas.

No hay por qué alarmarse. Esto es propio de los pensadores. Siempre encontramos en ellos la expresión de “mis escritos de juventud”; Kant, Kierkegaard, Spinoza, Schopenhauer, Nietzsche….

 O las subsecuentes ediciones, de un mismo autor, advierten que ya se les hizo una agregado o que el tema tal tiene otra manera de plantearse, etc. El Platón del principio tiene diferencias  sustanciales con el Platón de la última etapa. Lo mismo puede decirse de Kant.

Eurípides escribió una Elena al estilo de Homero, mujer seductora, adultera, irresponsable y culpable de la muerte de tantos Troyanos como de los mismos sitiadores griegos y repudiada por su esposo Menelao. Después escribió otra Elena, de la misma Elena, toda inocencia y dulzura que en tanto Troya es destrozada por la guerra, ella vive feliz en Egipto y que para nada tiene que ver con “aquella”.

Se coincide que el  diálogo con Menón tiene lugar en Atenas en el año 402 antes de Cristo y fue escrito por Platón  16 años más tarde, en el 386.Participaron cuatro personas: Sócrates, Menón, Anito y un esclavo.

La personalidad de Menon es controvertida. Unos lo presentan  casi como  un tenebroso Fouché y Platón, en cambio,  como un hombre sensato capaz de sentarse a sostener diálogos que se salen de lo común.

La aporía es una situación de tocar fondo. Llegar hasta la aparente incapacidad por resolver algo vital.

Ante la autosuficiencia de Menón, que va por las ciudades enseñando lo que es la virtud, Sócrates lo “acorrala” con sus preguntas hasta hacerle ver que en realidad  tiene una idea  insuficiente   de lo que es la virtud.

El aspecto pedagógico de la reminiscencia parece descansar en el Menón en “enseñar a acordarse”, tarea que le corresponde al maestro:

“Por lo tanto si la verdad de las cosas está siempre en nuestra alma, ésta sería acaso inmortal así que es preciso que con valor trates de buscar y de acordarte de lo que ahora no sabes, esto es, de lo que no te acuerdas.”

Equivale a que un instructor de escalada, dejando a un  lado lo empírico, le enseñara al alumno lo esencial.

¿Lo esencial? En lugar de limitarse a decir: sube este brazo, ahora apoya el pie, tres apoyos y el otro en busca del asidero. Le enseñara al alumno acordarse de cuando los antropoides subían a los árboles y terrenos montañosos para ponerse a salvo de las fieras depredadoras: “¡Sólo recuerda cuando subías árboles!”

¿Pero cómo se llegó a este callejón, sin aparente salida, que se llama aporía? Buscando qué es eso de la virtud.

La cuestión que se ve en el Menón es, ¿la virtud se enseña, se aprende? Si se aprende y enseña, es que es una ciencia. Si no, es algo especial, fuera de método, que se da en unos cuantos individuos, al azar, de manera aleatoria o virtuosa.

¿Por qué el 98  por ciento de los políticos del mundo no son grandes y sabios, para su pueblo, como fueron en su tiempo  Cicerón, Pericles, Nezahualcóyotl,  Julio Cesar, Marco Aurelio, Augusto, Constantino, Tiberio Graco?

¿Pero cuál virtud? Hay virtudes particulares y la virtud general.

En el dialogo con Sócrates, Menón aduce una serie de virtudes: “a cada persona le corresponde una virtud particular según lo que haga y según su edad: Justicia, valentía, prudencia, sabiduría, generosidad…”

A Sócrates  le interesa la virtud general, esa por la cual es la misma en todos los humanos. Pone como ejemplo la salud, que debe ser la misma en todos. Y tiene entre otros ingredientes, la justicia y la templanza. ¿Para que  ser virtuosos, buenos?

“Si somos buenos, somos también útiles, porque todas las cosas buenas son útiles.”

 Esto, que parece hasta expresión cándida de Sócrates, consideres lo que vale en tiempos del siglo veintiuno que las ciudades del mundo se han convertido en campos  de guerra y los ciudadanos, pacíficos, muriendo sin saber siquiera de dónde le llegan las balas asesinas.

Quiere decir que todos los humanos son buenos, porque en todos ellos está presente lo mismo.

La manifestación de que hay hombres malos es con relación a que  eran, buenos. Un hombre malo no se puede hacer malo, ¡ya era malo! Sólo de  bueno deriva a malo.

De “entrada “todos los hombres son buenos. Por las circunstancias se hicieron malos. Pero siempre hay una lucecita en el fondo del pozo que nunca se apaga. Algunos le llaman conciencia.

Sócrates dice que no es que haya nacido  malo, sino que ignora lo que es malo creyéndolo bueno:

 “Quienes ignoran  lo malo, no lo desean, sino que desean aquello que toman por bueno, siendo en realidad malo”.
Dibujo tomado del libro
La psiquiatría en la  vida diaria
de Fritz Redlich, 1968

Hay mucha tela de donde cortar en el Menón. Por eso vale leerlo con cuidado y releerlo:

 “Cada dialogo platónico ofrece un entrelazamiento de diversos problemas”, anota Osmanczik en su obra Menón.

Todo va en el terreno de lo lógico. Donde se levantan las olas, ya desde los tiempos de Platón, y más en el siglo veintiuno de fuerte laicado  y abundante banalización, celular y videojuegos ( y partidos de futbol que se parecen mucho a la guerra florida de los aztecas), es en el aspecto ontológico, espiritual, de la palabra virtud.

“En  el Fedón, dialogo un poco posterior al Menón, las Ideas o Formas tiene una existencia ontológica autónoma, independiente del mundo  sensible. Ellas son el verdadero ser, el ser- en –si.”

Menón, Ute Schmidt Osmanczik (editado por la UNAM, 1975)

¿Lógica y ontológica? ¿Cosa y esencia? Los católicos lo entenderán. Una ostia es pura harina. Una ostia consagrada tiene propiedades trascendentales, pertenece al reino de  lo espiritual.

En otras palabras, Menón insiste en la enseñabilidad de la virtud y Sócrates en la esencia de la virtud. Aquel en lo particular y éste en lo general, como  hizo con el ejemplo de la salud.

Parece que desde los tiempos de Platón  hablamos  con frecuencia un poco a bote pronto de cuestiones que muchas veces desconocemos.

Como quien relata los últimos diez minutos de una película de la que no conoce el principio y desarrollo. O de la historia con veinte antecedentes pero del que acaso sólo conozca uno.

Se debate si la virtud es moral, como ahora se ve desde el cristianismo, o es conocimiento y, por lo tanto enseñable.

Sócrates ofrece una Idea para poder salir de  la aporía, y es reconsiderar el asunto desde el principio.

Hasta entonces Menón decía de la virtud esta o de la virtud aquella o la virtud de más allá.

 Sócrates, empieza desde el principio y pregunta: ¿qué es la virtud?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

K. JASPER CONTRA LAS FILOSOFIAS DECADENTES


 

Una buena taza de café,  a la que se le agrega  un litro de agua, ya  no sirve para lo que fue elaborada.

Las filosofías, al igual que  las religiones, son susceptibles de relativizarse y terminan perdiéndose en la boruca que levanta el liberalismo moderno.

Mil programas de televisión en el mundo están diseñados para perderse en la boruca, no para llevar a la reflexión terapéutica.

El párrafo introductorio de su nota,  que conoce todo periodista, es prometedor: ¿cómo, cuándo, dónde,  por qué, quién, para qué? Es un loable esfuerzo para aferrase a la tierra firme y no perderse en la paja. Algunas veces se consigue. La filosofía no está exenta de la paja.

El planeta está lleno de religiones y de filosofías que se hacen sobre las rodillas. Prometiendo, como algunos políticos en campaña, para llegar a la presidencia, lo que jamás podrán cumplir.

“¡Al diablo todas las mentiras inútiles!”, dijo Peer Gynt.


“La vida filosófica  amenaza constantemente con perderse en falseamientos en justificación de los cuales pueden usarse las tesis filosóficas  mismas. Las ambiciones de la voluntad de vivir se disfrazan bajo fórmulas de iluminación de la “existencia”.

Karl Jasper, La filosofía

Tienen  en común la filosofía  y el alpinismo en que en ambos hay claridad de la meta que se sigue. El alpinista quiere llegar a la cumbre de su montaña o de su roca.

El filósofo, mientras vive la vida del día al día, está siempre empujando la última frontera del raciocinio para ver qué hay de aquel lado. De ahí que parezca que la filosofía se ocupe más de Dios que la teología.

En lo que se parecen filosofía y alpinismo es que ambos  buscan con avidez el problema, que tiene enfrente, para estudiar la manera de resolverlo. ¡Y seguir adelante! Los alpinistas buscamos la cumbre, no la posesión de ella.

La filosofía  cree poseer la última palabra, pero a diferencia de otras maneras de pensar, no levanta la espada para imponer su dicho. Al contrario, pide que le objeten, que le ponga en entredicho, como hacen los sinodales en el examen profesional, para buscar la autorizada respuesta. Para desechar hipótesis y ver con más detenimiento las tesis. Tesis que con el tiempo también serán desechadas por otras tesis.

Dibujo tomado de
El País
11 de junio de 2016
 
La filosofía  “anda por lo mismo constantemente buscando con los ojos una crítica, pidiendo el adversario y anhelando que le pongan en cuestión, queriendo oír cómo lo hagan, no para someterse, sino para encontrarse empujada hacia adelante gracias a la propia utoiluminación.”

La religión ya tiene todo dicho, y a eso no se le puede quitar ni agregar una sola letra, sólo falta cumplirlo. Ya puso su campamento en el cielo. Llegó al cielo en helicóptero.

La filosofía anda, por decirlo de alguna manera, buscando cómo llegar al cielo subiendo su propia escalera. Peldaño por peldaño. Sudando la gota gorda para expulsar toxinas subjetivas. Quiere recorre a pie la distancia y llegar a ese campamento.

Sube su propia escalera. Pero es una escalera sin fin. En el movimiento está su realización. Sabe que, agua que no corre, se pudre. Como la religión que no pondera la caridad, hace boruca punitiva y mil rayos salen de sus versículos, pero tampoco sirve para el bien del semejante.

“Nuestra esencia es ir de camino, dice Jasper. Quisiéramos atravesar el tiempo. Sólo existiendo íntegramente en este tiempo de nuestra historicidad tenemos alguna experiencia de un eterno presente “

 

 

 

 

 

 

 

 

 

SÉNECA Y CÓMO ESCRIBIR UN LIBRO


 

Caminar, caminar y caminar, es lo primero, dice Séneca.

 Lleva oxígeno al cerebro y ayuda que el cuerpo no se anquilose.

Necesario deja el celular en casa. El personaje virtual distrae. Con el celular en la mano no se ve pasar al viento entre los árboles. No se oye la voz interior.

Caminar en soledad hace pensar en lo valioso que es la comunidad.

Ir entre el bosque con la esencia de las cosas, no sólo moverse entre las cosas, como una cosa más. El liberalismo moderno nos hace ver en la tecnología no el medio, el  gran recurso para la vida moderna, sino como un fin.

Decir como Huckleberry Finn, como hace la gente que todavía no pierde contacto con la naturaleza: "Es maravilloso vivir en una balsa. Arriba teníamos el cielo, todo manchado de estrellas, y nos echábamos de espaldas, las mirábamos y discutíamos si alguien las había hecho o habían salido por sí". 
Déjese de tonterías, nos dice el liberalismo moderno, piense sólo en bulbos, chips, tuercas, ondas hertzianas, $$$, pitceles.

 Nada de belleza, amor, música, poesía, teatro ni literatura.

“He advertido que mis excursiones, además de quitarme la pereza, conviene a mi salud y favorece a mis estudios. La razón de que  sean favorables a mi salud, la adivinas: como el amor a las letras me ha hecho perezoso y descuidado, tiene mi cuerpo necesidad de ejercicio.”

Séneca, Cartas a Lucilio

 
 
como el amor a las letras me ha hecho perezoso y descuidado, tiene mi cuerpo necesidad de ejercicio
 
Del libro Técnica Alpina de Manuel Sánchez y Armando Altamira.
Editado por la UNAM en 1976
 
Para escribir hay que leer, previene.

 Hay países en Indoamérica, o AmericaLatina, si se prefiere, en los que se lee muy poco de cultura, o nada.

Ahí mismo abundan los escritores. Hay más escritores      que lectores. Es la vieja actitud de la Humanidad, de hablar pero no escuchar. Abundan las opiniones neoliberales y escasean los conceptos.

Séneca: “Ten cuidado en el exceso de lecturas, porque esa multitud de obras y de autores de toda especie pudiera ser ligereza e inconstancia. Hay que dedicarse a unos cuantos autores escogidos, nutrirse de su substancia, para que se te grabe en el alma alguna cosa.”

Es como en el alpinismo, que aprendemos de los otros. En las primeras fases de la practica alpina, en la intermedia y en la madura. Siempre estamos aprendiendo. De lo positivo nos beneficiamos y de los errores de los otros aprendemos todavía más. Creer haber llegado, como escalador, al pluscuanperfecto, es signo de decrepitud. También en el novelista.

 
Esa multitud de obras y de autores de toda especie
 pudiera ser ligereza e inconstancia
 
Dibujo tomado de
El País

Siempre hay que empezar, en cada ascensión, como si fuera la primera vez. Como hace el novelista cuando empieza otra novela, desde  la primera hoja en blanco.

 
En los 4 mil de la ladera norte del monte Chichimeco
 
(En el lado este próximo del Pico de Orizaba)
Foto de Armando Altamira

“Para mí;-dice Séneca-la lectura es la primera de la necesidades; en primer lugar porque me preserva de creerme el único pensador; y luego porque me ponen al corriente de los descubrimientos hechos y de los que faltan.”

Escuchar y hablar en la plática. Leer y escribir en el papel. Wilde ponía mucha atención en lo que decían con los que platicaba, ya fuera el lord, el cantinero o el cargador de bultos. Lo que estaba escuchando era la vida en sus diferentes estratos, experiencias y perspectivas.

Séneca: “No es bueno limitarse a escribir, como no es conveniente contentarse con leer. Es preciso que ambos ejercicios se alternen combinándose, sirviendo de correctivo el uno al otro. Lo que de la  lectura se ha recogido, utiliza en la composición.”

Recomienda utilizar el material de los otros  y seguir así la tradición que la Humanidad vivió, descubrió, sistematizó y guardó. Y, si es posible, innovar a su vez para enriquecer el acervo cultural. Tanto étnico como universal.

Citar entrecomillado y decir lo nuestro porque, al fin y al cabo, en la exposición de un mismo tema, de una misma idea, si fuera el caso, cada quien dirá según su estilo para el que no hay otro igual en la galaxia.

Del Quijote de Cervantes se han hecho mas o menos unas dos mil interpretaciones.

De las Ideas de Platón van como tres millones.
 
En la realidad todos abrevamos del pasado cultural, pero pocos dan el crédito a la tradición.

Los ilustrados que  niegan de la tradición es porque conocen la tradición, sino, ¿qué iban a negar? Los que no conocen la tradición y reniegan de ella simplemente dan palos de ciego.

 
No tengo ilusiones ni desilusiones
 
Dibujo tomado del libro
La psiquiatría en la vida diaria
de Fritz Redlich 1968
 
El liberalismo moderno trabaja con suma eficacia para relativizar todo, por medio de estos creadores fuera de la tradición. Jasper lo advierte de esta manera: “No hay que esperar nada, si sólo lo espero de fuera; hay que esperarlo todo, si me confío al origen de la trascendencia.”

Karl Jasper La filosofía

Séneca es parte de la rica cultura occidental, de ahí que su lectura es ineludible.

Séneca: “Cambiar la naturaleza es bien difícil, hasta imposible, refundir en el hombre la alianza establecida en él desde que nace por los elementos que lo constituyen.”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

FEDON, DE PLATÓN


 

Está prefigurada la cultura occidental, en un noventa por ciento, en esta pieza de Platón.

Lo que aquí se dice  es en el último día que Sócrates permanece en la celda de la prisión de Atenas antes que caiga la noche, hora en que debe tomar el veneno.

Dante se apoyó en el Fedón. Los lugares y sus  nombres de Aqueronte, Laguna Estigia, y Cocito son del Fedón, de Platón. Su guía es Virgilio, personaje de la antigüedad romana 70 años antes de Cristo.

Fedón es el nombre de uno de los once amigos de Sócrates que lo acompañaron los últimos días en la cárcel. El tema central de la pieza es el alma.


Alma
Es la gran trasmisora de conocimientos
 a generación y  generaciones  de humanos de la Hélade.
Pablo de Tarso, poseedor de una buena educación, no sólo judía sino también de la Hélade, ciudadano romano por añadidura, sabía lo que hacía. Se fue a las poblaciones griegas a “hacer llover sobre mojado.” Hablaba desde las sinagogas ya helenizadas. Debió tener presente el Fedón de Platón (427 a C ), escrito cinco siglos antes.

Aun cuatro  siglos es tiempo más que suficiente para que las ideas de calidad, crucen los mares en barcos de vela, y atraviesen desiertos a lomo de camello.

El Fedón contiene temas perfectamente meditados y desglosados por Sócrates. La existencia del alma, sustancias eternas, la equidad, de la belleza, el amor, la amistad, lo material, lo espiritual, la devoción en la divinidad, la decadencia del cuerpo, la inmortalidad del alma, la resurrección del cuerpo con su alma en una instancia metafísica…

En un tiempo,  que se pierde en el pretérito, surgieron estos temas en embrión con los pensadores griegos  conocidos como Presocráticos.

Durante siglos se  consideró y reconsideró estos temas  hasta que llegaron  los tiempos del Sócrates platónico.

Todo un sistema filosófico, vigente a través de los siglos, el de Platón, queda  tanto explícitamente, como tácitamente, expuesto  cuando Sócrates se refiere a las instancias, metafísicas, en las que los humanos, con sus almas,  deben comparecer ante las divinidades para dar cuenta de sus actos en cuantos mortales.

Otros pueblos tienen sus normas  de vida en libros, tablas y códices. La manera son imperativos categóricos. Sócrates prefiere el diálogo mayéutico. No impone un deber. Con los once que lo acompañan en su último día de vida, reunidos en la celda, buscan la causa final de la existencia. Sócrates no es el legislador punitivo, es un paradigma.

Eran doce filosofos que acompañaban a Sócrates pero al parecer Platón estaba enfermo y no asistió. O no pudo resistir ver morir a su maestro.

Entre otros temas les dice que,  por la sanción suprema de la ley moral, el filósofo y el justo serán admitidos de  participar en la naturaleza de los dioses.

En cambio los malvados estarán privados de la vida bienaventurada en el Hades. Sócrates les dice a los once:

Purgatorio...

“Dispuestas así las cosas por la naturaleza, cuando los muertos llegan al lugar al que los ha conducido su guía, se les somete a un juicio para saber si su vida en este mundo ha sido santa y justa o no.

“Los que no han sido ni enteramente criminales ni absolutamente  inocentes son enviados al Aqueronte, y desde ahí son conducidos en barcas a la laguna Aquerusia, donde habitan sufriendo castigos proporcionados a sus faltas, hasta que, libres de ellos, reciben la recompensa debida sus buenas acciones”

 

Paraíso…

“Pero los que sólo han cometidos faltas que pueden expiarse, aunque sean muy grandes, como haber cometido violencia contra su padre o su madre o haber quitado la vida a alguno en el furor de la cólera, su vida, son sin remedio precipitados también al Tártaro; pero trascurrido un año, las olas los arrojan y echan a los homicidas al Cocito, y a los parricidas al Piriflegetón, que los arrastra hasta la laguna Aquerusia. Allí dan grandes gritos, y llaman a los que fueron asesinados y a todos aquellos contra quienes cometieron violencias, y los conjuran para que les dejen pasar la laguna, y ruegan se los reciba allí. Si los ofendidos ceden y se compadecen, aquellos pasan y se ven libres de todos los males; y si no ceden son de nuevo precipitados en el Tártaro, que los vuelve a arrojar a los otros ríos…”

 
Walpurguis, de Fausto

Infierno

“Los que se consideran incurables a causa de lo grande de sus faltas y que han cometido muchos y numerosos sacrilegios, asesinatos inicuos y contra la ley y otros crímenes semejantes, el fatal destino, haciendo justicia, los precipita al Tártaro de donde no saldrán jamás”
 

Hasta  sus últimas palabras, Sócrates declara que va al Hades, donde ya no hay que preocuparse por los requerimientos sensatos e insensatos del cuerpo, mediante el enigmático recordatorio que le hace a Critón: “Debemos un gallo a Asclepio”.

Se trata de un  sacrificio, en acción de gracias, al dios de la medicina que libra de todos los males de la vida mediante la muerte.


PLATÓN Y EL ESPECTRO SIN DOMICILIO


 

En el centro del Desierto de Altar hay una base de platillos voladores, nos aseguraban con la mano sobre la Biblia, los pobladores de la estación ferroviaria de servicio López Collada, cuando llegamos a ese lugar después de haber cruzado el desierto en el meridiano 114´10. De la carretera a San Luis Colorado hasta las aguas del Golfo de México. No vimos nada, les asegurábamos. Tampoco nosotros hemos visto nada pero sí existe.


No vimos base alguna de platillos voladores

José Flores en el centro de Altar
Foto de Armando Altamira
 
Cuando preguntamos a alguien si cree en la existencia de las almas aseguran que no existen. Nunca hemos visto una, de manera que no existen.

¿Crees en Superman?, le preguntamos a un niño del lugar. ¡Si, lo he visto en la televisión!

Así están las cosas, dijo Huck Finn a su amigo Tom.

Tampoco Simmias le creía a Sócrates cuando éste le decía que las almas existen. ¿Cómo son? Son algo imperecedero por toda la eternidad que ocupan, para animarlos,  cuerpos de duración temporal.

Vemos desde el puente, de Agua de Leones, en el Desierto de los Leones, montañas altas y frondosas que se elevan más de los tres mil, el agua que pasa sin cesar. Vemos que pasa porque estamos en un lugar que no se mueve.

Son las tesis de Heráclito y de Parménides, dos filósofos griegos de varios siglos antes de Cristo. La ciencia con sus verdades cambiantes sin cesar y las ideas morales permanentes.

Guthrie (Los filósofos griegos) habla de Platón que tenía “fe en las posibilidades del conocimiento y la convicción de que son necesarios principios morales absolutos.”

¿Pero una cosa material cómo puede tener relación con algo sin átomos que ocupan tiempo y espacio?

Lo hace por medio de la psyche. Fuerza vital de un individuo que se desliga del cuerpo cuando éste muere, sin perder su valor metafísico, como dirán las escuelas de psicología en los siglos ulteriores.

¿Qué es eso de psyche? “Un mero espectro sin domicilio”, responde Guthrie. No entiendo. Yo tampoco pero Sócrates dice que “La psyche era mucho más importante que el cuerpo, y que había que cuidarla aun a expensas de éste.”

Parece que hay que profundizar algo más. ¿Podemos demostrar que las cosas existen en el tiempo pero, lo otro? Lo “otro” lo tenemos a la vista tan real como un balón de futbol y son lo bello,  el amor…

¿Quieres hacer la prueba de su realidad? Transgrede cualquiera de estas esencias y después no preguntes por qué padeces de insomnio o por que subió el estrés.

Si Jesús no hubiera resucitado, dice Pablo, todo lo que enseñamos no serviría de nada.

Cinco siglos atrás Sócrates lo dijo a Simmias, con el que  dialogaba en ese momento, en la  pieza conocida como el Fedón: “Si estas nociones (eternas de lo bello, lo justo) no existieran, todos nuestros discursos son inútiles.”

Guthrie: “El alma pertenece en esencia al mundo eterno y no al transitorio…La doctrina de las Ideas va pareja con la creencia en la inmortalidad.”

Se coincide que la filosofía es el conocimiento de la vida, que prepara para la vida, que es la vida misma vivida día tras día.

Sócrates, al igual que Nezahualcóyotl, dice que la filosofía es una preparación para la muerte. Pero la muerte no como un fin, sino una especie de curso propedéutico que prepara para, por fin, alcanzar el mundo de las ideas eternas.
Heráclito
Heráclito: todo pasa.
Parménides: pasa porque lo vemos
desde la permanencia
 

Guthrie: “Según la expresión del Sócrates platónico la filosofía es una preparación para la muerte en cuanto que su objeto  es preparar el alma para quedarse permanentemente en el mundo de las ideas, en lugar de verse condenada a volver, una vez más a las limitaciones de una fábrica mortal”.

Y Sócrates en el Fedón de Platón dice. “Un hombre que ha consagrado toda su vida a la filosofía debe morir con mucho valor, y con la firme esperanza de que gozará después de la muerte bienes infinitos…Los verdaderos filósofos  no trabajan durante su vida sino para preparase a la muerte.”

Caso contrario haremos como  Trimalción (El Satiricón de Petronio) Qué se dedicó toda su vida a acumular riquezas y paralelo a eso cultivar su solipsismo. Escribió una importantísima  clausula en su testamento: “Dejaré encargado a uno de mis libertos  para que cuide mi tumba  y que no permita que la gente camine encima de ella y que se vaya a  cagar allí”.

 

 

 

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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