NUESTRA TRAVESIA EN EL DESIERTO DE ALTAR,MÉXICO

 

Presentación                                               

Titulo: El Rumor del Desierto

Autor: Armando Altamira Gallardo

Viñetas: Manuel Sánchez

Portada: Javier Osorio

Publicado por: Editorial del Magisterio “Benito Juárez”, (Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación)

2000 ejemplares

13 de diciembre de 1985

110 páginas

 





dibujo de la portada por  Javier Osorio Betancourt


Una  travesía de cinco días, del 20 de diciembre al 24, de 1979.





Ofrecemos una síntesis del mencionado libro.

Las anotaciones que siguen  pueden servir a los que deseen intentar la fantástica aventura de cruzar Altar, en plan deportivo ortodoxo alpino, es decir, caminando.

 

El desierto, como la alta montaña, requiere de un proceso de adaptación para acercarse a él.

 

Temperaturas

En la montaña los habitantes de cotas bajas necesitan subir gradualmente (cosa que nadie hace) para propiciar positivamente la nivelación de glóbulos rojos y blancos requeridos en esas altura. Se  previene así lo que se tiene como “mal de montaña” que puede ir, en cosa de pocas horas, desde un ligero malestar hasta la muerte del alpinista. ¡Y no es ninguna fabula!

Para meterse al desierto, los que vivimos en lugares de temperaturas que oscilan entre los 20 y 10 grados C., necesitamos un acercamiento gradual (que tampoco nadie hace).

Permanecer al menos un día en cada ciudad o población en tanto marchamos  en dirección al desierto. De esa manera nuestros sistemas de adaptación tendrán el tiempo suficiente para no resentir los efectos adversos de los 45 -55 grados que encontraremos en el desierto.

 

Como anécdota recordamos la vez que fuimos, por primera vez al desierto de Samalayuca, en nuestra travesía Samalayuca- partiendo de la Ciudad de México,(20-10 grados)donde vivimos, llegamos al lugar de descenso en la calefacción artificial del autobús (20 grados).Al abrirse la puerta del trasporte recibimos un golpe (literalmente) de 30 grados más de lo que teníamos en el vehiculo. Ignoramos cómo funcionaros nuestros sistemas de adaptación de manera tan brutalmente  violenta, para  salir bien del paso, pero desde luego no aconsejamos que alguien se exponga de esa manera.

Para los habitantes de esas latitudes, aunque la sufren cotidianamente, no es nada excepcional para ellos. Para nosotros es algo no solo de tomar precauciones empíricas, sino de estudiar tales procesos, y trasmitirlos a los que después tendrán que ir a los desiertos bajo la concepción de deportiva.

En el desierto lo que vemos es mensurable y, por lo tanto, nuestro ánimo puede calcular...Lo que vemos no es lo que nos preocupa.

El horizonte latente, ese que no vemos, pero sabemos que está ahí, rodeándonos por todos lados, es lo que golpea nuestro espíritu y lo achica, por los once peligros reales que sabemos encierra.

Y, a la vez, también lo subleva, por el reto que promete tanta belleza.

Si eres hombre razonable conténtate con mirar el desierto desde su orilla.

Si piensas adentrarte en  él, caminando, cargando tu mochila y tu galón de agua, puede ser que hayas perdido el sano juicio.

 Lo cual también puede ayudarte a ganar la otra orilla de las arenas....

 El que no conoce del paralelo de la ciudad de Zacatecas, México, hacia “arriba” (así se leen los planos cartográficos: el norte está siempre hacia arriba de la hoja del dibujo), no sabe lo que es el espacio. Una que otra ciudad y, después, un salto hacia la nada de la inmensa llanura, hacia la libertad geográfica. Hacia la luz enceguecedora. El cielo sin nubes que hace del día  algo terriblemente caluroso y la noche helada.

 Regresamos al Desierto de Altar en 1979. Hicimos esta vez  el recorrido más grande, en sentido perpendicular a la trayectoria solar, que es el meridiano 114° 10’. En el norte  el  paralelo  que más se pega a la frontera con Estados Unidos y en el sur el que mayormente se adentra en las aguas del Golfo de California.

 


La llevé a cabo con Manuel Sánchez (foto derecha) y Mario Ramírez(foto izquierda).






Una idea adyacente de esta empresa es ampliar los límites de ese deporte que conocemos como “alpinismo”. En las montañas se puede hablar de rutas y sus características puntuales. Tan puntuales que con toda confianza escribimos que  un metro más allá está una clavija, tres metros a la derecha  se encuentra el diedro, etc.

No es raro encontrar las huellas de nuestras botas en la arena congelada que dejamos el año pasado. Son rutas milimétricamente trazada y seguidas. De la misma manera nos  topamos con la basura que patológicamente dejamos hace diez años en el glaciar o cosas así nada románticas.

Eso no existe en el desierto. Aquí  la huella de nuestro paso sobre la arena  puede que no exista apenas una hora después de haber pasado pues el viento la habrá borrado para siempre.

Si algo queda,   incluido el alpinista herido, las faunas de tierra y aire lo devorarán totalmente antes que se ponga el sol de ese día. Así es como el desierto se borra él mismo de toda huella humana.

Y esto quiere decir que aquí el alpinista siempre estará “abriendo” rutas. Es un horizonte infinito para ejercitar la voluntad y la destreza del individuo. Su pensamiento lógico y su capacidad para la ensoñación.

 

Una advertencia: en el desierto no hay reflectores. La hazaña más espectacular puede llevársela el viento apenas media hora de haber terminado. Algunos han tenido que comprobar que aquí los egos humanos valen lo mismo que una águila o una lagartija, literalmente, no metafóricamente. Es decir, nada. Aun el águila, señora de los aires. por enfermedad o por vejez, un día tendrá que morder el polvo y quedar a merced de la fauna de tierra.

Y en la quietud  del desierto todo pasa  a una velocidad sorprendente. En las montañas, como anotamos, las rutas se miden por metros o hasta por centímetros. En el desierto los itinerarios se pueden mencionar sólo por minutos y segundos geográficos.

Aun tratándose de un mismo meridiano, en el desierto nadie puede decir que siguió las huellas de otro. El desierto es una eterna hoja blanca donde todos podemos escribir sin dejar de ser pioneros. Después de todo, la categorías de “primero”,”segundo”, tercero”, etc., tan usadas en el alpinismo mundial, no son más que subjetivismos que nosotros mismos hemos inventado.


El desierto está esperando a todos aquellos que gustan de ir, a pie,  a las regiones donde todo está por comenzar.

El cine ha satanizado al desierto como  cosa  horrible. La realidad es que resulta difícil describir su belleza. Algún día llegarán al desierto nuestros poetas, filósofos y novelistas. Ellos lo harán.

 También llegarán  todos aquellos que estén a punto de enloquecer bajo presión de la cultura  industrial y que la ciencia medica llama como psiconeurosis. Cárceles y hospitales están llenos de eso.  Ya en 1901 Alexis Carrel dijo, en su libro famoso, que hay millones, nada más en Estados Unidos, afectados por este mal. Otros países, en los que ni siquiera se lleva ese tipo de seguimiento o registro hospitalario, no están exentos del mal.

 El desierto es, en muchos sentidos, el viaje  lejos de la sociedad de consumo y el desperdicio. Del celular y los medios de comunicación masiva, periódicos, televisión y cine, con sus productos  de magra calidad. En eso hemos convertido nuestra civilización.

Una estancia en el desierto, aunque sea de unos días, nos regresará a los límites reales de nuestra cálida y maravillosa civilización. “Hay que volver atrás”, escribió ya hace mucho tiempo Norman Mailer.

 La desbordante luz del desierto, su impresionante silencio, sus horizontes sin fin y su soledad…La biología descubrió, para curar, inyectando el agente maligno en forma de vacuna. Así el psiquiatra encontrará, algún día,   el remedio para la soledad patológica de sus pacientes en la terapéutica soledad del desierto.

 

Para cuando se dio nuestra segunda travesía a Altar ya habíamos efectuado varias primeras travesías deportivas en el desierto de Samalayuca, sector norte  del estado de Chihuahua. En su sección de lado este de la carretera, por Medanos Blancos. En el oeste, hasta la estación de servicio de ferrocarril Sapelló, que va de Casas Grandes a  Ciudad Juárez.

 Manuel Sánchez, uno de los componentes de esta travesía a Altar, de 1979, había sido líder en otra travesía, nueva, en Samalayuca, con un grupo independiente que él formó, preparó y guió.

 Las hermosas viñetas que forman parte de este  libro fueron creadas por Manuel Sánchez.


 



Hemos de confesar que las fotografías que aparecen en este trabajo sobre Altar en realidad corresponden al desierto de Samalayuca. En el momento de la impresión de este trabajo no teníamos a la mano las fotos de Altar y echamos mano de este recurso. En ellas aparecen Luis Burgos Peraita y Armando Altamira Areyán (consultando la brújula), entonces de once años  de edad, cruzando las dunas. Al fondo la sierra de Samalayuca.

En el desierto las sombras nos hablan. Foto de arriba tomada en la mañana. Ellos se dirigen hacia el norte. 

En la ciudad hemos perdido nuestra sombra, el GPS en tanto manejamos y  los  semáforos cuando peatones, nos guían.




El desierto, para las travesías deportivas,  a pie, presenta  varios peligros que en cualquier momento pueden ser de graves consecuencias.

Agua 

La primera cuestión es el agua. Si vamos a creerle a A. Starker Leopold (El Desierto, Pág 85, Time-Life Internacional, Nederland NV., 1967), el individuo pierde un litro de agua, en temperaturas elevadas del desierto, en una hora. ¡Y, decimos nosotros, cada individuo no puede cargar más allá de quince litros, aparte de su bagaje! Nosotros pasamos extremos apuros por falta de agua.

Esto se puede solucionar de varias maneras. Una, para no apartarse de la ortodoxia alpina de ir a pie,  es instalar campamentos con el sistema de “lanzadera” tal como se hace para subir una montaña.

 



Ocho de la mañana. Los dos caminan hacia el fotógrafo, en dirección norte... Fuera del GPS, y la brújula, los que no descifran en el desierto, de manera empírica la orientación... 



La otra manera sería arrojar desde helicóptero  depósitos de agua en una ruta trazada de antemano o en vehículos un tanto especiales, como el jeep, surtir una ruta, etc. Tal vez parezca poco ortodoxa esta solución pero la realidad del desierto nos impone condiciones.

Animales

Otro peligro potencial es la fauna. En los desiertos secos de arena hay más víboras, escorpiones y arañas, mortalmente venenosas, que alguien puede  imaginar.




Fauna del desierto de Altar. Abajo el monstruo de gila

Fotos tomadas de Internet.

Todas esas criaturas están dedicadas, las veinticuatro horas del día,  a matar para poder comer. En Altar, además, está el Monstruo de Gila. Pequeño lagarto (medio metro) un tanto escaso en población y lento, pero que también es de cuidado.

Caminando durante el día y acampando no se crea que se nos van a aparecer por todos lados. Pero de todos modos no es ocioso tener noticias  al respecto.

Por idea, o por necesidad, de caminar en la noche, es donde más riesgo se corre porque es una fauna especializada para mover en la oscuridad y ahí el humano está en desventaja. Nosotros lo hemos hecho por necesidad de escasez de agua. Si se puede evitar mejor.


No pudimos resolver el recurso de llevar sueros anticrotálicos. No eran fácil de conseguir entonces y debían mantenerse a cierta baja temperatura.

Entonces no era tan familiar el uso del teléfono de mano por lo que de haber sufrido alguno de estos percances no lo estaríamos contando… Uno del grupo lo perdimos de vista y sólo hasta haber llegado a Puerto Peñasco pudimos dar la noticia y emprender en ese momento su búsqueda por avionetas.

El recurso del que creemos se puede echar mano, en caso de peligro, es comunicarse con los grupos de salvación de Puerto Peñasco o de Caborca. Para eso tener a la mano números telefónicos.

En esta travesía se perdió uno del grupo y al final fue localizado. Los detalles se relatan en la publicación presente. La búsqueda se realizó desde el aire en dos avionetas coordinadas por Marcos Arocha, piloto del Club Aéreo de Auxilio y Salvamento de Caborca, Sonora, el 25 de diciembre de 1979.Participaron volando en la otra avioneta sus dos hijos Marco e Ignacio. 

Yo fui en la  del señor Marcos señalando nuestra ruta de recorrido. En  varias ocasiones recorrimos desde casi la frontera hasta las orillas del Golfo. Nada. Por eso tuve la oportunidad de tomar fotos aéreas de la estación López Collada que aparecen en la publicación.

Hubo escepticismo en algunos sectores del alpinismo de la capital de la república. Aseguraban que las fotos, donde aparecen las avionetas, las conseguimos en el Aeropuerto Internacional Benito Juárez.

 Aprovecho este espacio para dar las gracias a la familia Arocha y a la vez exhibir dos de las fotos que entonces tomamos.

 


Los dos de la izquierda son los hermanos Arocha, el de la derecha es Mario Ramírez, de nuestro grupo.

 







López Collada y carros tanque del ferrocarril.        Lo que se ve en la foto son las casas de la estación. Son estaciones de servicio y vigilancia. Es decir su misión es revisar cada día  tantos kilómetros, o verificar, que las vías esté en buenas condiciones. Sus habitantes son trabajadores del riel que viven allí con sus familias. Se ofrece esta explicación porque puede considerarse extraño que haya estaciones en pleno desierto(de hecho enmendó del desierto y la costa).

 Algunos kilómetros hacia la izquierda, de esta estación, es decir al oeste, se encuentra, próximo a la vía,  el obelisco que fue erigido en memoria de los que murieron cuando tiraban la vía del ferrocarril, según se relata en la película mexicana Viento Negro.


Inseguridad

Estos meridianos de Altar no están lejos de las rutas de los que subrepticiamente buscan entrar a Estados Unidos. Si bien ellos su dirección es hacia el norte y nuestro recorrido iba al sur. De todas maneras, no pudimos escapar de la sospecha que también buscábamos entrar de esa manera al país del norte.



Portada de la publicación de la primera travesía al desierto, meridiano 113°50

Editada por La Universidad Nacional Autónoma de México, en 1978


Asimismo, las dos ocasiones que fuimos a este desierto no escapamos  de sospechosos de narcotraficantes. Al abordar el ferrocarril que nos llevaría de regreso a Puerto Peñasco, luego de haber cruzado el desierto, fuimos ya a bordo del tren, revisados minuciosamente, mochilas y ropa,  por el inspector del ferrocarril, en tanto un militar nos encañonaba con su metralleta. 

Advertencia: Con la desaparición del ferrocarril, que tuvo lugar en el país, es probable que este servicio, que mencionamos en estos relatos, tanto para el Desierto de Altar, como para el Desierto de Samalayuca, a la fecha ya no existan.

 

Temperaturas

Mexicali, de Baja California Norte,es una ciudad fronteriza con Estados Unidos al noroeste del desierto de Altar, pero pertenece a la misma región geográfica. En Mexicali hubo 12 muertos por "golpe de calor", según se diría  en el canal televisivo 113 de las noticias del 15 de octubre de 2015.





Recorrido solar.

En el Trópico de Cáncer las temperaturas son las más altas en los desiertos mexicanos.

 Van a requerir más agua los caminantes. En diciembre menos agua.





Considérese estas mismas condiciones de temperatura pero en la ciudad donde hay sombras, agua y recursos varios cómo protegerse de las altas temperaturas. En el desierto de Altar no hay nada de eso.

La vegetación, con su flora y plantas de la llanura, que la gente llama de "chaparral", es muy baja y rala. Y llegados a la zona del erg, es decir, de las dunas, ya no hay sombras ni siquiera de 5 centímetros. Al menos en el meridiano que nosotros seguimos.

La segunda ocasión que cruzamos el desierto de Samalayuca, de Médanos Blancos a la estación ferroviaria de servicio de Sapelló, encontramos 51 grados centígrados en la zona de las dunas. En estas condiciones aun la ropa ligera es demasiado.

 Pero no hay que confiarse, sobre todo tratándose de la época fría.  Los desiertos mexicanos también puede cubrirse de nieve en el invierno.Es cuando llegan cíclicamente los "frentes fríos".Esto quiere decir que si bien hay que ir con ropa ligera y blanca también hay que ir preparado para la eventualidad de una nevada.

 

Tornados.

En el año se producen muchos tornados en el sur de los Estados Unidos que afectan de alguna manera también el norte de México. Aquí es menos su impacto pero de todas maneras habría que familiarizarse con la mecánica del tornado.

La tercera vez que recorrimos el desierto de Samalayuca (en esta ocasión fui con Luis Burgos Peraita y Armando Altamira Areyán) tuvimos nuestra experiencia con los tornados.

 Cruzábamos la parte alta del erg (dunas), del sector oeste, cuando divisamos a lo lejos, hacia la Sierra del Presidio,  un tornado más allá de Medanos Blancos, en el sector este de la carretera y la vía del ferrocarril  que van hacia Ciudad Juárez. No hicimos caso pues la distancia de donde nos encontrábamos  serían unos veinticinco kilómetros. Hasta nos pareció divertido. En ese momento el tornado se desplazaba hacia el sur y nosotros íbamos en dirección contraria. Y en la inmensidad del desierto un tornado se puede dirigir hacia cualquier lugar para donde se encuentren las condiciones de temperatura en sus componentes de aire caliente-frío.

Seguimos en dirección a la estación de servicio de ferrocarril Sapelló, en el noroeste. Cruzamos la pequeña sierra de Samalayuca, a través de un puerto que hay  en su extremo norte y llegamos a un pequeño oasis. Un espejo de agua somero redondo y en su orilla grandes árboles y un piso de pasto verde y fresco. Después el desierto infinito y ardiente  sigue en todas direcciones. Le pusimos por nombre “el oasis de las ranas y las hormigas” por la abundancia que hay de estos pequeños animales.

Esa era nuestra meta para acampar. Serían las dos de la tarde. Dejamos las mochilas recargadas en unas rocas de las que brotaba agua y nos disponíamos inspeccionar el oasis. Nos habíamos retirado veinte metros de las mochilas  cuando un golpe de aire frío que descendió, seguramente cuarenta grados en un segundo (media hora antes habíamos registrado cincuenta y un grado centígrados), nos golpeó.

Ni siquiera volteamos a indagar las causas del asunto. Corrimos hacia las mochilas. Ya un chubasco de agua violentísimos nos caía de todas partes. Sacamos como pudimos la tienda con la intención de armarla y protegernos en su interior. Solamente pudimos fijar un poste y el otro la sostuve en el fondo con las manos.

Escala Fujita

En ese momento recordé lo que sabía acerca de los tornados pero tenía como mera curiosidad hemerográfica y bibliografica. Que en norteamérica la primavera representa algo más que temperaturas cálidas.

 Los tornados más veloces se forman en esta época principalmente los meses entre abril y julio. Tan pronto empieza a subir el aire caliente por el Golfo de México, y se mezcla con el aire frío que baja de Canadá, los remolinos son casi inevitables. Sobre todo en la parte norte de México que abarca del otro lado los estados de Texas, Oklahoma y Kansas. Es un corredor vertical.

Lo tornados se puede formar en cualquier  parte del mundo pero cerca de un 75 por ciento se originan en Estados Unidos. La mayoría  en el centro de este país en un área conocida como el Corredor de los Tornados. Los tornados se consideran en tres diferentes tamaños, cada uno con diversas características y son “débil”, “fuerte” y “violento”.Su tamaño depende no sólo en su ancho físico sino también en altura y otras cuestiones que considera la Escala Fujita.

Se sabe que los   “fuertes” representan un 29 por ciento de los tornados.  Su velocidad media   es de 110- 205 mph. Estos tornados pueden durar unos 20 minutos. Son los que derriban casas rodantes y voltean trenes de ferrocarril. Esto, más que la Escala Fujita, nos puede dar idea  de su fuerza.

Los tornados “violentos” son los menos comunes pero son los más fatales. Son los responsables de un 70 por ciento de las muertes por tornado. Sus vientos por lo general pueden alcanzar hasta 205 mph y más. Son los que pueden arrojar automóviles por los aires, levantar viviendas, lanzarlas a kilómetros de distancia o elevan casas aun de fuertes marcos ( Al finalizar el mes de abril del 2011murieron 310 personas en Alabama, sur de Estados Unidos,por causa de los tornados).

 

 

 


Barack Obama, presidente de Estados Unidos, visita uno de los escenarios del desatre por la serie de tornados en Alabama en abril de 2011(foto Ultimas Noticias)




Fue un tornando de los llamados “débiles “el que nos alcanzó el Samalayuca. De todas maneras la sierra nos había atenuado el impacto. Si este tornado nos agarra en lo alto del  erg  probablemente habíamos volado los tres con todo y tienda.

En la región centro de México no estamos familiarizados con el fenómeno de los tornados. De alguna manera nos parecen acontecimientos  esporádicos. Pero no habría que perderlos de vista y familiarizarnos con su mecánica, para pensar en prevenir de alguna manera. Recuérdese el tornado que azotó Ciudad Acuña, Coahuila, México, en la última semana de mayo de 2015. Se dice que en tan solo 6 segundos(seis) destruyó 750 viviendas, dejó 13 muertos y muchos heridos.


 En el centro de Altar. Primera travesía mayo de 1977,Meridiano 113° 50´

Bernardo González y José Flores

Trabajadores, en ese tiempo, de la Facultad de Ciencias Químicas, Ciudad Universitaria, de la Universidad Nacional Autónoma de México.

La foto fue tomada en la tarde, lo que se traduce que ellos van hacia el sur.

Foto de Armando Altamira (puede ser utilizada libremente en otras publicaciones)


El plano  marca las dos rutas que hemos abierto. 

Km. 100, en 1977,km 130 en 1979

 

Sí, el desierto está plagado de animales potencialmente mortales para el humano pero, como exclamó Zaratustra al llegar a la plaza, después de dejar su cueva en la montaña : " Más peligro he encontrado entre los hombres que entre los animales".

 

LA CONQUISTA DEL PICO DE ORIZABA

 

 

Hay dos historias en el alpinismo, la personal y la del alpinismo, propiamente.

La primera es seguir la senda que otros abrieron.

La segunda es trazar en la montaña una vía nueva.

Ejemplo: nuestras ascensiones al Pico de Orizaba, por el norte y el sur, son méritos personales, pero no marcan ningún hito en la historia general. No mueven las manecillas del reloj alpino.

La circunvalación a esta misma montaña, en la cota 4,200, en cambio, hasta entonces no realizada, pertenece a la historia del deporte. Aporta algo nuevo.

 

La primera escalada a la pared norte del Ogro, en Suiza, llevó algunos años y costó varias vidas. Figura en la historia alpina.

Tiempo después alguien la escaló en sólo 14 horas. Historia personal de mucho mérito, pero nada aporta al alpinismo, sólo al álbum familiar.

 

La muy conocida conquista del monte Cervino en Italia- Suiza, en 1865, igualmente llevó algunos años y varios murieron en esa ocasión. Fue un aporte a la historia general.

Posteriormente esa ascensión se hizo tan familiar que, se dice, alguien empezó su ascensión por la mañana, llega a su cumbre al mediodía y baja al hotel a comer por la tarde y  luego fue al cinematógrafo por la noche. Mucho mérito personal pero que nada dice para la historia general.

 

Mediados del siglo veinte en México era común llevar a cabo, en temporada de invierno, lo que se llamaba “la trilogía”. En una misma salida, a lo largo de varios días, subir las tres montañas arriba de los 5 mil: Iztaccíhuatl, Popocatépetl y Pico de Orizaba. Requería un esfuerzo físico y de voluntad sólo para privilegiados por la Naturaleza. Pero tampoco aportaban algo nuevo para la historia alpina.

Los méritos de las primeras   ascensiones de la Iztaccíhuatl y Citlaltépetl o Pico de Orizaba, pertenecen a la etapa de la prehistoria. La primera al Popocatépetl, según Chimalphain, historiador indígena del siglo dieciséis, oriundo de Amecameca, se debe a Chalchiuhtzin, en 1287.

Nuestras ascensiones por las vías tradicionales a estas montañas, durante años,  son para el álbum familiar, no para la historia general.

En nuestra primera época de escalar subimos, durante años, todas las vías que estaban ya trazadas de la  pequeña pero muy interesante pared de Los Perros, cerca del poblado de Salazar Estado de México. Una gran escuela de adquirir confianza física y conocer las potencialidades propias para subir montañas, pero nada nuevo para el alpinismo de nuestra parte.

 

 

 

LA CONQUISTA DEL PICO DE ORIZABA

 

Cuaderno de comunicación sindical # 75 del Sindicato de Trabajadores de la Universidad Nacional Autónoma de México, Armando Altamira Gallardo.  México, Distrito Federal, septiembre 2004

 

 Hay que caminar hacia los mundos que todavía no

están destruidos.

 Ernest Jünger novelista, 1944

 

Presentación

 

Esta montaña(5,636m) presentaba seis problemas alpinos. Comprendían las ascensiones de las vertientes sur, norte, oeste, este y las circunvalaciones a su cráter y a la base.

 

Los dos primeros fueron resueltos en tiempos prehispánicos bajo la concepción religiosa del Tepeilhuitl, como era conocida la fiesta de las montañas. Se celebraba a partir del 24 de octubre. Fray Bernardino de Sahagún (siglo XVI) y Francisco Javier Clavijero (siglo XIX) ofrecen amplia información a este respecto.

 

La primera circunvalación al cráter tuvo lugar en 1930 (ver revista Sierra Club, editada en la Ciudad de México, página 13, del mes de julio de 1938).

 

Quedaban por resolver la Pared Oeste, la Vertiente Este y la Circunvalación a la base.

 


Pico de Orizaba(5,636m). La letra A es el punto donde se localiza el refugio de Piedra Grande, en la vertiente norte. Las flechas es en el sentido de nuestro recorrido.
foto tomada de Internet

Es probable que en la Oeste se hayan efectuado algunas ascensiones por el centro de su pared. Aquí hay una falla, un talud, que permite el paso sin necesidad de escalar. Nosotros realizamos una escalada en su sector norte, en 1957 (ver La Pared Oeste del Citlaltepetl 1995, trabajo editado por el Sindicato de Trabajadores de la UNAM, STUNAM, Ciudad de México). Sino hay una escalada debidamente documenta, anterior a 1957, esta escalada podría tornarse como la primera, es decir, la conquista de lo que sería propiamente la pared. No obstante lo anterior, la Pared Oeste sigue sin ser escalada hasta la fecha .La Vertiente Este, asimismo, carece de historia alpina.

 En diciembre del 2003, como se detalla más adelante, realizarnos la primera vuelta a su base en la cota de los 4,200. Y con esto se dio un paso más hacia la conquista total de la montaña.

Adelantamos que al final escuchamos en Tlalchichuca que esta vuelta a la base ya había sido realizada. Son relatos orales sin apoyo hemerográfico ni bibliográfico.

Si estos existen, y son dados a conocer, pasarán con toda legitimidad a formar parte de la historia alpina de esta montaña, la más alta del país.

 


Nuestro intento de 1994.

En el sector noroeste Antonio Muñoz y Armando Altamira Areyán.



Bella y horrible. Es lo que se puede decir de la Circunvalación al Pico de Orizaba que llevamos a cabo cuatro alpinistas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue a pie y en la cota promedio de los 4,300 metros de altitud. Nos llevó cinco días, del 18 al 22 de diciembre de 2003. Jornadas efectivas de ocho horas de caminata y doce dentro de las tiendas de campaña obligados por las bajas temperaturas. En el grupo había tres geólogos.

 

Cumbre del monte Chichimeco(4,150m)
Campo excelente para practicar la escalada a esa altitud (después de una buena marcha de aproximación, subiendo desde el fondo de la cañada Jamapa) A- lugar del campamento


Fue un constante subir y bajar de cañadas abruptas en los primeros 180 grados a partir de la cañada Jamapa, en el norte, en la ladera este y en el sector sureste. Originalmente trazamos en el plano una línea a seguir en la cota de los 4 mil, pero con frecuencia las cañadas nos obligaban a remontar hasta su cabecera para poder salvarlas. En el sureste fue preciso subir hasta los 4,660 metros, que es en donde se encuentra ubicado el refugio de piedra “Fausto González Gomar”.

 


Punto marcados por AAA que señalan nuestro recorrido

Foto tomada de Internet


Puede decirse que, en esas cotas, toda la circunvalación es de unos 20 kilómetros. Si bien, para dar idea de lo accidentado del terreno, baste mencionar que, del campamento dos al tres, pudimos avanzar sola mente dos kilómetros en todo un día en el sector sureste.

Para el efecto de caminata horizontal, en derredor de su base, esta montaña es semejante a un pulpo visto desde arriba. Con sus múltiples cañadas, como tentáculos, vertiendo la mayor parte de ellas hacia el este. Coincide tal característica volcánica con la orientación de su cráter W- E siendo la cumbre más baja también hacia el este.

 


Sector sureste,  campamento dos.


Esto de subir y bajar es consustancial a la práctica del alpinismo, desde luego. Más aquí la práctica tuvo su factor limitante y fue la sed. La falta de agua para beber es el problema número uno que debe enfrentar todo aquel que quiera realizar la vuelta a la base del Pico de Orizaba. Además de poder contar con un equipo humano unido, resistente y obstinado como el que se dio en esta ocasión. Cada individuo necesita al menos 4 litros de agua por día para dar la vuelta. Estaríamos hablando de veinte o veinticinco litros en total, más el equipo de acampar y viveres…

 


Nuestra publicación de este recorrido



En el segundo día, y ya en el sector sureste, pasamos por una situación angustiante por la falta de agua. Parecida a la de los navegantes que sufren de sed en medio del océano. Muy arriba de nosotros las cumbres blancas de nieve y hielo del cono volcánico ¡pero abajo las cañadas estaban secas! Al menos en 270 grados de la circunvalación, o tres cuartas partes del recorrido, no encontramos agua. De haberse dado en semanas anteriores alguna gran nevada todo estaría húmedo y arriba mucha nieve. Pero no fue así. En las cotas superiores había nada más hielo. Y el sol débil del invierno era incapaz de fundirlo.

 

En el segundo campamento disponíamos de sólo 2 Litros de agua en total para los 4 componentes del grupo. Tomamos un cuarto de litro en la cena y el otro en el almuerzo del día siguiente. Con esto se echaron a andar todos los graves síntomas de la sed. Nuestras mochilas repletas de comida y nadie pudo comer un solo bocado por falta de agua. Se carecía de agua para beber y para preparar los alimentos. Es probable que los habitantes de la City sepan que los más exquisitos bocados de nada sirven si no hay agua para beber.

 


Sector sureste.



B-A Torrecillas.C-F-B el modo que franqueamos esta cañada(B-refugio Fausto González Gomar 4,660m). D-Descenso hacia el emplazamiento de los tinacos, ladera sur).

C-E por explorar en la idea de un mejor paso hacia la ladera sur.



Como consecuencia siguió una debilidad creciente para enfrentar el terreno que teníamos por delante. Una progresiva deshidratación que, junto con la altitud en a que nos movíamos, amenazaba afectar el ritmo cardiaco. Principios de trastornos visuales. Como cuando se mira hacia el interior de una tortillería...Un estreñimiento agudo...Al escupir, la saliva quedaba colgando de la boca, como si fuera una liga de hule...

 


En el sector suroeste


Entre tanto, los 7 grados bajo cero de temperatura congelaba las secreciones de las narices y quedaban colgando, como estalactitas. En lugar de limpiarlas con el pañuelo las rompíamos dándole un golpecito con la uña. Taza de café hirviendo, a la mitad se había enfriado y al final podía haberse congelado, en sólo unos minutos. Tener 30 o 40 grados bajo cero en los macizos alpinos de otros continentes puede parecer impresionante. Pero no lo es tanto si se piensa en una aclimatación progresiva que va teniendo la expedición conforme se va acercando a la montaña final.

 


A- Nuestro ascenso hacia el refugio Fausto González Gomar. B- por explorar.


Pero tener 7 grados bajo cero, cuando el día anterior se emprendió el ascenso de los valles calientes de México, ya estamos hablando de por lo menos 25 grados de caída en el termómetro.

Llevamos a cabo esta circunvalación tres estudiantes del Postgrado de Geología de la UNAM y un fotógrafo. Respectivamente: Laura Rosales Lagarde, Pedro Arredondo Guerrero, Armando Altamira Areyán y Armando Altamira Gallardo.

 


El paso de la ladera sur hacia el suroeste



La Circunvalación fue en el sentido de las manecillas del reloj: norte, este, sur oeste y norte. Salimos del albergue de Piedra Grande, en el norte, a las 8:59 horas de la mañana del 18 de diciembre de 2003 y regresamos al mismo a las 12:36 horas del 22. Sobre todos los relatos orales no documentados que hay en la región, respecto de esta fantástica circunvalación, nosotros trajimos cerca de 300 fotografías digitales a color, de prácticamente todos los ángulos de la montaña y 60 fotografías fotomecánicas en blanco y negro. Además de un registro de nuestra ruta mediante señal satelital conocida como “GPS” (Global Positianing Sistem). Esta gráfica arrojó una especie de elipse de la base de la montaña en sentido noreste- suroeste.

 


Pedro  Arredondo Guerrero en el primer campamento


La primera noticia de esta empresa deportiva salió publicada en el periódico Unión, diario informativo del Sindicato de Trabajadores de la Universidad Nacional Autónoma de México, número 670, el jueves 12 de febrero del 2004, pág.8. Sucinta por naturaleza, como son las noticias cuando se dan a conocer por las vías del periodismo. Es la reseña que aparece arriba. Ahora tengo la oportunidad de referirme a algunos detalles que entonces fueron omitidos y que en su momento tuvieron un valor decisivo para el éxito de la circunvalación. Los consigno aquí porque pudieran ser de utilidad para los que en el futuro emprendan esta “vuelta”.

 

En la tarde del segundo día, a la hora de instalar el segundo campamento, casi se nos habían agotado las reservas de agua que llevábamos en nuestros envases de dos litro cada uno. Esta cantidad de cuatro litros es suficiente para una jornada. Los habíamos llenado el primer día en la barranca Ojo Salado. Llevábamos cuatro litros por individuo en la esperanza de encontrar otro sitio en donde poder volver a llenarlas. El problema es que no hay lugares a la mano para recargarlos cada vez que se han terminado. La solución sería cargar muchos más litros. Y esto deberá hacerse en la medida que el peso de las mochilas lo permita.

 


En el sector  sursuroeste 


También hay que llevar tienda, víveres, ropa de abrigo, bolsa de dormir, enseres de cocina, cámara fotográfica, instrumentos de orientación...

 

En la fuerte caminata de la tarde del primer día, y la caminata entera del segundo, esas existencias de agua prácticamente habían llegado a cero. De esta manera, a la instalación del segundo campamento, disponíamos de dos litros en total, para ser repartidos entre cuatro. Pero entre cuatro que tenían sed. Es decir que ya acusábamos los síntomas de la deshidratación. Nos tocaba medio litro para que cada uno lo distribuyera entre la cena y el desayuno del día siguiente.

 



Buscando el paso entre los acarreaderos  de los 4,400m, ladera noreste





Medio litro de agua, arriba de los cuatro mil, para preparar la cena y el desayuno y además tomar agua y deshidratados, hace que, de manera mecánica, sin pensarlo casi, se rechace todo intento de comer algo. No se puede comer, en las condiciones que estamos describiendo, sino hay agua para beber. Cualquier bocado va a requerir un trago de agua. Preferimos repartir un cuarto de litro para mojar la boca durante la noche y tener otro cuarto para beber en la mañana, antes de emprender de nuevo la marcha. Fue una noche marcada por la sed. En la mañana siguiente, en efecto, tomamos el último trago de agua.

 


"Perdidos" en el lado suroeste, Armando Altamira Areyán Y Pedro Arredondo Guerrero.



Habíamos llegado, así, al momento de la disyuntiva. Frente a nosotros seguía el panorama de cañadas por demás accidentadas que, por la experiencia de los días anteriores, sabíamos que no podríamos encontrar en ellas ni gota de agua. Sobre nuestras cabezas tuvimos siempre los grandes mantos blancos helados. O las cascadas congeladas. Pero no era nieve sino hielo que el sol no alcanzaba a fundir.

 

La humedad que había en los tejidos de nuestros cuerpos nos alcanzaría para descender en la forma más directa y rápida hasta alcanzar un lugar habitado en donde poder encontrar algo de beber. Significaba abortar el plan y buscar una salida para evitar la postración por sed. Yo conocía, en las travesías del desierto, lo que pudiera llamarse la” escala de la sed” antes de la inanición total. En una escala de diez, en Altar habíamos llegado al nueve. Si ahora seguíamos con la circunvalación, arriba de los cuatro mil, a través de las cañadas, al concluir el día habríamos alcanzado el punto nueve. La fisiología de la sed no es ningún juego.

 


Pico de Orizaba desde el lado este

Autor desconocido


Tiene que ver con la buena o mala marcha del corazón y una serie de consecuencias colaterales. Estas podrían hacerse presentes en el transcurso de la noche de este día, si es que para entonces no habíamos podido alcanzar la ladera sur. En la ladera sur era el lugar en el que yo sabía encontraríamos agua en unos grandes tinacos de plástico instalados por los de Texmalaquilla. De no haber podido alcanzar esas cisternas, en la noche entre el tercer y cuarto día, de seguro habríamos llegado al punto diez...

 

En esas condiciones, de fuerte deshidratación y debilitamiento por no haber ingerido alimentos debido a la falta de agua, era cada vez más difícil poder seguir avanzando. Y a lo mejor ya sin fuerzas suficientes para bajar completamente. Fue cuando les propuse que abandonáramos la idea y empezáramos a bajar sin perder un minuto. El último trago de agua que habíamos podido ingerir estaba ya contra reloj siendo aprovechado por nuestro organismo... Lo hubiera planteado con otros cualesquiera. Una vida es una vida sea quien sea. Pero era el caso que estos tres era geólogos que cursaban diferentes niveles del postgrado de esa disciplina académica. Con cien millones de habitantes, y en un país tan pobre como México, la educación de cada uno de ellos había costado infinitos esfuerzos al pueblo. En la actualidad pocos son los que a nivel universitario, terminan una licenciatura en el área de las llamadas ciencias exactas. Y menos aun lo que llegan al doctorado.

 


Sector noroeste


Si nos apresuramos, dije, tal vez al anochecer habremos alcanzado algún caserío, de tantos caseríos que se ven brillar en la noche, del lado sureste del Citlaltepetl A lo mejor hasta vamos a dar a Orizaba... Pero ellos no querían abandonar sin haber hecho un último esfuerzo. Bajemos esa cañada, dijo Armando, y remontemos la pendiente que tenemos enfrente. Si del otro lado no logramos distinguir Torrecillas, que quiere decir la ladera sur, entonces abandonamos y mañana empezaremos a descender hacia el sureste. Los otros fueron de la misma opinión. ¡juventud!

 

Me pareció que ese “mañana” ya sonaba muy lejano. Pero entendí. Yo mismo había estado en situaciones extremas por no haber sabido renunciar a tiempo. Parece que el alpinismo se caracteriza por reunir entre sus filas a cabezas duras que no saben renunciar a tiempo. No es ninguna casualidad que las laderas de muchas montañas del planeta, incluida esta del Pico de Orizaba, estén sembradas de cadáveres. Como son empresas arduas y costosas, ir por esos cadáveres, ahí se les deja. Pregunté a Laura y a Pedro. Dijeron que eran de la misma opinión de Armando. Seguimos.

 


Campamento tres, ladera sur


Hacia el medio día alcanzamos lo alto de la cresta que teníamos enfrente por la mañana. Hasta donde se podía ver, bajo nuestras botas se abría una abrupta cañada y más allá seguramente había otra. Es decir que la situación se presentaba nada alentadora.

Más al ver hacia lo alto del Citlaltepetl identifiqué con toda certeza los tramos superiores de la ruta de ascensión de ladera sur. Y por ver hacia lo alto no me fijé lo que había en los planos inferiores. Hasta que Armando preguntó de la alta roca en forma de cresta en Torrecillas. En efecto, era Torrecillas. Al final, en el lado norte, o sea el más alto, el pegado a la montaña propiamente del Citlaltepetl, estaba el refugio “Fausto González Gomar”. No se veía desde ahí pero yo estaba seguro de tal cosa. Ahora ya sabíamos con certeza el terreno que pisábamos. Faltaba ver si podíamos superar lo que nos faltaba para pasar del otro lado de Torrecillas. El camino más corto era dirigirse hacia el oeste. Buscar un paso de descenso entre la ladera vertical de la cañada que teníamos justo debajo de nuestros pies. Luego remontar la ladera de enfrente y volver a descender la otra cresta. Esta era propia mente la pequeña cordillera de Torrecillas. La incertidumbre consistía si desde esa cresta que teníamos enfrente podríamos encontrar un paso dentro de la verticalidad de su otra ladera.

 

Sugerí lo que me pareció entonces la línea más segura, aunque era la más ardua. Bajar hacia el norte esta cresta en la que nos encontrábamos. Descender hasta el fondo, a través de pronunciados acarreaderos con una pendiente y un material erosionado y suelto a punto de ponerse en movimiento hacia el fondo. Luego remontar la pesada pendiente hasta alcanzar el refugio. De ahí, desde los 4, 660 metros, bajar por el sendero de las caravanas hasta la cota de los 4,400. Así lo hicimos y eso nos llevó casi toda la jornada.

 

Efectivamente, como habíamos imaginado, la sed fue creciendo a cada esfuerzo. Y junto con ello aparecieron los fenómenos de la deshidratación. La primera alteración fue visual. En un ambiente tan frío, no obstante, veíamos hacia lo lejos como en el desierto cuando la temperatura está cerca de los cincuenta grados calientes.. . La segunda era la extrema sequedad en la boca. Los labios habían desaparecido. En su lugar quedaban dos como costras a punto de sangrar. Escupíamos y la saliva quedaba colgando de la boca..

 

Aparecería también el estreñimiento. En situación de deshidratación el organismo empieza a echar rnano de líquidos (se orina menos) y de cuanta humedad contenga en todas partes. Una de ellas es el sistema digestivo, particularmente la humedad que hay en los intestinos. El resultado va a ser un estreñimiento que puede volverse tan severo que provocará una peritonitis o la aparición de las hemorroides.. .

 En un momento cuando ya nos aproximábamos al refugio, sentí nauseas. Son los síntomas que experimentan los que están siendo atacados por el esfuerzo en alta montaña. Vomitar es la manera que tiene el corazón para defenderse en principio. A mi edad de los 68 años no se debe forzar la marcha cuando aparecen estos síntomas. Reduje la cantidad de pasos entre descanso y descanso. A veces daba sólo cinco pasos y volvía hacer alto. Pienso que, a la sazón, habíamos llegado a la cifra 9.5 de la “escala de la sed”.

 

Finalmente llegamos al albergue. Teníamos la esperanza de encontrar algo de agua que los alpinistas suele dejar en algún lugar para no cargarla de regreso. Pero esta vez no fue así. En el lugar estaban dos montañista de Orizaba. Nos regalaron una coca cola de medio litro.

 

La tomamos entre Armando y yo. Fueron apenas unos tragos pero suficientes para sentir que la “escala” se alejaba del punto fatal hasta, digamos, tal vez la cifra de 7. Cuando reemprendimos la marcha nos sentimos mejor. Al menos para bajar por la ladera sur sin tanto apremio. Los otros venían más abajo.

 


Extremo sur de la pared oeste


No nos detuvimos hasta los grandes tinacos en la que los habitantes de Texmalaquilla guardan el agua de lluvia. Teníamos pensado acampar en ese lugar y así lo hicimos. Fue nuestro tercer campamento. La sorpresa consistió en que las cisternas estaban vacías. Buscamos con desencanto y desesperación. Todas estaban vacías. Finalmente descubrimos que varios de estos depósitos tenían una costra de hielo en el fondo. Eso volvió a animarnos. En todo caso fundiríamos el hielo y obtendríamos agua. No fue necesario ya que por debajo de la capa de hielo había agua en cantidad suficientes para beber cuanto quisiéramos y volver a llenas nuestros recipientes. Era una agua que no inspiraba confianza. Pero llevábamos gotas purificadoras eso resolvió el potencial peligro de una infección. Un rato después llegaron al lugar nuestros compañeros.

 

Laura y Pedro se habían rezagado durante todo el día. Se debió a que Armando y yo apresuramos el paso tratando de buscar los lugares más adecuados para ascender o bien para cruzar los acarreaderos. Varias veces nos equivocamos en algún tramo y debimos rectificar. Los otros observaban desde lejos y evitaba nuestro yerro. De esa manera economizaban tiempo y energía. Por ejemplo, la tarde del segundo día remontamos una pendiente muy pesada, muy arriba llena de rocas erosionadas tratando de encontrar un paso alto por el cual salvar la cañada que teníamos enfrente. Pero al final nos topamos con un acarreadero imposible de cruzar debido a su inestabilidad. Avanzamos en sentido horizontal y cuando habíamos llegado a la mitad, toda la ladera se ponía en movimiento arrastrando lo que en ella se encontrara. Regresamos y desde arriba gritamos a los otros que desistieran. Bajamos y nos reunimos con ellos en el lugar que instalamos el segundo campamento. La maniobra de exploración tan agotadora e inútil nos había llevado al menos tres horas.

 


En el suroeste


Ya en el campamento tres, levantado entre las cisternas, Laura nos comunicó que en la mañana siguiente abandonaría la circunvalación y bajaría a Texmalaquilla. Era terreno seguro pues estábamos ya en un área de la montaña muy frecuentada por los que suben al Citlaltepetl por el lado sur. Del lugar en el que nos encontrábamos acampando, en los 4,400, al pueblo, quedan unos siete kilómetros de descenso a lo largo de un terreno sin dificultad y muy marcado.

 

No es que estuviera particularmente cansada sino que creía que nos venía retrasando pues su paso era algo lento. Más o menos como el mío. Le expliqué que nuestra prisa de esa jornada era por encontrar agua pero una vez que ya la teníamos, que nos habíamos rehidratado y llenado de nuevo nuestros envases, no había en adelante ninguna prisa. Nos encontrábamos a la sazón dentro de un periodo de vacaciones y nuestras mochilas contenían suficientes víveres. Calcularnos que en dos ornadas más cerraríamos la circunvalación. Pero si fueran necesarias tres o más jornadas tampoco habría prisa. Además conocíamos la ladera oeste y esta ofrecía un terreno en el que podríamos avanzar con más velocidad y menos esfuerzo Con excepción del sector suroeste, en el que hay que enfrentar dos cañadas agrestes, lo demás era ya sólo cosa de distancia. Desistió de su idea y a la mañana siguiente continuamos los cuatro.

 

Pared oeste

En 1994 bajaba agua abundante de deshielo por la barranca Alpinahua (D) a partir de las diez de la mañana y se volvía a congelar hacia las seis de la tarde. Pero este día la barranca estaba seca por completo. El glaciar(A) había retrocedido de manera considerable en apenas nueve años.

 En la foto Pedro Arredondo Guerrero, Laura Rosales Lagarde y Armando Altamira Areyán



El campamento cuatro lo instalamos en la barranca Alpinahua. Exactamente en el lugar que habíamos acampado dos noches en el invierno de 1994. En esa época fue cuando hicimos el primer intento de la circunvalación pero en sentido inverso. Es decir, de norte hacia el oeste.

 

Nos dimos cuenta en esa ocasión que la empresa era de mayores vuelos y desistimos. Entonces éramos Antonio Muñoz, Armando Altamira Areyán y yo. Lo tres de México- Tenochtitlan. No obstante, aquella experiencia ahora nos sirvió mucho para caminar por el terreno ya conocido del lado oeste.

 

En 1994 bajaba agua abundante de deshielo por la barranca Alpnahua a partir de las diez de la mañana y se volvía a congelar hacia las seis de la tarde. Pero este día la barranca estaba seca por completo. El glaciar había retrocedido de manera considerable en apenas nueve años. Todo estaba seco por lo que, al menos en esta ocasión, el agua ya no bajaba como producto del fenómeno de deshielo. Seguramente volvería a hacerlo en temporada de lluvias y con sus abundantes nevadas, aunque fáciles de volver a desaparecer. Esto deben de tenerlo en cuenta los que en adelante intenten esta circunvalación.

 

No nos preocupó la falta de agua pues aun nos quedaba suficiente para dos días más. Y para este cuarto día ya habíamos recorrido 310 grados de la circunvalación (ver dibujo), por lo que esperábamos alcanzar el albergue de Piedra Grande hacia las primeras horas de la tarde del día siguiente. Como en realidad sucedió.

 

En la mañana del último día, el quinto de caminata, fue cuando no pudimos encender la estufilla. La temperatura era de siete grados bajo cero y el gas no fluía. Las secreciones de la nariz se congelaban apenas salían de nuestras fosas nasales...

 


El penúltimo obstáculo(4,130m)

Sector noroeste



Para el desayuno recurrimos al viejo expediente de la humanidad haciendo una fogata. Era la primera fogata que encendíamos de toda la expedición. Como siempre fuimos cerca del límite superior del bosque, podíamos disponer de la leña que quisiéramos. Pero una fogata hace humo que se ve desde lejos. Y si es de noche su luz también se distingue a mucha distancia. Los tiempos son inseguros y en caballos los depredadores podrían remontar desde los valles lejanos. Pero ahora se trataba de la última mañana y podíamos darnos ese lujo de la fogata.

 


¡Quinto día! Al fondo el albergue de Piedra Grande (4,260m). Visto desde la ultima cresta(4,320m)

 A lo lejos el monte Chichimeco. Por su base pasamos el primer día del recorrido.







Albergue de Piedra Grande, vertiente norte (4,260m)






Pedro, Laura, Armando, Armando

En efecto, Armando A.A. llegó al albergue de Piedra Grande y enseguida a las 12:36, del día 22, nos reunimos con él. Con esto quedó realizada la circunvalación a la base de la montaña.




Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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