SCHOPENHAUER Y EL PALEONTOLOGO LITERARIO


 

Leer nos quita en gran parte el trabajo de pensar por nosotros mismo, escribe Schopenhauer en su obra El amor, las mujeres y otros temas.

Leer para enriquecer nuestro acervo cultural no debería ocupar más  esfuerzo que el pensar. Estaríamos pensando como otros y no como nosotros.

Schopenhauer era un gran lector y sabía la riqueza que significa el leer. Desde el hecho de leer literalmente el texto, a la redacción y el conocer   las ideas de la humanidad.

En nuestros días se moriría de coraje frente al fenómeno electrónico que es ver la televisión y el contenido de sus programas y el trágico hecho de  ser sólo espectador.

Nada de redacción, ortografía y sí veinte anuncios  por dos minutos de algún film que, por cierto, se parece a otros cincuenta films. Es lo que ve el pueblo en la televisión abierta.

Las series, por su costo,  sólo están al alcance de pocos.

Con tan solo media hora de ver televisión( o menos) cualquier sociólogo sabe el contenido cultural  que está abrevando  ese país.

¿Leer de tiempo completo? Tampoco. Pone el ejemplo del sabio que se pasa el día leyendo. Como aquel, dice, que se  pasa el día montado a caballo y se le olvida caminar. Como el profesor de religiones que su vida es un desastre.

El sabio se la pasa navegando en ideas extrañas a él, en cambio un obrero es más genuino, dice, porque tiene tiempo, entre sus quehaceres manuales, de ideas propias.

Schopenhauer coincide con Epicteto, Séneca y otros, en un eclecticismo integrador. Tiene la idea que es necesario leer mucho pero de pocos autores y, de uno, de su preferencia, conocer a profundidad.

George Santayana
Describe el ruido relativizador
del liberalismo moderno
“No hay mayor goce espiritual que la lectura de los antiguos clásicos: su lectura, aunque sea de media hora, nos purifica, recrea, refresca, eleva y fortalece, como si hubiese bebido en una fresca fuente que mana entre las rocas.”

De otra manera acabará con la brújula intelectual descompuesta y desembocar en el eclecticismo desintegrador.

Hace algún tiempo, empezando el siglo veintiuno, un pensador coreano, ya en el contexto de la filosofía alemana, Byung-Chul-Han, dijo en una entrevista de prensa que “La acumulación de información no es capaz de generar la verdad. Cuanta más información nos  llega, más intrincado nos parece el mundo.”

Es reiterativo Schopenhauer cuando dice que leer de todos y de todo lleva a lo inane:

“La monomanía dominante actualmente (habla en el siglo dieciocho) de leer historia literaria para charlar de todo sin conocer realmente nada.”

No pensar por sí mismo es el origen de muchas distorsiones intelectuales que llenan el panorama en el que vivimos. Pensamos como piensan otros, no como nosotros.

 En este sentido Schopenhauer no es nada considerado con la idílica idea que tenemos de las bibliotecas, como el cofre que guarda los tesoros  de la sabiduría de los siglos de la Humanidad, etc.

Menciona  que en realidad puede no ser la biblioteca otra cosa que un almacén donde se guardan montones de libros ya anquilosados que ha producido el hombre.

No se refiere a tal o cual  ideología o modo de pensar. Sólo a las obras que no pasaron a través de los siglos. Como los dinosaurios que acabaron por extinguirse:

“Como las capas de la tierra  conservan los seres vivos de épocas pasadas, así conservan los estantes de las bibliotecas errores pasados: vivos y muy ruidosos, como aquellos una vez, pero ahora, rígidos y petrificados y que sólo estudia el paleontólogo literario.”

 

LOS GRANICEROS DE MÉXICO

Están ahí, contra toda lógica, y proceden  de muchos siglos atrás. Su nombre es teciuhtlazque pero la gente  les dice “graniceros”. Su actividad consiste en pedir agua, pero no en alguna oficina del gobierno. Se lo solicitan a la divinidad.

Antaño su oraciones, y ritual, consistía en ofrecerle como ofrenda lo más valioso y es la vida humana.  De manera  señalada la de  los prisioneros de guerra, la de niños y la propia de los oficiantes o sacerdotes. Los auto sacrificios se llevaban a cabo con navajillas de obsidiana.

Quemaban copal y a la representación de la divinidad, mayormente antropomorfa, se le llevaban los bastimentos después de la cosecha, como agradecimiento por la lluvia que había enviado y hecho germinar a la semilla.

El adoratorio a Tezcatlipoca

Cumbre del monte Teocuicani 3,150 m. s.n.m.
La escultura de Tezcatlipoca se encontraba en el nicho
que se ve al fondo.
De los  adoratorios más  famosos de  este dios, en derredor del volcán Popocatépetl,
el del Teocuicani posiblemente haya sido el principal según relata Fray Diego Durán.
En el piso del adoratorio se ven los bastimentos que dejarán para
la divinidad en agradecimiento por las buena cosecha.
Foto de Armando Altamira
Nuestra manera de razonar occidentalizada no puede entender a los graniceros. En el cristianismo, la religión de la cultura occidental, ya cuesta trabajo creer en los milagros, que va contra toda causalidad científica de esta cultura.

Menos entendemos a los graniceros llevar a cabo algo que nos parece inusitado pero que para ellos no es nada de milagro, sino dentro de la lógica de su pensamiento.

 Una verdad para un contexto social.

En ocasiones, pese a los ruegos  de los teciuhtlazque, de todas maneras no llega la lluvia. Entonces los solicitantes van y le reclaman a la divinidad. Esto se puede comprobar en el templo católico de San Juan Chamula, Chiapas.  “Me hubieras dicho que no mandarías la lluvia. Ahora qué vamos a hacer mi familia y yo”.

“Hágase tu voluntad” aquí no existe. Los dioses (en el Altiplano Mexicano como en el Popol Vuh) son los creadores de la vida y los hombre sus colaboradores en  conservar la Naturaleza, la obra del cielo. Por eso los humanos les piden agua pero también le reclaman si eso no se da. No fueron hechos para adorar a los dioses sino para  cuidar su obra.

 Cualquiera puede adorar a los dioses, pero cuidar su obra, pocos.

Si la lluvia  llegó, en agradecimiento se le lleva a la divinidad femenina del catolicismo, santo o una virgen, un vestido que se lo ponen sobre el vestido de  la temporada pasada.

Dibujo de Javier Osorio B.
 Ahora se le llevan vestidos de tela. En tiempos anteriores al siglo dieciséis se desollaba la sacrificada y la piel se la ponían a la representación de la divinidad, generalmente esculpida en piedra, tallada en roca, madera o formada con semillas (amaranto, maíz…) amasadas con sangre del, o de la sacrificada (caso de Xipe Totec, por ejemplo).

Las criaturas divinas del cristianismo,  del templo de San Juan, para los teciuhtlazque son la representación pero  sus ancestrales deidades aztecas (nahuas) son la esencia, la realidad que no se ve. Esto se vive ahora no de manera consciente sino en el inconsciente colectivo.

Los teciuhtlazque en el siglo veintiuno  siguen pidiendo agua y distribuyéndola.

Por si le faltara algo a nuestra incredulidad se agrega otra circunstancia: la distribución del agua. Hay campesinos que piden más agua de la necesaria y es necesario poner orden. Enviarla para donde se necesita.

Chimalphain relata que en el año 12-Casa, que corresponde al año gregoriano de 1,335, hubo una gran sequía en Chalco (pueblo en el sureste del Valle de México ( los historiadores le llamaron reino), que duró cuatro años (Chimalphain nació en Amecameca, al pie de los volcanes, vertiente oeste, en el año 1579).

Se dio  la siguiente circunstancia, que los de Chalco, muy cerca de los volcanes, no tenían agua de lluvia pero los de Coyoacán, 40 kilómetros más al oeste, sí tenían agua del cielo.

Esta situación, que caiga el agua tan lejos y no caiga tan cerca de sus fuentes (monte Tláloc, glaciares de la vertiente oeste de los volcanes Popocatépetl e Iztaccihuatl) Chimalphain, siguiendo el pensamiento de los teciuhtlazque, anota que tal fenómeno atmosférico tuvo lugar por intervención de Tezcatlipoca.

No hay que olvidar que el pueblo de Coyoacán (los historiadores le llamaron  reino), es donde se adora a Tezcatlipoca, dios supremo del cielo mexica. Uno de los naguales, o  avatares de Tezcatlipoca, es el coyote. De ahí el nombre de Coyoacán, lugar de coyotes.

Los historiadores, ya colonizados, dicen, por ignorar el dato, o por esconder el dato,  que se llama así porque había  coyotes.

Avanzado  el siglo dieciséis, que es cuando Chimalphain, ya plenamente colonizado también, por el pensamiento de los europeos, llama diablo a Tezcatlipoca, anota:

“Año 12-Caña.1335.Este fue el cuarto año en que no llovió en el país de los chalcas, no obstante, en las sementeras de los tlacochalcas (Coyoacán) caía la lluvia, a pesar de que estos se hallaban situados por en medio de las sementeras de los chalcas. Estos cuatro años de sequía y hambre pusieron gran temor por causa de las obras del demonio Tezcatlipoca…Año 13- Pedernal.1336.Este año tuvo y 5 de estar refugiado en Yacapichtlan (es el otro nombre del pueblo de Coyoacán) el diablo Tezcatlipoca, con los tlacochalcas”

Chimalphain, Cuarta Relación.

Esta misma distribución del agua de lluvia fue la que escuchamos de uno de los teciuhtlazque del monte Teocuicani, norte inmediato del pueblo Tetela del Volcán, lado sur del Popocatépetl. En 1979, en ocasión de nuestra segunda ascensión a esta cumbre sagrada.

Los teciuhtlazque, del monte Teocuicani, pidiendo agua de lluvia
El teciuhtlazque nos dijo que el adoratorio en la cumbre de la montaña Teocuicani tiene un vigilante permanente o que con frecuencia sube a vigilar el lugar.

 En los 3,150 metros de altitud, pegado a la ladera sur del Popocatépetl y un tanto retirado del pueblo de Tetela  del Volcán, nos pareció extraño. ¿Por qué un vigilante? La respuesta nos recordó al Chimalphain de cinco siglos atrás:

 “Porque hay gente mal intencionada que viene a girar los brazo de la cruz y de esa manera cae agua en su pueblo y no en el pueblo que la necesita”

“La tradición-comentó uno de nuestro grupo- no se ha alterado un ápice de como lo manda el rito mexica  a través de los siglos”.

LA ANTINOMIA EN MARCO AURELIO


 

 

 

La antinomia es de la que se sirve Marco Aurelio para hacernos pensar en lo contrario.

Por la teología pensamos en la filosofía racionalista. Del objeto a su imagen. De la ciudad platónica al mundo limitado de la apariencia. De las filosofías racionalistas a las filosofías de la cualidad. Del chisme pasamos a añorar los conceptos. De los 48 grados calientes del desierto de Altar a los menos 20 de la alta montaña.

De lo cómodo y tibio de mi lecho, para dormir, en los que duermen en la calle…

La muerte, la cortedad del existir y lo superficial de la vida como muchos la llevamos. Nos recuerda lo valioso que es tener vida, en una existencia que no tiene que ser corta, y en valores tanto materiales como de cualidad  que le sirvan al individuo y a la sociedad. Del Positivismo al Romanticismo. 

Dibujo tomado del libro
La psiquiatría en la vida diaria
de Fritz Redlich 1968
Son las reflexiones en cada página de su obra. La metáfora de la manzana de cera, igual en forma a la verdadera manzana, pero es solo una caricatura. Así el hombre:

 “¿Por qué me has dicho que era un hombre? Un hombre colérico, vengativo y violento no es tal hombre; como una manzana de cera no es tal manzana, tiene de ella al forma y el color, pero nada más.”

El tema de la muerte está en todas y cada una de las páginas de su obra Soliloquios, para tener conciencia de una existencia material, sabrosa y valiosa,  que no volverá.

 El libro de Marco Aurelio de seguro que es  el libro de cabecera  de la moderna tanatología.

La mención reiterada a la muerte nos parece perniciosa a los que llevamos la vida muelle de la ciudad, seguros dentro de sus muros, comprando cosas para el desván como si fuéramos a vivir siempre, y metidos en el mundo virtual de las comunicaciones. Sólo que Marco Aurelio, al frente de su ejercito romano, veía caer cabezas, propias y ajenas,  por cientos  en la lucha contra los enemigos del Imperio. La idea de la inevitable e impredecible muerte, es común para todo militar en el frente de batalla, como lo es para el médico en su lucha imposible contra la muerte.

Para la libertad nos habla de la esclavitud que nos ata de muchas maneras de las que  ya no somos conscientes. Para  ponderar la moral, el ser libre de afectos, temeroso de Dios y consciente del deber, nos habla  de “La masa de los ignorantes que vive esclava de sus propios pasiones y de las cosas exteriores.”

Lejos han quedado los días de recolector que bajaba de los árboles (escalada de salón) y de la vida campesina (senderismo), todo bajo el sol, el viento, la lluvia, el frio y el calor, que echaba andar a cada minuto  nuestros mecanismos de adaptación al medio.


todo bajo el sol, el viento, la lluvia, el frio y el calor, que echa  andar a cada minuto  nuestros mecanismos psicofísicos de adaptación al medio

 Dibujo tomado del libro
Técnica alpina
de Manuel Sánchez y Armando Altamira
Editado por la Universidad Nacional Autónoma de México 1978
 
 De la aldehuela pasamos a las grandes ciudades. Ciudades de las necesidades artificiales. Con grandes edificios con vidrios polarizados para impedir el paso del sol, el viento y la lluvia. Calefacciones para permanecer en los 20 grados de temperatura.

 Los crónicos, y por más endémicos, grados imecas de más de 100, dando vuelta a las esquinas  de los edificios  llevando su carga de magnesio, cloruro, amoniaco, nitratos, sodio, calcio, plomo, heces humanas y de perro, sulfatos  compuestos orgánicos y otros.

Para que podamos pensar en que la vida es lineal, con un avance perenne, sin voltear para atrás, siempre hacia adelante, nos diría cual luminoso profeta, que los crónicos grados imecas  se repetirán hasta el infinito.

 Y todos somos responsables por eso, es decir, nadie.

Marco:

“Entiende con toda claridad que ni los venideros verán, cosa nueva ni los antepasados vieron más que nosotros ahora, porque, en cierto modo, el que haya vivido cuarenta años, por poco entendimiento que hubiese tenido y meditado en los sucesos, pudo haber formado concepto de todo lo pasado y lo venidero, según que es la uniformidad de lo uno con los otros.”

 
                            Lejos de las ciudades de las necesidades artificiales
                                        
                                      Foto de Omar Altamira Areyán


Y con nuestro alejamiento de la Naturaleza, natural, que nos ha llevado  a un modo de vida de  ostentación, practicamos, como deporte, el bipolarismo en la conducta, el sobrepeso y el pastillero.

 Marco Aurelio es el remoto antecedente de Thoreau y de Emerson.

Marco:

 “Camina siempre por el atajo; y el verdadero atajo es que vivas arreglado a la naturaleza, de manera que hagas y digas todas las cosas con la entereza posible, porque un tal propósito te librará de trabajos y campañas, de toda simulación y ostentación vana.”

LITERATURA, EL REFUGIO DE LA VIDA, CHESTERTON


 

Literatura es realidad y fantasía.

Nos ayuda en las cosas prácticas de todos los días como leer y cierta confianza en el escribir.

Como fantasía a ejercitar nuestra libertad en el ir y venir por los mundos imaginarios de la poesía, el cuento y la novela.

Poesía,  cuento y  novela se incluyen en  la actualidad en  los  programas de rehabilitación contra el Alzheimer. Saca de sí, les recuerda nombres, argumentos, sucesos, lugares, olores. También  sensaciones, anhelos que  hacen  volar a la fantasía.

 Los viajes al  pretérito suyo, o a la novela ya leída, los arranca de la caída en el pozo sin fondo de la inconsciencia y el olvido total en el  presente.

Dibujo tomado del libro
La psiquiatría en la vida diaria
de Fritz Redlich 1968
Es sólo una consideración práctica  de lo que puede  la literatura.

 Abrir otra vez  la inmortal novela de Margaret Mitchell nos lleva a los días de nuestro romanticismo juvenil, los sinsabores de la guerra, nuestro amor a la tierra en la que nacimos, el hambre física, los piojos, la diarrea… Esto y diez cosas más forman el dosier de nuestra vida que amenaza con borrarse si no hay el ejercicio del recuerdo.

Margarita Mitchell
“Recuerdo las caminatas  por la Sierra de Pachuca, Hidalgo, en medio de la noche helada, y Raúl Pérez por delante con su linterna de minero alimentada con carburo, buscando el somero sendero hacia Capula…”

Como un mantra del budismo, o un rosario católico, repetido mil veces que impide que la hoja quede en blanco…Repetir dos o tres de los 487 soliloquios de Marco Aurelio…

Prestar atención a los relatos de los viejos. Cuando llevados por nuestra prisa ya no les hacemos caso, su mente empieza a quedar en blanco. Cuando ya no releemos un libro o ya no ponemos de nuevo la vieja película del Tercer Hombre…

La lectura y la relectura del libro aquel, de poesía, es la mejor medicina preventiva contra el Alzheimer.

La plenitud de la literatura cultural  está en las  regiones del espíritu tanto individual como social.

Un país, una calle, una familia, un individuo, lejos de la literatura cultural no tiene futuro humanístico, por más desarrollado que este en cuanto a tecnología.

Ya llegamos a la luna pero de Platón no pasamos. O, ni siquiera hemos llegado a Platón.

Releer a Homero no es sólo lo de Troya sino recordar el contexto social en el que vivíamos cuando por primera  vez lo leímos… La realidad y la ficción, dice Chesterton.

La inseguridad se posesionan de las calles y el Estado mismo se ve estorbado para alcanzar mejores condiciones de vida para sus ciudadanos. En este caso, mejor presupuesto para la cultura. Para mejor decirlo, tomar a la cultura como una inversión y no sólo como una carga pesada donde hay que gastar.

¿La inseguridad en las calles? Los filósofos han sostenido siempre  que la maldad es ignorancia, una grave enfermedad. Los países con pocas luces intelectuales enferman.

“Lo que es nocivo para la ciudad es nocivo para el ciudadano”, dice Marco Aurelio. También lo dice de otra manera: "Lo que no es bueno para el enjambre, tampoco lo es para la abeja".

Y Chesterton estima que:

“La literatura es, en realidad  uno de esos nobles lujos que todo Estado bien gobernado debería de extender a todos; e incluso debería ser mirada como una necesidad en el más noble sentido de la palabra.”
Gilbert  K. Chesterton,Ensayos

Ante la enfermedad que se generaliza, es ocioso también dejarle toda la tarea al Estado. Mejor invertir la fórmula: Lo que afecta al ciudadano también afecta al Estado.

Margarita Mitchell
Rescatar la idea que   la primera célula formadora, y educadora, del niño, es la familia.

El abandono de esta idea ha llevado a  duras experiencias que se han conocido en escuelas de México, Estados Unidos y otros países. Niños que disparan balas  contra sus maestros y sus condiscípulos…

 ¿Cuándo dejamos de leer? ¿O desde cuando no empezamos  a leer?

Jean Wahl se refiere a lo banal que es la vida en nuestros días: “Pudiéramos simbolizar este carácter superficial del mundo moderno llamándolo un mundo de film donde sólo se ven las superficie de las cosas.”

J. W. Introducción a la filosofía, Fondo de Cultura Económica, México, 1988.

A iniciativa personal   ir al encuentro de las luces de los libros.

Chesterton:

“Toda persona sana debe de alimentarse tanto de ficción como de realidad, en algún momento de su vida; porque la realidad es una cosa que el mundo le da, mientras que la ficción es algo que ella da al mundo.”

Sin embargo, las tareas diarias por la sobrevivencia, nos llevan a diferir para mañana el encuentro con la literatura.

 Equivale a decir tengo un insoportable dolor de muelas pero iré al dentista mañana o pasado mañana o algún día de estos, porque la verdad hoy estoy muy ocupado…

Marco Aurelio conocía bien que el humano se atora en las cosas perecederas y difiere para después lo que le da valor a la vida individual y grupal. De ahí que apura ir al encuentro de la literatura:

“No te demores más, que no has de tener tiempo para acabar de leer tus recuerdos, ni las proezas de los antiguos romanos y griegos, ni los extractos de los libros que reservas para el tiempo de tu vejez. Date, pues, prisa, llega al fin…”                                   

 

 

 

MARCO AURELIO, SOLILOQUIOS


 

Marco Aurelio es el sabio emperador romano. En el día hacia la guerra, que él no quería hacer, para defender las fronteras del Imperio, y por las noches escribía.

No nació sabio. Su sabiduría consistió en ser obediente a la tradición familiar de la que aprendió el arte de gobernar,  el ejercicio de pensar en valores de trascendencia para él y para su pueblo.

 Ya emperador procuró condiciones menos duras para los esclavos y para los gladiadores.

Sólo un rasgo, de tantos,  da idea de su grandeza de espíritu. A la muerte de su padre, heredó de él el título de emperador, de preferencia de su hermano adoptivo. El primer acto de gobierno que tuvo fue nombrar a este hermano coemperador, con las mismas facultades de poder y decisión que él.

Uno de los autores muy estudiados por Marco Aurelio fue Epicteto. De Epicteto debió tener presente la metáfora de los perros. ¿Ves a los  perros que felices y contentos juegan?,¡pues arrójales un hueso y verás lo que sucede!

De ahí que el hueso más codiciado, del imperio más grande del mundo en su tiempo, Marco Aurelio, sin presiones de ninguna clase,  lo partió a  la mitad y se lo dio a su hermano.

Aprende a vivir con poco, le había enseñado su padre. Desde niño sus maestros, dice, lo ejercitaron en componer diálogos morales y, “en vez de asiento blando, usase de unas duras tablas cubiertas con una piel.”

Desde las primeras líneas de su obra Soliloquios, dice que aprendió de su abuelo, de su padre, de su madre y de sus preceptores. Más tarde se familiarizó con los grandes pensadores griegos de la antigüedad, así como de sus casi contemporáneos filósofos romanos.

Aprende a vivir con poco

Diógenes en su tonel-casa
su linterna y los perros de Epicteto
El pensamiento y la vida de Marco Aurelio, valioso por sí, destaca más frente a las figuras blandengues y degeneradas de otros emperadores romanos que, creyendo inventar el arte de gobernar, llevaron al gran imperio romano a la barranca  de la historia.

En tan sólo dos líneas, Marco Aurelio dice lo que las bibliotecas enteras de los filósofos (y de los teólogos), de los siglos que estaban por llegar, dirían: “Todo mi ser consiste en una porción de carne, con un soplo y un principio director.”

De su bisabuelo dice haber aprendido que, en materia de educación,  “no se debe perdonar gasto alguno”.

Los gobiernos del mundo que han seguido este pensamiento del abuelo de  Marco Aurelio, son los que en el siglo veintiuno llamamos “países de punta”.

En la serie cinematográfica When calls the Heart, muchas mujeres norteamericanas quedaron viudas al hacer explosión la mina en la que murieron 47 hombres. La más grande miseria llegó a esos hogares. Sin embargo, contrataron con las monedas que les quedaron a una maestra a la que dijeron el primer día: “Para muchas de nosotras, nuestros hijos son lo único que nos queda, y su educación es lo único sobre lo que tenemos control.”

A su vez, la maestra, de lo más rico de la sociedad de la lejana ciudad, con preparación  suficiente para enseñar en las mejores escuelas, viaja a ese desconocido y paupérrimo pueblo de Col Valley y, al ver a la niñez, exclama: “Los niños de la ciudad tiene otros maestros, pero los niños de Col Valley me necesitan.”

De su abuelo Vero, Marco Aurelio aprendió a no enojarse con facilidad. De su padre portarse con  modestia. De su madre ser frugal en la comida. De sus maestros a contentarse con poco, familiarizarse con la filosofía, en las conversaciones y en las cartas seguir un estilo natural y sencillo.

 A leer con mucha reflexión: “Debole (a Rustico) haber leído los escritos de Epicteto, habiéndome enviado el ejemplar que en su casa tenía”.

De otros aprendió el ser siempre el mismo en los dolores agudos, en la perdida de los hijos y en las largas enfermedades.

En sobrellevar las groserías de los ignorantes y atolondrados. A distinguir la astucia, la envidia y la hipocresía.

Que la naturaleza exige de los padres un efecto verdadero para con los hijos.

Conservar la libertad de sus vasallos, “indiferencia respecto  a la gloria popular, mostrando hacer poco caso de las que se tiene por honores”.

Dispensaba “con cuenta y razón los tesoros públicos del erario”. Un dolor de muelas  para los gobiernos del mundo actual. De los bienes, placeres y manjares en la mesa  “cuando los tenía, sin embargo los gozaba, y cuando carecía de ellos, ni aun daba señales de echarlos de menos.”

No perdía ocasión de declarar que cuanto mérito tuviera en la administración de su vida y del Imperio, mucho se lo debía a su contexto:

“Debo a los dioses: el haber tenido buenos abuelos, buenos padres, una buena hermana, buenos maestros, buena familia, parientes, amigos, y, por decirlo en breve, todo género de bienes.”

Marco Aurelio es una síntesis, un “producto”, si se puede hablar así, de siglos de tradición filosófica griega y romana. Conociendo a detalle su pensamiento es, en líneas generales, lo que el cristianismo diría más tarde en las calles y suburbios de Roma.

Con una estimación, misma que se le señala a Marco Aurelio: su pensamiento, el pensamiento de la STOA, circulaba en los niveles altos de la aristocracia romana. Poco, o tal vez nada. “bajaba” al pueblo. Y las terribles convulsiones políticas que agitaban con frecuencia a los altos niveles de la política imperial, dejaban en segundo lugar ese rico  pensamiento filosófico.


Marco Aurelio

"a ninguno de los hombres tiranices  y a ti nadie esclavice"
 
Y es frecuente encontrar en la historia de Roma, que varios emperadores desterraban a los filósofos o cerraban sus escuelas o, como en el caso de Séneca, los presionaban para que se suicidaran. Todos estos pensadores  fueron mártires paganos en defensa de la filosofía.

De modo que también en esto, los pensadores  de la STOA se adelantaron a lo que luego serían los mártires del cristianismo en las manos de los mismos  emperadores romanos.

El estoicismo echó raíces en los palacios imperiales. El cristianismo, en cambio, nuevo aun, empezó en las banquetas y catacumbas del Imperio.

Marco Aurelio, el todo poderoso señor de la guerra y del mundo, llama a una conquista de distinto  valor, fuera de la condición social  y al alcance de todos:

“Estima y vive satisfecho con el arte que aprendiste. Y lo que te reste de vida, pásalo de manera que, con toda tu alma, poniendo todas tus cosas en las manos de los dioses, a ninguno de los hombres tiranices  y a ti nadie esclavice.”

                                    

EPICTETO Y LA ORDEN DEL CAPITAN


 

Pensar en la muerte se evita para poder vivir. Y como obsesión es una patología.

Los estoicos de la antigüedad griega pensaban en la muerte como ejercicio terapéutico. Como ahora se hace con los simulacros contra sismos.

En estos dos  casos son a la manera de  ejercicios propedéuticos.

Era  una manera de lograr realmente, o buscar, una vida de calidad. Ocuparse de resolver las necesidades básicas, en lo material y en lo anímico. Y dejar de considerar las necesidades inventadas, como un fin.

Cuando el final da tiempo de pensar, y con el pretérito más vivo que nunca, se piensa que, de volver a vivir, se haría diferente. Porque se vivió como si el final del humano no existiera.

Epicteto:

“Temes nombrar la muerte, cual si sólo su nombre  fuese cosa de augurio funesto. Sin embargo, mal puede haber augurio funesto en lo que no hace sino expresar un acto de la naturaleza.”

Las cihuateteotl, diosas aztecas.
Eran un recordatorio permanente de no gastar
la vida en banalidades.

Museo Nacional de Antropología e Historia, México
Se acumulaban y se acumulaban cosas y sentimientos.30 pares de zapatos no bastaban, 17 automóviles tampoco. Los 40 inmuebles eran pocos y 100 corbatas…En el beber vino, en el comer y en el sexo (que yo llamaba amor) era lo mismo.

No se teme a la muerte, se teme perder las cosas que acumulamos a lo largo de los años, incluidas las de naturaleza afectiva.

Como dijo Bilito, el despiadado alguacil de Big Wiskie, de la película Los Imperdonables,  tirado en el suelo, a punto de recibir el tiro final: “Estaba construyendo mi casa.”

Bueno, si al menos tuviera una semana más de vida, o un día,         trataría de corregir esto o aquello. Ni siquiera el testamento he hecho.

Pero, dice Epicteto, el capitán ha dado la orden de que la nave parta: ¡suelten amarras, levanten el puente!

“Cuando el capitán llama hay que abandonar cuanto hemos adquirido, mujer e hijos inclusive, y correr hacia el barco sin volver la vista atrás. Sobre todo si eres viejo, no te alejes mucho, no sea que el capitán te llame pronto y no estés en disposición de acudir rápidamente.”

¡Absurdo parece estar pensando en la muerte, como si fuera un curso propedéutico para cuando haya que morir!

Tan absurdo como son los simulacros contra los sismos: ¡Desalojen el edificio porque el sismo ya viene y es cosa de segundos que llegará!

¡El sismo no es un subjetivismo! ¡La muerte tampoco!

No se crea  que es una idea exótica esto de pensar terapéuticamente en la muerte. Hay en la vida presente actividades cotidianas que se mueven en esa frontera: los alpinistas, los toreros, los militares en el frente, los que limpian ventanas en altos edificios, los policías de cualquier calle, la ciencia medica en los hospitales…

Hay actividades que se desarrollan en la frontera...

Del libro Alpinismo Mexicano.
Armando Altamira. Editorial ECLALSA.
El sismo(la alarma sísmica) da unos 30 segundos de margen. La muerte… ¿Quién sabe?

Marco Aurelio, el emperador romano, sabio como pocos ha conocido la Humanidad, no se anda con rodeos cuando se refiere al tema de la muerte: 

"Estúpido es el temor a la muerte. La muerte es un misterio sagrado de la naturaleza y hay que disponerse conscientemente a recibirla. Vano es pretender modificar el curso predestinado de las cosas; lo deseable es aceptarlo de buen grado, sin aspavientos ni amarguras"
Marco Aurelio,Soliloquios
 

¿Quién ordena esas muertes? En el caso de sismos las cinco placas tectónicas oceánicas que zangolotean el territorio nacional, además de otras fallitas locales que, por si no bastara con aquellas, tenemos en  la Ciudad de México.

¿Quién es el capitán, del que habla Epicteto, y marca la muerte de los humanos por otras diversas causas? 

 Esto todavía lo estamos discutiendo.

Como sea, el  capitán al  que Epicteto se refiere no  carga con  muertos, se lleva almas. Y de estas no nos ocupamos. Por eso Epicteto exclama:

 “¡Todos tememos la muerte del cuerpo. Pero del alma, ¿Quién la teme?”

Epicteto, Máximas

 

LA BRUYÉRE: ¿PARA QUÉ SIRVE LA FILOSOFÍA?


 

Lo que es el diclofenaco para sobrellevar los dolores del cuerpo, es la filosofía para la condición anímica del individuo.

Imaginemos un mundo sin diclofenaco. Ahora  imaginemos al mundo sin filosofía.

La filosofía es como la paleontología o cualquiera de las disciplinas académicas. Primero hay que leerla con atención, después ir al campo a ponerlas en práctica.

Como hacen los príncipes de Las mil y una noche, disfrazarse de mendigo, mezclarse entre la gente del mercado para conocer de primera mano qué es lo que necesita el pueblo de su reino o de qué defectos adolece. Si ya perdió el rumbo reorientarse con la brújula metafórica de los viejos libros de filosofía.

Si ya perdió el rumbo reorientarse con la brújula metafórica
de los viejos libros de filosofía.

Dibujo tomado del libro
Técnica Alpina de Manuel Sánchez y Armando
Altamira.
Editado por la Universidad Nacional
Autónoma de México,1978
 
 
Sus colaboradores cercanos, por ignorancia o por intereses propios, pueden estarle falseando la realidad. O por adularlo y hacerle creer que es un gobernante sabio.

Esos príncipes se encontraban conque tanto las leyes civiles, como los cánones de  la Iglesia, hablaban en imperativos categóricos. Esto porque en el pueblo hay  mil necesidades y otras tantas aspiraciones  genuinas que resolver. Pero otros malandrines  que detener.

La Bruyére, Los caracteres:

“Quien se mezcle entre el pueblo y escudriñe en la provincia, hace presto, si tiene ojos, extraños descubrimientos, ve cosas que son nuevas para él, y las cuales ni siquiera remotamente podía sospechar; avanza por medio de continuas experiencias en el conocimiento de la humanidad.”

El príncipe más sabio encontraba en sus indagaciones de “infiltrado”, como ahora se dice, que todo eso que había observado era él. En otras palabras, que lo que había leído en los libros no eran descubrimientos sino una descripción de cómo es el príncipe. Si el príncipe era corrupto o si era sabio….Como fuera, él era el paradigma a emular.

El Estado, o el reino, que él quería gobernar con sabiduría era él. Ahora ya conoce qué hacer para conocerse  él mismo: leer y leer los viejos libros de filosofía.

¿Por qué los viejos libros de filosofía? Porque cuando lea  los nuevos encontrará  que se parecen en mucho a los viejos. Pero que  todos, nuevos y viejos, buscan la manera   que el humano  sea feliz a través de conocerse y, en consecuencia, poner el remedio.

¿Filosofía? ¡La gente va a decir  que eso es ridículo? Pregúntales: ¿Es ridículo tomar diclofenaco?

“Muy lejos de asustarnos ni de sufrir el más leve bochorno porque nos llamen filósofos, reflexionemos que a todas las personas conviene una fuerte dosis de filosofía; su práctica es útil a todas las edades, sexos y condiciones: Ella nos consuela de la dicha ajena, de las indignas pretensiones, de los fracasos, de la decadencia de nuestras energías o de la perdida de nuestra belleza; nos vigoriza contra la pobreza, la vejez, la enfermedad y la muerte, contra los necios y los chistosos de aviesa intención: y nos enseña a vivir sin una mujer, o nos hace soportar a aquella con quien  vivimos.”

Sobre todo conviene a la mujer leer de filosofía. Así sabrá que el mundo real, que los hombres construimos,  no es el mejor de los mundos.

La mujer de la etnia había logrado ese mundo casi idílico permanente, pero llegó el liberalismo moderno y se lo descompuso, al grado de  considerar   a la mujer como un producto desechable.

 

La Bruyére
 
Jean de La Bruyère (París, 16 de agosto de 1645-Versalles, 10 de mayo de 1696) fue un escritor y moralista francés.
La Bruyère se hizo célebre con una sola obra: Les Caracteres ou les Moeurs de ce siècle (1688). Compuesta por un conjunto de piezas literarias breves, constituye una crónica esencial del espíritu del siglo XVII.

La Bruyère fue uno de los primeros escritores en servirse del estilo literario, desarrollando una frase rimada en la cual los efectos de ruptura son preponderantes. Este estilo invita a la lectura del texto en voz alta, otorgando a esta actividad un estatus de juicio moral. Muchos escritores siguieron el camino estilístico iniciado por La Bruyère: Marivaux, Balzac y Proust, pasando por André Gide.

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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