1939-ESPAÑOLES Y JUDIOS SALVAN LA VIDA EN EMBAJADA MEXICANA MARITIMA

 


 Franco consolida su victoria sobre la República Española, también llamada Frente Popular.

40 mil españoles se apresuran a franquear los Pirineos y llegar a Francia, nación amiga.

Rumbo a los Pirineos


Las fotos que ilustran esta nota fueron tomadas de Internet.



Siguen llegando y se considera que el número aumentará, tanto de españoles como de otras nacionalidades, a medio millón. Tal cantidad sólo cabe en campos que se organizan para tal efecto.

¿Cómo ofrecer, siquiera, una comida al día para medio millón?¡Imposible! Muchos mueren a diario de hambre y de enfermedades. Por eso a esos campos, amigos, se les conocerá como campos del horror.

Ese mismo año empieza lo que se conocerá como la segunda guerra mundial. En una guerra relámpago los alemanes llegan a Paris.

Ahora los refugiados en Francia buscan la salvación tratando de llegar a otros países.

 Muchos tocan las puertas de la embajada de México y de inmediato estas se abren. Se precipitan sabiendo que, poniendo un pie dentro, estarán a salvo.

Pero es tal el número que Cárdenas decidió alquilar dos castillos e izar la bandera mexicana.

Francia ahora, en plena guerra, debe alimentar a su ejército, a su población y a los refugiados. En ese orden. Sigue muriendo  de hambre la gente  en los campos de concentración.

La guerra apenas comienza. No se sabe qué giros tomará. La comida escasea y los castillos de la embajada de México pueden convertirse en los castillos de Ugolino. Hay que moverse.

Necesario cruzar once mil kilómetros de mar y llegar a Veracruz, puerto mexicano. Imposible lograrlo. Los alemanes vigilan de cerca los mares. Los nazis no van a dejar que se les escapen republicanos y judíos. Sólo un milagro puede hacerlo posible.


La cara cruel del éxodo. En cualquier momento todo puede irse al fondo del mar.

 



¡Y el milagro se dio! Seguramente el presidente de México, Lázaro Cárdenas, tuvo que venderle el alma al diablo a cambio que los submarinos nazis no hundieran los barcos con bandera mexicana, que no atacaran a la embajada mexicana cuyo territorio era ahora la reducida cubierta de los barcos. ¡Una embajada itinerante!



Embajada itinerante


Pero en la guerra todo puede suceder. La angustia se contaba kilómetro a kilómetro. Veracruz tal vez nunca se vería y miles de cuerpos irían a dar al fondo del mar. Mefistófeles cumplió su parte del contrato. Un día por fin pudieron pisar suelo mexicano.



¡Veracruz! Una bandera les daba la bienvenida




Art. 2o.—Está prohibida la esclavitud en los Estados Unidos Mexicanos. Los esclavos del extranjero que entren al territorio nacional, alcanzarán, por ese solo hecho, su libertad y la protección de las leyes.

(Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos)


Hijos, nietos, y bisnietos mexicanos, descendiente de   aquellos viejos españoles republicanos, pueden dar testimonio de esto.

Y en el momento que escribimos esta nota, 18 de mayo de 2024, una mujer mexicana de origen judío, Claudia Sheinbaum Pardo, lleva amplia ventaja sobre sus oponentes políticos para llegar como titular a la presidencia de México.

De lograrlo ( el 2 de junio,  a sólo 16 días) será la primera mujer en la historia de México que llegue a  la presidencia. La ultima mujer que lo intentó, siete siglos atrás, se llamaba Coyolxauqui.

Los años cuarenta del siglo pasado era el espectáculo cruel en el que los hombres, de todos los meridianos y paralelos, se volvieron locos haciéndose la guerra.

Pero la enfermedad no había escalado hasta el nivel de la imbecilidad, para que se llegara al absurdo de, violentando todo derecho internacional, se invadieran embajadas diplomáticas y sacaran por la fuerza a los perseguidos políticos. Como sucederá casi un siglo más tarde de aquella histórica travesía de españoles y judíos.

Pero aun cuando el síndrome de violentar las embajadas se generalice en el planeta, una cosa es seguro y nadie dude de ello: las embajadas mexicanas siempre abrirán sus puertas a los perseguidos políticos del mundo.

SÉNECA, EL RESCATE DE LA FILOSOFIA

 


Luego de leer a los filósofos modernos es necesario volver a los clásicos de la antigüedad griega para reencontrar la coherencia.

Un pleito de compadres de alto nivel en la cancha de futbol con la portería del Romanticismo y la otra portería de la Ilustración.

A semejanza del “efecto cucaracha”, en   la política de partidos, los  filósofos de aquí se van con los de allá y los de allá ahora están con los de acá.

Los postulados que  se defendieron con tanto ahínco en un mismo pensador quedaron como “escritos de Juventud”. Los seguidores de sus escuelas, dejados de lado, se erigieron en los “neos” de esa teoría filosófica. Neoplatónicos, neokantianos…

La filosofía pasa a ser como un fondo en  el que se dirimen, en el modo intelectual, lo que en la tribuna hacen los políticos que velan por los intereses de su grupo, pero siempre con la bandera de la  “humanidad”  por delante.

Los arquetipos que arrancan de los tiempos prehistóricos que van a dar a lo que conocemos como presocráticos y luego la triada Sócrates, Platón y Aristóteles.

No es necesario (por lo pronto) retroceder hasta los grandes pensadores de la remota Hélade griega. En el camino encontramos a los prácticos pensadores romanos, tan prácticos como escasos.

Uno de ellos es Séneca, con la razón por delante, el ideario de Séneca es que el hombre se forme por sí mismo, que se revele a sí mismo, a través del trato con los otros. No esperar, como en el cristianismo, el auxilio ( en realidad el veredicto) del cielo para ser o no ser.  

Materia que ocupará a la filosofía de los siglos que estaba por venir: carácter innato individual o libre albedrio.


Séneca


No es el materialismo de Demócrito con los átomos de última frontera. Lo inmaterial en Séneca, como la belleza, el amor, no reside en el cerebro según la cantidad de oxígeno, neuronas, aminoácidos esenciales...

Sí en un cielo con deidades antropomorfas que, se reservan la últimas palabra que acá abajo se conoce como destino, azar, hado,  la muerte de todos lo que nace…

Séneca habla al hombre de banqueta de todos los días, Le relata lo que él ha observado de la ira,  de lo superfluo, de la amistad, de la vejez.

No se detiene a elucubrar si la nada es o no es, si el en sí está dentro de la fenomenología o fuera del tiempo, si el anhelo de libertad es motivado por la angustia de un pecado que él no cometió, no niega la tradición al negar la realidad del pretérito.

Hombre de inmensa fortuna material, soldado, parte del círculo íntimo del poder romano, por haber sido instructor del niño Calígula, figura muy conocedora de los pasillos de la corte y de los tribunales, Séneca llegó a penetrar mucho en el modo de pensar y vivir de los hombre de todos los niveles de la sociedad de su tiempo, desde los esclavos hasta el emperador y los miembros del Senado, del que también era parte.

Séneca no hace retratos humanos como Juan de la Bruyere. El esfuerzo intelectual de Séneca va encaminado siempre buscando la senda en el que el humano pueda encontrar la paz en su vida. No habla de superhombre ni de hombres mediocres, como lo hacen Nietzsche y José Ingenieros.

Séneca va en sentido contrario del espíritu que llena las calles darwinizadas de la ciudad: “Los hombres han nacido para la sociedad, la cual no subsistiría sin apoyo mutuo y benevolente de que la componen”. Coincide con Chesterton para quien la sociedad, no la violencia, propició el avance de la humanidad ( Chesterton, El Hombre eterno).

Pero sí, con  con frecuencia, tal como  el cirujano, debe explicar de qué tamaño es el tumor para tener modo de extirparlo.



Dibujo tomado de El Pais


El filósofo Séneca no habla para ser oído y leído sólo por filósofos en conferencias, seminarios y congresos. A modo de monólogo, en epístola a su amigo Lucilio, expone diversos temas de la manera más sencilla.

El olvido de algunas cosas,  situaciones o nombres, tanto la filosofía como la psicología lo dirían  en sendos párrafos.  Séneca sólo dice: “ Me sucede como los libros viejos, que se les pegan las hojas”.

Francisco Montes de Oca, uno de sus modernos biógrafos, dice en pocas palabras el espíritu que anima la filosofía de Séneca: “ Se puede reducir a lo siguiente: “Amar a Dios, amar a los hombres, conservar la propia libertad y respetar, extender y fortalecer la de los demás”.

Lector frecuente de Epicteto, estoico, Séneca, lo dijimos, pugna porque el hombre se haga a si mismo, a diferencia de lo religioso que espera ver si el cielo, selectivo, lo favoreció dándole fe de creer, o no.

El pensamiento de Séneca es prácticamente el mismo que el del cristianismo. Sólo que Séneca nació 4 años antes de Jesús. Su ideario ya estaba maduro, publicado y ampliamente conocido, en los círculos hasta arriba, al tiempo que los cristianos recién llegados a Roma, aun se escondían en la catacumbas, colonizando la mente de los romanos desde abajo.

Con la Iglesia victoriosa de la Edad Media, se esparció la leyenda que San Pablo había convertido a Séneca a la nueva religión.

En todo caso Séneca es de esos pensadores que, por su modo de pensar y exponer las ideas, tiene la virtud de hacer de la lectura de la filosofía tal vez  la más bella y edificante de las ocupaciones con las que el humano puede acompañar su vida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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