NUESTRA TRAVESIA EN EL DESIERTO DE ALTAR,MÉXICO

 

Presentación                                               

Titulo: El Rumor del Desierto

Autor: Armando Altamira Gallardo

Viñetas: Manuel Sánchez

Portada: Javier Osorio

Publicado por: Editorial del Magisterio “Benito Juárez”, (Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación)

2000 ejemplares

13 de diciembre de 1985

110 páginas

 





dibujo de la portada por  Javier Osorio Betancourt


Una  travesía de cinco días, del 20 de diciembre al 24, de 1979.





Ofrecemos una síntesis del mencionado libro.

Las anotaciones que siguen  pueden servir a los que deseen intentar la fantástica aventura de cruzar Altar, en plan deportivo ortodoxo alpino, es decir, caminando.

 

El desierto, como la alta montaña, requiere de un proceso de adaptación para acercarse a él.

 

Temperaturas

En la montaña los habitantes de cotas bajas necesitan subir gradualmente (cosa que nadie hace) para propiciar positivamente la nivelación de glóbulos rojos y blancos requeridos en esas altura. Se  previene así lo que se tiene como “mal de montaña” que puede ir, en cosa de pocas horas, desde un ligero malestar hasta la muerte del alpinista. ¡Y no es ninguna fabula!

Para meterse al desierto, los que vivimos en lugares de temperaturas que oscilan entre los 20 y 10 grados C., necesitamos un acercamiento gradual (que tampoco nadie hace).

Permanecer al menos un día en cada ciudad o población en tanto marchamos  en dirección al desierto. De esa manera nuestros sistemas de adaptación tendrán el tiempo suficiente para no resentir los efectos adversos de los 45 -55 grados que encontraremos en el desierto.

 

Como anécdota recordamos la vez que fuimos, por primera vez al desierto de Samalayuca, en nuestra travesía Samalayuca- partiendo de la Ciudad de México,(20-10 grados)donde vivimos, llegamos al lugar de descenso en la calefacción artificial del autobús (20 grados).Al abrirse la puerta del trasporte recibimos un golpe (literalmente) de 30 grados más de lo que teníamos en el vehiculo. Ignoramos cómo funcionaros nuestros sistemas de adaptación de manera tan brutalmente  violenta, para  salir bien del paso, pero desde luego no aconsejamos que alguien se exponga de esa manera.

Para los habitantes de esas latitudes, aunque la sufren cotidianamente, no es nada excepcional para ellos. Para nosotros es algo no solo de tomar precauciones empíricas, sino de estudiar tales procesos, y trasmitirlos a los que después tendrán que ir a los desiertos bajo la concepción de deportiva.

En el desierto lo que vemos es mensurable y, por lo tanto, nuestro ánimo puede calcular...Lo que vemos no es lo que nos preocupa.

El horizonte latente, ese que no vemos, pero sabemos que está ahí, rodeándonos por todos lados, es lo que golpea nuestro espíritu y lo achica, por los once peligros reales que sabemos encierra.

Y, a la vez, también lo subleva, por el reto que promete tanta belleza.

Si eres hombre razonable conténtate con mirar el desierto desde su orilla.

Si piensas adentrarte en  él, caminando, cargando tu mochila y tu galón de agua, puede ser que hayas perdido el sano juicio.

 Lo cual también puede ayudarte a ganar la otra orilla de las arenas....

 El que no conoce del paralelo de la ciudad de Zacatecas, México, hacia “arriba” (así se leen los planos cartográficos: el norte está siempre hacia arriba de la hoja del dibujo), no sabe lo que es el espacio. Una que otra ciudad y, después, un salto hacia la nada de la inmensa llanura, hacia la libertad geográfica. Hacia la luz enceguecedora. El cielo sin nubes que hace del día  algo terriblemente caluroso y la noche helada.

 Regresamos al Desierto de Altar en 1979. Hicimos esta vez  el recorrido más grande, en sentido perpendicular a la trayectoria solar, que es el meridiano 114° 10’. En el norte  el  paralelo  que más se pega a la frontera con Estados Unidos y en el sur el que mayormente se adentra en las aguas del Golfo de California.

 


La llevé a cabo con Manuel Sánchez (foto derecha) y Mario Ramírez(foto izquierda).






Una idea adyacente de esta empresa es ampliar los límites de ese deporte que conocemos como “alpinismo”. En las montañas se puede hablar de rutas y sus características puntuales. Tan puntuales que con toda confianza escribimos que  un metro más allá está una clavija, tres metros a la derecha  se encuentra el diedro, etc.

No es raro encontrar las huellas de nuestras botas en la arena congelada que dejamos el año pasado. Son rutas milimétricamente trazada y seguidas. De la misma manera nos  topamos con la basura que patológicamente dejamos hace diez años en el glaciar o cosas así nada románticas.

Eso no existe en el desierto. Aquí  la huella de nuestro paso sobre la arena  puede que no exista apenas una hora después de haber pasado pues el viento la habrá borrado para siempre.

Si algo queda,   incluido el alpinista herido, las faunas de tierra y aire lo devorarán totalmente antes que se ponga el sol de ese día. Así es como el desierto se borra él mismo de toda huella humana.

Y esto quiere decir que aquí el alpinista siempre estará “abriendo” rutas. Es un horizonte infinito para ejercitar la voluntad y la destreza del individuo. Su pensamiento lógico y su capacidad para la ensoñación.

 

Una advertencia: en el desierto no hay reflectores. La hazaña más espectacular puede llevársela el viento apenas media hora de haber terminado. Algunos han tenido que comprobar que aquí los egos humanos valen lo mismo que una águila o una lagartija, literalmente, no metafóricamente. Es decir, nada. Aun el águila, señora de los aires. por enfermedad o por vejez, un día tendrá que morder el polvo y quedar a merced de la fauna de tierra.

Y en la quietud  del desierto todo pasa  a una velocidad sorprendente. En las montañas, como anotamos, las rutas se miden por metros o hasta por centímetros. En el desierto los itinerarios se pueden mencionar sólo por minutos y segundos geográficos.

Aun tratándose de un mismo meridiano, en el desierto nadie puede decir que siguió las huellas de otro. El desierto es una eterna hoja blanca donde todos podemos escribir sin dejar de ser pioneros. Después de todo, la categorías de “primero”,”segundo”, tercero”, etc., tan usadas en el alpinismo mundial, no son más que subjetivismos que nosotros mismos hemos inventado.


El desierto está esperando a todos aquellos que gustan de ir, a pie,  a las regiones donde todo está por comenzar.

El cine ha satanizado al desierto como  cosa  horrible. La realidad es que resulta difícil describir su belleza. Algún día llegarán al desierto nuestros poetas, filósofos y novelistas. Ellos lo harán.

 También llegarán  todos aquellos que estén a punto de enloquecer bajo presión de la cultura  industrial y que la ciencia medica llama como psiconeurosis. Cárceles y hospitales están llenos de eso.  Ya en 1901 Alexis Carrel dijo, en su libro famoso, que hay millones, nada más en Estados Unidos, afectados por este mal. Otros países, en los que ni siquiera se lleva ese tipo de seguimiento o registro hospitalario, no están exentos del mal.

 El desierto es, en muchos sentidos, el viaje  lejos de la sociedad de consumo y el desperdicio. Del celular y los medios de comunicación masiva, periódicos, televisión y cine, con sus productos  de magra calidad. En eso hemos convertido nuestra civilización.

Una estancia en el desierto, aunque sea de unos días, nos regresará a los límites reales de nuestra cálida y maravillosa civilización. “Hay que volver atrás”, escribió ya hace mucho tiempo Norman Mailer.

 La desbordante luz del desierto, su impresionante silencio, sus horizontes sin fin y su soledad…La biología descubrió, para curar, inyectando el agente maligno en forma de vacuna. Así el psiquiatra encontrará, algún día,   el remedio para la soledad patológica de sus pacientes en la terapéutica soledad del desierto.

 

Para cuando se dio nuestra segunda travesía a Altar ya habíamos efectuado varias primeras travesías deportivas en el desierto de Samalayuca, sector norte  del estado de Chihuahua. En su sección de lado este de la carretera, por Medanos Blancos. En el oeste, hasta la estación de servicio de ferrocarril Sapelló, que va de Casas Grandes a  Ciudad Juárez.

 Manuel Sánchez, uno de los componentes de esta travesía a Altar, de 1979, había sido líder en otra travesía, nueva, en Samalayuca, con un grupo independiente que él formó, preparó y guió.

 Las hermosas viñetas que forman parte de este  libro fueron creadas por Manuel Sánchez.


 



Hemos de confesar que las fotografías que aparecen en este trabajo sobre Altar en realidad corresponden al desierto de Samalayuca. En el momento de la impresión de este trabajo no teníamos a la mano las fotos de Altar y echamos mano de este recurso. En ellas aparecen Luis Burgos Peraita y Armando Altamira Areyán (consultando la brújula), entonces de once años  de edad, cruzando las dunas. Al fondo la sierra de Samalayuca.

En el desierto las sombras nos hablan. Foto de arriba tomada en la mañana. Ellos se dirigen hacia el norte. 

En la ciudad hemos perdido nuestra sombra, el GPS en tanto manejamos y  los  semáforos cuando peatones, nos guían.




El desierto, para las travesías deportivas,  a pie, presenta  varios peligros que en cualquier momento pueden ser de graves consecuencias.

Agua 

La primera cuestión es el agua. Si vamos a creerle a A. Starker Leopold (El Desierto, Pág 85, Time-Life Internacional, Nederland NV., 1967), el individuo pierde un litro de agua, en temperaturas elevadas del desierto, en una hora. ¡Y, decimos nosotros, cada individuo no puede cargar más allá de quince litros, aparte de su bagaje! Nosotros pasamos extremos apuros por falta de agua.

Esto se puede solucionar de varias maneras. Una, para no apartarse de la ortodoxia alpina de ir a pie,  es instalar campamentos con el sistema de “lanzadera” tal como se hace para subir una montaña.

 



Ocho de la mañana. Los dos caminan hacia el fotógrafo, en dirección norte... Fuera del GPS, y la brújula, los que no descifran en el desierto, de manera empírica la orientación... 



La otra manera sería arrojar desde helicóptero  depósitos de agua en una ruta trazada de antemano o en vehículos un tanto especiales, como el jeep, surtir una ruta, etc. Tal vez parezca poco ortodoxa esta solución pero la realidad del desierto nos impone condiciones.

Animales

Otro peligro potencial es la fauna. En los desiertos secos de arena hay más víboras, escorpiones y arañas, mortalmente venenosas, que alguien puede  imaginar.




Fauna del desierto de Altar. Abajo el monstruo de gila

Fotos tomadas de Internet.

Todas esas criaturas están dedicadas, las veinticuatro horas del día,  a matar para poder comer. En Altar, además, está el Monstruo de Gila. Pequeño lagarto (medio metro) un tanto escaso en población y lento, pero que también es de cuidado.

Caminando durante el día y acampando no se crea que se nos van a aparecer por todos lados. Pero de todos modos no es ocioso tener noticias  al respecto.

Por idea, o por necesidad, de caminar en la noche, es donde más riesgo se corre porque es una fauna especializada para mover en la oscuridad y ahí el humano está en desventaja. Nosotros lo hemos hecho por necesidad de escasez de agua. Si se puede evitar mejor.


No pudimos resolver el recurso de llevar sueros anticrotálicos. No eran fácil de conseguir entonces y debían mantenerse a cierta baja temperatura.

Entonces no era tan familiar el uso del teléfono de mano por lo que de haber sufrido alguno de estos percances no lo estaríamos contando… Uno del grupo lo perdimos de vista y sólo hasta haber llegado a Puerto Peñasco pudimos dar la noticia y emprender en ese momento su búsqueda por avionetas.

El recurso del que creemos se puede echar mano, en caso de peligro, es comunicarse con los grupos de salvación de Puerto Peñasco o de Caborca. Para eso tener a la mano números telefónicos.

En esta travesía se perdió uno del grupo y al final fue localizado. Los detalles se relatan en la publicación presente. La búsqueda se realizó desde el aire en dos avionetas coordinadas por Marcos Arocha, piloto del Club Aéreo de Auxilio y Salvamento de Caborca, Sonora, el 25 de diciembre de 1979.Participaron volando en la otra avioneta sus dos hijos Marco e Ignacio. 

Yo fui en la  del señor Marcos señalando nuestra ruta de recorrido. En  varias ocasiones recorrimos desde casi la frontera hasta las orillas del Golfo. Nada. Por eso tuve la oportunidad de tomar fotos aéreas de la estación López Collada que aparecen en la publicación.

Hubo escepticismo en algunos sectores del alpinismo de la capital de la república. Aseguraban que las fotos, donde aparecen las avionetas, las conseguimos en el Aeropuerto Internacional Benito Juárez.

 Aprovecho este espacio para dar las gracias a la familia Arocha y a la vez exhibir dos de las fotos que entonces tomamos.

 


Los dos de la izquierda son los hermanos Arocha, el de la derecha es Mario Ramírez, de nuestro grupo.

 







López Collada y carros tanque del ferrocarril.        Lo que se ve en la foto son las casas de la estación. Son estaciones de servicio y vigilancia. Es decir su misión es revisar cada día  tantos kilómetros, o verificar, que las vías esté en buenas condiciones. Sus habitantes son trabajadores del riel que viven allí con sus familias. Se ofrece esta explicación porque puede considerarse extraño que haya estaciones en pleno desierto(de hecho enmendó del desierto y la costa).

 Algunos kilómetros hacia la izquierda, de esta estación, es decir al oeste, se encuentra, próximo a la vía,  el obelisco que fue erigido en memoria de los que murieron cuando tiraban la vía del ferrocarril, según se relata en la película mexicana Viento Negro.


Inseguridad

Estos meridianos de Altar no están lejos de las rutas de los que subrepticiamente buscan entrar a Estados Unidos. Si bien ellos su dirección es hacia el norte y nuestro recorrido iba al sur. De todas maneras, no pudimos escapar de la sospecha que también buscábamos entrar de esa manera al país del norte.



Portada de la publicación de la primera travesía al desierto, meridiano 113°50

Editada por La Universidad Nacional Autónoma de México, en 1978


Asimismo, las dos ocasiones que fuimos a este desierto no escapamos  de sospechosos de narcotraficantes. Al abordar el ferrocarril que nos llevaría de regreso a Puerto Peñasco, luego de haber cruzado el desierto, fuimos ya a bordo del tren, revisados minuciosamente, mochilas y ropa,  por el inspector del ferrocarril, en tanto un militar nos encañonaba con su metralleta. 

Advertencia: Con la desaparición del ferrocarril, que tuvo lugar en el país, es probable que este servicio, que mencionamos en estos relatos, tanto para el Desierto de Altar, como para el Desierto de Samalayuca, a la fecha ya no existan.

 

Temperaturas

Mexicali, de Baja California Norte,es una ciudad fronteriza con Estados Unidos al noroeste del desierto de Altar, pero pertenece a la misma región geográfica. En Mexicali hubo 12 muertos por "golpe de calor", según se diría  en el canal televisivo 113 de las noticias del 15 de octubre de 2015.





Recorrido solar.

En el Trópico de Cáncer las temperaturas son las más altas en los desiertos mexicanos.

 Van a requerir más agua los caminantes. En diciembre menos agua.





Considérese estas mismas condiciones de temperatura pero en la ciudad donde hay sombras, agua y recursos varios cómo protegerse de las altas temperaturas. En el desierto de Altar no hay nada de eso.

La vegetación, con su flora y plantas de la llanura, que la gente llama de "chaparral", es muy baja y rala. Y llegados a la zona del erg, es decir, de las dunas, ya no hay sombras ni siquiera de 5 centímetros. Al menos en el meridiano que nosotros seguimos.

La segunda ocasión que cruzamos el desierto de Samalayuca, de Médanos Blancos a la estación ferroviaria de servicio de Sapelló, encontramos 51 grados centígrados en la zona de las dunas. En estas condiciones aun la ropa ligera es demasiado.

 Pero no hay que confiarse, sobre todo tratándose de la época fría.  Los desiertos mexicanos también puede cubrirse de nieve en el invierno.Es cuando llegan cíclicamente los "frentes fríos".Esto quiere decir que si bien hay que ir con ropa ligera y blanca también hay que ir preparado para la eventualidad de una nevada.

 

Tornados.

En el año se producen muchos tornados en el sur de los Estados Unidos que afectan de alguna manera también el norte de México. Aquí es menos su impacto pero de todas maneras habría que familiarizarse con la mecánica del tornado.

La tercera vez que recorrimos el desierto de Samalayuca (en esta ocasión fui con Luis Burgos Peraita y Armando Altamira Areyán) tuvimos nuestra experiencia con los tornados.

 Cruzábamos la parte alta del erg (dunas), del sector oeste, cuando divisamos a lo lejos, hacia la Sierra del Presidio,  un tornado más allá de Medanos Blancos, en el sector este de la carretera y la vía del ferrocarril  que van hacia Ciudad Juárez. No hicimos caso pues la distancia de donde nos encontrábamos  serían unos veinticinco kilómetros. Hasta nos pareció divertido. En ese momento el tornado se desplazaba hacia el sur y nosotros íbamos en dirección contraria. Y en la inmensidad del desierto un tornado se puede dirigir hacia cualquier lugar para donde se encuentren las condiciones de temperatura en sus componentes de aire caliente-frío.

Seguimos en dirección a la estación de servicio de ferrocarril Sapelló, en el noroeste. Cruzamos la pequeña sierra de Samalayuca, a través de un puerto que hay  en su extremo norte y llegamos a un pequeño oasis. Un espejo de agua somero redondo y en su orilla grandes árboles y un piso de pasto verde y fresco. Después el desierto infinito y ardiente  sigue en todas direcciones. Le pusimos por nombre “el oasis de las ranas y las hormigas” por la abundancia que hay de estos pequeños animales.

Esa era nuestra meta para acampar. Serían las dos de la tarde. Dejamos las mochilas recargadas en unas rocas de las que brotaba agua y nos disponíamos inspeccionar el oasis. Nos habíamos retirado veinte metros de las mochilas  cuando un golpe de aire frío que descendió, seguramente cuarenta grados en un segundo (media hora antes habíamos registrado cincuenta y un grado centígrados), nos golpeó.

Ni siquiera volteamos a indagar las causas del asunto. Corrimos hacia las mochilas. Ya un chubasco de agua violentísimos nos caía de todas partes. Sacamos como pudimos la tienda con la intención de armarla y protegernos en su interior. Solamente pudimos fijar un poste y el otro la sostuve en el fondo con las manos.

Escala Fujita

En ese momento recordé lo que sabía acerca de los tornados pero tenía como mera curiosidad hemerográfica y bibliografica. Que en norteamérica la primavera representa algo más que temperaturas cálidas.

 Los tornados más veloces se forman en esta época principalmente los meses entre abril y julio. Tan pronto empieza a subir el aire caliente por el Golfo de México, y se mezcla con el aire frío que baja de Canadá, los remolinos son casi inevitables. Sobre todo en la parte norte de México que abarca del otro lado los estados de Texas, Oklahoma y Kansas. Es un corredor vertical.

Lo tornados se puede formar en cualquier  parte del mundo pero cerca de un 75 por ciento se originan en Estados Unidos. La mayoría  en el centro de este país en un área conocida como el Corredor de los Tornados. Los tornados se consideran en tres diferentes tamaños, cada uno con diversas características y son “débil”, “fuerte” y “violento”.Su tamaño depende no sólo en su ancho físico sino también en altura y otras cuestiones que considera la Escala Fujita.

Se sabe que los   “fuertes” representan un 29 por ciento de los tornados.  Su velocidad media   es de 110- 205 mph. Estos tornados pueden durar unos 20 minutos. Son los que derriban casas rodantes y voltean trenes de ferrocarril. Esto, más que la Escala Fujita, nos puede dar idea  de su fuerza.

Los tornados “violentos” son los menos comunes pero son los más fatales. Son los responsables de un 70 por ciento de las muertes por tornado. Sus vientos por lo general pueden alcanzar hasta 205 mph y más. Son los que pueden arrojar automóviles por los aires, levantar viviendas, lanzarlas a kilómetros de distancia o elevan casas aun de fuertes marcos ( Al finalizar el mes de abril del 2011murieron 310 personas en Alabama, sur de Estados Unidos,por causa de los tornados).

 

 

 


Barack Obama, presidente de Estados Unidos, visita uno de los escenarios del desatre por la serie de tornados en Alabama en abril de 2011(foto Ultimas Noticias)




Fue un tornando de los llamados “débiles “el que nos alcanzó el Samalayuca. De todas maneras la sierra nos había atenuado el impacto. Si este tornado nos agarra en lo alto del  erg  probablemente habíamos volado los tres con todo y tienda.

En la región centro de México no estamos familiarizados con el fenómeno de los tornados. De alguna manera nos parecen acontecimientos  esporádicos. Pero no habría que perderlos de vista y familiarizarnos con su mecánica, para pensar en prevenir de alguna manera. Recuérdese el tornado que azotó Ciudad Acuña, Coahuila, México, en la última semana de mayo de 2015. Se dice que en tan solo 6 segundos(seis) destruyó 750 viviendas, dejó 13 muertos y muchos heridos.


 En el centro de Altar. Primera travesía mayo de 1977,Meridiano 113° 50´

Bernardo González y José Flores

Trabajadores, en ese tiempo, de la Facultad de Ciencias Químicas, Ciudad Universitaria, de la Universidad Nacional Autónoma de México.

La foto fue tomada en la tarde, lo que se traduce que ellos van hacia el sur.

Foto de Armando Altamira (puede ser utilizada libremente en otras publicaciones)


El plano  marca las dos rutas que hemos abierto. 

Km. 100, en 1977,km 130 en 1979

 

Sí, el desierto está plagado de animales potencialmente mortales para el humano pero, como exclamó Zaratustra al llegar a la plaza, después de dejar su cueva en la montaña : " Más peligro he encontrado entre los hombres que entre los animales".

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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