COMPAÑEROS DE ESCALADA MUERTOS REGRESAN EL 2 DE NOVIEMBRE

 


Lo difícil en el alpinismo no es la escalada ni morir en ella. Eso se acepta tácitamente por el escalador. Otra cosa es tocar la puerta y decirle a la madre: señora su hijo se mató escalando…

Lejos de los valles frecuentados por los montañistas y escaladores, instalamos nuestro campamento de cinco tiendas individuales. Valles altos cerrados a todos, escaladores y turistas, por lo de la pandemia mundial.

 Ante tal prohibición buscamos el rincón más apartado del grupo de Las Monjas, en los 3 mil metros  sobre el nivel del mar, arriba del pueblo de Chico, Hidalgo, México.



Manuel García. Participó en la conquista de la pared Las Inescalables (5 mil metros  sobre el nivel del mar), norte de la Cabeza de la Iztaccihuatl.

Instalado nuestro campamento en lo alto del grupo de Las Monjas, podemos ver en las noches despejadas los pueblos del lado norte como Amajac, San Nicolás Xathe y al noreste Atotonilco el Grande.

 Algo nos llama la atención en esta noche fría  de cielo despejado. Se escuchan, no obstante la distancia, el estallido de los cohetes y vemos estallar en el fondo del valle las grandes luces multicolores de pirotecnia.

Desde el 27 empezaron los llamados a los muertos por medio de hacer estallar los cohetes. Es invitarlos a que vengan,modo de decir que son bien recibidos, que no tarden en llegar que ya el banquete está  servido.



Manuel Ramírez. Escalador de Pachuca. Logró la primera a El Obelisco, región de Los Frailes, Actopan Hidalgo, México.



Dibujo inferior marca el principio de la escalada, la llegada al Hombro  y la traviesa hacia el lado posterior.Dibujo de arriba muestra como se sube en el lado que no se ve en la foto. El dibujo de Manuel Sanchez da idea de la posición del escalador al efectuar la travesía(tomado del libro Técnica Alpina de Manuel Sánchez y Armando Altamira, editado por la UNAM en 1978.

Es la fiesta nacional del regreso de  los muertos1 y 2 de noviembre. En esta región es la más grande conmemoración del año. Grandes fechas religiosas, y civiles del país, quedan en segundo lugar. Esta es la fiesta de los muertos, sin igual en esa región.

Con excepción del 12 de diciembre, día de la diosa india mexicana, llamada virgen cristiana desde el siglo dieciséis.

Al atardecer del regreso de escalar en el lado sur del grupo de Las Monjas, nos reunimos en la tienda comedor. Son escaladas muy cortas y la mayoría sin problemas para señalar. El ejercicio es para mantenerse en forma.



Eulalio Rivera, escalador de Pachuca. Se precipitó en caída mortal cuando abrimos la directa a la norte de la pared  Rosendo de la Peña.

 Como sea, tenemos mucha hambre y atacamos lo que hay en las cacerolas. Nos turnamos. Un día tres escalan y dos se quedan de cocineros. Mañana tres cocinan y dos escalan.

Hacia media noche Kiva, la muchacha escaladora, recuerda la fecha. Es la noche y  la hora en que  los muertos regresan. Quiere poner el tema en contexto. Dice:

La divinidad, la verdad, el amor, la realidad misma de la realidad, la existencia, el diablo de occidente, el infierno, los átomos, los noúmenos…creemos en todo ello por fe. Nadie, en cambio,   en sus cabales, puede negar la realidad de la muerte.

 Si algo existe, que podemos estar seguro de ello, dice otro del campamento, es la muerte. Mictlantecutli, es como se conoce aquí al señor del Mictlán, y Mictlancihuatl, a su mujer, la señora del Mictlán.

Kiva:

La muerte es el punto de apoyo de los grandes pensadores occidentales, de los siglos remotos hasta nuestros días, para creer en su contrario: la vida. 

En la filosofía mexicana la muerte  es vida. Y nadie, aunque sólo le quede   una gota de sangre india, duda de la certeza de esa antinomia. En muchos países se festeja esta fecha. En México, en especial el México  rural y étnico, pervive la familiaridad con  la muerte en el inconsciente colectivo del pueblo.

 El Mictlán es el número nueve de los cielos. Oscuro y en la parte inferior de los otros ocho cielos, pero sigue siendo cielo. Aquí no hay infierno. De ahí que se le festeje a lo grande.

Los cohetes son para llamar a los muertos. Se hacen estallar más cohetes en tanto están con nosotros, dicen en la región. Y se truenan más cohetes para despedirlos cuando se van, al amanecer del día tres. No es un adiós, es una despedida temporal. “Los recibiremos otra vez el año que viene, o llegaremos ya como invitados…”

Creemos que tenemos vida, o que estamos en la vida, por la muerte.



                                          Manuel García.

Es tiempo de recordar, dice alguien del grupo, a nuestros amigos muertos en la montaña. Aquí mismo, en Las Monjas hace tiempo murió Eulalio Rivera, escalador de la ciudad de Pachuca, en tanto él y yo abríamos una variante de  la pared norte de la Rosendo de la Peña.

En el flanco oeste de la Iztaccihuatl seis amigos nuestros perdieron la  vida precisamente un dos de noviembre. Al año siguiente otros dos compañeros nuestros de escalada, también murieron en el mismo sitio, el dos de noviembre.

Les cuento que en nuestra ascensión al filo noreste del monte Aconcagua, en 1974, instalamos el campamento dos, hacia los 6 mil metros, a veinte metros del cadáver de Janet, alpinista norteamericana muerta algunos años atrás. Esa noche le hicimos compañía en su soledad en un lugar tan lejano de los Andes centrales argentinos. En metafísica no existen las fronteras,   así que también la recordamos.

Su anorak color azul no había perdido el color. Hacia el amanecer cayó una fuerte nevada y por la mañana el cadáver estaba totalmente cubierto de nieve. Dos días después, al descender todos al campamento base, después de nuestra cordada haber alcanzado la cumbre, Janet seguía cubierta por completo de nieve y hielo.

Tecuciztecatl, el Sol nocturno teotihuacano, brilla fuerte en la noche fría sobre Amajac y Atotonilco el Grande.



Omar,compañero nuestro de escalada que no pudo participar con nosotros en esta ocasión de Las Monjas,nos envió por correo,  hacia la media noche,la fotografía de la "ofrenda" puesta en su casa.

Contiene los elementos de las "ofrendas" mexicanas en los días  1 y 2 de noviembre:1)fotos de los familiares y amistades ya fallecidos,2)papel cortado,generalmente de color amarillo y rojo. Simboliza (en la mitología nahuatl) que ya están en el Tlalocan o paraíso y forman parte de la cauda solar,3)las flores de cempazuchitl que forman parte en la poesía y filosofa nahuatl de La Flor y el Canto,4) recipientes conteniendo diversos guisos,frutas, bebidas alcohólicas, atole, pulque (sobre todo pulque,la bebida sagrada) y café. 

Todo cubierto por el humo de copal que se quema con frecuencia porque mediante el humo, que se eleva, suben los cantos poéticos,canciones y plegarias hacia los dioses mexicas.

Para no gastar la energía de  las lámparas eléctricas de mano hemos traído varias veladoras, para  el campamento de Las Monjas. Nadie se va a su tienda individual. Esta noche todos dormimos en la amplia tienda comedor, bajo la parpadeante luz de las  veladoras…

 

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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