EPICTETO, UN PEQUEÑO GRAN LIBRO

 


Bibliografía:

Manual, de Epicteto,

Manual para la vida feliz (Epicteto-Pierre Hadot)

Séneca, Tratados filosóficos.

 

 Epicteto presenta en su Manual la gran dicotomía que aboga  por que el hombre avance pero, a la vez, que no mueva un dedo intentando cambiar las cosas tal como las presenta el universo.

Todos los días tenemos que competir en olimpiadas donde el rival a vencer es mi yo y la meta es la paz interior.

Epicteto, filósofo turco, nacido en el año 50 de esta era, alumno de Musonio, no escribió y fue su discípulo Arriano, el que tomó nota de sus lecciones.

Se ha señalado que Epicteto no cree en los dioses, aunque muchas   veces los menciona como los autores de todo.

 Pero, sí cree en lo que llama el Principio rector, que es igual (en el Manual) a la Razón y la Razón como chispa  divina presente en el hombre. La Razón universal igual a voluntad de la Naturaleza que siempre aspira al bien.

Es probable que Chesterton se haya detenido en esta parte (suponemos, no estamos seguros que Chesterton haya leído el Manual) para asentar que la teoría de la Evolución, en todo caso,- (Chesterton creía en la Creación no en la Evolución) se debió a la solidaridad  entre los miembros del clan y no a la imposición de los fuertes.

Reiteradamente Epicteto se refiere a la virtud, que para él es el uso correcto de los deseos y lejos  del apoltronamiento.

Hay tela de donde cortar para los que son inclinados a las abstracciones. Sacado de contexto Epicteto es un laico o un creyente.

Y así será por siempre. Recordemos lo que Jean Wahl dice en su Introducción a la filosofía (Cap.1): “Cada periodo  del pensamiento humano tiene su propia interpretación de los grandes de la filosofía.”

Así es como Platón es más espiritual que San Agustín (en la vida real San Agustín, ocho siglos después que Platón,  fue un platónico) y más ateo que Tito Lucrecio Caro.

Epicteto dice que la salvación, o no, del hombre, depende  del uso que le dé a su libertad (para Epicteto todo en la vida está al margen de su alcance, excepto  la conducta moral que, dice, es lo único que le pertenece).

El hombre es libre pero, el Destino es el que nos impone el papel que debemos desempeñar en la vida y, más vale hacerlo lo mejor posible.

Entre tanto, es necesario mantenernos lejos de toda bajeza  a la vez que de cualquier ambición excesiva. ¡O pasaremos  a ocupar la nota roja de los diarios!

El modo en que Epicteto  comunica su modo de pensar es a la  manera  de  consejo o comentario, lejos de los  imperativos categóricos bíblicos.

Numerosos temas, que en la actualidad nos son familiares, circularon desde ese remoto tiempo en el Manual tales como el celibato en los filósofos, las relaciones sexuales sólo dentro del matrimonio. Epicteto se pregunta por qué no se da vía libre para que las mujeres frecuenten la filosofía.

 Así fue como su Manual, breve casi como material de mano, ha trascendido los siglos y llegado a los rincones del mundo. Estudiado con afán por los emperadores romanos  ilustrados como Marco Aurelio y pensadores como Séneca., Montaigne…

Es un pequeño  texto que tiene reflexiones como la siguiente, que viene al caso en los que practicamos el alpinismo ya sea como deporte o como plan de vida: “Lo que perturba a los hombres no son las cosas, sino los juicios que se hacen sobre esas cosas.”

No es la montaña la que impacta la subjetividad de los escaladores sino las cosas que estos imaginan de la montaña: difícil, inescalable abordable. Hasta se han elaborado tablas  de la nerviosidad que el hombre experimenta en el trascurso de una ascensión. Se presentan estas tablas como la dificultad “real” que tiene cada paso de la montaña.

En otras palabras, como si las rocas ígneas tuvieran la facultad de mostrarse más difíciles o menos, terroríficas o benévolas…

De los juicios que los hombres se hacen de las situaciones Nietzsche decía que había que trabajar porque, como están las cosas, la angustia de saberse enfermo mata más que la enfermedad misma.



“…nos asustamos de fantasmas que nosotros mismos hemos creado, que nuestras pasiones son a menudo fruto de espejismos, que nos negamos a ver la realidad tal como es.” Hadot.

Dibujo tomado del libro Técnica alpina, de Manuel Sánchez y Armando Altamira, editado por la UNAM en 1978.

Sedujo tanto a la mentalidad cristiana que el Manual circuló ampliamente en los conventos del los primeros siglos y durante la Edad Media.

Destructora y rescatadora de lo que acaba de destruir, la Iglesia es el modo en el que se conocen algunas de las grandes ideas y civilizaciones. Debido a ese afán de buscar la empatía de la nueva religión con las religiones ancestrales que va encontrando a su paso.

Verbigracia, la manera “pagana” de pensar en el nivel de la filosofía de la Grecia antigua, y las culturas del continente americano entes del siglo dieciséis, como el Popol Vuh.

Por lo demás una lectura textual de la Biblia deja fuera toda tradición étnica, el modo católico, en cambio, tiende a conservarla.

Por el empeño en mostrar las virtudes del Nuevo Testamento  estudiaron con cuidado, y seriedad, los monjes el Manual. Para aprender de él muchas de las actitudes que la ascesis convenían a la nueva religión, sobre todo si ésta aspiraba a ser considerada también en el campo de la filosofía, entendida ésta como ejercicio espiritual.

Después una amplia gama de matices apócrifos tuvo el Manual en los salones de estudio de los monjes. Copias textuales a los que se les cambiaba el nombre del autor. Interpretaciones hasta lograr una presentación cristiana. Sustitución de alguna partes del Manual con injertos del Antiguo Testamento. Ausencia de toda relación antigua para hacer al Manual (con otro título) como obra reciente, etc. La apología se convirtió en cosa apócrifa.

De antiguo hay ideas como la del himno de Cleantes donde Zeus es el Padre de los hombres.

 Pero, como queda dicho, y ya en manos el Manual de los paleógrafos, el cristianismo fue el vehiculó en el que viajo la obra de Epicteto a través de los siglos, paralelos y meridianos.

Así como corrió la especie, fantástica, pero que llegó a creerse en plena Edad Media, que San Pablo había convertido al cristianismo a Séneca, así de esa manera el Manual conoció padres gratuitos sin fin.

Epicteto es claro al  decir que los discursos de los filósofos, como Crisipo, no son nada sino se vive en armonía con ellos. ¡No aparentes ser filósofo, mejor vive como filósofo!

¿Pero qué es, en la realidad, lo que contiene el modo de pensar de Epicteto? Hadot lo explica así: “Lo único que importa es el puro  amor al bien”.

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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