ORTEGA, IDEAS PARA LA NOVELA

 

 

 


 

Más efectivo que el diclofenaco, contra el mortal aburrimiento, o el loco estrés de la ciudad moderna, es escribir o leer poemas, o novelas. Tarde o temprano nos toparemos con su valioso fondo cultural.

¿Leer novelas contra el estrés?Bueno, hubo siglos que, para aliviar la tensión que sus cargos les imponían, los reyes se dedicaban a  perseguir liebres, ahora juegan al billar y al futbol. Nosotros preferimos leer.

 

Referencias:

 

El náufrago ilusionado-Rafael García Alonso

 

El tema de nuestro tiempo-José Ortega y Gasset

 

Parerga y Palipómena- Arturo Schopenhauer

 

 

Ver más allá del fenómeno

 

 

Ortega:

 

En la función intelectual no logro acomodarme a mí, serme útil, si no me acomodo a lo que no soy yo, a las cosas en torno mío, al mundo transorgánico, a lo que trasciende de mí.

Es  un error pretender que el arte se subordine al realismo  y quede a la altura de la pesada realidad

 

García:

 

El realismo encarna el error más común y al tiempo más grave que afecte a la comprensión del arte. A saber, considerar que la obra artística es heterónoma respecto a la realidad habitual a la que debe copiar. Dicho ontológicamente: el arte es, de suyo, una actividad ideal e irreal capaz de elevarse por encima de lo material y real, es, por lo tanto, un error pretender que se subordine y quede a la altura de la pesada realidad.

Schopenhauer:

En las masas, al igual que en las aristocracias, pocos leen, pero todos parlotean.

Podemos esperar lo mejor de los barcos de vapor y los ferrocarriles, que favorecen el intercambio de pensamiento tanto como el de mercancías, con lo que ponen en el mayor peligro la beatería popular que con tan pícaro cuidado es cultivada en Inglaterra y domina incluso las clases superiores porque, en efecto, allí pocos leen pero todos parlotean.

 

 


Un mundo en el que todos lean libros (no sólo celulares) y pocos parloteen.

 

Viñeta tomada de El País,21, abril 2018

 

 Sin justicia la realidad de la vida humana es un sofisma de letrina.

Ortega:

Lo justo debe ser cumplido, aunque no le convenga a la vida. Justicia, verdad, rectitud moral, belleza, son cosas que valen por sí mismas, y no sólo en la medida que son útiles a la vida.

Hay novelas que son, ni más ni menos, Declaración de Principios de algún partido político, sindicato o secta.  Ignoran el pretérito y arrancan hacia su creación espontanea. Exentas por completo de ideas estéticas, tratamiento dialectico, y sólo intereses sectarios empíricos. Es su derecho. El fraude está en la palabra “novela”.

 

 García:

Es el caso del escritor sin talento, que se autoconvence de no necesitar virtudes específicamente estéticas, esto es, ideas, imágenes, gracia, amenidad, etc., sino simplemente luchar por algo con su obra. Como el socialismo o la libertad.

 Meterse al ruedo y luego ver los toros desde la barrera. Sigue digerir y escribir. Esto último requiere apartarse. Convivir con la gente, estar entre la gente, le da calor a la vida y se aprende de ella pero, permanecer  en la boruca resultará un escrito de pura boruca. Embrutecerá a la masa en vez de aportar sugerencias de calidad para la vida.  Así es el mundo de la novela. De trescientas novelas, dice Voltaire, sólo pasarán 30.



Requiere apartarse


Tomada de El Pais

27 octubre 2018 







Schopenhauer:

 La eminencia del espíritu conduce a la insociabilidad. De hecho, si la calidad de la compañía pudiera sustituirse por la cantidad, valdría la pena incluso vivir en el gran mundo: pero, por desgracia cien mentecatos en grupo no dan un hombre inteligente.

 

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“José Ortega y Gasset fue un filósofo y ensayista español, exponente principal de la teoría del perspectivismo y de la razón vital e histórica, situado en el movimiento del novecentismo.”

 

“Rafael García Alonso (Madrid, 1956) es profesor en el Departamento de Sociología del Arte y de la Literatura en la Universidad Complutense de Madrid. Su tesis doctoral versó sobre “Robert Musil y el hombre escindido” (Mención en el XII Premio Anthropos de Ensayo).”

 

“Arthur Schopenhauer, fue un filósofo alemán, considerado uno de los más brillantes del siglo XIX y de más importancia en la filosofía occidental, siendo el máximo representante del pesimismo filosófico​​ y de los primeros en manifestarse abiertamente como ateo.”​ 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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