ASCENSION ALPINA EN MEXICO PARA EXIGENTES

 


 

Filo Noroccidental de la Cabeza de la Iztaccíhuatl.

 

 


Iztaccíhuatl (5,230m) y Popocatépetl( 5,426m) vistos desde al Ciudad de México.

La letra A señala la ubicación y altitud del Filo Noroccidental, en lo que se conoce como la Cabeza de la Mujer Blanca ( en mexicano o náhuatl Iztaccíhuatl=iztac, blanco, cihuatl mujer)

Foto tomada de Internet


Diez kilómetros de recorrido a pie con 2,500 metros de desnivel a partir del pueblo de San Rafael (2,650m).

Bosques altos, escalada en roca, y ascensión por rampas nevadas hasta la cumbre de la cabeza (5,146m)

Igual distancia para el regreso. Estamos hablando de 20 kilómetros de vigoroso esfuerzo.




Dibujo tomado del libro Técnica Alpina de Manuel Sánchez y Armando Altamira.

 Editado por la Universidad Nacional Autónoma de México,1978



La primera etapa de la ascensión es del pueblo de San Rafael al refugio del Teyotl.

El plano señala las cuatro principales  cañadas del lado oeste la de Iztaccihuatl




Vías de acercamiento a partir de la Ciudad de México. Igual para la Iztaccihuatl que para el Popocatépetl(la base de este ultimo es en Tlamacazcalco).

 En La Joya(4,000m) se empieza a ascender a la Iztaccihuatl por lo que se considera la ruta clásica o tradicional: Pies, Rodillas, Panza, Pecho.

Para alpinistas que normalmente habitan en piases de poca elevación sobre el nivel del mar, conviene tomar en cuenta( para efectos de aclimatación a la altura), las altitudes que aquí se señalan, empezando por la Cuidad de México: 2,200m, San Rafael 2,900m...




¿Grado de dificultad de la ascensión?  ¡Eso no existe!

Se trata de un viejo subjetivismo muy arropado en el alpinismo y andinismo.

El grado de dificultad debe buscarse en el estado psicofísico del alpinista.


1-Rampa que se remonta a la salida del refugio el Teyotl.

A-Marca el tramo de unos 30 metros. Según la temporada, es roca sobre la que se evoluciona con cierta fluidez. En ocasiones está recubierta de nieve y hielo.



1.Rampa inicial-2 tramo de roca-3 inicio de la rampa-4-5 pared conocida como Las Inescalables (que sí son escalables).

Normalmente el descenso se logra por dos vías: 1-La ruta llamada de Los Aretes (o Las Agujas) que  es caminando por una fuerte pendiente, hacia el oeste, en dirección del albergue Laminas.2-Si se quiere regresar al refugio del Teyotl, efectuando un rappel de unos veinte metros, hacia el sur, a lo que propiamente  es el Cuello. De ahí caminando(este-norte) por la ladera este hasta el refugio.



La línea roja interrumpida señala la dirección a descender hacia el albergue de Laminas.




                              La señal roja es la ubicación del Filo Occidental

                                         En al foto Omar Altamira Areyán


Para recurrir a las categorías muy usadas, unos la encontrarán “fácil”, otros “difícil” y otros no podrán superarla.

Metáfora:

En la báscula nos informamos de nuestro peso corporal, no le preguntamos si está hecha de tornillos y tuercas.

 Ahora un símil:

En la edad de 20 años recorría caminando  un kilómetro en 5 minutos, en los 80 años el kilómetro lo hago en 20 minutos. ¿Qué tiene que ver en todo esto el kilómetro?

 Las escalas de dificultad que se han elaborado desde el siglo diecinueve fueron hechas para medir la condición psicofísica-técnica del escalador, no para la dificultad del terreno, como se pretende.

Son conocidos los atributos animistas que la gente de montaña  del siglo de Whymper decía: "La montaña no quiso", "La montaña nos dio la bienvenida" etc.

Este animismo atribuido a las montañas son las secuelas que perduran de los tiempos cuando las montañas eran, o representaban, a  diosas y dioses. Necesario es  aceptar que incurrimos en una cruda mezcla de teología, antropología y geología.  

El moderno animismo conque los escaladores ven a la montaña se conoce por los grados de dificultad que el atribuyen: "En tal tramo la montaña puso una resistencia 4-b". En otro paso  la montaña se defendió con un grado X-4" 

Como sea, si tenemos que echar mano de subjetivismos, diremos que esta ascensión se cuenta entre las tres más bellas ascensiones de alta montaña nevada de México.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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