J. MILTON, EL PARAISO PERDIDO Y EL RECOBRADO

 

 

 Los católicos no leen a los protestantes y los protestantes no leen a los católicos, en literatura universal. No generalizamos pero sí sucede en la mayoría de lectores.

Milton, Kierkegaard, Kant, protestantes.

San Augustin, Shakespeare, Chesterton, católicos.

Y los creyentes en general no quieren saber nada de   los pensadores a-teos

Todo un mundo literario de calidad se nos ofrece si brincamos el prejuicio.

Montaigne, el gran Montaigne, ya en su  siglo dieciséis  exclamaba: “Persigo la comunicación de algún espíritu famoso, no con el fin de que me adoctrine, sino para conocerlo”.

Y sabido es que  conociendo a los otros es como mejor me  voy descubriendo yo.

 

 

 


 

“John Milton (Londres, 9 de diciembre de 1608 - ibídem, 8 de noviembre de 1674) fue un poeta y ensayista inglés, conocido especialmente por su poema épico El paraíso perdido (Paradise Lost). Políticamente fue una figura importante entre los que apoyaron la Mancomunidad de Inglaterra…Milton dedicó su prosa a la defensa de las libertades civiles y religiosas y es para muchos el más grande poeta inglés después de Shakespeare… Como protestante, creía que el lector individual debía interpretar la Biblia.”

 

Haber perdido el Paraíso celeste es una confirmación  de la vocación democrática de Dios. Esto sucedió en un tiempo “que ni cielo ni Tierra existían aun”. También confirma el anhelo de libertad de la mujer. Esto cuando ya estaba el Paraíso terrenal.

 Los ángeles creyeron poder rebelarse y lo hicieron. Pero, como en toda democracia, se hizo el recuento y, ¡los rebeldes quedaron en minoría numérica! Lo importante es que había condiciones para decidir. “Fueron los unos para sostenerse y los otros para caer”. A la postre no fue el número lo que decidió el resultado de la guerra en el cielo sino los valores que sostenían ambos frentes. Entonces llegaron el Pecado, la Muerte y el Caos para la cultura occidental. Dios no pudo haber hecho eso.Se buscó un culpable y señalaron a la mujer.

(Para Nativoamerica son otros mitos, totalmente ajenos, a lo que se conoce como la Caída misma que    necesitará un Salvador). En el Popol Vuh y en la Leyenda de los Soles Teotihuacanos no hay caída ni hay salvadores,cada humano es responsable de sus actos.

De esa manera empezó la historia con  sus valores paradigmáticos del Bien y el Mal (con estas categorías no hay que olvidar que estamos hablando de cuestiones que sucedieron en el cielo, pues tal es la naturaleza de la obra comentada). Paradigmáticos  porque, siguiendo su ejemplo, muchos escogen ser malos y otros buenos. En el proceso una gama amplia de tonalidades de gris del blanco al negro.

La historia de la libertad se repite con el hombre. Mejor dicho con la mujer, porque el hombre,  prefiere obedecer  no comiendo la fruta del árbol prohibido. Pero es la mujer la que no se conforma con que haya algo prohibido que ella no pueda alcanzar...

“Te advertí- le dice Dios a Adán-, te aconsejé, te predije el riesgo a que te exponías, y que un enemigo oculto estaba acechando para tender sus trampas. Llevar más allá mi celo hubiera sido violentarte, y emplear la violencia contra el que es libre, es proceder indigno”.

A partir  de la rebelión algo se salió de armonía. Para restablecerla se hace necesario que el mismo dueño de la casa se humille y convenza a los disidentes que deben volver. No es tan rara esta situación. Un padre que ve que el hijo rebelde se va de la casa y después debe abrir las puertas para facilitar que regrese. Un gobierno, o el mismo país con otro gobierno, que decreta la amnistía para que sus connacionales, otrora rebeldes, regresen del exilio.

Pero el rescate, al menos del humano, no del ángel, no es tan fácil. Dios pide voluntarios entre sus fieles ángeles para efectuar la salvación del hombre. Nadie da un paso adelante. Finalmente el Hijo de Dios “en quien reside la plenitud de su amor divino” se ofrece de voluntario.

Pero no todos regresan. Desde el primer momento el humano se muestra arrepentido y quiere rehacerse. En cambio Satanás y sus seguidores dejan bien establecido cuál es la fuerza que los mueve siendo la soberbia y el odio: “Ten por seguro que nuestro fin no consistirá nunca en hacer el bien. El mal será nuestra única delicia”.

Por cierto que en esta obra hay un dato que se refiere a México, en aquel conocido episodio de la pasión de Cristo, en el que Satanás lleva a Jesús a lo alto de una montaña para desde ahí tentarlo mostrándole los reinos del mundo: “ Y allá en su imaginación (de Satanás) quizá descubrió la opulenta México, imperio de Moctezuma”. Desde luego que esto no está es la Biblia pero sí es una parte del lirismo miltoniano.

México-Tenochtitlán es el país donde la divinidad se llama Tezcatlipoca, anotamos nosotros. El genio del mal, marrullero, tramposo y dilapidador, el diablo, andaba ofreciendo tierras que no eran suyas. Jesús, todo amor y ternura, se resistió, no le hizo caso.

 A la postre el diablo quedó como un pobre diablo, tonto e ingenuo. El que se quedó, durante trescientos años, con el país de Tezcatlipoca, fue Jesús, sus santos varones, sus ministros, y sus frailes, por delante, al amparo de la espada ensangrentada.


Capilla Sixtina, Vaticano, con la figura de el Salvador al centro de la pintura.

Pero, como se decía antes en una disgregación: volvamos a nuestro asunto.

Si bien, al final del libro el cristianismo liberal de Milton lo hace entrar en tesis y contra tesis frente  al cristianismo ortodoxo, ya  que no puede  resistir la tentación  polémica teológica tan fuerte de su tiempo.

Sus biógrafos coinciden en que escribió preferentemente en prosa y con propósitos polémicos. Algo parecido a lo que motivó a Dante para escribir su Divina Comedia varios siglos antes.

Como sea, se trata de una formidable recreación bíblica que ha conquistado un lugar en la cultura occidental.

 Para los pueblos americanos llenos de sol, al menos trescientos cincuenta días al año, esa obra parece un panorama cultural pesado y sombrío. Sin embargo aborda temas como lo establecido, la libertad, el caos, el egoísmo, el anhelo de reconstrucción.



Paráfrasis nuestra de esta obra fue publicada en el cuaderno número 86, por el Sindicato de Trabajadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (STUNAM), en octubre de 2006, con el título Letras inglesas y noruegas.




Sombrío pero perfectamente leíble aun para lectores flojos. Su prosa es una delicia. Su lectura es imprescindible porque es lo mismo, en línea generales, lo que contiene esta obra, de fuerte sabor teológico, lo que vamos a encontrar en esa disciplina académica laica conocida como “filosofía”.

John Milton.  Al periodo final de su existencia, el de la ceguera, la pobreza y el aislamiento, pertenecen sus dos grandes poemas que son El Paraíso Perdido y El Paraíso Recobrado.

El Paraíso Perdido de Milton es uno de los más bellos libros que alguien haya escrito respecto de la Gracia y la Libertad del humano.

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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