Lewis hace esta reflexión
provocadora:
“¿Qué valor tiene, e incluso,
qué justificación puede tener, interesarse con tanto entusiasmo por unas
historias que narran cosas que nunca han sucedido, y participar indirectamente
de unos sentimientos que no nos interesaría en absoluto experimentar en
nuestras vidas? ¿Qué valor tiene concentrarse para imaginar cosas que nunca
podrían existir, como el paraíso terrenal de Dante…”
El Positivismo se atrinchera
en su abstracción del todo en el medir, pesar y comprobar. El Romanticismo
busca la aprehensión de lo absoluto.
Veinticinco siglos de grandes
pensadores y dos mil guerras que todo lo precariza. Y todo empieza de nuevo
desde las ruinas:
Programas hueros de la
televisión, la propaganda con técnica de conflicto que se hacen algunos
artistas, los pleitos de las familias de la realeza que, fuera de su establishment, nadie conoce ni conocerá
y, por si algo faltara, las cínicas y mercenarias fake news llenando los canales de la televisión, radio y redes
sociales.
Esto lo decide todo. ¿Que
valor tiene, se pregunta Lewis, leer a novelistas, poetas y filósofos.
Lewis
"Clive Staples Lewis, popularmente conocido como C. S. Lewis, fue un apologista cristiano anglicano, medievalista, y escritor británico, reconocido por sus obras de ficción, especialmente por su saga Las crónicas de Narnia. Wikipedia
Influenciado por: J. R. R. Tolkien, G. K. Chesterton" ·
Diez minutos viendo canales de
televisión para decidirse por la fantástica
realidad de los novelistas.
¿Y la gente pobre (noventa por
ciento de la población mundial) que no tiene para comprar tarjetas de programas
televisivas seleccionadas?
Virgilio y Dante están listos
para guiarlos en un tour por los
mismísimos infiernos del estrés.
Nos apresuramos a buscar el
viejo libro de poesías, a Eurípides, a Salgari, a Esopo…
“Como cuando volvemos a algún
sitio hermoso que conocimos de niños-escribe C. S. Lewis en La experiencia de leer-.Apreciamos el paisaje con
nuestros ojos de adultos, pero también revivimos el placer, a menudo muy
diferente que nos produjo cuando éramos pequeños”.
El Pais, 27 octubre 2014, dibujo de Max.
En cada etapa de mi vida he
pensado de manera diferente respecto de lo que Cervantes quiso decir. Los cien,
o tal vez más, ensayos que se han escrito analizando esta obra, me dan la razón.
Cada quien ve la misma calle de diferente manera. ¡Y por la
tarde, esa misma calle le parecerá diferente a él mismo! Hay cien Aristóteles,
cien Kierkegaard, cien Omar Khayyam… La reminiscencia de los griegos antiguos:
saber es recordar. La intuición de Henri Bergson: saber antes de saber, saber
antes de razonar…
Lewis: “Por naturaleza, cada uno de nosotros
ve el mundo desde un punto de vista”.
Para Platón todo cambia tan
rápido e incesantemente que casi no se le puede poner nombre a las cosas. Como
contraste de las imperturbables
esencias.
¿Todo pasa rápido? El mismo
autor de una obra, según pasa el tiempo, va considerando otro modo de ver de cómo
lo escribió por primera vez. Los trabajos de filosofía son donde más se ve este
fenómeno cuando encontramos la expresión “En mi obra de juventud…”
Kant, en la segunda edición de
su Critica le agregó capítulos y le
quitó otros. Schopenhauer escribió mil
páginas, en Parerga y Paralipómena, para completar lo que no dijo en su obra principal
de doscientas páginas.
Luego están los fastidiosos
dogmatistas que, a mi manera de ver una calle, me dicen cómo debo de verla. El
Romanticismo tanto como la Ilustración no escasean de esos dogmatistas.
Alternativamente han sido dueños de la
guillotina.
Los filósofos de ahora escriben sendos
trabajos enmendándole la plana a lo que escribió Aristóteles y Aristóteles, a
su vez, no pierde renglón, al menos en su Metafísica, marcando lo que, a su
modo de ver, cometió Platón, etc.
De ahí que Oswald Spengler
escribió en La decadencia de
occidente: “ Los posteriores se han originado en transformación de los
anteriores”.
Santayana, el gran filósofo
estadounidense-español, no se la cree eso de los dogmatistas. Se refiere a las
teorías filosóficas de todos los tiempos, incluida su obra, como meras literaturas.
En otras palabras, dice, son
trabajos liricos u ocurrencias que cada quien tuvo (Santayana se auto
consideraba como ”un filósofo vejestorio”).
Con todo, este ramonear de los
pensadores de todos los tiempos, es lo que tiene pendiente de un clavo cierta
cordura frente al mundo fake news.
Lewis: “Para una clase de personas la primera
lectura de una obra literaria suele ser una experiencia tan trascendental que
sólo admite comparación con las experiencias del amor, la religión o el duelo. Su
conciencia sufre un cambio muy profundo. Ya no son los mismos. En cambio, los otros
lectores no parecen experimentar nada semejante”.
Como ir por primera vez a escalar
una montaña. Unos no sentirán nada interesante en esa acción y no volverán. Se
apoltronarán en la deliciosa ciudad industrial, de los pantalones rotos,
celular en la mano y tatuajes en el
trasero, para ya nunca salir de ella.
Para otros puede ser una experiencia tan
trascendental y harán del alpinismo no su deporte ocasional sino su modo de
vida.
¡Que locura esto de leer!
Estamos en la disyuntiva.
Navegamos en el mar encrespado
de las ideas de calidad de todos los tiempos o,
nos arrellenamos en el sofá,
comiendo papitas muy saladas, viendo los programas hueros, en espera que Virgilio y Dante nos lleven en su próximo tour a la nada fresca mansión de Dite.
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