El pensamiento de Bergson

Bergson es de una calidad de pensamiento que vale estudiarlo.

Hay que anticipar que no escapa a la controversia, al igual que otros pensadores, cuya praxis no siempre va de acuerdo con sus postulados filosóficos. Tres ejemplos: Séneca, Nietzsche y Schopenhauer.

Séneca es un pensador  casi místico pre cristiano, al estilo de Plotino, dicen los cristianos. Y sus detractores le imputan que es fácil hablar de la pobreza cuando se es inmensamente rico y de humildad cuando es muy poderoso. Nietzsche es inmisericorde contra el cristianismo, no por su pensamiento lógico, sino porque subyace en él un pensamiento paleo germano. Schopenhauer es el campeón del laicismo pero coqueteaba con los Upanishads.


Así Bergson, llegado el momento, se volvió el promotor, entre los aliados,  de la guerra en el conflicto europeo 1914-1918 contra Alemania. Resulta ingenuo pensar que un hombre fuera capaz de influir en el presidente de Estados Unidos al punto de movilizar a toda una nación para que entrara en la guerra. Pero ese fue el papel que jugó. Recibió el Premio Nobel de Literatura en 1927.

Por lo demás persiguió con afán apasionado la autenticidad y cuando se dio cuenta ya andaba en el ignoto país de la metafísica. O, si se prefiere, enfrentó lo abstracto y lo llevó al terreno de lo experimental.

Alguna de sus conferencias se llamó “El alma y el cuerpo”.Al igual que dos mil 500 años atrás, como hicieran Platón y Protágoras, Bergson transita entre el idealismo y el realismo tradicional.

Bergson (18 de octubre de 1859-4 enero de 1941) escribió que ocultamos el pasado no por reprimirlo para no sufrir  de su recuerdo, como diría más tarde la psicología, sino en la perspectiva  de una lógica que  nos permita  vivir el presente. No se trata de “lesiones cerebrales” sino “interrupciones para el progreso”. “Nuestro pasado casi todo entero permanece para nosotros oculto porque está inhibido por las necesidades de la acción presente…Lo que hay que explicar no es tanto el recuerdo del pasado sino su olvido parcial necesario a  la acción”. 

El alma no es producto del cerebro sino dos cuestiones independientes. Gustaba poner la metáfora del clavo y el vestido. Si se quita el clavo, el vestido se cae.(El pensamiento de Bergson por Michel Barlow. Fondo de Cultura Económica,México, 1968)

Siente prevención por la pedagogía tradicional de “métodos anticuados” y se inclina por una enseñanza “que buscara la verdad fuera de todas consignas” y sin embargo “tenía en alta estima a las viejas humanidades”.

Su fe y entrega  al cristianismo apostólico romano pasó la más dura prueba que cualquiera, y en especial una persona de raza y religión judía, como era su caso,puede pasar: la burocracia vaticana puso sus obras literarias en el Índice. Pero la estatura intelectual y espiritual de Bergson era del tamaño del cristianismo, no de la burocracia romana.

En algún  tiempo Bergson tuvo como enemigos a  intelectuales y filósofos materialistas y a algunos teólogos cristianos.  Uno de sus biógrafos dice: “Tiene contra él a sus enemigos y a los enemigos de sus enemigos”. Por mil veces menos que eso Lutero, brillante doctor en teología de la orden de los agustinos, había hecho una revolución nacional, con repercusiones mundiales, destacando las practicas condenables de la burocracia romana.

Conocedor de eso, Bergson sólo expresó su deseo de pertenecer a la Iglesia. Con el tiempo la Iglesia lo acogió  en su seno. Lo más contrastante de este fondo es que Lutero era germano y ecos nacionalistas hay en su lucha contra Roma. Por lo demás no había distancia que salvar si recordamos la existencia del  Sacro Imperio Romano- Germano. En cambio el abismo que tuvo que salvar Bergson, llamado Pentateuco, era infinito y ni siquiera había puente alguno. No renunció al Pentateuco sino que lo hizo parte de su cristianismo. Insistió: sólo deseaba pertenecer a la Iglesia de Cristo.

Entró al catolicismo pero no se hizo católico. No pudo concliar un acto de adhesión al catolicismo y un acto de obediencia al mismo: "reconozco que el catolicismo es el perfeccionamiento del judaísmo...Me pregunto si puedo dejar este judaísmo en el que he sido educado , al que se adherían  mis padres, que eran eminentemente dignos de respeto".

Como Schopenhauer, y como también lo hará más tarde Nietzsche, Bergson pide que los pensadores y escritores se aparten de transitar los caminos ya conocidos. De decir lo que otros piensan:”la pereza universal  consistente en servirse siempre de lo ya hecho” (fue un  precursor de los tiempos  cuando  casi todo lo sacamos del Internet). Lo que Bergson está proponiendo es la perspectiva de la libertad para pensar y actuar “más allá de las corrientes de pensamiento”.

Lo sólido y lo vital es la explicación de la vida y sus fenómenos. Pero no es suficiente, dice. El instinto no alcanza lo vital y éste no se preocupa por las pulsiones pues está más allá. Falta el eslabón que llene el hueco y le de coherencia. Este eslabón es la intuición. La acción primordial en Bergson  es la negación del inmovilismo. Un siglo más tarde la ciencia médica llamará a rebelarse contra la “patología de la inmovilidad”. Se trata de dos planos: el físico y el intelectual, pero que no son extraños uno del otro. La acción es la negación del no-ser.

Respecto a la intuición M.Guiton, uno de sus biografos, dice: A cincuenta años de distancia es fácil ver que  innovaba menos de lo que él creía.Renovaba la intuición de Platón,de Plotino,de San Agustín,de Santo Tomás, de Descartes, de Leibniz, según la cual él estudio profundo".

 Bergson, al fin y al cabo  judío, es muy espiritual.Reprocha el querer llevar todo hacia lo humano. Y pone en este mismo paquete a pensadores de todos los tiempos como Zenon, Stuart Mill,Taine, Einstein,Durkheim (Pág. 141). A esta inclinación le llama "zenonizar".Reducen la religión al elemento del totem.Aquí también fue un precursor. En la actualidad existe una fuerte tendencia en antropología de "zenonizar" llamando "héroe cultural" al dios de la etnia.

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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