Emerson, ese gran desconocido de los mexicanos

Ralph Waldo Emerson (1803-1882)
Cuando me encuentro en sociedad y debo estar en una silla varias horas, mi corazón desfallece, mi ceño se frunce y pienso que me gustaría correr  por los bosque de Acton y vivir, desde entonces en adelante, en compañía de las ardillas…creo que no tengo la más mínima simpatía por las naturalezas oscuras, turbulentas, doloridas, apasionadas:R.W.E.
Fue una generación  de ciudadanos norteamericanos que supo hacer grande a su nación porque abrigaban ideales de unidad y los pusieron en práctica. Antes que la actitud guerrera había un espíritu de calidad. Emerson fue tal vez el más grande constructor de ese espíritu.

Disponemos  de un criterio de comparación para conocer tal estado de ánimo del pueblo y éste lo ofrece Emerson. A este pensador no se le puede tratar de  innoble, y los mexicanos menos que nadie. Hacia la mitad del siglo diecinueve, Emerson vivía de dar conferencias, la gente conocía su elevado modo de pensar y  lo veneraba. Fue de los primeros que empezaron a  hablar de un modo de ser norteamericano, ya no ingles. 

Cuando a alguien realmente se le quiere es que ese ser  está expresando lo que toda la nación  quiere decir, pero no sabe cómo o no tiene la manera de hacerlo. En su prólogo a los Ensayos de Emerson, Edward Larocque Tinker, escribe: “¿Podría haber sido amado y admirado  por sus conciudadanos, o haber congregado auditorios  para escucharle por todo el país, si sus ideales hubieran sido ajenos a los de sus compatriotas?¡No! La verdadera razón fue que él pudo poner en palabras las más altas e instintivas aspiraciones de su pueblo, aunque a menudo eran desconocidas para éste; por ello conquistó veneración. Después de todo, y en plena verdad, los grandes dirigentes del pensamiento o de la acción son casi siempre el resumen de las mejores cualidades de su raza.”

Siguiendo una antigua tradición familiar, Ralph Waldo Emerson se ordenó de Ministro Unitario y fue pastor en la Segunda Iglesia de Boston. Pero un día su espíritu sintió la necesidad de horizontes más amplios y abandonó su ministerio. Al brincarse la barda  fue en busca de Platón, Montaigne, Goethe, Kant, Zoroastro, Manú, Confucio, William Wordsworth, John Stuart Mill, Samuel Taylor Coleridge, Carlyle…

Decir mitad del siglo diecinueve es traer a la mente el traumático episodio de la guerra de Texas y los otros estados que los norteamericanos se anexionaron a costa del territorio mexicano. Y su extensión intrínseca hacia el sur del continente.

Un juicio,  lejos de la pasión, consiste en que  de dos países, el que posea  ideología propia, sea disciplinado y se mantenga unido, ese va  a llegar primero a la meta. A más que, en situación de conflicto, el que no entiende que en a la guerra hablan los cañones, no las razones, está condenado a sentarse en el banquillo a firmar el tratado de paz que le pongan enfrente.

Empero, Emerson no es un guerrero y s e refiere a la guerra de Texas de la siguiente manera:” La anexión de Texas  parece como uno de esos acontecimientos que retardan o ponen en retroceso  la civilización.”


 Lo anterior tal vez dificulte que el mexicano, en lo general, conozca a este gran pensador que es Emerson. A semejanza de la conquista española que hace difícil conocer  con amplitud a Cervantes. Más en una nación, como México, donde el Estado dedica magros presupuestos a la educación y a la cultura.

Y sin embargo Emerson es un pensador que puede arrojar mucha luz  a  los mexicanos para  una sólida formación cultural, en su lado occidental (recordar que el mexicano, desde el siglo dieciséis es, en lo cultural, étnico y occidental). Tinker lo dice de esta manera: “El gran idealista Ralph Waldo Emerson no podrá dejar de producir un agradable acorde  en los corazones de un pueblo  tan noblemente dispuesto a recibirlo como el mexicano.”

La extracción puritana de Emerson no debe suscitar ningún recelo en países católicos como México.Lo religioso no es el leit motiv de su obra.El persigue la filosofía natural. Por lo demás, Emerson  sabía que, tanto en la Iglesia cristiana, católica,apostólica y romana,  como en la más estridente secta cristiana puritana,pululan demonios vestidos con sotana, así como autenticos santos acredores depositarios de las llaves del reino.

Semejante a la vida de los sindicatos o pártidos políticos del color que sean.Hay sindicalistas buenos,otros excelentes y otros que son una aberración.Lo que importa es la institución.Es la que trasciende a las generaciones.


Hablando del idealismo, Emerson escribe: " Ve algo más importante en el cristianismo que algún escándalo que pueda haber en la hsitoria de la Iglesia, o las nimiedades de la crítica".

Tampoco toma partido en el milenario y tautológico  pleito de idealistas y materialistas. Trata de ser sintético  entre la materia, la idea y la naturaleza.

La naturaleza es para Emerson, como lo es para H.D. Thoreau, la manera como se puede explicar la idea,la materia y la humanidad: "El idealismo es una hipótesis para explicar la naturaleza por medio de otros principios que los de la química o la carpinteria...La naturaleza está tan compenetrada con la vida humana, que en todas las cosas, aun en las más particulares,hay algo de humanidad.

Lo demás, fuera de  este enfoque naturalista,como dice Nietzsche, es puro periodismo...

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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