PARA ENTENDER A TEOTIHUACÁN





  

Occidente encontrará cierta semejanza con el mito del nacimiento del Quinto Sol teotihuacano ( de remotos tiempos precristianos de América) con lo que en el siglo tres  Plotino escribió del nacimiento del tiempo, de cómo  lo sensible(causal, temporal), nació de lo inteligible, de la quietud metafísica.

Para nuestro caso amerindio, como veremos en seguida,  el mito metafísico daría lugar a la concepción y elaboración de lo que se conoce como Calendario Azteca (su concepción data de tiempos remotos pero su escultura es de la civilización azteca).Este Calendario que, entre otras cosas, mide el tiempo.

Recuérdese que el mismo Plotino confiesa ( en su Libro Séptimo, de su Tercera Eneada)que para su siglo ya mucho se había escrito, en el mundo filosófico antiguo griego, sobre si el tiempo mide el movimiento o el movimiento mide el tiempo. Dualidad sobre la que está estructurado el Calendario Azteca para darle sustentabilidad, sensible, a Tezcatlipoca, suprema deidad azteca.

Permanencia, fenómeno, espacio y tiempo, son conceptos que vemos al recorrer sus calzadas y pirámides.

El pensamiento teotihuacano vive en la esencia y en la realidad. La evolución espiritual de este pueblo, de esta civilización, está plasmada en los límites finitos de su arquitectura y en su religión.

En Teotihuacán la magia precedía y urgía al conocimiento científico,  astronomía, arquitectura, etc.

Sus valores utilitaristas, y su bienestar vital, son una muestra del pensamiento indígena cuyos signos, glifos, encontramos en tierras tan distantes como los hohokam del noroeste de Sonora, México, y suroeste de Arizona, Estados Unidos.
Dibujo de la etnia hohokam
El olín ocupa el centro del dibujo

De la Ciudad de México se viaja en autobús a la zona de Teotihuacán saliendo de la “Terminal del Norte”( línea 5 del “Metro”) o en vehículo por la carretera 132. Aproximadamente a 45 kilómetros de distancia del centro de la Ciudad de México. Está situada en la altitud de 2300 m. s. n. m. ,dentro del Valle de México.

Teotihuacán empezó a construirse alrededor del inicio de la era cristiana. Las primeras grandes construcciones   proceden de esa época, como muestran las excavaciones en la Pirámide de la Luna.

 El apogeo de la ciudad tuvo lugar durante el Periodo Clásico (ss. III-VII d. C.). En esa etapa, la ciudad fue un importante núcleo comercial y político que llegó a tener una superficie de casi 21 km2, con una población de 100 mil a 200 mil habitantes.

 La influencia de Teotihuacán se dejó sentir por todos los rumbos de Mesoamérica, como muestran los descubrimientos en ciudades mayas comoTikal y Monte Albán en Oaxaca, entre otros sitios que tuvieron una importante relación con los teotihuacanos.

“La calzada de los Muertos o Miccaohtli constituye el eje norte-sur de la ciudad de Teotihuacán. Actualmente tiene una longitud de aproximadamente dos kilómetros, aunque las investigaciones de Millon en la ciudad dan cuenta de que pudo alcanzar los tres kilómetros. Este eje comienza en la plaza de la Luna, recinto arquitectónico que se localiza frente a la pirámide de la Luna, y se prolonga hacia el sur a La Ciudadela, un conjunto arquitectónico situado en las inmediaciones del cauce del río San Juan.

 La anchura de esta gran vía es de 40 metros y su eje está desviado ligeramente hacia el noreste, 15º 30’ respecto al norte geográfico…A lo largo de la calle se encuentran los edificios más importantes destinados a templos, palacios y casas de personajes de altura. Allí están, además de las dos grandes pirámides, la Casa del Sacerdote, el palacio de Quetzalpapalotl (Quetzalmariposa),”

Lo que llamamos Calzada de los Muertos, con orientación norte-sur, es lo metafísico, lo permanente, lo que está fuera del tiempo y del espacio.

En derredor de ella tiene lugar un eterno movimiento solar, mítico. Es el movimiento y lo permanente.
Lo permanente y el movimiento
Del libro Indios americanos
de Oliver La Farge


Parece una contradicción que, tratándose de valores metafísicos, se hable de fenómenos que se suceden dentro de una misma permanencia. Es la manera que encontraron los teotihuacanos de representar lo impresentable.

Tezcatlipoca, como luego lo llamarían toltecas y aztecas, el dios más grande de los dioses, el Sol, en Teotihuacán es un “espacio vacío”, en torno del cual gira el movimiento circular.

La arquitectura teotihuacana  proyecta su influencia en lugares tan lejanos (muy lejanos si consideramos que los más de mil kilómetros de distancia era necesario recorrerlos a pie, literalmente, pues se carecía de animales de montar,) como Mayapan.

El desarrollo del sentimiento interior los teotihuacanos lo dejaron plasmado en las deslumbrantes construcciones que hicieron:

 “Todo aumento del conocimiento empírico y todo progreso de la percepción no es más que una ampliación de la determinación del sentido interno, es decir, un progreso en el tiempo, sean los objetos que sean fenómenos o intuiciones puras.”(Kant, Critica de la razón pura, Segundo capítulo,Tercera Analogía,de la segunda edición: 1787).

Pero su logro mayor fue en el terreno de las ideas. Pudieron representar la idealidad y la realidad en una sola figura. Y con eso lograron lo que la cultura occidental conoce como lo permanente y el devenir. Movimiento (olin) y Ser (la “cosa en sí”) nombrado éste como Tloque Nahuaque Ipalnemoani (por quien todo es y existe).

Si lo que se dice que existe, no se representa, es que no existe:

"Si ponemos como real un mundo concreto y único, sería absurdo( más no “contradictorio”) no poner simultáneamente la idea de un espíritu concreto.” (Max Scheler, Ética.)

Varias etnias del sur de Estados Unidos como los arapahos oran, mediante la ejecución de un baile, con pasos cortos, hacia los lados, en derredor de la hoguera sagrada que llaman la “Danza del espíritu”.
 
Danza-oración de los arapahos
Tomado  del libro de La Farge
En Teotihuacán los dioses ya existían pues son, como en la cultura occidental “por sí” o “en sí”.

 Pero la creación estaba estática, no se movía y además sumida en la oscuridad. Iluminarla, y moverla, fue la obra de los dioses teotihuacanos.


 En otros lugares pudieron nacer los hombres, como dice el Popol Vuh, el gran libro de los mayas, pero en Teotihuacán los dioses se auto relanzaron. Así como en el Popol Vuh los hombres son creación directa de los dioses de Mayapan, en Teotihuacán los dioses encontraron la plenitud en su propia obra al autoincinerarse.

Pirámide del  (Nanahuatzin)Sol

 Lo imperecedero en la cultura indoamericana son los dioses pero no el mundo o humanidad. Aquí va de acuerdo a la mecánica del cosmos. Todo aparece y todo vuelve a desaparecer para otra vez volver a empezar, según convenga a los dioses.


 Ahora ya cuatro veces ha desaparecido la humanidad y está por empezar la quinta. La cultura indoamericana tiene, en rasgos generales, los mismos elementos lógicos y religiosos que la cultura occidental.Intuición y percepción. 

Tepantitla, la conservación  del yo después de esta muerte.Se destaca en los personajes la presencia de la vírgula voz, expresión de individualidad.

"Los espíritus sabrán siempre lo que son. De otra manera no serían susceptibles de premio o castigo"-Leibniz

Empezando porque hay vida después de esta vida y, no sólo eso,”allá” se sigue conservando el mismo yo que “aquí”. Luego de fallecido el humano se agrega a la cauda solar pero no se funde en ella, no desaparece su yo. La prueba de lo anterior es Tepantitla, en el área noreste de la zona de Teotihuacán. El lugar conserva un fragmento de pintura de esos yos después de muertos. Juegan, ríen, lloran. Es la representación del paraíso indio, llamado Tlalocan.


"En virtud de un acto de voluntad potenciado,más allá del individuo,nuestro ser es imperecedero y volveremos a encontrarnos en un lugar mejor:"(Schopenhauer,Parerga y Paralipómena) 

 El Ser, el humano, el devenir, la dialéctica, el altruismo hasta el sacrificio del ego por el bienestar de la humanidad, la cobardía, el heroísmo, el geocentrismo, el teocentrismo, el antropocentrismo, la ofrenda sicotrópica, la sexualidad, la realidad, la materialidad, la razón vital, la poesía, conciencia de la vida, 
Tezcatlipoca-Nanahuatzin

conciencia de la muerte, la trascendencia metafísica, la duda si la verdadera existencia es esta o sólo estamos en el sueño de la verdadera.


 Así puede resumirse la creación del Quinto Sol, que es en el que los mexicanos estamos desde la asamblea de los dioses en Teotihuacán.


Fue el momento que los dioses teotihuacanos dieron "luz verde" a la anterioridad,  a la posteridad, para provocar el movimiento desde el reposo, desde la inmutabilidad. Fue cuando en el presente terminaba el antes y empezaba el después. Todo  empezó a moverse.

Lo que sigue es el mito teotihuacano (como todos lo conocemos pero que no todos entendemos),del Quinto Sol.

Para mejor comprensión habrá que distinguir en él lo que en la filosofía occidental (Aristóteles, Plotino, Kant, Max Scheler) consideraron de estas cuatro cosas: esencia, espacio, tiempo y movimiento. Son también  la substancia del mito del Quinto Sol.

 Todo empezó en la oscuridad reinante. En el lugar que tiene como referencia la peña teotexcalli, localizada en el centro del Valle de México, en la cumbre de un cerro,en el oeste directo de la cara oeste de la pirámide del Sol. Que después alguien dijo que se llamaba San Juan, a dos kilómetros al sureste de la peña. Ahí se reunieron los dioses.


Una traducción de la serie de palabras teotexcalli sería: la casa del dios texcatlipoca. En la cumbre de este cerro se encuentran, muy dispersadas ya, las rocas que debieron formar un momoztli o adoratorio de montaña


 La asamblea de los inmortales designó a dos de ellos para que iluminaran el mundo, hasta entonces en tinieblas. Hay, a tres kilómetros de ahí, dos grandes pirámides. Tienen dos mil años de antigüedad, que es lo que les asigna la arqueología.


 Cuando se dice de esta manera se entiende que de pronto, hace dos mil años, se les ocurrió la idea de las pirámides y se pusieron a hacer dichas construcciones. Pero tanto en Teotihuacán, como todo sitio arqueológico de México, Mayapan, Perú y el planeta entero, esas construcciones son la realización de una idea. Nadie sabe cuántos miles de años se necesitaron para idear, esa concepción, se concibiera y madurara. Todo arquitecto sabe que la edificación de una casa es la realización de una concepción mental que fue concibiéndose paulatinamente, mucho antes de trazar las líneas en el restirador (ahora en la computadora), para después empezar a trazar líneas sobre el terreno y pegar piedras y a estas finalmente cubrirlas de estuco. 


Teotihuacán,su arquitectura y  planeación, fue diseñada para la espiritualidad. Cualquiera que pise su tierra siente ese efecto. Es la ciudad de Tazcatlipoca, el Sol, y del agua,Tlaloc.Y, sin salir del área, está la representación del Paraiso, (Tepantitla y,del submundo, el oscuro Mictlán, según los profundos túneles bajo las piramides del Sol y la de Quetzalcoatl, en la Ciudadela, que han descubierto recientemente los arqueólogos.


Un mexicano de procedencia extranjera (con otros mitos de origen), caminando por sus calzadas podría hacer la analogía con las pirámides de Egipto,el Foro Romano, Machu Pichu, la Muralla China, Ciudad de Petra,etc.


Un mexicano,aunque sólo le quede una gota de sangre mexicana,sabe, siente, que en todo el universo es el sitio donde podría vivir feliz toda la eternidad.


 Trabajos de antropología, empezando por Paul Rivet (Los orígenes del hombre americano) y Eduardo Gamboa Carrera (El México desconocido cien años después) se mencionan vestigios (puntas clavis) de un horizonte paleo indio de pueden ir de los 11,500 años antes de Cristo hasta los 30,000 años.


 Se sabe con certeza cuándo empezó a construirse Teotihuacán (dos mil años) pero no cuando empezó su concepción mental.

Piramide de (Tecuciztecatl)la Luna

 Los dioses señalaron a Tecuciztecatl para que se arrojara a la hoguera y de esa manera quedara convertido en el Sol que iluminaría a la humanidad. Era un dios rico y un tanto pagado de sí mismo. Cuatro veces hizo el intento de arrojarse a la hoguera y no pudo. Sólo cuatro veces podía intentarlo, habían dispuesto los dioses. 


Así, con la actitud de Tecuciztecatl, se enseñaba  a los niños teotihuacanos que mucho apego a las cosas materiales dificulta el ascenso hacia los valores vitales.


 En seguida señalaron a Nanahuatzin para que se arrojara a la lumbre. Era un dios pobre y muy enfermo, lleno de ulceras.


 Los psicólogos de ahora dirían con una muy baja estima de sí mismo. Esa negación de su ego la rebasaba, y con mucho, con un potencial enorme de vitalidad al servicio de los demás. Agradecido por la oportunidad, y sin dudarlo siquiera, cerrando los ojos, se arrojó a la gran hoguera. 


 Cuando se hubo consumido entre las llamas apareció en el cielo un gran resplandor rojo que se elevó y así pasó a iluminar a toda la humanidad. Nacía el Quinto Sol.


 Xipe Totec, fue uno de los dioses que apoyaron la idea que fuera Nanahuatzin el que se arrojara. El Sol, el Quinto Sol, es Tezcatlipoca, Tezcatlipoca Rojo, el más grande de los dioses. Así es como Xipe Totec, Nanahuatzin, Tezcatlipoca y el Quinto Sol, viene siendo, los cuatro, uno mismo.


 Cómo un dios se auto sacrifica para salvar a la humanidad no es, por cierto, nada desconocido para el cristianismo.


 Cuatro es el número totémico que no debe rebasarse. Esto habla a un contexto sociológico. Es una idea que sugiere el límite hasta dónde llega lo sensato. Después de eso está la locura, el caos y el fin. La droga ritualizada, peyote, hongos y la bebida sagrada embriagante llamada pulque, se consumía en las fiestas de la divinidad del mes bajo estricto ritual. Traspuesta esa frontera de precaución, con el simbólico número cuatro, para nada bueno servía, ni como individuo ni como guerrero, y presa ya de vesanismo irracional, dañino para la comunidad, era muerto a palos o ahorcado.


En el México precristiano no había cárceles que albergaran presos de larga duración.Consumirían recursos,como víveres.ropa,etc. que necesitaba la población activa. La reclusión era temporal,después de eso se les dejaba libres, eran muertos a palos o se les sacrificaba a los dioses. 


 Tecuciztecatl, al ver que Nanahuatzin se había arrojado él hizo lo propio y también pereció entre las brasas. Y otro Sol se elevó en los cielos iluminando a los humanos. Pero entonces tenían igual fuerza de iluminar. Uno de los dioses agarró un conejo y lo estrelló contra el Sol Tecuciztecatl, que es lo que se conoce como la Luna. Dos soles que ilumina pero uno menos que otro.


 Por eso a la Luna se le conoce como Sol Nocturno,el Tezcatlipoca Negro. En eterna derrota y eterna victoria con el Tezcatlipoca Rojo. Entre ambos hacen el Olin,el devenir,el movimiento, de la historia en los cielos y en la tierra.


 Salieron los soles por el oriente uno detrás del otro. Pero ahí estaban, quietos, sin moverse. Entonces otro dios en Teotihuacán, llamado Quetzalcóatl (el equivalente al Espíritu Santo en el cristianismo), en su advocación de Ehecatl, dios del Viento, sopló tan fuerte que los soles empezaron a moverse, como lo hacen hasta el día de hoy. Así empezó el movimiento, lo que los occidentales llaman devenir.


 La idea pues, de los dioses teotihuacanos, es que se acabe la oscuridad para los humanos. Krickeberg empieza así su relato, de los dioses que se convirtieron en el Sol y la Luna:” Decían que antes que hubiese día en el mundo se juntaron los dioses en aquel lugar que se llama Teotihuacán. Dijeron los unos a los otros: “¿Quién tendrá cargo de alumbrar al mundo.” Y señalaron a Tecuciztecatl y a Nanahuatzin. Ambos tienen erigidas en su nombre grandes pirámides, la de la Luna y la del Sol."


 En cuanto a Quetzalcóatl, el autor del Olin, que así se dice al movimiento, al devenir, tiene todo un conjunto arquitectónico en el sureste, dentro de la zona arqueológica. 


 Una impresión de Krickeberg respecto de Teotihuacán: “El autor de “Las Antiguas Culturas de México”, el alemán Walter Krickberg, señaló: “Es difícil no recurrir a los superlativos al describir Teotihuacán: Casi se imponen”. No le faltaba razón: Sin lugar a dudas, el sitio arqueológico de Teotihuacán (patrimonio cultural de la humanidad) destaca muy significativamente en una país tapizado de valiosos tesoros arqueológicos. Teotihuacán incluye 3214 hectáreas de área arqueológica (mayor que la Roma Clásica, según los enterados), 600 pirámides de distintos tipos, y dos mil complejos habitaciones, sólo para empezar.”


En Teotihuacán vive la permanencia (la “cosa en sí) fuera  del tiempo. Pero lo intemporal que se manifiesta por la alteración, sin dejar de ser intemporal. La vida vital y la vida fenomenológica. O, como diríamos coloquialmente, en Teotihuacán está representada la vida (Tlaloc) y la muerte (Mictlantecutli) porque en realidad no hay muerte, sólo alteraciones de la vida eterna:

“Todo cambio (sucesión) de los fenómenos es sólo alteración; pues nacer o morir  la sustancia, no son alteraciones de la misma, ya que el concepto de alteración supone que uno y el mismo sujeto, con dos opuestas determinaciones, existe y, por tanto, permanece.”(Kant).

El discurrir del pensamiento teotihuacano,que es lo mismo para lo que se ha señalado como Indoamérica (Aridoamérica) tanto precristiana como ya cristiana (pero viviendo en la etnia ancestral), en lo que comprende lo permanente y lo contingente,encontramos una aproximación en el  pensamiento de Kant, para el modo de la cultura occidental.

De lo permanente: "Necesitamos una intuición en el espacio( la materia),porque sólo el espacio  es determinado permanentemente,mientras que el tiempo y,por lo tanto,todo lo que hay en el sentido interior,fluye sin cesar."

 Del movimiento: "parar exponer el cambio como la intuición que corresponde al concepto de causalidad,debemos tomar como ejemplo el movimiento, como cambio en el espacio,y sólo así podemos hacernos intuibles los cambios, cuya posibilidad no puede concebir un entendimiento puro."














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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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