JASPER, NIETZSCHE y LEIBNIZ


 

Nietzsche quiere llegar al nihilismo para, desde ahí, desarrollar su idea nueva del individuo y de la sociedad y, ¡acabar con el nihilismo!

No es cosa de agarrar con fanatismo a Nietzsche, ni de hipostasiar, por prejuicio religioso, o político, o de secta cultural, su pensamiento, que se sitúa entre los grandes pensadores y últimos que hasta el presente  han dado los tiempos.

Tampoco, como señala Jasper, hacer como algunos hacen con la Biblia, sacar un versículo por aquí otro por allá, y ya tenemos un revoltijo con apariencia de Verdad.

De la misma manera se saca a Nietzsche de su contexto histórico y cultural  para hacer, ahora, un Frankstein de mi modo de pensar que convenga a mis intereses. Sucede con frecuencia entre los intelectuales, aunque usted no lo crea.

De no haber existido Nietzsche quién sabe de qué estarían escribiendo estos críticos de Nietzsche. En otras palabras, mejor dicho en palabras de Bukowski: "Es como los que protestan contra la guerra; necesitan una guerra para medrar."

Leibniz relata que el rey Chrocus, conduciendo a suavos y alanos, cruzó el Rin y arrasó a Francia y Alemania. La mamá de Chrocus se dio cuenta que su hijo jamás sería capaz de construir edificios tan bellos como los de esas dos regiones y le a aconsejó su hijo que, ante la impotencia, mejor destruyera todo, lo cual su obediente hijo llevó a  cabo.
Libro Primero, Capítulo II.  

Trasladado este ejemplo histórico al terreno de la letras, y entresacando versículos nietzscheanos, nos pueden presentar a Nietzsche como un moderno Chrocus.

Sabemos que Nietzsche proclama que Dios ha muerto. Y con eso nos quedamos. Pero el que murió, dice Nietzsche, es Zeus, no Jesucristo. El cristianismo fue el que dio muerte a la religión de la Helade.

Jasper: "Dios ha muerto, la responsabilidad es del cristianismo. Porque el cristianismo destruyó todo aquello de que el hombre vivía, y particularmente la verdad trágica de la vida que conocían los griegos presocráticos."

Sigue la muerte del cristianismo con el advenimiento de  la ciencia, la cual, a su vez, colapsa porque se trata de interminables sucesos nuevos, inconexos, en la medida que aparecen las especialidades. Es cuando aparece el ateísmo de la ciencia.

Jasper: "El cristianismo ha sido capaz de  hacer avanzar esa ciencia, gracias a su cristianismo, y luego contra su cristianismo, o por lo menos contra cada una de las formas objetivas de éste ha podido asumir. La regla de vida cristiana no es una vana fantasía, como no lo es la del budismo; es una receta de felicidad."

No es lugar aquí para considerar el laicismo, el ateísmo que no cree en Dios, y el ateísmo que está contra Dios. Debía de ponerse  en conocimiento  porque no tener claridad en esto es cuando se pierde piso y al rato ya está todo confuso. ¡Y sucede con frecuencia!

Tal es la ruta crítica del pensamiento nietzscheano, para llegar a la idea del Superhombre, que va a poner coto al caos acabando con el nihilismo.

Para evitar malos entendidos, y teorías estrafalarias, el Superhombre no es más que un hombre que ha podido evitar ser demasiado humano. Es todo.

Robert F. Young nos ilustra esto, de demasiado humano, con su relato Treinta días tenía septiembre. La señorita Jones, un robot maestra de escuela, que le costó a Danby cuarenta y nueve dólares con noventa y cinco centavos, en la tienda de chácharas, piensa más lúcida que Laura, la mujer de Danby.

 Laura se había retraído a valores materiales y ya no se interesaba por la cultura, pues se la pasaba viendo programas inocuos  de televisión y pensando en comprarse un automóvil Cadillete. A eso se había reducido su existencia.

Nietzsche conoce perfectamente, de cerca,  el pensamiento cristiano porque nació en una familia de tradición religiosa. Pero su cristianismo es desde el protestantismo. ¿A qué cristianismo se refiere cuando lo condena de tan de fea manera y a cuál otro cuando hace de él  su decidida apología?

Maldecirlo y bendecirlo, el cristianismo, de manera alternativa,  es como ver la película Los juegos del destino, del director David O. Russell, con Robert De Niro, 2012, que nos presenta ese mundo bipolar tan fascinante por valioso, y absurdo, que no va a ninguna parte por más que se busca una meta.

La bipolaridad intelectual de Nietzsche es porque no acepta los rituales. Es una situación insoluble porque los rituales llenan nuestra vida. Desde ponernos los calcetines por la mañana. Cuando se abre la asamblea del sindicato con los puntos de discusión a tratar. El primer beso antes del coito, etc.

Un ritual es como un dique a la anarquía. Es defender la libertad de la decisión tomada.

Leer a Nietzsche y el cristianismo, de Carl Jasper, es como caminar a través de un mundo bipolar. Como el que gusta de navegar en ríos abundante de meandros que van y retroceden.

La totalidad es el río pero, que, debido al trágico final de Nietzsche, todavía en buena edad, éste ya no pudo recorrer en su totalidad.

Nietzsche no es un materialista, es un nihilista que repudia al nihilismo. No quería el caos sino el orden, por eso pensaba en un modo de vida mejor a este.

Tal vez la patología de bipolar no sea tan exacto en el caso de Nietzsche. Cabría  soliloquio dialéctico. Considerar  sus alternativos pareceres como el que juega “solitario” en ajedrez, cambiando de silla alterativamente.

Jasper: " No son raros en Nietzsche las interpretaciones y apreciaciones contradictorias; y para comprenderle es necesario comprender sus contradicciones."

En cierto sentido era un utopista, como Platón, que tampoco pudo ver que el Estado fuera dirigido por filósofos. Parece  que en el  fondo se trata de lo mismo, pero con diferente redacción.

¿Un mundo superior al mundo cristiano?  El cristianismo había cohesionado la vida de occidente a través del colapso del Imperio Romano pero, al parecer de Nietzsche, el hombre se ha encerrado en la ciudad, donde fermentan virus patógenos, en lugar del aire puro de las montañas, y es ya la hora de superar todo.

En la ciudad se busca el cuánto, no el qué. En la Hélade, dice Aristófanes en una de sus comedias, nos preocupábamos  por el saber, no tanto por el tener.

Sabe que Dios, el Dios del cristianismo, está mas allá del Bien y del Mal y el nuevo pensamiento debe de ir más allá de todo eso.

Vislumbra entre los cielos luminosos modos de lograrlo. Es cuando cae abatido por la enfermedad. Y todo queda como en la expedición alpina que, durante semanas, ha ido bregando en las diferentes cotas de la montaña instalando campamentos de altura. Y, cuando se  va a dar el asalto final a la cumbre, todo queda en suspenso…

Jasper: "¡Oh, es fácil demoler, pero reconstruir!" 

Nuestra carrera (no generalizamos) ahora es por el tener y no tanto por el saber cultural. Como Laura, la esposa de Danby. Lo que convierte a nuestros tiempos muy peligrosos para la sociedad. Sobran los ejemplos con sólo mirar la calle.

 Por eso leer a Nietzsche es de interés que crece en la medida que en la maravillosa tecnología encontramos una coartada para permanecer pegado al suelo.
Antes del iPod

Dibujo tomado de El País
5 agosto de 2017

No abundan los lectores que, por igual, traen un buen iPod y lo saben hacer combinar con un buen libro. ¡Por fortuna no ha todos les es dado llenar el día sólo con el iPod!

Jasper: "Todo el mundo habla, pero nadie escucha; todo se derrocha en palabras; todo se traiciona. Nietzsche muestra la inanidad  de una vida que corre sin aliento tras el lucro, presenta con todas sus repercusiones el maquinismo, la mecanización del trabajo."

Pero para leer a Nietzsche, lo advierte el mismo Jasper, es necesario que el lector esté bien parado en su modo de pensar. Que conozca  la Declaración de Principios del instituto en el que cree y milita.

De otra manera quedará atrapado, seducido, en el meandro del nihilismo nietzscheano que va y viene en un retorno sin fin. Y acabará vagando sin rumbo, como el caminante del desierto al que se le ha descompuesto la brújula y no sabe ya ni siquiera por dónde sale el sol. Lo que, con otras palabras, se conoce como “eclecticismo abandonado a fuerzas diversas”.

Jasper: " Es verdad que el hombre pensante se atreve a alejarse de la tierra firme, pero entonces no vuelve a hacer pie en parte alguna, ni en la distancia ni en el mundo del futuro."

Si no se le ha descompuesto la brújula entonces será informativo, ilustrativo, navegar por esos meandros infernales nietzscheanos, como Dante y Virgilio más allá del Aqueronte.

Todo en filosofía  tiene su contraparte, que se ilustra por filosofía positiva y filosofía negativa. No de “mala”, perversa, sino de contraste con la positiva.

Ejemplo: a mí no me gusta caminar, quiere decir que a otros sí les gusta caminar.

Balmes, en su obra El criterio, se refiere a esta antinomia cuando ilustra la idea de posibilidad e imposibilidad: “La idea expresada por esta palabra (posibilidad) es correlativa de imposibilidad, pues la una envuelve necesariamente la noción de la otra…Como quiera, en sabiendo lo que es imposibilidad, se sabe lo que es la posibilidad, y viceversa."

Bukowski lo dice sin tanto rodeo: "Pero hay que tener horas imperfectas para obtener horas perfectas."
Charles Bukowski, novela,  El capitán salió a almorzar y los marineros tomaron el barco
 

La contraparte del pensamiento nietzscheano bipolar, está, para no retroceder mucho en el tiempo, en el pensamiento leibniziano.

Leibniz no quiere destruir, como Nietzsche, para, después sobre las ruinas, volver a construir. Eso ha hecho la humanidad desde tiempos remotos y es el cuento de nunca acabar.

Leibniz, todo lo contrario, quiere aprender de esas ruinas para, desde ellas, y ya con la lección aprendida, seguir construyendo. En su obra Nuevo tratado sobre el comportamiento humano, va directo al grano y exclama:

“Reflexionando yo sobre lo nuevo y lo viejo, he visto que la mayor parte de las doctrinas recibidas son susceptibles de una recta interpretación. Desearía, por lo mismo, que los hombres de ingenio pusieran su afán en construir  y mirar hacia adelante, y no en demoler  y mirar hacia atrás. Antes deberíamos imitar a los romanos, que tan bellos edificios públicos construyeron.”

 
Leibniz

“Gottfried Wilhelm Leibniz, a veces von Leibniz1 (Leipzig, 1 de julio de 1646 - Hannover, 14 de noviembre de 1716) fue un filósofo, lógico, matemático, jurista, bibliotecario y político alemán. Fue uno de los grandes pensadores de los siglos XVII y XVIII, y se le reconoce como "El último genio universal". Realizó profundas e importantes contribuciones en las áreas de metafísica, epistemología, lógica, filosofía de la religión, así como a la matemática, física, geología, jurisprudencia e historia.”WIKIPEDIA

 

 

 

 

 

 

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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