ARISTÓTELES, VIGENTE, SIEMPRE


 

“No hay nada más educativo para la técnica filosófica que la lectura de Aristóteles.”

Manuel García Morente, Lecciones preliminares de filosofía, lección VIII.

Buscamos el sentido de esta vida en los libros, sean novelas, poesía, geología, antropología, política, economía, alpinismo…

De entrada, Morente nos dice en su obra que la Filosofía es la que nos puede llevar, de manera sistemática, no a tontas y locas, al conocimiento de la vida:

“El esfuerzo sistemático por develar el eterno enigma que hostiga   sin cesar la insaciable curiosidad del hombre, constituye la filosofía…Es la vida misma, con sus angustias y sus esperanzas, que aparece comprometida en la pregunta y arriesgada en la respuesta.”

 “Formar el concepto y luego aplicarlo”, es una de las premisas de Aristóteles. Evita que el pensamiento se pierda en divagaciones donde abundan las opiniones, y escasean los conceptos.

(Concepto: entendimiento, pensamiento, construcción mental de una unidad cognitiva de significado).

Como en esas mesas redondas de la televisión, de cinco o diez, donde todos hablan ligerito (hay excepciones) y de pronto el conductor del programa dice. “Se nos ha acabado el tiempo”.

Una de las cosas por lo que Aristóteles fue  aceptado, en la cultura de Occidente, descubierto, estudiado y conservado,  a través de los siglos, es porque no está peleado con el principio de la vida. Se le tiene como uno de los primeros científicos sietmáticos. Y también mira de frente a la Creación.

“Es evidente (para Aristóteles) que existe un primer principio y que no existe ni una serie infinita de causas, ni una infinidad de especies de causas.”

Francisco Larroyo, Aristóteles, Metafísica, Editorial Porrúa, México, 2014, Lib. XII, Cap.6

Es una manera de decir que algo primero estaba en potencia y después devino en acto.

En otras palabras, yo puedo hacer lo que veo en el cine, en la televisión o leo en los  libros: Bruce Willie, en su papel Duro de matar, San Francisco de Asís, Dorian Grey o Marco Polo, pero no lo hago.

Sólo hago lo que  yo quiero, estando libre.

Poder hacerlo, y hacerlo, son dos tiempos. Es lo que Aristóteles llama potencia y acto.

Poder hacerlo pero que no se hace hasta que se hace. Como la carne para hacer caldo de res o puchero. En tanto permanezca en el refrigerador está en potencia. Cociéndose en la olla, pasa al tiempo o estado de acto.

“Todo ser en acto tiene, al parecer, la potencia, mientras que el que tiene la potencia no siempre pasa al acto.”



Schopenhauer lo dice así:

“ Cada ser en el mundo obra según su esencia ,en la cual están contenidas en potencia ya todas sus manifestaciones activas, pero no pasan al acto más que cuando las causas exteriores las determinan, y esas manifestaciones mismas dan a conocer la esencia  de la cual emanan”.
 
 

Si usted piensa como Séneca y Schopenhauer, en el sentido que en el mundo hay mucho publicado y no alcanza el tiempo de una vida (por más longeva que sea) para leer todo, y hay que seleccionar, la lectura, la sugerencia, es Aristóteles.

 Leer a Aristóteles para permanecer en el librero y ser leído y, llegado el caso, ser vivido.

No hacer como, hacemos muchos, con la Biblia, que sólo permanece en potencia sobre la vitrina de la sala. O en mi cerebro porque la he leído cinco veces de cabo a rabo, pero el menesteroso que encuentro en la calle no conmueve mi corazón (ni mi cartera).

Morente ofrece una idea de la trayectoria que siguió el pensamiento de Aristóteles a través del tiempo hasta nuestros días. Arranca, a grandes pasos, desde la antigüedad.

“Su metafísica, su filosofía primera, constituyen también la base del pensamiento filosófico desde entonces para todo el mundo, ya sea para aceptarlo y desarrollarlo y, a veces, para oponerse a él; pero siempre la oposición supone una aceptación, aunque se para combatir.”

Sigue el acontecimiento que tuvo lugar en el seno de la Iglesia. En el principio del cristianismo fueron Pedro y Pablo. Ambos con su modo muy personal de comunicar al mundo del Evangelio.

La difícil aceptación de éste último por parte de los apóstoles. A tal punto que en momentos parecía una rivalidad con Pedro por parte de Pablo. Sólo era eso: parecía.

Análogamente, en el principio de lo que sería la filosofía de occidente, Platón y Aristóteles, después de los Presocráticos. Plenamente aceptado Platón, por la Iglesia de Cristo, no fue así con  Aristóteles.

San Agustín había abrevado mucho de Platón. De hecho fue, en  gran parte San Agustín, quien abrió las puertas de la Iglesia para que el pensamiento platónico no fuera ajeno al  cristianismo.

Aristóteles, sin embargo, tuvo que dar un rodeo, primero con los filósofos árabes. Las puertas de la Iglesia permanecían cerradas hasta que un niño, que  había sido de depositado, a la edad de cinco años en el monasterio de Monte Cassino (y luego en la universidad de Nápoles) para  su educación, empezó con el tiempo a hurgar en las bibliotecas.

 Un día se topó con el Aristóteles de los árabes. Algo encontró de inconsistente en esa interpretación y, a su vez, empezó a estudiarlo en sus fuentes originales.

El resultado fue que Aristóteles era inevitable en el terreno filosófico, laico, y no se cerraba al pensamiento espiritual.

Ambos, Santo Tomás y Aristóteles serían todo un acontecimiento de erudición hacia el interior de la Iglesia:

Morente:

“Los árabes redescubrieron a Aristóteles y los trasmitieron a la filosofía escolástica. Santo Tomás desenvuelve la filosofía de Aristóteles en la forma más monumental y perfecta que se ha conocido en occidente.”

Empero, con Aristóteles pasó lo mismo que en la actualidad con algunos cantantes de fama internacional. Aclamados hasta el delirio por las multitudes, cuando estos artistas se declaran católicos, o se interesan por el catolicismo, muchos dejan de acamarlos y hasta empiezan a atacarlos.

Así con Aristóteles en el terreno de la filosofía.

Morente:

“En el Renacimiento sufre un eclipse la influencia de la filosofía aristotélica. Nuevos conceptos, nuevas intuiciones, nuevas aspiraciones del saber humano se hacen valer en esta época. Pero a pesar de todo, la influencia de Aristóteles, aunque disminuida, no cesa por completo.”

Así fue como Platón, San Agustín, Aristóteles, Santo Tomás de Aquino, entre otros grandes pensadores (Santo Tomás de Aquino fue discípulo de San Alberto Magno), hicieron posible que la gente se saliera de la lectura fría y tautológica de la Biblia, y empezara a mezclarse con la gente de la calle, del mercado. Que penetrara en los centro de estudios no sólo  teológicos sino también filosóficos. Aprendieron y enseñaron unos de otros.

En otras palabras, que el Cristo crucificado, en la Biblia, encerrado en la lectura tautológica  inane, deviniera en actos de superación para la  humanidad.

Morente:

“La encontramos muy viva( la filosofía de Aristóteles),muy profunda en Leibniz, la encontramos profundísima ,vivísima, en Hegel, que a veces llegan a usar la misma terminología que Aristóteles; la encontramos, por último, a veces declarada en nuestros días, a veces también existente, aunque no declarada.”

Los que acostumbramos tragar comida chatarra sabemos, no obstante, que la salvación para el cuerpo está en el plato inteligente que recomiendan los nutriólogos.

Los que acostumbramos “comer” literatura chatarra sabemos que la antinomia es Aristóteles. Morente lo dice de esta maneara:

“No hay nada más educativo que romperse la cabeza contra los textos de Aristóteles.”

 
Aristóteles

“Aristóteles (en griego antiguo Ἀριστοτέλης, Aristotélēs) (384 a. C.-322 a. C.)1 2 fue un polímata: filósofo, lógico y científico de laAntigua Grecia cuyas ideas han ejercido una enorme influencia sobre la historia intelectual de Occidente por más de dos milenios.” Wikipedia

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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