KANT, SU ESTÉTICA TRASCENDENTAL


 

En la religión de occidente, el cristianismo, el humano es biología y es espíritu.

En filosofía  hay que dar un rodeo más largo, con Kant, para llegar a consideraciones semejantes.

Kant considera que es por la moral y la metafísica que el humano, además de los átomos de sus huesos, está fuera del espacio y del tiempo.

Para ello tendrá que bregar afanosamente entre varios   pareceres, de tiempo y espacio, que pensaron sus predecesores en la filosofía.

Lo llama “cosa en sí”. Cosa que no depende de nada para existir, fuera del tiempo y del espacio.

Kant camina  entre los  callejones del espacio y del tiempo. El concepto de espacio cambia con los filósofos que lo van a considerar en el siglo que les tocó vivir. No siempre se trata de átomos.

Para Descartes, dice Wahl, el espacio no es una cosa sino la esencia de la cosa.

“Para Descartes el espacio constituye la sustancia de la materia…Para Spinoza es el espacio una tributo igual en importancia al espíritu.”
Jean Wahl, Introducción a la filosofía, Cap.VI.

Whitehead considera que el pecado de la filosofía moderna es esa separación de unas partes, respecto de otras, que es característica del espacio de Descartes. Para Whitehead “Una cosa no está sólo donde está; está también donde actúa.”

La realidad primordial son las cosas y su densidad y opacidad y es su masa aquello de las que tenemos experiencia:

 Whal:

“Cuando transferimos esta experiencia a los sentimientos, tenemos un espacio concreto, lleno de cualidades, y heterogeneidades; y cuando lo hacemos entrar en un armazón intelectual, tenemos el espacio matemático.”

Para Leibniz  el espacio es una consecuencia de las relaciones reales entre las cosas. En cambio  para Kant el espacio  no es de orden racional sino que está estrechamente relacionado con la sensibilidad.

Plotino piensa, muy cerca de como lo hará Kant, en dos tiempos, uno fenoménico en el que las cosas se mueven y el otro infinito:

"Decimos que la Eternidad y el Tiempo son dos cosas diferentes, que la Eternidad se refiere a lo que existe perpetuamente y el Tiempo a lo que deviene."

Enseguida pasa a identificar lo esencial con lo eterno:

"se tiene el derecho de identificar la Esencia inteligible y la eternidad, tanto más cuando el mundo inteligible y la eternidad comprenden las mismas cosas."
Plotino, Tercera Eneada, libro VII.

Newton veía en el espacio y el tiempo dos especies de sensores mediante las cuales Dios  percibía al mundo:

“Para Newton eran el espacio y el tiempo los dos órganos mediante los cuales percibía Dios el universo.

 “Para Kant “son el tiempo  y el espacio los media con que organiza el hombre lo que ve.”

Este era más o menos el contexto intelectual cuando Kant se interesó por el problema. El problema de Kant ahora era el de explicar la posibilidad de las dos ciencias que parecían sólidamente constituidas  al final el siglo XVIII, y la física newtoniana.

 Al mismo tiempo quería explicar por qué otra ciencia, a saber, la metafísica, no había tenido el mismo éxito. Tenía que encontrar una sola explicación para la certidumbre de las dos primeras ciencias.”

Era un panorama complejo pero sí tuvo claridad desde el principio que no era cosa de detenerse, como los filósofos que le habían antecedido, en sólo átomos a ultranza, o sólo noúmenos a ultranza.

Esa rigidez resultó ser muy peligrosa para la tranquilidad de los pueblos.

Hasta entonces se había sostenido que el espacio era producto de las sensaciones y Kant dijo que era al revés: “Si no hubiera espacio no habría experiencia alguna.”

Es cuando hace  la exposición metafísica del espacio. Y de ahí a la Estética Trascendental. “Una forma infinita dada anteriormente a todo.”

Además el espacio es infinito y nada que sea infinito puede derivarse de la experiencia:

“El espacio y el tiempo no vienen de las sensaciones, no se derivan de la experiencia, antes bien son el origen de ésta”.

La conclusión de la Estética Trascendental de Kant es que el espacio y el tiempo son una forma del entendimiento humano y que en el tiempo están las cosas tal como se nos aparecen pero, no las “cosas en sí”.

Y dice que nosotros mismos, los humanos de carne y hueso, somos cosas en sí.

“ya que somos capaces de determinarnos por la ley moral…bajo el punto de vista científico, aparecen nuestras acciones como determinadas, pero bajo el punto de vista metafísico y moral, pueden y tiene que ser libres, luego son libres.”

Kant
“Immanuel Kant (ɪˈmaːnu̯eːl ˈkant) (Königsberg, Prusia, 22 de abril de1724 – Königsberg, 12 de febrero de 1804) fue un filósofo prusiano de la Ilustración. Es el primero y más importante representante delcriticismo y precursor del idealismo alemán y está considerado como uno de los pensadores más influyentes de la Europa moderna y de la filosofía universal.”WIKIPEDIA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

Seguidores