ORTEGA, EMERSON Y SCHOPENHAUER DE COMPRAS EN UNA LIBRERÍA DE BERLIN


 

Emerson viajó a Europa para platicar con Carlyle y se encontró accidentalmente con Schopenhauer, en los corredores de   una librería enorme de Berlín donde se llevaba a cabo la Feria Internacional de la Escritura. Hojeaban libros en la Sección de Deportes.

Schopenhauer: ¿Qué es ese barullo al fondo del corredor?

Emerson: Todos los asistentes a la Feria quieren obtener su ejemplar.

Schopenhauer: ¿Sabes de qué se trata?

Emerson: Es un libro que acaba de ser aprobado en asamblea de críticos, libreros y escritores. Ya se han vendido dos millones de ejemplares antes de que saliera de la imprenta.

Schopenhauer: ¡Huyamos!

Emerson: ¡Vamos!

Schopenhauer: ¿Una asamblea decide los gustos de millones?



Dibujo tomado de
El País
23 de junio 2018
Emerson: Así parece.

Schopenhauer: esas ideologías me recuerdan los trasportes colectivos de México, llamados “microbús”. El chofer de la unidad pone a todo volumen la canción que a él le gusta y treinta deben escucharla, aunque no les guste. Aunque fuera la Novena de Beethoven, no a todos les gusta la Novena.

Emerson: Parece  que la Divinidad haya preparado a cada una de las almas que envía al mundo por medio de cierta virtud  y facultades incomunicables a los demás y, al enviarla, para que dé una vuelta más por el círculo de seres, escribiese sobre su espalda: “Intransferible” y “Vale para una sola vuelta”

Schopenhauer: Con esos imperativos categóricos el pueblo no tiene esperanza de salir de la ignorancia, mediante el ejercicio dialectico de las ideas.

Ortega y Gasset: Les recuerdo que el concepto de “masas” no va para el lumpenproletariado sino para todo analfabeto cultural, sea  del salario mínimo o que lleve cuello blanco y tarjetas de débito de todos los colores.

Schopenhauer: Cada cual es sociable en la medida en que  es intelectualmente pobre y, en general, vulgar. Pues en el mundo no se tiene mucho más que la elección entre soledad y vulgaridad.

Al final del corredor se ve un enorme letrero que dice: ¡INTRANSFERIBLE!

Emerson: Allá está Platón. Todo cuanto hoy se escribe y debate por y entre pensadores dimana de Platón, que hace grandes estragos en nuestra originalidad.

Schopenhauer: También creo eso.

Emerson: Con Platón hemos llegado a la cumbre de la montaña en que está enclavada la cantera de donde se sacaron todos aquellos bloques.

Schopenhauer: Como ahora ya no se lee a Platón, muchos  intelectuales, sinceramente, se creerán originales, otros  amañadamente se olvida de poner las comillas.

Emerson: Eso no es ninguna novedad. Siempre ha sido así. Desde hace dos mil años los jóvenes inquietos  que han dicho o escrito hermosas cosas entre el enfado de sus generaciones:Boecio,Rabelais,Erasmo,Bruno,Locke,Rousseau,
Alfieri,Coleridge, han sido lectores  de Platón que traducen a su idioma natal y de manera ingeniosa lo bueno que él escribe.

Schopenhauer: Me parece que te quedaste corto.

Emerson: Tienes razón. San Agustín, Copérnico, Newton, Behmen, Swedenborg, Goethe, son también sus deudores, y no hacen más que glosar lo que aquel dijo, porque es justo atribuir al mayor  generalizador toda las particularidades que pueden deducirse de sus tesis.

Luego de asomarse al corredor donde todos se amontonaban para que se les firmara su ejemplar de Best seller, Emerson agregó: La biografía de Platón es más bien interna. Tenemos que reconocer la suprema elevación de este hombre en la historia intelectual de nuestra raza, tanto que los más cultos de los hombres de su tiempo fueron discípulos suyos.

Pasaron unos veinte jóvenes, y algunos no tan  jóvenes, corriendo y alzando su ejemplar, como si acabara de recibir su pase al concierto de rock.

Dibujo tomado de
El País
11 de octubre 2014
Emerson se  quedó viendo a  Schopenhauer y dijo: Entre los autores de este día bien puede haber valores para tomarse en cuenta, ¿no crees?

Schopenhauer: Hacia el final de la vida ocurre como al término de un baile de máscaras, cuando se levantan los antifaces. Entonces se ve quienes han sido realmente aquellos con quienes uno estuvo en contacto durante el curso de su vida. Pues los caracteres se han puesto de manifiesto, los hechos han dado sus frutos, la sobras han recibido su justo aprecio y todas las imágenes engañosas se han desmoronado.

Emerson: ¿Enviaste tu obra para ser exhibida en algún estante de la Feria Internacional de la Escritura?

Schopenhauer: No, definitivamente.Mi obra se dirige a una minoría. Esperaré sin impaciencia a que surja este pequeño grupo de personas cuya disposición de espíritu, que no es la ordinaria, les capacite para comprenderla. 

 

Lo original está en cursivas y el resto es una composición lírica.  Las obras de donde fueron sacadas son El pensamiento vivo de Emerson, de Edgar Lee Masters,       La rebelión de las masas, de José Ortega y Gasset,   Parerga y Paralipómena y El mundo como voluntad y representación, de Arturo Schopenhauer.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                     

 

Un rumor llena el corredor y los dos voltean sorprendidos y se hacen a un lado. Son jóvenes que salen apresurados de la Feria con su ejemplar bajo el brazo,  tenis modernos, pantalones de mezclilla rotos de las piernas de un precio de aparador que sólo lo pueden comprar lo hijos de senadores y diputados y tatuajes hasta en las orejas. Son estudiantes de la media superior.

 Dos o tres muchachos se detienen a observarlos. Uno de ellos comenta: “La vestimenta de esos  dos viejos corresponde al siglo diecinueve”. Saca su teléfono móvil 34 megas  “Párate ahí junto a ellos para tomarles una foto, luego la “subimos” al Internet”

El retratado  le dice al otro: “Uno de ellos trae un libro  titulado  La república, de un tal Platón. Pude fijarme  y el que lo carga se llama Emerson”.

¿Quién será ese tal Platón?

¡Ni idea. Según la portada, ese Platón no trae pantalones sino una túnica, tal vez un jipi norteamericano!

 

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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