CHIMALPAHIN,ALPINISTAS Y EL DIOS TELPOCHTLI


 

Tiene importancia para los alpinistas porque era adorado en el Valle, pero sobre todo en los pueblos en derredor del Popocatépetl y más arriba,  en sus adoratorios que se conocen como Ayaucalli o casas de niebla o, casas entre la niebla.

José Luis Lorenzo tiene una publicación: Zonas arqueológicas de los volcanes Popocatépetl  e Iztaccihuatl, editado por el INAH,1957, donde se dan noticias de algunos de estos adoratorios de alta montaña.

Iztaccihuatl y Popocatépetl
vistos desde la Ciudad de México
En el nivel inferior de las nieves es donde
 se ubican los  adoratorios mencionados.
Foto tomada de Internet
 
 
 Dos de ellos están en las rutas  que siguen los alpinistas. Uno, llamado El Solitario, en la base de la roca del mismo nombre, camino  al refugio del Teyotl, en el noroeste de la Iztaccihuatl.

El otro, ya muy somero, en el lado sur al pie de la cumbre de la Torre Negra de Nexpayantla, en el sendero que conduce al refugio de El Queretano, en la ladera norte del Popocatépetl.
Torre Negra
N del Popocatépetl
De aquel lado de la cumbre(lado sur)
se encuentran los restos del adoratorio
Nexpayantla
Foto de Armando Altamira

Telpochtli era otro de los numerosos nombres con los que se invocaba a Tezcatlipoca.

En su libro Tezcatlipoca en el mundo náhuatl, Doris Hayden señala algunos de sus nombres:
TLOQUE' NAHUAQUE' - El que posee lo cercano, el que posee lo que (nos) rodea.

TITLACAHUAN' Aquel de quien somos esclavos.

TEIMATINI - El sabio, el que entiende a la gente.

TLAZOPILLI - El noble precioso, el hijo precioso.

TEYOCOYANI - El creador (de gente). YÁOTL, YAOTZIN - El enemigo.

ICNOACATZINTLI - El misericordioso.

IPALNEMOHUANI - Por quien todos viven.

ILHUICAHUA' TLALTICPAQUE' - Poseedor del cielo, poseedor de la tierra.

MONENEQUI - El arbitrario, el que pretende. PILHOACATZINTLl - Padre reverenciado, poseedor de los niños.

TLACATLÉ TOTECUÉ - Oh, amo, nuestro señor.

YOUALLI EHECATL - Noche, viento; por extensión, invisible, impalpable.

MONANTZIN, MOTATZIN - Su madre, su padre.

TELPOCHTLI - El joven.

MOYOCOANI - El que se crea a sí mismo.

TITLACAHUAN' Aquel de quien somos esclavos.

TEIMATINI - El sabio, el que entiende a la gente.

TLAZOPILLI - El noble precioso, el hijo precioso.

TEYOCOYANI - El creador (de gente).

YÁOTL, YAOTZIN - El enemigo.

ICNOACATZINTLI - El misericordioso.

IPALNEMOANI - Por quien todos viven.

ILHUICAHUA' TLALTICPAQUE' - Poseedor del cielo, poseedor de la tierra.

MONENEQUI - El arbitrario, el que pretende.

PILHOACATZINTLl - Padre reverenciado, poseedor de los niños. TLACATLÉ TOTECUÉ - Oh, amo, nuestro señor.

YOUALLI EHECATL - Noche, viento; por extensión, invisible, impalpable.

MONANTZIN, MOTATZIN - Su madre, su padre.

. OME ACATL - 2 caña, su nombre calendárico. Se concibe como otro dios, Omácatl, el de tules, el patrón de los banquetes.

TEPEYOLLOTL, el jaguar relacionado con el eco y las cuevas, lleva el espejo humeante y el anauatl o pectoral diagnósticos de Tezcatlipoca, por eso se le considera un aspecto de éL

Fray Diego Durán se refiere a la divinidad del adoratorio en la cumbre de la montaña Teocuicani, ladera sur del Popocatépetl, localizada (por nosotros) en el norte inmediato del pueblo de Tetela del Volcán, de la escultura bellamente labrada “como de un muchacho de ocho años”.

En un esfuerzo por erradicar tan grande devoción que la gente tenía por Tezcatlipoca, considerado como el más grande de los dioses, los  frailes franciscanos, llegados cuando la conquista del siglo dieciséis, lo traslaparon con San Juan Evangelista.

Uno de los grandes adoratorios que tenía Tezcatlipoca era en el pueblo de  Tianquizmanalco, lado sureste al pie del Popocatépetl. Desde esa fecha el pueblo se llama San Juan Tianquizmanalco.

Era de tal importancia ese adoratorio que Sahagún tuvo que alertar que llegaba gente de lugares muy lejanos.
Teciuhtlazque (conocidos ahora como "graniceros")
en la cumbre del monte Teocuicani.  Dirigen sus cantos 
hacia el  
lado noreste, ubicación exacta del Popocatépetl, pidiendo agua.

En el libro XI de su libro Historia General de las cosas de Nueva España, Sahagún escribe: “ El tercer lugar donde había antiguamente muchos sacrificios, a los cuales venían de lejanas tierras, es a la raíz del Volcán, en un pueblo que se llama Tianquizmanalco, San Juan; hacían en este lugar gran fiesta a honra del dios que se llamaba Telpochtli, que es Tezcatlipoca, y como  los predicadores oyeron decir que San Juan Evangelista fue virgen, y él tal en su lengua se llama Telpochtli tomaron ocasión de hacer aquella fiesta como la solían hacer antiguamente paliada debajo del nombre de San Juan Telpochtli como suena por de fuera, pero a honra  del Telpochtli antiguo, que es Tezcatlipoca, porque San Juan allí ningunos milagros ha hecho ni hay porque acudir más allí que a ninguna parte donde tiene iglesia. Viene a esta fiesta el día de hoy gran cantidad de gente, y de muy lejanas tierras, y traen mucha ofrendas y cuanto a esto es semejante a lo antiguo, aunque no se hacen los sacrificios y crueldades que antiguamente se hacían; y haber hecho esta paliación en estos lugares   ya dichos, estoy bien certificado de mi opinión, que no lo hacen por amor de los ídolos, sino por amor a la avaricia y del fausto, porque las ofrendas que se solían ofrecer no se pierdan, ni la gloria del fausto que recibían en que fuesen visitados estos lugares de gentes extrañas y muchas, y de lejanas tierras.”

Chimalpahin (Relaciones originales de Chalco Amaquemecan) da la descripción de la palabra Telpochteuhctli como de “Señor joven”, que corresponde a la escultura de un muchacho de ocho años, a la que se refiere Durán para el adoratorio del monte Teocuicani.
Croquis del adoratorio a Tezcatlipoca
en la cumbre del monte
Teocuicani
Dibujo de Luis Burgos Peraita

El nombre de San Juan Bautista, entonces, para los templos cristianos edificados en el siglo dieciséis, puede ser una señala que ahí  existía  un adoratorio a Tezcatlipoca (ejemplo, el templo principal de Coyoacán, Ciudad de México), como tal, o bien bajo otro nombre. Tezcatlipoca tenía muchos nombres. Uno de ellos, reiteramos, es el de Telpochtli.

Sahagún, Durán, Chimalpahin, Torquemada, y otros cronistas e historiadores, tiene frecuentes referencias de Telpochtli.

Misma referencia encontramos en la exhaustiva investigación  que Guilhem Olivier hace en su obra Tezcatlipoca, editada por el Fondo de Cultura Económica, con traducción de Tatiana Sule, para la primera edición en francés en 1997.

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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