LAS MUJERES VS EURIPIDES


 

Las mujeres griegas estaban ya cansadas de tantas  ofensas que el poeta  Eurípides le hiciera en sus tragedias. Deciden ponerle un hasta aquí. Lo hacen por medio de un grupo organizado de mujeres sacerdotisas llamadas Las Tesmoforias.

La comedia la representaron 411 años antes de Cristo.

Las Tesmoforias era una fiesta de mujeres que se celebraba en los pueblos de Grecia entre los meses de octubre y noviembre. Estaba dedicado a la fertilidad humana y presidian las divinidades Deméter y Perséfone.

Semejante a lo que en la civilización azteca se llevaba a cabo por medio de las esposas del dios Tezcatlipoca. Cada año era investido un joven con todo lo relativo a Tezcatlipoca (en México-Tenochtitlán) y  se le asignaban cuatro esposas. Al año era sacrificado (allá por Iztapalapa) y otro joven era a su vez investido como Tezcatlipoca y se le asignaban otras cuatro esposas. Así cada año. Pero esas esposas, viudas, de Tezcatlipoca, tenían una consideración especial más allá de lo meramente humano. Las Tesmoforias tampoco eran del todo humanas pues la fiesta se hacia  bajo ritual presidido por los dioses.

Eurípides piensa en una estratagema para conjurar el peligro que una decisión de la asamblea de las mujeres caiga sobre él y puede, incluso, llevarlo a la muerte. Acude al poeta Agatón para que se infiltre en la asamblea.

Agatón es gay, tiene los ademanes y vestidos y cosas del atuendo femenino y puede muy bien pasar como mujer, pedir la palabra y entrar en defensa de Eurípides. Pero rehusa, es mucho arriesgar. Aparte de suplantarlo pueden pensar que va con la intención de aprovecharse de alguna mujer. "¡Lo que sería imposible!", le dice alguien.

Mnesilico, el  suegro de Eurípides, se ofrece para el caso. Eurípides procede a rasurarlo de la cara y le quema los pelos del trasero. "¡Cuida los de adelante!", le dice su inmortal  yerno.

Aristófanes es el dramaturgo  irreverente de frases naturales, que nos parecen desvergonzadas. Es el autor cómico que hacia reír  a su auditorio. El opuesto a los tres grandes trágicos hieráticos Sófocles, Eurípides y Esquilo.
En el mundo ha habido muchos cómicos críticos, juglares, etc. que también hacen gala de frases no sólo hueras pero sobre todo hirientes contra los valores establecidos.

 Este chocarrero escritor ha llegado hasta nosotros a lo largo de muchos siglos porque conoce las filosofías de sus ilustres contemporáneos. Para pitorrearse de Sócrates  sabía bien  de las Ideas de Platón. "El tiempo y el espacio se mide por el tiempo que tarda una mosca en pararse en la calva de Sócrates" decía.

Ya abierta la asamblea las mujeres van enumerando las ofensas de que han sido objeto por parte de Eurípides:

“El Consejo de mujeres, con Timoclea como presidenta, Lisila de secretaria y Sostrata como oradora, decreta: Mañana, día mundial de las Tesmoforias, en que tenemos mayor tiempo, por la mañana, ha de reunirse una asamblea en que se delibere qué pena debe imponerse a Eurípides por sus ultrajes contra nosotras.”

Aristófanes, Las once comedias, Editorial Porrúa, México, 1983

Habla la primera oradora refiriéndose a Eurípides: “Nos llama las buscadoras de adulterios, deseosas de hombres, bebedoras de vinos, traidoras, charlatanas, buenas para nada, azote de los maridos. Y dice que apenas llega él del teatro se pone a vernos de arriba abajo y se pone a registrar la casa, no vaya a ser que esté  un amante  escondido.”

Siguen otras oradoras que se quejan en el mismo tono del maldito Eurípides que tanto lodo les echa en sus diecinueve tragedias.

Dibujo tomado de
El País
24 marzo 2018
Llegado el turno de Mnesiloco (ya disfrazado de mujer), se le oye argumentar  que en realidad Eurípides es benévolo con las mujeres. ¿En qué sentido? Pregunta una de ellas. En callar cosas que él sabe.

Al final  todo se descubre y el suegro de Eurípides es apresado por el Pritaneo y su arquero. Es cuando Eurípides promete a las Tesmoforias que ya no levantará su pluma contra el pueblo femenino.

 “Señoras, quieren hacer las paces conmigo ¿o no? Me comprometo a no decir jamás  mala palabra contra ustedes. Esto es lo que yo propongo.”

Ellas ganan.

El  suegro es con lo que las Tesmoforias  pueden negociar y obligar a Eurípides a que cumpla su palabra y no están muy dispuestas a soltarlo.

Entonces Eurípides, gran imaginador de situaciones, les hacer ver que él también tiene con qué negociar:

“Este hombre esposado y atado a esta columna es mi suegro. Si se me entrega, nunca más diré palabra ofensiva contra ustedes. Pero si no me lo entregan, cuando regresen  de la guerra los maridos yo les iré a contar punto por punto en que han estado entretenidas."

Se lo entregan.

Las Tesmoforias no luchan por la igualdad de género. No están en el siglo veintiuno.En el estatus social de su época  están un peldaño arriba.

Son generadoras de vida (de ahí la fiesta que lleva su nombre, buscan la fertilidad humana ) no son objeto sexuales. No son llevadas, traídas, explotadas y deshechadas por la filosofía de mercado.

 Son respaldadas por la muy revolucionaria cultural (Paideia) griega. Es otro mundo, otro pensamiento.

 Son los hombres los que tiene que subir. Así lo dicen explícitamente: “Las mujeres tenemos la gloria de ser mejores que los hombres.”

Sin embargo una palabra, dicha de manera reiterada por Eurípides, ha calado el ánimo del pueblo femenino griego y es calamidad. Las mujeres son una calamidad.

Y ellas se preguntan, le preguntan a los hombres: “Que digan, por favor: Si somos una calamidad, ¿por qué se casan con nosotras? Si deveras somos una calamidad, ¿por qué nos prohíben salir de casa, o asomarnos siquiera por las ventanas? ¿Por qué quieren guardar con tanto cuidado a esa calamidad?”

 

 

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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