IBSEN, EN LAS MONTAÑAS RECORDANDO A PEER GYNT

 


 

-¿Qué queda ya de la próspera riqueza acumulada por tu abuelo paterno?-le pregunta Aase, la madre, a Peer Gynt que quiere que se case con la muchacha rica de la aldea noruega.

Peer, joven de unos veinte años, piensa que eso es como  recuperar arena contra arena. Igual acabará por irse. Quiere darle a entender que, contra lo efímero de las cosas, por necesidad hay algo firme, que resiste las tormentas de la vida, pero él mismo no sabe qué, o dónde se encuentra ese suelo firme.

Sólo acierta a decir: “¿Y dónde ha ido la nieve del año pasado?

 


                                     Tomado de Internet

La base incólume la tiene Peer frente a sus ojos, en Solveig, la muchacha aldeana que lo ama, no sólo que lo quiere.

Se quiere una cosa, un juguete para jugar con él. Ella lo ama para que sea parte de su vida, no para que sea parte del cuarto de los juguetes.

Pero Peer, como muchos hombres, no es lo suficientemente maduro para ver ese tesoro y va en busca de Fata Morgana. La ilusión siempre al alcance pero que nunca llega a poseerse. Hace a  un lado el oro y se lanza a buscar algo que a la postre resultará calcopirita.

Por medio siglo recorre el mundo y pasa muchas aventuras.

Llega a ser rico pero unos vivillos lo despojan de sus pertenecías. Conquista el poder  que resulta más efímero que las arenas del desierto. Conoce mujeres como quien conoce la gabardina que ese año está de moda. Llega a ser habitante permanente de un manicomio.

 Conoce  a un loco que compra varios ejemplares de un mismo diario  y del mismo día, y hace el gran descubrimiento: ¡Todos dicen lo mismo!

 

-¡Vamos a cerrar-dijo el empleado que atendía nuestra mesa. Nos clausurarán sino nos ajustamos a las disposiciones actuales.

-El último tarro -pidió Kiva. Su sonrisa lo convenció-. Yo de rubia, yo de negra, yo igual.

Agarramos nuestras mochilas y enfilamos hacia la parte norte de la población.

¡Semáforo rojo por tercera vez en la Ciudad de México! En Pachuca también se han endurecido otra vez las condiciones para la población.

La semana anterior el centro de la ciudad, en torno al Reloj, era tanta la población que fue necesario bajarse de la banqueta para seguir avanzando. Pachuca es en la actualidad una ciudad moderna y se busca sea funcional ante el constante extenderse en sus áreas urbanas.

Conocí la ciudad-les digo-,  y sus montañas cercanas, en los años cincuenta, cuando la población era de  60 mil habitantes. Ahora, en 2021, con su noreste poblado sobre las laderas de los cerros rumbo al Real del Monte, y hacia el oeste con los grandes fraccionamientos, su población llega a los 300 mil. A vuelo de pájaro  nos parece que su población es mucho más numerosa pero esa son las cifras oficiales de INEGI.

La población, todavía con un aire algo rural, tenía sus límites de construcción del cerro de San Cristóbal, en el norte, y los (ahora cerros del Cristo y el del asta bandera) en el noreste, Hacia el sur se extendía un poco ya sobre el Valle de México,

Pero esta tarde sus calles están desiertas. Un demonio en forma de virus recorre el planeta y Pachuca no es la excepción.

Encerrados en las cuatro paredes de la casa-habitación, tal vez nos libremos del coronavirus y sus nuevas y más virulentas  cepas, pero de lo que no hay duda es del deterioro psicofísico que se agrava día con día ¡y ya van trescientos días de encierro involuntario!

Las fábricas cierran, no hay modo honrado de ganar dinero, llega el fin de mes y no hay para pagar la renta. El casero no perdona. Los indigentes que buscan en los botes de basura algo para comer o alguien que  les da alguna moneda,tiene ante sí las calles desiertas...La población pasa horas y más horas viendo programas inanes en la televisión…

El camino de Humboldt. Dos tiros de minas ya cerradas y una cuesta con bastante elevación antes de llegar al pueblo de Cerezo.La ascensión por este camino viejo de las minas,saliendo por el barrio de El Arbolito,fue abandonado hace mucho tiempo por los escaladores.

Ahora se llega en vehículo a los valles altos.Con tres horas de caminata, y 660 metros de desnivel,se trata del ejercicio terapéutico para el cuerpo, la mente y no se diga para la ascesis,como no se podría conseguir durante un mes visitando a la farmacia.

-¡El mundo calcopirítico nos seduce hasta la aniquilación del yo-comenta Yuma que resopla en la subida como caldera de vapor al máximo.

Ayer el cielo estaba despejado y el sol de invierno en México quemaba la piel. Este lunes, 11 de enero del 2021, nos cae un fuerte aguacero hacia las 5 de la tarde en tanto remontamos la cuesta de “El Tumbaburros”, arriba del pueblo de Cerezo, Hidalgo, en el  norte de Pachuca, la capital del estado.

 


                              Grupo de las Monjas bajo la tormenta

                                   Foto de Armando Altamira

Tres  horas  y estamos en lo alto de la Sierra, tres mil metros de altitud.

Conocemos lugares bellos para acampar y efectuar escaladas en roca en las altas montañas, al este de la ciudad capital.

Pero los asesinos atisban en los bosques del monte Tláloc (4,150), en los de la Matlalcueye (4,420 m), que los ya colonizados en el siglo dieciséis le cambiaron el nombre por el de “Malinche”. Así como en el Nevado de Toluca (4 680m), y en el monte Ajusco( 3,930), en la sierra sur del Valle de México. Todo eso está  infestado de hampones  que asaltan, matan y violan en grupos organizados a los montañistas que se aventuran por sus senderos (Ver los diarios Universal del 5 de marzo de 2012 y Excélsior del 23 de mayo de 2015).

 


                                       Nevado de Toluca

                          En la foto Mario Campos Borges

                             Foto de Armando Altamira

De manera señalada en el lado oeste de la Iztaccihuatl, cerca del pueblo de San Rafael, y en el Popocatépetl, en las laderas oeste arriba de los pueblos de Amecameca y San Pedro Nexapa.

Juan, compañero nuestro de escaladas, murió recientemente por ese virus que infecta el planeta. Sólo quedamos tres. De todas maneras levantamos una tienda-comedor y nuestras tenidas individuales.

En los días que siguen hacemos largas caminatas a Capula y a Contadero y regreso a nuestro campamento. O bajamos a Estanzuela. Alternamos escalando en el lado sur del grupo Las Monjas.

Una noche, en tanto tomamos café negro después de la cena, Kiva reanuda el relato de Peer Gynt:

-Vagando fue por el mundo por muchos años. Conoció lugares y gente de todo tipo. Era su espíritu de aventura y abandonó a su novia Solveig que lo amaba.

Durante medio siglo recorre el mundo y pasa muchas aventuras. Llega a ser rico pero algunos vivillos lo despojan de sus pertenencias. Conquista el poder que, resulta más efímero que las arenas del desierto. Conoce mujeres como quien  tiene la gabardina que ese año está de moda.

Llega a ser habitante permanente de un manicomio. Conoce un loco que compraba varios ejemplares del mismo periódico y del mismo día. ¡Hizo el descubrimiento que decían lo mismo!

En su encuentro con el diablo éste le pregunta qué pecados ha cometido, “pequeñeces”, le dice Peer y el otro le responde fastidiado: “¿Sólo pequeñeces? En ese caso, buen hombre, déjame en paz”

De tanto trotar por los “países neblinosos” Peer parece haber quedado reducido a un montón de piezas inconexas. Conocer mucho arrojó en él lo que a la postre tienen algunos que leen mucho sin tener una base desde la cual procesar lo siempre nuevo. O lo siempre igual que estuvo de moda dos o tres generaciones atrás. Se mueve en la relatividad. La máquina del eclecticismo desintegrador acabó por devorarlo.

Es cuando conoce a un fundidor que le dice: “Amigo, has de ser fundido de nuevo.”

El hombre flaco, es decir, el diablo, le dirá a Peer que  “se puede ser uno mismo de dos maneras, por el derecho o por el revés del traje”. En otras palabras: se es como se es y no se es como no se es.

 Peer entiende que si es fundido resultará otro individuo, pero ya no será él. Él debe arreglárselas con él mismo, y el mundo de allá afuera que llene su día de la mejor manera que pueda o le parezca.

Por eso la vida de Peer termina donde empezó. Cansado, viejo, agotado, regresa a su aldea. Pero ha pasado tanto tiempo desde su partida, que se le dificulta recordar los lugares donde vivió de niño.

Al final de su trotar Peer hace su propio balance, sirviéndose de la metáfora de cebolla,en la cual cada capa es una etapa de su vida:

"Esta interior es la capa del buscador de oro;el jugo ha desparecido,si lo tuvo alguna vez.Esta, tan áspera,con los bordes resecos, es el pescador de la bahía de Hudson.Esta, aun más adentro,parece una corona.?Sí, la tiraremos sin mayor comentario.Esta es el explorador del pasado,corta, pero, fuerte.Y esta, el profeta,fresco y jugoso.Pero trascendente a mentira como está escrito,tanto,que a un hombre honrado se le arrasarían los ojos de lagrimas...Esta capa que se enrosca blandamente es el gran señor que apareció entre placeres y riquezas.La proxima parece enferma.Tiene puntos oscuros,negros,puedes ser por el sacerdote o por el negro.(arranca varias  capas aun tiempo)¡Cuántas capas! ¿Cuando va aparecer el meollo? (Deshace toda la cebolla)¡no! ¡Vive Dios,no lo tiene!"

Peer regresa a su aldea. Le dice a Solveig que ha recorrido los países neblinosos. A su vez le pregunta dónde ella ha estado todos estos años.

Solveig, que puede ser la Iglesia, la madre tierra o  la aldea noruega de su infancia, contesta: “He permanecido en mi fe, en mi esperanza y en mi amor.”

Rendido, Peer exclama: “¡Mi Madre! ¡Mi esposa! ¡Ha, ocúltame, ocúltame ahí dentro!”

Solveig dice:

“¡Duérmete, hijo mío, tesoro, yo te meceré y te velaré!”


Ante de ir a dormir, Yuma consulta su celular

-¡En el valle todo sigue en semáforo rojo!

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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